lunes, 28 de noviembre de 2011

Hay muchos traseros que patear ;D 2



Después de cinco días la resaca del hipersueño continuaba para algunos. Menos mal que un café bien cargado y una charla intrascendente sobre el mate que preparó el marine Miguel Goudine despabiló a la mayoría. Eso y los siempre alegres chistes del matasanos:

- Una vez conocí a un hombre que bebió una infusión de mate. Las raíces de la planta habían absorbido los vertidos tóxicos de una corporación que talaba la selva en Sudamérica. Cuando se tragó la infusión fue como beber fuego líquido. Se quemó la lengua, se abrasó la tráquea y vomitó su propio estómago en el último estertor de muerte.

Luego bebió un sorbo su humeante taza de café, con meditada parsimonia sin esbozar una sonrisa o un gesto que indicase que era una broma.-O puede que fuese el pollo que comió antes.- Añadió.

Helen, calado su sombrero de cowboy, al lado de la silenciosa Blondie, observaba al meditabundo Rivers, el cual prefería una nueva misión a regresar al estercolero que era la tierra, una cloaca, un sumidero de desperdicios. La verborrea locuaz de Carlo logró que algunos lo miraran mal, y terminó por despabilar a la gente. El sargento Ramírez devoraba un sándwich rebosante de mostaza, entretenido admirando las formas de Carlota que le plantó un dedo en sus narices y se levantó, cuando la conversación empezó a derivar hacia el mundo de la anatomía femenina y sus secretos. En ese momento el sargento Kaplizki hizo su aparición en la estancia, el saludo fue inmediato por parte de todos, pero el suboficial les ordenó descanso. Su expresión pétrea no revelaba casi nunca su estado de ánimo, sus ojos sí. No traía buenas noticias, o tal vez todo lo contrario, según se mire, como opinaría sin duda Rivers.

- Tenemos un asunto que resolver antes de dejar caer vuestras feas caras en el “Estercolero” -se refería a la Tierra -. Parada cerca del satélite de Júpiter, Europa.

Alguien masculló una maldición, Baltasar tiró la gorra, Carlota reprimió un eructo, mencionó a toda la corte celestial salpicada de obscenidades. Empezaron a llegar el resto de marines,  por último el capitán y el coronel. Parecía una reunió informal, sin embargo no lo era. El coronel, siempre ahorrativo en palabras, fue al grano: una nave de transporte civil, el Pegaso V, se encontraba a la deriva próxima a la órbita de Europa. Ni señales, ni contacto alguno, ni respuestas. Ellos eran los más próximos, así que entrarían en acción. En menos de once horas establecerían contacto. El capitán continuó:

- La versión oficial es un posible secuestro terrorista. La real es que se cree que de nuevo se ha producido un fallo en el sistema de crionización. Ya pasó antes, los archivos son confidenciales. Entonces, murieron la mayoría de “los durmientes”, pero otros no. Lo que sea que se produce en la cápsula ataca al cerebro y el sistema nervioso, lo transforma en papilla. O te mantiene con vida convirtiendo en un maldito cabrón asesino con la fuerza de cinco hombres: estos sujetos desarrollan un estado de neurosis y esquizofrenia aguda, violencia, ira, agresividad, que termina en la auto-mutilación y suicidio.

Prosiguió:

- En el Pegaso V viajaban ochenta pasajeros y quince tripulantes. Hay que entrar allí, sacar a las personas que no hayan sido afectadas, eliminar al resto y destruir la nave. Debemos tomar muestras de las cápsulas y traernos un par de cadáveres tanto de los muertos en el acto como de los que sobrevivieron pero fueron “contaminados”. Y al menos uno de ellos vivo.

El coronel intervino:

- Usaremos el procedimiento estándar. Dos equipos de diez efectivos entrarán en el transporte: Alpha, al mando del capitán O´Hara y el cabo Liao, y equipo Beta, comandado por el sargento De la Piazza y cabo Benley. Prepárense. Entramos en código 2.

Se desplegó un holograma que representaba una nave del tipo del transporte a rescatar, pero ya antes de que se viese la misma, el capitán dio paso al turno de preguntas. Abrió Karl:

- ¿Afectará eso a nuestros días de permiso, señor?

- Tendrá los mismos días, soldado. Cumpla con su deber y no pregunte gilipolleces – replicó el sargento Kaplizki.

Verónica fue a preguntar algo, se dio cuenta del chicle que mascaba y se lo tragó antes:

- ¿Cuántos supervivientes “sanos” podemos calcular que quedan y que margen de error tenemos?

El capitán la miró sombrío:

- Basándonos en los datos e información que tenemos del suceso anterior, no más del 20% para cuando lleguemos. Quizá un 30%. El margen de error es cero, soldado Landea.

- Lo que el capitán quiere decir es que debemos evitar al máximo víctimas no deseadas. –puntualizó el coronel -.

- ¿Hay civiles menores de edad ?– inquirió la silenciosa Blondie. El coronel respondió:

-Ya saben que en esta clase de viajes solo se permiten mayores de quince años. Sin embargo no siempre se cumple la normativa. La estación espacial de Europa informa que tres pequeños embarcaron también.

- ¿Por qué no intervienen las patrullas de Europa?- preguntó alguien.

- Al saber de nuestra cercanía, esos cagones corporativistas han preferido esperarnos. Y, si ahora se les viene a la cabeza que tras tantas horas podían haber salvado muchas vidas de iniciar cuanto antes la operación de rescate, les diré lo que todos piensan: No quieren que haya testigos, que nadie quede con vida sería lo mejor. Nosotros somos un engorro y ahora esos hijos de puta estarán rezando para que lleguemos demasiado tarde. – Fue la seca contestación del coronel Nenson -.



domingo, 27 de noviembre de 2011

Hay muchos traseros que patear ;D -Marines

Breve detalle de los marines de la Unidad Sigma-5


Jake Rivers - Normalmente le llaman solo por el apellido, de hecho suele presentarse cómo Rivers. Un tipo grande, de complexión fuerte. Piel morena, cabello negro corto, desaliñado, barba de días –que oculta parte de cicatriz en la mejilla derecha, a la altura de la boca al menos hasta que sus superiores le amonestan o hasta que comienza a molestarle. Indisciplinado, de maneras agresivas,  violento; tolerante con quien respeta, y frío, muy frío.

Dillon Frost – De raza negra, metro ochenta, abultados músculos, entrenados a conciencia más por aburrimiento que por perfeccionarse. Calvo totalmente, sin barba ni vello facial. Sus ojos son dos motas oscuras y gélidas sostenidas en el abismo de oscuridad que es su rostro. Su tono de piel es el más oscuro posible. El único punto de luz que arroja sobre su figura es la perfecta dentadura blanca que tiene. Cerca del cuello, la cicatriz de una quemadura que le llega casi hasta detrás de la oreja, como si le hubiesen arrojado un producto químico que le hubiese quemado la piel. Nunca habla de ello. Es taciturno y solitario, nunca sonríe. No suele hablar, lo justo cuando tieen algo que decir. No se inquieta por nada. Espiritual, sin religión alguna,  médico entregado y un soldado perfeccionista.

 Miguel Goudinni- Tez pálida, muy blanca. Cuerpo fibroso,  ojos verde claro y pelo castaño, corte militar clásico. En la espalda, y todo a lo largo y a lo ancho tiene un enorme tatuaje de un arcangel, recuerdo del ciclo secundario. Un tipo chapado a la antigua, todo un galán, habla correctamente, todavía un poco niño.

 Carló Balsani – Italiano, cabello castaño, ojos color miel, constitución atlética, piel bronceada. Amante de las armas y de su familia. Carácter amigable pero se enoja si le preguntan por su pasado. Nunca se separa de  su revolver Magnum especial y un relicario donde viene la foto de su esposa y su hija.

Helen McFersson,  Alias: Ghost -Pelo rubio, liso y corto como un chico en un cuerpo endurecido de medidad de maniquí.  Lleva gafas de sol en todo momento, incluso duerme con ellas. Se las quita si se lo piden, pero se siente desnuda sin ellas. Suele mascar chicle, y diriase que olvido hace tiempo lo que es una sonrisa. Silenciosa, precisa, fria y letal en su trabajo Viste todo tipo de ropa, prefiriendo estar en topless, ropa tejana o militar.

 Joe Chip – El técnico informático,  De ojos marrones y pelo corto de color negro. Un cuerpo de músculos marcados,  definidos. Reservado, disfruta de la compañía de amigos, pero le resulta difícil hacer amistades debido a su carácter. Le cuesta aceptar ordenes cuando no entiende los motivos, razón que le valiera varios llamados de atención de sus superiores y, según sospecha, se atrasará su promoción a cabo.

Simo Kolkka – Francotirador. Tiene la forma física estándar para un soldado de élite, y una complexión media. Quizás menos musculoso que la mayoría de sus compañeros, con igual o similar capacidad de resistencia a la fatiga y el dolor. Suele mostrar una actitud completamente introvertida. No solo no se relaciona con los demás, sino que además parece no importarle lo más mínimo nada que no sea lo estrictamente profesional. Carácter altamente explosivo, muy profesional cuando está de servicio. Destaca también por su fortaleza y equilibro mental. Nadie ni nada ha conseguido ponerle nervioso nunca. Quizás por eso es tan bueno en su trabajo.

Coronel Samuel J. Nenson - Militar de carrera, de nacimiento; antepasados militares. Corte depelo a cepillo, el clásico coronel duro, severo, justo; respetado, por sus hombres, por los mandos superiores, incluso por el enemigo.

Capitán Michael O´Hara - Irlandés de ojos azules y cabello amarillo pajizo. Delgado, de nervios de acero. Si le pinchas crees que no sangrará, te dice con el mismo humor que ha nacido su hijo o que se ha muerto su madre. O que te pegará un tiro en la sien. Viajará al infierno a tocarle las barbas al diablo al frente de su unidad.

Sargento Kaplizki – El sargento de hierro. Vozarrón que haría temblar hasta a un predator. Trata al enemigo como a sus hombres y a sus hombres como al enemigo. En realidad se preocupa por todos y cada uno de sus soldados.

Sargento De la Piazza – La antítesis del anterior. Bajito, musculoso,  cualquier cosa se la trae floja.

Cabo Linch – Un hijo de puta de dos metros. Un cabrón hasta la médula. Nada más que decir.

Cabo Li liao – Como Linch. Solo que en mujer. Culturista, mal genio, le van igual los hombres que las mujeres. Más de uno/a la mataría.

Cabo Ramírez - Mestizo, le gusta el alcohol y follar. Solo piensa en eso. Se tiraría hasta a una botella. Tan duro como todos. Se lo monta con Liao.

Cabo Benley - Un hombre singular. Romántico, culto, fuma en pipa en sus ratos libres. Lee en todo momento, sabe hablar de cualquier tema. Simpático, cae bien a todo el mundo. No te dejará en la estacada. Experto en xenología y mundos aliens. Una enciclopedia del saber.

Soldados de primera:

“Blondie” – Silenciosa, mirada que te traspasa y te hiela el corazón. Experta en demolición. Dicen que pasó 20 años en un planeta prisión. Nadie le levanta la voz. Aparenta 35 años. Dicen que mató a un oficial clavándole una cuchara en la frente.

Eric Johnson - Un armario de casi dos metros. Lo suyo es el armamento pesado. Bromista.

Sandro Malbet – Medio cráneo recubierto de una plancha de acero. Tampoco habla apenas. Es el primero en entrar en una nave en llamas y el último en salir. Está loco.

Karl Frederic – Habla demasiado, come demasiado, duerme demasiado. Un pesado y fanfarrón, experto en comunicaciones y buen piloto.

Serena Lancovia – No supera el metro 65, no debería estar en los marines, cuya altura mínima es metro 78. Por algún motivo es componente de unidad de élite, quizá  debido a que es una extraordinaria francotiradora y no se arredra ante nada ni nadie. Va rapada al cero, buenos pectorales, poco trasero.

Anette Elven – De piel café con leche. Está muy buena. Cuerpo de diosa, labios de ninfa. Experta en artes marciales y manejo de cuchillos. Gasta mala leche, nadie es perfecto. La segunda tras Sandro en meterse en la nave en llamas.

Verónica Landea – Hispana morena que rivaliza con Anette en belleza. Un encanto de mujer para los marines, agradable, chistosa, se tira pedos, eructa, un poco rara.

Jesper Miliawicz - Médico hábil, lacónico, toma drogas a escondidas, pero todo el mundo lo sabe. El coronel lo soporta porque es bueno en lo suyo, tiene temple y no duda. Eficaz por lo demás en combate.

Kimberly Latva – Un negro con mala baba, lleva el arma Inteligente M56A2. No le gastes bromas o aplastará tu cabeza con una de sus manos.

Baltasar Sunday - ¿ Qué hace este tío aquí? Lo suyo es la informática, computadoras. Reventar cerraduras de cualquier tipo, por eso es uno más de los vuestros. Flacucho, pendenciero, al rato tu mejor amigo.

Carlos Azul – Un pedazo de carne con cientos de músculos hiperdesarrollados. Carga con dos lanzamisiles. Se le van los ojos tras el culo de Verónica, como a muchos, pero a él se lo nota más.

Alí Mohamed - Árabe, muy religioso. Abierto a la cultura, tolerante, se interesa por cualquier religión antigua y nueva. No tiene reparos en enviarte al cielo o al infierno. Confesor de las penas de todos. Está de muy buen ver, el cabo Liao se lo ha tirado más de una vez. Se rumorea que también estuvo con Serena.

Tripulación.

También son marines, su entrenamiento algo distinto al resto, a excepción del básico.

Absolon Barlup – Teniente, piloto experimentado, mediana edad, casi calvo. Nunca lo ves sin su puro en la boca. Sosegado, tranquilo, afronta con aplomo la presión y situaciones delicadas.

Orlando J. Hayles – Sargento, copiloto, comunicaciones, sistemas, navegación. Fortachón de algo menos de 30 años, barba, bueno en su trabajo. No se mete con nadie y va a lo suyo. De confianza. Apoya  s Viviana.

Ludwin Shelley – Cabo, mantenimiento general de la nave. Siempre con su mono de trabajo gris, su caja de herramientas, su ordenador. Enfrascado en su faena y atento a cualquier ruidito de los motores de energía.

Carlota Petro – Soldado, ayudante de Shelley. Habla por los codos. Sobre todo de sus novios. Es toda una manitas.

Viviana Molino – Alferez. Control de sistemas de vuestra nave, un coco. Ingeniería, eléctronica, computadores, procesos de hipersueño, sistemas vitales. Atractiva, cabellos cortos castaños, algo distante, laboriosa y seria.

viernes, 25 de noviembre de 2011

LOS ÁNGELES, 2029 -1 -

Ricco y Jacob paseaban por uno de los sectores más deteriorados de Los Ángeles: obrero, mezcla de inmigración de todos los rincones del mundo y gente autóctona. Las escasas luces de los establecimientos arrancaban destellos irisados a las gotas de agua dejadas por la reciente llovizna. Jacob caminaba reflexionando sobre la propuesta del italiano, la cual no era despreciable. De origen alemán, cuerpo fornido y rostro de boxeador, sabía todo cuanto había que saber sobre mecánica e ingeniería. Era un excelente manitas con taller propio, eso lo conocía bien el italiano, y por ello el elegante Ricco accedió al encuentro en el guetto en el que vivía, al sureste de la ciudad.

Al arreglador le gustaba poco, mejor dicho, nada, salir de su ambiente, y al gángster de aspecto sobrio, embutido su cuerpo de modelo en un traje a rallas, con cuyo valor hubiese comido una familia de cuatro miembros durante medio año,  no le importó desplazarse en aero-taxi desde el barrio italiano. No resultaba barato pero eso nada le importaba a él. Cruzaron la zona Comercial y el Sector Corporativo dejando al oeste City-Kyoto, más allá de Chinatown. Unos pocos minutos tranquilos con un conductor que resultó ser una chica mona que no cesaba de mascar chicle, y lanzarle miradas insinuantes desde sus ojos azules artificiales al atractivo hombre de no más de treinta años, que se sentaba detrás. La mujer le entregó su tarjeta con un guiño y un:”llámame cuando quieras...para lo que quieras”. Ricco esgrimió una sonrisa de labios finos, y apartó de su media melena negra una hebra de la fibra procedente del tapizado del asiento trasero.

El Áurea negro descendió sosegado en el parking de la azotea, después de un trayecto que por carretera le hubiese llevado tres cuarto de hora cuando menos, el riesgo de un atasco o un ataque de alguna banda de moteros. La idea era convencer a Jacob de que trabajase en exclusiva para ellos. Pero el chapuzas no lo tenía tan claro, era libre, no tenía jefe y sí una lista de clientes y pedidos bastante larga. Se  rumiaba la oferta del italiano, tentadora, desde luego, pasta la que quisiera, muchachas no le faltarían, protección, material de primera para sus creaciones. Quizá, se dijo, a sus treinta y cinco años, empezaba a tocar el codiciado y casi imposible sueño americano.

Apenas se encontraron con transeúntes en las calles, los delincuentes y matones conocían a Jacob y no hubo problemas. Un par de travesías antes de llegar a la iglesia de Santa María Magdalena entraron en el restaurante donde Jacob solía comer. Un lugar de ambiente perezoso, no muy limpio, pero de buena comida, claro está que la carne era biomanufacturada y no auténtica. Pero solo la gente muy adinerada podía permitirse el lujo de llevarse a la boca un bocado de ternera. Como Ricco por ejemplo.






La iglesia de Santa María Magdalena se encontraba en un estado bastante ruinoso y abandonado cuando la tomó a su cargo el padre Tomachio. Al principio trabajó solo en la reconstrucción, la gente le miraba con desconfianza, los chulos y pandilleros se reían de él. Pero comenzó su labor evangelizadora poco a poco, con cautela, persistente. Inicios duros, a los que estaba acostumbrado, el problema no era que el mundo hubiese dejado de creer, sino que podían hacerlo en cualquier cosa. Si dijeran que una piedra traída del desierto podía resolver tus problemas, seguro que muchos se postrarían delante de ella. Así de mal estaba el asunto. Se ganó la confianza de un rudo padre de familia, estibador de los muelles, que le ayudó con las obras. Luego su hijo, algunos amigos, algunas chicas de mala vida. La parroquia tomó forma y vida. Alrededor de ella se creó un nido de calor y humanidad donde muchos encontraban el apoyo perdido y se veían de nuevo como personas, no solo trozos de carne para trabajo barato y esclavo. El cura no era como otros, se arriesgaba por los demás, se metía en asuntos sucios y en alguna otra pelea. Claro que sus casi dos metros de altura y sus fuertes brazos imponían, a pesar de que ya había superado los cincuenta largos. Se enfrentaba con los cabrones que extorsionaban a las tiendas y a los hijos de perra que chupaban la sangre y vapuleaban a las mujeres de la calle. O a los que vendían drogas sintéticas a los muchachos. Claro está que por eso mismo no todos le querían. Una cicatriz reciente en su brazo izquierdo atestiguaba eso.

No resultaría fácil limpiar la escoria, sembrar un jardín en aquel desierto de metal y asfalto que supuraba desengaño y desesperanza.  

Era de noche, ahora estaba sentado,  en el primer banco leyendo tras sus gafas una de las notitas que le dejaban, con una caligrafía penosa y peor ortografía pero mensaje claro: “dedícate a limpiarle el culo a tu señor y a la zorra de su madre y deja de jodernos. Te va en ello la vida, cabrón.” Muy explícito. Se pasó la mano por su pelo corto y canoso.

Dos filas más atrás, se encontraba la joven y estrafalaria Mara, meditando, observando el techo, mirando al padre y sonriéndole sin motivo a sus espaldas... Le gustaba pasarse por la iglesia ocasionalmente, no para rezar, sino para permanecer un rato en aquel ambiente calmado, en esa cueva donde centelleaban media docena de velas, atendiendo sin escuchar demasiado al predicador. Se apartaba unos instantes del odioso mundo que la rodeaba. No era creyente, no podía serlo, pero tenía insertados en sus módulos de memoria el espíritu vital de la religión judío-cristiana, con su sentido de culpa bien impreso en los circuitos neuronales, y que tiempo atrás quedaron deteriorados. A veces ella intervenía en el monólogo del sacerdote, un raro espécimen humano dedicado a los demás que quería apartarla de las calles. Llevaba un mes en Los Ángeles tras la huida de San Francisco donde fueron asesinados sus dos compañeros por una patrulla de blade runners. Procedían de Marte, antes desde la colonia en Próxima. No era un buen lugar el planeta rojo pero menos lo era la Tierra. Sin embargo, algo, no sabían el qué, les impulsaba a querer vivir en el planeta madre a los que eran como ella: replicantes. No sería el primer grupo ni el último en escapar y buscar un paraíso que en realidad era un infierno.

Proscrita, Mara quería cambiar su vida, había invertido sus ahorros en la tarjeta falsa a la que daba vueltas entre los dedos, y trataba de abrirse paso como podía, usando los implantes base del objetivo para el que fue creada: la prostitución y la danza, unidos a algún robo y trapicheos varios una vez que su sistema  fue modificado a nivel celular allá en Próxima. Poseía un físico de lujo, mas sus desarreglos neuronales no la convertían precisamente en un ser simpático, vestía mal, totalmente despeinada su melena azul, y su aspecto desaliñado solo atraía a vagabundos, borrachos y jóvenes yanquis en busca de un polvo barato.

Necesitaba dinero para una identificación de nivel uno. Entretanto subsistía entre callejones, bares cutres de ambientes sórdidos y su sucio apartamento acompañada por las ratas. Hacía unos minutos se lo había montado con dos adolescentes: rápido, aséptico, tenían tanta prisa que no quisieron ir al piso de Mara en el edificio medio abandonado, y poco dinero como para alquilar una habitación. La replicante pensaba en desplazarse a otra zona en mejores condiciones aunque con ello aumentaban las posibilidades de ser localizada. El baile era otra opción, a veces actuaba, había obtenido un trabajo temporal en un garito de mala muerte en este mismo sector más hacia el sur. De momento tenía suerte, aunque iban tras ella, el cambio de rostro y cabellera realizado por aquel cirujano asqueroso al que tuvo que pagar en metálico y en carne impedirían que la encontrasen pronto.





El V-10 de carrocería blindada, negro y silencioso, estaba aparcado cerca de la plaza de la iglesia de Santa María Magdalena. Al volante Dante esperaba junto a la siniestra mujer que tenía al lado, a la que miraba de soslayo, calculando que debía tener la misma edad que su hermana, sobre los treinta, algo más que él. Se preguntaba donde estaría en este momento el negro de cuello de toro que contactó con él días atrás, exigiéndole primero que consiguiera un vehículo, el mejor, y los V-10, del mismo tipo que usaba la policía especial, era el adecuado. Equipado con todo tipo de sensores, extras y caprichos, le había costado encontrarlo en el sector corporativo, y aún más desactivar sus trampas y alarmas, así como modificar el código de identidad, por no decir el soborno al mamón del guardia de seguridad. Pero ya era suyo, y además el tipo de color soltaba la pasta como si le quemara. El anticipo en su cuenta no era poca cosa. Tenía que recogerle a él y a otro hombre, el silencioso de las gafas a la hora convenida. Claro, que ya pasaba un cuarto de hora. La gente no era puntual. Sentía el contacto de las dos pistolas en los costados, eso tranquilizaba los nervios del ladrón de coches.

Le facilitaron un número de teléfono y una clave, por si necesitaba contactar, también le pidieron que llevase con él a alguien de confianza, eficaz y letal, pues el trabajo daba para mucho y había gente que sobraba. Ya me entiendes, le dijo. Alguien con agallas, sin preguntas, y que no le importase dejar en la cuneta a quien hiciese falta. Ok, pensó Dante. A través de sus conexiones contactó con aquella chica. La verdad es que la tía tenía un polvo pero daba miedo mirarla a los ojos. Mejor ni insinuarse.

Parca en palabras, cuando Kate recibió la transferencia aceptó el trabajo. Se trataba de un buen pico y tan solo fue un adelanto. Ahora, la mercenaria aguardaba tranquila en el asiento del copiloto. Su cabello negro enmarcaba un rostro atractivo de sonrisa cínica, y resaltaba el tono pálido de su piel. Sus ojos, dos carbones, taladraban sin piedad las sombras cercanas a la iglesia. Dante había dicho que tenían que trasladar a los dos tipos a alguna parte, y que les informarían entonces de qué trataba el encargo. Se olía a dinero, mucho dinero. Aunque Kate también percibía el acre y excitante aroma del peligro, y su instinto rara vez fallaba.

Y en esta ocasión, acertó de pleno.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Reflexión

Aquel que invade tu casa, te roba tus posesiones, mata a los tuyos y te quita la vida, todo cuanto eres, lo que has sido, lo que tienes, es un asesino. La historia viste de sangre vertida por criminales asesinos a los que llaman conquistadores.

lunes, 21 de noviembre de 2011

LOS ÁNGELES, 2029


Han transcurrido diecisiete años desde el final de la Guerra Terminal. Media Europa y parcialmente América son un infecto vertedero nuclear donde millones de personas procedentes del éxodo del Tercer Mundo tratan de abrirse futuro. Zonas de China y el borde norteño del continente africano también viven bajo un cielo radioactivo lo mismo que la franja costera del Cercano oriente. Extremo Oriente es una jungla inmersa en un océano electrónico y computerizado, mientras los olvidados de la mayor parte de África, Asia y América del Sur son explotados por las mega corporaciones que dominan el planeta en constante lucha política y económica, cuando no militar,  con la Organización de Naciones Unidas, la cual pugna por no perder el precario control y equilibrio de poder.

El proceso de terraformación de Marte finalizó en 2020, donde actualmente viven dos millones de personas. Al año siguiente tuvo lugar el primer vuelo experimental con células de desdoblamiento tiempo/espacio. Ahora las colonias exteriores reciben con brazos abiertos las esperanzas de miles y miles de humanos hambrientos de comenzar una nueva vida.




Temática ciberpunk  de los 80, en aquella ciudad de Los Ángeles de Blade Runner, sin serlo del todo, ni tampoco la San Francisco de ¿Sueñan los androides…? ni la Night City del juego Cyberpunk.  Elementos de todas ellas, de pelis, de novelas, de aquí y de allá, los metí en la coctelera y le di al botón de mezclar.




I N T R O




El inspector Mascari las había visto de todos los colores en sus treinta años de servicio. Ya nada le sorprendía, sus ojos enrojecidos observaban sin pestañear a una abuela destripada o a un muchacho rajado y desguazado como un coche para vender sus órganos. Era un tipo duro, curtido, eficiente, que dejaba cada día su alma colgada del perchero cuando salía de casa. A veces para no regresar en días. Se pasaba las noches en su despacho del departamento de policía en la Corte de Justicia, y los días entre papeles. Salía poco, lo necesario, siempre con su raída gabardina y la barba acumulada que daba un tono azulado a su piel. Ahora miraba la luna, inmensa, gloriosa, a través del triple vidrio de las ventanas. Había dejado de llover y el cielo estaba despejado. Fue una lluvia agradable, limpia, se llevó el viciado aire de los días anteriores, y el polvo rojizo que en ocasiones soplaba desde el desierto. Temió por un momento que fuera una descarga de aquellas ocasionales, la Lluvia Negra, procedente de las obesas nubes alimentadas con agua mezclada con partículas radiactivas que erosionaban metal y carne por igual. Esto no era común, al fin y al cabo, hacía casi dos décadas de la Guerra Terminal. A veces venían esas tormentas desde el este, y el cielo se oscurecía durante días dejando a la ciudad con su luz artificial. Entonces no te dabas cuenta cuando era de noche o de día.

Entró su secretaria, Carlina, y le dejó una minúscula tarjeta que insertó en su extraplano portafolio. Comenzaron a danzar en la pantalla las fechas y números de expedientes y luego el nuevo informe. Mascari miraba el bambolear de las posaderas de Carlina, una mujer entrada en carnes y años pero que a él no le hubiese importado dar un repaso. Por eso era conocido, por su código sencillo, “follar, beber; y matar a los malos”, no necesariamente en este orden. Leyó los informes: unos mierdas de pandilleros habían asesinado a dos tipos por un gramo de coca; una puta se había cargado a un corporativo que se pasó de la ralla; un matrimonio se cepilló a tiros mutuamente, el marido estaba muerto con un boquete en el vientre y ella camino del hospital con media cara menos. Un robo en una licorería con un saldo de siete muertos.

La cosa pintaba bien. Y la noche solo acababa de comenzar.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Hay muchos traseros que patear ;D


Como hay que empezar con una historia u otra,  en realidad no importa cual de ellas. Así que comenzamos con el relato de una aventura de Marines Coloniales, en el Universo Alien. No, no penséis que va de aliens, esta no. O tal vez sí. Ya lo descubriréis. No os la perdáis –aléjate de mí, modestia-, pues tiene momentos muy buenos.

En otra entrada explicaré un poco sobre esta partida.

Saludos



2191. 

Cinco años atrás la nave Casius sufrió un grave fallo en su sistema de cryonización. Fallecieron muchos de sus pasajeros, otros experimentaron algo peor que la muerte y el resto padeció las consecuencias del estado de los anteriores. Lo sucedido allí se mantuvo en máximo secreto, no trascendiendo a la opinión pública, ni siquiera a muchas de las corporaciones ni a la mayoría de los gobiernos.

Ahora, el mismo incidente ha ocurrido en el trasbordador Pegaso V, a pesar de las nuevas correcciones tecnológicas y procedimientos de seguridad. Sin embargo en esta ocasión hay tiempo para que intervenga una de las U.E.M. (Unidades Especiales Multioperación) de los CMC (Cuerpos de los Marines coloniales).





...

   
El coronel Nenson mencionó que se saltarían la escala en Puerto Marte y la de la base de CMC en la Luna. Directos al planeta azul por lo tanto en once días. Solo once días para pisar suelo terrestre de la vieja y maltratada Tierra. Aspirar el aire contaminado, caminar entre decenas de olores distintos en las abarrotadas calles de humanidad decadente de alguna megacity de cualquiera de las naciones principales. Reencontrarse con la familia, los amigos. Sencillamente disfrutar de unos días de descanso bien merecido. Aunque siempre hay alguien que no sabría qué hacer con esas horas libres de servicio.

En poco más de treinta horas el transporte Independencia llegaría a la órbita de Júpiter, transcurridos ya cinco días desde que despertaron justo al entrar en el Sistema Solar. Los efectos del hipersueño se habían desvanecido en los componentes de la tripulación así como en el equipo de marines a bordo. Diez de ellos comían con apetito voraz la comida caliente, sabrosa en comparación a las sosas raciones de campaña que el paladar retenía en su memoria, y bebían el café aromático y bien cargado, alrededor  del metal de la mesa rectangular del impoluto comedor azul, iluminado con brillante luz. Bromeando, tragando, riendo con la boca llena o soltando maldiciones y obscenidades. Atrás quedaba medio año de infiltraciones arriesgadas, de expediciones por el maldito y rugoso planeta LV-36 Minius, combatiendo a la resistencia rebelde: hombres y mujeres que resultaron soldados bien entrenados, duros y persistentes en sus continuos ataques, refriegas y defensa de sus posiciones y bases. Exterminados la mayoría - vocablo que nadie quería emplear pero que era tan real como la comida que ingerían -, y el resto enviados a un penal de algún satélite perdido y solitario, realizado el trabajo sucio las fuerzas terrestres de las Corporaciones desembarcaron en aquel pedrusco y se hicieron con el control y la organización del mismo. Los marines regresaron en dos transportes espaciales, el Independencia hacia la Tierra y el Sirius a una lejana colonia.
  
Diez compañeros habían caído en los combates y restaban actualmente treinta marines, de temple acerado, pertenecientes a la unidad Sigma-5, al mando del severo, duro, respetado y querido coronel Samuel J. Nenson.








INTRO


Bien. Decidido ya a crear un blog, aquí está. Sencillo, pues ignoro todas sus posibilidades, y solo a nivel de usuario lector, desde fuera, al otro lado de la pantalla, conozco algunos blogs que visito. Así, que como suele decirse, hay camino por andar.

¿Y de qué va esto? No es para contar mi vida. A pesar de que es lo suficientemente apasionante como para escribir y escribir sobre ella, ( :P ) esto lo dejaremos para mis memorias. De forma que pretendo que sea un lugar para que vean la luz historias y relatos compartidos, así como crónicas en clave de narración de diferentes partidas de rol narrativo. Un homenaje a las personas que participaron –y participan-,  y a los grandes protagonistas que crearon, con los que hemos vivido, viajado, amado, sufrido y enfrentado múltiples peligros y adversidades.

Un lugar para leer, intervenir, colaborar y entretenerse un rato. En palabras de una buena amiga, “algo personal, abierto a aquel que quiera disfrutar y, llegado el caso, participar.

Saludos