jueves, 10 de mayo de 2012

Hay muchos traseros que patear - 41



Estaba resultando una de las más duras batallas que nunca habían librado. Machacados literalmente por el fuego enemigo, superados en número de efectivos, armamento y protección, sin embargo lograron abrirse paso a través de todas las dificultades, y quedaba muy poco para tomar el control de la nave enemiga. Pero el coste era elevado, la mayoría heridos, algunos de gravedad; el estado del médico no era para nada el mejor y su ayudante, Anette, inconsciente. Viviana se ocupó de las labores de Anette lo mejor que pudo, examinó también los destrozos en Helen, pero cada soldado usó su medikit con los conocimientos mínimos y exigibles a los miembros de la unidad; se inyectaron a prisa el líquido y sustancias contenidas en las jeringuillas ya preparadas para tales contingencias.

Marines. Los mejores. Siempre.

Deprisa. Con el dolor mordiendo nervios y músculos. Algunos tratando de evitar el desmayo; la adrenalina disparada, la excitación al máximo. Pensando en el siguiente paso, en el último asalto a la sala de operaciones del transporte. El cansancio y la pérdida de sangre se hacían notar en estos momentos de tregua y recuperación de fuerzas. Debían actuar de inmediato.

Dillon se mareaba, no tragó unas píldoras pero hizo que el resto las engullera. Tuvo tiempo y ganas de bromear. Se puso en pie, dispuesto a proseguir con y en la fiesta. Los sedantes calmaron la atroz tortura de sus camaradas, sin embargo él no tomó nada. Quiso ocuparse de las heridas de sus camaradas, sintió un vahído. Dio instrucciones a Viviana y Nela e hizo lo que pudo. Nadie se quejaba. Tipos duros.

- Ninguna baja, Rivers –respondió secamente Sandro-.

Rivers dejó la rebelde en un rincón, respiraba, casi mejor que él; la chica padecía una fuerte conmoción y continuó sin despertar. Yemac la asistió, posó su mano en su frente, bajó la cabeza, cerró los ojos y rezó en un murmullo. Antes afirmó en silencio que sí, que era la nave que estaban esperando, a la pregunta de Helen. La soldado sintética calculaba las posibilidades de éxito definitivo y las probabilidades de supervivencia de cada uno de ellos, el resultado era peor de lo esperado, a la vez que un segundo programa examinaba la operatividad de su propio cuerpo, a un 80%. A su lado, Simo, que había perdido su rifle de francotirador destrozado por el impacto, también requería asistencia médica, no tenía hueso alguno roto, sin embargo la mano era una pulsante pulpa ensangrentada. Viviana le inyectó alguna cosa y el mismo Sandro fue quien le puso un rápido pero eficiente vendaje, al menos teniendo en cuenta la premura y condiciones existentes.

El humo denso, negro y tóxico se expandía por los corredores de ese nivel, cables eléctricos chisporroteaban, saltaban chispas igual que diminutos relámpagos liberados, y el sistema antiincendios se colapsó a la vez que las alarmas emitían sus estridentes graznidos. Las paredes perdieron su consistencia y color. Luego todo cambió.

Un microsegundo. No sintieron nada, tal vez alguno náuseas, un hormigueo en la piel. Estaba oscuro, en penumbras, un par de luces de emergencia emitían una pobre luz rojiza en la estancia rectangular, de 15x10 metros. Un par de mesas de metal, dos ordenadores, archivadores, armarios, sillas. Dos puertas, una a cada extremo. Se revolvieron a un lado apuntando con sus cañones al escuchar respiraciones entrecortadas, suaves gemidos y murmullos de miedo. En la pared de enfrente un grupito de personas se agazapaba, temerosos, sentados o en cuclillas; la mayoría mujeres, algunos niños, varios hombres y adolescentes, un par de docenas. Tan sorprendidos como los marines. Se escuchaban ruidos afuera, gruñidos, el rasgar de unas fuertes garras contra una puerta, golpes en techo, en el suelo, al otro lado de las paredes. En el otro muro una silueta agachada se recortó, armada como vosotros y con el mismo traje: el sargento Kaplizki.

- Habéis tardado, muchachos. Me alegro de veros –igual que si nada hubiese sucedido, con su grave y potente voz. Sin sonreír, como era habitual en él-. Tenía la sensación de que regresaríais.

Perplejos, extrañados, mudos. Miraron atónitos al sargento. Viviana se puso en pie, dio un par de vueltas, gritando de frustración, una patada contra la pared.

- Intenta controlarte, marine. Esto es más de lo que puede soportar un soldado, pero no un marine.

- Pero mucho más de lo que puede asimilar la mente de una persona sin volverse loca – respondió Viviana, aturdida, enfurecida-.

- ¿Cuál es la situación, sargento? –Preguntó Sandro-. No parece buena.

- No lo es. Vosotros venís de una fiesta, por lo que veo, debió se duro.

Sandro: Le fue peor al enemigo.

Sargento: Así debe ser, muchachos. Escuchad, no hay tiempo para explicaciones. Las cosas están así: Dieciocho civiles que sacar de aquí, un helicóptero de transporte a trescientos metros. Sin piloto, hasta ahora –miró con intención a Helen-. Una distancia entre edificios y terreno abierto, cuajado de unos desagradables bichos peludos. Es de noche, cuando esas cosas salen. Depredadores de afilados colmillos y garras como de acero, con seis patas, se parecen a gatos monteses, mucho más grandes.

Sandro: Hemos visto una foto. Una cacería de bichos.

Sargento: No, no es otra cacería. Hemos de conducir a los civiles de la mina hasta el transporte. Esas cosas son muy agresivas, no son rivales para nuestros rifles, pero son muchas, esa es su gran ventaja, y con un zarpazo pueden arrancarte un brazo.

Los golpes en el exterior se intensificaban, los gruñidos se escuchaban más cerca.

Sargento: Viviana, Carlo, Sandro y uno de los guardias, Svenson – señaló a un tipo grandote que sujetaba una pistola -, junto con Helen os abriréis paso hasta el helicóptero. Dirección noroeste. Traedlo aquí. Prioridad que Helen llegue a ese trasto. El resto aguantaremos aquí, lo que podamos. Después nos pondremos en marcha si no queda otro remedio. Phillips nos ayudará – otro hombre, alto, enjuto, con un rifle, asintió con la cabeza -. Moveos, muchachos. Estamos en un segundo piso, hermético. Atención cuando abramos la puerta.



OFF

Solo habéis “saltado” vosotros, los marines. La situación es extrema, pero tenéis tiempo de algunas preguntas, las mínimas. Eso, y a ponerse en marcha y a afrontar lo que vendrá en breve.

Recordad que vuestras condiciones físicas no son las mejores.





Dillon Frost

No podía hacer su trabajo. Así de simple. Estaba hecho trizas. Apenas sabía como seguía consciente. El dolor era mareante. Era necesario. ¿Cómo iba a mantenerse despierto si se tomaba un sedante? Cansancio, fatiga, horas de lucha…pasaba factura. Esa noche, si llegaba a ella, dormiría como un bebé. El dolor le molestaba, igual que una avispa detrás de la oreja. Le mantenía despierto, vivo. La mejor receta. Sus compañeros se ocuparon de si mismos. Bien por ellos, no quería mimarlos demasiado con sus cuidados. Hasta Sandro hizo un vendaje aceptable. Rió ante la broma de Simo. Y era una risa seca y negra.

Nadie le dijo “Tranquilo, Dillon, es verdad que estamos despegando”. No. Porque no lo estaban haciendo. No temblaba la nave, Temblaban ellos. Le dio una calada al puro y sonrió a Yamec.

-No has rezado lo suficiente, Yamec. Un par de rosarios más y nos hubiéramos quedado al segundo round.-Apenas nada, un momento. Menos que lo tarda un ángel en bailar sobre la cabeza de un alfiler. Y allí estaban. O más bien…no estaban. Sintió un cosquilleo en la nunca. Adiós a Yamec, a su historia, a su línea temporal. Aquello era otro momento, otro lugar. Había gente allí. Una oficina. Y un hombre armado. Parpadeó. ¿Acaso era cierto lo que veían sus ojos? ¡Un marine! Y no solo eso. Uno de los mejores. Otra calada al habano, esta supo a gloria.

Viviana, frustrada, mostró como todo aquello la estaba volviendo loca. Él, convencido, dio un paso al frente. “Sargento, me alegro de verle. Tenemos que sacar a esta gente de aquí. Junto con Yamec y sus rebeldes podremos asaltar el centro de mando de esta jodida nave para despegar y….”. ¿Y qué estaba diciendo? Ya no estaban allí. Todo le daba vueltas. Los engranajes de su cabeza se atoraron, retrocedieron y al final explotaron. Se golpeó la cabeza con la palma un par de veces, sin darse cuenta de ello. Algún sentido, algo de lógica.
-La transmisión que oímos. Una mujer pedía ayuda. A marines, en una colonia. No esperaba a nuestra unidad…pero ya que estamos aquí, de paso.-Si, eso serviría. Para encajar un par de piezas. Tenía la mitad del cuerpo destrozado y ese último “salto” le había hecho perder la cabeza. “Mientras no pierda las pelotas todo irá bien”.

Escuchó al sargento. Una nueva misión. Civiles que rescatar. Niños, jóvenes y mujeres. También hombres. Meros hombres. Un marine va allí donde se le necesita. Senderos de muerte y ríos de sangre. Lo veía todo rojo. El dolor, atroz, devorada la parte macilenta y tumefacta que quedaba de su cordura. Un nuevo objetivo. Los Nocturnos. Así los habían llamado los rebeles que aún no habían nacido. Ajá, claro. Todo está bien. El universo gira alrededor de un eje. A veces, se disloca, se aparta de ese eje y gira alrededor de…otro, y uno salta de un lado a otro matando gente por motivos que cree nobles. Pero no se queda lo suficiente para ver si eso sirve de algo.

Rememoró. Ahora. Bueno, dentro de unos cuantos años, habría un pequeño Dillon Sigma danzando por ahí. Eso estaba bien. “Llegarás a sitios donde muy pocos han llegado”, decía la publicidad del panfleto de los marines, “Ya te dijo, joder. No te lo puedes ni imaginar”.

Tenían órdenes. Estar loco o medio muerto no era excusa para no cumplirlas. Dos puertas que defender, civiles que proteger.

-A sus órdenes Sargento.-Antes de empezar a moverse recordó algo. A los demás les extrañaría no ver al cabo ahí.-El Cabo Benley ha muerto…luchando como un marine.-El final del secreto. Al menos se quitaba un peso de encima. Uno pequeño. Cogió a Anette y la dejó con alguno de los hombres, civiles. Les indicó que no tocasen el arma, que la mujer querría tenerla a mano cuando despertarse. Si tenía que correr, que dos cargasen con ella y otro con su equipo. Si la dejaban atrás les patería el culo.

Se reincorporó y sacó sus cigarrillos. Pura terapia.

-¿Alguno fuma?-Ofrecería cigarrillos a sus compañeros y a los civiles. Un acto trivial que servía para quitar tensión al asunto. Buscó un cigarrillo y dejó caer la ceniza de su puro en él.-No juguéis con fuego, chicos.-Les dijo a los niños.-Es peligroso. Pero no tanto como nosotros. No temáis. A efectos prácticos es como si estuvieseis ya en ese helicóptero. No tengáis miedo. El miedo…pufff, como el humo. Que se vaya. Somos marines, los mejores de este siglo, del siguiente y del anterior. Ja. Haced lo que se os diga con rapidez y saldréis de esta.-Claro que sí, joder. Ellos no fallaban.

Se detuvo delante de Phillips.

-¿Sabe manejar eso, vaquero? Si, seguro que si. Quédese con los suyos y deje que hagamos el trabajo pesado.-Lo que menos quería ahora era un aficionado jugando a los pistoleros.-Dispare solo si es del todo necesario.-Miró al techo, escuchó el rasgar de las criaturas. La demencia penetrando densamente por su cráneo con garras y dientes.

Miró las mesas.

-¿Unas barricadas muchachos? Podemos usar los armarios para bloquear las puertas y las mesas para cubrirnos nosotros. Al menos sabremos que esas cosas no nos morderán las pantorrillas.-Humo oscuro saliendo de su boca.-Daremos fuego de cobertura al grupo que va al exterior. Luego, estarán solos para el rock and roll. El último baile del día. Te lo vas a pasar de miedo ahí fuera, Balsani. Tú y tu gatillo fácil…-Otra calada. El cáncer negro tiznando sus pulmones.

Sacó su equipo. Contó los cargadores que le quedaban, vio si el cuchillo estaba afilado y amartilló la pistola. Miró el botiquín. El suyo era más grande y mejor que esos kits de socorro que llevaban los demás. ¿Le quedaba algo de su magia?* Cargó el rifle, lo acarició. Todo estaba bien. Todo iría bien. Simo había perdido su arma, igual que él.

-Has perdido a tu larguirucha, Simo. Betsy acabó quemada. Tendremos que hacer esto como los demás mamones de la unidad.-Un chiste, sin humor, apenas sabía lo que decía.

Se acercó a la pared opuesta y sacó el cuchillo. Empezó a rasgar la pared para dejar una inscripción para tiempos venideros. “La unidad Sigma estuvo aquí”, y debajo puso los tres años. El suyo, del que nunca debían de haber saltado, el de Yamec, y el de “ahora”, con esos civiles y los nocturnos. Miró el filo, algo mellado ahora en la punta. Se quedó prendado unos diez segundos, como ido, maravillado de la dureza del metal. Otra calada, una larga. Terminaría el puro antes de morir.

Se colocó el auricular en la oreja derecha y en la izquierda…sacó uno de sus viejos cascos y lo acopló. Le dio al play y dejó que la música lo invadiese. Se colocó detrás de una de las mesas, clavó la rodilla en el suelo y esperó, en buena posición, para tener cubierta una de las puertas. No estaba en condiciones de dar cobertura a los demás. Se quedaría allí y aguantaría. No iban a pasar de allí. Eso, por sus santas pelotas. Se podía palpar la tensión, suculenta y abultada como los pechos de una furcia. Saltaban, androides, antimateria, nocturnos, civiles, rebeldes, un bebé, el coronel, traición, el teniente, cuerpos traslúcidos, un androide entre ellos, nuevos modelos, el adiós a Betsy, el adiós a muchos, fuego, dolor, el olor del puro, volver a casa, el hogar. Lorna, sobretodo Lorna. Algo con dientes afilados más terrible que todo eso…oscuridad, una negra y basta oscuridad. Y un final.
Sin cerebro, solo un mar dantesco de brea en su lugar donde los pensamientos racionales se asfixiaban.

Decidió cantar para alejar cualquier clase de pensamiento que no fuese apretar el gatillo. Iba a aguantar hasta el final. Hasta el puto final.
-Oh baby, ye-e-e-eh baby, woo-o-o-oh baby, havin' me some fun tonight…





Jake Rivers


Despertar de una pesadilla para encontrarse en otra, esa sensación tiene Rivers cuando vuelve a haber algo de luz. Hace unos segundos estaban en el futuro, tras luchar contra soldados mejor preparados, con equipamiento más moderno, estaban a punto de abandonar el planeta ¿En busca de qué?, tal vez de nada, solo importaba encontrar una salida. Ahora, un parpadeo después, han regresado a su tiempo, o quizás a un tiempo intermedio, junto al sargento.
-¿Esto es el pasado?, ¿el presente*?, ¿un futuro anterior?, ¿posterior?- Se pasa la mano izquierda por la frente. Podría decir encontrarse frustrado, confuso, y no mentiría, pero se quedaría corto. –¿De qué ha servido todo esto?- ni siquiera saben si la batalla ha tenido lugar, o lo tendrá. Otros compañeros tienen mucha más idea de física, de teorías sobre viajes en el tiempo, sobre antimaterias. Él solo tiene claro el dolor de las heridas. Podrían haber tomado parte en algo que no ocurrirá nunca. Es más, ¿cómo puede saber si ha ocurrido?.

Justo mientras lo piensa, Viviana grita, girando sobre si misma. Él había tenido la misma idea, ahora sabe lo ridículo que quedaría, pero no puede culparla. Tienen motivos para volverse locos. Rivers cree llegar a sentir la cordura escaparse poco a poco de su cerebro. Necesita saberlo, averiguar si realmente todo aquello ha pasado, o pasará, si no ha sido producto de su imaginación. Tal vez no se haya movido de aquí, tal vez el veneno de aquel bicho le haya mantenido inconsciente, delirando. No explicaría el grito de Viviana… pudieron herirla a ella también tras caer Rivers inconsciente. Palpa la espalda, el rifle del soldado enemigo debería estar allí**. Un rifle mucho más moderno, más avanzado, con la culata manchada de su propia sangre. Si está allí es una prueba irrefutable.

Dillon ofrece otra prueba más contundente. El cabo ha muerto. Preguntó si había bajas, nadie le respondió, pero tampoco vio a Benley allí. Pensó que debía estar en otro punto de la nave, ahora ve su error, simplemente no estaba. ¿No debería haber viajado su cuerpo con ellos?, incluso una prueba como aquella presenta más dudas, más motivos para no creer nada de lo ocurrido. –Deja de engañarte. Fue real, esto es real-

Se concentra en respirar hondo. Han recuperado al sargento, es la primera buena noticia –Me alegra volver a verle, sargento.-. Kaplizki sabe que vienen de una “fiesta”, es difícil no verlo cuando todos están hechos polvo. Responde con la frase más típica de los boxeadores –Tenía que ver como terminaron los otros- Sonríe. Necesitaba decir algo así. Sigue sin saber que pensar de todo esto, como debe sentirse. La confusión es demasiado grande, tal vez no la acaba de superar en muchísimo tiempo. Por eso ha recibido la misión del sargento como agua de mayo. Algo en que pensar, algo para alejar la mente de los viajes temporales. ¿Volverán a desaparecer cuando todo esto termine?, tal vez, y entonces será él quien grite a todo pulmón. Ahora deben concentrarse solo en proteger a esos civiles… civiles una vez más. Espera que esta vez nadie lleve una maldita bomba encima.

Aquí la situación tampoco es buena, nada buena. Hablan de monstruos peludos. ¿Acaso algo así puede existir en este mundo? –Si, el universo es muy grande- Por algún extraño motivo, le parece más rara la existencia de esos seres que la de hormigas gigantes. Afortunadamente, si ha aprendido algo durante estos días, es a abrir la mente.

Dillon se “relaja” fumando, ofreciéndoles a los demás. Rivers no suele fumar, aún así alarga la mano para aceptar el ofrecimiento. No tarda en encenderlo. Para él no es una sensación agradable ni le sirve para calmarse, pero se trata de una especie de ritual entre soldados desde los tiempos de la segunda guerra mundial. Nadie es no fumador en el ejército. Lo apaga tras un par de caladas.

-Si, usemos los muebles como barricadas- Si esos bichos no van armados, tendrán que superar o romper cada obstáculo en el camino. Es un tiempo extra que puede ser muy valioso. –Distribuyámonos para poder cubrir entre dos cada punto débil. Mientras uno dispara el otro que quede en espera, así no dejaremos de abrir fuego en ningún momento, ni siquiera durante la recarga, porque podremos turnarnos -. Cuando se trata de defender una posición de enemigos que van a correr de cabeza contra ti, es mejor hacer ese tipo de fuego alterno para no darles la oportunidad de acercarse mientras nadie escupe plomo sobre ellos. –¿Te parece bien, Kaplizki?- ya ha olvidado llamarle sargento, era impensable que la costumbre le durase mucho más. Recarga la pistola para estar seguro de tenerla lista en el momento adecuado. –No podemos abatirlos justo en la entrada, luego nos entorpecerían al salir. Debemos dejarlos aproximarse un poco.- Toma posición de inmediato. –¿Alguien sabe si esos bichos tienen miedo?- ríe un instante –Porque vamos a darles motivos para sentirlo-. Buscar blancos claros, apuntar a la zona de la cabeza, todos los seres que conoce mueren más fácilmente así.

Se gira hacia los civiles –Que ningún listillo trate de rebasarnos. Quedaos entre nosotros o estaréis solos. Ya he cubierto mi cupo de cargar con pesos muertos por hoy-

Dillon comienza a cantar. –Menudo momento para descubrir su vena artística-. Bate la cabeza lentamente. Para él solo hay una música digna de los marines, la producida por las armas. En esa es un auténtico virtuoso y hoy está dispuesto a hacer sonar su obra maestra.



*Obviamente se refiere a su propio tiempo




Helen McFersson


Una de las cosas buenas de estar juntos, pensó Helen, era que los problemas tendían a morirse o acabarse en poco tiempo. Eran un buen equipo, aun con sus diferencias, pero se hacían entender y cada uno en su especialidad era sorprendente. La androide pensó que una vez se acabaran los problemas, podría buscar el lanzador de plasma, analizar la piel sintética de sus homónimos, reparar la suya y por que no... Aprender mas sobre si misma y esa nueva habilidad de internarse en el alma virtual de ordenadores y computadoras. Había tenido suerte de no haberse topado con "demonios", y sabía que debía estar preparada para eso si volviese a suceder.

Sin embargo, algo similar a la energía estática le anticipo un microsegundo que iban a "saltar" en el tiempo una vez más. Sus deseos y anhelos desaparecieron de su memoria y los reemplazaron por algo similar a la desesperación y la rabia. Rabia debido a la impotencia, o mejor dicho como resultado de sentirse como una pieza de ajedrez que pasa de un tablero a otro por el dedo caprichoso de algún dios, o como ella había analizado anteriormente, como resultado de la infección de la bomba de antimateria.

Se preguntaba, apenas sentía todo eso si irían mas al futuro o al pasado. Al menos todavía, solo habían tenido una experiencia al encontrarse a si mismos, por lo que daba por echo que no había líneas temporales paralelas. La voz del sargento le indico habían vuelto al pasado. Por sus palabras pudo deducir que para el apenas habían pasado unas horas.

Viviana se encolerizo, no fue la única. Alguno como Dillon, rozaba el límite de la locura. Los únicos aparentemente menos afectados eran ella misma y Sandro, ya que la demencia la llevaba dentro. Esperando que algo le encendiera el interruptor para liarla.

No había mucho tiempo, se trago las preguntas superficiales y detalladas. Improvisaría según las circunstancias, acorde a su entrenamiento. Cuando el sargento le dio ordenes Ghost se sintió mejor, y tras recoger su escaso equipo y la metralleta inteligente se sentía dispuesta. Tenia que sacar a dieciocho civiles como fuera. Iría detrás de Svenson hasta llegar al helicóptero. Rivers sugirió montar una resistencia, a Helen no le parecía buena idea.
- No seria mejor buscar otros vehículos y alejarse mientras llegan?. Si buscan comida tan desesperadamente, es probable que la sacien sobre sus heridos. Y dado que son grandes felinos, el que mas se mueva tiene la ventaja. Aquí, solo tenemos la sorpresa inicial a nuestro favor. Luego, solo somos comida. Sobre un vehículo, podemos herirlos para que sea el olor de su sangre el olor reinante sobre el que se puedan abalanzar.




Anexo Helen


Sargento: Si encuentras esos vehículos, traedlo. No he visto ninguno de ese tamaño para todos. Además, no hay tiempo. No tardarán en entrar. Pero si tenéis la suerte de encontrar alguno para alcanzar al helicóptero, genial. Quizá no quede otro remedio que salir ahí con todas estas personas pero por ahora prefiero arriesgarme y resistir aquí las embestidas. Por lo que he visto de ellos, no buscan solo saciar su hambre, llevan en la sangre el instinto de matar. Poneros en marcha.





Helen McFersson. Anexo


- Muy bien - dijo la piloto. - Cual es el punto de encuentro con los civiles?

Helen no entendía al sargento. Quería ser un mártir o un héroe?. Una introspección sobre su situación tampoco se lo ponía mucho mejor. A decir verdad, estaba en desventaja ya que no sabía donde estaban aquellos animales, y los animales si sabían donde estaban ellos. No tenia ninguna experiencia sobre cuanta munición, o cuantos marines serian necesarios para matar a uno de ellos. Tampoco sabia si eran animales en grado primario o secundario, tal que podrían serlo un tiburón cuyo instinto es matar y tragar incluso sin tener hambre, o un felino terrestre que una vez saciado su apetito aun enfadado solo mata lo que le molesta. Al menos el sargento le había dado dos respuestas que tenía en mente y no había formulado. Una era si llevaban esos animales mucho tiempo en el planeta, la respuesta obvia era que no. Probablemente y siendo optimistas, llevarían entre unos doscientos o trescientos años. La otra respuesta es que si eran criaturas de aquel planeta o no, y resultaba obvio que eran algún tipo de DNA producido por la Weylan u alguna otra corporación con el fin de limpiar el planeta de toda forma de vida en un periodo de quinientos años. Mucho mas rápido que terraformar un planeta de cero.

Cargo su metralleta inteligente, era para ella como un alma gemela; mortal, rápida y de buen diseño. Si llegaba al helicóptero, una vez en el aire... estaba pensando mucho, y probablemente tendría que improvisar ya que no sabía ni de cuanta autonomía de vuelo dispondría, ni otros detalles. La verdad es que dado lo caprichoso de los saltos temporales, parecía una perdida de tiempo pensar a largo plazo.




Simo Kolkka


Le hicieron un apaño en la mano, y se buscó algo con lo que disparar. Siempre había oído que era importante tener buenas herramientas para trabajar. La próxima vez se llevaría munición anti-equipo para su nuevo rifle. Sería un rifle automático. Debía de estar haciéndose viejo. Miró a sus compañeros. Estaban realmente mal. Para alguno el mantenerse de pie era una verdadera prueba de equilibrio. La moral estaba baja. La única pista de que habían ganado era que seguían vivos. De hecho, había visto enemigos muertos con mejor estado de ánimo que el que predominaba en la sala. Un mal día. Ya llegarían los buenos. Al instante siguiente, se encontraba a oscuras, con la excepción de unas luces de emergencia. Por un instante pensó que simplemente se había ido la luz. Un análisis un poco mas detenido dejó claro que no se trataba de eso. Kaplizki estaba allí. Debía de tratarse de un sueño. Seguramente los demás estaban riéndose ahora mismo él en el hangar. Menuda vergüenza, un marine quedándose dormido en una situación de combate. Era afortunado de que las medidas disciplinarias no fueran aplicables en aquella época. Se decidió a por lo menos aprovechar el tiempo para que su cuerpo recuperara energías. Empezaron a planificar una estrategia contra lo que fuera que los estuviera atacando. Parecía serio. ¿Podría ser real? Había visto cosas bastante más raras en las últimas semanas. Decidió no dejarse matar, solo por precaución. El plan era absurdo, lo cual era bastante habitual en la realidad. No sabía como interpretarlo. Algunos empezaron a colocar el mobiliario para dar algo de cobertura, mientras otros se preparaban para salir a correr.

- ¿Y si echamos a Sandro primero para distraerlos? Seguro que les cae bien a los gatitos...- Dillon se puso a cantar. Quizás el también estuviese de que estaban en un sueño absurdo.- Hablando de rock & roll, me pregunto si los Rolling Stones habrán sacado nuevo disco. ¿Podríamos pasar por una tienda de discos cuando subamos al transporte?

Se situó en una posición con buena visión del conjunto y amplia cobertura, o lo más parecido que pudiese encontrar.



No hay comentarios:

Publicar un comentario