sábado, 28 de enero de 2012

Hechicería y Acero, 9


Hola

Tras varias semanas sin actualizar, aparte de las dos excelentes contribuciones de Iasbel, regresamos con las aventuras de Whosoran. 

9


Maclo sonrió ampliamente al escuchar la respuesta de Whosoran. Una sonrisa donde amanecía la esperanza sobre un lienzo de tristeza. Se arrebujó más en el hombre y, tímida, le dio un beso en la mejilla, ofreció una oración a Mitra, a quien acababa de despreciar, y luego se durmió. Pensó que el turanio decía la verdad, era una chica inocente, de buenos sentimientos, que creía en la buena fe de las personas a pesar de lo sucedido en las semanas anteriores a este momento. ¿Pero era sincero el turanio? El futuro desvelaría esa pregunta. Whosoran sintió una nueva oleada de calor y deseo…Se centró en otra cosa y también se durmió. Maclo lo despertó durante la noche:

-¡Mira! Allá arriba!


Brillantes y sinuosas, como arco iris formados de serpientes, luces palpitaban en lo alto del cielo nocturno, en cascadas armoniosas, remolinos singulares, danzas mágicas, azules eléctricos sobre verdes esmeraldas y crepusculares malvas. Whosoran jamás vio tanta belleza juntas, la chica y el espectáculo aquel. Lo había oído nombrar alguna vez, creyendo que era un mito, una fantasía, brujería incluso. La aurora boreal.

- Es una buena señal, sin duda! Pronto llegaremos a la costa, lo conseguiremos! Juntos! – su alegría se trocó en una inquietante duda que traspasó su mirada-. ¿Pero cómo vamos a hacerlo? ¿conoces algún lugar, algún mago? ¿Un brujo que pueda deshacer este maleficio? ¿Un sacerdote? No, dices que no sabes nada de hechicería…Abrázame, tengo mucho frío. En mi tierra hace calor, un arroyo cruza las tierras de mis padres y las refresca con su aliento musical. Mis padres…Mi padre es un gran hombre, de armas, como tú. Muy respetado y amado. Ojalá un día lo conozcas. Ojalá un día puede volver a sentir sus fuertes brazos en torno a mi cuerpo.

Te miró a los ojos, adormilada, luego posó su asombrada vista en las luces maravillosas en el oeste.

- No me has contado nada de ti. ¿Tienes esposa, hijos? ¿Y tus amigos? ¿De dónde eres? Abrázame, por favor, este frío me roe los huesos y el alma.







por Lord Arzzun
Whosoran

Abrazo a la joven finalmente, sosteniéndola en brazos como a un niño.. Y así, evitando su mirada y tras un silencio casi eterno, empiezo a hablar.

-Creo que todos mis amigos ya están muertos…a estas alturas. La vida de un mercenario es dura, guapa.

Y tras un breve instante, animado a hablar quizás por el espectáculo en el cielo o por el contagioso entusiasmo de Maclo…Continúo hablando.

-Creo que una vez fui Hyrkanio, hijo de algún príncipe, jefe tribal o caudillo..No lo sé. Desde joven, desde que a mi familia se la comieron los gusanos, lucho por dinero. Pero nunca he obtenido el suficiente para pensar en otra vida.En mujeres o hijos… La verdad es que me gusta lo que hago.

Sonrío un segundo, feroz, ya arrepentido de haber soltado un par de medias verdades acerca de mi pasado...y pregunto con mal disimulado interés:

Maclo..Tu padre a qué se dedica exactamente?

Quizás todavía pueda vengar algunas afrentas recientes..


...



-¿ Y nunca has intentado recuperar ese pasado tuyo? -preguntó Maclo-. Volver a tu tribu, a tu aldea. La familia lo es todo, todo en este mundo. Familia y buenos amigos, eso dice mi padre. Es el señor de unas tierras en Meshken, en Khoraja. Qué lejos queda eso…El conde Lambio…título ganado por su valor en combate y servicio a la reina

Maclo se quedó pensativa y en silencio y tras un rato su respiración se hizo pesada, cadenciosa; dormía.




El tercer día el tiempo se endureció, el viento sopló con fuerza desde poco después del alba, y por la tarde nevó copiosamente. Parecía que no lo iban a conseguir, caminaban despacio, helados, muertos de frío, rugiendo sus estómagos. Cada paso le costaba un mundo a Whosoran. Vislumbraron volando muy alto un ave de nuevo, y al anochecer las primeras plantas raquíticas asomaron en el terreno; las devoraron. Las estrellas iluminaron el camino, con esa nevada no debían detenerse, morirían enterrados, congelados. Whosoran asistió pálido, asombrado, con los ojos muy abiertos a la dolorosa y terrible transformación física de la loba en mujer…Jamás había visto cosa igual. Siguieron caminando, Maclo se desmayó y Whosoran la llevó en brazos. Anduvo igual que un autómata, un paso, luego otro, y otro, no notaba el frío, las piernas, sus brazos, el cuerpo. Solo caminaba.

Le despertaron los rayos tímidamente cálidos del sol en sus párpados y los lametazos de la loba en la cara. Frente a él, un pequeño conejo con la garganta desgarrada, cortesía de su amiga. Dio buena cuenta de él y al poco se pusieron en marcha. La nevada les había ralentizado en su avance, pero ahora el terreno cambiaba, hierbas, plantas, arbustos, crecían aquí y allá; Maclo cazó otro conejo.

Whosoran cargaba con la chica otra vez por la noche. Extenuada, Maclo, en forma de mujer era incapaz de continuar caminando. El turanio vio una voluta de humo, después unas luces, se orientó por ellas. Llegó a una cabaña de aspecto lúgubre con un pequeño granero adosado. Luego, no supo exactamente qué sucedió. Exangüe, dio unos pasos más, la oscuridad se llevó su conciencia y su ser.


Despertó. Recordaba un tazón caliente, una tosca chimenea…Abrió los ojos, se acostumbró a la luz naciente del alba que penetraba por dos ventanales estrechos, yacía en un lecho de paja, tapado por una raída manta, en el interior de una choza pequeña, llena de trastos pero limpia. Una mujer de espaldas cocinaba, cerca, Maclo, con un poncho sobre los hombros y un pantalón harapiento vio que despertaba. La chica se había lavado, relucía dentro de la cabaña con luz propia. Se acercó a él y le dio un beso en la frente, después se ocupó de su herida en la pierna.


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