Suspiré y tomé una bocanada de aire fresco
mientras le daba a mi estómago la posibilidad de volver a su lugar de origen y
se calmase.
Eché un vistazo más, arriba, abajo, a los
lados. Nada de interés. Cogí la maceta de hachís, pensé que quedaría divina en
mi casa, y regresé al interior del
escenario del crimen.
-Quiero ver a la anciana... Ya. -Afirmé
mientras le pasaba a Pedro la cartera encontrada con la documentación. Me guardé la pasta en los
jeans junto con las tarjetas del metro... Las podría necesitar y desde luego ella
al parecer ya no.
- Averiguad todo lo posible sobre la tal Andrea.
Y cuando digo todo es todo. Quiero saber hasta cuantas veces cagaba al día y
donde –me di cuenta que daba por sentado que lo que quedaba de ella estaba
desparramado a mi alrededor, y podría estar equivocándome...Ya se aclararía-. A
ver que nos cuenta el forense, menudo regalito. Hay que determinar el sexo de
las papillas. Que haga una reconstrucción de ellos lo más acertada posible, si
es que es capaz ese gilipollas de encontrar sus gafas.
-Te explico...-dijo, resignado, mi compi.
Revisó sus notas.
-Son cuatro pisos por planta. Uno está en
venta; en el de al lado vive una abuela sorda como una tapia, fue la que nos
llamó. Salió a comprar y vio la puerta sin cerrar por completo. Se asomó y
encontró el pastel. Tuvo ánimos de dar el aviso. Al llegar la encontramos
tirada en el suelo en medio del pasillo. Un ataque al corazón, un sincope, o
una embolia, ni idea. Se la llevó la ambulancia. Con suerte podrás verla en el
hospital cuando se recupere. O en el depósito si ha palmado -me lanzó una
mirada cargada de intenciones-.
Asentí con la cabeza y continué husmeando.- ¿Y
en el otro piso?
- Dos pavas, para mí que
lesbianas, que dicen llegaron tarde y no escucharon nada raro. Tomaron somníferos,
cuentan.
-¿Otra vez con tus prejuicios?
- No me toques los huevos, preciosa.
-Eso lo dejo para tu mujer. ¿Y los del piso
justo de abajo?
-No he llegado a tanto -se encogió de
hombros una vez más.
Gruñí. Seguí rebuscando por el lodazal. Por
aquí y allá entre los restos sanguinolentos del desguace. Mi atención fue
capturada por algo de carácter diferente, un chicle sucio, azulado, pegado al
parqué del suelo. Lo pinché en la punta del boli y lo guardé en una bolsita que
entregué a Pedro.
-Que lo miren en ADN –ordené, seca- Ponte en
contacto con los padres o familiares. Ah, a ver si sois capaces de averiguar
quien es el “modelo” que posa con ella. Manda alguien al gimnasio, que se lleve la foto... Y a la farmacia... Y a
la biblioteca. Y no me jodas diciendo que no hay personal ¿Vale? Te lo sacas de
la polla si es necesario.
“Me encanta dominarlos... Todos los tíos son
iguales... Muy machos, muy prepotentes y luego... Unos cagados, unos mierdas.
Solo sirven para hacer recados y dejarte a medias cuando follas. Bien, sigamos.
Sabía que ese pensamiento era una gilipollez
enorme, pero me regodeé en el fango de su contenido.
Pedro esgrimió la más sardónica de sus
sonrisas:
- Tu lengua se supera hoy, inspectora.
¿No tuvo con qué entretenerse anoche? Mira, Ilian -cambió el tono, un
giro patéticamente abatido; o al revés--, sabes muy bien que no disponemos de
nadie, y menos para este tipo de casos. La cosa es tuya, y yo me joderé porque
cuando meneas ese culo empalmo, y no puedo resistirme a hacerte un favor.
Miraré lo del gimnasio y sus padres, el resto te encargas tú, sí o sí, o se lo
endilgas a uno de los nuevos. Tú verás.
Me lanzó una mirada de aquellas fastidiosas
con las que me quería decir que el marrón me lo habían servido en bandeja y me
iba a dar un atracón. Pasé de él y escarbé un poco más en aquella mierda, mujer
tenaz, pero sin encontrar nada interesante. Pasé revista al dormitorio, la cama
en perfecto estado, milimétricamente colocada las sábanas y la colcha. “Jodidamente
ordenada por el estado de la habitación. Desde luego no folló en su sitio
anoche. Una pena. Siempre es una alegría para el cuerpo.”
-Bien –respondí con voz cansada- Esto
es una mierda y no hay personal. Tú te encargas de los padres y el gimnasio y
de que el forense recoja y analice todo el material orgánico. Engatusa a Oscar para
que compruebe si hay ficha policial, y que se pase por el registro y averigüe
propiedad o alquiler del piso -continué sin demasiado ánimo.
Me apetecía una Coca Cola y empezaba a pensar
que pronto la conversación con Pedro derivaría a temas intrascendentes, lo cual
tampoco era malo para la gelatina que parecía mi cerebro.
-”Tengo que beber algo. Investiguemos la
nevera -dije dirigiéndome a ella y abriéndola- Hablaré con las lesbis, y con
los del piso de abajo.
Le ofrecí una de las dos Voll-Damn que
dormitaban con media docena más en el frío mundo de refrigerador.
- Visitaré a la vieja y tú me irás
informando de todo cuanto te vayas enterando, Toma, para desengrasar la
garganta.
De un trago largo y ruidoso me cargué la
birra completa. Armada de decisión y con la maceta entre brazo y pecho me
despedí de mi subordinado, plantándome
delante de él y pegándome a su cuerpo acogiendo en mi mano libre el paquete del
hombre, y una sonrisa cínica en la boca.
-Una lástima que no la utilices cada día. Se
acabará acostumbrando a ese estado.
- Solo dime cuando y donde, y hablamos,
inspectora.
-Jajaja. Dale recuerdos a tu mujer, cabrito.
”En marcha”