jueves, 8 de marzo de 2012

Hay muchos traseros que patear 12




La Cheyenne, las cápsulas, el ordenador principal, reactivar los sistemas, placas solares, especulaciones y conocimientos sobre antimateria. Cualquier cosa menos quedarse parados viendo como la muerte llegaba en forma de infierno.


Benley no respondió a Helen, se mantuvo callado. Viviana trataba de serenarse.

Kaplizki: Habéis escuchado a Dillon, a Jake, a Helen. ¿Qué coño sois? ¿Con quien he compartido estos putos años? ¿Con mierdas o con los mejores soldados que existen? ¿Si resulta ahora que os cagáis encima no os llaméis marines, entendido? Sino ratas de cloaca.


Benley: Sargento…señor. Esto no es asaltar una llave en llamas con decenas de rebeldes esperándonos. Yo no veo salida.

Carlota probó de nuevo ante las indicaciones de Dillon. Sin resultado.


Kaplizki: Inténtalo de nuevo. Sigue probando. Helen, Benley reuniros aquí con los demás. Pasad por la enfermería y ayudad a Anette a traer a la pasajera herida. Jake, Joe, revisad la Cheyenne, llevad las máscaras, aquello es un horno de vapores irrespirables.

Viviana: No lo se, Helen. Yo creo que no tenemos tiempo para eso. Es buena idea pero tardaremos demasiado. A tu pregunta, Jake, las células de la Cheyenne deberían estar intactas o usar estas de reserva. Pero si da igual, esa nave no está hecha para el espacio exterior.


Kaplizki: Transportaremos la células de energía al transporte. Saldremos de esta de una gorma u otra, muchachos. Es una guerra y no nos rendimos, jamás.

Sonó la voz del cabo Linch:


- Sargento...dos de las cápsulas están operativas. La cuatro y la cinco. En la 4 solo hay tres “ataúdes” de criogenización intactos, en la otra los seis.


Baltasar: Eso ya es algo.


Linch: Sí, es algo. No hay sitio para todos. Verónica y yo nos largamos. Lo siento chicos.


Al principio la mayoría no entendió que quería decir Linch. Luego, el reconocimiento del significado de aquellas palabras se coló en la mente de todos.


Baltasar: Eres un hijo de puta, Linch. Siempre lo has sido. No llegarás a ninguna parte, sin programación, sin destino.


Verónica: Mejor eso que no acabar como pollos asados. Hay sitio para otros. ¿Sandro, Alí, Carlota?

Carlota: Vete a la mierda, Verónica.


Linch: Muchachos, no es momento para dudar. Hay que ser pragmáticos. ¿Jake, Helen? Benley, eres un tipo sensato, ¿qué dices?


Verónica: No intentad nada el resto, os volaremos las pelotas si os acercáis por aquí a impedir lo que ya está decidido.


Llega a veces en la vida cuando tienes que elegir. Cuando la situación en la que te encuentras hace que cometas actos que no eres siquiera consciente de que te atreverías a llevarlos a cabo. Eso es el límite. Se tensa la cuerda y hay quien se rompe.

Sandro alzó el fusil apuntando a los demás. Alí, tras un segundo de duda, hizo lo mismo. Benley, en la enfermería con Helen y Anette miró a estos, guardó otra vez silencio. Respondió después:


- No cuentes con nosotros, Linch.


Kaplizki: ¿De qué habla, cabo Linch? Quieres que vaya y te meta tu pistola por el culo. Olvidaré lo que has dicho. Estamos nerviosos. Tenemos la posibilidad de la Cheyenne y todavía no tiramos la toalla con las cápsulas.


Verónica: Señor, sabe contar, ¿verdad? Solo hay sitio para nueve. ¿Se va a quedar usted, y quién más?


Sandro y Alí salieron de la sala, con extremo cuidado, vigilando a los demás y con el dedo en el gatillo. Se reunirían con Verónica y Linch en la zona de las cápsulas, anexa al hangar – pero se entra por otra compuerta en el otro lado -. Jake y Joe se dirigían al hangar, para ver el estado de la Cheyenne. En los pasillos penetraba el humo denso y negro. Carlota continuaba probando con el ordenador. Frost monitorizaba a Serena. Helen, Anette y Benley descendían con la joven rescatada hacia el nivel dos. La cara de Kaplizki estaba tallada en mármol, sin expresión, sin emociones.

Kaplizki: si no arranca en un nuevo intento haremos lo que proponéis: la Cheyenne. Llevaremos allí las células mientras otros asaltaremos el anexo del hangar, ¿con quien cuento? ¿Qué bastardos abandonan a los demás y se unen a esos cuatro? Quiero saberlo, quiero saber los cobardes que hay alrededor mío y con los que convivido sin darme cuenta antes. Soy un imbécil, pensé que conocía a mis hombres y ya veo que no. Puede que me lo merezca por eso, al menos el coronel no lo ha visto, no sabrá lo despreciable que sois. Pero te aseguro, Linch, que antes de morir limpiaré esta nave de indeseables.


El sargento quitó el seguro de su automática.




Dillon Frost


"No es una guerra. En una guerra sabes quien es tu enemigo. Te lo dicen, te lo marcan, y lo ejecutas. Así de sencillo." Allí su enemigo era el tiempo. El calor subía como un cohete, el oxígeno se perdía. ¿Cómo se lucha contra eso? Se puede hacer. La vida no es más que una batalla contra las horas que marca la muerte. Cuantas más ganas, más consigues. Pero había algo más. Aquel espacio profundo, negro, insondable, como el reflejo en un pozo de brea durante una noche sin luna. Había algo más.

Escuchaba la conversación; el fundo musical de sus pensamientos. Algo le turbó. Golpeó con dos dedos el comunicador. Había oído algo mal. Algo que no podía ser. No, no se había equivocado. Los cobardes huían, sin pensar en sus compañeros, en la soledad de las cápsulas. Linch y Verónica. Luego Sandro, al final Alí. ¿Qué les pasaba? Debían permanecer juntos. Estaban mirando demasiado por su pellejo, no por el bien de la unidad. Solo les importaban sus culos. Sus jodidos culos. Eran sus compañeros, sus amigos, su familia...y no había recibido ninguna oferta para unirse a ellos. ¿Era eso lo que le turbaba? Su carácter oscuro y distante le había relegado a un segundo puesto. No era animado, tampoco gracioso. Lo único que había hecho había sido compartir su vida, y la muerte, con esa gente durante la última etapa de su vida. Se había atrincherado con ellos bajo solos rojos, había caminado por ciudades destruidas en busca de vidas, mutadas o no. Había luchado. Había vivido con ellos. Muchos se habían escapado entre sus manos. A otros los había salvado. La vida del marine era dura. Los había tratado, seguramente, de alguna herida, leve o profunda. Él hubiera dado su vida por ellos. Por cualquiera de ellos. Se sintió traicionado. Él, como persona, y aquello que respetaba. El ejército, el cuerpo de marines espaciales. Habían roto algo que no podría volver a armarse. La lealtad es un jarrón de cristal, una vez que lo arrojas acabas con todo; el pasado, los sentimientos...y la lealtad muere, en los dos sentidos. No lo había buscado pero lo encontró.

-Serena está muy grave. La mantengo de una pieza pero es complicado. ¿No os importa? ¿Linch? ¿Sandro? ¿Ali? ¿Verónica? ¿No os importa vuestra compañera? Porque a mi sí. Y está sufriendo mientras vosotros intentáis escapar. Recuerdo su sonrisa, sus bromas...- Aunque nunca iban dirigidas a él.-...el tono de su voz. Se está muriendo, chicos.-Apretó los dientes. ¿Y ellos solo pensaban en salvar sus fofos traseros? El sargento estaba pidiendo voluntarios. La sangre le llamaba. Pero también aquel vacío, aquel ente oscuro que abrazaba la nave.

-¿Qué haréis en las cápsulas? ¿Esperar? En cuanto fletemos la Cheyenne os buscaremos, os daremos caza y os aplastaremos como cucarachas. ¿No habéis pensado en eso? Capullos, allí fuera hay algo más que oscuridad. ¿No lo veis? ¿No lo sentís? Este es el reino prohibido de Dios, la zona muerta, el limbo, el purgatorio. Lo que está ahí fuera os atrapará.-Se calmó. No sabía si había sufrido un ataque de locura momentánea o había dicho todo aquello que realmente pensaba porque al momento siguiente podría estar muerto.-Si nos abandonáis moriréis.-Aún así también eran sus compañeros. La fibra de la lealtad se había roto. Él la mantenía. Había que aferrarse a algo.-Sargento. Tenemos problemas más graves que cuatro cobardes que abandonan el barco. No es aconsejable gastar nuestros esfuerzos en gente como ellos. No ahora. Que los juzgue el espacio. Él será imparcial. Solo le tenemos a usted, sargento. Si le matan ¿Cree que nos pondremos de acuerdo? Piénselo bien. Una carnicería más entre nosotros nos perjudicará a todos. No mate a sus hombres, ni a los leales ni a los que no lo son. No lo haga, sargento, es un desperdicio.-Meditó. No quería que se matasen. Ahora no era el momento. ¿Dónde estaba su cordura? Muchos le habían llamado loco a sus espaldas pero eran ellos los que se iban a matar cuando todo se estaba yendo a la mierda sideral.

Había otro lado, más siniestro, de aquella decisión. Quería acabar con ellos. Entendía su cobardía, su tensión, los nervios a los que estaban sometidos...como todos. Lo comprendía. Lo respetaba. El miedo no era una enfermedad, era una reacción. Entendía la huída, el salvar el cuello. No entendía como podían dejar a los demás atrás, en especial a Serena. ¿Qué había sido de eso de "No se deja a un compañero atrás"? ¿Dónde quedaba ese respeto? ¿Por qué tirarlo todo por la borda? Morir con orgullo o vivir como un gusano. Dos opciones. ¿Por qué elegir la segunda? La vida no era tan buena si no haces nada bueno con ella si para hacer ese algo bueno tienes que morir, entonces tu vida tiene sentido porque sabes que lo que haces, lo que sientes, es real. Pero si lo traicionas todo, si te traicionas a ti mismo y a la gente a la que llamas familia. ¿Qué te quedará después? Un espíritu pobre.
-Sargento.-Volvió a decir.-No quiero luchar contra mis compañeros. Pero si me lo ordena, señor, solo deje que vaya un momento a por la "vieja Betsy". Aceleraré le incineración de la nave solo para esas cuatro ratas...-La vieja y buena Betsy, ¿Había algo para lo que no sirviera?



Helen


Sandro, Ali, Verónica y el cabo Linch. Cuatro personas que querían separarse del resto y cuya decisión crispo aun más los nervios de casi todos. A los otros les parecía una estupidez, pero Helen pensaba que simplemente no querían aceptar el hecho de perder a sus compañeros. Muy predecible, los que no estaban de acuerdo con esa decisión intentaron imponer su criterio respaldados por sus armas.

Tanto daba morir abrasados, asfixiados, fundidos, atravesados, que por una bala. Kaplizki intento hacerlo a su estilo, pistola en mano y lanzando maldiciones y juramentos. Daba la impresión de que usaría la pistola en cualquier momento. El perturbado Frost, amenazaba, daba consuelo,...más de lo mismo. Ghost no conseguía verle lógica a esa dualidad de su psicología. Por un lado, quería evitar que muriese un compañero. Por otro, quería usar su pistola amuleto para acabar con los compañeros amotinados. No era justo ni consigo mismo.

Asumía los demás se verían influenciados por la "visión" generalizada. Cuatro hombres se acobardan y deciden abandonar al resto y eso les convertía en estúpidos. ¿Estúpidos o valientes? ¿Era Ghost la única que veía que sacrificaban sus vidas para que se salvasen los demás? Probablemente se convirtieran en héroes, pero como todo héroe estarían sus moléculas dispersas. Con una placa conmemoratoria por su sacrificio en algún lugar de la Tierra.

- Bueno, yo entiendo muy bien al cabo Linch. Y la verdad es que tengo la paranoia de que si nos metemos en las cápsulas, nos pasara lo mismo que a los de la Pegasus V. No tengo ganas de acabar como un pollo asado y si hay que ser sensatos y pragmáticos, creo que Linch y Verónica tienen toda la razón - mintió - Yo estoy con ellos, aunque la verdad no me hace mucha gracia dividirnos por muchas razones. No os preocupéis por el pilotaje. Si ajustáis las coordenadas, el piloto automático hará el resto. Aunque para conseguir las coordenadas primero habrá que ver donde vais.

Se miro la rodilla rota, no le quedaba mucho tiempo. Le empezaba a gustar vivir con todos ellos. Quizás lo hiciese en el futuro en forma de cafetera, aunque desde luego no seria lo mismo.



Carlo Balsani


Púdranse; Sandro, Veronica, Linch. Maldito seas Ali así pagas la lealtad de tus amigos; tu que profesabas hace apenas unos momentos que no matarías a tus compañeros; y mírate ahora amenazando a tus amigos. Si te largas date por muerto "haré que te tragues mi fusil". Esas fueron tus palabras cuando estábamos tras Eric. Bueno lo mismo te digo ahora, si sales haré que te tragues mi fusil; y te daré caza como el perro traidor que eres.

El sargento Kaplizki actos siguiente nos dio ha escoger. Ser uno más de los traidores ó tratar de salvarnos todos como buenos soldados que somos.

- Sargento, si lo desea moriré con usted tratando de salvar a los demás; no como soldado sino como un hermano de armas, que ha demostrado ser durante el tiempo que lo conozco. Si sobrevivo daré caza a esos malditos y los traeré para que sean enjuiciados como debe ser.

- Dillon déjate de parafrasear si esta bien o esta mal lo que acaban de hacer esos malditos, toma tus instrumentos y cuida de Serena, ella te necesita mas que nada en estos momentos.

Luego prosiguió:

- Señor, pido permiso para salir hacia la armería y tomar provisiones para poder detener a los que están apunto de huir como ratas antes de que se hunda el barco. ¿Quién está conmigo, somos o no hermanos de armas? Vamos, Ghost, se que te mueres por entrar en acción, vamos a demostrarles que somos los mejores marines de toda la galaxia. Es hora de bailar rock & roll.




Jake Rivers


-Sigue tú- dice mirando a Joe –Lo fundamental es que la nave esté preparada, de lo contrario moriremos. Yo voy a negociar con estos imbéciles - La negociación de Rivers no suele ser tal cosa, y no va a cambiar ahora.

Se considera a si mismo un despojo, un monstruo. Mata cuando se lo ordenan, ignora la disciplina e incluso las órdenes en buena medida. Dudaría muy poco en golpear a un oficial superior si le pareciese que debe hacerlo. Es más un animal entrenado para la guerra que un marine, recto y disciplinado. Pero aún así hay ciertos límites, ciertas barreras. Jamás se deja a alguien atrás ¿qué demonios les pasa? Ha visto a compañeros cargar con algún otro desgraciado, ya más muerto que vivo, arriesgando el propio cuello bajo fuego enemigo. Sin dudar, sin pestañear, porque es cómo debía hacerse. Se han arrastrado por el barro durante meses, incluso algunos cómo él durante años. Han compartido comida, han malvivido juntos, siempre al borde del precipicio, riéndose de un mañana lejano e inexistente. Ganarían, lo sabían con certeza, pero podían ser otros marines quienes sobreviviesen para verlo, toda la unidad podría haber acabado reventada en algún estúpido valle sin importancia para nadie.

Solo tenían una cosa, fe ciega en los demás. Cuando él se levantaba, corría hacia la posición enemiga, había alguien disparando, cubriéndole el culo. Algo así no se pone en duda, simplemente lo sabían. Quizás cada uno tratase de encerrarse en si mismo, muchos de ellos hablan solo lo justo, pero pensaba que compartían algo, un sentimiento al que no sabe poner nombre. ¿Lealtad?, ¿Compañerismo?... quizás hablar de amistad sería demasiado, pero al menos eso.

Ahora se siente realmente ofendido por primera vez en mucho tiempo. Es un hombre pragmático, si tuviese que disparar a un gran grupo de civiles desarmados para seguir vivo, lo haría. Sin embargo para él sí existen esos límites. Jamás vendería a un compañero, ni le abandonaría a su suerte. ¿Acaso no han llegado a luchar incluso por tratar de recuperar un maldito cadáver?, ¿por qué las propias vidas deberían importar más que aquello que les ha definido, que les ha forjado? Son carne de cañón, siempre lo han sido, pero sin ese lazo entre todos, es lo único a lo que podrán aspirar, ya ni siquiera serían marines. Por eso se siente ofendido, le ofrecen salvar el trasero a costa del de otros, aceptaría si fuese gente desconocida, pero son sus compañeros. La palabra compañero para él significa mucho, pero también lo significan las palabras “traidor” y “desertor”.

No responde por el comunicador, ni a unos ni a otros. Entra en el almacén buscando algo concreto. Si quieren jugar… van a tener que comprobar hasta donde están dispuestos a llegar. Solo cuando lo encuentre hablará (aunque lo hará de todos modos, la verdad no es siempre tan importante). Hasta entonces ignora la frustración en las palabras de Dillon o la típica euforia en Carlo. ¿Euforia al querer matar a sus hermanos?, la rabia descontrolada es una forma de luchar contra el problema, supone. No es su caso, él acepta lo que ha ocurrido, otros no. Han decidido abandonar, no hay vuelta atrás, no desde el momento en que apuntas con las armas a tus hermanos – Yo no huyo cómo las ratas, Kaplizki, no hacía falta preguntar - Entonces se dirige al resto, a los desertores

– Muy bien muchachos, aquí Rivers. Agradezco de corazón vuestra invitación, pero tenemos heridos y es siempre lo primero en evacuarse, ¿verdad?, luego va quien pueda atenderles correctamente. Si hubiésemos decidido echarlo a suertes, contaríais conmigo, pero sois unos cobardes, escoria, y ya sabéis cómo trato a la escoria - asegurándose de llevar todo bien agarrado, dejando la carga a la espalda y con el fúsil en las manos, comienza a andar – Cómo vosotros habéis tenido la “gentileza” de ofrecerme un sitio, os voy a compensar. En este momento tengo un jodido SADAR en mis manos. No pienso comenzar un tiroteo con vosotros. Voy a acercarme, a disparar, y a mandaros al infierno. No asomaré demasiado, ni me acercaré más de lo necesario, ni las cápsulas resistirán el impacto. Quizás los demás muramos, pero las secciones aún pueden aislarse, lo que es seguro es que vosotros no sobreviviréis. Si resultase que analizáis vuestras conciencias y descubrís, a tiempo, que abandonar a los compañeros es demasiado para vosotros, o recordáis todo por lo que hemos pasado juntos… bueno, yo jamás dispararía a un hermano. Si por el contrario sois desertores, os trataré cómo a desertores

No es un farol, él jamás los usa. En una nave de guerra solo hay sitio para tres clases de persona. Compañeros, civiles o prisioneros a los que escoltar o interrogar, y enemigos. No pertenecen ni al primer ni al segundo apartado.

 – ¿Creéis que lo haré?, pensadlo bien, soy Rivers, ni siquiera voy a planteármelo porque no es decisión mía. O tenéis los cojones de seguir viviendo cómo marines, o vais a morir cómo cerdos. Si os olvidáis de la seguridad de vuestros compañeros, no valéis más que eso -.

Realmente le basta con una caja de granadas, arrojarla lo bastante cerca, luego tirar una de sus propias granadas, y las demás harán el resto. Pero en este momento no se trata tanto sobre cómo hacerlo o sobre los riesgos que entrañaría hacerlo. Se trata de si los traidores creen que va a hacerlo, y si le conocen no les cabrá ninguna duda. Él ya está dispuesto, solo se trata de apretar el gatillo una vez más, porque no solo están huyendo cómo ratas, están quitándoles a otros una oportunidad, están intentando condenar a los demás. Si quieren jugar con Rivers tienen que aceptar sus reglas del juego.




Dillon Frost


No supo si Ghost estaba de parte de los prófugos o no. "Yo estoy con ellos", había dicho la piloto. ¿Ella también se iba? ¿Cuantas ratas había en ese barco? Al menos tantas como cápsulas de salvamento. Esperaba que preparasen la Cheyenne cuanto antes. Quería marcharse de aquel nido de víboras no ya por el calor o la falta de oxígeno, sino por las decepciones que se estaban llevando en lo que hace unas horas podía llamar hogar.

-Te ruego que recapacites, Ghost. Puedes salvarte en esa cápsula pero el resto te necesitaremos a los mandos de la Cheyenne.-No había nadie mejor. El resto de los pilotos habían muerto. Ghost siempre había sido muy disciplinada, salvo por esa gafas de sol que llevaba. Era el contrapunto de Rivers, la buena chica. ¿Iba a dejarlos? Si ella se iba, entonces su corta vida como marine había sido una gran mentira. Ella no podía fallarles. Sus nervios se estaban crispando por momentos.

Balsani se emocionó, como siempre. Dejó de parafrasear, como le pidió. Aunque sus palabras iban encaminadas a buscar un fin pacífico al conflicto. El sargento pedía sangre. Balsani lo había apoyado. ¿Iban a matarse? Él mismo se había ofrecido, no muy convencido, a luchar. De ser necesario. Una parte oscura dentro de él le hostigaba a eso. Pero otra, la que le animaba a salvar vidas, le estaba haciendo ver que si sus compañeros se tiroteaban habría bajas en un solo bando. Haría caso a las órdenes del sargento de ser necesario pero...tenía que haber otra opción. Eran marines, seguían órdenes, cumplían misiones por motivos que desconocían. ¡Pero no se mataban entre ellos!

Afortunadamente la situación no podía empeorar. Hasta que Rivers, ese hombre tan alegre, decidió que sería una buena idea coger uno de los SADAR del almacén y probar a jugar al tiro al blanco. "Si no puedes convencerlos hazlos estallar", pensó. Él siempre se había mostrado distante con sus compañeros. Ellos, que se relacionaban más, ahora querían matarse. Sus emociones estaban confundidas, alteradas. Palabras como el honor, la amistad, el rencor, la traición y la lealtad flotaban en el aire como un veneno que enturbiaba la mente de los marines. ¿Era él el único que pensaba con claridad? Había intentando apelar a la conciencia de los traidores. Al menos esperaba darles algo en lo que pensar. Pero el sargento pedía voluntarios, Balsani lo apoyaba y Rivers, siempre tan independiente, había decidido cogerse la justicia por su mano. "Ya está. La locura se ha apoderado de ellos. No. Locura no. El miedo. Alguien tiene que parar esto". Cerró los ojos.

-Ojalá el coronel estuviese con nosotros.-Pero no lo estaba. Y los deseos no cambian nada. Pasó a hablar con voz calmada y fría. Por fuera siempre debía mostrarse así, parecer que sabía lo que se hacía o que tenía todas las respuestas. Era la única manera de dar confianza a un moribundo que agoniza entre tus brazos.

-Rivers... ¿Por qué en tu infinita sabiduría has decidido que un nuevo agujero en el casco de la nave ayudaría a solucionar la situación?


Le hubiera gustado llamarle muchas cosas. Pero no se insulta a alguien que tiene un lanzamisiles cargado apuntando contra una de las paredes presurizadas de una nave espacial. Suspiró. ¿Qué le gustaba jugar a ser el macho? Si, siempre había sido así. Había contemplado, divertido, ese toque de rebeldía que poseía en muchas otras ocasiones. Esta era su peor faceta. El extremo, el límite. No un rebelde, sino un loco, un demente. No alguien que no pensaba en las normas, que tarde o temprano todos se saltaban en mayor o menor grado, sino alguien que no pensaba en las consecuencias.

-Rivers, para un momento y piensa. ¿Vas a disparar ese juguete aquí dentro? ¿Qué crees que pasará? Todo el oxígeno se irá por el agujero que vas a abrir, la nave perderá presión...y todo lo que hay dentro. Los que no mueran por la explosión tendrán la suerte de ver como su cabeza se infla y explota gracias a que el vacío penetrará en la nave. Esa será tu cabeza, Rivers. Y la de todos. Si disparas. Adiós a todos. Adiós a Linch y a los suyos. Pero también al sargento, a Balsani, a Serena...Si vas ha hacer eso Rivers ¿Por qué no vienes aquí y nos pegas un tiro a todos directamente? Será más fácil. ¿De que parte estás? ¿De tus propias pelotas? ¿Cuándo has llegado a pensar que destruir toda la nave va a salvar a algunos de tus compañeros? No te dejes llevar por tu odio. Todos sentimos lo mismo. Estos son momentos tensos para todos. Pero no son momentos para usar explosivos.

Respiró profundamente. Era como intentar quitarle una pistola a un niño disfrazado de vaquero.

-Y no me digas que conoces una manera segura de disparar un SADAR dentro de la nave. Maldita sea, Rivers. ¿Qué demonios te ha pasado? Deja el arma. No es una orden Rivers, es una petición, una súplica.-No podía con toda aquello. Enfrentarse a una banda de insurrectos en una selva tropical en un planeta desconocido era una cosa. Luchar contra lo poco que uno aprecia puede llegar a destruirte del todo. Ya había hecho todo lo que podía con Rivers. La última opción era ir hacia su posición y degollarle. Pero para él esa no era una opción. Un hombre tiene derecho a equivocarse y a rectificar. Un hombre, no un soldado.

-Sargento ¿Me oye sargento? Mi misión aquí es salvar vidas, señor. Empieza a hacer calor. Voy a llevar a Serena a la Cheyenne. Creo que todos deberíamos ir allí antes de que sea demasiado tarde. Es un consejo...médico. Evitaremos sofocos, desmayos y deshidrataciones. Una confrontación ahora acabaría con nosotros. Con todos. El calor lo haría. Sé que este es un puesto que no pidió. Usted es solo sargento. Pero aún así es el oficial de más alto rango de la nave. Y debe pensar en que es más importante. Si quitar la vida a unos soldados que ya no le son leales o salvar las vidas de otros que aún lo siguen siendo.-Y para rematar.-El coronel no duraría ni un momento.

Porque uno confía en sus mandos. No en los peces gordos de arriba. Pero si en el general de campo, el hombre que no entra en combate pero comparte la mesa contigo. El coronel no estaba allí pero todos le respetaban. Esperaba que le pegase algo del coronel al sargento.

-Subiré a Serena a la Cheyenne. En cuanto empiece a ver que el calor la debilita seriamente, nos marcharemos. Espero que con todos a bordo. Esperaré todo lo que pueda. Pero su estado es ya muy crítico.-No tanto, pero debía exagerar.-No podemos dejarla morir. No sé si aún recordaré como pilotar ese viejo cacharro, pero lo intentaré. No voy a quedarme atrás, convirtiéndome en la barbacoa especial del día, solo porque ustedes hayan decido matarse. Hay vidas que salvar, señor, y eso es más importante que cualquier putada que nos hagas.-Dicho y hecho. Dejó de lado el camino de la guerra para abrazar la senda de la vida. Primero los compañeros. Luego el enemigo. Siempre había sido así. ¿Desde cuando era más importante volarle el trasero al enemigo que cuidar del compañero? Él era médico. Tenía los mismos instintos violentos que sus compañeros pero sabía cuando era útiles y cuando no eran más que una carga.

Recogió a Serena con ternura, y el poco equipo médico que tenía, y se marchó hacia la Cheyenne. "Y si Dios existe, que me eche una mano, porque no soportaré ver como se matan"



Jake Rivers


-Muy bonito, Frost- Posiblemente incluso tenga razón – Sé perfectamente lo que ocurrirá si disparo. Perderemos aire y presión a un ritmo bastante acelerado - aunque posiblemente también bajará la temperatura, claro que eso importaría poco – Pero te equivocas bastante. Esto no es miedo, ni siquiera odio. Creo que, en la instrucción, incluso nos han hecho cantar lo cojonudos que somos los marines, lo bonito que es patear traseros, y lo poco que nos importa morir. Eso está realmente bien, en serio, pero al parecer era una mentira bien grande. Podemos estar juntos mientras haya una pequeña esperanza de victoria, mientras veamos morir a otros pero, en el fondo, pensemos que no va a tocarnos a nosotros

Él no lo ve así, desde el primer momento asumió estar muerto, de otro modo acabas convirtiéndote en un cobarde

– Eso también lo hace un asesino a sueldo, o un mercenario… al parecer es lo que hemos sido todo este tiempo, porque los marines son compañeros y yo no veo mucho compañerismo por aquí. No somos capaces ni siquiera de aceptar que podemos morir todos juntos, de luchar hasta el final. No me molesta que pretendan huir, es la naturaleza humana, me molesta que incluso eso lo estén haciendo mal. ¿Qué es eso de ofrecer plazas cómo si fuesen Dios, escogiendo quien vive y quien muere?, ¿de dejar atrás a los heridos en lugar de asumir que el primer puesto debería ser suyo? Otros han recibido tiros para permitirnos vivir a nosotros, a ellos, pero ahora se están cagando en todo ese sacrificio, en el tiempo que les hemos tomado por unos de los nuestros. Si realmente fuesen nuestros compañeros, habrían preguntado quien debe quedarse en la nave para darle un sitio a la chica que salvaste, a Serena que está herida, y a ti que puedes atenderlas. Bien, el sargento ha pedido sangre, y yo voy a cumplir la orden -

Dillon lo ha hecho mejor de lo que esperaba, el clásico poli bueno y poli malo, pero sin estar en un interrogatorio. Genial. Ya comenzaba a preguntarse porque nadie había puesto pegas aún.

– Ya habéis oído, ratas. Tenemos chicos buenos entre nosotros. La Cheyenne va a estar lista en poco tiempo, ahora portaos bien, salid de allí, y venid con nosotros. Sin engaños, probablemente será atados y amordazados, pero es la única opción. Hay compañeros que realmente aún sienten algún aprecio por vuestras vidas, deberíais dar las gracias. Yo estoy loco, lo siento, así que deponed las armas y salid tranquilamente, o vais a conocer de cerca de mi amiga SADAR. Es una chica explosiva, le va la marcha, pero eso ya lo sabéis, si la uso no va a quedar mucho para ejecutar vuestro plan de fuga. -

Solo queda esperar, a que reaccionen, a que se rindan, o a que la nave esté lista. Lo primero en llegar. Si no hay otra vía de escape no va a disparar, eso le convertiría en otro traidor. Puede aceptar no sobrevivir al disparo, pero matar al resto de compañeros, especialmente a quienes intentan hacer las cosas bien, le parecería peor. No ha hecho una amenaza vacía, si las condiciones adecuadas se dan, disparará. Pero realmente todo esto es más una amenaza que otra cosa. No puede notarse, claro, por eso necesitaba que alguien protestase. Esperaba a otro, la verdad, no a Dillon. En el fondo le da igual. Frost ha hecho lo mejor posible. No solo se ha mostrado derrotado, decepcionado, y lastimero; sino que le ha tratado a él cómo un loco. Una niñita pequeña no habría dado una mejor impresión. Por desgracia le ha faltado llorar, eso habría sido magnífico. Sería demasiado pedir. Ahora las ratas deben estar convencidas de dos cosas. Por un lado, Rivers está completamente fuera de si. Por otro lado, si deciden rendirse hay gente capaz de aceptarles, no les van a volar los sesos sin más. Ahora deberían ver claramente que una opción es morir reventados mientras la otra es tener alguna oportunidad de supervivencia. Si aprecian su culo tanto cómo parece, deberían tenerlo claro.


Helen


De repente y sin aviso, Ghost tomo posesión del cuerpo de Helen...

- Soldado Rivers. Independientemente de lo ordenado por el sargento le recuerdo que lo que piensa hacer transgrede el reglamento 7745 que cita textualmente es condenable agredir a otros marines de igual o mayor rango. Puede pedirle que se rindan, puede mearse encima de ellos, puede insultarlos, amenazarlos, pero si hace fuego sobre ellos se arriesga a un consejo de guerra. Y puedo asegurarle que no serán como los arrestos que acostumbra a sufrir. Actúe juiciosamente, y deje que se vayan. Esta nave ya ha sufrido demasiados desperfectos, si hay mas moriremos todos. Tanto que habla de ser buenos samaritanos, piense que si sigue con ello nos mandara a todos al infierno de manera definitiva. Deje que se vayan, así no nos molestan los llorones. Luchamos en nombre de la Libertad, tanto de nuestro pueblo como de nuestro planeta. Usamos las armas para defendernos, no para agredir. Hay leyes... no las ignore ni viole soldado Rivers.

Helen volvió a tomar control de su mente, su cuerpo... cada vez era más difícil...



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