sábado, 14 de abril de 2012

Al sur de Hiperbórea "El Mar" 3 bis

Duermo, y noto a los espíritus inquietos. Me desespero intentando escuchar sus voces, enterarme del peligro del que me alertan. Es difícil saber si ha sido un sueño o si ha sido real. Desperté envuelta en frío, poco antes del alba. Lucos dormía sonoramente, arrebujado en su capa. Debía haberla despertado mucho antes, pero el guerrero se durmió durante su centinela. No era la primera vez que sucedía tal cosa. Al rato, despertó Lucos, no se disculpó, tan solo compuso una cara de circunstancias ante mi expresión malhumorada.

Lucos se ha vuelto a dormir durante la guardia. A veces me pregunto cómo ha sobrevivido durante tanto tiempo. No le digo nada, aunque es suficiente con que vea mi rostro para que sepa lo que pienso. No ha pasado nada, esta vez. Pero la próxima sí podría pasar. Quizás los espíritus intentaban despertarme para avisarme.

Revuelvo el pelo de Sando, que no vea problemas entre los adultos que lo acompañan. Ya tiene bastante con estar solo. Sentirse solo. ¿Qué será de él cuando encontremos un lugar donde dejarlo? Pero estará mejor que con nosotros, esta no es vida para un niño.

Este lugar es agradable, me gusta este enorme río, pero pronto partiremos y será mejor que no nos entretengamos. No digo nada y me pongo a recoger el campamento, Sando ya conoce lo que viene a continuación. No sé si desea partir pero no se queja ni protesta.

Cuando más tarde vamos a partir, escuchamos sonidos procedentes del camino. Oímos ruidos y rápidamente nos escondemos. Indico a Sando que no haga ruido pero ya lo sabe. Lo sabe muy bien, espero que no esté asustado. Me pregunto quienes serán esos hombres, y si representan un peligro para nosotros. Ocultos entre arbustos y rocas, vemos que se aproximaba un grupo de unos veinte hombres, soldados de Turán en su mayoría, como atestiguaban sus capas y cascos, armados de lanzas, espadas y arcos. Dos carrozas, una de ellas de hermosa factura, con un tiro de cuatro caballos, traqueteaban perezosas en el centro de la fila. Dos exploradores de dicha comitiva nos sorprendieron apareciendo en la espesura y nos condujeron hasta el camino. Mi piel se eriza cuando nos descubren, pero me dejo llevar sin oponer resistencia, es lo que hace Lucos y me fío de su experiencia. No parecen bandidos. Espero que no piensen que nosotros lo somos.


La fortuna hizo que Lucos reconociera a uno de los soldados, precisamente el segundo oficial, un capitán llamado Kerkan. Me informó que no lo veía desde hacía dos años, y por lo visto había medrado en el ejército turanio. No tenía con él especial amistad, sin embargo compartieron momentos difíciles, allá en Koth; consideraba que se podía confiar en él. Se saludaron, sin excesivo entusiasmo, pero sonriendo ambos.

- Por Mitra, Lucos, te veo igual. Hum, no, no, esa cicatriz es nueva, jajajaja –se fijó en mi y en mi cinturón de huesos-. Frecuentas raras compañías, amigo. Tiene el aspecto de una salvaje, ¿Del reino fronterizo o Hiperbórea? ¿Y el niño?

- Aswarya. Una buena amiga. Este es Sando, un superviviente –Lucos fue tan parco en palabras como solía-. ¿Capitán, eh?

Las cosas van bien. Lucos conoce al capitán Kerkan. Se saludan, no parecen amigos pero tampoco enemigos. Con eso es suficiente. Se sonríen. Me pregunto cuando le ha ganado Kerkan a Lucos a los dados.”

-Soy de Hiperbórea -contesto a su pregunta, aunque prefiero que hable Lucos. El acento es extraño, aunque yo también le parezco extraña a él. Oigo como hablan mientras miro todo lo que nos rodea.

Soltaron algunas trivialidades. Kerkan relató que se dirigían a la desembocadura del río, en misión de escolta de la hija de un noble príncipe turanio, habían perdido una decena de hombres ya debido a los ataques de los bandidos. Por eso contrataron a dos mercenarios en el trayecto. Quizá le interesaría a Lucos también. Entretanto tenía lugar la conversación, se acercó otro oficial que desmontó, un poco rechoncho, de piernas cortas. Y un tercero, que se mantuvo a caballo, el comandante de la partida: un hombre alto, enjuto, de ojos de águila.


El oficial panzudo no quitó la vista lasciva de mi cuerpo. Habló, y su tono y palabras resultaron ofensivos:

- Dicen que las salvajes hacen cosas en el lecho inauditas, ¿es cierto eso? – su sonrisa enseñó la falta de un diente. Descarado, paseó sus ojos porcinos desde mi entrepierna hasta mis senos. Lucos, sin aviso previo, le propinó un puñetazo que lo tumbó y casi le rompe la nariz. Ya tenía Lucos su arma que llevaba a la espalda desenvainada amenazando al tipejo con despellejarle allí mismo y ahora. Media docena de arcos nos apuntaron. En momentos como este me alegra tener a mi lado a Lucos y olvido que se duerme en las guardias, no le importa que los arcos le apunten ni que nos superen en número. Una parte de mi piensa que se arriesga demasiado, a otra parte le gusta que lo haga.


El comandante hizo que sus hombres bajasen los arcos y tomó la palabra:

- Necesito sujetos como tú, muchacho. Con agallas. ¿Le has propuesto que se unan a nosotros, Kerkan?

Kerkan asintió. Era cierto que le había ofrecido a Lucos una buena suma de oro por sus servicios, lo había escuchado a pesar de que no comprendí toda la conversación. Lucos guardó la espada y se dirigió a mí:

- ¿Qué te parece? Es una manera de ganar un poco de dinero y además, si nos asaltan los bandidos, en un grupo así tendremos oportunidad. Por lo que me ha contado, parece que hay mucho movimiento de bandas de saqueadores en estos momentos. Por supuesto que no me uniré a ellos si tú no lo haces, no temas. Pero parece una buena propuesta.

De nuevo, Lucos consultaba conmigo. Resultaba evidente que mi voto lo valoraba por encima de cualquier oferta que le hicieran. O al menos, la que en estos momentos le propusieron. Evalúo la propuesta. Mercenarios. Encontrar un trabajo en mitad de ese desierto. No es mala idea, tampoco tenemos prisa. ¿Quiero viajar con ellos? Los soldados me miran, pero no me importa, siempre lo hacen. Solo uno ha sido grosero, pero podrían ser más según avance el día. Iríamos más seguros... o no, porque los bandidos podrían ver provechoso atacar la caravana. Pero Sando si estaría más seguro y ganaríamos algún dinero. Dinero que Lucos perderá a los dados inmediatamente, quizás incluso pierda nuestro único caballo. Las dos opciones representan un riesgo, no hay nada que nos de seguridad. Pero Lucos me pregunta y la decisión es mía. El quiere unirse pero la decisión es mía.

-Parece una buena oferta, me parece bien -asiento. No esperaba encontrar trabajo en medio del desierto.

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