miércoles, 20 de marzo de 2013

Ilian 3


Con la seguridad de que el ascensor no funcionaría, entré en el vestíbulo estilo rococó veneciano –lo recordaba de las revistas chorras que ojeaba en el dentista-, dejando atrás a los dos agentes consolándose mutuamente por su falta de estómago; Mi agudo instinto no me falló, topándome con el inevitable cartel de fuera de servicio, y con el inspector Gálvez, alias el Halitosis. El tipo me caía tan bien como unas hemorroides peleonas. Tan alto como cabrón, gustaba de meter cizaña. Se limpió las comisuras de la boca con un pañuelo impoluto y  le sonreí amistosa, extrañada por su presencia. Apagué la colilla del Marlboro en su humeante café y él me devolvió una mirada de asesino psicópata desde más allá de los cristales de sus gafas. Me encantaba hacerlo y ver su odiosa cara contraída por la rabia reprimida.

 -¿Qué cojones haces aquí? –le escupí a modo de amable saludo.

- No te encontraban y Pedro se sentía solo –respondió con sorna –Me dio tu móvil.
 
-¿Como me iban a encontrar? Es mi día libre gilipollas. Y deja ya a Pedro, lo tuyo es acoso con él. ¿Acaso te has cambiado de bando o es que nunca has estado en otro?

“Más alto que un pino y más tonto que un pepino, jajajaja... ¿Te acuerdas? Te encantaba decirlo de pequeña.”

- Si quieres te lo cuento luego. Te pongo a cuatro patas y te lo voy explicando –respondió, ácido.

Le mostré el dedo corazón de la mano derecha levantado. En él llevaba el anillo de casado de mi padre. Lo echaba muchísimo de menos pero la vida es una mierda envuelta en papel de plata por los de arriba que pretendía anular las mentes de todos los ciudadanos ignorantes y analfabetos que creían que serían mejores comprando cualquier mierda vomitiva que anunciaban por la caja tonta.

-¿Qué tenemos? 

-Sube y diviértete, zorra.

No era precisamente mi amigo. Se nota, ¿no? Mantuve un par de segundo el dedo delante de su fea cara de goblin.

-Lávate la boca, o, mejor, dale un trago a la botella de lejía... Sería la única manera de que no apestaras incluso callado... Mamón.

Trepé hasta el séptimo, igual que una potrilla en busca de su azucarillo prometido. En la puerta abierta de entrada al apartamento un poli  cincuentón y barrigón vigilaba. Lo conocía superficialmente, un pesado que siempre que me lo encontraba me pedía una cita. Un tipo que no se desmoralizaba. A  verlo mis hombros cayeron en picado y una mueca de frustración se dibujó en mi cara.

- Hola, Ilian. ¿Mala noche, eh?  Lo de ahí dentro no mejorará tu día. Una bestialidad. Oye, ¿cuándo vas a aceptar salir conmigo?

Al escuchar la sempiterna pregunta, la poca sangre que me quedaba tras el esfuerzo, empezó a fluir con rapidez, más incluso que tras la ascensión. Me ponía de los nervios aquel hombre. Parecía no cansarse nunca. Otro gilipollas más en la cola de la enorme lista que ya tenía.

-Cuando rebajes esa barriga y te depiles las ingles. ¿Es que no te cansarás nunca? No eres mi tipo, ya te lo dije y sí.... Una mala noche...” -contesté a desgana mientras me adentraba, con la delicadeza de un tanque, al escenario.

“Es amable, educado, trabajador,.... ¿Que tiene de malo?” –siseó la tostona vocecilla.

-”Uuuuuys, me vas a volver loca....” – me dije a mí misma entre dientes, rabiosa

Me quedé en el recibidor unos instantes. Husmeé. El olor a podredumbre tiraba para atrás. Igualito que mi colada. MI instinto, mi sexto sentido se puso en marcha sin apenas dictarle la orden. Se me agudizaron las pupilas, se entrecerraron los ojos para captar imágenes imposibles para el resto. Mi olfato canino absorbió olores demasiado sutiles de difícil descripción y  mi piel se preparó para sentir aquellas sensaciones tan asquerosas. 

La voz calló.  Siempre esperaba en aquellas situaciones, siempre permanecía a mi lado como una presencia etérea pero tangible.  En su momento asaltaría mi mente divagando, dando ideas, encaminándome hacia el camino correcto a seguir....O todo lo contrario, la muy cabrona.

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