sábado, 30 de marzo de 2013

Ilian 5



Suspiré y tomé una bocanada de aire fresco mientras le daba a mi estómago la posibilidad de volver a su lugar de origen y se calmase.

Eché un vistazo más, arriba, abajo, a los lados. Nada de interés. Cogí la maceta de hachís, pensé que quedaría divina en mi casa,  y regresé al interior del escenario del crimen.

-Quiero ver a la anciana... Ya. -Afirmé mientras le pasaba a Pedro la cartera encontrada con la  documentación. Me guardé la pasta en los jeans junto con las tarjetas del metro... Las podría necesitar y desde luego ella al parecer ya no.

- Averiguad todo lo posible sobre la tal Andrea. Y cuando digo todo es todo. Quiero saber hasta cuantas veces cagaba al día y donde –me di cuenta que daba por sentado que lo que quedaba de ella estaba desparramado a mi alrededor, y podría estar equivocándome...Ya se aclararía-. A ver que nos cuenta el forense, menudo regalito. Hay que determinar el sexo de las papillas. Que haga una reconstrucción de ellos lo más acertada posible, si es que es capaz ese gilipollas de encontrar sus gafas.

-Te explico...-dijo, resignado, mi compi. Revisó  sus notas.

-Son cuatro pisos por planta. Uno está en venta; en el de al lado vive una abuela sorda como una tapia, fue la que nos llamó. Salió a comprar y vio la puerta sin cerrar por completo. Se asomó y encontró el pastel. Tuvo ánimos de dar el aviso. Al llegar la encontramos tirada en el suelo en medio del pasillo. Un ataque al corazón, un sincope, o una embolia, ni idea. Se la llevó la ambulancia. Con suerte podrás verla en el hospital cuando se recupere. O en el depósito si ha palmado -me lanzó una mirada cargada de intenciones-.

Asentí con la cabeza y continué husmeando.- ¿Y en el otro piso?

 - Dos pavas, para mí que lesbianas, que dicen llegaron tarde y no escucharon nada raro. Tomaron somníferos, cuentan.

 -¿Otra vez con tus prejuicios? 

- No me toques los huevos, preciosa. 

-Eso lo dejo para tu mujer. ¿Y los del piso justo de abajo?

 -No he llegado a tanto -se encogió de hombros una vez más.

Gruñí. Seguí rebuscando por el lodazal. Por aquí y allá entre los restos sanguinolentos del desguace. Mi atención fue capturada por algo de carácter diferente, un chicle sucio, azulado, pegado al parqué del suelo. Lo pinché en la punta del boli y lo guardé en una bolsita que entregué a Pedro.

-Que lo miren en ADN –ordené, seca- Ponte en contacto con los padres o familiares. Ah, a ver si sois capaces de averiguar quien es el “modelo” que posa con ella. Manda alguien al gimnasio,  que se lleve la foto... Y a la farmacia... Y a la biblioteca. Y no me jodas diciendo que no hay personal ¿Vale? Te lo sacas de la polla si es necesario.

“Me encanta dominarlos... Todos los tíos son iguales... Muy machos, muy prepotentes y luego... Unos cagados, unos mierdas. Solo sirven para hacer recados y dejarte a medias cuando follas. Bien, sigamos.

Sabía que ese pensamiento era una gilipollez enorme, pero me regodeé en el fango de su contenido.

Pedro esgrimió la más sardónica de sus sonrisas:

- Tu lengua se supera hoy, inspectora. ¿No tuvo con qué entretenerse anoche? Mira,  Ilian -cambió el tono, un giro patéticamente abatido; o al revés--, sabes muy bien que no disponemos de nadie, y menos para este tipo de casos. La cosa es tuya, y yo me joderé porque cuando meneas ese culo empalmo, y no puedo resistirme a hacerte un favor. Miraré lo del gimnasio y sus padres, el resto te encargas tú, sí o sí, o se lo endilgas a uno de los nuevos. Tú verás.

Me lanzó una mirada de aquellas fastidiosas con las que me quería decir que el marrón me lo habían servido en bandeja y me iba a dar un atracón. Pasé de él y escarbé un poco más en aquella mierda, mujer tenaz, pero sin encontrar nada interesante. Pasé revista al dormitorio, la cama en perfecto estado, milimétricamente colocada las sábanas y la colcha. “Jodidamente ordenada por el estado de la habitación. Desde luego no folló en su sitio anoche. Una pena. Siempre es una alegría para el cuerpo.”

-Bien –respondí con voz cansada- Esto es una mierda y no hay personal. Tú te encargas de los padres y el gimnasio y de que el forense recoja y analice todo el material orgánico. Engatusa a Oscar para que compruebe si hay ficha policial, y que se pase por el registro y averigüe propiedad o alquiler del piso -continué sin demasiado ánimo.

Me apetecía una Coca Cola y empezaba a pensar que pronto la conversación con Pedro derivaría a temas intrascendentes, lo cual tampoco era malo para la gelatina que parecía mi cerebro. 

-”Tengo que beber algo. Investiguemos la nevera -dije dirigiéndome a ella y abriéndola- Hablaré con las lesbis, y con los del piso de abajo.

Le ofrecí una de las dos Voll-Damn que dormitaban con media docena más en el frío mundo de refrigerador.

- Visitaré a la vieja y tú me irás informando de todo cuanto te vayas enterando, Toma, para desengrasar la garganta.

De un trago largo y ruidoso me cargué la birra completa. Armada de decisión y con la maceta entre brazo y pecho me despedí de mi subordinado,  plantándome delante de él y pegándome a su cuerpo acogiendo en mi mano libre el paquete del hombre, y una sonrisa cínica en la boca.

-Una lástima que no la utilices cada día. Se acabará acostumbrando a ese estado.

- Solo dime cuando y donde, y hablamos, inspectora.

-Jajaja. Dale recuerdos a tu mujer, cabrito.


”En marcha”

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