sábado, 31 de marzo de 2012

LOS ÁNGELES, 2029 -11


11



En la entrada, el agente que custodiaba la misma les había solicitado a Jacob y Ricco que aguardasen. Una sonrisa de medio lado fue su respuesta al comentario de que iban a rezar. Se escuchó el inigualable sonido de dos tiros en el interior. Silencio. Al poco de nuevo ráfagas cargadas de muerte.

- ¡Atrás! Largo de aquí. ¡Deprisa! ¡Vamos! – gritó el policía que corrió hacia el interior de la iglesia, engullido por las sombras de más allá del gran portalón. El otro se acerca corriendo, se detuvo junto al portalón, los apuntó con ademanes claros de que desaparecieran de ahí. Se pegó a la puerta, medio abierta sujetándola con la pierna.


Ambos no aceptaron la amable petición del policía. Actuaron rápido y el agente especial cayó al suelo con dos orificios en la cara y frente. Antes, demostró que estaba bien entrenado y se llevó por delante a uno de los compañeros de Ricco, que se había unido momentos antes a la pareja, al que llenó de metal su pecho. Entraron, Ricco cargando contra el poli y el mecánico detrás, disparando sin mucho tino, sintiéndose fuera de lugar, pero mostrando la pasta de la que estaba forjado. Los de dentro supieron defenderse y repelieron la agresión.


-¡No, no! ¡Deteneos!

Los gritos del cura quedaron apagados entre los disparos. Había visto llegar a dos agentes más, y también otras dos personas por la puerta principal. Creyó reconocerlas, eran dos de los testigos de esa misma noche. Seguía gritando, clamando a la razón y a la piedad, sin embargo eso no parecía servir de nada. Los policías, aquellos hombres, los criminales, aquella mujer...
Se quedó detrás de la columna, temblando de impotencia. ¿Qué podía hacer? No podía purgar aquellas almas. Las armas no deberían de existir. Veía a esa gente matarse por motivos estúpidos. Disparaban en lugar de hablar. Siempre había sido así. La gente prefería la violencia a la paz. El fuego se combate con fuego, pero este no. Era demasiado cálido. Se derretiría, era el fuego del infierno


Cuando todo hubo terminado, en el recinto sagrado los tres policías estaban muertos. Humeaban los cañones, solo quedaba en pie Ricco y Jacob, ilesos, Mara,  y el padre con un corte en la mejilla derecha, el rasguño de una bala que  apenas le rozó el rostro. No podía estar seguro si él había sido el causante de alguna de las. No había rastro del otro tipo, el de aspecto de vagabundo, ¿dónde se encontraba? Únicamente Mara había visto como lograba esfumarse por el pasillo de la puerta trasera.


-Todos...condenados.-Murmuró Tomachio.

Vio los cadáveres. Gente que no volvería a respirar, a reír, a llorar. Muertos. La muerte era algo terrible. La gente moría en un accidente y era algo horrible, por la edad seguía siendo igual de insoportable. Más la muerte causada por otros hombres era algo que el sacerdote nunca llegó a entender. No sabía como enfrentarse a eso. Cerró los ojos, dejó escapar las lágrimas y fue de cuerpo en cuerpo, otorgando la extremaunción a todos aquellos que habían caído. Mientras, su alma se resentía y sus buenas intenciones se quebraban como simple arenisca.

Al finalizar sus labores religiosas se dejó caer de rodillas, enfilando al altar, y extendió los brazos.

-Lo siento, señor...-Había fallado otra vez. Más muertes. Más dolor, más sufrimiento. Intentaba salvar a aquellas personas que sentenciaban a otras. ¿Qué mundo era aquel? No había dos bandos, solo uno, el más oscuro, y todos se mataban entre todos...

Se puso en pie, abatido, miraba al suelo, encorvado. Estaba cansado. Había dejado de estar furioso para estar triste. Comenzó a hablar, igual que si fuera el sermón de los domingos:

-Sois todos unos malditos asesinos. Esta es la casa de Dios. ¿Cómo os atrevéis a mancillar así el regalo que Él nos dio? Sois los hijos condenados del señor, no dejaré que Él llore por vosotros, yo lo haré. Dais verdadera lástima... ¿No entendéis que este no es el camino y que lo que habéis hecho no tiene marcha atrás? Necios, asesinos, ¡locos os llamo!

Bajó el tono de su voz, apesadumbrado y amargado.

-He de cuidar de vosotros. No sois la oveja descarriada...sois el carnero que paseó cerca del río de los muertos. Matáis sin saber que un día vosotros caeréis en esas aguas y que entonces comprenderéis que este no era el camino para vuestra vida...entonces será demasiado tarde.-Se contuvo, alzó la vista.-Pienso que aún puede haber esperanza. Incluso para basura como vosotros.

Observó a Mara, la muchacha estaba a lo suyo. Miraba con rabia sus heridas, se sentó una de los bancos y examinó las perforaciones. Arrugó la nariz. Le fastidiaba mucho más la reacción patética de los demás cuando vieran alguna parte plástica o artificial de su cuerpo. Le enfermaba ese momento en el que todos la despreciaban y la miraban con asco, relegando a un oscuro rincón el deseo que antes podía ver en sus ojos. Se abrazó las piernas para que no mirasen demasiado que no sangraba en exceso ni que se encontraba tan mal como debiera un ser humano.  Se sentía tan frágil que podría incluso romperse.

Tomachio se decidió a sacar del bolsillo el objeto que le había entregado la mujer con aquel don -Me lo entregó la mujer por la cual nos detuvieron a todos. No sé donde está, pero voy a dárselo. Para entender esta masacre he de seguir adelante, más allá del valle de las sombras. Vendréis conmigo, esto también os atañe...-Se mostró firme, inflexible.-Volved a matad a alguien y yo mismo os ejecutaré...Esto es lo único que entendéis ¿verdad? Las amenazas, la fuerza, la violencia. Venid conmigo si queréis, si no volved al mundo depravado del que provenís.-Les dio la espalda.-Pero si venís conmigo debéis prometer no volver a pecar como lo habéis hecho aquí…

Ricco sonrió, condescendiente. La palabrería del sacerdote le resbalaba igual que al agua en la carrocería de su flamante coche. Un destello de sumo interés asomó a sus pupilas cuando vio el objeto durante un segundo. Pensó que ante sí tenía una de esas cápsulas de Sintroc. Es más, tenía la llave para encontrar el resto. Se lo acababan de poner en bandeja.

- Iré con usted,  padre. Puede apostar que mis armas permanecerán en su sitio mientras haya alguna alternativa pacífica - y una mierda - y lo que más lamento es haber mancillado este sagrado templo, mi familia siempre ha sido muy religiosa - al menos cuando convenía - y tengo un gran respeto y fe.

Intervino entonces Jacob, espoleado por lo que, astutamente, el cura había ocultado hasta ahora. Eso le había sacado de su angustia y excitación tras lo sucedido. Le temblaban las manos y trató de serenarse.

- Hola padre. Chica- saludo como si nada a los dos - lamento el tiroteo. ¿Padre?, ¿puedo ver eso por favor?- extendió la mano con tranquilidad y sin mostrar ningún tipo de agresividad, solo afán profesional.

El padre cerró el puño sobre aquella cosa antes de que Jacob la cogiese.

-No soy tan estúpido -Lo guardó.-Esto se queda conmigo hasta que comprenda porque todos están dispuestos a matar o morir por algo tan insignificante.-Vio de refilón a Mara, encogida, abrazada a sus piernas, la sangre resbalaba hasta el suelo.

-Si te han herido creo que hay un botiquín en mi habitación...-"Sigue siendo una asesina, Tomachio, ¿lo sabes, no? Igual que aquella a quien le guardas esa píldora negra. Todos, todos allí son unos asesinos. Incluso ese mecánico ¿viste acaso piedad o pesar en sus ojos cuando vio los cuerpos?....No, no vi nada en sus ojos, solo brillaron cuando saqué esta cápsula o lo que sea...ninguno de ellos merece la pena ser salvado y aún así te preocupas por si han herido a la mujer ¡Qué la jodan! Déjame solo cuatro cartuchos del Purificador y solucionaré esto...No, jamás seré como ellos".
La gente en aquella ciudad había olvidado lo que era la muerte. La veía a diario en sus más macabras formas, y o te insensibilizabas o te volvías loco. Otra puerta que se cerraba en la mente del padre. Se sacudió la cabeza, como si hubiese estado sumergido en un sueño.

Mara no contestó. Seguía abrazada a sus rodillas, en silencio. Vio su sangre, demasiada, le pareció. No sabía cómo fingir lo que no era. Levantó su cabeza hacia el techo.

-Solo es un rasguño.

Tomachio estaba harto. Empezó a caminar hacia la salida trasera, y de paso a su habitación, en busca del botiquín. La policía no tardaría en venir. No se tomarían muy bien que algunos de sus hombres hubiesen sido asesinados. Se había adentrado en un juego oscuro del que no deseaba salir. Llegaría al fondo de aquel asunto y lo cambiaría desde dentro, como a aquellas personas. Y si nada podía cambiar, simplemente lo eliminaría...Empezaba a estar cansado, siempre ponía la otra mejilla, y era fácil. Fácil cuando la mejilla que ves reventar no es la de otra oveja descarriada...

Jacob se encogió  de hombros ante la negativa del padre, más tarde o más temprano obtendría lo que quería, de un modo u otro, y podría comprobar que es lo que buscaban, pese a las ganas que tenía de echarle el guante. Era una persona paciente, no obstante esperaba no tener que recurrir a la violencia para conseguirla, el padre parecía ser de los que no les importa dar un par de hostias sagradas bien servidas con escopeta y a la cabeza. Se acercó al Italiano.

-¿Leone, puedo hablar un momento con usted? La furgoneta de la poli de ahí fuera no es una patrulla normal, y la actuación de estos polis apesta a que no trabajaban para el servicio de Policía de la ciudad. Sugiero largarse cuanto antes. Además, necesito un sitio donde verificar esa pequeña maravilla, si podemos convencer al cura. Así sabremos si es lo que buscamos.

Ricco cabeceó en asentimiento, mostrando una sonrisa de depredador,

- Vamos, utilizaremos mi coche,

- Te interesan más las paredes y el suelo de este lugar que las vidas que te has llevado –dijo de pronto Tomachio, girándose hacia Ricco. Negó con la cabeza, abatido, mientras seguía respondiendo-Creo que tienes fe, pero no es en Dios,  chico – Se fijó en el interior destrozado de su iglesia. Se había preocupado por mantenerla de una pieza y ahora estaba agujereada como un colador. "De nada sirven estos muros tan fuertes si los que hay dentro mueren igualmente".

Cerró el puño sobre aquella cosa antes de que Jacob la cogiese.

 -La policía vendrá pronto, será mejor que nos vayamos. Aunque no tengo ni idea de a donde ir -Y una oración. "Dios guarda mis manos de los demonios, no dejes que me involucre en este infierno, ayúdame a ser una estrella en esta negra oscuridad, un guía, y no un cometa más que va ha la deriva, arrollando y chocando contra todo lo que ve, hasta que se consume...Amén”.


- A ver –Mara se puso en pie, todavía con la escopeta en su poder, cojeando un poco. Se dejó caer en el hombro del padre tratando de hacer mejor su actuación -conozco un motel que bien nos puede sacar de este reguero de mierda

-Papi- continuó hacia quien consideraba un galán de papel que había ofrecido el auto- Tú conduce y yo te digo el camino. Solo larguémonos de aquí ya. Todos...ahora  estamos en esto.

El mecánico estuvo de acuerdo, la idea de la chica era buena aunque un motel consideró que era  un sitio demasiado fácil de encontrar y localizar, pero para desaparecer ahora valdría.

-Buena idea chica- la felicitó mientras encendió un cigarrillo, con dedos temblorosos todavía, y se arrodillaba ante el cadáver de uno de los polis par echar un vistazo a su equipo e identificación por si acaso llevaba algo de interés para sus asuntos -Allí podremos charlar tranquilamente sobre todo este embrollo, y curarte esas heridas. No se como rayos aun eres capaz de caminar.

“Seguro que va colgada”, pensó. O eso o tiene implantes potenciadores, nadie normal se lleva dos tiros así en las piernas y se queda tan tranquilo como ella.

-Pobre diablo - gruñó al ver los agujeros en su cuerpo- ser bota negra no es tan bonito como lo pinta el cartel de reclutamiento ¿eh?- la amargura fue más que patente en su voz.

jueves, 29 de marzo de 2012

Hay muchos traseros que patear 24


La tensión en el seno del grupo aumentaba. Hombres y mujeres preparados para situaciones límite se veían en una tesitura decisiva para sus vidas. Era lógico que las desavenencias, los distintos puntos de vista y críticas salieran a flote. Algunos trataban de mantenerse firmes. Otros estaban perdiendo el norte. Para algunos hasta resultaba estimulante la situación. Helen y Simo entraron en confrontación dialéctica, a Carlo le debía empezar a afectar el calor; Rivers miró atento a Viviana y su instrumental. El aire era tan seco que casi parecía papel de lija. Dillon aguardaba, sereno y profundo como siempre.

- Me dais dolor de cabeza, compañeros. Ahorrad saliva – dijo Sandro distraídamente.

- Vamos, Simo. No te ha pegado un tiro en todo este tiempo juntos. Si bien eso no significa que no lo llegue a hacer, tampoco hace prever lo contrario – apuntó Benley.

Entonces Helen ofreció su vida artificial y su arma a disposición del sargento. Sus circuitos seguían una directriz lógica de pensamiento, y este era que o acabarían destruyéndola o se matarían entre sí si continuaban las discrepancias y disensiones, no solo por el hecho de que era una sintética sino por el propósito de su presencia aquí. Guardaron silencio los demás. Simo fue el primero en rechazar la idea.

Sargento: - Guarda esa pistola, soldado Helen. O yo mismo te patearé el culo y te la meteré por donde ya sabes. Basta de estupideces. No quiero escuchar una palabra más del asunto. Es una orden. ¿Primero nos deshacemos de ti, Helen? ¿Y luego? ¿Jane…Joe…Yo mismo? Demostrad lo que sois, quienes sois. Unos malditos hijos de puta. Sabéis lo que ocurrirá si os rendís. Ninguna oportunidad. Me conocéis, y penséis lo que penséis de mí, sabéis que no os mentiré. Tenéis miedo y entiendo que algunos estéis al borde de la desesperación. Os he oído hablar junto a las hogueras, preguntándoos la razón para seguir…por la esperanza de vida en un mundo seco y áspero como este. Yo os digo que tengáis fe. Haced de Dios vuestra razón para continuar y de la Fe una razón para vivir. *

Luego ordenó continuar en paralelo al abismo de la inmensa grieta, en dirección al este, hacia las montañas, que era el camino que había seguido en su día el río, conforme a las huellas grabadas en el terreno de las paredes del barranco. El combustible se agotó a los cuarenta kilómetros, cargaron con el equipo mínimo indispensable y paso a paso, siguieron andando, obligándose a mover sus piernas más allá del agotamiento físico y psíquico. No menos de treinta kilos llevaba a cuestas cada uno, a excepción de Joe y por supuesto Jane. En ocasiones habían soportado marchas largas con cincuenta kilos.

El más alegre, o menos pesimista era Sandro, tarareando obscenas canciones de campamento, combinándolas con las típicas que aprendías cuando entrabas al servicio:

- ¡Quién arrancará la cola al diablo! ¡Un marine! ¡Quien pateará a los rebeldes! ¡Un marine! ¡Besadme el culo y cantad conmigo! ¡¡Amén!! ¡Venga! ¿Cuál es nuestro dicho? “No hay misión demasiado peligrosa”.




Transcurrieron tres días más. El cauce del río se estrechaba algunos kilómetros o de pronto se ensanchaba. Torcía a derecha e izquierda, y la yerma llanura era interminable. Las noches frías, los días más que calurosos. Las piernas gritaban basta. Los estómagos rugían hambrientos. Jane no podía más y fue transportada por turnos por los demás. La fiebre de Joe no menguaba. Las conversaciones cesaron paulatinamente.

Cada noche, cada día, el sargento se esforzaba por mantener los ánimos y esperanzas.

Al día siguiente, cuando tan solo restaban unos sorbos de agua, cuando la luminosidad y el calor eran las más intensas del día, los prismáticos mostraron algo al este. Imposible. Lo que parecía que era no entraba en la razón natural de las cosas, en el orden establecido de las leyes de la naturaleza. Al menos las que conocía el hombre. Avanzaron, resecas las gargantas. Llegaron a menos de cincuenta metros de aquello. Se detuvieron. Joe echó a correr hacia él. Gritando con la alegría del enajenado que se entrega a su desvarío o la locura del desesperado que encuentra la tierra prometida. El sargento y Benley le llamaron, le lanzaron órdenes que no obedeció, que se detuviera.

Delante, el Independencia se alzaba en toda su majestuosidad y envergadura, con algunas secciones medio enterradas, el casco agrietado aquí y allá, metales ennegrecidos y dolorosamente brillantes, igual que un espejismo mentiroso para zarandear con burla insidiosa unas mentes ya castigadas por el desaliento y la certeza de una muerte próxima horrible e inhumana.

El Independencia.


Joe se encontraba a unos pocos pasos de él, cuando fue tragado por un velo invisible y desapareció de la vista de la diezmada compañía. Antes de esto, el equipo de comunicaciones de Helen se puso en marcha él solo, ruidos de estática, fragmentos de una voz femenina desconocida, hablaba en vuestro idioma pero no se comprendía lo que decía. Se quedaron sin habla casi todos. El sargento reaccionó:

- Helen, trate de comunicarse y aclarar que es eso. Ayúdala, Viviana.

- Pregúntale si tienen una cerveza – intervino Sandro.

Kaplizki miró al Independencia, la incredulidad cincelada en su reseca piel de un rostro harto fatigado.


OFF

* Esto lo he sacado de “Solo un peregrino”



Helen



Después del discurso de Simo, Helen llego a una conclusión lógica uniendo todo lo que él mismo había dicho; Simo Kolkka era otro sintético. Aunque no habría modo de comprobarlo hasta que estuviera a punto de morir, ya que en su propia programación lo negaría hasta la muerte. No tenía más que discutir con él tras esa sospecha tan irrefutable.

Se mantuvo en silencio todo el tiempo. En ese planeta sin nombre no había nada que no fuera hostil. Y la carencia de todo amenazaba con que tendría que subsistir con lo que tenía por un periodo indefinido. Había que ahorrar energía, o como decía Sandro... saliva.

Se ofreció la primera en transportar a Jane. Y calculo que de no suceder otra anomalía, Joe seria el próximo en morir y Dillon lo lloraría de nuevo, como de costumbre.

Y la anomalía sucedió. La nave Independencia estaba delante de ellos, semi-enterrada, como un recuerdo de una larga pesadilla vívida y real. Parecía llevar ahí días, ya que no habían oído el enorme estruendo y ninguna nube de polvo que debiera haber producido al colisionar con la tierra. "Esa nave no debería estar aquí" se decía a si misma mientras todavía tenia la boca abierta y la vista fija en esa creación de pesadilla. Una voz que al principio pensó era su conciencia la despertó del shock, trayéndola a la realidad y sacándola de los gritos, el calor y fríos intensos y el recuerdo de como una viga salía del panel de control atravesándole su propia rodilla.

Se dio cuenta que la voz procedía de la radio de campaña que llevaba a su espalda. Era parte del equipo que pensaba no tendría ocasión de usar. Había una forma de vida dentro de la nave Independencia. Y sus subrutinas emocionales le hicieron saborear el miedo. Utilizo la lógica, sabía que no había razón para sentir miedo. Era una maquina según Simo, y las maquinas no sienten decía él. Sin embargo su piel sintética sudaba profusamente y su corazón artificial movía su sangre como si estaría en plena maratón. Por no mencionar que sus piernas se negaban en redondo a acercarse un metro más a la nave. No, eso no la ayudaba en lo más mínimo. Tenia que pensar en otra cosa... algo que la ayudara a mover un pie y luego otro, algo que la sacara de esa parálisis extraña. Recordó al coronel, recordó las palabras del sargento; ¿Quienes somos? ¡Somos marines, lo más duro del universo! Recordó que había sonado la radio, y el sargento le ordenó que tratara de comunicarse junto con Viviana.

- Aquí Helen del grupo Sigma 5 de la Tierra. ¿Quien hay al otro lado? ¡Identifíquese por favor! Corto.

Notó la boca reseca de no haber bebido nada desde hacia horas.

- Somos soldados, podemos rescatarla. ¿Dónde se encuentra?

La pregunta era una perogrullada puesto que sabía que procedía de la nave Independencia. El siguiente paso lógico era volver a explorar la enorme nave.

- Sargento, no contesta o resulta ininteligible lo que dice. Creo que en esta ocasión deberíamos hacer caso a Simo y desplegarnos en parejas buscando a quien sea esta ahí dentro. Por otro lado, ahora tenemos algo más que horas para hacer volar esa chatarra. Siempre que no nos molesten hormigas o mosquitos, claro. Así que habría que asegurarse de que los motores y la computadora pueden volver a la vida.




Dillon Frost


Las palabras de Balsani no le agradaron. De todos los allí presentes él parecía ser el único que demostraba que sus compañeros caídos serían recordados con dolor y pesar. Intentaba sobreponerse a ese dolor. Hasta el momento las muertes de sus camaradas no le habían hecho dudar como soldado o médico. Había estado ahí todas las veces que se le había necesitado. La sombra de la pérdida seguía rondando su cabeza, no obstante esta no afectaba a sus acciones. Así que ¿Que narices estaba diciendo ese pobre diablo? La conciencia de Dillon se hundió un poco más en su mente y su oscura mirada taladró a su compañero. No merecía la pena. Mantendría la calma. Siempre la mantenía. Pero que le dijesen que era una niñita exploradora...había dado lo mejor de si mismo. Intentaba mantener una moral. Había ánimo en sus palabras y esperanza en sus labios. Los músculos de sus brazos se tensaron. Él también tenía un límite. Igual que una cuerda que se tensa demasiado se puede romper, él también podía caer...estallaría de esa manera o dispararía un misil, quien sabe. Quizás algo peor. No, eso jamás le pasaría a él. Demasiado sombrío, demasiado calmado, como un yacimiento oculto de petróleo. Nada podía dañar su mente. "Deja de hundirte en tu miseria"...Apretó los dientes, cerró los puños. Era igual que observar a un gallo de pelea erguido sobre sus espolones. Lo dejó, se controló. Siempre era así.

-Al menos si se me acaban los tranquilizantes podemos calmarnos un poco usando al soldado Balsani como saco de boxeo.-Escupió al suelo. No escuchó nada más. Se alejó un poco de todos. Helen y Simo discutían. Helen no pretendía ser un problema. Resultaba serlo. No era culpa suya. Pensó si su vida valía tanto como la de los demás. De tener que elegir entre Helen y Simo, por ejemplo....Esperaba no verse nunca en una situación así. Debía salvarlos a todos. No era su guardián, no era mejor que ellos ni tampoco estaba mejor preparado. Solo era un médico, un guerrero, perdido en medio de ninguna parte buscando algo que puede que ni existiese.
Vio la reacción de Helen. Quería que le pegasen un tiro allí mismo. Genial, fantástico...solo que aquel sacrificio carecía de importancia porque cualquiera de sus compañeros preferiría morir antes que matar a uno de los suyos. Máquinas, mujeres, marines...incomprensible.

Siguieron juntos. Bien. Tuvo la sensación de que era una de las pocas decisiones que habían sido tomadas de forma inteligente. Las demás era evidente que habían sido una mierda. No había nada más que ver el lugar en el que se encontraban. Siguieron hasta que el combustible se agotó. Cogieron lo imprescindible. La vieja Bettsy no debía pesar mucho con el tanque de combustible a medio llenar. Se la echó al hombro. Eso le reconfortó. Revisó su instrumental médico, el rifle y la pistola.

-Listo para un paseo por el Infierno.-Se acercó varias veces a Jane para preguntar sobre su estado. La animó. Igual que a Joe. Con este era más difícil.-Encontraremos una manera de solucionar lo de tu brazo cuando salgamos de esta. Las prótesis cibernéticas entran dentro del seguro.-Por lo demás, caminó solo, a un lado, siempre vigilante. Ahora mismo no quería mezclase con sus compañeros más de lo necesario. Necesitaba descansar de ellos. Eran la pandilla de cabrones más insoportable que había conocido. Eran su familia.
Sandró cantó. Eso mejoró su humor. "Si sigue así no tendremos que esforzarnos en buscar agua. Lloverá". Pero el clima era demasiado seco. No había humedad en el ambiente. Una vez había conocido a un zahorí que podía encontrar lagos subterráneos solo con un palo. ¿Qué le había pasado?¿Se había quedado en Vigoon-7 o le habían volado la cabeza durante la guerra de los Zar? Demasiado tiempo en la compañía. Estaba acostumbrado a al cansancio, al dolor, a la pérdida, la muerte rondándoles. Se unió a Sandro por inercia. Su voz no era melódica. Era igual que tocar un violín con el cuchillo de combate. Si escucharles cantar a los dos no desmoralizaba a los muchachos nada podría, ni siquiera esa tierra estéril.

Los días caen, las noches son abatidas. ¿Qué les deparaba el mañana? Cesaron las conversaciones. Solo habló en una ocasión. Todos estaban acostumbrados a su actitud reservada y taciturna. Él no se acostumbró al silencio de los demás.
-Una vez me encontré en una situación peor. Mucho peor.-Aún lo recordaba en sus peores noches. Dientes que contenían más dientes. Una boca dentro de otra boca. Había más horror en el universo que la que les ofrecía aquel lugar.
No pasó nada. Al cuarto día vieron el Independencia. "Estoy loco", pensó. Los demás también lo veían. "Una alucinación de grupo". Helen, también lo veía. Era real. REAL. Aquella palabra le sacudió el rostro como una bofetada. ¿Qué lógica tenía aquello? ¿Pero el Independencia no había sido...? Buscó una explicación. La ciencia, no lo entendía, la lógica, no le servía. ¿Qué era aquello?¿Algo real?¿Un delirio colectivo? Joe no se contuvo. Corrió hacia la nave y desapareció. "Tendré que empezar a atar a mis pacientes con una correa". En aquella extraña situación solo se le ocurrió decir algo.
-Ahí tiene su fe, Sargento.-No era hombre para las palabras. Helen intentaría contactar con los de la nave.-No les digas...-Intentó decir. Ella ya se había adelantado.-...quienes somos.-¿Por qué había dicho aquello? No había nada de malo en que Helen se identificase. ¿No? No, salvo que en esa nave hubiese algo que escapase de toda comprensión. Fantasmas, reflejos, espectros. Su mente vagaba de un lado a otro entre el mito y la ciencia. Había visto cosas que pensó que no existirían. ¿Qué habría en el interior de esa nave?¿Otro pilar de la lógica que se viene abajo?

Analizó la situación. Joe estaba dentro. Afuera solo había sed, hambre, muerte. Tenían que entrar.

-Alguien debería ir a por Joe.-Ya se estaba movilizando.-Necesitamos nuestra nave. Si esperamos, si nos quedamos, si observamos...nos moriremos de sed, nos cansaremos más.-Se detuvo antes de empezar a correr. Protocolo.-¿Sargento?¿Qué le parece? Tengo un paciente que encontrar.-No podía dejar que le hiciesen más daño a Joe. Aunque en el fondo de su alma lo que quería hacer era adentrarse en aquel misterio y desvelarlo o terminar de volverse loco.
Tendría listo el lanzallamas. Se acercaría a la nave con cautela, igual que si intentase abordar una nave enemiga. Estaría atento, sería cauto. No quería freír a los que estuviesen dentro si estos no eran hostiles. Si veía a alguien le diría "Venimos en son de paz". Una frase genial. Solo faltaba que le creyesen. Entraría en el Independencia por una de las escotillas y luego...la razón y el alivio o la locura y la oscuridad.

*Dillon esperará la respuesta del sargento. Si este da el visto bueno, avanza. Sino lo hace pero algunos de sus compañeros le apoyan en su decisión de entrar cuanto antes en la nave del misterio, avanzará igual. Si nadie le apoya...o, vamos, ¿nadie quiere ver lo que nos espera dentro?...xd




CARLO BALSANI


Las miradas de desapropiación de sus comentarios eran obvias, se las esperaba. Quien era él para decirles como actuar, ya eran mayorcitos y tenían sus propios pensamientos. Tres días de sol candente, arena hasta por debajo de la lengua, y la maldita incertidumbre de saber qué les deparaba el futuro. Recordaba que los nómadas del desierto usaban una técnica para poder mantener la hidratación de la piel, usar tres prendas para conservar la humedad circulando por el cuerpo, pero de qué serviría eso ahora con casi 40 kilos de equipo a las espaldas y sin agua suficiente para sobrevivir.

"Saldremos de esta tengo que volver a verlas aunque sea una ultima vez, tengo que hacerlo por ellas"  -se dijo, recordando a sus hijitas.

Las noches eran un verdadero glacial y los días un infierno. Al cuarto día se aparece una alucinación que todos creemos al principio que es, pero al hacer la observación Helen descubrimos que el Independencia es tan real como nosotros. ¿Que diablos es esto, un juego de muy mal gusto, o solo una ironía del destino?

- Sargento, tendremos que explorar la nave. Tal vez haya algunos bichos dentro que tengamos que sacar para poder investigar con toda calma. Pido su permiso para poder entrar en reconocimiento, Señor"



Anexo


Sin lugar a dudas, la comunicación se trataba de ondas hertzianas, radio. Helen y Viviana trataron de eliminar interferencias pero la estática era horrible y los chasquidos constantes. La marine artificial supuso que procedía del interior del Independencia y añadió algo más sobre las computadoras y motores. Optimista.

El mensaje que se recibía parecía un pulsar, una emisión constante y repetitiva, solo era inteligible lo siguiente de una repetición a otra: “ Laboratorio…Refugiados…Mineras…terrible…epide…infección…Evacuación…”.


Dillon y Carlo se ofrecieron voluntarios. La respuesta del sargento, que no apartaba los ojos de la nave, fue rápida:

- La opción no parece otra verdad? Necesito dos voluntarios, pero no serás tú uno de ellos, Dillon. No por ahora. Ni tú, Carlo. Creo que el calor no te sienta bien, hijo. Échale un vistazo, Frost.


El sargento se giró y miró al médico. Sabía que a Dillon le había sentado como una patada en cierto sitio los comentarios de Carlo. Miró al hombre de color como diciendo “ no me causes más problemas, chico, tengo suficientes”.

- Que entre la maldita androide – propuso Anette, mordiendo cada palabra.

El sargento la fulminó con la mirada. Anette murmuró un quedo “perdón, señor”.

Benley:- Cierra tu puta boca, Anette.


Sargento:- Creí que estaba zanjado este tema, soldado.


Anette:- No se repetirá, señor. Pero no me pida que tenga tratos con eso. Es repulsiva.

Sargento: Entonces ni una palabra más. Helen permanecerá aquí también, mientras esperamos.





Dillon Frost


Las palabras captadas por la radio le sonaban a deja-vu. No quería pensar en eso. Solo entrar y ver. Correr el riesgo. ¿Por qué no? Joe estaba adentro. Mejor morir buscando una respuesta que esperar fuera a que aquella tierra inhóspita acabase con él. El sargento se negó. Pensó en desobedecer, en saltarse las normas como Rivers. No era Rivers. Asintió.

-Como quiera, señor.-No era la fórmula más adecuada pero dejaba claro que aún seguía siendo militar. El sargento le miró de forma inquisitiva. Siempre había sido así. A pesar de su aspecto y su comportamiento extraño no era un sádico ni un loco por completo. Se acercó a Carlo para "examinarle". Esperó un momento al ver como su compañero contemplaba un relicario. Claro, tenía familia. Dillon sabía lo importante que era eso. O lo supo hace tiempo. Los marines eran su familia. Eso estaba bien hasta que llegaban los días de permiso. Carlo tenía una familia de verdad. Él siempre se quedaba en el cuartel.
-Volverás a verlas.-Empezó diciendo. Buscó entre sus cosas y sacó una de sus cantimploras repletas de un licor bastante fuerte que, según algunos, había confeccionado con queroseno, pólvora y vodka.-Brindo por eso.-Dio un trago corto. Luego le ofreció a Carlo.-Por la supervivencia...-Esperaba que aceptase. Sacó también dos cigarrillos, le tendió uno a Carlo, los prendió con su encendedor.-Saldremos volando en ese viejo cacharro tarde o temprano. Ya lo verás. Aunque me pregunto como es que hemos tenido tanta "suerte" de toparnos con él cuando este maldito planeta debe de tener un tamaño considerable...-Cogió los binoculares y observó.





Helen



Cuando Helen había calculado que no se produciría cambio alguno con la comunicación, se oyó un mensaje más inteligible;

"Laboratorio…Refugiados…Mineras…terrible…epide…infección…Evacuación…”.

Como una losa de lapida que le cayera encima la sencilla relación, unida a los recuerdos vividos en la nave la dejaron de nuevo petrificada. El sargento pidió dos voluntarios y Anette sugirió con todo su cariño que fuera "la androide". A punto estuvo de ir y tirarle de los pelos, pero aun le duraba el shock y una parte de ella dio gracias por ello.

Como era de esperar, Dillon se ofreció voluntario. Y como era de esperar el sargento la rechazo. También era de esperar que el sargento siguiera desconfiando de ella, y también la descarto como voluntaria diciéndole;
- ...Helen restará aquí también, mientras esperamos.


Sucedió una lucha interna dentro de la piloto. Helen no quería esperar, y Ghost no quería desobedecer ni crear problemas ofreciéndose. Lo lógico habría sido que mientras esa lucha interna sucedía, saliesen los dos voluntarios acabando su problema. Sin embargo en esa ocasión, Ghost cedió y Helen hablo:

- Creo, señor, que habiendo una infección ahí dentro, lo lógico y practico seria enviarme a mi. Desconozco como me pueden afectar la posible infección si la hubiera. Pero desde luego, los virus orgánicos veo complicado que me afecten. Por el bien del grupo, creo que yo soy la persona perfecta para entrar ahí dentro.

Estuvo pensado en sugerir al otro voluntario, pero eso a buen seguro habría sido una manera de acrecentar la desconfianza del sargento, así que mantuvo la boca cerrada.



Jake Rivers


Siguen avanzando y avanzando. El demente de Sandro empieza a cansar, era más o menos previsible, pero es más raro ver a Dillon hacerlo también. –Perfecto, ahora somos exploradoras vendiendo galletitas- piensa mientras sigue avanzando. Al cabo de un rato ya no le parece tan mala idea, evidentemente no va a acompañarles, pero escucharles hace que piense en lo mal que cantan en lugar de en lo jodidos que están.

Él se entretiene revisando el rifle una y otra vez. Sabe que siempre va a estar bien, pero es un pasatiempo bastante sencillo y laborioso. Quizás ponga un poco nerviosos a los demás… mientras no se quejen no habrá problemas.

Cada paso que dan puede estarles acercando más a la muerte, eso es evidente. Si muriesen ahora… todos estos meses, años incluso, habrían sido completamente inútiles. Para el cuerpo de marines no, claro está. Ellos han cumplido cada miserable misión que se las ha asignado hasta hoy mientras sus compañeros morían. Alguien debería poder regresar a casa, al menos para poder decir que la compañía Sigma 5 existió, algo más que alguna anotación estúpida en una estúpida base de datos del estúpido cuerpo de marines.
Además, se propuso dar con los bastardos que ayudaron a construir esa bomba. Si lo consigue van a desear haber acabado aquí, porque va a hacerles suplicar la muerte antes de concedérsela. Al menos ese es el plan. La realidad podría ser bien distinta. Sin agua morirán todos. Se pregunta si Ghost también morirá, o si lo hará al mismo tiempo. Supone que tardará bastante más. No sirve de mucho consuelo.

Dillon afirma haberse visto en una situación mucho peor que esta. –Claro que si. Somos marines, esto es solo un paseo por una roca desierta. Nos hemos visto en situaciones peores - Admitir que probablemente morirán todos por inanición es algo que Rivers jamás va a hacer. Mientras sigan vivos no le parecerá la peor situación posible. Hoy por hoy eso es todo lo que necesita saber.

Tras una larga caminata aparece allí la nave, la independencia –La jodida independencia- piensa mientras la observa, quizás boquiabierto. No puede ser, fueron en direcciones opuestas, la nave no pudo caer aquí sin más. Sin embargo la está viendo, y no es el único. Todo esto es demasiado raro, debe haber una buena explicación científica. No le importa, si sobreviven ya buscarán a alguien para que se la de. Lamentablemente Joe es el primero en reaccionar… y en desparecer. Eso ha sido demasiado raro. Dillon solicita permiso para ir de inmediato mientras Helen intenta comunicarse. Pero ¿comunicarse con quien?, ellos son la tripulación de la nave y no están dentro. Aún así alguien, o algo (una grabación) responde. También responde el sargento negando la petición de Frost.

-Yo iré. No soy médico ni estoy loco… al menos no por los efectos del sol- Revisa el rifle una vez más – Y quien sabe, quizás pueda llegar al arsenal una vez más - dibuja una sonrisa de oreja a oreja en el rostro. –¿Alguien más se apunta?-

Sea quien sea, o si no hay nadie, avanzará tan precavido como siempre. Moviendo cabeza y brazos a la vez para mirar siempre hacia donde apunta y buscando los mejores sitios posibles para no ser atacado con facilidad. No debe quedar nadie allí dentro, pero la transmisión de radio es tan real como la propia nave, alguien debió activarla.



Simo Kolkka


Benley zanjó la discusión rápidamente. Aquel debate no sería bienvenido de ahora en adelante. No entendía por que el oficial al mando ni siquiera preguntaba a la sintética de quien recibía órdenes. O tenía por seguro que estaría programada también para mentir sobre eso, o ya sabía quien pagaba al geek de turno. Frustrante. Al menos para eso estaba entrenado. Su plan fue descartado, y empezaron la marcha por el desierto.

- Como la caminata dure 40 años, lo cosa se va a poner fea...- hizo una pausa.- Me estaba preguntando... Helen, ¿traéis de serie opción para sacar una sombrilla de la cabeza, o algo por el estilo? No creo que hubiera mejor momento para usarlo. Perdón señor.- dijo antes de que Benley lo reprendiera.

Fueron sus últimos comentarios por el momento, a no ser que algún compañero quisiera entablar una amena conversación. Había que conservar fuerzas. Se preguntaba cuanto aguantaría caminando con el cansancio acumulado hasta entonces, el hambre y la sed. O lo que era mejor, cuanto aguantarían sus compañeros. Y al tercer día, a la unidad le tocó premio. Un premio hecho por alguien con un sentido del humor bastante macabro. Pero premio, al fin y al cabo. Joe optó por lanzarse como loco. El resto esperó. Perdieron de vista al marine, y recibieron una transmisión.

- Como esté en francés, y el mensaje se repita todo el rato, pienso azuzar a Rivers para que use el SADAR.

La sintética tardó poco en identificar al grupo, y en suplicar. Además invocó su plan. En aquel momento era una buena opción, que habría resultado errónea. Ahora no entraba siquiera en la categoría de plan, pero lo pasó por alto. Se sentía un poco incómodo al estar delante de sitios desconocidos con cobertura para albergar a 10 veces más francotiradores de los necesarios para matarles a todos antes de que escucharan el primer disparo.

- Espera Helen. Aprovecha a decir las coordenadas donde estamos, tomando como referencia su nave. Así podrían dispararnos sin tener que abrir los ojos. No es cuestión de andar molestando a la gente.

El sargento pidió voluntarios, y después de que excluyeran a tarados, sanitarios y freidoras, quedaron pocas opciones, a parte de Rivers.

- Me apunto. Me perdí la primera excursión. No quiero que vuelva a pasar. ¿Te importa hacer de guía?

Simo echaría un vistazo con la mira telescópica para ver los alrededores antes de empezar a moverse. Después, seguiría a Jake, dos metros por detrás de él. Iría con el M42A automático. Sería gracioso disparar la escopeta teniendo delante a su compañero, pero era una diversión que prefería reservarse para otro momento.

martes, 27 de marzo de 2012

Hay muchos traseros que patear 23



Simo se encargo de las pocas hormigas voladoras que acosaron al blindado, el resto quedó atrás, abandonando la persecución, tal como había imaginado Rivers, vencidas, frustradas, sabedoras de que aquel enemigo resultaba demasiado duro de roer. Apareció un nuevo elemento de tensión, el conocimiento de que Helen era una sintética. Dieron su opinión, unos con palabras, otros con gestos y actitudes. Era una posibilidad, en cualquier equipo de marines resultaba común que hubiese uno de ellos, les habían entrenado para interactuar con tales máquinas, sin embargo no resultaba fácil para la mayoría. Menos todavía si la circunstancia no era conocida. Era una especie de infiltrada para suministrar información al mando central o a alguna compañía. Nadie quiso señalar tal cosa ni echar más leña al fuego.


El M577 avanzaba hacia el norte en un terreno seco y áspero, entre cortinas de arena y polvo, ráfagas furiosas de viento que no cesaban en su intensidad. Los marines se mantenían en silencio, vigilantes, ocupados con los heridos o revisando las armas y equipo. Incluso Sandro no volvió a abrir la boca. El sargento ignoró la irónica petición de Dillon. Rivers dormitaba, el sedante hizo su efecto rápido. Helen dio sus razones, no convenció a todos. Sandro le contestó algo así como que era una lástima que no estuviese programada para echar un polvo, no sabía lo que se perdía. Viviana trabajó con manos temblorosas, luego su pulso se hizo más firme. Se detuvo en una ocasión, su mirada perdida en otro lugar, otra idea. Tal vez reflexionaba acerca del comentario de Helen, dejarla fuera de juego como chatarra. Siguió hurgando en el amasijo de cables y órganos artificiales, todos allí eran necesarios. Cuestión de supervivencia. Pidió ayuda a Dillon. Anette ni siquiera se acercó, su expresión huraña y asqueada lo decía todo. No le gustaba.

Alcanzaron la escabrosa zona rocosa, torcieron al este siguiendo sus estribaciones irregulares. Se trataba de unas pequeñas elevaciones basálticas que dominaban toda aquella zona. Los radares no señalaban vida alguna. Treinta kilómetros al este encontraron un paso. Luego, una altiplanicie sin límites abarcaba el horizonte en su totalidad. Al poco el sargento ordenó pasar la noche al abrigo de las rocas. Serena despertó, saludó a todos, su tez cenicienta, sus labios pálidos; su interior destrozado. Frost lloró de nuevo por dentro. No era culpa de él, sin embargo se martirizaba a sí mismo. Serena habló poco, sabía que se moría, mostró entereza hasta el final, lo hacía con una hoja de servicio irreprochable e inmaculada, estaba entre amigos, su familia. Escalofríos de sudor frío la sacudían y murió después del mediodía. La enterraron a ella y Baltasar juntos.

Se dirigieron al norte durante dos días. Rivers mejoró, era dueño de nuevo de su cuerpo, hizo la última guardia. Estaba listo para entrar en combate una vez más. Una venda cambiada a diario protegía la herida de su pierna. Helen también se recuperó del todo, un poco antes. Cerraban sus heridas y su cuerpo funcionaba al cien por cien, tan solo le quedó una ligera cojera. Anette no le hablaba, era la más reacia de todos a aceptarla, un brillo de rechazo destellaba en su mirada; el sargento, igualmente en mejor estado, no las colocó nunca en la misma vigilancia, las mantenía en quehaceres separados.

No hubo rastro de hormigas ni de otra cosa. Nada vivía ni crecía en aquella llanura yerma, aparte de piedras y rocas. Las noches fueron tranquilas y frías, muy frías, rozando el bajo cero. Montaron las tiendas, cubrieron con las tres unidades centinelas y los dos campos de fuerza portátil el perímetro. Entonces el viento menguaba, para acallarse en un ligero suspiro helado. Al alba regresaba con la furia del que despierta de un sueño impuesto soplando constantemente durante todo el día, arrastrando partículas de polvo y tierra que irritaban los ojos y la nariz, obligando a llevar las gafas y máscaras, incluso a veces el casco completo. Día de luz crepuscular, cubierto el cielo siempre de terrosas nubes que solo dejaban traspasar tímidos rayos de sucio ocre. Un manto perenne que impedía a aquella tierra que nunca viese su sol, aunque sentía su calor abrasador con temperaturas diurnas cercanas a los cuarenta grados.

La tercera jornada el sargento ordenó soltar las esposas de Sandro. Este, aparte de su vocabulario soez intrínseco a él, no volvió a mostrar signos que obligaran a mantener su estado actual. Hizo las penosas guardias nocturnas y se cuidó de las tareas más duras, mascando chicle y cantando sus particulares tonadas. Kaplizki ordenó a Dillon y Rivers que no le quitasen un ojo de encima. Jane, la única pasajera del rescate del Pegasus V, mostraba una mirada huidiza, asustada, a pesar de los intentos por tranquilizarla, tenía colocadas sujeciones en mandíbula y nariz, poco podía hablar, apenas conversaba con los hombres, prefiriendo la relación con las chicas a pesar de que estas también le atemorizaban. Se encontraba fuera de lugar, más perdida que ellos mismos. Llevaba el brazo en cabestrillo, varios moratones en la cara y cardenales repartidos por el cuerpo. La fiebre de Joe terminó, pero no su carácter hosco y malhumorado, olvidándose de todo y todos mientras miraba su muñón vendado y dejando caer varias veces que se pegaran un tiro, era lo mejor y más sensato, y terminasen de una vez con este estúpido viaje a ninguna parte.

Cuatro días ya. El agua, en otros cuatro días, racionándola todavía más, se agotaría; la comida también. El combustible del blindado previsiblemente pronto. Cuatro días en aquella desolada tierra, un páramo azotado por el bramido del viento incansable. Un planeta que descubrieron era un cuarto más pequeño que la Tierra, con un movimiento de rotación de menos de veinte horas, y que tal vez fuese la tumba de todos, el postrer destino de la unidad Sigma-5.

Antes de la caída de la tarde del quinto día, el rabioso aire arreció en su empuje, temiendo que de nuevo acabase en tormenta de arena. Al este, lejísimos, destacaban unos picos como fantasmas inalcanzables. El combustible del M-577 era mínimo y sus radares y sonar señalaban al frente una amplia brecha en medio de la interminable llanura. La alcanzaron y el grupo, labios y ojos resecos, piel agrietada y levantada, miraron la bastedad de la fisura: igual que un gigantesco cañón partía en dos la planicie sin vida, de este a oeste, sin apreciarse su inicio y final en ninguno de los dos extremos. El radar del blindado indicaba que su anchura oscilaba, en un radio de veinte kilómetros, entre los catorce y dieciséis kilómetros. El barranco descendía anguloso, en vertientes pronunciadas de cantos afilados, hasta una profundidad que calcularon, bajo la luz menguante, de dos mil metros. Abajo, la superficie se apreciaba compuesta de elevaciones menudas, enormes rocas, y depresiones múltiples. Estimaron que llegar al otro borde, les podría llevar tres días, uno para bajar, quizá menos, otro para cruzarla y un tercero en la escalada. Viviana se dejó caer, desalentada. Varios maldijeron. El blindado les podría llevar un poco más hacia el oeste o este, siguiendo el margen del precipicio, quizás para encontrar una zona más estrecha o un posible paso. O todo lo contrario, nadie podía saberlo. También podían continuar por el lecho de lo que parecía haber sido el cauce de un enorme río en otros tiempos sumidos en el olvido del pasado remoto. Qué importaba, existían varias opciones y caminos, sin ningún destino.

El sargento, algo menguada su capacidad física por las heridas pero no su espíritu luchador e inquebrantable, observó la geografía en derredor con rostro ceñudo, impasible, sin la más mínima muestra de desfallecimiento. Usó luego los prismáticos. Ni él ni otros encontraron próximos esas esperanzas.

- Levántate, soldado – ordenó a Viviana – Los demás, atended. Pronto nos quedamos sin el M 577. Deberemos cargar con el equipo. No es necesario que os diga lo que es o no imprescindible.

- ¿Para qué tanta molestia y sufrimiento, sargento? Estamos muertos – le interrumpió Joe-

Kaplizki lo estrujó con su férrea mirada.


- ¿Te llamas marine, Joe? El ADN básico del veneno de aquellas hormigas era semejante al de las que todos conocemos. Aquí debe haber algo. En algún sitio. Y llegaremos. La situación es crítica, sin duda, sería estúpido negarlo. Pero tenemos un corazón y fuerza en nuestros brazos. Si uno solo lo consigue, será como si todos lo logramos. Trabajaremos juntos, como siempre, para conseguirlo. No quiero lloros de niñas.


Cinco días. Era marines, sí, pero también hombres y mujeres. Y un sintético. ¿Cuánto aguantarían? ¿Cuándo el cerebro de alguno diría basta?





Helen



Cuando Ghost puso de nuevo sus pies sobre suelo del blindado después de que Viviana la hubiese operado, sintió la cojera. "No está nada mal para la primera vez. Podría haberlo echo peor," pensó aunque mostró la alegría que sentía por sentirse operativa de nuevo. Le dio las gracias sinceramente dado que era consciente Viviana no lo había echo de muy buena gana. Algunos le ponían morros, pero había calculado que era algo intrínseco en sus caracteres humanos cuando han de tragar con algo o alguien de mala gana. Rivers también parecía haberse recuperado. Era el primer paciente que no se moría en manos de Frost. Era un buen augurio, aunque otros dos marines (Serena y Baltasar) tuvieron que ser enterrados.

Mientras iban en el blindado Helen disfruto como si se tratase de un agradable paseo. Con su gorro tejano y sus gafas de sol solo echaba en falta una pastilla de chicle. Viviana, como siempre, les trajo a todos a la realidad con su dulzura habitual. Les contó las malas noticias tan crudas como eran. Todo se acababa, provisiones y carburante. Y con ello las esperanzas de vida de todos se reducían dramáticamente. El radar del blindado anunciaba que hasta donde llegaba la vista seguía sin haber rastro de ninguna forma de vida o de agua. Ciertamente era preocupante. Helen cargo con su equipo, ayudando a Jane con su parte.

Joe era la alegría del grupo. Siempre recordándoles a todos las pocas esperanzas de vida que había y sugiriendo la salida fácil para todos. En una ocasión Helen no se contuvo, le dio un puñetazo junto con un "cállate de una puta vez con eso". Afortunadamente, solo era él el único que pensaba de forma tan pesimista en voz alta.


Kaplizki hablo a Joe de la similitud del veneno y de las hormigas. Ghost disentía ligeramente. Ciertamente el veneno era una solución ácida que agarrotaba los músculos o corroía el platino y cobre, elementos conductores eléctricos de su organismo. Sin embargo aquellas hormigas solo se parecían en apariencia a las terrestres. Las terrestres no ven formas definidas, sino formas amorfas siendo por ello que funcionan principalmente gracias al olfato con sus antenas. Las terrestres no oyen ningún ruido y mucho menos tienen capacidad de chillar, las de aquel planeta parecían ser hipersensibles al ruido y los temblores. Sobre el olfato de aquellas, Ghost tenia sus dudas de si no funcionaba en absoluto, o si estaba hiperdesarrollado capas de discernir un olor por muy camuflado que estuviese. Por no mencionar que el sistema de comunicación de las hormigas terrestres es en base a olores. Eran diferentes, no le cabía duda. Sin embargo era obvio que no tenían que ser la única forma de vida.
- Creo que lo más lógico seria seguir la corriente del río. En la Tierra los ríos se unen a afluentes y terminan desembocando en el mar. Claro que eso nos puede costar varios días. Sin embargo, de haber alguna forma de vida más, habrían echo su hábitat cerca del río. Es posible que haya animales como... no sé cocodrilos, capaces de vivir sin agua semialertargados semanas aunque el agua sea su hábitat habitual.



Dillon Frost


Viviana lo hizo. Por compañerismo o necesidad. Curó...no, arregló a Helen. Le pidió ayuda. Intervino. Aquello le resultaba frío, extraño, nada que ver con la medicina sino con la mecánica, la biotecnología y con otras ramas de la ciencia de la que no tenía ni idea. Ayudaba a una compañera. Era lo único que necesitaba saber. Atendió a las lecciones de Viviana y observó con ojos de aprendiz lo que hacía. Si Helen resultaba herida puede que Viviana no estuviese a mano. Debía de cuidar de los miembros de su escuadrón. Debía adaptarse a las nuevas verdades que iba asimilando. Unos estaban muertos, otros desaparecían, Helen era una sintética. El agradable teatro del mundo, tan perfectamente hilvanado por Dios que cuando la trama empezaba a decaer aparecía un nuevo suceso que la hacia puñeteramente interesante.
Pasaron la siguiente noche en las rocas. Las hormigas se habían ido, espantadas por Simo. Se mantuvo en silencio, distante, como siempre, contemplando con melancolía aquel cielo...esperando ver alguna estrella que le resultase familiar. Al rato dejó de buscar y sus ojos contemplaron la oscuridad. Se durmió.

Despertó. Serena se moría. Decía adiós. La cogió de la mano. Su vida era algo que no podía atrapar. Otra más. Dictó la hora de la muerte. Baltasar se unió a ella. Los enterraron en aquel suelo tan duro, tan lejos del hogar. Hubiera deseado algo mejor. Alguna lápida, alguna cruz, algún...símbolo. Una bandera, una medalla. Algo que no fuesen unos pedruscos amontonados en ninguna parte. Se quedó hasta que los demás se fueron marchando. Entonces restó solo ante sus tumbas.

-Os he fallado. Una vez más, le fallo a la compañía. No me lo tengáis en cuenta. Al final arderé más que todos vosotros.-Se puso en pie. Lágrimas secas acudían a sus ojos.-La llamada de la naturaleza.-Dijo a sus compañeros. Buscó un lugar donde guarecerse de sus compañeros, algo lejos pero dentro de un perímetro de seguridad. Apretó los dientes y empezó a golpear una roca con el puño enguantado.- ¡Joder! ¡Mierda! ¡Puta mierda! ¡Joder!-Se calmó un poco cuando empezó a pensar que un doctor de una compañía de marines era igual de útil que una piñata vacía si se rompía la mano. Volvió con sus compañeros. Había tardado demasiado, quizás le habían oído gritar.-Era un pez bastante grande....

Los días pasaron sin apenas darse cuenta. Rivers volvía a estar operativo. Lo examinó.

-Parece que tu organismo ya ha liberado por completo las toxinas de nuestras nuevas amigas. Ahora puedes volver a luchar, y a gritar, como antes. No sé si eso nos favorece...-Una broma. Sin sonrisas, seca como un guantazo en un día triste de otoño. Helen también estaba bien. Se alegró. No dio diagnostico. ¿Qué se supone que tenía que decir? ¿Operativa al 90%? Demasiado complicado.-Tienes buen color, Helen. No lo pierdas o terminarás como yo.-Otra broma. ¿Por qué no? De todas formas iban a morir. Mejor hacerlo con buen humor.
Soltaron a Sandro.

-Eso si que es un chiste.-El sargento lo decía en serio. Genial. Rivers y él harían buena pareja. Se acercó al recién liberado.-Cuida un poco esos modales Sandro y evitaré meterte un supositorio del trece en la siguiente inspección médica. Contente un poco, hombre, y cuando alguna de esas cosas te agujereen en cuerpo estaré allí para echarte una mano. Por desgracia sigo sin poder hacer nada con esa sonrisa tuya.-Se permitió mostrar una débil sonrisa.
Pasaba tiempo con Jane.

-Todo saldrá bien.-Solía decir.-Las hemos visto peores y hemos salido adelante.-Mentía. Peor que aquello. Bueno ¿Acaso Rivers no había disparado dentro de la nave con un...? Mejor olvidar eso. Olvidar que Helen era una sintética, que Sandro había intentado matarlo y que Rivers estaba zumbado sin necesidad de enfermedad especial. Que grandes compañeros tenía. Joe, siempre animado, decía que le pegasen un tiro.- ¿Nadie a traído unas maracas?-Fue su primera respuesta. Helen terminó por pegarle. "Eso no la ayudará a recuperar la confianza que ha perdido con los demás".
Se estaba acabando todo. Incluso la paciencia. ¿Y la esperanza? No, de eso siempre había. Alguien debía mantenerla. Al quinto día el sargento les explicó las opciones. Joe se quejó. "Estamos muertos, estamos muertos. No, Viviana, Baltasar, Miguel...ellos están muertos. Nosotros no". Dijo otra cosa. Un reproche o recordar a aquellos que ya no estaban no ayudaría a subir la moral de aquel hombre.

-Aunque el mundo se acabe, un marine camina más allá. Si hay un río, lo vadea, si hay un precipicio, lo salta. Una montaña, la escala, un enemigo, lo abate. Seguiremos adelante.-Había que decidir las opciones. A él le daba igual. Era jugar, una puesta, el azar. Lo mismo daría un camino que otro. Si por él fuese, tiraría un palo al aire y que eso indicase su camino. Lástima que no hubiese árboles.-Si, las hormigas de aquí se parecen mucho a las terrestres. Arden igual.-Meditó. Helen habló. Asintió ante sus palabras.-Eso ha sido inteligente.-Nada más. Era un buen camino. Sutilmente mejor que los demás, alimentado por lo que  la piloto había dicho. Ese estaba bien.

Su apuesta había sido hecha. ¿Cuántos más perderían la vida por eso?





Jake Rivers


Finalmente su cuerpo vuelve a ser suyo. Aún se siente fatigado mientras comienza a andar, incluso le cuesta cargar con una simple arma. Las primeras horas de movilidad son demasiado duras, cómo si su cuerpo hubiese olvidado la forma correcta de hacer las cosas. Todo eso no le importa, solo le importa volver a ser dueño de su propio destino, al menos en parte.

Por supuesto la falta de agua comienza a causar el desánimo. Muchos no ven ninguna salida posible. Rivers evita plantearse el fin, incluso si este llegase en unos pocos minutos, es mirar demasiado hacia delante. Solo deben concentrarse en cada instante, en lo que hacer a cada momento. Quizás todo falle, tal vez estén condenados a morir lentamente de sed, pero su deber es seguir luchando hasta el final, podría ser lo único a lo que aferrarse. Helen es la primera en “contestar” a Joe. Una forma demasiado efusiva tal vez. Frost recita una de esas frases salidas directamente del campo de instrucción, o al menos una similar.

No puede culpar a nadie por el desánimo. Han visto compañeros despertar para morir casi de inmediato. Llevaban luchando juntos… demasiado tiempo cómo para contarlo, y ahora casi toda la unidad ha sido exterminada en una estúpida misión de salvamento. Él mismo ha matado a buena parte. Luego consiguen aterrizar en esta maldita roca desolada, ven morir más compañeros, cada noticia es peor que la anterior… Él mismo siente cierta desesperación, pero no la refleja. A esa parte de la instrucción sí atendía, mostrar debilidad siempre es un error. Da igual lo mala que parezca la situación, él seguirá caminando erguido, riéndose de la muerte, pensando en nuevas formas de enfrentarla. Si, lamenta mucho la pérdida de cada compañero, incluso de los eliminados por él mismo, pero debía hacerlo, y los demás han muerto tratando de encontrar la salvación. Ahora llorarles sirve de poco, deben seguir adelante, seguir aferrándose a esta lucha absurda. Hasta hoy solo ha habido dos caminos posibles, triunfar o morir. Hoy sigue habiendo dos únicos caminos posibles, triunfar o morir.

Escucha las opiniones de los demás. Tanto Ghost como Dillon. Seguir el río parece lógico, al menos saben que en algún momento hubo agua allí. Sin embargo no saben si sigue existiendo, aunque sea más probable. –Seguir el río está bien, podríamos encontrar algo- No tiene ninguna queja al respecto –Aunque solo sabemos algo a ciencia cierta, debe haber agua donde están esas hormigas- ¿Está sugiriendo algo?, ¿otro enfrentamiento estúpido?... no, tampoco le agrada la idea de volver a por más, cada nueva baja es una auténtica tragedia. Aún así quiere hacer ver algo. Ahora pueden ir en cualquier dirección sin encontrar el valioso y necesario líquido, quizás condenados a morir sin más. También pueden arriesgarlo todo a una carta, dirigirse a la zona donde hay vida, donde debe haber agua. Probablemente bajo tierra, pero es una opción que debe ser tenida en cuenta. –Creo que seguir el cauce es lo más lógico, pero si no parece dar resultados debemos considerar la última opción, luchar por el sustento- No añadirá nada más, seguirá al resto. Quizás acaben teniendo suerte.

En cualquier caso avanzará muy atento, no quiere que les rodeen con tanta facilidad una segunda vez, con una parálisis total al mes le basta. Mantenerse alerta, reaccionar rápido… es un buen modo de alejar los pensamientos nefastos, al menos de momento. Por ahora siguen vivos, con eso le basta.




Simo Kolkka


Doc y el loco del arma grande se pusieron emotivos. El mismo no sabía como sentirse al saber que su compañera era una máquina, pero por curioso que le fuera a parecer después, en ningún momento se planteaba dejar de confiar en ella como marine. De momento había demostrado más fortaleza mental que Sandro y compañía. Sin embargo, la respuesta a su broma no le hizo gracia.

- No te equivoques. Un fusil es una herramienta. Una herramienta muy útil, y a la que he acabado cogiendo cariño, pero nada más que eso. Yo la controlo a ella, no me controla ella a mí. Tú eres una herramienta. La pregunta es, ¿quien te controla a ti?

Los días fueron pasando. Simo trataba de hacer que el tiempo pasara lo más rápido posible, por lo que se apuntaba a cualquier cosa que hubiera que hacer. El sargento mandó soltar a Sandro. No estaba ni siquiera remotamente de acuerdo. A partir de ahora, trataría de vigilar tanto al sargento como al amistoso traidor. El sargento el que menos derecho tenía a derrumbarse. Eso había sido siempre así. Esperaba que fuese una mala decisión, solamente.

La muerte de Serena sacudió con fuerza la moral del grupo. Estaban acostumbrados a perder compañeros en el campo de batalla, pero no a verlos extinguirse poco a poco. Simo acudió al improvisado funeral, en el que la unidad se despidió de ella y de Baltasar. Una vez se fueron todos, volvió al lugar.

Somos los mejores en lo que hacemos, y lo que mejor hacemos es matar y sobrevivir. Y aun así, nos podemos salvar a casi nadie. Vosotros dos y yo sabemos que no hay nada una vez nos apagamos. En eso no somos diferentes a las máquinas. Y además, tenemos tan mala suerte que aunque hubiera algo mas allá, no encontraríamos el camino, o llegaríamos justo a la hora a la que cierran. Pero bueno... al menos... No, no se me ocurre nada. Lo siento. A ver si tenemos la suerte de volver a vernos algún día.

Cada vez se hacía más notable el rechazo de Anette frente a la cyclon. Decidió hablar con ella.

- A mi me gusta como al que menos la idea de tener que lidiar con algo así en estas circunstancias. Pero es Helen. Una marine. Nuestra familia. No lo olvides cuando volvamos a meternos en problemas, y tengamos que cuidar unos de otros.

El quinto día fue más divertido. El camino se dividía, y todo empezaba a escasear. Lo que decía Joe parecía cada vez más peligrosamente sensato. Sus compañeros empezaron a echar cartas encima de la mesa.

- La idea de la Nexus parece la menos mala. Pero aun así, hay algo a considerar. Podríamos dividirnos. La probabilidad de sobrevivir no va a cambiar significativamente por ir solo o en grupo, una vez que tengamos que dejar el M-577 atrás. Si no hay tecnología suficiente como para poder avisar a los otros en caso de encontrar algo, siempre podemos hacer señales de humo a nuestra manera. Seguro que a Rivers se le ocurre algo lo suficientemente vistoso.- espera a que sus compañeros opinen, y centra su atención en Rivers.- ¿Luchar por el sustento? Espero que sea una maldita broma...




Anexo


El puñetazo de Helen no lo esperaba Joe. Sus reflejos de marine mermados por el cansancio y la fiebre tardaron en reaccionar. Miró a Helen con ojos inyectados en ira y sangre y sacó su cuchillo de campaña.

- No me digas lo que tengo que hacer, jodido robot. Tú menos que nadie, no eres humana. Estás a nuestro servicio, maldita cosa de cables.

El cabo Benley le agarró el antebrazo y le hizo soltar el arma:

- Ya basta. Vuelve atrás, Joe. Dillon, dale un tranquilizante. Y tú, Ghost, cierra la boca. No estás en posición de pasarte de la ralla.

El grupo la miró con ojos que mostraban una desconfianza creciente. El mismo pensamiento de Dillon recorrió las mentes de sus compañeros como una idea común. El sargento intervino:

- No permitiré gilipolleces. Quedará bajo arresto y esposado quien siga por ese camino. ¿Lo oyes, Helen? ¿Joe? ¿Los demás? Me importa una mierda que estemos en el culo de universo. La disciplina no se pierde en mi unidad. Ya sucedió una vez. No volverá a repetirse.

Lo cierto era que el descubrimiento de la no humanidad de Helen no dejaba a nadie indiferente, si acaso a Sandro. Perturbaba en mayor o menor medida a unos y otros, en particular a Anette, que mantenía su disputa con todos aquellos que querían hacerle ver las cosas de otra manera, como con el francotirador:

- No me olvidaré. Veremos si ella lo hace. Puede que hayan cambiado sus prioridades. Tal vez ahora su primera línea de código sea mantenerse viva por encima de todo – le respondió a Simo -. Tú se lo has preguntado, ¿quién la controla, quien la metió aquí y para qué?

- La prioridad principal de un sintético es preservar la vida de los humanos, por encima de la suya propia. Siempre ha sido así, que yo sepa. Hay rumores sobre acciones determinadas de las corporaciones, sin embargo no creo que sea este el caso – intervino el cabo Benley-.


Frost trataba de animar con palabras nacidas del corazón indomable de un marine. Un corazón que tenía roto, siempre torturándose por muertes de las que no era responsable. Helen no se desanimaba, procesando y evaluando constantemente la información que recibía; Simo intentaba estar siempre atareado, a disgusto por la decisión del sargento respecto a Sandro; Carlo se mantenía en un mutismo persistente. Rivers se preocupada del aquí y ahora, procurando ocuparse de las pequeñas cosas del día a día, lo mismo que Simo. Respondió a la sugerencia de Helen con una idea que planeaba en más de una cabeza. Tenía sentido lo que decía, en cuatro días no vieron hormigas ni ninguna otra cosa viva. Porque allí nada podía vivir. Por eso ni siquiera aquellos monstruos se acercaban. ¿Se habían equivocado de forma terrible, de camino? No tuvieron elección.

El sargento miró el cauce del posible río:


- ¿Cocodrilos? Aquí no hace semanas que no hay agua. Yo diría que años. – Se secó el sudor de la cara -. No podemos regresar, Rivers. No tenemos el tiempo necesario ni la fuerza.

La idea era proseguir el cauce del río. Simo abrió otra puerta, una nueva opción, dividirse. Tal vez la mitad se salvaría de encontrar alguna maldita cosa que comer y agua. Esto último parecía una broma comprobando las condiciones del planeta, al menos de la zona donde aterrizaron. El resto moriría. Aunque se avisaran el tiempo y la falta de agua acabaría con ellos. Con fortuna alguien resistiría. Una apuesta arriesgada. ¿Era lícito intentarlo, seguro, conveniente? Si enfrentaban un peligro semejante al de las hormigas su número reducido menguaría sus posibilidades de éxito.

Kaplizki humedeció sus resecos labios con un pañuelo medio húmedo.





Dillon Frost


Dos opciones. Seguir juntos o separarse. Juntos podían sobrevivir mejor ante ataques. No obstante, era veraz que separados podrían cubrir más terreno. Al hacerlo solo unos pocos sobrevivirían. ¿Una apuesta dura a una sola carta, o varias apuestas pequeñas mientras la ruleta de la vida gira? Ahora entendía el peso que caía sobre los hombros de los oficiales. Tomar la mejor decisión era fácil cuando esta resultaba obvia. En este momento ambas lo eran. ¿Qué hacer? Se estaban jugando la vida. Cuando un marine duda hecha mano del código. Esperó que Helen dijese algo. No lo hizo. Parecía meditar, como todos...o lo que hiciesen los cerebros electrónicos como ella. Se atrevió, al fin, a dar su opinión.

-Juntos hemos sobrevivido hasta ahora. No es lo más sensato, pero en las condiciones en las que nos encontramos nada lo es. Si nos separamos solo sé que no podré atender a los heridos que vayan en el otro grupo. Somos marines, hombres y mujeres que arriesgan sus vidas...en grupo. Si uno cae, otro corre a socorrerle. ¿Cuántas veces me habéis salvado la vida y cuantas tuve que decir gracias? Si vamos a morir de todas formas buscando una posibilidad que puede que ni exista, prefiero hacerlo junto a todos los marines de esta compañía, señor. Llegamos aquí juntos y nos iremos, de un modo u otro, juntos...-Esa era su opinión. No era lo más realista, claro, pero era lo que sentía.




Jake Rivers

-Que difícil es vencer cuando no basta con disparar- piensa mientras escucha a sus compañeros. Para muchos aún resulta demasiado desquiciante el hecho de saber la verdad sobre Ghost. Es una sintética, si, ¿Cuántas veces piensan repetirlo? Si los ánimos estuviesen un poco más calmados sugeriría escribírselo en la frente a la… ¿mujer?, ¿robot?... da lo mismo, de ese modo sería innecesaria tanta estupidez volviendo sobre el mismo tema. Cuando Helen disparaba nadie se quejó de su buena puntería, eso debería bastar para unos marines.

Esta vez se niega a seguir dándole vueltas. Todos son compañeros, van a tener que comportarse como tales si quieren sobrevivir. Sin embargo el grupo comienza a plantearse la división en dos. ¿De qué demonios iba a servir? Ciertamente podrían cubrir dos direcciones en lugar de solo una, quizás salvar a una parte de la unidad. Lo están enfocando desde un punto de vista demasiado simple, podrían cubrir el doble de terreno, por tanto son el doble de posibilidades. En realidad es una tontería. Hay al menos trescientas sesenta direcciones posibles. Pueden descartar aquella de la que han venido, pero ninguna otra. Si se separan cubrirán una más, ciertamente es el doble, pero siguen siendo dos de trescientas cincuenta y nueve. Además Dillon tiene razón, hasta hoy han luchado juntos, se han apoyado mutuamente… quizás también ha llegado el momento de morir, y lo justo es hacerlo juntos. No como un conjunto de personas o de hombres y mujeres bien entrenados, sino como un solo individuo, como la unidad que una vez fueron. Si se salvan se salvarán todos, todos los que quedan, para él es la única salida posible.

El “despertar” de Carlo es un tanto perturbador. Resulta difícil adivinar si quiere calmar las cosas o volverlas aún más confusas. Sigue dando vueltas al mismo asunto, evitar que miren de forma distinta a Ghost. ¿Y no está consiguiendo justamente lo contrario?, sería mucho mejor dejar las cosas estar, esperar a que se calmen. Cuando la situación sea menos desfavorable todos pensarán con más tranquilidad.

El agua ha sido un gran problema para la humanidad desde el principio de los tiempos… según sabe. La comida puede escasear durante más tiempo, pero el agua no. ¿Y qué saben de encontrarla?, poco, menos aún en este paraje. –Estoy con Dillon y… no está totalmente seguro de lo siguiente –Creo que con Carlo. No tiene sentido separarnos ahora, tampoco íbamos a conseguir cubrir toda esta roca. Si permanecemos juntos y nos salvamos, nos salvaremos todos. - A riesgo de parecer loco, adjetivo que de todos modos ya se ha ganado, clava una rodilla en el suelo para a continuación pegar también la oreja. Es improbable escuchar un manantial subterráneo, pero todo podría ser. A pesar de todo vuelve a levantarse – Quizás somos incapaces de encontrar agua por nosotros mismos, y tampoco creo que podamos encontrar vegetación sin más tal y como ha dicho Carlo. Sin embargo podemos buscar otros signos que acompañan al agua. Usemos el instrumental que nos queda. Una zona con agua tendrá una temperatura más fría o bien mucho más caliente, podemos localizar algo así incluso si fallasen las muestras de humedad - ¿Pueden saber la humedad ambiental?, sería bueno. Pero sabe que si pueden detectar el calor, no solo tienen la propia piel para hacerlo, pueden utilizar los sensores de la munición del SADAR. Hay herramientas y más aparatos, e incluso gente que quizás sepa manipularlos. Si todo falla es lógico seguir el cauce del río. Aunque esté seco pudo ser tiempo atrás el afluente de otro más grande, o cruzarse con alguno… es mucho imaginar. En cualquier caso su voto es seguir todos juntos.



Simo Kolkka


Anette seguía peligrosamente recelosa con respecto a Helen. Si Ghost hacía alguna cosa fuera de lo normal la reacción de la mujer podía ser el pegarle un disparo en la CPU sin pensárselo dos veces. Eso no sería nada bueno, así que con su tacto acostumbrado, contestó.

- Seguramente sea algo rutinario. Una especie de cámara de vigilancia, o una caja negra de la unidad. Si lo ves como parte del equipamiento tiene cierto sentido. Desgraciadamente, podría ser eso, o cualquier otra cosa. Solo podemos mantenernos alerta y esperar a tener un poco de suerte. Pero mientras tanto, sigue siendo una marine.

La conversación con el resto del grupo tomó un camino interesante.

- Un robot no debe dañar a un ser humano o, por su inacción, dejar que un ser humano sufra daño. Muy bonito. Helen. ¿Jamás has matado a un ser humano?- miraría directamente a la sintética. No quería que pareciese algo dejado caer.

Después, Carlo despertó de su letargo con muchas fuerzas. Demasiadas.

- Helen no puede sentir. Mi rifle tampoco. Helen me ha salvado muchas veces la vida. Mi rifle también. Por eso lo trato con cariño. A Helen me limito a darle las gracias, y sobre todo desde que hemos descubierto su secretillo. De todos modos era una metáfora más que una comparación.- hizo una pequeña pausa.- Por cierto Carlo. Has completado el cupo de veces que me llamas estúpido este año. Si se repite, Dillon tendrá que estar muy rápido con los tranquilizantes si no quiere tener que hacer de cirujano plástico.

Su plan parecía no tener mucho éxito. En cierto sentido se alegraba. Aun así, aunque no se separasen, ya estaban divididos. Significase lo que eso significase.




Helen "Ghost" McFersson


El puñetazo en la cara de Joe fue el justo estimulante para que dejara de decir tonterías de que el final estaba cerca. ¡Pájaro de mal agüero! Su reacción fue de lo más lógica.

”- No me digas lo que tengo que hacer, jodido robot. Tú menos que nadie, no eres humana. Estás a nuestro servicio, maldita cosa de cables.”

Helen le sonrió y le mostró un puño con el dedo corazón extendido. Una muestra particular de ella para decirle "Yo también te quiero Joe".
Benley los separó, y les echo la bronca a ambos. Un gran tipo ese Benley. Sin embargo, la mujer sintética bajó puntos y todos la miraron con cierta desconfianza. ¿Es que nadie veía que había que callarlo de una vez? Dillon tenía razón, había que amordazarlo. El sargento, ordenó esposarlo de nuevo, y amenazo con lo mismo a ella si volvía a lanzar sus caricias. Tanto daba ir esposada que no.

Simo le explicaba a Anette como seria neutralizar a un robot. Helen sonrió por dentro, estaba claro que el francotirador no veía diferencias entre un robot y un sintético. Era gracioso. Si hubiera tenido una cámara, lo habría grabado.

Refunfuños por parte de muchos. Ruidosos por parte de Joe, Sutiles por parte de Simo, y silenciosos por parte de Anette. El sargento tenia razón, lo mejor era no echar madera al fuego.

Negó que hubiera cocodrilos en aquel lugar. Helen había dicho ese animal por resultar conocido y por poner un ejemplo. Si las hormigas de aquel lugar eran de ese tamaño, daba gracias de que no hubiese cocodrilos, porque a saber de que tamaño serian. De nuevo intervino;

- Señor, creo que Rivers tiene gran parte de razón. Con todo lo que hemos recorrido, y no ha habido ni un triste rastro de agua. Como todos sabemos, el agua solo tiene tres estados; gaseoso no es posible ya que habríamos visto nubes en lo alto. Así que tiene que estar en forma de hielo o liquido bajo nuestras narices. Bajo que profundidad, no puedo precisarlo. Pero con este calor es obvio que bastante. Para llegar a ella, lo más fácil seria usar el camino que han usado ellas, las hormigas. A no ser que encontremos alguna cueva, cosa posible pero improbable.

Simo había sugerido dividirnos. Ella negó con la cabeza ante tal idea. Ya se habían dividido una vez en La Independencia y los resultados fueron terribles. Unidos eran más fuertes.

- Un robot no debe dañar a un ser humano o, por su inacción, dejar que un ser humano sufra daño. Muy bonito. Helen. ¿Jamás has matado a un ser humano?
La pregunta era de lo más estúpida. Sin embargo, parecía como una de esas preguntas rebuscadas de los test psicotécnicos. La analizó por si tenía algún tipo de mensaje encriptado o codificado, sin embargo no encontró nada. Finalmente le respondió como parte de su programación de amabilidad, aunque tenia cierto DejaVu. Como si ya hubiera respondido a esa pregunta con anterioridad.

- Sr. Kolkka. Sus conocimientos son un tanto obsoletos, y su pregunta con todos mis respetos, me resulta de lo más estúpida que me han echo este año, con excepción de las proposiciones de algunos claro. Hemos luchado juntos y combatido a rebeldes durante medio año en el planeta LV-36 Minius y ¿todavía me pregunta si he matado gente? Creo que ha dormido demasiado Sr. Kolkka. Por otro lado, permítame decirle que de igual me modo que a UD. le molesta que le digan estúpido, a nosotros nos molesta que nos digan robots*. Ambas cosas son ciertas, pero seria bueno que nos tengamos un respeto mutuo Sr. Kolkka.

Simo hizo una metáfora entre ella y su rifle. De nuevo estaba equivocado, y no pudo evitar responderle.

- Soldado Simo de nuevo esta UD errado. La antigua generación de robots no podían sentir o tener sentimientos. La nueva si puede. Si bien no nacemos con ellos implantados, obtenemos el concepto y aprendemos ese sentimiento con la experiencia. Así pues he aprendido de la tristeza de Dillon, del asco de Viviana, del rechazo de Anette, del miedo de Jane, del sentimiento de amistad de Rivers... así que no se corte, sígame crucificando así sigo aprendiendo. Por cierto Sr. Kolkka, pensé que UD. era un marine de pies a cabeza. A los cadetes desde el principio se les educa a trabajar en equipo, unidos, siempre unidos. A los que piensan en trabajar solos se les castiga duramente ya que de no hacerlo son gente que piensa en la deserción cuando los problemas son demasiado para ellos. Y ya sabe que la deserción esta penada. Si lo desea le digo el articulo.

Carlo empezó a hablar tras su silencio. Sin embargo no paraba de meter la pata una y otra vez.

Le echó la bronca a Simo por compararla a ella con su fusil, cuando había sido ella la que había empezado dicha comparación. También le echó la bronca a Dillon por estar hundido en su miseria, cuando era uno de los pocos que daba ánimos a los demás. Por ultimo, le pidió a ella algo que no sabía.

- Helen ¿me puedes decir el nivel de humedad en el aire, y las posibilidades de encontrar vegetación en un radio de 100 metros? si estoy en lo correcto tenemos posibilidades de poder encontrar agua y algo comestible -preguntó Carlo.

- Y ¿cómo esperas que lo sepa cerebro de camaleón? - le respondió algo airada. 

- No tenemos equipo, y por si no te has dado cuenta soy una humana sintéti
ca, - dijo alargando cada silaba de la palabra humana para recalcar su significado - ¡no un jodido robot con sensores!

Se acercó a Dillon, iba a preguntarle como hacia él para dejar de ser el patito feo del grupo, pero se dio cuenta por si misma de la respuesta. Miro al grupo, se miro a ella, volvió a mirar al grupo... se acerco al sargento:

- Señor, permiso para hablar señor. Esta claro que esta situación es por mi culpa. Para un tercio del equipo soy una amenaza. Aumentan las tensiones en lugar de disminuir y en suma, soy un problema para el equipo. Así que - desenfundó su pistola y se la ofreció al sargento por la culata con el percutor levantado - ponga fin a esta situación y así desaparecen las tensiones y tienen más comida y agua. Yo no puedo hacerlo. No forma parte de mi programación, pero es una prioridad hacer todo lo que este en mi mano por ayudar al equipo, y mi presencia no ayuda nada en absoluto, al contrario.