miércoles, 27 de noviembre de 2013

XII Ayudar Jugando 2013

Hola

Un año más se celebra Ayudar Jugando, el fin de semana del 7 y 8 de diciembre. Dos días de juegos de tablero, actividades varias, subastas, torneos. Todo por la sonrisa de un niño. Os dejo el enlace.

No faltéis.

Un saludo

http://www.ayudarjugando.org/

domingo, 13 de octubre de 2013

Actualización

Hola

El blog lleva tiempo sin actualizarse. Hoy he aprovechado para subir de nuevo el librojuego Hielo y Acero, a la vez que cambiar el diseño de la página.

Aparte de esto, la idea es mantenerlo activo con nuevas entradas.

Un saludo

domingo, 7 de abril de 2013

Ilian 7



Los de abajo no estaban, así que salí del edificio no sin apuntar antes los nombres de los inquilinos o dueños de la susodicha parcela de la colmena. Saludé con la mano a los agentes y me largué de allí con andares insinuantes y provocadores para pasar delante de todo aquel jodido cuerpo policial que no estaba capacitado ni para recoger un trocito de seso del suelo. El cabrón de Gálvez ya no estaba.

Le di al contacto del coche y subí el volumen de la radio a tope.... “Alexis Jordan... Chica mala”. Qué puto azar.


No estaba siendo un buen día. Para nada. En realidad era como casi cualquier otro, con la salvedad de que este era uno de esos, pocos, en que libraba. Y aquí me encontraba, conduciendo camino del hospital, olvidada la playa, con un calor de mil demonios, sudada, sin duchar y para colmo me acababa de acordar, cuando quise conectarlo, que el aire acondicionado del buga no funcionaba desde dos semanas atrás.

Y encima esas dos zorras lesbis que sin saber como me habían puesto el coño como una tostadora al rojo. Necesitaba un desahogo, y pronto.

Pero como buena profesional, ahí estaba, dando el callo.

El asfalto se derretía a esas horas, las retenciones eran continuas y los bocinazos, improperios y maldiciones de los conductores se elevaban hacia un cielo inclemente y dorado. “Vale, tranqui. Céntrate. Primero ves a la vieja, hablas con la enfermera o con el médico. ¿Todavía estará la bolsa?”

Eché un vistazo al asiento de atrás. Ajá. “Bingo. Ropa interior limpia, falda y camiseta de tirantes, a estrenar. No hará falta que pase por casa. No me queda gel. La ducha del hospital me vendrá de perlas. Bien, vamos a ello. Hostias, vaya mierda de día...”


Con la sirena a toda leche me abrí paso hasta la clínica. La vieja estaba ingresada en la UVI del segundo piso,  los médicos estaban missing y una enfermera bollicao mascando chicle me contó que se encontraba muy mal, que vamos, que no lo iba a contar seguro. Al parecer el corazón lo tenía jodido de antes.

Me escabullí y lo primero fue meterte con todo el morro en la ducha de una de las habitaciones donde dormitaba un paciente con mil tubos prendidos a su cuerpo. En la ducha terminé lo empezado antes en la entrepierna y me di un gustazo que no estuvo nada mal. Relajada, limpia por dentro y por fuera, me fui a la habitación de la anciana. Justo cruzaba la sala de esperas donde vi que se desesperaba un atractivo doctor cachas vigilante de la playa, intentando que sus instrucciones las entendieran tres  niñatas auxiliares que más se fijaban en sus pantalones que en lo que explicaba.

No tenía desperdicio y yo disponía de tiempo de sobras. Quien sabe lo que podría suceder. Se me ocurrió que podía matar dos pájaros de un tiro. No me iría mal un buen revolcón aunque fuera encima de la cama de la vieja y de paso algo de información sobre su estado real. Así que me amasé las tetas para que los pezones se me marcaran aún más y me acerqué a él, sonriente. Me puse delante de él dejando a su espalda a las becarias imberbes y le enseñé la bendita placa.

-”Le necesito, doctor... Puede acompañarme...” -sugerí suavemente pero de manera firme.


-”Vera doctor... Hoy tengo un día infernal, y cuando no. Su nombre es… Pau Gallán. Encantada. Inspectora Ilian.

Lo tomé del brazo y no le di tiempo a reaccionar, llevándomelo a la habitación 314 donde descansaba la abuela.

. Necesito información sobre la viej…sobre la señora.  Ha sido testigo de un crimen.  Cualquier cosa,  por absurda o insignificante que sea o le parezca me sería de gran ayuda en la investigación del caso” -le rogué, casi pegadita a él indicando la cama en donde se encontraba postrada la testigo.

jueves, 4 de abril de 2013

Ilian 6


En la escena del crimen se quedó Pedro, bebiéndose la cerveza y seguro que pillaría alguna otra antes de que las narices del juez apareciesen por aquí. Pensé que lo mismo mi colega se quedó con ganas de mí, y me pregunté si cualquier día de estos  esas familiaridades con Pedro no le inclinarían a pedirme algo más. Bueno, tal vez uno rapidito, para comprobar que gastaba ente las piernas. O mejor, no, no cagues donde comes.


En el umbral del apartamento de las lesbis me recibió una larguirucha rubia de cejas negras, piernas interminables y delantera desproporcionada a su delgadez. Se tapaba sus huesos con una corta camiseta de basket y su cara de veintipocos reflejaba cansancio y aburrimiento. Me miró con ojos de depredador dándome un repaso sin disimulo, y esgrimió una sonrisa de dentífrico de marca.

-¿Sí? –Monosílabo con tono de niña traviesa.

Le planté delante de la cara la placa,

- Preciosa delantera... ¿Donde te la pusieron? Un magnifico trabajo.

-Toca si quieres, anda.

Palpé el volumen ominoso. Joder.

Esquivé sus duras tetas y me colé dentro del apartamento, pasando acto seguido a lanzar las consabidas preguntas propias de un sabueso.

La rubia se sentó con las piernas cruzadas, disimulando su sonrisa vertical. Otra chica miraba por la ventana, fumaba, y se giró hacia mí. Era la antítesis de su compañera: morena, bajita, cuerpo equilibrado, cara de muñeca de porcelana, maquillada y relajada. Vestía con pantalones cortos y un top negro. Me contaron que regresaron tarde, la bajita era striper y su amiga servía copas en el mismo local. Tan agotadas que no podían dormir y se tomaron somníferos a los que eran habituales. Vale, de acuerdo, iban algo cargadas y fumadas también. No oyeron nada de nada.

- Incluso cuando voy puesta oigo. Joder. ¿Nada? – Dije,  devolviéndole una mirada lasciva a la rubia provocadora.

No, nada de nada. También afirmaron que apenas conocían a la chica del otro piso, no coincidían en horarios. Bueno, casi todo lo dijo la de las piernas infinitas.

-Hablando de horarios, ¿a qué hora terminas el servicio, inspectora? Si te apetece pásate por el garito donde curramos -me preguntó, mira por donde, la mudita bajita.

-Dame la dirección y tal vez me pase. Algún día. Tengo que resolver el caso y me parece que con ayudas como la vuestra tardaré siglos. A ver, esto…Perdonad que insista. ¿Tampoco visteis a nadie? A pesar de esas horas distintas,  ¿ni  idea de quien pudiera estar con ella?  Vamos, vamos, que no era un adefesio, que estaba buena la tía, no me digáis que no le habíais echado el ojo o algo más.... No me lo creo guapas. Y no tengo demasiado tiempo que perder. ¿Empezamos? Me daréis algo con lo que pueda acabar cerrando el caso y tomándome una copa con las dos. Me va el morbo... Que le vamos a hacer...  Las esposas las pongo yo.-Insistí,  cambiando mi expresión irónica morbosa por una de seriedad aplastante.

- No se, tía. Probamos pero era muy mojigata. En serio, que nunca vimos entrar ni salir a nadie –respondió la tetona.

-Vale. Quiero saber todo cuanto recordéis de esa puta. Visitas,  salidas, entradas, todo. Si por un casual me entero de que algo me ocultáis os prometo una divina noche de pollas negras atragantándoos a ambas a parte de otras delicias varias –sentencié, cabreada.

Se miraron entre ellas, perplejas. La rubia postiza se levantó y puso su cara a medio centímetro de la mía. Luego acercó su lengua a mi oído.

- Qué dura, señora policía. Me estás poniendo caliente, que no veas.

La verdad es que ella a mí también. Vete a saber porqué.

Su lengua jugó con mi orejita, y yo, agilipollada, la dejé hacer. Dos dedos se cerraron alrededor de mi pezón izquierdo, y una boca de labios sedosos y lengua chupadora me llegó hasta la campanilla. Por mi parte, no me corté, deslicé mi mano traviesa hasta su culo y le di un sobeo. Pero me retiré a tiempo: el deber es el deber.

-Ya sabéis. Agur –me despedí, como si nada.

“Bien los del piso de abajo.... vamos a ello... Maldito vertedero de deshechos adultos”. Mascullaba para mis adentros. “Te puedes creer que me hubiera revolcado con esa zorra,  y su modosa colega. Vaya comienzo de día” .

sábado, 30 de marzo de 2013

Ilian 5



Suspiré y tomé una bocanada de aire fresco mientras le daba a mi estómago la posibilidad de volver a su lugar de origen y se calmase.

Eché un vistazo más, arriba, abajo, a los lados. Nada de interés. Cogí la maceta de hachís, pensé que quedaría divina en mi casa,  y regresé al interior del escenario del crimen.

-Quiero ver a la anciana... Ya. -Afirmé mientras le pasaba a Pedro la cartera encontrada con la  documentación. Me guardé la pasta en los jeans junto con las tarjetas del metro... Las podría necesitar y desde luego ella al parecer ya no.

- Averiguad todo lo posible sobre la tal Andrea. Y cuando digo todo es todo. Quiero saber hasta cuantas veces cagaba al día y donde –me di cuenta que daba por sentado que lo que quedaba de ella estaba desparramado a mi alrededor, y podría estar equivocándome...Ya se aclararía-. A ver que nos cuenta el forense, menudo regalito. Hay que determinar el sexo de las papillas. Que haga una reconstrucción de ellos lo más acertada posible, si es que es capaz ese gilipollas de encontrar sus gafas.

-Te explico...-dijo, resignado, mi compi. Revisó  sus notas.

-Son cuatro pisos por planta. Uno está en venta; en el de al lado vive una abuela sorda como una tapia, fue la que nos llamó. Salió a comprar y vio la puerta sin cerrar por completo. Se asomó y encontró el pastel. Tuvo ánimos de dar el aviso. Al llegar la encontramos tirada en el suelo en medio del pasillo. Un ataque al corazón, un sincope, o una embolia, ni idea. Se la llevó la ambulancia. Con suerte podrás verla en el hospital cuando se recupere. O en el depósito si ha palmado -me lanzó una mirada cargada de intenciones-.

Asentí con la cabeza y continué husmeando.- ¿Y en el otro piso?

 - Dos pavas, para mí que lesbianas, que dicen llegaron tarde y no escucharon nada raro. Tomaron somníferos, cuentan.

 -¿Otra vez con tus prejuicios? 

- No me toques los huevos, preciosa. 

-Eso lo dejo para tu mujer. ¿Y los del piso justo de abajo?

 -No he llegado a tanto -se encogió de hombros una vez más.

Gruñí. Seguí rebuscando por el lodazal. Por aquí y allá entre los restos sanguinolentos del desguace. Mi atención fue capturada por algo de carácter diferente, un chicle sucio, azulado, pegado al parqué del suelo. Lo pinché en la punta del boli y lo guardé en una bolsita que entregué a Pedro.

-Que lo miren en ADN –ordené, seca- Ponte en contacto con los padres o familiares. Ah, a ver si sois capaces de averiguar quien es el “modelo” que posa con ella. Manda alguien al gimnasio,  que se lleve la foto... Y a la farmacia... Y a la biblioteca. Y no me jodas diciendo que no hay personal ¿Vale? Te lo sacas de la polla si es necesario.

“Me encanta dominarlos... Todos los tíos son iguales... Muy machos, muy prepotentes y luego... Unos cagados, unos mierdas. Solo sirven para hacer recados y dejarte a medias cuando follas. Bien, sigamos.

Sabía que ese pensamiento era una gilipollez enorme, pero me regodeé en el fango de su contenido.

Pedro esgrimió la más sardónica de sus sonrisas:

- Tu lengua se supera hoy, inspectora. ¿No tuvo con qué entretenerse anoche? Mira,  Ilian -cambió el tono, un giro patéticamente abatido; o al revés--, sabes muy bien que no disponemos de nadie, y menos para este tipo de casos. La cosa es tuya, y yo me joderé porque cuando meneas ese culo empalmo, y no puedo resistirme a hacerte un favor. Miraré lo del gimnasio y sus padres, el resto te encargas tú, sí o sí, o se lo endilgas a uno de los nuevos. Tú verás.

Me lanzó una mirada de aquellas fastidiosas con las que me quería decir que el marrón me lo habían servido en bandeja y me iba a dar un atracón. Pasé de él y escarbé un poco más en aquella mierda, mujer tenaz, pero sin encontrar nada interesante. Pasé revista al dormitorio, la cama en perfecto estado, milimétricamente colocada las sábanas y la colcha. “Jodidamente ordenada por el estado de la habitación. Desde luego no folló en su sitio anoche. Una pena. Siempre es una alegría para el cuerpo.”

-Bien –respondí con voz cansada- Esto es una mierda y no hay personal. Tú te encargas de los padres y el gimnasio y de que el forense recoja y analice todo el material orgánico. Engatusa a Oscar para que compruebe si hay ficha policial, y que se pase por el registro y averigüe propiedad o alquiler del piso -continué sin demasiado ánimo.

Me apetecía una Coca Cola y empezaba a pensar que pronto la conversación con Pedro derivaría a temas intrascendentes, lo cual tampoco era malo para la gelatina que parecía mi cerebro. 

-”Tengo que beber algo. Investiguemos la nevera -dije dirigiéndome a ella y abriéndola- Hablaré con las lesbis, y con los del piso de abajo.

Le ofrecí una de las dos Voll-Damn que dormitaban con media docena más en el frío mundo de refrigerador.

- Visitaré a la vieja y tú me irás informando de todo cuanto te vayas enterando, Toma, para desengrasar la garganta.

De un trago largo y ruidoso me cargué la birra completa. Armada de decisión y con la maceta entre brazo y pecho me despedí de mi subordinado,  plantándome delante de él y pegándome a su cuerpo acogiendo en mi mano libre el paquete del hombre, y una sonrisa cínica en la boca.

-Una lástima que no la utilices cada día. Se acabará acostumbrando a ese estado.

- Solo dime cuando y donde, y hablamos, inspectora.

-Jajaja. Dale recuerdos a tu mujer, cabrito.


”En marcha”

domingo, 24 de marzo de 2013

Ilian 4



Me colé dentro del piso, figurándome que el centinela contemplaba el  meneo de mi prieto culo preso de unos Jeans mal lavados. Me calé las Rayban, harta ya de tanta guasa con mi careto.


En el interior del reducido apartamento -comedor-cocina barra americana, un baño y un dormitorio, me saludó Pedro. Su figura de Quijote me salió al paso, a veces no sabía si era un hombre o un fantasma. Su cabello negro acosado por las entradas brillaba de sudor. Se tapaba la boca, nariz y su feo bigote con un pañuelo blanco de seda. En la mano derecha la cámara de fotos. Las paredes, el suelo, el techo, todo estaba pintado con sangre y su formato convencional redecorado con sesos, tripas, y demás órganos desparramados y troceados. Humanos, deduje con mi habitual perspicacia a través de los cristales oscuros de las Rayban.

Hasta a mí  me afectó aquella sin razón.


-¿Qué coño ha sucedido aquí? –pregunté con voz cavernosa. Parecía que alguien hubiese reventado salpicando todo con sus restos orgánicos.

-Cuéntamelo tú, que para eso eres la experta –me miró de arriba abajo-.Vaya jeta gastas, inspectora. No tienes edad para esa marcha –guasón, el tío.

-Pillé un pedal impresionante. 

-¿Y follaste? – ya estaba, la preguntaba insidiosa de siempre.

-Vete a la mierda.

-Yo tampoco. Mi mujer dice que saque algo de músculo si quiere que la monte. Está obsesionada con esos tipos de la tele.

-Mujer inteligente –asentí con saña.

-Ya. Para mí que me la da con algún tipo. Si pillo a ese cabrón se la corto.

- Deja a tu mujer en paz que es una santa y no se como aguanta a un tipo como tu a su lado con esa pinta y diez centímetros en máxima erección –Me ofreció su habitual sonrisa socarrona. Eso era lo bueno de Pedro, encajaba cualquier broma sin inmutarse. Lancé un vistazo al matadero-Joder. Esto parece mi cocina –señalé a la vez que encendí otro cigarrillo. -.



-Ya te dije que te iba a gustar. No se qué leches tienes de estómago. 

- Siempre has sido una nenaza, Pedro. ¿Y los de la científica?

- Se les pinchó una rueda. Tardarán un rato. El forense está en un atasco. Y el juez se puso en marcha hace diez minutos.

Me paseé alrededor, esquivando el amasijo de vísceras, procurando no pringarme entre la mesa patas arriba, las sillas volcadas y una mesita de cristal que ahora resultaba un retorcido puzzle. Menudo asco de día estaba teniendo... Y para colmo cuando aquella puta vocecita debía auxiliarme dando su opinión y aportando información se callaba la muy perra. Suspiré encogiéndome de hombros y observando tras las enormes gafas rosadas el escenario del... ¿Crimen? ¿Orgía? ¿Sacrificio?

Calculé que todo aquello pertenecía a dos cuerpos, a pesar de estar troceaditos como si de ingredientes de ensaladilla rusa fueran... Cantidad de sangre.... Estoy  hasta los mismísimos ovarios de escenarios así, aunque no tan bestias, pero....  Venga nena...  Utiliza esa sesera....” Noté  una arcada que disimulé divinamente como siempre hacía. No fue por el nauseabundo olor, calor y color rojo, sino por los churros de antes. 

-Podías haber abierto las ventanas, joder. Necesitas que te lo digan todo como a los niños de párvulos... Quizás un poco de ésta papilla le vendría bien a alguno... Deben haber neuronas por ahí huérfanas deseando entrar en alguno de vuestros solitarios cerebros....” - comenté mientras paseaba por el piso.

- Bueno, qué me cuentas. Cuando dieron el aviso y quien... Quien ha entrado y salido del escenario.  ¿Sólo tú? ¿Has encontrado documentación?  Mierda, estaba durmiendo a pierna suelta. Jodido Gálvez.

- Gálvez será un gilipollas cabrón, pero el tío tiene sentido común, y sabe que eres la mejor. Por eso te hemos llamado.

Malhumorada saqué unos guantes de mi cazadora, a los que le faltaba un dedo en la mano derecha.

-No, no he pasado aún por la oficina y no, no he podido hacerme con otro par de guantes ¿Vale? Ahórrate tu jodido discurso y empieza a cantar de una puta vez. Cuando antes lo hagas antes podrás pirarte y pillar a tu mujer en fraganti.

- Nadie ha tocado nada hasta que llegaras tú. Yo he husmeado algo y sacado fotos. Sobre el aviso, fue una anciana de esta misma planta. 

Sí, aquella carnicería la componían probablemente lo que quedaba de dos personas enteritas unas horas antes. Vislumbré tres húmeros completos, y los demás era papilla con tropezones. El vómito subió una vez más hasta mi garganta y corrí cagando leches al cuarto de baño. Después de descargar medio estómago y vida en el váter, me dediqué a mi trabajo. Busqué unas pastillas en el armario, y tragué un par de píldoras azul-violeta que me sonaban. Curioseé, ya puestos, y lo encontré todo en su sitio, incluida una caja de condones, de la cual me apropié. Total, nadie la echaría a faltar.

- Todo limpito ahí dentro –le dije a Pedro.

Traté de no pisar nada y me fu abriendo paso como una exploradora en un campo de minas. Entre un amasijo de repugnantes restos sanguinolentos asomaba algo. Lo aparté con el boli y descubrí una carterita de mano, de piel negra y buena factura. Para mí la quisiera. Descorrí las cortinas y a la luz infernal que penetraba por los ventanales de la terraza comprobé su contenido: aalbergaba la documentación de, quizá, la inquilina del habitáculo y posible presunta víctima, a saber, Andrea Lamirez del Copón. Unas monedas y billetes, treinta y cinco euros. Diversas tarjetas, de metro, Visa, seguridad social, de una farmacia, con su nombre impreso en ella, el carné de una biblioteca, del gimnasio, del club Drink and Company –vaya nombrecito de marras- y una foto de un tío fachoso de unos cincuenta años, desnudo, su figura recortada a la orilla de una playa. Eso sí me dio nuevas.

-¿No estarás embarazada? –Preguntó, jocoso, Pedro.

- De tu puta madre –fue mi réplica, cáustica y apropiada.

En la foto, el tío aquel pasaba el brazo por la cintura de una chica menuda, poco más de veinte años, también desnuda, de senos altos, piernas cortas y adulteradas las caderas de ligera celulitis; sonreía la muchacha con sus ojos luminosos. Salí a la terraza, y el sol casi me mata de nuevo. Macetas y una planta de maría. Me asomé a la barandilla, con cierta agilidad se podía saltar de un piso al otro de al lado; bajar o trepar.

miércoles, 20 de marzo de 2013

Ilian 3


Con la seguridad de que el ascensor no funcionaría, entré en el vestíbulo estilo rococó veneciano –lo recordaba de las revistas chorras que ojeaba en el dentista-, dejando atrás a los dos agentes consolándose mutuamente por su falta de estómago; Mi agudo instinto no me falló, topándome con el inevitable cartel de fuera de servicio, y con el inspector Gálvez, alias el Halitosis. El tipo me caía tan bien como unas hemorroides peleonas. Tan alto como cabrón, gustaba de meter cizaña. Se limpió las comisuras de la boca con un pañuelo impoluto y  le sonreí amistosa, extrañada por su presencia. Apagué la colilla del Marlboro en su humeante café y él me devolvió una mirada de asesino psicópata desde más allá de los cristales de sus gafas. Me encantaba hacerlo y ver su odiosa cara contraída por la rabia reprimida.

 -¿Qué cojones haces aquí? –le escupí a modo de amable saludo.

- No te encontraban y Pedro se sentía solo –respondió con sorna –Me dio tu móvil.
 
-¿Como me iban a encontrar? Es mi día libre gilipollas. Y deja ya a Pedro, lo tuyo es acoso con él. ¿Acaso te has cambiado de bando o es que nunca has estado en otro?

“Más alto que un pino y más tonto que un pepino, jajajaja... ¿Te acuerdas? Te encantaba decirlo de pequeña.”

- Si quieres te lo cuento luego. Te pongo a cuatro patas y te lo voy explicando –respondió, ácido.

Le mostré el dedo corazón de la mano derecha levantado. En él llevaba el anillo de casado de mi padre. Lo echaba muchísimo de menos pero la vida es una mierda envuelta en papel de plata por los de arriba que pretendía anular las mentes de todos los ciudadanos ignorantes y analfabetos que creían que serían mejores comprando cualquier mierda vomitiva que anunciaban por la caja tonta.

-¿Qué tenemos? 

-Sube y diviértete, zorra.

No era precisamente mi amigo. Se nota, ¿no? Mantuve un par de segundo el dedo delante de su fea cara de goblin.

-Lávate la boca, o, mejor, dale un trago a la botella de lejía... Sería la única manera de que no apestaras incluso callado... Mamón.

Trepé hasta el séptimo, igual que una potrilla en busca de su azucarillo prometido. En la puerta abierta de entrada al apartamento un poli  cincuentón y barrigón vigilaba. Lo conocía superficialmente, un pesado que siempre que me lo encontraba me pedía una cita. Un tipo que no se desmoralizaba. A  verlo mis hombros cayeron en picado y una mueca de frustración se dibujó en mi cara.

- Hola, Ilian. ¿Mala noche, eh?  Lo de ahí dentro no mejorará tu día. Una bestialidad. Oye, ¿cuándo vas a aceptar salir conmigo?

Al escuchar la sempiterna pregunta, la poca sangre que me quedaba tras el esfuerzo, empezó a fluir con rapidez, más incluso que tras la ascensión. Me ponía de los nervios aquel hombre. Parecía no cansarse nunca. Otro gilipollas más en la cola de la enorme lista que ya tenía.

-Cuando rebajes esa barriga y te depiles las ingles. ¿Es que no te cansarás nunca? No eres mi tipo, ya te lo dije y sí.... Una mala noche...” -contesté a desgana mientras me adentraba, con la delicadeza de un tanque, al escenario.

“Es amable, educado, trabajador,.... ¿Que tiene de malo?” –siseó la tostona vocecilla.

-”Uuuuuys, me vas a volver loca....” – me dije a mí misma entre dientes, rabiosa

Me quedé en el recibidor unos instantes. Husmeé. El olor a podredumbre tiraba para atrás. Igualito que mi colada. MI instinto, mi sexto sentido se puso en marcha sin apenas dictarle la orden. Se me agudizaron las pupilas, se entrecerraron los ojos para captar imágenes imposibles para el resto. Mi olfato canino absorbió olores demasiado sutiles de difícil descripción y  mi piel se preparó para sentir aquellas sensaciones tan asquerosas. 

La voz calló.  Siempre esperaba en aquellas situaciones, siempre permanecía a mi lado como una presencia etérea pero tangible.  En su momento asaltaría mi mente divagando, dando ideas, encaminándome hacia el camino correcto a seguir....O todo lo contrario, la muy cabrona.

sábado, 16 de marzo de 2013

Ilian . 2




Con un chirrido agudo de frenos se detuvo el buga de forma brusca a la entrada de una callejuela donde los rayos del sol peleaban duramente por abrirse paso entre las sombras. Con determinación abrió la puerta del coche y la cerró sin delicadeza alguna. De él se apeó una pava que conservaba un buen tipo a pesar de su desordenada vida y de las ojeras de cadáver que lucía como semáforos. 

O sea, yo.

Con mis jeans ajustados que marcaban un culo que podía dar guerra toda una noche. O al menos eso pensó uno de los dos jóvenes polis que montaban guardia en el portal arcaico de un edificio vetusto y que un día fue elegante, de aspecto vagamente modernista. El otro agente miraba su vómito, el segundo del día al que me enfrentaba, verde cenagoso, con restos de desayuno, con tanta atención y desconcierto igual que si fuera el último trabajo del pintor de moda; su compañero lo consolaba mofándose de él, aunque la expresión de su rostro revelaba que poco le faltaba para  también él descargar su estómago en las baldosas gastadas de la entrada.

Una risa incontrolada surgió de mi garganta para después cortarla en seco.

-Mierdecillas –murmuré, mientras encendía otro cigarrillo. Alcé la voz-  Soy la agente Ilian del cuerpo especial de asuntos especiales, valga la redundancia. -¿Qué cojones decía?-

Le dio una palmada en la espalda al novato. Me echó una mirada de desaprobación.

-Ya sabemos quien eres -y me señaló con la mano que subiera:
 
- Séptimo piso.

Su mirada no se atrevió a pasar de mis ojos a pesar de las ganas que tenía de darme un repaso. Y acabó por hacerlo. No se me pasó por alto esa mirada de curiosidad y morbo, a la que tan acostumbrada estaba ya. Maquillé mi cara pálida de una sonrisa perversa, y me subí  los jeans un poco más para marcar cuerpo y dejé entrever parte de la camiseta que mostraban a las claras que mis pezones no solo eran grandes y duros sino que además iban precedidos de un pecho que aunque no exagerado sí era firme todavía a pesar de superar la treintena de largo.
 
Dudé si me iba a tomar la molestia de subir o era preferible que el agente me contara la película y luego irme a beber una Coca-Cola al bar de la esquina, que no tenía el cuerpo para historias raras. Pero el deber es el deber, y para eso me pagan.
 
 “Es hora de que subas pequeña... Tú ya no tienes nada en tu estómago así que... Adelante, además estás acostumbrada a esos escenarios en los que tanto disfrutas mirando... Venga, ponte en marcha...” -dijo suavemente aquella voz que me acompañaba de por vida. Cerré los ojos.  Hacía mucho tiempo, había intentado localizar en sus recuerdos al dueño o dueña de aquella cantinela que la taladraba desde el accidente. Sabía que tarde o temprano reconocería al propietario pero de momento esa parte de mi cerebro se negaba a darme la respuesta. Suspiré, aburrida de mí misma y de mis tonterías.

-”! ¡Mierda! Debo dejar el Cacique, o acabaré en un psiquiátrico antes de tiempo...” – dije en voz alta. Los otros me observaron, sonriendo de forma esquiva.

”Supongo que nada agradable me espera ahí arriba “Y menos con el imbécil baboso de Gálvez...” 

- ¿Podrías describirme el escenario con detalle, agente?

Una arcada seguida de otra me subió hasta la garganta. Me hizo sentir aún más viva. Y más echa polvo. Sabía que provocaría el nuevo espasmo en el estómago del más imberbe pero que también al hacerle recordar el lugar pasaría lo mismo con el “curtido” en experiencia. Dicho y hecho. Ambos hombres doblados ante mí decorando el suelo de bonitos colores.

-”En fin, ya veo que no será posible... Gracias de todos modos...” -añadí con algo de sorna en el tono de voz.

“No, no son gilipollas, ni lerdos, ni blandos, ni.... Son personas, ¿Te acuerdas de lo que significa esa palabra?

”¡Cállate de una puta vez....! Necesito concentrarme y no tengo ni el estómago ni la cabeza demasiado finos.” -advirtió entre dientes,  mientras buscaba en uno de mis bolsillos aquel frasco milagroso que conseguía que pocos minutos con tan solo una diminuta pastillita, devolverle a la normalidad.  Se la tragó sin agua, como siempre...