lunes, 2 de julio de 2012

al sur de Hiperbórea. El Mar -18



Lucos vio el dolor y la angustia reflejados en la desesperada expresión que compusieron las bellas facciones de Aswarya. Se acercó a ella y, con cierta timidez, abrazó su hermoso cuerpo, intentando transmitirte su calor y amistad. Al poco se decidió a decir algo:

-Si quieres…podríamos intentar regresar. No es buena idea, desde luego. Ellos no lo comprenderán –señaló a la princesa y sus servidores-. Aquella parte del bosque se transformó en un caos. El muro que surgió…la cosa esa. Dudo que podamos encontrar algo, y, los dioses, el destino o…bueno, o tú y tus…tus magias, nos salvaron el pellejo. Quizá a esta hora se hayan puesto en marcha para perseguirnos de nuevo. La princesa representa mucho oro.

-No me toques. No me toques -apenas susurro. No me muevo ni evito sus torpes caricias, pero no soporto su contacto ahora. Necesito alejarme. Necesito volar lejos, muy lejos. Soltar mi espíritu. No hay tiempo. Nunca hay tiempo. Estoy anclada a un cuerpo que no pertenece a ningún lugar. Ni a nadie. Sólo cuando las lágrimas salen de mis ojos me siento viva. Me pongo de rodillas y entierro mi rostro en la tierra, aullando de dolor para que sólo ella me escuche. No lo entendéis, dejadme sola. Ya estoy sola.

El espasmo pasa y los miro, sin comprender. ¿Por qué están preocupados por mi? Estamos vivos. Eso es lo que importa. Estamos vivos. Sólo me han amputado una parte de mi alma, pero se puede vivir sin un brazo, y sin una pierna. Cojear te hace ir más despacio, pero no te impide andar. Ni siquiera pueden saberlo porque la parte que me han amputado no se ve.

Ahora es como si caminara por un espacio vacío e infinito, donde no hay nada. Muertos desconocidos, gente que no conoce ni entiende, que no está atada a mí. Me pregunto qué habrá sido de ellos. Si se habrán liberado de su prisión de hueso ahora que el cinturón se ha roto o si seguirán atados a ella. Vagando entre los espíritus de los que nos han perseguido. Quizás sigan luchando con ellos. Quizás, quizás... pero ya no importa. Ahora tengo que aprender a caminar sola.

-No podemos regresar -contesto a Lucos, sé que tiene buenas intenciones, que si se lo pido iría conmigo a buscar uno a uno los huesos del cinturón pero no es lo que debemos hacer. Están ellos. La princesa de los grandes ojos negros y asustados. No se merecía pasar por esto. Hemos sobrevivido. Estamos vivos. Eso debería ser lo importante, eso debería consolarme... No es tan fácil. Nunca me han enseñado a perder.

Lucos se aparta. Se queda callado. La doncella me ofrece un cuenco para que beba su contenido. Su sabor amargo me espabila. Pero a la hora de levantarme tengo que quedarme un poco más sentada; mareada, el mundo da vueltas. Lucos me sostiene. Lucos, siempre él.

-Cuidado. No estás bien. Ninguno de nosotros lo estamos. No apostaría nada por este grupo, jajajaja. Bien pensado, sí lo haría, seguimos vivos, así que ganaría un buen puñado de monedas.

¿Regresar? ¿Lucos lo dice en serio? Se que el aventurero haría por mí lo que fuese. Y mucho más ahora, sus claros ojos traslucen sus pensamientos. Lucos actúa, después reflexiona. ¿Y yo? No es para nada una opción prudente volver en busca de mi cinturón. Representa mucho para mí, ¿tanto como para arriesgar su vida una vez más?

-Es tarde, Lucos. Ya lo hemos perdido. Y tenemos que ayudarlos a ellos, encontrar a Sando y a tu... ¿amigo? No podemos pararnos a llorar ahora. No podemos volver. Aposté y perdí, eso es todo. A veces se pierde, lo sabes bien. No vamos a volver. Sólo me duele.

Bebo y el acre sabor parece darme unas fuerzas que no tengo. Es hora de seguir. No puedo. Todo da vueltas. Me apoyo en el hombro de Lucos. Fuerte, seguro, cálido. Me apoyo en su brazo y parece más real que todo lo que hemos vivido esta noche, lo único real. Necesitamos descansar, pero no hasta que el peligro haya pasado. Cierro los ojos un momento, todo está oscuro con los ojos cerrados. Oscuro y vacío. Los abro y miro a mi alrededor como si todo fuera nuevo, pero no lo es.

-Sí, sigamos adelante -murmuro-. Tenemos que ver el mar.

No sé si Lucos me oye, si la princesa y su doncella me entienden. Las lágrimas han dejado surcos oscuros en mi rostro lleno de arena. Harán juego con el morado del ojo. Si antes era exótica en este lugar extraño ahora pareceré un monstruo.

-No apostemos nada, Lucos. No apostemos, no perdamos. No puedo perder nada más.

¿Me queda algo por perder? Los vivos, los que me rodean. Extiendo mi brazo para apoyarme en la doncella, me acerco al hombre para ayudarlo con intención de preparar un emplasto. Toco su carne herida. El tacto de los vivos me resulta extraño. Casi incómodo. Entonces veo la pulsera que me regaló la princesa. La conservo. La acarició con las yemas de mis dedos. Me une a la realidad.

-Estamos vivos. Pensemos en eso -es más fácil decirlo que hacerlo. Los miro. Quizás algún día lleve otro cinturón sobre mi piel, pero no será hoy cuando lo empiece y eso me alegra. Ojalá no pueda llevarlo nunca. Ojalá no pierda nunca nada más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario