domingo, 20 de noviembre de 2011

Hay muchos traseros que patear ;D


Como hay que empezar con una historia u otra,  en realidad no importa cual de ellas. Así que comenzamos con el relato de una aventura de Marines Coloniales, en el Universo Alien. No, no penséis que va de aliens, esta no. O tal vez sí. Ya lo descubriréis. No os la perdáis –aléjate de mí, modestia-, pues tiene momentos muy buenos.

En otra entrada explicaré un poco sobre esta partida.

Saludos



2191. 

Cinco años atrás la nave Casius sufrió un grave fallo en su sistema de cryonización. Fallecieron muchos de sus pasajeros, otros experimentaron algo peor que la muerte y el resto padeció las consecuencias del estado de los anteriores. Lo sucedido allí se mantuvo en máximo secreto, no trascendiendo a la opinión pública, ni siquiera a muchas de las corporaciones ni a la mayoría de los gobiernos.

Ahora, el mismo incidente ha ocurrido en el trasbordador Pegaso V, a pesar de las nuevas correcciones tecnológicas y procedimientos de seguridad. Sin embargo en esta ocasión hay tiempo para que intervenga una de las U.E.M. (Unidades Especiales Multioperación) de los CMC (Cuerpos de los Marines coloniales).





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El coronel Nenson mencionó que se saltarían la escala en Puerto Marte y la de la base de CMC en la Luna. Directos al planeta azul por lo tanto en once días. Solo once días para pisar suelo terrestre de la vieja y maltratada Tierra. Aspirar el aire contaminado, caminar entre decenas de olores distintos en las abarrotadas calles de humanidad decadente de alguna megacity de cualquiera de las naciones principales. Reencontrarse con la familia, los amigos. Sencillamente disfrutar de unos días de descanso bien merecido. Aunque siempre hay alguien que no sabría qué hacer con esas horas libres de servicio.

En poco más de treinta horas el transporte Independencia llegaría a la órbita de Júpiter, transcurridos ya cinco días desde que despertaron justo al entrar en el Sistema Solar. Los efectos del hipersueño se habían desvanecido en los componentes de la tripulación así como en el equipo de marines a bordo. Diez de ellos comían con apetito voraz la comida caliente, sabrosa en comparación a las sosas raciones de campaña que el paladar retenía en su memoria, y bebían el café aromático y bien cargado, alrededor  del metal de la mesa rectangular del impoluto comedor azul, iluminado con brillante luz. Bromeando, tragando, riendo con la boca llena o soltando maldiciones y obscenidades. Atrás quedaba medio año de infiltraciones arriesgadas, de expediciones por el maldito y rugoso planeta LV-36 Minius, combatiendo a la resistencia rebelde: hombres y mujeres que resultaron soldados bien entrenados, duros y persistentes en sus continuos ataques, refriegas y defensa de sus posiciones y bases. Exterminados la mayoría - vocablo que nadie quería emplear pero que era tan real como la comida que ingerían -, y el resto enviados a un penal de algún satélite perdido y solitario, realizado el trabajo sucio las fuerzas terrestres de las Corporaciones desembarcaron en aquel pedrusco y se hicieron con el control y la organización del mismo. Los marines regresaron en dos transportes espaciales, el Independencia hacia la Tierra y el Sirius a una lejana colonia.
  
Diez compañeros habían caído en los combates y restaban actualmente treinta marines, de temple acerado, pertenecientes a la unidad Sigma-5, al mando del severo, duro, respetado y querido coronel Samuel J. Nenson.








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