- Quieren joderle. Y no lo vamos a permitir,
no. Mañana a primera hora esa comadreja de Calafan, ya sabe, el secretario del obispo
Shelton Johens, se presentará aquí con testigos y el documento que le expulsa
de forma inapelable de la Iglesia. Debe entregárselo en mano para que sea
legal, ya conoce la normativa. El canalla grasiento del obispo ha firmado.
Disculpe, padre, soy creyente, católica. Pero eso no excusa de llamar a las
cosas por su nombre.
Le mostró su identificación. Rep-Detect,
leyó el padre. Departamento de Detección de
Replicantes. Washington.
-No es una lectura muy amena.-Comentó el
sacerdote, refiriéndose a la exposición del futuro que le reservaban. Devolvió
la mirada a Ledna. Aquella mujer era peligrosa. Una Blade Runner. Cazadores de Bonificaciones.
No le disgustaban estas personas ya que las máquinas no le agradaban. En estos
tiempos difíciles las máquinas hacían las peores labores, y eso estaba bien,
solo que algunos las usaban también para otras cosas. No eran humanos, carecías
de sentimientos, de pasado, de recuerdos...de alma. Y los trataban como
personas. Así que el padre tenía cierto aprecio por ese grupo policial que se
centraba en retirar, retirar, nunca asesinar, a las máquinas que funcionaban
del todo mal. Aunque si le hubiesen preguntado a él, tanto las máquinas como
los que las creaban tenían la culpa. Habían perdido el norte.
-Tampoco hay excusa, señorita, o agente
Blesvki, para usar esas palabras y ser descortés. Es cierto que la actitud del
obispo y de su secretario no me parecen las más correctas, no obstante soy
hombre de fe. La opulencia de mis colegas y su total falta de implicación con
los más desfavorecidos solo significa más almas que salvar. No los tacho de
pecadores aunque desde luego están equivocados. Creen en un error. Y no es
justo insultar a alguien que se equivoca, pues entonces todos seriamos
unos...veamos… dijo ¿Canallas grasientos?
- No es un insulto, padre. Es una realidad.
Entró la enfermera teutona. Ladró a Ledna,
sus credenciales no le permitían fumar. Allí había enfermos. Ella respondió de
forma seca:
- Dije que no nos molestaran.
- Avisaré al médico jefe de guardia.
- Telefonee también al alcalde. Déle
recuerdos.
La enfermera se marchó como un expreso fuera
de control. Ledna prosiguió una vez se esfumó. Se tomó su tiempo para una
nueva, profunda, calada.
- Estoy aquí para ayudarnos mutuamente. Debe
de aborrecer abandonar su parroquia, la labor que ha ejercido durante años. Si
no le encuentran aquí, le buscarán de forma…amistosa. El obispado presionará,
Washington nos da un par de días, tal vez algo más antes de que se ejecute su
orden de exclusión y…excomunión - Tomachio sonrió ante la idea de la excomunión-.
Va en el paquete, dos por uno. Lo harán,
alegando rebeldía y sin necesidad de hacerlo personalmente.
-Solo Dios puede quitarme este cargo. Podrán
rasgar mis ropas y quemar mi alzacuellos, incluso firmar un papel absurdo pero
mi fe es más espesa que la sangre y mi deber más pesado que esas infamias
La agente Blesvki se dirigió al armario, lo
abrió. Allá estaba la ropa del paciente.
- Tenemos que irnos ya, padre Tomachio. Como
le he dicho, he leído su expediente. Es usted un hombre íntegro, firme. Casi un
patriarca bíblico. A mí no me molesta su tendencia a usar métodos expeditivos
cuando es necesario.
Por primera vez, su sonrisa leonina destelló
en la habitación. El cigarrillo se agotaba.
-No tan rápido, señorita Blesvki. Ha
prometido ayudarme. Y se lo agradezco. Este es un mundo en el que ya no se
puede confiar. La mentira se ha tornado real y lo falso es cada vez más una
realidad. Confío en usted porque me agrada confiar en las personas. No creo que
mienta. Eso me gusta pensar, que nadie miente. Me gustaría marcharme, si, pero
antes necesito saber que quiere usted de un hombre como yo.
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