Simo se encargo de las pocas hormigas voladoras que acosaron al blindado, el resto quedó atrás, abandonando la persecución, tal como había imaginado Rivers, vencidas, frustradas, sabedoras de que aquel enemigo resultaba demasiado duro de roer. Apareció un nuevo elemento de tensión, el conocimiento de que Helen era una sintética. Dieron su opinión, unos con palabras, otros con gestos y actitudes. Era una posibilidad, en cualquier equipo de marines resultaba común que hubiese uno de ellos, les habían entrenado para interactuar con tales máquinas, sin embargo no resultaba fácil para la mayoría. Menos todavía si la circunstancia no era conocida. Era una especie de infiltrada para suministrar información al mando central o a alguna compañía. Nadie quiso señalar tal cosa ni echar más leña al fuego.
El M577 avanzaba hacia el norte en un terreno seco y áspero, entre cortinas de arena y polvo, ráfagas furiosas de viento que no cesaban en su intensidad. Los marines se mantenían en silencio, vigilantes, ocupados con los heridos o revisando las armas y equipo. Incluso Sandro no volvió a abrir la boca. El sargento ignoró la irónica petición de Dillon. Rivers dormitaba, el sedante hizo su efecto rápido. Helen dio sus razones, no convenció a todos. Sandro le contestó algo así como que era una lástima que no estuviese programada para echar un polvo, no sabía lo que se perdía. Viviana trabajó con manos temblorosas, luego su pulso se hizo más firme. Se detuvo en una ocasión, su mirada perdida en otro lugar, otra idea. Tal vez reflexionaba acerca del comentario de Helen, dejarla fuera de juego como chatarra. Siguió hurgando en el amasijo de cables y órganos artificiales, todos allí eran necesarios. Cuestión de supervivencia. Pidió ayuda a Dillon. Anette ni siquiera se acercó, su expresión huraña y asqueada lo decía todo. No le gustaba.
Alcanzaron la escabrosa zona rocosa, torcieron al este siguiendo sus estribaciones irregulares. Se trataba de unas pequeñas elevaciones basálticas que dominaban toda aquella zona. Los radares no señalaban vida alguna. Treinta kilómetros al este encontraron un paso. Luego, una altiplanicie sin límites abarcaba el horizonte en su totalidad. Al poco el sargento ordenó pasar la noche al abrigo de las rocas. Serena despertó, saludó a todos, su tez cenicienta, sus labios pálidos; su interior destrozado. Frost lloró de nuevo por dentro. No era culpa de él, sin embargo se martirizaba a sí mismo. Serena habló poco, sabía que se moría, mostró entereza hasta el final, lo hacía con una hoja de servicio irreprochable e inmaculada, estaba entre amigos, su familia. Escalofríos de sudor frío la sacudían y murió después del mediodía. La enterraron a ella y Baltasar juntos.
Se dirigieron al norte durante dos días. Rivers mejoró, era dueño de nuevo de su cuerpo, hizo la última guardia. Estaba listo para entrar en combate una vez más. Una venda cambiada a diario protegía la herida de su pierna. Helen también se recuperó del todo, un poco antes. Cerraban sus heridas y su cuerpo funcionaba al cien por cien, tan solo le quedó una ligera cojera. Anette no le hablaba, era la más reacia de todos a aceptarla, un brillo de rechazo destellaba en su mirada; el sargento, igualmente en mejor estado, no las colocó nunca en la misma vigilancia, las mantenía en quehaceres separados.
No hubo rastro de hormigas ni de otra cosa. Nada vivía ni crecía en aquella llanura yerma, aparte de piedras y rocas. Las noches fueron tranquilas y frías, muy frías, rozando el bajo cero. Montaron las tiendas, cubrieron con las tres unidades centinelas y los dos campos de fuerza portátil el perímetro. Entonces el viento menguaba, para acallarse en un ligero suspiro helado. Al alba regresaba con la furia del que despierta de un sueño impuesto soplando constantemente durante todo el día, arrastrando partículas de polvo y tierra que irritaban los ojos y la nariz, obligando a llevar las gafas y máscaras, incluso a veces el casco completo. Día de luz crepuscular, cubierto el cielo siempre de terrosas nubes que solo dejaban traspasar tímidos rayos de sucio ocre. Un manto perenne que impedía a aquella tierra que nunca viese su sol, aunque sentía su calor abrasador con temperaturas diurnas cercanas a los cuarenta grados.
La tercera jornada el sargento ordenó soltar las esposas de Sandro. Este, aparte de su vocabulario soez intrínseco a él, no volvió a mostrar signos que obligaran a mantener su estado actual. Hizo las penosas guardias nocturnas y se cuidó de las tareas más duras, mascando chicle y cantando sus particulares tonadas. Kaplizki ordenó a Dillon y Rivers que no le quitasen un ojo de encima. Jane, la única pasajera del rescate del Pegasus V, mostraba una mirada huidiza, asustada, a pesar de los intentos por tranquilizarla, tenía colocadas sujeciones en mandíbula y nariz, poco podía hablar, apenas conversaba con los hombres, prefiriendo la relación con las chicas a pesar de que estas también le atemorizaban. Se encontraba fuera de lugar, más perdida que ellos mismos. Llevaba el brazo en cabestrillo, varios moratones en la cara y cardenales repartidos por el cuerpo. La fiebre de Joe terminó, pero no su carácter hosco y malhumorado, olvidándose de todo y todos mientras miraba su muñón vendado y dejando caer varias veces que se pegaran un tiro, era lo mejor y más sensato, y terminasen de una vez con este estúpido viaje a ninguna parte.
Cuatro días ya. El agua, en otros cuatro días, racionándola todavía más, se agotaría; la comida también. El combustible del blindado previsiblemente pronto. Cuatro días en aquella desolada tierra, un páramo azotado por el bramido del viento incansable. Un planeta que descubrieron era un cuarto más pequeño que la Tierra, con un movimiento de rotación de menos de veinte horas, y que tal vez fuese la tumba de todos, el postrer destino de la unidad Sigma-5.
Antes de la caída de la tarde del quinto día, el rabioso aire arreció en su empuje, temiendo que de nuevo acabase en tormenta de arena. Al este, lejísimos, destacaban unos picos como fantasmas inalcanzables. El combustible del M-577 era mínimo y sus radares y sonar señalaban al frente una amplia brecha en medio de la interminable llanura. La alcanzaron y el grupo, labios y ojos resecos, piel agrietada y levantada, miraron la bastedad de la fisura: igual que un gigantesco cañón partía en dos la planicie sin vida, de este a oeste, sin apreciarse su inicio y final en ninguno de los dos extremos. El radar del blindado indicaba que su anchura oscilaba, en un radio de veinte kilómetros, entre los catorce y dieciséis kilómetros. El barranco descendía anguloso, en vertientes pronunciadas de cantos afilados, hasta una profundidad que calcularon, bajo la luz menguante, de dos mil metros. Abajo, la superficie se apreciaba compuesta de elevaciones menudas, enormes rocas, y depresiones múltiples. Estimaron que llegar al otro borde, les podría llevar tres días, uno para bajar, quizá menos, otro para cruzarla y un tercero en la escalada. Viviana se dejó caer, desalentada. Varios maldijeron. El blindado les podría llevar un poco más hacia el oeste o este, siguiendo el margen del precipicio, quizás para encontrar una zona más estrecha o un posible paso. O todo lo contrario, nadie podía saberlo. También podían continuar por el lecho de lo que parecía haber sido el cauce de un enorme río en otros tiempos sumidos en el olvido del pasado remoto. Qué importaba, existían varias opciones y caminos, sin ningún destino.
El sargento, algo menguada su capacidad física por las heridas pero no su espíritu luchador e inquebrantable, observó la geografía en derredor con rostro ceñudo, impasible, sin la más mínima muestra de desfallecimiento. Usó luego los prismáticos. Ni él ni otros encontraron próximos esas esperanzas.
- Levántate, soldado – ordenó a Viviana – Los demás, atended. Pronto nos quedamos sin el M 577. Deberemos cargar con el equipo. No es necesario que os diga lo que es o no imprescindible.
- ¿Para qué tanta molestia y sufrimiento, sargento? Estamos muertos – le interrumpió Joe-
Kaplizki lo estrujó con su férrea mirada.
- ¿Te llamas marine, Joe? El ADN básico del veneno de aquellas hormigas era semejante al de las que todos conocemos. Aquí debe haber algo. En algún sitio. Y llegaremos. La situación es crítica, sin duda, sería estúpido negarlo. Pero tenemos un corazón y fuerza en nuestros brazos. Si uno solo lo consigue, será como si todos lo logramos. Trabajaremos juntos, como siempre, para conseguirlo. No quiero lloros de niñas.
Cinco días. Era marines, sí, pero también hombres y mujeres. Y un sintético. ¿Cuánto aguantarían? ¿Cuándo el cerebro de alguno diría basta?
Helen
Cuando Ghost puso de nuevo sus pies sobre suelo del blindado después de que Viviana la hubiese operado, sintió la cojera. "No está nada mal para la primera vez. Podría haberlo echo peor," pensó aunque mostró la alegría que sentía por sentirse operativa de nuevo. Le dio las gracias sinceramente dado que era consciente Viviana no lo había echo de muy buena gana. Algunos le ponían morros, pero había calculado que era algo intrínseco en sus caracteres humanos cuando han de tragar con algo o alguien de mala gana. Rivers también parecía haberse recuperado. Era el primer paciente que no se moría en manos de Frost. Era un buen augurio, aunque otros dos marines (Serena y Baltasar) tuvieron que ser enterrados.
Mientras iban en el blindado Helen disfruto como si se tratase de un agradable paseo. Con su gorro tejano y sus gafas de sol solo echaba en falta una pastilla de chicle. Viviana, como siempre, les trajo a todos a la realidad con su dulzura habitual. Les contó las malas noticias tan crudas como eran. Todo se acababa, provisiones y carburante. Y con ello las esperanzas de vida de todos se reducían dramáticamente. El radar del blindado anunciaba que hasta donde llegaba la vista seguía sin haber rastro de ninguna forma de vida o de agua. Ciertamente era preocupante. Helen cargo con su equipo, ayudando a Jane con su parte.
Joe era la alegría del grupo. Siempre recordándoles a todos las pocas esperanzas de vida que había y sugiriendo la salida fácil para todos. En una ocasión Helen no se contuvo, le dio un puñetazo junto con un "cállate de una puta vez con eso". Afortunadamente, solo era él el único que pensaba de forma tan pesimista en voz alta.
Kaplizki hablo a Joe de la similitud del veneno y de las hormigas. Ghost disentía ligeramente. Ciertamente el veneno era una solución ácida que agarrotaba los músculos o corroía el platino y cobre, elementos conductores eléctricos de su organismo. Sin embargo aquellas hormigas solo se parecían en apariencia a las terrestres. Las terrestres no ven formas definidas, sino formas amorfas siendo por ello que funcionan principalmente gracias al olfato con sus antenas. Las terrestres no oyen ningún ruido y mucho menos tienen capacidad de chillar, las de aquel planeta parecían ser hipersensibles al ruido y los temblores. Sobre el olfato de aquellas, Ghost tenia sus dudas de si no funcionaba en absoluto, o si estaba hiperdesarrollado capas de discernir un olor por muy camuflado que estuviese. Por no mencionar que el sistema de comunicación de las hormigas terrestres es en base a olores. Eran diferentes, no le cabía duda. Sin embargo era obvio que no tenían que ser la única forma de vida.
- Creo que lo más lógico seria seguir la corriente del río. En la Tierra los ríos se unen a afluentes y terminan desembocando en el mar. Claro que eso nos puede costar varios días. Sin embargo, de haber alguna forma de vida más, habrían echo su hábitat cerca del río. Es posible que haya animales como... no sé cocodrilos, capaces de vivir sin agua semialertargados semanas aunque el agua sea su hábitat habitual.
Dillon Frost
Viviana lo hizo. Por compañerismo o necesidad. Curó...no, arregló a Helen. Le pidió ayuda. Intervino. Aquello le resultaba frío, extraño, nada que ver con la medicina sino con la mecánica, la biotecnología y con otras ramas de la ciencia de la que no tenía ni idea. Ayudaba a una compañera. Era lo único que necesitaba saber. Atendió a las lecciones de Viviana y observó con ojos de aprendiz lo que hacía. Si Helen resultaba herida puede que Viviana no estuviese a mano. Debía de cuidar de los miembros de su escuadrón. Debía adaptarse a las nuevas verdades que iba asimilando. Unos estaban muertos, otros desaparecían, Helen era una sintética. El agradable teatro del mundo, tan perfectamente hilvanado por Dios que cuando la trama empezaba a decaer aparecía un nuevo suceso que la hacia puñeteramente interesante.
Pasaron la siguiente noche en las rocas. Las hormigas se habían ido, espantadas por Simo. Se mantuvo en silencio, distante, como siempre, contemplando con melancolía aquel cielo...esperando ver alguna estrella que le resultase familiar. Al rato dejó de buscar y sus ojos contemplaron la oscuridad. Se durmió.
Despertó. Serena se moría. Decía adiós. La cogió de la mano. Su vida era algo que no podía atrapar. Otra más. Dictó la hora de la muerte. Baltasar se unió a ella. Los enterraron en aquel suelo tan duro, tan lejos del hogar. Hubiera deseado algo mejor. Alguna lápida, alguna cruz, algún...símbolo. Una bandera, una medalla. Algo que no fuesen unos pedruscos amontonados en ninguna parte. Se quedó hasta que los demás se fueron marchando. Entonces restó solo ante sus tumbas.
-Os he fallado. Una vez más, le fallo a la compañía. No me lo tengáis en cuenta. Al final arderé más que todos vosotros.-Se puso en pie. Lágrimas secas acudían a sus ojos.-La llamada de la naturaleza.-Dijo a sus compañeros. Buscó un lugar donde guarecerse de sus compañeros, algo lejos pero dentro de un perímetro de seguridad. Apretó los dientes y empezó a golpear una roca con el puño enguantado.- ¡Joder! ¡Mierda! ¡Puta mierda! ¡Joder!-Se calmó un poco cuando empezó a pensar que un doctor de una compañía de marines era igual de útil que una piñata vacía si se rompía la mano. Volvió con sus compañeros. Había tardado demasiado, quizás le habían oído gritar.-Era un pez bastante grande....
Los días pasaron sin apenas darse cuenta. Rivers volvía a estar operativo. Lo examinó.
-Parece que tu organismo ya ha liberado por completo las toxinas de nuestras nuevas amigas. Ahora puedes volver a luchar, y a gritar, como antes. No sé si eso nos favorece...-Una broma. Sin sonrisas, seca como un guantazo en un día triste de otoño. Helen también estaba bien. Se alegró. No dio diagnostico. ¿Qué se supone que tenía que decir? ¿Operativa al 90%? Demasiado complicado.-Tienes buen color, Helen. No lo pierdas o terminarás como yo.-Otra broma. ¿Por qué no? De todas formas iban a morir. Mejor hacerlo con buen humor.
Soltaron a Sandro.
-Eso si que es un chiste.-El sargento lo decía en serio. Genial. Rivers y él harían buena pareja. Se acercó al recién liberado.-Cuida un poco esos modales Sandro y evitaré meterte un supositorio del trece en la siguiente inspección médica. Contente un poco, hombre, y cuando alguna de esas cosas te agujereen en cuerpo estaré allí para echarte una mano. Por desgracia sigo sin poder hacer nada con esa sonrisa tuya.-Se permitió mostrar una débil sonrisa.
Pasaba tiempo con Jane.
-Todo saldrá bien.-Solía decir.-Las hemos visto peores y hemos salido adelante.-Mentía. Peor que aquello. Bueno ¿Acaso Rivers no había disparado dentro de la nave con un...? Mejor olvidar eso. Olvidar que Helen era una sintética, que Sandro había intentado matarlo y que Rivers estaba zumbado sin necesidad de enfermedad especial. Que grandes compañeros tenía. Joe, siempre animado, decía que le pegasen un tiro.- ¿Nadie a traído unas maracas?-Fue su primera respuesta. Helen terminó por pegarle. "Eso no la ayudará a recuperar la confianza que ha perdido con los demás".
Se estaba acabando todo. Incluso la paciencia. ¿Y la esperanza? No, de eso siempre había. Alguien debía mantenerla. Al quinto día el sargento les explicó las opciones. Joe se quejó. "Estamos muertos, estamos muertos. No, Viviana, Baltasar, Miguel...ellos están muertos. Nosotros no". Dijo otra cosa. Un reproche o recordar a aquellos que ya no estaban no ayudaría a subir la moral de aquel hombre.
-Aunque el mundo se acabe, un marine camina más allá. Si hay un río, lo vadea, si hay un precipicio, lo salta. Una montaña, la escala, un enemigo, lo abate. Seguiremos adelante.-Había que decidir las opciones. A él le daba igual. Era jugar, una puesta, el azar. Lo mismo daría un camino que otro. Si por él fuese, tiraría un palo al aire y que eso indicase su camino. Lástima que no hubiese árboles.-Si, las hormigas de aquí se parecen mucho a las terrestres. Arden igual.-Meditó. Helen habló. Asintió ante sus palabras.-Eso ha sido inteligente.-Nada más. Era un buen camino. Sutilmente mejor que los demás, alimentado por lo que la piloto había dicho. Ese estaba bien.
Su apuesta había sido hecha. ¿Cuántos más perderían la vida por eso?
Jake Rivers
Finalmente su cuerpo vuelve a ser suyo. Aún se siente fatigado mientras comienza a andar, incluso le cuesta cargar con una simple arma. Las primeras horas de movilidad son demasiado duras, cómo si su cuerpo hubiese olvidado la forma correcta de hacer las cosas. Todo eso no le importa, solo le importa volver a ser dueño de su propio destino, al menos en parte.
Por supuesto la falta de agua comienza a causar el desánimo. Muchos no ven ninguna salida posible. Rivers evita plantearse el fin, incluso si este llegase en unos pocos minutos, es mirar demasiado hacia delante. Solo deben concentrarse en cada instante, en lo que hacer a cada momento. Quizás todo falle, tal vez estén condenados a morir lentamente de sed, pero su deber es seguir luchando hasta el final, podría ser lo único a lo que aferrarse. Helen es la primera en “contestar” a Joe. Una forma demasiado efusiva tal vez. Frost recita una de esas frases salidas directamente del campo de instrucción, o al menos una similar.
No puede culpar a nadie por el desánimo. Han visto compañeros despertar para morir casi de inmediato. Llevaban luchando juntos… demasiado tiempo cómo para contarlo, y ahora casi toda la unidad ha sido exterminada en una estúpida misión de salvamento. Él mismo ha matado a buena parte. Luego consiguen aterrizar en esta maldita roca desolada, ven morir más compañeros, cada noticia es peor que la anterior… Él mismo siente cierta desesperación, pero no la refleja. A esa parte de la instrucción sí atendía, mostrar debilidad siempre es un error. Da igual lo mala que parezca la situación, él seguirá caminando erguido, riéndose de la muerte, pensando en nuevas formas de enfrentarla. Si, lamenta mucho la pérdida de cada compañero, incluso de los eliminados por él mismo, pero debía hacerlo, y los demás han muerto tratando de encontrar la salvación. Ahora llorarles sirve de poco, deben seguir adelante, seguir aferrándose a esta lucha absurda. Hasta hoy solo ha habido dos caminos posibles, triunfar o morir. Hoy sigue habiendo dos únicos caminos posibles, triunfar o morir.
Escucha las opiniones de los demás. Tanto Ghost como Dillon. Seguir el río parece lógico, al menos saben que en algún momento hubo agua allí. Sin embargo no saben si sigue existiendo, aunque sea más probable. –Seguir el río está bien, podríamos encontrar algo- No tiene ninguna queja al respecto –Aunque solo sabemos algo a ciencia cierta, debe haber agua donde están esas hormigas- ¿Está sugiriendo algo?, ¿otro enfrentamiento estúpido?... no, tampoco le agrada la idea de volver a por más, cada nueva baja es una auténtica tragedia. Aún así quiere hacer ver algo. Ahora pueden ir en cualquier dirección sin encontrar el valioso y necesario líquido, quizás condenados a morir sin más. También pueden arriesgarlo todo a una carta, dirigirse a la zona donde hay vida, donde debe haber agua. Probablemente bajo tierra, pero es una opción que debe ser tenida en cuenta. –Creo que seguir el cauce es lo más lógico, pero si no parece dar resultados debemos considerar la última opción, luchar por el sustento- No añadirá nada más, seguirá al resto. Quizás acaben teniendo suerte.
En cualquier caso avanzará muy atento, no quiere que les rodeen con tanta facilidad una segunda vez, con una parálisis total al mes le basta. Mantenerse alerta, reaccionar rápido… es un buen modo de alejar los pensamientos nefastos, al menos de momento. Por ahora siguen vivos, con eso le basta.
Simo Kolkka
Doc y el loco del arma grande se pusieron emotivos. El mismo no sabía como sentirse al saber que su compañera era una máquina, pero por curioso que le fuera a parecer después, en ningún momento se planteaba dejar de confiar en ella como marine. De momento había demostrado más fortaleza mental que Sandro y compañía. Sin embargo, la respuesta a su broma no le hizo gracia.
- No te equivoques. Un fusil es una herramienta. Una herramienta muy útil, y a la que he acabado cogiendo cariño, pero nada más que eso. Yo la controlo a ella, no me controla ella a mí. Tú eres una herramienta. La pregunta es, ¿quien te controla a ti?
Los días fueron pasando. Simo trataba de hacer que el tiempo pasara lo más rápido posible, por lo que se apuntaba a cualquier cosa que hubiera que hacer. El sargento mandó soltar a Sandro. No estaba ni siquiera remotamente de acuerdo. A partir de ahora, trataría de vigilar tanto al sargento como al amistoso traidor. El sargento el que menos derecho tenía a derrumbarse. Eso había sido siempre así. Esperaba que fuese una mala decisión, solamente.
La muerte de Serena sacudió con fuerza la moral del grupo. Estaban acostumbrados a perder compañeros en el campo de batalla, pero no a verlos extinguirse poco a poco. Simo acudió al improvisado funeral, en el que la unidad se despidió de ella y de Baltasar. Una vez se fueron todos, volvió al lugar.
Somos los mejores en lo que hacemos, y lo que mejor hacemos es matar y sobrevivir. Y aun así, nos podemos salvar a casi nadie. Vosotros dos y yo sabemos que no hay nada una vez nos apagamos. En eso no somos diferentes a las máquinas. Y además, tenemos tan mala suerte que aunque hubiera algo mas allá, no encontraríamos el camino, o llegaríamos justo a la hora a la que cierran. Pero bueno... al menos... No, no se me ocurre nada. Lo siento. A ver si tenemos la suerte de volver a vernos algún día.
Cada vez se hacía más notable el rechazo de Anette frente a la cyclon. Decidió hablar con ella.
- A mi me gusta como al que menos la idea de tener que lidiar con algo así en estas circunstancias. Pero es Helen. Una marine. Nuestra familia. No lo olvides cuando volvamos a meternos en problemas, y tengamos que cuidar unos de otros.
El quinto día fue más divertido. El camino se dividía, y todo empezaba a escasear. Lo que decía Joe parecía cada vez más peligrosamente sensato. Sus compañeros empezaron a echar cartas encima de la mesa.
- La idea de la Nexus parece la menos mala. Pero aun así, hay algo a considerar. Podríamos dividirnos. La probabilidad de sobrevivir no va a cambiar significativamente por ir solo o en grupo, una vez que tengamos que dejar el M-577 atrás. Si no hay tecnología suficiente como para poder avisar a los otros en caso de encontrar algo, siempre podemos hacer señales de humo a nuestra manera. Seguro que a Rivers se le ocurre algo lo suficientemente vistoso.- espera a que sus compañeros opinen, y centra su atención en Rivers.- ¿Luchar por el sustento? Espero que sea una maldita broma...
Anexo
El puñetazo de Helen no lo esperaba Joe. Sus reflejos de marine mermados por el cansancio y la fiebre tardaron en reaccionar. Miró a Helen con ojos inyectados en ira y sangre y sacó su cuchillo de campaña.
- No me digas lo que tengo que hacer, jodido robot. Tú menos que nadie, no eres humana. Estás a nuestro servicio, maldita cosa de cables.
El cabo Benley le agarró el antebrazo y le hizo soltar el arma:
- Ya basta. Vuelve atrás, Joe. Dillon, dale un tranquilizante. Y tú, Ghost, cierra la boca. No estás en posición de pasarte de la ralla.
El grupo la miró con ojos que mostraban una desconfianza creciente. El mismo pensamiento de Dillon recorrió las mentes de sus compañeros como una idea común. El sargento intervino:
- No permitiré gilipolleces. Quedará bajo arresto y esposado quien siga por ese camino. ¿Lo oyes, Helen? ¿Joe? ¿Los demás? Me importa una mierda que estemos en el culo de universo. La disciplina no se pierde en mi unidad. Ya sucedió una vez. No volverá a repetirse.
Lo cierto era que el descubrimiento de la no humanidad de Helen no dejaba a nadie indiferente, si acaso a Sandro. Perturbaba en mayor o menor medida a unos y otros, en particular a Anette, que mantenía su disputa con todos aquellos que querían hacerle ver las cosas de otra manera, como con el francotirador:
- No me olvidaré. Veremos si ella lo hace. Puede que hayan cambiado sus prioridades. Tal vez ahora su primera línea de código sea mantenerse viva por encima de todo – le respondió a Simo -. Tú se lo has preguntado, ¿quién la controla, quien la metió aquí y para qué?
- La prioridad principal de un sintético es preservar la vida de los humanos, por encima de la suya propia. Siempre ha sido así, que yo sepa. Hay rumores sobre acciones determinadas de las corporaciones, sin embargo no creo que sea este el caso – intervino el cabo Benley-.
Frost trataba de animar con palabras nacidas del corazón indomable de un marine. Un corazón que tenía roto, siempre torturándose por muertes de las que no era responsable. Helen no se desanimaba, procesando y evaluando constantemente la información que recibía; Simo intentaba estar siempre atareado, a disgusto por la decisión del sargento respecto a Sandro; Carlo se mantenía en un mutismo persistente. Rivers se preocupada del aquí y ahora, procurando ocuparse de las pequeñas cosas del día a día, lo mismo que Simo. Respondió a la sugerencia de Helen con una idea que planeaba en más de una cabeza. Tenía sentido lo que decía, en cuatro días no vieron hormigas ni ninguna otra cosa viva. Porque allí nada podía vivir. Por eso ni siquiera aquellos monstruos se acercaban. ¿Se habían equivocado de forma terrible, de camino? No tuvieron elección.
El sargento miró el cauce del posible río:
- ¿Cocodrilos? Aquí no hace semanas que no hay agua. Yo diría que años. – Se secó el sudor de la cara -. No podemos regresar, Rivers. No tenemos el tiempo necesario ni la fuerza.
La idea era proseguir el cauce del río. Simo abrió otra puerta, una nueva opción, dividirse. Tal vez la mitad se salvaría de encontrar alguna maldita cosa que comer y agua. Esto último parecía una broma comprobando las condiciones del planeta, al menos de la zona donde aterrizaron. El resto moriría. Aunque se avisaran el tiempo y la falta de agua acabaría con ellos. Con fortuna alguien resistiría. Una apuesta arriesgada. ¿Era lícito intentarlo, seguro, conveniente? Si enfrentaban un peligro semejante al de las hormigas su número reducido menguaría sus posibilidades de éxito.
Kaplizki humedeció sus resecos labios con un pañuelo medio húmedo.
Dillon Frost
Dos opciones. Seguir juntos o separarse. Juntos podían sobrevivir mejor ante ataques. No obstante, era veraz que separados podrían cubrir más terreno. Al hacerlo solo unos pocos sobrevivirían. ¿Una apuesta dura a una sola carta, o varias apuestas pequeñas mientras la ruleta de la vida gira? Ahora entendía el peso que caía sobre los hombros de los oficiales. Tomar la mejor decisión era fácil cuando esta resultaba obvia. En este momento ambas lo eran. ¿Qué hacer? Se estaban jugando la vida. Cuando un marine duda hecha mano del código. Esperó que Helen dijese algo. No lo hizo. Parecía meditar, como todos...o lo que hiciesen los cerebros electrónicos como ella. Se atrevió, al fin, a dar su opinión.
-Juntos hemos sobrevivido hasta ahora. No es lo más sensato, pero en las condiciones en las que nos encontramos nada lo es. Si nos separamos solo sé que no podré atender a los heridos que vayan en el otro grupo. Somos marines, hombres y mujeres que arriesgan sus vidas...en grupo. Si uno cae, otro corre a socorrerle. ¿Cuántas veces me habéis salvado la vida y cuantas tuve que decir gracias? Si vamos a morir de todas formas buscando una posibilidad que puede que ni exista, prefiero hacerlo junto a todos los marines de esta compañía, señor. Llegamos aquí juntos y nos iremos, de un modo u otro, juntos...-Esa era su opinión. No era lo más realista, claro, pero era lo que sentía.
Jake Rivers
-Que difícil es vencer cuando no basta con disparar- piensa mientras escucha a sus compañeros. Para muchos aún resulta demasiado desquiciante el hecho de saber la verdad sobre Ghost. Es una sintética, si, ¿Cuántas veces piensan repetirlo? Si los ánimos estuviesen un poco más calmados sugeriría escribírselo en la frente a la… ¿mujer?, ¿robot?... da lo mismo, de ese modo sería innecesaria tanta estupidez volviendo sobre el mismo tema. Cuando Helen disparaba nadie se quejó de su buena puntería, eso debería bastar para unos marines.
Esta vez se niega a seguir dándole vueltas. Todos son compañeros, van a tener que comportarse como tales si quieren sobrevivir. Sin embargo el grupo comienza a plantearse la división en dos. ¿De qué demonios iba a servir? Ciertamente podrían cubrir dos direcciones en lugar de solo una, quizás salvar a una parte de la unidad. Lo están enfocando desde un punto de vista demasiado simple, podrían cubrir el doble de terreno, por tanto son el doble de posibilidades. En realidad es una tontería. Hay al menos trescientas sesenta direcciones posibles. Pueden descartar aquella de la que han venido, pero ninguna otra. Si se separan cubrirán una más, ciertamente es el doble, pero siguen siendo dos de trescientas cincuenta y nueve. Además Dillon tiene razón, hasta hoy han luchado juntos, se han apoyado mutuamente… quizás también ha llegado el momento de morir, y lo justo es hacerlo juntos. No como un conjunto de personas o de hombres y mujeres bien entrenados, sino como un solo individuo, como la unidad que una vez fueron. Si se salvan se salvarán todos, todos los que quedan, para él es la única salida posible.
El “despertar” de Carlo es un tanto perturbador. Resulta difícil adivinar si quiere calmar las cosas o volverlas aún más confusas. Sigue dando vueltas al mismo asunto, evitar que miren de forma distinta a Ghost. ¿Y no está consiguiendo justamente lo contrario?, sería mucho mejor dejar las cosas estar, esperar a que se calmen. Cuando la situación sea menos desfavorable todos pensarán con más tranquilidad.
El agua ha sido un gran problema para la humanidad desde el principio de los tiempos… según sabe. La comida puede escasear durante más tiempo, pero el agua no. ¿Y qué saben de encontrarla?, poco, menos aún en este paraje. –Estoy con Dillon y… no está totalmente seguro de lo siguiente –Creo que con Carlo. No tiene sentido separarnos ahora, tampoco íbamos a conseguir cubrir toda esta roca. Si permanecemos juntos y nos salvamos, nos salvaremos todos. - A riesgo de parecer loco, adjetivo que de todos modos ya se ha ganado, clava una rodilla en el suelo para a continuación pegar también la oreja. Es improbable escuchar un manantial subterráneo, pero todo podría ser. A pesar de todo vuelve a levantarse – Quizás somos incapaces de encontrar agua por nosotros mismos, y tampoco creo que podamos encontrar vegetación sin más tal y como ha dicho Carlo. Sin embargo podemos buscar otros signos que acompañan al agua. Usemos el instrumental que nos queda. Una zona con agua tendrá una temperatura más fría o bien mucho más caliente, podemos localizar algo así incluso si fallasen las muestras de humedad - ¿Pueden saber la humedad ambiental?, sería bueno. Pero sabe que si pueden detectar el calor, no solo tienen la propia piel para hacerlo, pueden utilizar los sensores de la munición del SADAR. Hay herramientas y más aparatos, e incluso gente que quizás sepa manipularlos. Si todo falla es lógico seguir el cauce del río. Aunque esté seco pudo ser tiempo atrás el afluente de otro más grande, o cruzarse con alguno… es mucho imaginar. En cualquier caso su voto es seguir todos juntos.
Simo Kolkka
Anette seguía peligrosamente recelosa con respecto a Helen. Si Ghost hacía alguna cosa fuera de lo normal la reacción de la mujer podía ser el pegarle un disparo en la CPU sin pensárselo dos veces. Eso no sería nada bueno, así que con su tacto acostumbrado, contestó.
- Seguramente sea algo rutinario. Una especie de cámara de vigilancia, o una caja negra de la unidad. Si lo ves como parte del equipamiento tiene cierto sentido. Desgraciadamente, podría ser eso, o cualquier otra cosa. Solo podemos mantenernos alerta y esperar a tener un poco de suerte. Pero mientras tanto, sigue siendo una marine.
La conversación con el resto del grupo tomó un camino interesante.
- Un robot no debe dañar a un ser humano o, por su inacción, dejar que un ser humano sufra daño. Muy bonito. Helen. ¿Jamás has matado a un ser humano?- miraría directamente a la sintética. No quería que pareciese algo dejado caer.
Después, Carlo despertó de su letargo con muchas fuerzas. Demasiadas.
- Helen no puede sentir. Mi rifle tampoco. Helen me ha salvado muchas veces la vida. Mi rifle también. Por eso lo trato con cariño. A Helen me limito a darle las gracias, y sobre todo desde que hemos descubierto su secretillo. De todos modos era una metáfora más que una comparación.- hizo una pequeña pausa.- Por cierto Carlo. Has completado el cupo de veces que me llamas estúpido este año. Si se repite, Dillon tendrá que estar muy rápido con los tranquilizantes si no quiere tener que hacer de cirujano plástico.
Su plan parecía no tener mucho éxito. En cierto sentido se alegraba. Aun así, aunque no se separasen, ya estaban divididos. Significase lo que eso significase.
Helen "Ghost" McFersson
El puñetazo en la cara de Joe fue el justo estimulante para que dejara de decir tonterías de que el final estaba cerca. ¡Pájaro de mal agüero! Su reacción fue de lo más lógica.
”- No me digas lo que tengo que hacer, jodido robot. Tú menos que nadie, no eres humana. Estás a nuestro servicio, maldita cosa de cables.”
Helen le sonrió y le mostró un puño con el dedo corazón extendido. Una muestra particular de ella para decirle "Yo también te quiero Joe".
Benley los separó, y les echo la bronca a ambos. Un gran tipo ese Benley. Sin embargo, la mujer sintética bajó puntos y todos la miraron con cierta desconfianza. ¿Es que nadie veía que había que callarlo de una vez? Dillon tenía razón, había que amordazarlo. El sargento, ordenó esposarlo de nuevo, y amenazo con lo mismo a ella si volvía a lanzar sus caricias. Tanto daba ir esposada que no.
Simo le explicaba a Anette como seria neutralizar a un robot. Helen sonrió por dentro, estaba claro que el francotirador no veía diferencias entre un robot y un sintético. Era gracioso. Si hubiera tenido una cámara, lo habría grabado.
Refunfuños por parte de muchos. Ruidosos por parte de Joe, Sutiles por parte de Simo, y silenciosos por parte de Anette. El sargento tenia razón, lo mejor era no echar madera al fuego.
Negó que hubiera cocodrilos en aquel lugar. Helen había dicho ese animal por resultar conocido y por poner un ejemplo. Si las hormigas de aquel lugar eran de ese tamaño, daba gracias de que no hubiese cocodrilos, porque a saber de que tamaño serian. De nuevo intervino;
- Señor, creo que Rivers tiene gran parte de razón. Con todo lo que hemos recorrido, y no ha habido ni un triste rastro de agua. Como todos sabemos, el agua solo tiene tres estados; gaseoso no es posible ya que habríamos visto nubes en lo alto. Así que tiene que estar en forma de hielo o liquido bajo nuestras narices. Bajo que profundidad, no puedo precisarlo. Pero con este calor es obvio que bastante. Para llegar a ella, lo más fácil seria usar el camino que han usado ellas, las hormigas. A no ser que encontremos alguna cueva, cosa posible pero improbable.
Simo había sugerido dividirnos. Ella negó con la cabeza ante tal idea. Ya se habían dividido una vez en La Independencia y los resultados fueron terribles. Unidos eran más fuertes.
- Un robot no debe dañar a un ser humano o, por su inacción, dejar que un ser humano sufra daño. Muy bonito. Helen. ¿Jamás has matado a un ser humano?
La pregunta era de lo más estúpida. Sin embargo, parecía como una de esas preguntas rebuscadas de los test psicotécnicos. La analizó por si tenía algún tipo de mensaje encriptado o codificado, sin embargo no encontró nada. Finalmente le respondió como parte de su programación de amabilidad, aunque tenia cierto DejaVu. Como si ya hubiera respondido a esa pregunta con anterioridad.
- Sr. Kolkka. Sus conocimientos son un tanto obsoletos, y su pregunta con todos mis respetos, me resulta de lo más estúpida que me han echo este año, con excepción de las proposiciones de algunos claro. Hemos luchado juntos y combatido a rebeldes durante medio año en el planeta LV-36 Minius y ¿todavía me pregunta si he matado gente? Creo que ha dormido demasiado Sr. Kolkka. Por otro lado, permítame decirle que de igual me modo que a UD. le molesta que le digan estúpido, a nosotros nos molesta que nos digan robots*. Ambas cosas son ciertas, pero seria bueno que nos tengamos un respeto mutuo Sr. Kolkka.
Simo hizo una metáfora entre ella y su rifle. De nuevo estaba equivocado, y no pudo evitar responderle.
- Soldado Simo de nuevo esta UD errado. La antigua generación de robots no podían sentir o tener sentimientos. La nueva si puede. Si bien no nacemos con ellos implantados, obtenemos el concepto y aprendemos ese sentimiento con la experiencia. Así pues he aprendido de la tristeza de Dillon, del asco de Viviana, del rechazo de Anette, del miedo de Jane, del sentimiento de amistad de Rivers... así que no se corte, sígame crucificando así sigo aprendiendo. Por cierto Sr. Kolkka, pensé que UD. era un marine de pies a cabeza. A los cadetes desde el principio se les educa a trabajar en equipo, unidos, siempre unidos. A los que piensan en trabajar solos se les castiga duramente ya que de no hacerlo son gente que piensa en la deserción cuando los problemas son demasiado para ellos. Y ya sabe que la deserción esta penada. Si lo desea le digo el articulo.
Carlo empezó a hablar tras su silencio. Sin embargo no paraba de meter la pata una y otra vez.
Le echó la bronca a Simo por compararla a ella con su fusil, cuando había sido ella la que había empezado dicha comparación. También le echó la bronca a Dillon por estar hundido en su miseria, cuando era uno de los pocos que daba ánimos a los demás. Por ultimo, le pidió a ella algo que no sabía.
- Helen ¿me puedes decir el nivel de humedad en el aire, y las posibilidades de encontrar vegetación en un radio de 100 metros? si estoy en lo correcto tenemos posibilidades de poder encontrar agua y algo comestible -preguntó Carlo.
- Y ¿cómo esperas que lo sepa cerebro de camaleón? - le respondió algo airada.
- No tenemos equipo, y por si no te has dado cuenta soy una humana sintética, - dijo alargando cada silaba de la palabra humana para recalcar su significado - ¡no un jodido robot con sensores!
Se acercó a Dillon, iba a preguntarle como hacia él para dejar de ser el patito feo del grupo, pero se dio cuenta por si misma de la respuesta. Miro al grupo, se miro a ella, volvió a mirar al grupo... se acerco al sargento:
- Señor, permiso para hablar señor. Esta claro que esta situación es por mi culpa. Para un tercio del equipo soy una amenaza. Aumentan las tensiones en lugar de disminuir y en suma, soy un problema para el equipo. Así que - desenfundó su pistola y se la ofreció al sargento por la culata con el percutor levantado - ponga fin a esta situación y así desaparecen las tensiones y tienen más comida y agua. Yo no puedo hacerlo. No forma parte de mi programación, pero es una prioridad hacer todo lo que este en mi mano por ayudar al equipo, y mi presencia no ayuda nada en absoluto, al contrario.