El motor de V10 apenas siseaba, ronroneo
apagado de un gato adormilado. Tomachio seguía prisionero de su memoria.
…
Tras el primer disparo
en el callejón, escudriñó la atmósfera oscura levemente iluminada por las luces
de neón. Con el ejecutor en sus manos retrocedió hacia la esquina, más allá del
hotel, donde se abría el maloliente callejón, no descubrió el escondite del
tirador, demasiado repentino el disparo, podría haber llegado de cualquier
parte. La calle estaba flanqueada por edificios a ambos lados, al final de
ellos se abría a otra vía. Vio que Ricco se parapetaba en el interior del la
entrada del motel, una pistola en cada mano. Un hombre de familia que se
preocupaba de los suyos.
Jacob regresó también
corriendo al motel. Dentro, escopeta cargada, rebuscó en su bolsa, allí estaba,
el termo-escáner. Se puso a trastear con él.
A todo esto, Mara se
pegó a la pared, frente al vehículo y el cadáver del conductor. Amplificador y
filtrado en su visión. Vio justo a tiempo al agresor, levantó el arma y abrió
fuego a la vez que se agachaba; donde estaba la cabeza de la replicante, ahora
se había abierto en el muro un boquete de buen tamaño. Saltaron esquirlas y
fragmentos de la pared sobre ella, tuvo que esconderse rápidamente, lo más
próximo el coche, acurrucada a cubierto de su parte frontal, y mientras lo
hacía otro proyectil lamió sus cabellos. La androide no dio en el blanco. Se
confirmó que eran varios los atacantes.
Había descubierto al
tipo en uno de los ventanales del edificio de enfrente, varios pisos arriba, al
final de la calle. Y otro más en una balconada, más abajo. No pudo descubrir si
más gente se ocultaba por allí. Luego, ráfagas de metal acribillaron la entrada
del motelucho, impidiendo que el mafioso o Jacob pudiesen asomar siquiera la
nariz. Lo mismo le sucedió al cura, barrida su zona por una lluvia horizontal
cargada de muerte. Se arriesgó y miró pudiendo comprobar que en ese misma lado
de la calle, casi en el extremo donde daba con la otra calzada, otro tirador
estaba oculto y disparaba desde uno de los portales.
Un nuevo proyectil voló
cercano a Mara. Aguardó y entonces apareció el padre Tomachio como un ángel
vengador desde el callejón trasero. La oportunidad de la chica, saltó hacia el
callejón y quiso pegarse a la pared.
Nunca llegó.
La androide recibió el
primer disparo en un lado del cuello, la bala salió por detrás de forma limpia.
Eso la desequilibró, unos segundos más y otro impacto en la parte derecha del
pecho, el proyectil explotó y transformó el pulmón de ese lado en carne picada.
La muchacha giró sobre sí misma escupiendo sangre y el tercer impacto dio en la
muñeca izquierda volándole la mano. Rebotó la androide como una muñeca rota
contra el coche y se desplomó sobre el capó, deslizándose hasta el suelo cerca
de la rueda izquierda del vehículo. La sangre, su sangre, empapaba la carrocería,
las paredes, teñía de rojo el sucio asfalto.
La chica cae. "No
es una chica, Tomachio, solo una máquina". La mente se funde con su mira y
esta con la oscuridad. Olvidó encomendar su alma a Dios, sin embargo eso no
pareció importarle en aquellos instantes.
Fuego y metal arrojaba
la pistola del sacerdote hacia el portal. Nadie asomó el hocico allí, ese trozo
de pared se hizo añicos. El valiente, loco o desesperado padre fue un blanco
durante aquellos instantes, tal vez demasiado. Sintió algo parecido a una bola
de golf que le golpeaba de forma tremenda el abdomen y se quedaba allí alojada. Fue despedido hacia
atrás en su salto, golpeándose con el muro. La sangre brotaba a borbotones del
orificio donde se había alojado el proyectil. Le faltaba el aire, el dolor
vibraba como una campana tocada por cien diablos irradiando desde la herida. Se
quedó tumbado en el frío y húmedo suelo de la calle, la vista se le nublaba.
Jacob seguía a lo suyo,
con el termo-escáner. Ricco rió entre dientes al ver al cura demostrando que
era un hombre de acción también. Y aprovechó su momento. Las automáticas
hablaron con mala leche a una de las ventanas, el cristal se quebró en decenas
de lágrimas secas, y un cuerpo cayó desde las alturas partiéndose la cabeza al
chocar contra el adoquinado. Sin embargo aquella gente era experta, Ricco
regresó al momento a su escondrijo, apenas había mostrado su cuerpo, justo lo
suficiente para que le acertaran en el muslo de la pierna derecha. Orificio
limpio, de entrada y salida. Mordía.
Se hizo el silencio un
instante en el callejón, Jacob aprovechó y sacó el hocico para echar una mirada
al panorama; el termo escáner estaba a punto y ajustado aunque no tenía opción
de usarlo si no quería que le volaran la cabeza. Se quedó en el interior de la
recepción del motel, con Ricco, ayudándole con el torniquete para la pierna.
El padre respiraba,
luchaba consigo mismo. Mientras, Mara recuperó un momento la conciencia, allí
tirada ideó un nuevo plan entre su delirio y la sangre. Tomachio se movió
reuniendo sus fuerzas, con la penosa rapidez que podía imprimir a sus
movimientos. Ricco terminó el improvisado vendaje y llamó al cura, pero este se
encontraba a unos metros y se arrastraba para ponerse a cubierto en el callejón,
silbó una bala sobre la oreja del mafioso y tuvo que regresar al interior.
La replicante,
aturdida, puso en marcha su plan con el explosivo que extrajo bajo sus ropas. y
el detonador en la boca. Se quedó quieta, sin embargo su visión nublada
distinguió al sacerdote y resolvió ayudarle. Se puso en pie, medio a cubierto
por el coche y descargó su arma hacia el último punto conocido donde se
ocultaba otro tirador. No supo si dio en el blanco o no, chorreaba sangre, su
sistema vital caía en picado y su horizonte era de color escarlata. Una ráfaga
resonó como eco a sus disparos y la replicante cayó hacia atrás con tres
proyectiles más alojados en su cuerpo, uno en el hueco del hombro izquierdo,
otro le partió la clavícula y el tercero bajo el cuello cercano a la tráquea.
Rebotó en la pared y se desplomó inerte en el suelo. Una mínima claridad febril
le quedaba, sostenía la carga explosiva, el arma se le había deslizado entre
los dedos, y el activador lo aguantaba en su dentadura. Milagrosamente no lo
había mordido…todavía.
Esto dio tiempo a que Tomachio
se resguardase en el otro callejón maloliente. Se arrastraba dejando un reguero
rojo y negro tras él. Aquello ardía. Encontró una alcantarilla, tiró con
energía, no pudo levantarla, se movió tan solo un poco, ningún vehículo allí.
Más allá terminaba esa calleja que daba a una calzada más amplia y solitaria.
Una puerta se abrió y un par de cabezas de cabellos azulados y unas caras
maquilladas en negro y gris miraron asustadas qué sucedía. El padre escuchó una
música que salía de ese lugar que le pareció nacida del averno.
Disparos de cobertura
destrozaron la entrada del motel, impidiendo a Jacob y Ricco salir de allí. El
ruido era ensordecedor y no pudieron oír las apresuradas carreras en el
callejón hacia ellos. Mara no notó que alguien se ocultaba tras el vehículo.
Cayó dentro de la
recepción un pequeño cilindro…una granada de fragmentación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario