jueves, 5 de enero de 2012

Hechicería y Acero, 6,7,8

Seguimos con las aventuras de Whosoran.


6



La hoja acerada del hacha cortó músculo y quebró hueso en la garganta del enorme lobo, salpicando su caliente sangre la cara, pecho y antebrazos de Whosoran. La bestia, con las fauces abiertas se desplomó sobre el turanio, derribándole, volteando luego a un lado, más muerto que vivo. Todavía tuvo fuerzas el animal para ponerse en pie, tambaleante, sus patas apenas sosteniéndole, sus ojos feroces destellando con el último fulgor antes de expirar. Se derrumbó sobre sus patas traseras para después caer a un costado en la húmeda hierba de rocío y sangre. El otro lobo se sintió intimidado y reculó aproximándose a su ama, babeando, con su bocaza mostrando los afilados colmillos.

No cambió la expresión de la bruja, confiada, como si la derrota de sus esclavos no significase nada ni le importara. Tenía sus razones como al poco vería el turanio. Ahora quedaba por saber la reacción de la loba, su decisión, a la que el hombre supeditó la suya. Un hombre que volvía a serlo, que regresaba a su propia conciencia después de haber sido despojado de su dignidad, humillado, esclavizado; liberado por sí mismo del embrujo, o al menos en buena parte.

La gran loba de espeso y níveo pelaje no se atrevió a lanzarse sobre la hechicera. En su mirada no se reflejaba el miedo por completo pero sí una máscara del mismo; prudencia orlada de sentido común, si es que un animal usaba de eso, más que algunos humanos, seguro. Respeto, inquietud; ira solapada y contenida. La loba gruñó y acto seguido se dio media vuelta, corriendo y saltando entre los arbustos. Whosoran se fue tras ella, no sin antes ver como una docena de cabezas lobunas aparecían alrededor del claro, todo un ejército de la Señora de las Taigas, la cual se carcajeó de forma mordaz, burlona, cruel.

Whosoran corría con la loba a unos metros delante, le parecía notar el aliento del resto de lobos en su nuca. Correr para acabar ser devorado, pero no sin antes aplastarle la cabeza a la condenada bruja. Escucharon la aguda voz algo crispada de la mujer:

-¡Corred, corred, esclavos miserables! A ti, Maclo, el destino te depara algo peor que la muerte, estúpida hembra. Te dejaré vivir y veré tu regreso con la cabeza sumisa arrastrándote y lamiendo mis pies ¡suplicándome piedad! Y tú, perro turanio, no me sirves para nada ya. Gozaré de tu lenta muerte.

Pronunció esta última sentencia con un placer que no pudo disimular en absoluto. Reía, y llevaba acabo sus manejos, de tal forma que Whosoran tropezó con una raíz salida de no se sabe donde, se levantó, las ramas laceraban y arañaban su cara, su cuerpo, le hacían caer; le atacaban poseídas por la brujería engendrada en las manos de la Señora de esas tierras. Un tallo creció desmesuradamente, y se le clavó en el muslo izquierdo, atravesándoselo. Aquello dolía como mil infiernos. Pero continuó corriendo sin reparar en los destrozos de su cuerpo.

La risa diabólica les acompañó un buen rato, igual que la manada de lobos que les perseguían a distancia, sin acercarse. Atravesaron el riachuelo, ninguna magia les detuvo, y las fieras se limitaban a acosarlos. Jugaban con ellos para despedazarlos cuando estuviesen agotados. Así continuaron, agotados, casi sin detenerse, cuando lo hacían los lobos sí que les amenazaban directamente, y Whosoran más de una vez estuvo decidido a terminar con todo; la herida en el muslo le hizo perder sangre y fuerzas. Avanzaron hacia el noreste dejando atrás la taiga, internándose en un mundo helado casi desierto de flora y fauna. Corrieron, acabaron caminando, el sol crepuscular broncíneo les cegó débilmente; a sus espaldas ya ningún lobo los acosaba.

Whosoran comprendió porqué la bruja los dejó partir, les concedió esa oportunidad que les conducía a una muerte desesperada y terrible: en derredor no había prácticamente nada a parte de un blanco glaciar en la tierra y un azul gris de tintes violáceos en el cielo, una llanura extensa de nieve en cualquier dirección que mirases. Se preguntó si habría una sola posibilidad entre un millón de salir vivo de allí. Media luna en cuarto creciente les iluminó y enseñó el camino, hacia el noreste, más tarde el turanio encontró una pequeña elevación, y allá se tumbó, en el talud, a cubierto del viento que comenzó a soplar.




Cuando despertó, la oscuridad era total, su mente trató de apartar la niebla del recuerdo, del cansancio y el dolor. Lo tenía mal, muy mal. Notó que faltaba algo. Alguien. Recordó a la loba, seguramente le habría abandonado, lo extraño era que no se lo comió. La luna se abrió paso a través de gordas nubes y despejó las tinieblas con su plata pálida. Casi se sobresaltó al ver delante suyo, sentada con las rodillas en alto y los brazos en derredor tratándose de darse calor a sí misma, encogida, apenas tapando su desnudez, una mujer de gráciles y atléticas formas, su cuerpo recorrido por cardenales, arañazos, barro y sangre seca, incluso en las comisuras de su boca y en la barbilla, lo mismo que sus cabellos rubios casi blancos, ensortijados, bucles sucios que se derramaban en su espalda. Su belleza extrema no envidiaría a la de la diosa Isthar; la larga cabellera se balanceaba ligeramente al compás de la gélida brisa nocturna, viento que había remitido. Tal vez Whosoran estaba muerto, pensó, sin embargo la fea franja de piel y carne desgarrada en su pierna le señaló que no. Observó a la chica, no más de veinticinco años, se dijo. Asustada, curiosa, perpleja, lo estudiaba con atención. El mercenario reparó en sus ojos. La misma mirada gris y salvaje de la loba.




Por Lord Arzzun
Whosoran

Apenas crucé la mirada con ella, la retiré. Sin hacer movimientos bruscos, miré a mi alrededor, dando unos dolorosos pasos hacia lo alto de la elevación, buscando una dirección clara hacia donde ir. Y evitando al mismo tiempo que la mujer viese mi cara de estupefacción, de un temor súbito a lo desconocido.

¡Es la loba, joder! ¿Otra bruja? ¿O alguien hechizado por la bruja de los páramos?

Ya desconfiaba hasta de la inocente apariencia de la joven y su belleza no hacía sino fortalecer esa impresión.

Igual es la misma bruja, transformada...o un espectro de las leyendas, de esos que te atraen con la forma de una joven para luego arrancarte el cuello.

Me volví hacia ella, con bastantes metros entre los dos.

Era hermosa. Pero estaba sucia y herida. Sería un espectro, o la misma bruja ,suficientemente retorcidos como para hacerse pasar por una loba transformada en mujer, cansada y ensangrentada? Por el momento confiaría en ella...

Sabes hablar, mujer? De donde has salido? 

Si no sabe nada, confundida o asustada..O bien si cuenta que se trata de una loba hechizada por la bruja de los páramos..Entonces seguiré hablando...

Debemos seguir en alguna dirección.. Sabes donde estamos? Y donde conseguir comida?

Si, por el contrario me sorprende con alguna otra palabra o acto..Entonces ya veremos lo que hago..




7


La mirada de la joven desprendía la misma desconfiada y miedo que la de Whosoran. No respondió al momento al turanio, solo le miraba, sin hacer ningún movimiento, mientras este disimuladamente se separaba algo más de ella. La luna fue engullida de nuevo por las nubes veloces cargadas de malos presagios de negrura. Un minuto y el rostro juvenil y feroz a la vez se mostró al turanio. Una voz adolescente, cristalina, empañada por el velo del temor:

- Ya sabes de donde. Lo que supones. Soy Maclo. Mujer y cada vez más loba. Maldita por esa bruja de los infiernos. ¿Y tú?

Whosoran preguntó de nuevo, ella tardó otra vez en contestar:

- Huelo el mar hacia el este. Muy lejos, quizá tres días – se arrebujó todavía más en sí misma -. No creo que haya comida, solo hielo y nieve – Whosoran tal vez pensó que el alimento podría ser él; la desconocida reflejó en sus ojos grises el mismo pensamiento-. No, no debes temerme, o al menos tanto como yo a ti. Estás herido, debes descansar. Tengo frío.





Por Lord Arzzun




La miré fijamente, sopesando la situación.. El pelaje de una bestia le vendría bien a la chica en estos momentos...

No puedes... volver a ser una loba? -pregunté sabedor de que quizás sólo fuese un maleficio lo que la había convertido en un animal -
Da igual..-dije murmurando mientras me quitaba la chaqueta de cuero, para luego lanzársela a los pies- Toma esto.

Luego me giré y empecé a caminar, renqueante, en la dirección que Maclo me había indicado. La pierna herida era la misma que la mamona de Ifigenia había mordido con su acero..Seguramente si sobrevivía me quedaría cojo. 

¿Qué habrá sido de los demás? Donde andará ahora el  puto negro? Y el bastardo estigio? Todo parecía tan lejano..Tan distante...

Sólo son tres días. Andaremos de día y comeremos nieve. Cuando lleguemos al mar encontraremos comida..Huevos, aves..Quizás algún animal, muy seguramente refugio.
Me vuelvo un segundo hacia ella..Sonriente, cargado de aparente auto confianza.

Y tranquila..No te mataré para comerte. Intenta no morirte tú sola






8


Whosoran tuvo que rendirse ante la evidencia de que necesitaba descansar, de que su pierna precisaba reposo, y de que la inmensa llanura oscilaba entre la oscuridad más profunda a la claridad pálida de la luna cuando las nubes juguetonas la dejaban asomarse. También la chica necesitaba dormir, así que se abrigó con la chaqueta del turanio. Un tímido gracias salió de sus labios y una breve explicación:

- No controlo mi transformación. Al alba volveré a ser una loba, antes del anochecer, mujer. Esa es mi maldición, el sortilegio de la bruja. Cada vez transcurre menos tiempo en mi estado normal humano, tarde o temprano olvidaré mi condición natural y seré una bestia.

De forma inevitable y predecible se echó a llorar. Al cabo, sonrió ante la ocurrencia de Whosoran de que no la mataría para comérsela, se sosegó, te dijo que te recordaría y los dos se durmieron. El turanio tuvo sueños febriles, el frío era intenso, su muslo violáceo entorno a la fea herida. Cuando despertó la enorme loba aguardaba a unos metros esperando para partir. Fue un día largo, de vientos matinales, cielo plomizo y esperanza diluida a cada paso que se hacía más difícil y doloroso. Sin embargo Whosoran no era hombre que cejase en su empeño ni se rindiera pronto. Descubrió que la nieve calmaba la sed, engañaba al hambre pero sentaba mal a su estómago. Maclo no se largó, como podía haber hecho, sino que continuó cerca de él, a una distancia prudencial.

La noche siguiente transcurrió igual. Whosoran se despertó en una ocasión y descubrió que la joven estaba echa un ovillo pegada a él y ambos compartían el calor mutuo. La suciedad no hacía palidecer su hermosura, de una belleza salvaje, indómita; sintió un estremecimiento recordando a su anterior amante.

La misma rutina durante el día. El escenario que les rodeaba era desolador, hielo y nieve en todas direcciones, ni una sola planta, una brizna de hierba, únicamente a veces el vuelo de una ave muy en lo alto, un punto en el cielo triste. Esa noche Maclo te contó una historia semejante a la tuya: la caravana en la que viajaba fue asaltada por la bruja de la misma manera, mató a casi todos los hombres, se llevó a alguno, y a ella la capturó por hablar demasiado, debería haberse mordido la lengua. Ese fue su destino hasta que empezó a darse cuenta que cuanto más animal era, de alguna manera menos control tenía la hechicera sobre ella. Tuvo un presentimiento al verte, su fino instinto de loba…se arriesgó. ¿Pero qué esperanza tenía, tan lejos de su hogar, de sus padres, de sus amigos? ¿Qué destino cuando fuese definitivamente una bestia salvaje? Casi preferiría morir. Irrumpió en un nuevo llanto y se acurrucó a tu lado, temblando de frío, de miedo, de agotamiento. Se secó las lágrimas, echó un vistazo a tu herida, cambió el vendaje, tenía buenas manos. Te contó entre sollozos que viajaba hacia un poblado en el interior de Vanaheim para casarse con el hijo del jefe de un clan; también estaba muerto, pues fue a recibirla mucho antes para acompañarla a su aldea. Se sentía miserable, odiaba a los dioses y escupió pronunciando el nombre de Mitra. Por último te preguntó acerca de ti, de tu vida. Apoyó la cabeza en tu hombro, el sueño titilaba en sus párpados, y en las miles de estrellas que os observaban, curiosas. Te preguntó:

- ¿Tú me ayudarías? ¿A regresar a mi tierra? ¿A encontrar un remedio para mi mal? ¿ O me abandonarás cuando lleguemos a un lugar habitado, si no morimos en este desierto helado? Sí, me dejarás, lo se. ¿Quién cargaría con semejante engendro? Soy un monstruo. ¿Me prometes que te quedarás conmigo?







Por Lord Arzzun

Whosoran

Sólo, expuesto a la luz de las estrellas, con la voz de Maclo susurrando en sus oídos..Era difícil resistirse a ser generoso con ella. Pero Maclo no era la primera mujer hermosa a la que había conocido. Whosoran era un tipo artero, difícil de atrapar con cualquier clase de red, embrujo o cautivadoras curvas, un tipo endurecido por el sufrimiento y el derramamiento de sangre.

Me has salvado la vida, Maclo -Le dije sin mirarla, al principio, directamente, con frialdad-Favor por favor, mujer. Te ayudaré a buscar un remedio para tu mal.

La miré entonces, pensativo, recorriendo su cuerpo con mi mirada, ausente, intentando que la atracción física no nublase mi razón. 

No se nada de brujería, pero quizás acabemos aquí, en los paramos, enfrentándonos a la bruja, intentando obligarla a que elimine tu maleficio.. No me apetece enfrentarme a magos, brujos y demonios..Pero te ayudaré mientras parezca posible curarte



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