¡Hola!
Regresamos, girls
and boys. Y para ello, de momento, un
relato en entregas. Estilo ligero a la vez que bizarro, escenas surrealistas en
una historia desmadrada preñada de violencia, investigación, sexo y cachondeo.
O algo así. Fue una partida entre Iasbel y yo (desarrollada a partir de lo que
iba a ser un librojuego), para echarnos unas risas y cambiar el estilo.
Lamentablemente se quedó en, digamos, un primer capítulo. Ahora la cuelgo en plan, como he dicho, relato. He rebajado un
poco el tono, porque se nos fue un poco la olla. Je.
Espero que al menos
también os arranque una sonrisa.
1
El zumbido insistente se esforzaba por retorcer y torturar la gelatina amorfa que era mi cerebro en ese momento. Me di media vuelta en la cama y oculté la cabeza bajo la almohada. El hijo de puta al otro lado del teléfono no colgaba. Alargando un brazo acerqué el móvil a la oreja:
-¿Qué cojones pasa? – una voz aguardentosa, la mía, me sorprendió y asustó incluso a mí misma.
- Hostia, tía, son las doce. ¿Qué coño haces? ¿Dónde estás, en la cama todavía? -Era el capullo de Gálvez. Un buen tipo en general, pero eso, algo capullo. Nadie es perfecto. Ni siquiera yo. Ya ves.
- ¿Las doce de la mañana o de la noche? –fue la pregunta como respuesta que salió de mi boca.
-Joder, como anda el personal. Vístete ya y ven. Esto te va a encantar.
Gálvez me dio una dirección que garabateé en un pañuelo de papel. Luego me soné los mocos en él. Me puse en pie y el apartamento giraba, o el mundo entero. O tal vez revivía la Metamorfosis, transformada en peonza. Arrastraba una resaca del quince. El tono de Gálvez era urgente, así que pasé de la ducha, cosa que me hizo suponer que más tarde lo lamentaría. Por parte algunas hallé unas bragas limpias así que me puse los jeans a pelo, una camiseta sin mangas –joder, necesitaba un depilado con urgencia- el pistolón en su funda a un costado del cinturón del pantalón y la chupa de piel.
Me cepillé los dientes con el café frío de ayer y salí cagando leches. La luz dorada de un sol cañero me dejó ciega y me aclaró el tiempo horario del día.
Salí corriendo del portal, disparada hacia la panadería de enfrente donde me entretuve media hora desayunando churros con chocolate. Empecé a mojar y tragar, entretanto se cerraba el agujero dimensional en medio de mi cabeza.
El zumbido insistente se esforzaba por retorcer y torturar la gelatina amorfa que era mi cerebro en ese momento. Me di media vuelta en la cama y oculté la cabeza bajo la almohada. El hijo de puta al otro lado del teléfono no colgaba. Alargando un brazo acerqué el móvil a la oreja:
-¿Qué cojones pasa? – una voz aguardentosa, la mía, me sorprendió y asustó incluso a mí misma.
- Hostia, tía, son las doce. ¿Qué coño haces? ¿Dónde estás, en la cama todavía? -Era el capullo de Gálvez. Un buen tipo en general, pero eso, algo capullo. Nadie es perfecto. Ni siquiera yo. Ya ves.
- ¿Las doce de la mañana o de la noche? –fue la pregunta como respuesta que salió de mi boca.
-Joder, como anda el personal. Vístete ya y ven. Esto te va a encantar.
Gálvez me dio una dirección que garabateé en un pañuelo de papel. Luego me soné los mocos en él. Me puse en pie y el apartamento giraba, o el mundo entero. O tal vez revivía la Metamorfosis, transformada en peonza. Arrastraba una resaca del quince. El tono de Gálvez era urgente, así que pasé de la ducha, cosa que me hizo suponer que más tarde lo lamentaría. Por parte algunas hallé unas bragas limpias así que me puse los jeans a pelo, una camiseta sin mangas –joder, necesitaba un depilado con urgencia- el pistolón en su funda a un costado del cinturón del pantalón y la chupa de piel.
Me cepillé los dientes con el café frío de ayer y salí cagando leches. La luz dorada de un sol cañero me dejó ciega y me aclaró el tiempo horario del día.
Salí corriendo del portal, disparada hacia la panadería de enfrente donde me entretuve media hora desayunando churros con chocolate. Empecé a mojar y tragar, entretanto se cerraba el agujero dimensional en medio de mi cabeza.
“En los escasos minutos de
lucidez... ¿Minutos o segundos o milésimas de segundos?... Bah, para que
concretar algo tan insignificante.... Bien, piensa, encuentra de nuevo el
hilo..... Si, eso.... Cuando aquella especie de luz de mierda interfiere en tu
cerebro, te indica que no debes seguir adelante, que debes parar....”
-”!Cállate
ya!” –grité,
sin ser realmente consciente de ello hasta que la camarera, por llamar a
aquella gorda de bigote espeso y negro de alguna manera, se giró de golpe
asustada.
Alcé la mano y esbocé una
sonrisa que quería ser una patéetica disculpa, para volver a mojar el churro en
mi chocolate espeso y caliente, tal y como me gustaba.
Desde muy pequeña hablaba conmigo
misma, o tal vez no, quizás era la voz de la conciencia, como solía decir mi
madre, la que le decía lo que no hacía correctamente. !Y un carajo! Había
aprendido que la voz era yo misma, que
me castigaba por la vida que había escogido llevar y con la que tan a gusto me
sentía a pesar de que todo me diera vueltas aún y que el estómago estuviera a
punto de decir: !Estoy aquí idiota! ¿Acaso no te das cuenta de que no puedo con
ésta bomba de relojería?
Acabé mi desayuno con toda la
tranquilidad del mundo y salí al exterior de la tienducha. Respiré
profundamente y encendí un cigarrillo. A
la primer calada todo pareció acelerarse a mi alrededor y un sudor frío me
invadió de pies a cabeza. Me doblé ligeramente y en la misma puerta de la
cafetería vomité.
-”!Lo
siento... ! No me ha sentado bien esa bazofia que servís...”-dije acabando la frase en voz baja
y encaminándome hacia el coche.
Me senté ante el volante y
esperé a que se consumiera el cigarro, paladeando cada calada. Me puse a toser,
primero como una posesa, luego se calmaron los espasmos, tras la tempestad llega
la calma.
-”!Mierda,
tengo que dejarlo!
“Mentira, guapa, no lo vas a
dejar nunca, para una cosa que te da placer, porque anoche ya me dirás...
Menudo gilipollas...”
Una sonrisa afloró a su boca.
Se pintó los labios frente al retrovisor y le dio al gas. ¿A dónde coño iba?
Joder, sí, Gálvez. Una sonrisa afloró a mi boca. Se pintó los labios frente al
retrovisor y le di al gas. Arranqué y la dirección del coche chirrió, me
encantaba aquel sonido, debía ir al mecánico pero no encontraba tiempo para
ello.
“Esto
te va a encantar...”- dijo. El muy perro pretendía saber que era lo que a ella le gustaba o no. Se
iba a enterar como no fuera realmente así... No era su turno, había pedido un
día de fiesta... “Y
menuda fiesta te diste”
-”!Joder
que te calles!” -gruñí parada en el semáforo con la ventanilla abierta. Sonreí al
conductor del coche de al lado que me miraba complaciente, y me dirigí hacia
donde mi compi me había indicado.
-”Más te
vale que merezca la pena Gálvez... Porque si no te vas a cagar...”
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