Helen pulsó el botón, las puertas se demoraron unos pocos segundos en abrirse con un chasquido y un ruido chirriantes. Agarró a Anette, inconsciente, la sacó del destrozado elevador, dejándola más allá, a salvo. Al girarse vio que el sintético se removía allá arriba y que medio cuerpo asomaba por el boquete. La marine disparó la granada y rodó a un lado. A la primera detonación siguieron dos o tres más, el ascensor reventó por completo, las paredes crujieron, se astillaron en decenas de enormes restos de metal, plástico y cables. Una ola de calor y fuego barrió la zona después del primer impacto de las ondas expansivas. Incluso parte del techo se desmoronó. Las llamas lamían el hueco del ascensor, el corredor y el sistema antiincendios se puso en marcha, un líquido grisáceo, de fluidez semejante al agua chorreó de lado a lado desde las placas de arriba, creando una ligera gelatina que se tragaba el fuego.
Helen corrió al lado de Anette, perdía mucha sangre y le hizo un provisional torniquete en la pierna amputada y taponó como pudo la herida del hombro. Después de ocupó de ella misma, su sistema de defensa bioartificial se puso en marcha a un ritmo forzado. No había perdido energía y seguía operativa a pesar de los destrozos, menos el ojo, completamente ciego. Mientras se ocupaba de esto, vigilando el ascensor, no se escuchó más al sintético; sí que oyó la voz de Sandro, preguntando cómo iban las cosas. Al rato, apareció por una esquina, tras bajar los dos pisos por las escaleras – estáis en la misma planta que los hangares, por donde habéis entrado en la nave, solo que en una sección un trecho más alejada -. No tenía mal aspecto, llevaba todavía el casco, el rifle, varios desgarrones en los pantalones y la armadura rota en un par de puntos. Se fijó con atención en Anette, luego en la piloto:
- Mejor no te mires al espejo, Helen – dijo, socarrón -. No te preocupes, a mí me sigues gustando, continúa en pie mi proposición – la sonrisa torcida se dibujó más allá de la protección del casco -.
Dillon le estaba dando trabajo al Hornet que, como una libélula rabiosa, descendía veloz y estrellaba su furia contra el fuselaje de la enorme nave. El médico se escondía entre las aristas y huecos y veía como cerca de él rebotaba la descarga de las dos ametralladoras de la avispa aquella. Con cautela y despacio dio la vuelta hasta llegar al otro lado, descubriendo que la otra ametralladora había sido también destruida ya. Se deslizó entonces hacia abajo, una nueva ráfaga le cruzó delante de las narices.
La posición de Rivers era la correcta, un poco al descubierto pero no le quedaba otra opción. En la siguiente pasada disparó al Hornet, este hizo un giro inverosímil evitando el impacto y el proyectil siguió su trayectoria hasta perderse de vista. Rivers corrió hasta el próximo hoyo. Cuando se giró vio de nuevo al pájaro de metal, regresaba y lanzó un misil.
Un misil térmico.
El terreno circundante donde impactó se cubrió de llamas enrojecidas en todas direcciones exterminando cualquier vida que pudiera haber ahí. Por suerte, casi todos los efectivos de rebeldes y marines se encontraban ya próximos a la nave, a excepción de Simo, fuera del radio de la deflagración, y Rivers. La lengua de fuego barrió en olas superpuestas unas a otras toda esa zona, incluido el desnivel donde se ocultaba Rivers, en los extremos del perímetro de la onda de choque. Se sintió dentro de una estufa, de un horno, y él era el primer plato rustido. El fuego retrocedió. La armadura aguantó, pero parte de sus gruesos pantalones había sido destrozada y zonas de piel y carne de pantorrillas y muslos algo más que chamuscadas. El hornet se preparaba para una nueva pasada. De tripas corazón, Rivers se encaramó al borde, soportando el tormento de sus quemaduras y probó suerte una vez más. Giraba la aeronave cuando estalló en mil trozos incandescentes alcanzada de lleno. Rivers se arrastró a otra trinchera y se dejó rodar por la pendiente hasta el fondo de la misma a fin de tomarse un respiro.
Por su parte el francotirador, efectivo y letal, acertó en el frontal del casco a uno de los soldados de élite, reventando su cerebro. Fue entonces cuando tuvo lugar la explosión del misil térmico y aunque no estaba próximo a ella, sí lo suficiente para meterse en un hoyo y dejar que pasase lo peor. Luego reptó y disparó, recibiendo a la vez la contrapartida correspondiente de sus enemigos. No le dieron. Se parapetó entre unas grandes rocas cuando el segundo Hornet, abandonando la localización exacta de Dillon, comenzó a acribillar el campo de batalla con las dos ametralladoras, demasiado cerca todo el mundo para usar palabras mayores.
En la rampa se produjo una pequeña batalla para el control de la misma, con Carlo y Benley al frente del equipo de asalto. Carlo hizo buen uso de su M41A1, cubriendo al cabo y a Yamec y Nela. Cuando Frost descubrió que la segunda ametralladora estaba muerta y logró deslizarse hasta el suelo a salvo, de momento, del pesado Hornet, no recibió respuesta alguna de Benley. Decidió aproximarse por el flanco opuesto. Descubrió una buena sección de la rampa retorcida y rota. Abajo, un rebelde caído se movía todavía, gimiendo; cerca, medio cuerpo de un soldado blindado, en el costado opuesto el cadáver de otro con el pecho abierto. Arriba, el cuerpo de Benley yacía boca abajo, con un boquete enorme en la zona posterior de su cabeza, donde humeaban sus sesos, y otro igual de grande en medio de la espalda. Nela, cojeando ostensiblemente, subía en ese momento la quebrada rampa, para unirse a Carlo y Yamec, ilesos. Dillon se giró al presentir la presencia de alguien más en las dunas, uno de los militares de élite que buscaba protección del ataque de otro rebelde. Betsy suspiró y emitió su expresivo cariño. El soldado fue dado de lleno por aquella masa casi corpórea de fuego y calor sin límites. Rodó a un lado, y, para sorpresa de Dillon, la armadura del tipo soportó las llamaradas. Probó una nueva andanada pero tuvo que correr antes debido al acoso del Hornet que en picado caía sobre todos ellos. Dos ráfagas trazaron sendas líneas paralelas lamiendo las botas del matasanos.
Más allá dos rebeldes, un hombre y una mujer, se trabaron en combate cuerpo a cuerpo con otro soldado en una de las hondonadas. Simo se escabullía de escondite en escondite y en uno de esos saltos vio a uno de los efectivos blindados que no lejos abría fuego contra él; también vislumbró al sintético avanzando hacia la posición donde supuestamente estaba Rivers. Avisó a su compañero por el intercomunicador y se desplazó raudo subiendo otra cuesta justo cuando una granada de forma oval y de ominoso color negro caía y rodaba a unos metros de Simo. La detonación no le alcanzó de lleno sin embargo la onda expansiva lo hizo volar y voltear en el aire, no rompiéndose ningún hueso ni sufriendo males mayores que contusiones, gracias a su excelente forma física. Algo conmocionado, se despabiló rápido con la presunción de que iban a por él.
El sintético de combate, de pronto se detuvo y giró sobre sus talones, encaminándose hacia la rampa. A pesar de su envergadura y peso se movía con fluidez y agilidad, aprovechando las ventajas del camino. Un rebelde bien parapetado por las rocas le disparó tratando de contener o retrasar su avance. El militar blindado al que Dillon regaló con una entusiasta y llameante andanada de la vieja Betsy, comenzó a disparar a los que se reunían en lo alto de la salida.
Se escuchó entonces a Sandro:
- ¿Os las arregláis sin nosotros compañeros? Aquí nos ha salido un grandullón con malas pulgas. Dillon, viejo, mueve el culo y ven, Anette está jodida.
Luego preguntó, propuso a Helen y a Benley que la piloto se quedara con Anette y él iba a probar de colarse hasta el puente de mando. Eso, o los esperaban allí, al fin y al cabo, seguían en el mismo nivel, pero según él, su éxito estaba en la velocidad de movimientos. Repitió el mensaje pero por segunda vez no recibió respuesta de Benley. Su mirada turbia y perpleja, se cruzó con la de Helen, temiendo lo peor.
Jake Rivers
Resulta desagradable encontrarse al otro lado del misil. Su experiencia anterior solía ser la de quien dispara, no quien está apunto de acabar a la parrilla. Maldice la maniobrabilidad de esos malditos hornets mientras tantea el estado de sus heridas. El traje ha aguantado bien, al menos la parte con protección, las piernas han salido bastante peor paradas.
Durante unos instantes solo puede pensar en el inmenso dolor. Agradecería ser menos resistente para poder desmayarse unos instantes. Sin embargo es buena señal, si las quemaduras fuesen más profundas no le dolerían, estas han llegado solo a la zona externa de la piel. Debería estar agradecido por la suerte que ha tenido. No obstante está cabreado, mucho, consigo mismo por no acertar el disparo y con el maldito ingenio volador por estar apunto de freírle.
Utiliza esa rabia para levantarse, aún hay trabajo pendiente. Ha desperdiciado un misil, le queda dos para derribar dos aparatos. Debería ser suficiente si las cosas van bien. Corre, concentrándose en cada paso para evitar que el dolor se adueñe de su cerebro, hacia la siguiente posición de disparo. – ¡Esta vez no voy a fallar pajarraco!-. Apunta, dispara, y reprime un salto de alegría mientras comprueba el éxito de la acción. Uno menos, le queda un misil para el otro. Por desgracia tiene que volver a moverse, la zona desde la que se derriba un pájaro suele ser la peor para quedarse cuando aún resta uno en el aire. A nadie le hace gracia esperar para ser derribado.
Vuelve a ponerse en movimiento mientras busca un buen punto para el segundo disparo. Por las comunicaciones que oye, las cosas no van demasiado bien para el resto. Dillon debe haber hecho bien su trabajo con las armas de la nave porque ahora solo es necesario evitar el fuego aéreo. Tampoco es una labor sencilla, pero utilizando el terreno a tu favor puedes cubrirte de un objetivo cuando este no sabe donde estás. Encuentra un buen escondrijo donde tomarse un pequeño respiro antes de volver a la carga.
Al parecer han herido duramente a Anette. Hacen bien en no concretar la extensión de la herida, en este momento cualquier mala noticia sería nociva. Ahora la única esperanza para su compañera es que Dillon pueda llegar hasta ella a tiempo. Espera que así sea, aunque les deje a Simo y a él mismo más solos en el exterior. Después de todo aquí caso han acabado, únicamente derribar un pájaro más y todo listo.
Escucha una comunicación de Simo, se ha tomado en serio su labor de observador. Desgraciadamente no son buenas noticias. Un sintético va hasta su posición. Por los caóticos datos recibidos hasta el momento, las armas convencionales son totalmente inútiles contra ellos, sin embargo las que portan tienen un poder de fuego terrible. Es una mala situación, además de resultar frustrante descubrir que el futuro ya ha llegado, los marines de carne y hueso son solo un artículo obsoleto, los auténticos señores de la guerra son esos monstruos metálicos. Esta consideración le daría para reflexionar un tiempo sobre su sitio en este mundo y muchas otras cosas, pero la filosofía barata tendrá que esperar.
Está convencido de poder atacar con el sintético de combate, si tuviese armas capaces de hacerle daño, pero no es así. Los rifles no los frenan, le dio sus granadas a Dillon… Se le ocurre un par de maniobras más con lo que lleva encima, pero tendría que acercarse demasiado y sus piernas pasan por malos momentos. Seguramente reaccionaría mal cuando más necesitase reaccionar bien. Eso solo le deja un arma útil, pero tiene dos pegas. Por un lado la necesita contra el Hornet restante, por otro sería un suicido plantarse frente al enemigo para dispararlo. Cuando consiguiese asomar lo bastante ya se habría convertido en un colador.
Pone a trabajar su cerebro. Muchos consideran que no hay nada en el interior del cráneo de Rivers, espera poder demostrar lo contrario. El sintético tiene un arma con poder suficiente para derribar al pájaro. Si le impacta con el SADAR no quedará entera, así que es su primera opción pero debe buscar una segunda. Vuelve a su mente la imagen de la joven mutilada a pocos metros. Llevaba un lanzamisiles que Rivers no pudo recoger por el fuego enemigo. Puede ir a por él. Ambas opciones son poco seguras, se le ocurre al menos una docena de pegas para cada una. Así es la guerra, no hay planes perfectos.
El segundo escollo es más difícil de salvar, aunque hay un método evidente. Por desgracia significará de forma casi segura la pérdida del arma enemiga. –Aquí carne a la brasa, ¿me recibes, Simo?-. Mientras espera respuesta corre, buscando un lugar adecuado para esto. El campo completamente abierto no le viene bien, porque puede tener poco tiempo para asomar y disparar. Si espera impactar directamente contra el cuerpo del enemigo… estos misiles no fueron hechos para blancos tan pequeños. Sin embargo si el enemigo le sigue y se acerca a un lugar donde el misil vaya tener muchos obstáculos, como las paredes o el mismo suelo, dará igual que no haga un blanco limpio. Ahora debe asegurarse de ser seguido, pero no puede dejarse ver porque esos trastos deben tener demasiado buena puntería. Dejará un conveniente rastro de sangre. –Creo que tu rifle no tiene mucho éxito contra nuestros amigos de metal. Yo lo destruiré, pero necesito tu ayuda. Aunque no puedas cargarte a ese cabrón, puedes disparar contra su arma. A ser posible arráncasela de las manos, pero si tienes dudas al respecto, inutilízala. Sé que puedes hacerlo, los francotiradores siempre presumís de poder darle a una cerilla desde quinientos metros de distancia –
Si Simo le ayuda, el plan es evidente. Disparar justo tras el disparo del francotirador. Quizás ni siquiera consiga inutilizar el arma o quitársela de las manos, pero al recibir fuego enemigo el sintético comprobará la zona para devolverlo. Tal vez estime que el blanco está demasiado lejos y, al ser inofensivo, decida dejarlo estar. Además probablemente tardará menos de un segundo en hacer la comprobación y disparar. Es tiempo suficiente. Rivers asomará, disparará, y volverá a cubrirse esperando la confirmación de su compañero.
De no poder recibir ayuda, por el motivo que sea, descolgará las bengalas. Estudiará bien el terreno. Utilizará su sensor de movimiento para determinar la posición del enemigo. Atará las bengalas juntas y las encenderá todas de vez. Las arrojará hacia donde está el sintético. Debe ser un lanzamiento cuidadoso porque aunque no necesita impactarle, tampoco puede permitirse que caigan demasiado lejos. Entonces se alejará unos pasos para poder abrir fuego con el Sadar. El misil saldrá hacia arriba, pero detectará la fuente de calor más grande de las proximidades, las cuatro bengalas, y descenderá en una rápida parábola.
La última comunicación que ha recibido es que el sintético iba hacia su zona, pero podría no ser así*. También podría no ser perseguido. Entonces el plan variará notablemente. De igual modo le pedirá a Simo que arranque el arma de las manos del sintético, quizás puedan hacerse con ella. La mayor diferencia es que Rivers simplemente disparará contra la maquina de guerra en cuanto dé con una posición aceptable, sin ningún otro tipo de trucos. De no tener contacto visual, se decidirá por buscar otra posición desde la que hacer un disparo seguro y certero, tomándose el tiempo necesario para apuntar, contra el segundo Hornet.
Luego hará otra ruta mental hacia el lanzamisiles abandonado en el suelo. Cualquiera que sea su blanco, va a quedarse sin munición. Tanto para este recorrido como para los anteriores, va a moverse usando el terreno para esconderse, buscando cobertura, pero al mismo tiempo debe desplazarse tan rápido como sus músculos le permitan. Evidentemente le preguntará a Simo si hay algún blanco urgente, deben cubrirse todos mutuamente, pero en caso contrario lo primero es rearmarse de nuevo. Si con una rápida inspección visual comprueba que el arma del sintético, o cualquiera de esas otras armas capaces de taladrar blindajes, queda más cerca, irá a por dicha arma. Siempre hay que buscar la solución óptima.
Una vez tenga en su poder algo con lo que ser capaz de abatir a los cabrones que pretenden masacrarles, no dudará en dirigirse al combate nuevamente.
Dillon Frost
Una ristra de balas agujerea la roca y hace saltar polvo. Él ni se inmuta. Cree que una de las balas le ha rozado el casco. El piloto del hornet es bueno. No lo suficiente. Sigue reptando, aprovechando las rocas y los riscos. No es un blanco fácil. Vio la ametralladora destrozada. Un viaje en balde. Era lo malo de la guerra. La información era útil...si la tenías a tiempo. Al menos había cumplido con su parte del plan. Cuando una nueva ráfaga de balas por poco le parte en dos se detuvo un momento para maldecir a Rivers. Luego siguió moviéndose.
Benley no respondió. No se preocupó. Cuando uno tiene una pandilla de soldados blindados soltando plomo a diestro y siniestro lo que menos tiempo tienes de hacer es responder. A ver te falta el aliento. Lo sabía bien. Vio a uno de los rebeldes retorciéndose en el suelo. Se tomó unos momentos para comprobar su estado y ver si podía hacer algo por él. Algo rápido, como siempre. Lo atendió de forma mecánica. Poco le importaba a él que no fuese de los suyos. Le bastaba con saber que no pertenecía al enemigo.
Avanzó y vio que uno de los cuerpos era el de Benley. Sus sesos se estaban friendo a fuego lento. Mal asunto. No era uno de los líderes que salían en los folletos de alistamiento pero era el único que tenían. ¿Y ahora qué? Sintió pena y tristeza, como cada vez que veía caer a un compañero. La reprimió, junto con la furia seca que empezaba a llenarlo, y siguió adelante. Llegó a la rampa. Allí estaba Carlo. Una buena noticia. Y Nela y Yamec. Balsani le habló. No le respondió, aún. Notó algo detrás de él. Se giró. Su dedo apretó el gatillo por instinto. Calentó un poco el ambiente. No sirvió contra esa armadura. Tendría que darle más. Tarde o temprano el metal se calentaría. Convertiría ese traje en un Infierno. Lo asaría. No le dieron tiempo. El hornet descendió sobre ellos. Puso pies en polvorosa maldiciendo de nuevo a Rivers...porque no tenía a nadie más a mano que maldecir. Siguió a Balsani al interior de la nave, era lo mejor. El hornet le dejaría en paz y dejaría de estar tan expuesto. Además, la mayoría de sus compañeros estaban dentro.
Dentro, seguro de que el hornet no volvería a molestarle, dejó de maldecir a su compañero ahora que Yamec estaba al alcance.
-¿Dónde está tu dios ahora?-Se giró hacia Balsani. Cortó la comunicación. Aún no había respondido a Sandro.-No dejemos que los demás se enteren de lo de Benley. Lo que menos necesitamos ahora es hundirles la moral a todos.-Estaba dentro. Desde allí podían hacer más daño. No iba a quedarse en la rampa a pesar de que tenía ganas de enfrentarse al androide y a las tropas de élite. Que se ocupasen los rebeldes. Era su problema. Él cuidaría de los suyos. No había civiles que proteger así que...marines primero.
-Voy para allá, Sandro.-El pobre desgraciado seguía buscando la respuesta de Benley. ¿Y ahora qué? ¿Debía decirle a él, y a todos, que el cabo tenía un agujero en la cabeza del tamaño de una bola de billar? ¿Y entonces que pasaría? La moral se iría por el sumidero y puede que alguno de sus compañeros se quedasen parados, congelados. Como decía la vieja canción "El Show debe continuar". Eran marines, muertos podían causar tantas bajas como vivos. Tenía esa convicción. Una lástima lo de Benley, una lástima lo que iba a decir.-Benley no puede responder. Una de las explosiones ha destruido su comunicador...él se queda en la rampa. Balsani y yo vamos hacia allá. Helen ¿Puedes aguantar sin Sandro? Si es así, ya estás tardando en irte a fundir a esos mamones. Si la situación es crítica esperar a que lleguemos nosotros.-Pidió la posición. Mientras hablaba no dejaba de mirar a Balsani. Esperando, quizás, que este dijese algo, se quejase o lo mirase con desprecio. Benley estaba muerto y estaba tomando decisiones que no sabía si eran correctas o no. Pero el que estaba al cargo era un cadáver humeante. No hacía lo correcto. Tampoco podía dejar de hacerlo.-Simo, Rivers, sois los únicos que quedáis fuera. Cuidad de vuestros culos.-Y ya está. Nada más. Pensó que ya le partirían la cara después de que todo aquello terminase.-Vamos, Balsani. Nuestros compañeros nos necesitan...-Correría hacia la posición de Anette. Usaría el sensor de movimiento para estar advertido de la posición del enemigo y de los suyos. Freiría a cualquiera sin compasión, sin pensar, esperando llegar a tiempo de salvar la vida a Anette. Como médico, ya se había puesto en lo peor...
Helen McFersson
Helen se sentía ligeramente indecisa. Cualquier decisión que tomara parecía ser la mejor, como la peor. Tenia al lado a Anette sin una pierna, e imagino el esfuerzo que tendría que hacer para intentar obligar a su cuerpo a estar consciente. Imaginaba que la adrenalina que corría por sus venas le ayudaría a ello en gran medida. En silencio, la piloto le agradeció que así lo hiciera puesto que la visión se le había reducido a la mitad, y de 180 grados, ahora solo veía 90. Sin embargo, ella estaba preparada (en teoría) para esa eventualidad, y sus oídos podían oír lo mismo que oyera un perro, a un kilómetro de distancia. Se concentro en prestar mas atención a este sentido, teniendo en cuenta que los gemidos y respiración de su compañera se superponían a los ruidos débiles.
Ahí no era el mejor momento para disparar primero y preguntar después. Necesitaban ayuda, y la necesitaban rápido. El sintético de combate parecía estar neutralizado. No tenia muy claro si por sus granadas o por el fuego y techo caído sobre 'el. Ghost le insto a buscar con la mirada el lanzador de plasma. Con ese arma al menos, se igualarían las cosas al menos en cuestión de armamento. Apareció Sandro, como era de esperar, una vez no habría problemas visibles. Le dijo que no tenia buen aspecto y que aun quería... Helen no entendió bien esa parte, ya que le daba cierto asco. Como si su generador interior crease una gran cantidad de energía cinética sobre su piel sintética.
- Tu proposición - repitió a modo de respuesta - Creo que tal y como van las cosas en nuestro mundo podrás comprarte a una como yo, como quien le compra un juguete a su hijo. Y una vez que te leas el manual, puedes tener una mujer tan estúpida al nivel que tu quieras.
Benley estaba creando un plan, pero quedo súbitamente interrumpido. ¿Estaría bajo fuego directo? Eso se preguntaba ella y Sandro. Sin embargo en los minutos subsiguientes no prosiguió con los detalles finales del plan, lo que auguraba que su equipo de comunicaciones había quedado inutilizado o había caído bajo fuego. Iba a proponer por radio a los de fuera que lo buscasen, cuando hablo por radio Dillon.
- ...Helen ¿Puedes aguantar sin Sandro? Si es así, ya estás tardando en irte a fundir a esos mamones. Si la situación es crítica esperar a que lleguemos nosotros.
- ¡¿Critica?! - pregunto como si desconociera esa palabra - Cuando me veas inmóvil entonces la situación será critica. Pero Anette le falta un pedazo, lo que hace que le falte poco para estar en manos de Morfeo hasta que la repares. Y yo no veo bien... Así que valora tu mismo. Estamos al lado del ascensor... bueno, lo que queda de él. El sintético de combate ha echo un trabajo muy profesional, casi nos destruye. - termino diciendo con un tono de envidia.
- Por cierto, creo que Benley ha debido de perder la conciencia o el intercomunicador. Dile que esperamos ordenes. Hay que organizar esto.
Carlo Balsani
El rostro recio de Balsani volteó a ver a Dillon mientras corrían hacia dentro de la nave.
-La vista siempre al frente Dillon si no quieres acabar con un agujero en la cabeza al igual que Benley
El disparo de Balsani y el cuerpo sin vida de uno de los soldados enemigos dejó muy en claro a que venía este soldado. A patear los traseros de estos niñatos.
-Joder Dillon deja de lamentarte por cada muerte que ves. Si quieres salvar más vidas lleguemos a donde está Helen y saquémoslos de la situación en que se encuentra.
Como si la hubiese invocado en esos momentos Helen hablo por el intercomunicador en busca de respuestas del buen Benley.
-Diablos, aún después de muerto este imbécil de Benley sigue dando la lata. Deja de mirarme de esa manera yo no tengo la culpa de que él muriera, y si piensas en que tenemos que hacer ahora o si lo que hacemos es lo correcto yo digo que es lo que se nos enseñó: salvar las vidas de las personas que no se pueden defender por sí mismas.
Bufó y prosiguió:
-Helen, sigan el plan tal cual pidió Benley. Él por el momento tiene algunas cosas en la cabeza que no lo dejan responder por ahora. Aguanten ya vamos en camino, solo aguanten un poco más.
Giró la cara hacia Dillon mientras cortaba la comunicación con Helen.
-Deja que los muertos descansen y que los vivos se preocupen por ellos mismos, Dillon. A tu pregunta de ¿A donde esta mi dios? te responderé que nos esta cuidando ahora. Si no fuera así no estaríamos vivos ya. Lo creas o no.
Simo Kolkka
Solo logró hacer un disparo antes de tener que esconderte para evitar acabar tostado. Realmente se había tirado sin tener ni idea de donde se había producido la explosión, pero no es como si tuviese tiempo para analizar la situación. Era mejor mancharse un poco de arena que de metralla. En cuanto el calor se disipó lo suficiente volvió a disparar y esconderse. Uno de los Hornet seguía pululando por ahí, pero seguía limitando su armamento. Vio un sintético en dirección a Rivers, por lo que le avisó, aunque ya no tenía muy claro cual era su posición. Se estaba moviendo hacia la siguiente cobertura, cuando una granada hizo explosión peligrosamente cerca. La fuerza fue suficiente para echarlo a un lado como si fuera un muñeco de trapo. Un par de segundos después estaba boca abajo, con dolor generalizado por todo el cuerpo. Se incorporó rápidamente, y a punto estuvo de volver a caer, fruto de la desorientación. Mientras todo dejaba de dar vueltas y el dolor aumentaba ligeramente de intensidad siguió arrastrándose como pudo hasta la cobertura. Mientras recobraba el aliento y se volvía a colocar el rifle, escuchó a Rivers por el comunicador. Supuso que la explosión le había alcanzado parcialmente, aunque para aquel hombre parcialmente pudiera significar que conservaba el 51% de su cuerpo. Escuchó también las noticias sobre Anette. Por lo segundo solo podía confiar en que doc llegara rápido, así que contesto al otro.
- Alto y claro.- escuchó la parte del plan que le involucraba. Absurdo. Le gustaba.- Y desde 300 metros podemos encenderlas. Pero si estos bichos están hechos de madera, lo disimulan bastante bien.- mientras hablaba tenía claro que iba a jugársela. Total...- A la de cinco. Cuentas tú.- no podía controlar la respiración si tenía que contar en voz alta.
Mientras esperaba la cuenta, hizo una rápida aproximación de la distancia, la diferencia de altura y el viento. El tener que sincronizarse con su compañero impedía también el controlar los latidos del corazón. No había tiempo para hacerlo bonito. Apuntaría al centro de la muñeca con la que sostuviera el arma. No sabía como funcionaban aquellas máquinas, pero era lo único que se le ocurría. A malas lo despistaría lo suficiente como para que Rivers pudiera hacer su tiro.
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