jueves, 11 de octubre de 2012

Los Ángeles 2029. Lluvia Negra .4






Aunque parecían existir cierta vibraciones positivas entre ambos, el sacerdote guardaba las distancias frente a la desconocida; la suspicacia y el sentido común hicieron acto de presencia en su pregunta. Ledna sujetaba una percha con su camisa. El humo del cigarrillo daba un tinte gris a sus pálidas facciones:

- El obispo tiene carnes y mente sucias, ya se lo he dicho. También es un canalla por lo que hace. Usted vive alejado de ese mundo, cree que hay que auxiliar a toda alma descarriada. No se lo discuto, pero quizá peca de demasiado inocente; o ignorante. Shelton Johens  cultiva la amistad de criminales, está metido en drogas y tráfico de armas. Organiza orgías. Y algo más. Como sabrá, los replicantes Nexus 6 son prohibidos en la Tierra, con excepciones. La Tyrell le proporciona ejemplares hembras para su deleite personal.

Siguió fumando, sin apartar los ojos de su interlocutor, observando como encajaba la noticia.

-Es la realidad que quieres ver -contestó el sacerdote, tuteándola- Es la sociedad del odio la que te hace hablar. Si vieras a las personas como yo las veo. Ah...como ovejas descarriadas, perdidas, del rebaño del señor. No se puede culpar a un niño por robar una golosina. No si carece de padres que le eduquen o si alguna vez sufrió algún mal que le hizo cambiar. A veces no es tan fácil. Incluso alguien que debería estar del lado de la fe y la bondad y que se ha pasado al bando de la lujuria tiene un motivo para ello. Yo los veo como personas sedientas en el desierto...o mejor aún, como un galápago que se ha caído de espaldas y al que el sol, los pecados, lo abrasan. Puede que volcasen por un error del pasado, por algo ajeno o por debilidad. Así somos los seres humanos. Débiles, caemos en la tentación una y otra vez. Pero esas ovejas merecen ser salvadas, incluso las más oscuras -Suspiró. Era tan grande la tarea que tenía por delante- No soy un ingenuo, pequeña. Puede que en mi juventud. Ahora ya no. Se diferenciar a las ovejas de los lobos.

La forma de pensar de Tomachio no coincidía con la de Ledna. Negó con la cabeza, entrecerró los ojos. Él quería salvar al mundo entero de sí mismo. Algo que no pudo ni siquiera Jesús, pero no por ello hay que abandonar. El primer paso es el que nos pone en camino.

- No compartimos ese punto de vista, padre. Ese hombre y sus allegados son despreciables. Yo nací en Los Ángeles, me crié y viví aquí. Se de lo que hablo, créame. Pero no estoy aquí por él. De momento.-hizo una pausa -. Quiero que confíe en mí. Usando su lenguaje, necesito su cooperación para salvar personas, almas, y enviar demonios al Infierno. Yo me encargaré de lo segundo. Aunque a usted tampoco le importe hacerlo, recuerdo sus palabras en el expediente: "Algunas personas están mejor muertas". Una frase que muchos no justifican su piedad. Eso no le ayuda en este instante, ni su pasado, a pesar de que algunas voces dentro de la Iglesia están a su favor. Pero no le pediré tanto.


Estaba terminando el Camel.

- Mascari le dijo que no había agentes de guardia, sin embargo una de las enfermeras lo es y la asistente en recepción de esta sala también. Una de las bandas de su barrio quiso aprovechar la ocasión, fue neutralizada hace una semana. No quiso intranquilizarle. No se ha vuelto a producir. Mascari ha limpiado la zona, al menos lo que ha podido.

Apagó el cigarrillo, y le tendió la camisa negra.

Tomachio asintió. No se inmutó cuando le habló del ataque de una de las bandas. Era el pan de cada día. Al menos esta vez no había tenido que defenderse él. La ley funcionaba. Y eso le extrañó. Cogió la prenda de vestir, agradecido. Intuía que todo aquello tendría que ver, lógicamente, con androides. No le gustaban, solo eran máquinas, a veces problemáticas.

- Es un asunto feo, no dudo de que me ha comprendido. Peligroso. Yo lo llevaré a cabo, con o sin usted. La elección es suya, las cartas repartidas son malas. Puede optar por la huida, aunque, con sinceridad, no creo que usted sea de esos. Una fuga para predicar la Palabra de Dios al margen de la ley de los hombres, que le conducirá a un final previsible. Aproveche su comodín.

 Esgrimió de nuevo su sonrisa, en esta ocasión de complicidad.

- Le contaré una bonita historia durante el camino.

Oscura, siniestra, la lluvia persistía en su intento de arrancar gemidos al metal y al asfalto. La Luna desapareció tras la cortina incesante y rolliza, un aguacero que arrastraría la suciedad diaria acumulada dejando en su lugar el acre sabor de la ceniza radiactiva.




No hay comentarios:

Publicar un comentario