domingo, 7 de abril de 2013

Ilian 7



Los de abajo no estaban, así que salí del edificio no sin apuntar antes los nombres de los inquilinos o dueños de la susodicha parcela de la colmena. Saludé con la mano a los agentes y me largué de allí con andares insinuantes y provocadores para pasar delante de todo aquel jodido cuerpo policial que no estaba capacitado ni para recoger un trocito de seso del suelo. El cabrón de Gálvez ya no estaba.

Le di al contacto del coche y subí el volumen de la radio a tope.... “Alexis Jordan... Chica mala”. Qué puto azar.


No estaba siendo un buen día. Para nada. En realidad era como casi cualquier otro, con la salvedad de que este era uno de esos, pocos, en que libraba. Y aquí me encontraba, conduciendo camino del hospital, olvidada la playa, con un calor de mil demonios, sudada, sin duchar y para colmo me acababa de acordar, cuando quise conectarlo, que el aire acondicionado del buga no funcionaba desde dos semanas atrás.

Y encima esas dos zorras lesbis que sin saber como me habían puesto el coño como una tostadora al rojo. Necesitaba un desahogo, y pronto.

Pero como buena profesional, ahí estaba, dando el callo.

El asfalto se derretía a esas horas, las retenciones eran continuas y los bocinazos, improperios y maldiciones de los conductores se elevaban hacia un cielo inclemente y dorado. “Vale, tranqui. Céntrate. Primero ves a la vieja, hablas con la enfermera o con el médico. ¿Todavía estará la bolsa?”

Eché un vistazo al asiento de atrás. Ajá. “Bingo. Ropa interior limpia, falda y camiseta de tirantes, a estrenar. No hará falta que pase por casa. No me queda gel. La ducha del hospital me vendrá de perlas. Bien, vamos a ello. Hostias, vaya mierda de día...”


Con la sirena a toda leche me abrí paso hasta la clínica. La vieja estaba ingresada en la UVI del segundo piso,  los médicos estaban missing y una enfermera bollicao mascando chicle me contó que se encontraba muy mal, que vamos, que no lo iba a contar seguro. Al parecer el corazón lo tenía jodido de antes.

Me escabullí y lo primero fue meterte con todo el morro en la ducha de una de las habitaciones donde dormitaba un paciente con mil tubos prendidos a su cuerpo. En la ducha terminé lo empezado antes en la entrepierna y me di un gustazo que no estuvo nada mal. Relajada, limpia por dentro y por fuera, me fui a la habitación de la anciana. Justo cruzaba la sala de esperas donde vi que se desesperaba un atractivo doctor cachas vigilante de la playa, intentando que sus instrucciones las entendieran tres  niñatas auxiliares que más se fijaban en sus pantalones que en lo que explicaba.

No tenía desperdicio y yo disponía de tiempo de sobras. Quien sabe lo que podría suceder. Se me ocurrió que podía matar dos pájaros de un tiro. No me iría mal un buen revolcón aunque fuera encima de la cama de la vieja y de paso algo de información sobre su estado real. Así que me amasé las tetas para que los pezones se me marcaran aún más y me acerqué a él, sonriente. Me puse delante de él dejando a su espalda a las becarias imberbes y le enseñé la bendita placa.

-”Le necesito, doctor... Puede acompañarme...” -sugerí suavemente pero de manera firme.


-”Vera doctor... Hoy tengo un día infernal, y cuando no. Su nombre es… Pau Gallán. Encantada. Inspectora Ilian.

Lo tomé del brazo y no le di tiempo a reaccionar, llevándomelo a la habitación 314 donde descansaba la abuela.

. Necesito información sobre la viej…sobre la señora.  Ha sido testigo de un crimen.  Cualquier cosa,  por absurda o insignificante que sea o le parezca me sería de gran ayuda en la investigación del caso” -le rogué, casi pegadita a él indicando la cama en donde se encontraba postrada la testigo.

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