lunes, 21 de noviembre de 2011

LOS ÁNGELES, 2029


Han transcurrido diecisiete años desde el final de la Guerra Terminal. Media Europa y parcialmente América son un infecto vertedero nuclear donde millones de personas procedentes del éxodo del Tercer Mundo tratan de abrirse futuro. Zonas de China y el borde norteño del continente africano también viven bajo un cielo radioactivo lo mismo que la franja costera del Cercano oriente. Extremo Oriente es una jungla inmersa en un océano electrónico y computerizado, mientras los olvidados de la mayor parte de África, Asia y América del Sur son explotados por las mega corporaciones que dominan el planeta en constante lucha política y económica, cuando no militar,  con la Organización de Naciones Unidas, la cual pugna por no perder el precario control y equilibrio de poder.

El proceso de terraformación de Marte finalizó en 2020, donde actualmente viven dos millones de personas. Al año siguiente tuvo lugar el primer vuelo experimental con células de desdoblamiento tiempo/espacio. Ahora las colonias exteriores reciben con brazos abiertos las esperanzas de miles y miles de humanos hambrientos de comenzar una nueva vida.




Temática ciberpunk  de los 80, en aquella ciudad de Los Ángeles de Blade Runner, sin serlo del todo, ni tampoco la San Francisco de ¿Sueñan los androides…? ni la Night City del juego Cyberpunk.  Elementos de todas ellas, de pelis, de novelas, de aquí y de allá, los metí en la coctelera y le di al botón de mezclar.




I N T R O




El inspector Mascari las había visto de todos los colores en sus treinta años de servicio. Ya nada le sorprendía, sus ojos enrojecidos observaban sin pestañear a una abuela destripada o a un muchacho rajado y desguazado como un coche para vender sus órganos. Era un tipo duro, curtido, eficiente, que dejaba cada día su alma colgada del perchero cuando salía de casa. A veces para no regresar en días. Se pasaba las noches en su despacho del departamento de policía en la Corte de Justicia, y los días entre papeles. Salía poco, lo necesario, siempre con su raída gabardina y la barba acumulada que daba un tono azulado a su piel. Ahora miraba la luna, inmensa, gloriosa, a través del triple vidrio de las ventanas. Había dejado de llover y el cielo estaba despejado. Fue una lluvia agradable, limpia, se llevó el viciado aire de los días anteriores, y el polvo rojizo que en ocasiones soplaba desde el desierto. Temió por un momento que fuera una descarga de aquellas ocasionales, la Lluvia Negra, procedente de las obesas nubes alimentadas con agua mezclada con partículas radiactivas que erosionaban metal y carne por igual. Esto no era común, al fin y al cabo, hacía casi dos décadas de la Guerra Terminal. A veces venían esas tormentas desde el este, y el cielo se oscurecía durante días dejando a la ciudad con su luz artificial. Entonces no te dabas cuenta cuando era de noche o de día.

Entró su secretaria, Carlina, y le dejó una minúscula tarjeta que insertó en su extraplano portafolio. Comenzaron a danzar en la pantalla las fechas y números de expedientes y luego el nuevo informe. Mascari miraba el bambolear de las posaderas de Carlina, una mujer entrada en carnes y años pero que a él no le hubiese importado dar un repaso. Por eso era conocido, por su código sencillo, “follar, beber; y matar a los malos”, no necesariamente en este orden. Leyó los informes: unos mierdas de pandilleros habían asesinado a dos tipos por un gramo de coca; una puta se había cargado a un corporativo que se pasó de la ralla; un matrimonio se cepilló a tiros mutuamente, el marido estaba muerto con un boquete en el vientre y ella camino del hospital con media cara menos. Un robo en una licorería con un saldo de siete muertos.

La cosa pintaba bien. Y la noche solo acababa de comenzar.

1 comentario:

  1. hola soy marina ¡¡¡ bicho como me gusta este relato.... espero el siguiente capitulo.¡¡¡¡

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