lunes, 28 de noviembre de 2011

Hay muchos traseros que patear ;D 2



Después de cinco días la resaca del hipersueño continuaba para algunos. Menos mal que un café bien cargado y una charla intrascendente sobre el mate que preparó el marine Miguel Goudine despabiló a la mayoría. Eso y los siempre alegres chistes del matasanos:

- Una vez conocí a un hombre que bebió una infusión de mate. Las raíces de la planta habían absorbido los vertidos tóxicos de una corporación que talaba la selva en Sudamérica. Cuando se tragó la infusión fue como beber fuego líquido. Se quemó la lengua, se abrasó la tráquea y vomitó su propio estómago en el último estertor de muerte.

Luego bebió un sorbo su humeante taza de café, con meditada parsimonia sin esbozar una sonrisa o un gesto que indicase que era una broma.-O puede que fuese el pollo que comió antes.- Añadió.

Helen, calado su sombrero de cowboy, al lado de la silenciosa Blondie, observaba al meditabundo Rivers, el cual prefería una nueva misión a regresar al estercolero que era la tierra, una cloaca, un sumidero de desperdicios. La verborrea locuaz de Carlo logró que algunos lo miraran mal, y terminó por despabilar a la gente. El sargento Ramírez devoraba un sándwich rebosante de mostaza, entretenido admirando las formas de Carlota que le plantó un dedo en sus narices y se levantó, cuando la conversación empezó a derivar hacia el mundo de la anatomía femenina y sus secretos. En ese momento el sargento Kaplizki hizo su aparición en la estancia, el saludo fue inmediato por parte de todos, pero el suboficial les ordenó descanso. Su expresión pétrea no revelaba casi nunca su estado de ánimo, sus ojos sí. No traía buenas noticias, o tal vez todo lo contrario, según se mire, como opinaría sin duda Rivers.

- Tenemos un asunto que resolver antes de dejar caer vuestras feas caras en el “Estercolero” -se refería a la Tierra -. Parada cerca del satélite de Júpiter, Europa.

Alguien masculló una maldición, Baltasar tiró la gorra, Carlota reprimió un eructo, mencionó a toda la corte celestial salpicada de obscenidades. Empezaron a llegar el resto de marines,  por último el capitán y el coronel. Parecía una reunió informal, sin embargo no lo era. El coronel, siempre ahorrativo en palabras, fue al grano: una nave de transporte civil, el Pegaso V, se encontraba a la deriva próxima a la órbita de Europa. Ni señales, ni contacto alguno, ni respuestas. Ellos eran los más próximos, así que entrarían en acción. En menos de once horas establecerían contacto. El capitán continuó:

- La versión oficial es un posible secuestro terrorista. La real es que se cree que de nuevo se ha producido un fallo en el sistema de crionización. Ya pasó antes, los archivos son confidenciales. Entonces, murieron la mayoría de “los durmientes”, pero otros no. Lo que sea que se produce en la cápsula ataca al cerebro y el sistema nervioso, lo transforma en papilla. O te mantiene con vida convirtiendo en un maldito cabrón asesino con la fuerza de cinco hombres: estos sujetos desarrollan un estado de neurosis y esquizofrenia aguda, violencia, ira, agresividad, que termina en la auto-mutilación y suicidio.

Prosiguió:

- En el Pegaso V viajaban ochenta pasajeros y quince tripulantes. Hay que entrar allí, sacar a las personas que no hayan sido afectadas, eliminar al resto y destruir la nave. Debemos tomar muestras de las cápsulas y traernos un par de cadáveres tanto de los muertos en el acto como de los que sobrevivieron pero fueron “contaminados”. Y al menos uno de ellos vivo.

El coronel intervino:

- Usaremos el procedimiento estándar. Dos equipos de diez efectivos entrarán en el transporte: Alpha, al mando del capitán O´Hara y el cabo Liao, y equipo Beta, comandado por el sargento De la Piazza y cabo Benley. Prepárense. Entramos en código 2.

Se desplegó un holograma que representaba una nave del tipo del transporte a rescatar, pero ya antes de que se viese la misma, el capitán dio paso al turno de preguntas. Abrió Karl:

- ¿Afectará eso a nuestros días de permiso, señor?

- Tendrá los mismos días, soldado. Cumpla con su deber y no pregunte gilipolleces – replicó el sargento Kaplizki.

Verónica fue a preguntar algo, se dio cuenta del chicle que mascaba y se lo tragó antes:

- ¿Cuántos supervivientes “sanos” podemos calcular que quedan y que margen de error tenemos?

El capitán la miró sombrío:

- Basándonos en los datos e información que tenemos del suceso anterior, no más del 20% para cuando lleguemos. Quizá un 30%. El margen de error es cero, soldado Landea.

- Lo que el capitán quiere decir es que debemos evitar al máximo víctimas no deseadas. –puntualizó el coronel -.

- ¿Hay civiles menores de edad ?– inquirió la silenciosa Blondie. El coronel respondió:

-Ya saben que en esta clase de viajes solo se permiten mayores de quince años. Sin embargo no siempre se cumple la normativa. La estación espacial de Europa informa que tres pequeños embarcaron también.

- ¿Por qué no intervienen las patrullas de Europa?- preguntó alguien.

- Al saber de nuestra cercanía, esos cagones corporativistas han preferido esperarnos. Y, si ahora se les viene a la cabeza que tras tantas horas podían haber salvado muchas vidas de iniciar cuanto antes la operación de rescate, les diré lo que todos piensan: No quieren que haya testigos, que nadie quede con vida sería lo mejor. Nosotros somos un engorro y ahora esos hijos de puta estarán rezando para que lleguemos demasiado tarde. – Fue la seca contestación del coronel Nenson -.



No hay comentarios:

Publicar un comentario