sábado, 30 de marzo de 2013

Ilian 5



Suspiré y tomé una bocanada de aire fresco mientras le daba a mi estómago la posibilidad de volver a su lugar de origen y se calmase.

Eché un vistazo más, arriba, abajo, a los lados. Nada de interés. Cogí la maceta de hachís, pensé que quedaría divina en mi casa,  y regresé al interior del escenario del crimen.

-Quiero ver a la anciana... Ya. -Afirmé mientras le pasaba a Pedro la cartera encontrada con la  documentación. Me guardé la pasta en los jeans junto con las tarjetas del metro... Las podría necesitar y desde luego ella al parecer ya no.

- Averiguad todo lo posible sobre la tal Andrea. Y cuando digo todo es todo. Quiero saber hasta cuantas veces cagaba al día y donde –me di cuenta que daba por sentado que lo que quedaba de ella estaba desparramado a mi alrededor, y podría estar equivocándome...Ya se aclararía-. A ver que nos cuenta el forense, menudo regalito. Hay que determinar el sexo de las papillas. Que haga una reconstrucción de ellos lo más acertada posible, si es que es capaz ese gilipollas de encontrar sus gafas.

-Te explico...-dijo, resignado, mi compi. Revisó  sus notas.

-Son cuatro pisos por planta. Uno está en venta; en el de al lado vive una abuela sorda como una tapia, fue la que nos llamó. Salió a comprar y vio la puerta sin cerrar por completo. Se asomó y encontró el pastel. Tuvo ánimos de dar el aviso. Al llegar la encontramos tirada en el suelo en medio del pasillo. Un ataque al corazón, un sincope, o una embolia, ni idea. Se la llevó la ambulancia. Con suerte podrás verla en el hospital cuando se recupere. O en el depósito si ha palmado -me lanzó una mirada cargada de intenciones-.

Asentí con la cabeza y continué husmeando.- ¿Y en el otro piso?

 - Dos pavas, para mí que lesbianas, que dicen llegaron tarde y no escucharon nada raro. Tomaron somníferos, cuentan.

 -¿Otra vez con tus prejuicios? 

- No me toques los huevos, preciosa. 

-Eso lo dejo para tu mujer. ¿Y los del piso justo de abajo?

 -No he llegado a tanto -se encogió de hombros una vez más.

Gruñí. Seguí rebuscando por el lodazal. Por aquí y allá entre los restos sanguinolentos del desguace. Mi atención fue capturada por algo de carácter diferente, un chicle sucio, azulado, pegado al parqué del suelo. Lo pinché en la punta del boli y lo guardé en una bolsita que entregué a Pedro.

-Que lo miren en ADN –ordené, seca- Ponte en contacto con los padres o familiares. Ah, a ver si sois capaces de averiguar quien es el “modelo” que posa con ella. Manda alguien al gimnasio,  que se lleve la foto... Y a la farmacia... Y a la biblioteca. Y no me jodas diciendo que no hay personal ¿Vale? Te lo sacas de la polla si es necesario.

“Me encanta dominarlos... Todos los tíos son iguales... Muy machos, muy prepotentes y luego... Unos cagados, unos mierdas. Solo sirven para hacer recados y dejarte a medias cuando follas. Bien, sigamos.

Sabía que ese pensamiento era una gilipollez enorme, pero me regodeé en el fango de su contenido.

Pedro esgrimió la más sardónica de sus sonrisas:

- Tu lengua se supera hoy, inspectora. ¿No tuvo con qué entretenerse anoche? Mira,  Ilian -cambió el tono, un giro patéticamente abatido; o al revés--, sabes muy bien que no disponemos de nadie, y menos para este tipo de casos. La cosa es tuya, y yo me joderé porque cuando meneas ese culo empalmo, y no puedo resistirme a hacerte un favor. Miraré lo del gimnasio y sus padres, el resto te encargas tú, sí o sí, o se lo endilgas a uno de los nuevos. Tú verás.

Me lanzó una mirada de aquellas fastidiosas con las que me quería decir que el marrón me lo habían servido en bandeja y me iba a dar un atracón. Pasé de él y escarbé un poco más en aquella mierda, mujer tenaz, pero sin encontrar nada interesante. Pasé revista al dormitorio, la cama en perfecto estado, milimétricamente colocada las sábanas y la colcha. “Jodidamente ordenada por el estado de la habitación. Desde luego no folló en su sitio anoche. Una pena. Siempre es una alegría para el cuerpo.”

-Bien –respondí con voz cansada- Esto es una mierda y no hay personal. Tú te encargas de los padres y el gimnasio y de que el forense recoja y analice todo el material orgánico. Engatusa a Oscar para que compruebe si hay ficha policial, y que se pase por el registro y averigüe propiedad o alquiler del piso -continué sin demasiado ánimo.

Me apetecía una Coca Cola y empezaba a pensar que pronto la conversación con Pedro derivaría a temas intrascendentes, lo cual tampoco era malo para la gelatina que parecía mi cerebro. 

-”Tengo que beber algo. Investiguemos la nevera -dije dirigiéndome a ella y abriéndola- Hablaré con las lesbis, y con los del piso de abajo.

Le ofrecí una de las dos Voll-Damn que dormitaban con media docena más en el frío mundo de refrigerador.

- Visitaré a la vieja y tú me irás informando de todo cuanto te vayas enterando, Toma, para desengrasar la garganta.

De un trago largo y ruidoso me cargué la birra completa. Armada de decisión y con la maceta entre brazo y pecho me despedí de mi subordinado,  plantándome delante de él y pegándome a su cuerpo acogiendo en mi mano libre el paquete del hombre, y una sonrisa cínica en la boca.

-Una lástima que no la utilices cada día. Se acabará acostumbrando a ese estado.

- Solo dime cuando y donde, y hablamos, inspectora.

-Jajaja. Dale recuerdos a tu mujer, cabrito.


”En marcha”

domingo, 24 de marzo de 2013

Ilian 4



Me colé dentro del piso, figurándome que el centinela contemplaba el  meneo de mi prieto culo preso de unos Jeans mal lavados. Me calé las Rayban, harta ya de tanta guasa con mi careto.


En el interior del reducido apartamento -comedor-cocina barra americana, un baño y un dormitorio, me saludó Pedro. Su figura de Quijote me salió al paso, a veces no sabía si era un hombre o un fantasma. Su cabello negro acosado por las entradas brillaba de sudor. Se tapaba la boca, nariz y su feo bigote con un pañuelo blanco de seda. En la mano derecha la cámara de fotos. Las paredes, el suelo, el techo, todo estaba pintado con sangre y su formato convencional redecorado con sesos, tripas, y demás órganos desparramados y troceados. Humanos, deduje con mi habitual perspicacia a través de los cristales oscuros de las Rayban.

Hasta a mí  me afectó aquella sin razón.


-¿Qué coño ha sucedido aquí? –pregunté con voz cavernosa. Parecía que alguien hubiese reventado salpicando todo con sus restos orgánicos.

-Cuéntamelo tú, que para eso eres la experta –me miró de arriba abajo-.Vaya jeta gastas, inspectora. No tienes edad para esa marcha –guasón, el tío.

-Pillé un pedal impresionante. 

-¿Y follaste? – ya estaba, la preguntaba insidiosa de siempre.

-Vete a la mierda.

-Yo tampoco. Mi mujer dice que saque algo de músculo si quiere que la monte. Está obsesionada con esos tipos de la tele.

-Mujer inteligente –asentí con saña.

-Ya. Para mí que me la da con algún tipo. Si pillo a ese cabrón se la corto.

- Deja a tu mujer en paz que es una santa y no se como aguanta a un tipo como tu a su lado con esa pinta y diez centímetros en máxima erección –Me ofreció su habitual sonrisa socarrona. Eso era lo bueno de Pedro, encajaba cualquier broma sin inmutarse. Lancé un vistazo al matadero-Joder. Esto parece mi cocina –señalé a la vez que encendí otro cigarrillo. -.



-Ya te dije que te iba a gustar. No se qué leches tienes de estómago. 

- Siempre has sido una nenaza, Pedro. ¿Y los de la científica?

- Se les pinchó una rueda. Tardarán un rato. El forense está en un atasco. Y el juez se puso en marcha hace diez minutos.

Me paseé alrededor, esquivando el amasijo de vísceras, procurando no pringarme entre la mesa patas arriba, las sillas volcadas y una mesita de cristal que ahora resultaba un retorcido puzzle. Menudo asco de día estaba teniendo... Y para colmo cuando aquella puta vocecita debía auxiliarme dando su opinión y aportando información se callaba la muy perra. Suspiré encogiéndome de hombros y observando tras las enormes gafas rosadas el escenario del... ¿Crimen? ¿Orgía? ¿Sacrificio?

Calculé que todo aquello pertenecía a dos cuerpos, a pesar de estar troceaditos como si de ingredientes de ensaladilla rusa fueran... Cantidad de sangre.... Estoy  hasta los mismísimos ovarios de escenarios así, aunque no tan bestias, pero....  Venga nena...  Utiliza esa sesera....” Noté  una arcada que disimulé divinamente como siempre hacía. No fue por el nauseabundo olor, calor y color rojo, sino por los churros de antes. 

-Podías haber abierto las ventanas, joder. Necesitas que te lo digan todo como a los niños de párvulos... Quizás un poco de ésta papilla le vendría bien a alguno... Deben haber neuronas por ahí huérfanas deseando entrar en alguno de vuestros solitarios cerebros....” - comenté mientras paseaba por el piso.

- Bueno, qué me cuentas. Cuando dieron el aviso y quien... Quien ha entrado y salido del escenario.  ¿Sólo tú? ¿Has encontrado documentación?  Mierda, estaba durmiendo a pierna suelta. Jodido Gálvez.

- Gálvez será un gilipollas cabrón, pero el tío tiene sentido común, y sabe que eres la mejor. Por eso te hemos llamado.

Malhumorada saqué unos guantes de mi cazadora, a los que le faltaba un dedo en la mano derecha.

-No, no he pasado aún por la oficina y no, no he podido hacerme con otro par de guantes ¿Vale? Ahórrate tu jodido discurso y empieza a cantar de una puta vez. Cuando antes lo hagas antes podrás pirarte y pillar a tu mujer en fraganti.

- Nadie ha tocado nada hasta que llegaras tú. Yo he husmeado algo y sacado fotos. Sobre el aviso, fue una anciana de esta misma planta. 

Sí, aquella carnicería la componían probablemente lo que quedaba de dos personas enteritas unas horas antes. Vislumbré tres húmeros completos, y los demás era papilla con tropezones. El vómito subió una vez más hasta mi garganta y corrí cagando leches al cuarto de baño. Después de descargar medio estómago y vida en el váter, me dediqué a mi trabajo. Busqué unas pastillas en el armario, y tragué un par de píldoras azul-violeta que me sonaban. Curioseé, ya puestos, y lo encontré todo en su sitio, incluida una caja de condones, de la cual me apropié. Total, nadie la echaría a faltar.

- Todo limpito ahí dentro –le dije a Pedro.

Traté de no pisar nada y me fu abriendo paso como una exploradora en un campo de minas. Entre un amasijo de repugnantes restos sanguinolentos asomaba algo. Lo aparté con el boli y descubrí una carterita de mano, de piel negra y buena factura. Para mí la quisiera. Descorrí las cortinas y a la luz infernal que penetraba por los ventanales de la terraza comprobé su contenido: aalbergaba la documentación de, quizá, la inquilina del habitáculo y posible presunta víctima, a saber, Andrea Lamirez del Copón. Unas monedas y billetes, treinta y cinco euros. Diversas tarjetas, de metro, Visa, seguridad social, de una farmacia, con su nombre impreso en ella, el carné de una biblioteca, del gimnasio, del club Drink and Company –vaya nombrecito de marras- y una foto de un tío fachoso de unos cincuenta años, desnudo, su figura recortada a la orilla de una playa. Eso sí me dio nuevas.

-¿No estarás embarazada? –Preguntó, jocoso, Pedro.

- De tu puta madre –fue mi réplica, cáustica y apropiada.

En la foto, el tío aquel pasaba el brazo por la cintura de una chica menuda, poco más de veinte años, también desnuda, de senos altos, piernas cortas y adulteradas las caderas de ligera celulitis; sonreía la muchacha con sus ojos luminosos. Salí a la terraza, y el sol casi me mata de nuevo. Macetas y una planta de maría. Me asomé a la barandilla, con cierta agilidad se podía saltar de un piso al otro de al lado; bajar o trepar.

miércoles, 20 de marzo de 2013

Ilian 3


Con la seguridad de que el ascensor no funcionaría, entré en el vestíbulo estilo rococó veneciano –lo recordaba de las revistas chorras que ojeaba en el dentista-, dejando atrás a los dos agentes consolándose mutuamente por su falta de estómago; Mi agudo instinto no me falló, topándome con el inevitable cartel de fuera de servicio, y con el inspector Gálvez, alias el Halitosis. El tipo me caía tan bien como unas hemorroides peleonas. Tan alto como cabrón, gustaba de meter cizaña. Se limpió las comisuras de la boca con un pañuelo impoluto y  le sonreí amistosa, extrañada por su presencia. Apagué la colilla del Marlboro en su humeante café y él me devolvió una mirada de asesino psicópata desde más allá de los cristales de sus gafas. Me encantaba hacerlo y ver su odiosa cara contraída por la rabia reprimida.

 -¿Qué cojones haces aquí? –le escupí a modo de amable saludo.

- No te encontraban y Pedro se sentía solo –respondió con sorna –Me dio tu móvil.
 
-¿Como me iban a encontrar? Es mi día libre gilipollas. Y deja ya a Pedro, lo tuyo es acoso con él. ¿Acaso te has cambiado de bando o es que nunca has estado en otro?

“Más alto que un pino y más tonto que un pepino, jajajaja... ¿Te acuerdas? Te encantaba decirlo de pequeña.”

- Si quieres te lo cuento luego. Te pongo a cuatro patas y te lo voy explicando –respondió, ácido.

Le mostré el dedo corazón de la mano derecha levantado. En él llevaba el anillo de casado de mi padre. Lo echaba muchísimo de menos pero la vida es una mierda envuelta en papel de plata por los de arriba que pretendía anular las mentes de todos los ciudadanos ignorantes y analfabetos que creían que serían mejores comprando cualquier mierda vomitiva que anunciaban por la caja tonta.

-¿Qué tenemos? 

-Sube y diviértete, zorra.

No era precisamente mi amigo. Se nota, ¿no? Mantuve un par de segundo el dedo delante de su fea cara de goblin.

-Lávate la boca, o, mejor, dale un trago a la botella de lejía... Sería la única manera de que no apestaras incluso callado... Mamón.

Trepé hasta el séptimo, igual que una potrilla en busca de su azucarillo prometido. En la puerta abierta de entrada al apartamento un poli  cincuentón y barrigón vigilaba. Lo conocía superficialmente, un pesado que siempre que me lo encontraba me pedía una cita. Un tipo que no se desmoralizaba. A  verlo mis hombros cayeron en picado y una mueca de frustración se dibujó en mi cara.

- Hola, Ilian. ¿Mala noche, eh?  Lo de ahí dentro no mejorará tu día. Una bestialidad. Oye, ¿cuándo vas a aceptar salir conmigo?

Al escuchar la sempiterna pregunta, la poca sangre que me quedaba tras el esfuerzo, empezó a fluir con rapidez, más incluso que tras la ascensión. Me ponía de los nervios aquel hombre. Parecía no cansarse nunca. Otro gilipollas más en la cola de la enorme lista que ya tenía.

-Cuando rebajes esa barriga y te depiles las ingles. ¿Es que no te cansarás nunca? No eres mi tipo, ya te lo dije y sí.... Una mala noche...” -contesté a desgana mientras me adentraba, con la delicadeza de un tanque, al escenario.

“Es amable, educado, trabajador,.... ¿Que tiene de malo?” –siseó la tostona vocecilla.

-”Uuuuuys, me vas a volver loca....” – me dije a mí misma entre dientes, rabiosa

Me quedé en el recibidor unos instantes. Husmeé. El olor a podredumbre tiraba para atrás. Igualito que mi colada. MI instinto, mi sexto sentido se puso en marcha sin apenas dictarle la orden. Se me agudizaron las pupilas, se entrecerraron los ojos para captar imágenes imposibles para el resto. Mi olfato canino absorbió olores demasiado sutiles de difícil descripción y  mi piel se preparó para sentir aquellas sensaciones tan asquerosas. 

La voz calló.  Siempre esperaba en aquellas situaciones, siempre permanecía a mi lado como una presencia etérea pero tangible.  En su momento asaltaría mi mente divagando, dando ideas, encaminándome hacia el camino correcto a seguir....O todo lo contrario, la muy cabrona.

sábado, 16 de marzo de 2013

Ilian . 2




Con un chirrido agudo de frenos se detuvo el buga de forma brusca a la entrada de una callejuela donde los rayos del sol peleaban duramente por abrirse paso entre las sombras. Con determinación abrió la puerta del coche y la cerró sin delicadeza alguna. De él se apeó una pava que conservaba un buen tipo a pesar de su desordenada vida y de las ojeras de cadáver que lucía como semáforos. 

O sea, yo.

Con mis jeans ajustados que marcaban un culo que podía dar guerra toda una noche. O al menos eso pensó uno de los dos jóvenes polis que montaban guardia en el portal arcaico de un edificio vetusto y que un día fue elegante, de aspecto vagamente modernista. El otro agente miraba su vómito, el segundo del día al que me enfrentaba, verde cenagoso, con restos de desayuno, con tanta atención y desconcierto igual que si fuera el último trabajo del pintor de moda; su compañero lo consolaba mofándose de él, aunque la expresión de su rostro revelaba que poco le faltaba para  también él descargar su estómago en las baldosas gastadas de la entrada.

Una risa incontrolada surgió de mi garganta para después cortarla en seco.

-Mierdecillas –murmuré, mientras encendía otro cigarrillo. Alcé la voz-  Soy la agente Ilian del cuerpo especial de asuntos especiales, valga la redundancia. -¿Qué cojones decía?-

Le dio una palmada en la espalda al novato. Me echó una mirada de desaprobación.

-Ya sabemos quien eres -y me señaló con la mano que subiera:
 
- Séptimo piso.

Su mirada no se atrevió a pasar de mis ojos a pesar de las ganas que tenía de darme un repaso. Y acabó por hacerlo. No se me pasó por alto esa mirada de curiosidad y morbo, a la que tan acostumbrada estaba ya. Maquillé mi cara pálida de una sonrisa perversa, y me subí  los jeans un poco más para marcar cuerpo y dejé entrever parte de la camiseta que mostraban a las claras que mis pezones no solo eran grandes y duros sino que además iban precedidos de un pecho que aunque no exagerado sí era firme todavía a pesar de superar la treintena de largo.
 
Dudé si me iba a tomar la molestia de subir o era preferible que el agente me contara la película y luego irme a beber una Coca-Cola al bar de la esquina, que no tenía el cuerpo para historias raras. Pero el deber es el deber, y para eso me pagan.
 
 “Es hora de que subas pequeña... Tú ya no tienes nada en tu estómago así que... Adelante, además estás acostumbrada a esos escenarios en los que tanto disfrutas mirando... Venga, ponte en marcha...” -dijo suavemente aquella voz que me acompañaba de por vida. Cerré los ojos.  Hacía mucho tiempo, había intentado localizar en sus recuerdos al dueño o dueña de aquella cantinela que la taladraba desde el accidente. Sabía que tarde o temprano reconocería al propietario pero de momento esa parte de mi cerebro se negaba a darme la respuesta. Suspiré, aburrida de mí misma y de mis tonterías.

-”! ¡Mierda! Debo dejar el Cacique, o acabaré en un psiquiátrico antes de tiempo...” – dije en voz alta. Los otros me observaron, sonriendo de forma esquiva.

”Supongo que nada agradable me espera ahí arriba “Y menos con el imbécil baboso de Gálvez...” 

- ¿Podrías describirme el escenario con detalle, agente?

Una arcada seguida de otra me subió hasta la garganta. Me hizo sentir aún más viva. Y más echa polvo. Sabía que provocaría el nuevo espasmo en el estómago del más imberbe pero que también al hacerle recordar el lugar pasaría lo mismo con el “curtido” en experiencia. Dicho y hecho. Ambos hombres doblados ante mí decorando el suelo de bonitos colores.

-”En fin, ya veo que no será posible... Gracias de todos modos...” -añadí con algo de sorna en el tono de voz.

“No, no son gilipollas, ni lerdos, ni blandos, ni.... Son personas, ¿Te acuerdas de lo que significa esa palabra?

”¡Cállate de una puta vez....! Necesito concentrarme y no tengo ni el estómago ni la cabeza demasiado finos.” -advirtió entre dientes,  mientras buscaba en uno de mis bolsillos aquel frasco milagroso que conseguía que pocos minutos con tan solo una diminuta pastillita, devolverle a la normalidad.  Se la tragó sin agua, como siempre...

martes, 12 de marzo de 2013

Ilian. 1



¡Hola!

Regresamos, girls and boys.   Y para ello, de momento, un relato en entregas. Estilo ligero a la vez que bizarro, escenas surrealistas en una historia desmadrada preñada de violencia, investigación, sexo y cachondeo. O algo así. Fue una partida entre Iasbel y yo (desarrollada a partir de lo que iba a ser un librojuego), para echarnos unas risas y cambiar el estilo. Lamentablemente se quedó en, digamos, un primer capítulo. Ahora la cuelgo  en plan, como he dicho, relato. He rebajado un poco el tono, porque se nos fue un poco la olla. Je.

Espero que al menos también os arranque una sonrisa.





1
 
El zumbido insistente se esforzaba por retorcer y torturar la gelatina amorfa que era mi cerebro en ese momento. Me di media vuelta en la cama y oculté  la cabeza bajo la almohada. El hijo de puta al otro lado del teléfono no colgaba. Alargando un brazo acerqué el móvil a la oreja:
 
-¿Qué cojones pasa? – una voz aguardentosa, la mía, me sorprendió y asustó incluso a mí misma.
 
- Hostia, tía, son las doce. ¿Qué coño haces? ¿Dónde estás, en la cama todavía? -Era el capullo de Gálvez. Un buen tipo en general, pero eso, algo capullo. Nadie es perfecto. Ni siquiera yo. Ya ves.
 
- ¿Las doce de la mañana o de la noche? –fue la pregunta como respuesta que salió de mi boca.
 
-Joder, como anda el personal. Vístete ya y ven. Esto te va a encantar.
 
Gálvez me dio una dirección que garabateé en un pañuelo de papel. Luego me soné los mocos en él. Me puse en pie y el apartamento giraba, o el mundo entero. O tal vez revivía la Metamorfosis,  transformada en peonza. Arrastraba una resaca del quince.  El tono de Gálvez era urgente, así que pasé de la ducha, cosa que me hizo suponer que más tarde lo lamentaría. Por parte algunas hallé unas bragas limpias  así que me puse los jeans a pelo, una camiseta sin mangas –joder, necesitaba un depilado con urgencia-  el pistolón en su funda a un costado del cinturón del pantalón y la chupa de piel.
 
Me
cepillé los dientes con el café frío de ayer y salí cagando leches. La luz dorada de un sol cañero me dejó ciega y me aclaró el tiempo horario del día.
 
Salí corriendo del portal, disparada hacia la
panadería de enfrente donde me entretuve media hora desayunando churros con chocolate. Empecé a mojar y tragar, entretanto se cerraba el agujero dimensional en medio de mi cabeza.

“En los escasos minutos de lucidez... ¿Minutos o segundos o milésimas de segundos?... Bah, para que concretar algo tan insignificante.... Bien, piensa, encuentra de nuevo el hilo..... Si, eso.... Cuando aquella especie de luz de mierda interfiere en tu cerebro, te indica que no debes seguir adelante, que debes parar....”
-”!Cállate ya!” –grité, sin ser realmente consciente de ello hasta que la camarera, por llamar a aquella gorda de bigote espeso y negro de alguna manera, se giró de golpe asustada.
Alcé la mano y esbocé una sonrisa que quería ser una patéetica disculpa, para volver a mojar el churro en mi chocolate espeso y caliente, tal y como me gustaba.
Desde muy pequeña hablaba conmigo misma, o tal vez no, quizás era la voz de la conciencia, como solía decir mi madre, la que le decía lo que no hacía correctamente. !Y un carajo! Había aprendido que la voz era yo misma,  que me castigaba por la vida que había escogido llevar y con la que tan a gusto me sentía a pesar de que todo me diera vueltas aún y que el estómago estuviera a punto de decir: !Estoy aquí idiota! ¿Acaso no te das cuenta de que no puedo con ésta bomba de relojería?
Acabé mi desayuno con toda la tranquilidad del mundo y salí al exterior de la tienducha. Respiré profundamente y  encendí un cigarrillo. A la primer calada todo pareció acelerarse a mi alrededor y un sudor frío me invadió de pies a cabeza. Me doblé ligeramente y en la misma puerta de la cafetería vomité.
-”!Lo siento... ! No me ha sentado bien esa bazofia que servís...”-dije acabando la frase en voz baja y encaminándome hacia el coche.
Me senté ante el volante y esperé a que se consumiera el cigarro, paladeando cada calada. Me puse a toser, primero como una posesa, luego se calmaron los espasmos, tras la tempestad llega la calma.
-”!Mierda, tengo que dejarlo!
“Mentira, guapa, no lo vas a dejar nunca, para una cosa que te da placer, porque anoche ya me dirás... Menudo gilipollas...”
Una sonrisa afloró a su boca. Se pintó los labios frente al retrovisor y le dio al gas. ¿A dónde coño iba? Joder, sí, Gálvez. Una sonrisa afloró a mi boca. Se pintó los labios frente al retrovisor y le di al gas. Arranqué y la dirección del coche chirrió, me encantaba aquel sonido, debía ir al mecánico pero no encontraba tiempo para ello.
“Esto te va a encantar...”- dijo. El muy perro pretendía saber que era lo que a ella le gustaba o no. Se iba a enterar como no fuera realmente así... No era su turno, había pedido un día de fiesta... “Y menuda fiesta te diste”
-”!Joder que te calles!” -gruñí parada en el semáforo con la ventanilla abierta. Sonreí al conductor del coche de al lado que me miraba complaciente, y me dirigí hacia donde mi compi me había indicado.
-”Más te vale que merezca la pena Gálvez... Porque si no te vas a cagar...”