domingo, 25 de diciembre de 2011

Hechicería y Acero, 3,4 y 5

Continuamos con las aventuras de Whosoran y su encierro a manos de la Bruja de los Páramos. Actualizo con varios turnos.


3


La hechicera sostuvo tu fría mirada, impasible, comprendiendo muy bien lo que sentías en tu interior, las llamas del odio que crecían desde las ascuas de la ira. No dijo nada, te escuchó atenta. Con una sutil sonrisa burlona en sus pupilas. Tus palabras sonaban sinceras, ella no dejó pasar por alto ninguna, incluso la respuesta que no obtuvo.

- No hablas de lo que deseabas ni de tus límites. No importa, todo hombre debe conservar algunos de sus secretos. Para mí resultan insustanciales. Guárdatelos si así lo quieres.

Observó las llamas, que dibujaban fantasmas oscilantes en las paredes. Te miró de nuevo, su voz siseante:


- Me perteneces durante un año. Para lo que yo desee. Puede ser menos tiempo, depende de tu valor. Oh, no respondas que no temes a nada ni nadie, no seas tan banal. He enviado a otros que aceptaron y ninguno regresó. Algunos prefirieron su esclavitud. ¿Qué eres, hombre o perro? Jajajajaja.

La maldita se reía solazándose en tu impotencia. Era tal y como tú habías descrito al mundo, de alma negra y cruel.

- Si consigues algo para mí, podrás ser libre antes. Y obtener mayor recompensa.- ¿se insinuaba, hablaba de ella misma? – Puedes perder la vida en el intento, pero esto no es lo peor. O no.

Sus ojos tomaron un negrísimo tinte, confundiendo iris con pupila. Su cabellera onduló ligeramente, su rostro adquirió una tonalidad más pálida, su expresión cambió a una mueca feroz de salvaje furia. Hasta el tono de su voz fue hueco, cavernoso.

- Puedes acabar siendo un esclavo no muerto consciente de ello si fracasas. O sufrir una muerte durante mil años, día a día, en los pozos del infierno. O todavía más dolor y tormento. Piénsalo. ¿Te crees capaz de robar a un dios y desatar su cólera? ¿Aceptas el desafío?

Carbones al rojo te observaban engarzados en una máscara abyecta y malvada.

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Respuesta de Lord

Puedo estar hechizado...-dije con esfuerzo, omitiendo decenas de epítetos malsonantes como bruja, zorra, puta... pero no soy idiota

No sonrío, me mantengo serio, mirando esos ojos salidos del mismo infierno. No soy idiota... ¡y no arriesgaré mi vida por nada! Ya me tienes bajo tu control, ¿no? ¿Por qué otro trato? Quieres mi alma, ¿acaso?

Empiezo a cabrearme y mi lengua se desata, incapaz de mantener el hielo que me había propuesto mantener. ! ¡Qué le voy a hacer si nací en las ardientes estepas y la sangre me hierve! - Y menos por las palabras vacías de una furcia nacida del apestoso coño de un demonio.
Dime claramente de qué se trata. Y ya veremos que hago, ¡¡joder!!


Me levanto súbitamente, enfurecido, pero paralizado unos segundos frente a ella, con los ojos abiertos, los dedos engarfiados de rabia. Y, aún así, incapaz de arrancarle la cabeza, la emprendo con hierbas, árboles y arbustos, como una especie de simio enloquecido por el loto.

Hasta que la furia se me pasa...y vuelvo*, con los ojos empequeñecidos por el odio y la boca rebosante de palabras venenosas.

*Eso si no me mata por faltarme con ella con la madre que le parió.



4


La hechicera, La Señora de las Taigas, no era una mujer fría a pesar de vivir en el norte helado. Se enfurecía pronto, no toleraba que le alzasen la voz, ni que la insultaran. No estaba dispuesta a que la tratasen como a una ramera de Arenju. Ya mostró su proceder, su cólera, cuando se encontró con el grupo y sus exigencias fueron respondidas de forma inaceptable para ella por Raughar. Seguro que recibía esos insultos de sus víctimas, pero no por esto se había acostumbrado a ellos ni los soportaba.

Pero Whosoran no lo sabía. Y era un hombre de sangre caliente. Expulsó por su boca parte de la rabia contenida. Ella vio en sus ojos que no lo tenía por completo controlado, que la voluntad del hombre resistía parte del hechizo. Montó en cólera, crujieron sus nudillos y salió como un relámpago tras el turanio, que se desbocaba y desahogaba con los pobres arbustos y plantas que ninguna culpa tenían, arrancando plantas y raíces, furiosa con ella y consigo mismo. Cuando se giró se encontró con ella en la entrada de la cueva. Con sumo placer le hubiese roto todos los huesos de su sensual cuerpo, pero en vez de eso se quedó allí, mirándola como un toro a punto de embestir seguro de que no podía hacerlo.

Las pupilas de la bruja llameaban. Se lo tomó demasiado a pecho esa puntual rebeldía del hombre. Chilló igual que un animal salvaje para acobardar a su víctima. Los lobos acudieron, cinco, con sus fauces abiertas, sus lenguas rojas, sus afilados colmillos, sus brillantes y fieras miradas grises.

- ¡Mostradle quien manda aquí! ¡Arrancadle la carne de los huesos! ¡Quiero la lengua del maldito perro!

Su aspecto era terrible, una visión salida de Arallu, sus muecas afeaban su rostro dotándole de un aspecto inhumano pavoroso:

- ¡Aprenderás a callar y a obedecer, esclavo!

Los animales, enormes, se te echaron encima. Una patada a uno en la boca, otro te clavó los puntiagudos dientes en el brazo izquierdo, varias fauces caninas se cerraron en tu antebrazo, la pierna, y el costado. Te revolviste igual que un engendro del averno, un puñetazo al hocico de uno de ellos lo tiró para atrás, pero volvió a la carga. Te derribaron.

Apareció otro lobo, una hembra, más grande que tres de los otros, igual que un cuarto y algo más pequeña que el macho jefe de los cinco. Si pelaje níveo, gris, pardo, se volvía completamente albo en su grandota cabeza de mirada altiva y decidida. Saltó desde una de las rocas, y su ataque tan de sorpresa, rápido y enfebrecido contra los otros lobos, hizo que durante un momento te los pudieras quitar de encima. Se plantó a tu costado, rugiendo y enseñando los dientes a la bruja y al resto de sus congéneres. Miraba a la mujer con una mezcla de sumisión y reto. La hechicera entrecerró los ojos, frunció el ceño:

- ¡¿Te atreves a desafiarme, Maclo?! ¡¿Te atreves?!

Un gruñido por respuesta.


- ¡Despedazadlos, mis amigos! ¡Devoradlos! ¡Que sus entrañas os sirvan de alimento durante este día! ¡Matadlos sin piedad! ¡Matadlos!

Los lobos se aprestaron a llevar a cabo la orden de su ama, visiblemente complacidos y alegres.


OFF

Llevas solo un cuchillo. Tu hacha está justamente más allá de los lobos, clavada a un tronco.


Whosoran (Por Lord Arzzun)

¡Si pudiese llegar hasta la bruja! -Me lamenté mientras apretaba los dientes. Con las piernas abiertas...el cuchillo en la mano. Dispuesto a apuñalar al primer lobo que se me acercase.
Si me derribaban de nuevo, estaba vendido. Pero claro, eso sólo era cuestión de tiempo; El mordisco de cualquiera de esos enormes lobos me arrancaría la cabeza, si pusiera mi cuello a su alcance... 

Por un momento, un ínfimo instante, dudo...

¿Y si me pongo a correr mientras el lobo rebelde los retiene? Quizás si llego al río...quizás si traspaso los límites del poder de la bruja... 

¡NO! Lo único que haré será morir más lentamente. Y al final, cazado por lobos, agotado, seré devorado... la risa de la bruja será todo lo que me acompañe a Arallu.


Aullé entonces, gritando como una bestia, hasta que mi voz se rompió. Y cargué hacia los lobos, lanzando cuchilladas y patadas...moviéndome desesperadamente hacia el objetivo que tenga más cercano. O bien mi hacha o bien la bruja. Si es mi hacha la primera, la arrancaré del tronco. Pero no permaneceré de espaldas esperando la muerte. Giraré rápido sobre mi mismo y alrededor del árbol, buscando romper el ataque de los lobos que seguro corren tras de mí. 

Entonces empezaré a golpear y matar a los lobos. Manteniéndolos a distancia con patadas...buscando la ocasión para blandir mi hacha e ir eliminándolos. Y, tan pronto como dejen de lanzarse sobre mí, quizás algo precavidos, no duraré en buscar espacio para una última carrera. Alzando el hacha sobre mi cabeza. Hacia la bruja...¡¡TE PARTIRÉ EN DOS, ZORRA!!

Si fuese la bruja la más cercana, entonces, tras cargar a través de los lobos. Primero lanzaría mi cuchillo hacia ella. Esperando distraerla un instante. Y luego me lanzaría a por ella, alzando mis manos para coger su demoníaco cuello y, tras una brutal llave, dejarla a mi merced, usándola como escudo unos instantes mientras disfruto del sonido de sus vértebras crujiendo antes de hacerse añicos.




5


El turanio se revolvió como un toro, tal era su apodo digno de él. Una bestia humana contra cinco animales que le enseñaban y amenazaban con sus rojas fauces abiertas, y a su lado una imprevista aliada. Una loba, ¿por qué? No era momento de preguntas.

Whosoran arremetió antes que los lobos sin amedrentarse un ápice, vendiendo cara su vida. Ya no había cuenta atrás y lo sabía, la bruja había ordenado matarles a ambos y seguro que lo harían, pero no sin antes presentar lucha feroz y salvaje igual que la naturaleza que rodeaba el paraje. Una cuchillada cortó hocico y ojo del primero de los lobos, una patada arrancó un gemido de otro. Mandíbulas de hierro se cerraron en torno a su antebrazo y a la pierna, sintiendo el dolor producido por los agudos colmillos y su sangre escarlata manchar ropa y pelaje gris. Quiso avanzar hacia la bruja pero los lobos mordían, gruñían y sus zarpas le arañaban. Cayó uno atravesado su corazón por la acerada hoja del cuchillo, eso le renovó los ánimos al turanio, sin embargo el jefe de los cinco le clavó los dientes en el muslo llevándose consigo un trozo de tela y jirones de su carne. La loba rebelde atrapó el cuello de uno de sus congéneres y lo partió con una ferocidad brutal. Whosoran retrocedió, impotente de llegar a la odiosa hechicera cuya boca estaba transformada en un rictus de desprecio e ira indescriptibles a la vez que daba la impresión que preparaba alguno de sus conjuros.

El prisionero puso su mano sobre el mango del hacha y la descargó con fuerza inusitada sobre la cabeza de otro lobo que murió en el acto. Se confundía su sangre con la de los animales, se le nubló la vista un segundo, y, aprovechando que la loba peleaba con el gran lobo y la duda del quinto de los animales algo amedrentado, corrió hacia la bruja. Ella levantó el brazo y él notó la pesada carga de la maldición que arrastraba, pero pudo vencerla y casi romper aquel hechizo que le dominaba y convertía en esclavo. Lástima de es instante pues ella susurró una breve letanía que hizo que el cuerpo de Whosoran volase unos metros golpeándose contra el tronco donde antes estaba el hacha; una fuerza invisible le había lanzado allí.

- ¡Idiota! Me quedaré con tu alma mientras todavía sigues con vida. Prueba otra vez, esto me divierte.

La majestuosa loba se acercó a Whosoran, en los ojos grises de la bestia brillaba una inteligencia casi humana que quería decirle algo, transmitirle una idea. La loba miraba a la bruja desafiándola, volvía sus ojos al turanio, al bosque, devolvía la mirada al furioso jefe de la manada. Mostró sus enormes caninos y aulló.


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por Lord Arzzun


Tres lobos habían caído. Y, sin embargo no estaba más cerca de la victoria que al principio. Los sortilegios de la bruja me lanzaban de un lado a otro como una paja movida por el viento. ¿Cómo luchar contra algo así? 

Zorra de mierda -mascullé mientras me incorporaba. 

Miré de soslayo a mi sorprendente aliado. La Loba quería decirme algo. No es hora de adivinanzas -exclamé irritado, incapaz de abstraerme de la agitación del combate...alzando mi hacha. Y, tras dar un paso en falso hacia la bruja, lanzarme en realidad a por el lobo mayor. Anticipando su veloz ataque, casi esperando poder golpearle en el aire, justo antes de que sus mandíbulas se cierren sobre mi cuello.

Si acabo con el lobo. Esperaré la reacción de la loba. Si ella ataca a la bruja. Yo también lo haré, flanqueándola, haciendo que divida su atención entre los dos. Si la loba, por el contrario decide retirarse frente a la demoníaca ira de la bruja de los páramos. Yo también me retiraré, temiendo, pero también esperando, que la zorra sortílega me siga. Y tener la oportunidad de aplastar su cráneo hasta que sus inmundos sesos se derramasen por oídos y ojos.

domingo, 18 de diciembre de 2011

Hechicería y Acero 2

- Es correcto, pesa sobre ti un conjuro. Cuanto más te resistas a él, más fuerte se hará. Pero en tal caso te debilitará y eso no nos conviene a los dos.

La mujer comía con parsimonia, todo lo contrario de ti. Negó con la cabeza cuando hablaste de matar. Siguió comiendo de forma serena.

Transcurrió una semana sin novedad. La bruja tenía una cueva medio oculta por la maleza, las paredes y suelo cubiertos de pieles de oso y de ciervo, cálida, austera, con una cama. A ti te ofreció un rincón de la caverna, y un montón de pieles. Habló muy poco, de temas intrascendentes; tampoco te buscó ni parecía especialmente interesada en ti, o en amarte. Conforme pasaban los días, tu odio hacia ella se transformó en indiferencia, y esto te irritaba, pues tu mayor deseo era hacerle sacar un palmo de lengua con tus manos alrededor de su esbelto cuello. La indiferencia dio paso a un extraño afecto teñido de odio. Sabías que era el resultado de sus sortilegios, e, impotente, te maldecías por ello. La hechicera era hermosa, o te lo parecía, y el deseo te sorprendía mirándola.

Pescabas, cazabas, cortabas leña; paseabas por el bosquecillo siempre en compañía de dos lobos, más para tu protección que para impedirte escapar. Cuando te apartabas mucho de su cueva, la mano te comenzaba a arder, el corazón se aceleraba y te veías próximo al colapso; te tenía bien agarrado. Algún día lo pagaría.

Una noche, en el interior de la gruta, sentados junto al bello fuego de danzarinas llamas doradas y rojas, mientras en el exterior soplaba el helado aliento de Ymir, te miró a los ojos. Una sombra siniestra cruzó su mirada:

- ¿Qué clase de hombre eres, Whosoran? ¿Qué buscas en esta vida? ¿Qué amas? ¿Hasta dónde eres capaz de llegar para conseguir lo que ambicionas? Se cual es tu estado actual, me deseas y me odias, te he robado la libertad un año y matado a tus compañeros. Pero te recuerdo que tú te ofreciste. Olvidemos a los necios temerosos que tiemblan ante lo que no conocen ni comprenden. Creo que me darás buen servicio, turanio. Bien, dame tus respuestas, hombre.


Turno de Lord




Me ofrecí para poder acercarme a ti y romperte el cuello, bruja -digo con voz llena de rabia y, al mismo tiempo, lleno de una horrible vergüenza que me hace ocultar el rostro. Una vergüenza inducida por los hechizos que ha vertido sobre mí, que reproducen fielmente los efectos de un verdadero afecto por ella. La tensión, la increíble cantidad de rabia contenida, hace incluso que mis ojos se humedezcan, impotentes y vencidos por esos sortilegios.

Respiro hondo...e intento volverme frío, como un témpano de hielo. Intento conseguir que esa bruja no juegue conmigo como si fuese un títere... pero sé que no lo conseguiré.
Callo unos instantes, meditando sus preguntas. Me dejaré llevar, seré sincero y dejaré mis artimañas y mi resistencia a buen recaudo. Enterraré el odio y la rabia...hasta el día en que me hagan falta, el día en el que la horrible humillación que estoy sufriendo, controlado, domado, sea vengada. Si, es a ti, puta -pienso son ojos fríos - Te violaré, te estrangularé y daré de comer tu carne a los cuervos...zorra bastarda

Me relajo al fin. Dejo caer los hombros, doloridos por días de tensión y nerviosismo, de odio apenas contenido. Intento ser sincero, por primera vez en mucho tiempo...

Soy un hombre sin rumbo, mujer. Lo que siempre he deseado ya no puede obtenerse, está perdido para siempre. Me conformo con pocas cosas ya...el respeto de mis hombres, el amor fugaz de una mujer, oro para gastar y fuerza para humillar a los estúpidos que todavía son felices. El mundo es negro y cruel, la felicidad solo existe para los que no viven en este mundo, para aquellos que, estudiando en sus torres de marfil, pretenden desentrañar los enigmas del cosmos...o jugando, como los pequeños principes que solo conocen los jardines del palacio de su padre, escapan de la crueldad..de todo.

La miro con ojos abiertos...sin contestar su última pregunta.

¿Tú también te hallas en tu torre de marfil, rodeada sólo de lo que quieres tener...pero qué buscas? ¿Para qué me has traído? La parte de mí que se halla embrujada, habla entonces... ¿Qué es lo que quieres de mí? 

Oigo mi voz...y una parte de mi mente siente desprecio por mi mismo...y odio, más odio, por la persona que me ha hecho ésto. Un odio que se encuentra bajo una capa de hielo, esperando pacientemente el día en que pueda ser liberado...

jueves, 15 de diciembre de 2011

La nieve


Jadeaba. Inspiraba y expiraba rápidamente hasta que cayó sobre ella. Asombrada contuvo la respiración para sentir como resbalaba entre sus senos hasta llegar a su ombligo y detenerse plácidamente en él en espera de que algún otro compañero le hiciera compañía. Con las mejillas sonrojadas, los ojos abiertos de par en par, el pelo rizado y húmedo sobre su redonda cara y una amplia sonrisa en sus hermosos labios, disfrutaba con placer de aquel extraordinario y tan deseado momento. Su sangre hervía literalmente. Su corazón pugnaba por salirse de su pecho en cualquier momento debido al esfuerzo. Descalza, desprovista de abrigo, alzó su rostro hacia el cielo, cerró sus negros ojos y respiró profundamente para atesorar en su mente la fragancia y la magia del momento.
Suspiró. Sonrió. Se mesó su largo pelo rojo, apartándoselo de la cara y tranquilamente volvió a estirarse. Era consciente de que no podía continuar ni así ni allí. Se calzó las botas altas, sacudió su negro abrigo con la amplia capucha y colocándoselo, cubrió su cuerpo y su pelo. Se detuvo un instante antes de marchar y giró suavemente su cabeza para admirar lo que atrás dejaba, su particular “obra de arte”.
Su cuerpo se estremeció de arriba abajo y su rostro continuó iluminado por el bienestar que la embriagaba. Lentamente empezó caminar. Sus tacones no resonaron aquella noche por las vacías calles del pueblo. Estaba deseando llegar a casa, llenar la bañera de agua caliente y sumergirse en ella para que el fuego interno desapareciera y el calor corporal volviera a su estado natural. Aquella había sido la primera vez en su vida que había visto nevar...

Leyendas 5

Existió hace ya unos siglos un pueblo en donde reinaba la paz. La duda, la avaricia y el egoísmo no tenía lugar en él y sus habitantes disfrutaban de la vida sin más preocupación que las ocuparse de sus trabajos, sus familias y vecinos. Por aquel entonces llegó al lejano lugar un vagabundo envuelto en toscos ropajes. Nadie se alarmó por ello y enseguida le ofrecieron cobijo, comida y nuevos tejidos para mejorar su aspecto sin preguntar, sin pedir nada a cambio.
El extraño aceptó todas aquellas ofrendas de buen grado y con una sonrisa en los labios se dirigió al que le había ofrecido comida.
-”Jamás había probado manjar tan exquisito... ¿Como es posible que aceptes a cambio de tu esfuerzo y habilidad unas simples pieles para protegerte del frío?” -musitó al hombre que alzó sus cejas algo extraño mientras la duda se anidaba en su corazón.
-”Tus manos poseen el don de la experiencia para conseguir ésta calidez en la piel... ¿Como es posible que las regales por un simple plato de comida sin que nadie reconozca tu mérito” - susurró al hombre que lo había vestido sembrando en él la angustia.
-”¿Acaso creen que es tan fácil conseguir que se mantengan en pie sus casas que ajan tus manos y corvan tu espalda a cambio de un plato de comida salada y una piel mal curtida?” -cuchicheó como si no tuviera importancia al carpintero sembrando en él la prepotencia.
El silencio reinó durante algunos segundos en la estancia y los tres hombres se miraron el uno al otro entrecerrando sus ojos, valorándose y desacreditando mentalmente y al mismo tiempo el esfuerzo de los demás. De forma apresurada salieron de la estancia para volver a sus casa y airados comentaron a sus familias como no eran lo suficientemente valorados por sus vecinos. El extraño continuó silabeando y farfullando en los oídos de aquella buena gente frases que hacían cambiar el rumbo de sus sentamientos y sus vidas.
Al alba, el vagabundo, con una amplia sonrisa en su rostro, abandonó el lugar seguro de haber dejado sembrada tras él la semilla del egoísmo, el orgullo, la prepotencia y con ello el dolor, la angustia y el recelo hacia sus semejantes. Cuentan que aquel hermoso paraje poblado de hermosas casa y deliciosos olores, en donde a nadie le faltó jamás nada, quedó reducido a escombros por el simple hecho de creer antes a un desconocido que aun amigo, por la falta de comunicación, entendimiento y diálogo...

martes, 13 de diciembre de 2011

Leyendas 4




Cuenta una leyenda que existió una vez una persona que intentaba cada día dar lo mejor de si misma y sonreír a todos cuantos se cruzaba ante ella sin importarle si eran amigos, conocidos o simplemente desconocidos.
Dicen, que se interesaba por ellos, se desvivía por intentar encontrar soluciones a sus problemas, por mejorar sus vidas y arrancarles una risa de sus labios. Que era atenta y escuchaba en silencio, atendiendo a sus palabras.
Comentan que con el tiempo todos aquellos que habían tratado con esa persona mejoraron su calidad de vida y que creyeron que podían recurrir siempre que lo necesitaran a ella. Así lo hicieron durante mucho tiempo siempre sin encontrar nunca una negativa.
Explican que una sola vez aquella persona expresó tímidamente que necesitaba también de cuidados y cariño, de interés y apoyo, de abrazos y besos. Extrañados y alarmados, todos aquellos que habían recibido de forma incondicional y gratuita sus atenciones empezaron a alejarse, a abandonarla...
De la noche a la mañana todas sus vidas cambiaron,. Se convirtieron en un mar de dudas que se movía como las horas, que daban y quitaban en segundos alegrías. Fue un discurrir entre cascadas de sensaciones y sentimientos que provocaban a la bestia interior que todos llevaban dentro. Era vivir en un lecho de ortigas, dejando jirones de sus pieles entre las zarzas por absurdos códigos sociales que les impedían “dar” algo de si mismos a los demás.
Fue con el paso del tiempo, al querer recuperar las ganas de vivir, sonreír y disfrutar de sus vidas cuando volvieron a buscarla para ofrecerle aquellos simples gestos que nada costaban de dar. Todos y cada uno de ellos cayeron hincando sus rodillas en la fría tierra al darse cuenta de que aquel árbol sin hojas y marchito, con tronco de cuerpo de mujer, era ella. Todos y cada uno de ellos se lamentaron y lloraron por haber dejado morir de dolor y pena a la única persona que les aportó un poco de amor, esperanza y alegría a sus vidas...




Iasbel

domingo, 11 de diciembre de 2011

Hay muchos traseros que patear ;D 4


La enfermería, que afortunadamente no estaba del todo mal, resultó el mejor lugar para reunirse con las seis personas encontradas y el perturbado drogado. De la Piaza les pasó el escáner en busca de armas, estaban limpios. Benley y Verónica se fueron subiendo por las escaleras reuniéndose al poco con Rivers y Miguel, que de momento solo encontraban destrozos y algún cadáver desmontado como un muñeco en su inspección del nivel uno. Dillon, con ayuda de Ghost, trató las leves heridas y rasguños de los supervivientes. El coronel avisó que Carlos Azul del equipo Alpha después de dejar a los dos rescatados del nivel 3 iba para la enfermería con Serena para el traslado de los seis y el loco tendido en una de las camillas. Dillon, Joe y De la Piazza se fueron hacia las escaleras centrales para peinar el nivel 1 desde esa posición hacia el norte.

El grupo del cabo Benley (Rivers, Miguel, Sandro y Verónica), dio con dos hombres heridos de gravedad, uno con un fuerte golpe en la cabeza, la sangre estaba seca y su cara muy pálida, sin conocimiento, y otro, junto a él, apoyado en la pared, con la pierna entablillada, el brazo izquierdo roto, fiebre alta pero consciente. Su uniforme revelaba que pertenecía a la tripulación. Apenas habló, lo justo para pedir agua. Estaban casi en la zona central del nivel 1. A la vez, el sargento De la Piaza y los suyos ( Joe y Dillon) detectaron ya en el nivel 1, camino del norte, dos puntos en los sensores, en una de las salas próximas doblando dos veces a la derecha por el pasillo, era un habitáculo destinado a ropa, botas, equipo vario. Mientras, Serena y Azul llegaron a la enfermería, donde les esperaban Helen y Carlo para el traslado de los seis pasajeros y el demente que continuaba sedado.

Estaba resultando fácil. Sin apenas complicaciones, un trabajo rutinario. La voz algo alterada del cabo Liao desde el nivel 3 empezó a echar para atrás esa sensación:

- Problemas, coronel. Graves.

A continuación el capitán explicó breve y directo lo sucedido: Habían encontrado a dos pasajeros más, normales. El escáner señaló algo en uno de ellos, una chica de unos treinta años, esta se puso nerviosa, quiso quitarle la pistola a uno de los marines, Kimberly le disparó en la cabeza creyendo que era una de los locos. Al rebuscar en sus ropas encontraron una desagradable sorpresa, un explosivo adosado a su cuerpo. Blondie investigó y comprendió enseguida que estaba conectado a las constantes vitales de la mujer abatida, que por suerte seguía con vida, Jesper le estaba metiendo de todo para que no se les fuera Según Blondie, si ella moría, la bomba estallaba, no sabía en cuanto tiempo, de momento no había localizado ese detalle. Estaba manos a la obra en ello. La silenciosa Blondie rompió el tenso mutismo que sobrevino:

- Saque a todos de aquí, coronel, rápido.

-¿Qué sucede?- preguntó el coronel.

- Antimateria, señor. – fue la respuesta corta y carente de emociones de Blondie.

Se sucedieron algunos comentarios por parte de la mayoría de marines: ¿qué? Estás loca. ¿Qué dices? Bromeas. Blondie nunca bromea. ¿Qué es eso de la antimateria? No jodas. Maldita sea.

Y otras varias expresiones similares…

- Debe ser una terrorista. Encima tenía que tocarnos esto. Ahora entiendo el porqué las autoridades de este sector salvaron su culo. Se olían algo –el capitán masticó con cólera contenida cada palabra que pronunció-

- Enfoque, Blondie –pidió el coronel por los auriculares-

- Ahí, la tiene, señor. Una bomba de antimateria.

- ¿Puedes desactivarla?

- Blondie puede con cualquier cosa, señor –intervino la cabo Liao por el comunicador.

- Aleje el Independencia cuanto antes, coronel –fue la réplica de blondie.

Cuatro segundos de silencio.

- Todos. Salid de ahí. ¡Ya!. Grupo Beta, Ghost, Carlo, vamos, dejen a ese loco. ¿Cuánto le queda a la moribunda, Jesper?

- Muerte cerebral casi seguro. El corazón todavía aguanta. Es imprevisible el tiempo. No podemos arrojar a ambos al exterior, si movemos a esta chica puede morir –respondió el médico.


El grupo Alpha salió inmediatamente de allí., hacia las escaleras más próximas que llevaban al nivel 2 y al puerto. A la carrera, con el otro superviviente, que gritaba que no tenía ni idea, que no conocía a esa mujer y alguien le dio un puñetazo. Jesper se quedó tratando de que la mujer viviera mientras Blondie trasteaba con el artefacto.

Antimateria. De imprevisibles consecuencias. Podía hacer desaparecer todo en varios kilómetros alrededor. O tragárselo. O desintegrarlo. ¿Qué coño hacía eso aquí? Era material prohibido, relegado a unos pocos centros de investigación, tras los fracasos como energía para vuelos experimentales y su inestabilidad para, precisamente, objeto bélico.

- ¡Moveos, marines! Por Satanás, ¡¡os quiero fuera de esa nave!! –crepitó iracunda la voz del coronel.

- Nos quedamos los tres, coronel –anunció el capitán-. Como último recurso probaremos de lanzarla al espacio. De todas formas confiamos en Blondie. Si no…nos veremos en el infierno, chicos. ¡Moved esos traseros!

Se pusieron en movimiento a toda prisa.

- Capitán –se escuchó a Helen a través de los auriculares, creo que solo necesitan a tres personas. Jesper como matasanos, Blondie para "desmontar" la bomba y alguien con excelente puntería que mantenga los problemas lejos. Creo que soy la persona adecuada y más prescindible para eso señor. Otra posibilidad es colocar los sensores, entre latido y latido, en uno de nuestros tarados rescatados. Con eso último ganaríamos más tiempo para Blondie. No es lo mismo desactivarla, que cambiar de sitio los sensores.


La voz de trueno del coronel resonó:

- Negativo, Ghost. La prioridad es evacuar el transporte. No discuta. Tú tampoco, Carlo.

Ella. Junto con Carlo, Serena y Azul, decidieron obedecer, a regañadientes. Echaron a correr hacia las escaleras sur y descender al nivel 3 en busca de las lanzaderas, con los seis pasajeros rescatados, que no entendían nada. Al menos corrían. Se intercambiaron munición. Una de las chicas cayó en la escalera, se torció el tobillo, azul cargó con ella a cuestas, Serena y Helen mientras vigilaban los sensores. Se escuchó a Jesper:

- Probaremos tu idea, Ghost, si no queda otro remedio. Aunque no confío demasiado en su éxito. Aquí no tenemos tarados. La usaremos en alguno de nosotros. Gracias.

sábado, 10 de diciembre de 2011

Santiaga



Santiaga...


Mi abuela decía con voz tranquila y pausada que siempre estaban ahí, luchando por salir en cada situación que les alteraba, les confundía, les motivaba, les esperanzaba. Comentaba que con la edad, se tendía y se aprendía a esconderlos, a encerrarlos de una forma tan hermética que era incluso imposible saber si aún continuaban ahí, incluso para uno mismo. Se lamentaba de que demostrarlos fuera un signo de debilidad, un comportamiento infantil, inmaduro y de que pocos fueran los que consiguiesen a pesar de las torvas y maliciosas miradas, caminar con la cabeza bien alta disfrutando de ellos, luciéndolos abiertamente porque eran parte de ellos mismos como lo eran sus propias manos, su pelo. Su corazón se afligía al ver como muchos recurrían a miles de opciones antes de tener el valor de demostrarlos, gritarlos y convivir con ellos abiertamente. Me recordaba que la vida es de la vida, que no es nuestra, pero los sentimientos si y que son ellos los que te hacen escoger día a día tu camino...


Iasbel

Leyendas 3, Los ángeles



Los ángeles...


Según cuenta una leyenda, los verdaderos ángeles nunca estuvieron en el cielo sino en la Tierra, caminando a nuestro lado, ofreciéndonos su ayuda con su sonrisa cada día... Pero, la mayoría de hombres y mujeres prefirieron ya desde el inicio de los tiempos, mitificarlos para ignorarlos porque los “sentían” diferentes a ellos. Por ignorancia, arrogancia o tal vez miedo, los fueron apartando de ellos. Aquellos seres que sonreían y disfrutaban de la vida, adoptaron apariencias semejantes a la humana para llegar a ser aceptados y poder así aportar a las grises vidas de aquellos hombres y mujeres el color, el amor, la esperanza, la alegría y el cariño.
Según cuenta la leyenda, cansados de los desprecios, dolidos y angustiados, optaron por refugiarse en la única apariencia en que les era posible subsistir para colorear la vida de los demás... En niños. Algunos ángeles continúan a pesar de las canas, ahí sin abandonar el cuerpo del adulto... Porque en realidad los ángeles se convirtieron en la esperanza y la alegría que anida en aquellos corazones que no desean dejar de ser, mirar, experimentar y sonreír como niños....


Iasbel


Un apunte

En estos últimos días se ha apuntado a la experiencia del blog Iasbel, amiga, excelente escritora y una gran persona. Ya ha dejado huella con algunas entradas.

Ella también me animó a que pusiera en marcha este proyecto, así que, en cierto modo, ahora también le toca aportar su granito de arena :P

viernes, 9 de diciembre de 2011

Leyendas 2



Cuentan los viejos sabios que la neblina que embriaga la soledad de las calles durante la madrugada, anima a las sombras frías y oscuras a caminar por ellas buscando sin más aliento que los sueños de los que dormidos reviven el día. Son sombras que absorben todos los miedos, las esperanzas fallidas y las ilusiones rotas. En sus vacías cuencas queda atrapada toda la desesperanza y el dolor, el sufrimiento y la angustia para permitirnos que al alba abramos las ventanas, sintamos que la losa de nuestras responsabilidades es más llevadera y sobre todo, en su postura cómoda de no querer saber, de dejar fluir las cosas para diluirse en la nada cuando amanece, nosotros volvamos sonreír...


Iasbel

Leyendas



Cuenta la leyenda que el Árbol de la Vida se quejó al Sol porque no doraba sus frutos por igual y que al caer y partirse en dos, la Madre Tierra se lamentaba al no encontrar las dos mitades del mismo fruto para unirlas como hombre y mujer. Fue entonces cuando el Viento les susurró a todos: “No es necesario ningún lamento por no encontrar ambas partes de un fruto. No es necesario que tengan ambas el mismo tiempo de maduración si juntas logran ser una... La edad es tan solo un impedimento, una excusa de la raza humana para rechazar, apartar e incluso menospreciar a otra sabrosa mitad, con la que igualmente podrían alcanzar la felicidad...”


(Creada y dedicada a mi hija, en memoria de mi padre... Incluso, ¿Porque no...? A mi misma y todos aquell@s que se han encontrado en una situación similar alguna vez en su vida.)


Iasbel

jueves, 8 de diciembre de 2011

La vida continua...

LA VIDA CONTINUA...
(Núria Morlesin Carrasco i Iasbel)

Antes de coger el tren, me acordaba del sueño que había tenido hacia tan solo cuatro horas mal contadas…

“…Todo sucedía en el mismo tren en el que cada mañana me montaba desde hacía tres años con una única diferencia. En el sueño, en el cristal del vagón, habían escrito:

“ESTAS SOÑANDO, DESPIERTATE, …“

Me quedaba totalmente indiferente ante la frase y me subía en él. Dos paradas después, subía un chico al cual no había visto en mi vida, y que tras localizarme se dirigía hacia el sitio vacío que estaba mi lado. Me miró y sacó del bolsillo de su chaqueta un papel que me entregaba y en el que ponía:

“ ¿Eres tú? ¿Seguro? No lo sé, pero yo creo que sí. Eres Nagore, Nagore Soriano.
Seguramente estarás confundida y raramente incómoda, y no me extraña, ya que al parecer soy un total desconocido para ti. Se quién eres, donde vives, a que deporte juegas, y tu edad. ¿Quieres un ejemplo? Vives en Sant Boi, en el barrio de la Cooperativa, tienes 15 años y juegas a balonmano en el equipo la Coope. ¿Quieres saber más…? Hace dos semanas cortastes con tu novio Víctor Calzada, y tu mejor amiga es Mar Granja […]”


Intuitivamente, antes de entrar en la estación, intenté recordar donde había guardado aquel maldito trozo papel. Aunque sabia perfectamente que era imposible que estuviera ahí, metí la mano en el bolsillo y rebusqué en él.

Gotas de sudor empezaron a formarse en mi frente al palparlo. Hubiera jurado y perjurador que ese papel, que mis temblorosas manos tocaban, no era el que aquel joven desconocido me entregó en mi sueño, que solo era un simple ticket de compra, pero no. LO ERA. Allí estaba, doblado en cuatro partes, blanco.

Lo abrí y leí por encima una vez más para comprobar que efectivamente era el mensaje recibido en mis sueños, sin poder leer de nuevo el final, ya que llegaba tarde al tren. Lo guardé apresuradamente, y salí corriendo de casa mientras aquel sudor frío empapaba mi piel.
Por camino me rompía la cabeza pensando en como podía haber llegado ese papel a mi bolsillo, si supuestamente, me lo habían entregado en un sueño. ¿Acaso me estaba volviendo loca y no podía diferenciar lo que era un sueño de la realidad?

Llegué a la estación justo a tiempo. Por un momento creí que no estaría el tren. Suspirando y dando gracias por la suerte que había tenido al no perderlo, aceleré el paso y me dirigí al mismo vagón de siempre. Mis pies se negaron a continuar caminando cuando mis ojos leyeron atónita en el cristal del vagón:

“ ¿TE RIES? RÍETE, PORQUE ESTO… NO ES UN SUEÑO. ”

Sin pensármelo dos veces, subí temblando al vagón y me senté. Recorrí el espacio con miedo y ansia. Observé a todos y cada uno de los pasajeros que cada día me acompañaban en el trayecto. Él no estaba. Con alivio, volví a sacar el papel y lo leí por última vez, y por fin leí el final del texto:
“… Tu abrigo rojo lo compraste con tu madre en Barcelona, y allí es donde vas casi cada fin de semana….”

-” Veo que estás leyendo mi nota, así me gusta…” – dijo la voz de un joven sentado a mi lado. Giré lentamente la cabeza y observé que estaba ahí, justamente a mi lado, sonriendo tranquilamente como si todo fuera de lo más normal. De repente se empezó a reír y volvió a sacar un papel similar al que me entregó, se levantó, lo dejó en el asiento y se marchó sn decirme nada más.

Atónita, con los ojos abiertos como platos, sin entender absolutamente nada de lo que estaba pasando y sin pensármelo dos veces lo cogí y me lo guardé con prisas. Me bajé del vagón con la cabeza bien alta para que nadie pudiera sospechar lo que realmente pasaba en mi interior: muerta de miedo.

Mientras caminaba, mi mente intentaba buscar una respuesta lógica a todo aquello que me estaba sucediendo. Al mismo tiempo mis ojos iban de un lado a otro buscando al extraño que parecía disfrutar de lo lindo dejándome notas con información que supuestamente solo sabía mi mejor amiga. Sonreí. Si. Eso era. Quería gastarme una pesada broma y se había compinchado con aquel chaval. Me reí. Una risita nerviosa, intranquila que lejos de calmarme me puso más nerviosa. ¿Pero … Por qué?

Entré en la clase y me senté en mi sitio. Nerviosa miraba a todos mis compañeros en busca de mi amiga que casualmente no estaba allí. ¿Ella? !Imposible! Habíamos pasado muchas cosas, tanto buenas como malas, sabíamos demasiado de nosotras mismas, teníamos muchos secretos en común, compartíamos desde hacía tres años casi todas las horas del día…. ¿Acaso no la conocía realmente? Sacudí la cabeza para mantener alejada aquella absurda idea mientras me pregunta… ¿Entonces quien?

-”!Hola! ¿Llego tarde verdad?” -me susurró una voz en el oído de repente.

Del sobresalto la libreta y el bolígrafo volaron, cayendo estrepitosamente al suelo. La profesora se giró y con el ceño fruncido y expresión severa me señaló la puerta. Sin decir nada, sin protestar siquiera, salí de la clase y apoyé la espalda contra la pared del pasillo respirando con alguna dificultad.

El sudor me estaba congelando el cuerpo y en mi puño fuertemente cerrado aún notaba la calidez del papel. Con cuidado, vigilando de qu nadie me viera lo abrí despacio y empecé a leer…

“… Si, soy yo otra vez. No, no es una broma pesada de tu mejor amiga, no. ¿Aún no logras acordarte de mi? ¿No adivinas todavía quien soy? Te daré una pista… Tienes una cicatriz en el hombro izquierdo en forma de rayo, te la hiciste al caerte de un columpio en el parque en donde vivías antes de trasladarte a tu nueva casa hace tres años. ¿No te acuerdas quien te empujaba con demasiada fuerza, tanta que te hizo caer? ¿No? ¿Porqué no se lo preguntas a tu madre? Ella seguro que si se acuerda…

P.D.: ¿ Aún conservas la muñeca de trenzas rojas y vestido azul marino con la que solías dormir siempre? Si, a Nani.”


Nadie sabia de la existencia de aquel preciado y secreto objeto con el que todavía seguía durmiendo cada noche, nadie a excepción de mis padres. Nadie sabía de mi cicatriz ya que quedaba siempre oculta bajo las camisetas de anchos tirantes que obligaba a comprar a mi madre para que no se viera. Nadie.

Sin saber como me encontré ante la puerta de mi casa, jadeando por la carrera, con la cara sucia y llena de lágrimas que brotaban sin parar de mis ojos. No comprendía absolutamente nada de lo que me estaba ocurriendo. No encontraba ninguna relación lógica a aquellos mensajes. No…. ¿Acaso me estaba volviendo loca?

Entré gritando, sin llamar, empujando con furia la puerta. Encontré a mi madre sentada en el sofá, triste, con los ojos empañados y una nota entre sus manos de un tamaño muy parecida a las mías que nada más verme arrugó e intentó ocultar. Se levantó y extrañada me preguntó que hacia a aquellas horas allí en vez de estar en clase.

Le expliqué con detalle todo cuanto me había sucedido gritando, llorando y temblando. Me abrazó e intentó tranquilizarme. Me ofreció un vaso de agua que fue a coger de la cocina dejándome sentada en el sofá. Me lo tomé de golpe y solo recuerdo levantarme al día siguiente con un fuerte dolor de cabeza.

Como si de otro mal sueño se tratara se levanté y busqué las notas. Habían desaparecido. Busqué y rebusqué sin resultado alguno. Sin saber que pensar me senté en la cama y suspiré profundamente. Quizás todo había sido un mal sueño largo…. Muy largo…

Como cada día fui a la estación, me quedé delante del vagón en donde siempre viajaba y me senté en el mismo lugar que solía ocupar. No había escritos en los cristales, no apareció el muchacho desconocido, no hubo notas.

Durante cuatro días esperé con ansiedad a que apareciera, a que diera señales de vida. Lo recordaba. El pelo lacio y negro le caía con un amplio flequillo ocultando uno de sus ojos de color verde. Su media melena se movía al compás de sus pasos. Era más alto que yo, delgado y las dos veces que lo había visto llevaba tejanos y amplias camisetas. A su espalda una mochila amarilla.
De repente aquella mochila pareció ocupar todos mis pensamientos. La recordaba. Algo familiar había en ella, pero no acertaba a saber el qué. Por más que lo intentaba me era imposible ubicarla en el lugar correcto. Así pasé todo el día, intentando adivinar en donde y cuando la había visto otra vez sin resultado alguno.

El fin de semana se me hizo eterno y deseaba que llegara el lunes para reencontrarme con Mar para explicarle mi sueño, para decirle que me había llegado a enamorar de alguien que tan solo existía en mi mente. Quizás llegaría a pensar que estaba loca pero me daba igual. Me había enamorado de alguien a quien no conocía y al que le había puesto cara, incluso voz y tenía que desahogarme.

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Al llegar a la puerta del instituto, estabá allí, mi mejor amiga, me estaba esperando en la entrada como de costumbre. Se nos hizo corto el recorrido hasta nuestra clase, ya que yo iba explicando detalle por detalle todo lo que me habia ocurrido en estos dias.

Creo que ningún ser vivo en este planeta, estaba tan impaciente y ansioso de saber toda la existencia de aquel muchacho. Sin pensarmelo dos veces, aun que no me lo volviera a encontrar ni en mis propios sueños, necesitaba escribirle una nota, una carta, algo en el cual explicase todo lo que siento, todo lo que se me pasa por la cabeza. No sabia como empezar… Quizás un: Hola, sonaba como si lo conociera de algo, y un: Querido joven, sonaba a ejemplar de biblioteca pasado de moda.

Me parece que llegué a romper 5 hojas por que el principio no me convencía del todo. Definitivamente, no estaba a disupuesta a malgastar mas hojas de mi libreta de apuntes y escribi lo que me salia del alma…

-“Ahora me toca a mí. Creo que me merezco alguna explicación… Mejor dicho, alguna respuesta lógica que pueda explicar lo sucedido. Empezando por el principio… ¿Como sabes de mi existencia? Me refiero a que, como sabes tantos datos de mi, que ni mis compañeros de clase, con los cuales llevo 3 años, no saben ni la mitad que tú e incluso mi mejor amiga desconoce de mi cicatriz y de… Nina. No quiero ser indiscreta pero… ¿Quién eres? ¿De donde vienes? Y… ¿Por qué a mí? Por que me has elegido a mí, para enredarme en tu misterio. Por que a mí para pasarme noches en vela descifrando notas que ni si quiera sé donde están. Por que sabes tanto de mi y no de Mar o de mi vecina? A lo mejor, no, seguramente lo que te escribire a continuación te harán pensar que estoy majareta o totalmente descontrolada, pero tengo necesidad de saber de ti, de prescindir de ti, de saber cuando, como y donde estas en casa segundo. Puede que solo sea obsesión por la persona que está obsesionada conmigo, un simple juego mental, pero es lo que siento. Y sín más preanbulos, me despido de ti.“

-Tssssé!- Escuchaba de fondo…

-Tssssssssssssssé!-

Y me giré espontáneamente para saber de donde venia ese horrible sonido.

-Buenos diaaaaaaaaaaaaaaaaaaas! Por fin te giras. Llevo media hora intentando que me hicieras caso, pero nada. ¿Se puede saber que estás haciendo? – me pregunto Mar.

-Nada, nada. Paridas mias…

-Veo que os gusta la chachara… Ya podeis ir a hablar al despacho del director señoritas.- Me interrumpio la profesora ofreciendo esas lindas palabras que terminaron por expulsarnos de nuestra respectiva aula…

-Me parece que me voy a ir a casa… Me encuentro un poco mal, si quieres mañana hablamos vale? Hasta mañana!- me despedí alegremente de Mar.

Tardé 12 minutos contados en llegar a casa, un récord ya que siempre iba a paso de tortuga.
Nada más entrar, mi madre, ya enfadada conmigo, me envió a mi cuarto sin que me dejara explicarme. Deje mi mochila a los pies de mi cama y me estiré en ella…

La rutina de cada dia era la misma, pero con una variante; mi madre, me acompañaba cada día hasta la estación de tren, sin darme motivo alguno.

Me dirigí hacia la estación y de repente todo pareció dar vueltas a mi alrededor. El cristal del vagón estaba pintado con una frase:

“…HE VUELTO…”

Incapaz de articular palabra ni movimiento alguno, por pura inercia subí al vagón, me senté y esperé. Apareció minutos después sonriente, como si nos hubiéramos visto el día anterior, como si nos conociéramos de toda la vida. Armándome de valor, cuando se sentó a mi lado le murmuré…

-”No se quien eres aún… Pero ahora se que no eres un sueño…”

-”Nunca lo he sido ni lo seré… Pero quieren mantenerme lejos de ti… Para estar juntos de nuevo tan solo debes recordar…” -dijo él alegremente, dándome un beso en la mejilla, levantándose y alejándose de mi otra vez.

No pudiendo soportar la idea de perderlo de nuevo, me levanté y corrí detrás de él. Vi como cruzaba la vía por delante del tren y sin pensarlo dos veces lo seguí. No sentí el silbato que daba la salida, no vi como empezaba a moverse, la idea de que ib perderlo de nuevo era la única que invadía mi mente.

Fue entonces, tras el golpe, al abrir los ojos y volver a ver la mochila amarilla ante mi cuando recordé. Sabía quien era aquel muchacho, gritaba mi nombre mientras sus manos parecían teñidas de sangre e intentaba levantarme del suelo. Todo volvía a tener sentido en mi vida. Miles de imágenes pasaron durantes los breves segundos en la que mi vida acabó entre sus brazos…
Ahora lo entiendo todo. Ahora, desde éste lugar nuevo en donde habito sin ser vista entre ellos, puedo comprender que pasó...


Los veo llorando a los tres. Mama, papa y Fran. No era ningún desconocido, siempre habíamos estados juntos, desde el momento en que fuimos concebidos. Están alrededor de mi cuerpo, ahora ya recompuesto, tras el gran impacto de recibí al ser arrollada por el tren.
Hablan entre susurros pero puedo oírlos con claridad. El médico les había aconsejado hacía tres años, que poco a poco fueran introduciendo en mi vida a aquellas personas aquellos objetos que yo fuera recordando. Todo con lentitud para no causar más daño a mi cerebro. Poco a poco para que fuera recordando y consiguiera sin trauma alguno recuperar mi vida, mi memoria, mis momentos.

Fue por eso que Fran, no pudo trasladarse a la nueva casa que mis padres compraron al no recordar yo la antigua en donde había nacido. Fue por aquel motivo que tuvo que quedarse en ella con mi abuela. Nunca habíamos podido vivir el uno sin el otro y por eso él me espiaba, me buscaba entre la multitud siempre escondido, esperando que al verlo, algo se iluminara en mi mente y acabara por acordarme de él.

Mi padre se echaba las culpas de toda aquella lamentable situación. Si hubiera escuchado a mi madre no hubiera cogido el coche en aquellas condiciones tras la fiesta. No hubiera conducido en aquel estado con todos nosotros dentro. Hubiera parado en el stop y el cuatro por cuatro no nos habría arrollado. Yo no habría recibido el golpe en la cabeza ni habría sufrido de amnesia selectiva y ahora continuaría con vida al no tener que ir desesperadamente en busca de Fran para saber quien era.

Mi madre rota por dentro se lamentaba de no tener un carácter más fuerte. De haber cedido ante la insistencia de su marido en que si podía coger el vehículo para dormir tranquilamente en casa en vez de quedarse toda la noche en aquel cuchitril. De no haberme contado el porque de aquellas notas, de aquellos sueños, de mi dolor de cabeza, de todo…

Fran en silencio, me miraba. En su pensamiento tan solo había una pregunta. ¿Por qué no pude esperar a que recordara? Lloraba sin consuelo alguno.

Ninguno de ellos tenía la culpa de mi muerte excepto yo, pero jamás lo admitirían ninguno de los tres. Yo no debería haber corrido tras él. Durante toda mi vida me habían enseñado a ser prudente, consciente de mis actos, pero el amor y el deseo, la curiosidad y el ansia me habían vencido.

No, nadie excepto yo tenía la culpa de haberme enamorado de un supuesto extraño tras el que salí corriendo para saber más de él. Nadie era culpable de mi muerte. Nadie podía haber evitado el suceso porque algo dentro de mi me impulsaba a querer estar con él, con… Fran. Con mi propio hermano… Mi mellizo.

Y a pesar de ello…. A pesar de todo el sufrimiento y el dolor… La vida, para ellos, continúa.

Sueño de Isabella

Sueño de Isabella

Eran ya muchas las noches que la joven yacía sola, tras el funeral. Sin poder remediarlo, la muchacha se movía incansablemente por el lecho en busca de aquel calor que durante tantos años había recibido del cuerpo de aquel hombre que yacía muerto e incinerado y cuya alma había sido llevada por su mano hasta el sitio que le tuvieran los dioses reservado.

Se había bañado, restregado su cuerpo meticulosamente hasta que quedó por fin satisfecha del resultado. Ya no tenía necesidad de estar inmaculadamente limpia para su hombre, su ánimo había decaído tanto que poco le importaba su aspecto físico. Ya no había nadie a quien satisfacer ni a quien esperar. Aún así se impuso a si misma seguir practicando aquel ritual que tanta paz le otorgaba. Se enjabonócomo siempre, el cuello para continuar con los brazos, extendiéndolos fuera de aquélla bañera de bronce y dejando caer gotas de agua al suelo y proseguir por sus pechos semiocultos entre la juguetona espuma que aquel suave jabón, regalo del general, producía.

Sumergiendo sus manos en el agua frotó el resto de su cuerpo suavemente, para posteriormente acelerar su ritmo... Gimió del placer que se estaba otorgando a si misma, mientras se imagina las manos del difunto acariciando su sexo.

Sonrojada , acabado su baño y auto masaje, se embutió en la suave túnica de seda blanca, también regalo de su hombre. Observó meticulosamente la tienda, la sensación de estar siendo observada y de no hallarse sola la había asaltado varias veces. Un cálido roce en su pierna, la sobresaltó. Dirigió su mirada al suelo y sonriendo se agachó para acoger entre sus brazos al pequeño mono que tanta compañía le proporcionaba. Lo apretó contra su cuerpo y acarició su cabeza, mientras en su cabeza la idea de deshacerse de todo aquello que le recordaba tanto al general cobraba una fuerza inusitada.

Se estiró en el lecho, colocando al pequeño animal a su lado y tras desearle buenas noches y volver a besarlo, se abrazó a la almohada. Minutos después, la colocó entre sus piernas y cerró los ojos. En un aquellos momentos deseo fervientemente que ésta se moviera, que tomara vida propia, que la acariciara y acabara cabalgándola como ella estaba acostumbrada.

Tumbada sobre ella las lágrimas acudían raudas a sus ojos. Necesitaba aquella sensación de protección y bienestar, aquel juego, caricias y besos, el aliento cálido y la humedad de una boca entre sus senos. Necesitaba la firmeza de una mano entre sus piernas hurgando y acariciando sus vellosos labios.

Sudorosa se despojó de sus ropas. Se le puso la carne de gallina cuando notó que el gélido frío besaba su sexo. Sus pechos se hincharon e imaginó fervientemente que estaba siendo montada. Una de sus manos recorrió su propio rostro acariciándose suavemente y se pasó un dedo por sus labios, mientras la otra descendía para acabar entre sus ya humedecidos muslos...

LOS ÁNGELES, 2029 -3


Dante se liaba un canuto cuando las sirenas quebraron el aire nocturno y la gente que trapicheaba, vendía su cuerpo o arreglaba negocios por allí cerca se esfumó como la ceniza al viento. No era raro que esto pasara en esa zona, y así, la pareja esperó en el coche, con los sentidos totalmente aguzados.

Notaron que la fiesta era justamente allí mismo. ¿Tenía algo que ver con ellos dos y su historia?

- La puta de dios –farfulló Dante. Tiró el cigarrillo y puso en marcha el V-10, al otro lado de la entrada principal de la iglesia. Rugió igual que una bestia hambrienta y salvaje el motor.

Rayos azulados de luz procedente de un rotador a treinta metros de altura, iluminaron la plaza. Más sirenas, disparos sucesivos, una sombra que corría como una liebre y se metía en la parroquia. Luego varios policías con armadura de combate llegaron en persecución de quien quiera que fuese, desde una de las calles adyacentes y un par de V-10 hicieron acto de presencia lanzados a toda velocidad chirriando las ruedas en su brutal frenazo. Vomitaron más agentes de la ley armados hasta los dientes.

KD, como se hacía llamar Kate, miraba atenta  las correrías de la policía especial, preocupada por el coche. Era del modelo de la policía aunque muchos corporativos los usaban y, si bien era raro que uno de esos bugas estuviese en un barrio como aquel, tampoco era anormal del todo. Los ejecutivos tenían sus gustos raros. Así que podían pedir documentación o pasar de él. De todas formas, aquel dispositivo de agentes acorazados estaba por otras cosas. Kate se preguntaba qué leches de misión sería aquella de la que apenas sabía nada, solo esperar a dos tipos y una buena transferencia bancaria. Dante estaba silencioso, harto de aguardar sin entrar en acción, inquieto, dispuesto a largarse ya mismo. Sudaba, y las ganas de echarle un polvo a su compañera se le habían pasado al momento.

Sonó su móvil de muñeca, el código pactado apareció en pantalla, la comunicación era segura. Una voz de mujer, acento eslavo al otro lado:

- Cambio de planes. Si queréis la pasta, id al callejón este de la iglesia. Ya.

El ladrón de coches engranó primera, se mordió el labio superior y puso en movimiento, lentamente, al V-6.

- De acuerdo, en marcha y acelera. Tu conduces y yo disparo –dijo sin entonación alguna la asesina. KD sacó una de sus “gemelas” y la empuñó con firmeza, liberando el seguro.

Dante giró en la primera calle a la derecha. No dudó de las instrucciones recibidas, no sabía quien era la mujer que contactó, le valía el conocimiento del código. Con todo, también preparó su arma. El V-6 entró silencioso igual que una bestia agazapada en el sucio callejón, cubierta con una gruesa cazadora militar y pantalones anchos: la fugitiva del maletín negro que había huido por la puerta que le indicara el padre Tomachio. Sus mechones de cabellos sobre la cara no dejaban ver la misma. Se metió rápida en el asiento trasero, apenas se sentó dio órdenes:

- Arranca ya, vamos, ¿zsi? Please. La de la artillería, habrá que matar polis, ok, algún problema. Sube la paga el doble para ambos.

El fuerte acento de la Europa del Este no se le escapó a KD, que pronto supo gracias a su multi traductor implantado que debía ser, con mínima probabilidad de error, rusa. Asintió, esgrimió una sonrisa de lado, fúnebre, casi obscena.  Dos agentes abrieron de golpe la puerta del edificio que daba al callejón, con rifles automáticos y protegidos por armaduras. Uno de los rotadores extendía sus luces frías y azules al otro extremo de la vía buscando el objetivo.

La mercenaria vio a los dos policías, apuntó a uno de ellos y abrió fuego sin preguntas. Dos proyectiles reventaron el cráneo del agente después de traspasar el visor del casco. El otro repelió el ataque, las balas rebotaron en el blindaje, Kate apretó el gatillo de nuevo mientras el vehículo arrancaba quemando neumáticos. Sus disparos impactaron en la coraza del policía. Las ruedas arrancaron humo del asfalto. Emergieron desde la iglesia más efectivos policiales, que con sus rifles escupieron una lluvia horizontal de metal contra el coche.

- Dime qué está pasando chica, que quieren de ti. Y dilo rápido –preguntó ahora KD, sin dejar de disparar.

- Esto va de joder al personal cuanto más mejor –respondió la reciñen legada. .

El V-10 aceleraba por las calles en penumbra seguido por otro de la policía al que pronto se unieron un par más y en las alturas el rotador. El vehículo estaba preparado con lo último pero sus perseguidores también. La conducción de Dante hizo que uno de los coches policiales girara de mala manera en un estrecho callejón, evitara a una moto y no pudiera esquivar a un camión de transporte contra el que se empotró de frente. Pero el rotador seguía allí y los otros dos. La mujer de acento eslavo se quitó la chaqueta, llevaba una camiseta gris sin mangas, corta, dejando su vientre al descubierto. También se deshizo del pantalón ancho, debajo vestía un ajustado pantalón negro. Maldecía en su lengua, efectivamente rusa, que KD comprendió, juraba contra la policía, maldecía a la  mafia japonesa y a las corporaciones.

El rotador lanzaba ráfagas de metralla hasta que uno de sus cañones láser levantó el V 10 por su parte trasera, lo hizo volcar y dar varias vueltas de campana. Quedó boca abajo en medio de un cruce del desolado barrio, los pocos transeúntes noctámbulos huyeron aullando y los tres pasajeros salieron ilesos, solo alguna magulladura. Cerca las sirenas de la policía sonaban estridentes, mientras una voz metálica atronaba desde el rotador, conminando a que depusieran su actitud y se entregaran.

KD se sacudió polvo y cristales de  su gabardina, armada con las dos pistolas.

-Dante, lárgate con nuestra cliente. Yo los distraigo, que se centren en mí. Ya les daré esquinazo.


Parapetada tras el coche la asesina de hielo en las venas, vació ambos cargadores de sus dos pistolas contra los cuatro agentes que se cubrieron con la carrocería de sus v-6. Escupieron fuego y metal sus armas  contra los tres fugitivos, y el intercambio de disparos compuso una sinfonía desigual a la que se unió el rotador desde las alturas. Uno de los agentes fue herido en la pierna, otro recibió una bala en la mejilla que le salió por la nuca. Dante asintió a las palabras de Kate,  sin embargo la rusa tenía otros pensamientos en mente: acuclillada sujetaba el maletín y hundía la cabeza en el pecho .Un hilillo de sangre se escapaba del oído izquierdo. Dante tironeó de ella y también repelió la agresión policial con su pistola.

De pronto, el rotador empezó a girar un poco descontrolado luchando el piloto por mantenerlo estable, era como si una fuerza invisible pugnara por hacerse con su control. El policía a los mandos decidió elevarse y alejarse de allí un poco. Dante aprovechó para tironear de la chica y emprender la huída pero ella prefirió correr tras KD, que desparecía por una de las esquinas a toda prisa. Dante corrió en otra dirección, su huida terminó lo mismo que su vida y sus esperanzas,  con tres agujeros en el torso y un cuarto que esparció la mitad de sus sesos por la pared.

La rusa desenfundó la pistola que llevaba a la espalda en un arnés y el cañón negro vomitó fuego y muerte. Otro de los policías se derrumbó maldiciendo. Las dos chicas desaparecieron por las callejas y el agente especial que quedaba en pie prefirió esperar refuerzos. El rotador dio un par de pases, sin embargo no localizó a sus presas, las cuales desaparecieron, perdiéndose entre las calles desiertas.


...






Edwards caminaba cabizbajo, su silueta delgada recortándose en las escasas luces del alumbrado encendidas, pensando en su nuevo proyecto. Había terminado a última hora en el laboratorio, cenó fuera y regresó a su domicilio. Había escuchado un tiroteo a lo lejos, nada anormal en aquel barrio, más de una vez había pensado en mudarse, estaba ahorrando el dinero suficiente para ello, pero las comodidades con las que se había rodeado en su piso así como que todo el mundo iba a su rollo en aquel barrio sin meterse con los demás, le hacían retrasar la decisión. De cualquier forma, su pequeña figura aceleró el paso, suspiró al llegar a la entrada del edificio donde vivía, la familiar fachada cubierta de graffitis de diversa condición, desde escenas de sexo, enfrentamientos entre bandas y policía, o ángeles esgrimiendo látigos en el Infierno.

Estaba abriendo el portalón de la entrada principal con la tarjeta magnética cuando una silueta a la carrera tropezó con él y le derribó. Luego sintió el contacto del metal caliente en su sien. Una mujer en camiseta gris le encañonaba.

Los tres subieron al apartamento de Edwards. KD le quitó la pistola al tipo famélico. La chica del maletín lanzó este sobre el sofá azul, de piel artificial, vio la pantalla de ordenador encendida con un tablero de ajedrez, inclinó la cabeza a un lado, y tras un minuto tecleó un movimiento desconcertante para el ratón de laboratorio que era Edwars. Aquel movimiento abría unas posibilidades nuevas, inesperadas, en la partida. Luego ella se fue al baño y tomó una ducha dejando a los dos en medio del pequeño salón. KD vigilaba a través de las ventanas, las cuales ya había bajado su protección. Maldecía en su interior. La rusa estaba loca, se metía en la ducha,  pasaba de todo, las sirenas no dejaban de atronar y las luces hirientes de los rotadores no cesaban en su búsqueda. ¿Qué coño estaba haciendo ella, KD, allí, que no se largaba de una maldita vez?  ¿Y qué le sucedió al otro rotador? Se lamió una gota de sudor en el labio superior. Dante estaba fuera de juego, mejor él que ella. Miró al propietario del apartamento, quien parecía un conejo muerto de miedo.

- No temas; no hay motivo para matarte –tampoco lo necesitaba, pensó- Estás a salvo de momento, sólo necesitamos un…tiempo de reposo y desaparecemos.


Cuando la joven salió a los cinco minutos, desnuda, sin secarse, se sentó en el diván. Tenía pechos pequeños, caderas estrechas, largas piernas, depilada totalmente a excepción de una fina línea de vello azul en su pubis. Se fijó en  la mirada de Edwards, que seguía medio paralizado por aquella intrusión en su vida.

- No sex conmigo. Deja de mirar así y espabila. – Miró a KD, que sonreía, divertida y burlona hacia Edwars, que temblaba, incapaz de abrir la boca– Solo negocios. ¿Pareces tener agallas? ¿Te la jugarías con las mafias? ¿Las corporaciones? ¿Sí?


- Explícame todo y te diré. Habla y yo escucho –lacónica como siempre-Y por cierto, deberías taparte, creo que nuestro anfitrión está algo incómodo por la situación –la sonrisa brilló en su pálida cara.

Edwars continuó sin hablar. Su temor se lo impedía, y, en realidad, su mente estaba más concentrada en aquel movimiento de ajedrez que en lo que realmente sucedía s su alrededor. Quizá su comportamiento antisocial, apartado de todos, le ayudaba a aislarse de la situación actual. Estudiaba la pantalla y acabó por reconocer que era la mejor jugada que podía haber hecho. Miró de reojo a la mujer desnuda,  diciéndose a sí mismo que llevaba varios días intentando encontrar una jugada como esa y aquella hija de puta  lo consiguió en un minuto. ¿Quién era?


Observó un instante a las dos desconocidas y bajó seguidamente la mirada, bastante angustiado. ¿Acabarían por matarlo o lo dejarían tranquilo? Se temía lo peor. Un escalofrío recorrió su espalda, pero pronto desapareció al volver a levantar la vista. Miró el cuerpo desnudo, poco acostumbrado a hacerlo, a excepción de alguna prostituta en las calles. No reparó siquiera en los charquitos de agua que mojaban el suelo incólume de su piso. Se encontraba muy nervioso, jamás nadie subió a su apartamento, nadie entraba en su vida, no dejaba que lo hicieran. Y ahora  había dos mujeres armadas, dos criminales, sin duda alguna,  con unas pintas que verdaderamente le horrorizaban, y para acabarlo de arreglar una de ellas iba totalmente desnuda. Inclinó una vez más la cabeza, apesadumbrado, deseando que aquella locura y pesadilla acabase pronto. Muy pronto.


La mujer de la Europa del Este de levantó del diván. Paseó por el reducido apartamento como si estuviera sola. Husmeó en una habitación que tenía aspecto de laboratorio y despacho. Se puso el pantalón ajustado y una de las camisetas blancas del dueño del piso. Afuera sonaban las sirenas policiales.

- El dinero es una convicción. –Dijo con su intenso acento extranjero- Matar, otra. Vivir como un muerto otra más. Hay gente que quiere existir eternamente, o casi. Ya sabes, cápsulas cerebrales.



martes, 6 de diciembre de 2011

Hechicería y Acero



(Whosoran es un mercenario, rudo, cruel, grande y fuerte, lo llaman El Toro de Turán. No es hombre para tomar a broma).




Prólogo


El turanio despertó aterido de frío, a pesar de que la temperatura no era excesivamente baja. Aturdido, lo primero que vio fue la cabezota de un lobo a dos palmos de su cara. El animal permanecía tranquilo, mirándole indiferente. Te sentaste, observando alrededor: un claro del bosque de la taiga, rodeado de árboles y a cubierto de grandes peñascos. No se veía, al menos a simple vista, refugio, cabaña o cueva; el murmullo de un arroyo llegaba apagado, crepitaban los leños en una hoguera donde se cocía algo, olía bien, te abrió el apetito de súbito. Se trataba de un estofado de carne, patatas, bayas, sazonado con hierbas y hojas aromáticas. Un cántaro contenía agua muy fría; algunos cuencos, pan caliente y fruta componían el resto del ágape. Varios lobos, al menos unos cinco, estaban descansando indolentes, excepto uno, más allá, aparentemente de centinela.


La mujer, estaba a unos metros enfrente, sentada en el gran tronco de un árbol centenario abatido. Envuelta en su capa, su bastón apoyado al lado, comía apaciblemente de un cuenco. Había superado la juventud largos años atrás, sin alcanzar la vejez todavía. Era hermosa, esa clase de atractivo siniestro en cada arruga que perfilaba su boca y sus ojos grises de mirada oscura y malvada.Tu primer impulso fue quebrarle el cuello y el alma. Sin embargo algo más fuerte que ese deseo te lo impedía, y no eran solo los atentos lobos, sino que no podías, algo te sujetaba las intenciones, alguna fuerza poderosa te obligaba a respetarla. Tu mano izquierda estaba vendada, te escocía y ardía. La mujer te dirigió la palabra, fría y distante:

- Come, Whosoran. Ese es tu nombre, ¿verdad? Escuché que así te llamaban tus compañeros. Eres afortunado, hombre. Todos esos tontos están muertos. Solo quedas tú. Tendrás hambre y te necesito fuerte.

Disimuló una sonrisa.

-¿Adónde te dirigías con ellos? Se os terminó el viaje. Te agradezco tu valentía y que te ofrecieses voluntario – dijo sin ocultar la burla de su tono-Ahora tu destino está unido al mío. Durante un año...O menos, si mueres antes.


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(ahora la respuesta del jugador) 

Por Lord Arzzun

Whosoran

Miré mis manos y la miré a ella, incrédulo. Era incapaz de pensar en matarla, por mucho que lo intentase. 

¡Me has hechizado! ¡¡MIERDA!! JODERRR!! -grité a los cuatro vientos, indignado.

Luego, me dirigí hacia donde estaba la comida, todavía enrojecido por mi acceso de furia, frustración e impotencia. Me senté al lado de la bruja, intentando poner una y otra vez mi cuerpo en funcionamiento, intentando una y otra vez imaginármela con el rostro amoratado, la lengua hinchada y la traquea aplastada por mis manos... 

Frustrados mis esfuerzos, empecé a comer. Tenía hambre... y el estofado estaba bastante bueno. Escuché las palabras de la hechicera, incluidas sus pequeñas burlas. No pude enfadarme con ella. ¿Había salvado la vida a cambio de un año de trabajo como mercenario? Si lo miraba de ese modo, había ganado mucho. La hechicería se colaba en mi cabeza, urdiendo pensamientos que apartaban la hostilidad de mi mente. Me encogí de brazos, jurando solemnemente que cuando sus hechizos se debilitasen esta bruja no andaría más por los páramos...

Dime, mujer, ¿qué es lo que debo hacer? ¿A quien tengo que matar?

Rol narrativo, 2

¿Y qué es eso del rol narrativo? La mayoría de quienes puedan entrar en esta página seguro que son adictos al mismo. Je. Para el resto, un breve apunte: en el juego de rol asumes el papel de una personaje ideado por ti (se suele llamar personaje jugador en contraposición a los personajes no jugadores –los que maneja el master-), conforme a unas reglas del mundo (ambientación) donde se desarrolla la historia, dirigida esta por el director (o “máster”) de la partida. Hay decenas y decenas de juegos de rol con sus propios reglamentos, desde los más sencillos a los más elaborados. Y los que pueda crear el director mencionado de la partida, quien expone la situación inicial; los personajes de los jugadores se relacionan entre ellos, actúan, deciden, el master resuelve dichas acciones y continúa la historia. Imaginad una película, del género que queráis, los protagonistas, sus aventuras, desdichas, triunfos, amores y sinsabores. Pues lo mismo, alrededor de una mesa. Esto, desde luego, una visión personal del rol. Y muy minimalista.

En el rol narrativo se juega a través de foro, por correo electrónico, incluso chat o Messenger.  El director describe una escena (turno) y los jugadores reaccionan a la misma escribiendo cada uno su turno donde relata lo que harán sus personajes. El director resuelve el turno, escribe lo que sucede, y así sucesivamente. Las reglas suelen ser mínimas, basadas en la descripción de las acciones, lo detalladas que han sido y las posibilidades de realizarse, junto a una posible tirada de dados –relacionado su resultado con el reglamento que mencionábamos antes-.

Para muestra un botón. Así que iré colocando semanalmente el desarrollo de una aventura jugada hace algún tiempo, con pocos jugadores, tres en este caso. Los acontecimientos tienen lugar en Hyboria, el mundo de Conan, El Bárbaro, una ambientación de espada y brujería. Es una historia dentro de la partida Crónicas Mercenarias, que se juega actualmente –y desde hace unos años-, en el foro Nación Rolera. Su título es, precisamente, Hechicería y Acero, y el trío de excelentes jugadores, LordArzzun, Drakkon y Thorontir.

Sucede en los reinos helados del Norte de Hyboria, y arranca cuando uno de los personajes despierta en la cabaña de una bruja de los hielos, tras haber sido capturado por ella en una partida anterior, de la que, por tanto, este personaje desapareció para seguir su vida un rumbo bien distinto. Posteriormente se unieron los otros dos protagonistas por motivos que se verán en su momento.