viernes, 6 de abril de 2012

Hay muchos traseros que patear 28

Sin encontrar nada, perplejos, hastiados, agotados, hambrientos y sedientos, dieron vueltas aquí y allá por las instalaciones mineras. La radio de Viviana permanecía muda y el sonar no señalaba movimiento alguno aparte el de los marines. Encontraron varios carteles, indicaciones e instrucciones en muros y paneles, relacionados con la tarea a la que se dedicaba la mina, avisos, alertas, que no les aclaraba nada. Hasta que dieron con un par de de muros donde con letras grandes, medio borradas, estaba escrito el nombre de una de las grandes compañías: Weyland-Yutani. No es que significase mucho, pues esta inmensa y todopoderosa mega-corporación se encontraba omnipresente en muchos de los mundos descubiertos y colonizados, sin embargo, daba la impresión de que ayudaba en algo a la situación. En realidad era poco más que un efecto psicológico. Pero en otra, aparecía la denominación de la mina, Wey-III, algunas notas sobre el proyecto aunque nada en relación al planeta; el año sí: 2197






Jake Rivers


El coronel está allí, ante ellos, a él le cuesta creerlo. No es que no haya aceptado la orden de quitarse el casco, es que todavía se encuentra perplejo ante lo que ven sus ojos. Todo concuerda, salieron de la nave gracias a la milagrosa apertura de las compuertas, en ese momento no supieron a qué se debía, pero ahora todo tiene sentido… aunque esa afirmación es demasiado apresurada, no todo tiene sentido. Acepta que las versiones de si mismos que están viendo en la distancia son una especie de reflejo o de eco, por eso no pueden oírles ni siquiera por radio. El coronel es distinto, puede verles a ellos y puede interactuar con los alrededores.

Es realmente difícil dejar a Rivers sin palabras, quizás esta sea la primera vez en muchísimos años, pero acaba recuperándose en unos instantes y pidiendo al coronel que les siga. Este se niega, tiene que abrir las compuertas… pero eso no le tomará toda la eternidad. Luego insinúa, para si mismo, que tal vez ya esté muerto. –Señor- es raro oír a Rivers llamar señor a un oficial, incluso a los de alta graduación, pero el coronel se lo ha ganado desde el momento en que les salvó la vida incluso estando en esas condiciones, sean cuales sean –No sé cual es su estado, no entiendo de física ni creo demasiado en el alma o esas bobadas. Admito no poder ayudar mucho, pero en este momento usted está muy vivo como para estar muerto- una estupidez de frase. En lugar de buscar toda la coherencia posible en sus palabras, busca expresar claramente lo que quiere decir – Ninguno sabemos claramente lo que ocurre, y eso le incluye, pero ahora mismo le vemos y le oímos como siempre. Acabaremos saliendo de esta roca, venga con nosotros, alguien allí fuera podrá explicar todo esto, incluso arreglarlo-


El coronel quizás obedezca o quizás no, pero Joe empieza a ser frustrante. –Joe, ¡maldita sea!, me canso de oírte lloriquear. Ahora mismo sigues vivo, ¿quieres seguir así?, ¿le tienes algún apego a tu vida?, entonces más te vale recordar que eres un jodido marine. Sabes a lo que lleva el pánico, a morir estúpidamente, ¿Cuántas veces lo has visto?, y cuando mueras así probablemente también estarás condenándonos a los demás. Así que recupera la puta calma, levántate, y comienza a pensar en algo útil para alejarnos de aquí. ¿Quieres que el coronel se avergüence de nosotros?, compórtate como un hombre, ¡joder! –

No tiene más que decirle, él también debe aferrarse a la poca compostura posible tras algo como esto. Pero ante todo debe luchar por sobrevivir, porque todos sobrevivan – La palabra rendición no está en mi vocabulario -. Helen reporta nuevos datos, tan tétricos como siempre. Cada nueva noticia parece ser aún peor que las anteriores. Oscuridad, nada más, pero una oscuridad distinta. Su primera reacción es encender alguna luz para ver si puede atravesar esa zona. Lo normal sería que si, pero esto lleva muchísimo tiempo sin ser normal. Luego preguntará – Cuando entramos había algo envolviendo la nave, ¿alguno recuerda a cuanta distancia estaba? -. Tal vez esta oscuridad sea lo mismo pero visto desde dentro, claro que en cierta forma también le recuerda a un agujero negro, es fácil entrar pero imposible salir. Habría que probar a adentrarse más, pero poco a poco, todo está siendo demasiado peligroso. –Sugiero un pequeño “paseo” de exploración, veamos cuan lejos podemos llegar… si es que podemos dar un par de pasos. De lo contrario… aunque este pájaro no pueda volar, tal vez podamos hacerlo moverse encendiendo la propulsión, si aún es posible. Se arrastrará y tal vez lo haga lo suficiente como para librarnos de eso… o tal vez nos siga, pero es lo mejor que se me ocurre. ¿Algún plan mejor?- Si no lo hay, se preparará para seguir el suyo propio, y el primer paso es salir de la nave. Con la misma precaución de siempre, incluso con más. No le importa si el enemigo son las mismísimas leyes de la naturaleza, mientras esté vivo para seguir luchando, lo hará.




Simo Kolkka


Escuchó las palabras del coronel en silencio, al igual que Helen. Joe empezó a ponerse pesado, y Rivers le soltó una reprimenda. La cylon ya no decía nada. Las noticias que trajo del "exterior" no eran alentadoras. Past the point of no return... Simo se mantuvo en el mismo sitio, sintiéndose ridículo con el casco todavía puesto. Afortunadamente, Rivers ideó un plan: salir a pecho descubierto a la oscuridad. Era una mala idea, pero era la única que había encima de la mesa.

- Hoy me siento afortunado. ¿Que tal si antes de lanzarnos a la noche eterna miramos si el resto de la nave está así de gelatinosa? Quizás lo que sea que le pasa a nuestra entrada es algo local. Podría haber agua en buen estado, y una salida alternativa. No deberíamos tardar mucho en comprobarlo, y total, tampoco tenemos prisa.

En caso de que nadie se oponga, siguiendo cualquier indicación del coronel empezaría a explorar la nave, tanteando las paredes, para ver si "ceden" igual que todo los demás, o son sólidas. De encontrar agua, cuidaría de que nadie intentase beber, al menos de momento. Aunque para el era obvio que podía no ser del todo beneficiosa para la salud, quizás para el histérico de Joe no lo fuera. Si no encontraban superficie sólida en ninguna otra sección de la nave, se limitaría a recibir instrucciones para salir al exterior de la nave.




Helen


A Ghost no le gustaba nada como estaban las cosas. Antes de entrar imagino podían ir mal las cosas, pero realmente iban peor. Joe lloriqueaba, el coronel quería sacrificarse y Rivers no parecía muy contento con esa opción. Simo quería explorar la nave por si había otra salida.

- Creo que el coronel tiene razón. - dijo por fin antes de que cada uno fuera por su lado. - Alguien tiene que quedarse y mantener abierta "la puerta". No perdamos más tiempo y vayamos a la salida. Aquí no somos formas de energía sólida, solo energía. Y esta nave funciona de imán. Así lo entiendo yo. Bueno, yo voy a la salida... Os espero allí.

Se ajustó el transmisor y se puso el casco mientras caminaba dirección al lugar por el que entraron los tres juntos.




Simo Kolkka


Helen decidió que el plan no era suficientemente bueno para ella, y decidió marcharse.

- No se si se aplicará también a tostadoras, pero la última vez que lo miré, la unidad Sigma-5 éramos un equipo.





Dillon Frost


Nada. La radio muda, el detector de movimiento reaccionando solo a sus pasos.
-¿Que demonios? Creo que se ha roto...-Le dio un par de palmadas. Miró el detector de movimiento de Balsani. Nada, igual. No estaba roto. Se habían esfumado. ¿Cómo era eso posible? Algo que se mueve no puede desaparecer. A no ser que se quede quieto. Esos no eran los instintos de...comprendió, se había dejado llevar por su miedo, sus pesadillas del pasado. Se calmó. Lo que allí tenían era algo crudo. Pero no tan crudo. Se relajó.

-Encontremos a Viviana.-Probó la radio. Luego gritó.-¡¡Viviana!!¡¿Donde diablos te has metido?!¡No es momento de jugar al escondite!-Paneles con nombres y números pasaban delante de sus ojos. Nada relevante. ¿O no? ¿Que ponía ahí? 2197. Un error. Curioso. Nadie se equivocaba en una fecha. Se acercó y quitó el polvo que había encima de la inscripción. Seguramente la inmundicia había convertido el uno en un traicionero uno. Pero no. No fue así. "Quizás sea la fecha de apertura de la mina. Claro, que los gritos...o el termino de un proyecto futuro. Quizás estaban reestructurando este ala...oh...". Explicaciones lógicas, plausibles. Nada encajaba. Viviana no estaba. Habían captado una comunicación. Tampoco estaba. Y movimiento. Desaparecido. ¿Qué estaba pasando? Igual que el coronel, que Miguel, que muchos otros. Pensó.

-La antimateria. No conocíamos sus efectos. Debemos estar cubiertos de su radiación. No sé que es exactamente pero nos hace viajar en el tiempo. Aunque no lo notemos. Por eso captamos una transmisión del pasado...o del futuro, quizá. Por eso vimos los puntos en los sensores. Porque entonces, estábamos en esa línea de tiempo. Cambiamos de fase, a otra línea. Y llegamos en el futuro. Seis años después. ¿Ascienden nuestros cambios de fase o son aleatorios? Vimos nuestra nave en el planeta. Claro, es lógico. La nave también cambia de fase. Nos encontramos en la misma línea temporal. Ahora lo veo claro. Todos nuestros compañeros que desaparecieron...no se esfumaron. Siguen vivos...atrapados quizás en una línea temporal a la nuestra. De estar en este mismo lugar, no los veríamos si ellos están diez años más adelante. Nuestro equipo, nuestras armas, también está cubierto de esa radiación. Por eso captamos señales de otros momentos. Pero...no están ahí. A veces nos mantenemos en una línea temporal, como la de las hormigas. Luego cambiamos. De haber esperado, no sé, dos horas, rodeados de hormigas...estás hubieran terminado por desaparecer. Viajamos por el tiempo de forma inconsciente.-Y si le tomaban por loco. ¿Qué más daba? Era lo creía. ¿Por qué no? La ciencia apoyaba la teoría de los viajes en el tiempo. ¿O era la prensa amarilla? Una explicación lógica. Todo lo demás era imposible. Esta opción, aunque extravagante, era más que posible.- ¿Qué opináis? ¿Me ponéis ya la camisa blanca de correas?-No estaba de humor. Era su carácter.
-Puede que Viviana aparezca. No sé como funciona. Pero parece que si estamos juntos nuestra radiación cambia a la vez. Algunos, como Miguel, no tuvieron esa suerte. Estuvo lejos de nosotros, como el Coronel. Y ahora Viviana. ¡Joder! ¡El sargento!-Se había quedado solo. De volver ya no estaría allí. No habría entrado en la nave, claro. Ni siquiera se habría movido del sitio. Pero ellos no le verían porque estaba en otro tiempo.-No debemos separarnos. Y si lo hacemos y alguno cambia de fase a otra línea temporal, que no se asuste. No es el fin. Debe de haber alguna manera de que limpiar esta radiación. Quizá pase sola. Mmmmm.-Pensó. ¿Y ahora qué? Benley tendría que decidir. A la mierda Benley.-Quizás consiga poner en marcha algunos ordenadores de este complejo. Puede que para entonces estemos en otro tiempo donde no aparezcan llenos de polvo. Hasta puede que tengan un laboratorio. Trataré de investigar lo que nos pasa. Si os parece bien. No podemos irnos. Viviana puede aparecer. ¿Por qué no? Y la civil, no los olvidemos de ella. Quizás me esté excediendo pero...me gustaría echar un vistazo por ahí. ¿Qué le parece, cabo? Tampoco tenemos muchos otros sitios a los que ir. La última vez que lo miré el Rich estaba hasta los topes...



Helen



Helen tenia el presentimiento de que Simo no estaba agarrando bien el fusil que usaba como cerebro, le sorprendió una tontería que dijo;

- No se si se aplicará también a tostadoras, pero la última vez que lo miré, la unidad Sigma-5 éramos un equipo.

Y si su objetivo era que saltara como un resorte, lo consiguió.

- Señor Kolkka, no se maltrate llamándose cosas que aquí no nos servirían de nada. Eso demuestra una falta de autoestima por su parte. Aunque usted sea un sintético (y no quiera admitirlo), es parte de la unidad Sigma 5. ¿Le importaría ahora que sigamos las órdenes? Me refiero a las recibidas tanto por el capitán de sacar a Joe de aquí, y a las del coronel de ir a la salida para que él pueda activar los mecanismos adecuados y así salir todos.

Había puesto una voz que no era la suya, era idéntica a una voz robótica. Tal cual Simo la imaginaba a ella. No dudaba que cabía la posibilidad de que con ese tono de voz, él se daría cuenta de que se estaba riendo de él.
Mientras, le estaba dando vueltas a la cabeza por qué Simo tenía ideas un tanto... extrañas. Ciertamente, no era un humano para Ghost, sino más bien algún modelo... diferente. No sabia si posterior o anterior a ella.






Benley asintió a las sugerencias de Dillon, todos se colocaron espalda contra espalda, el dedo sudoroso en el gatillo, las pupilas captando cada detalle. Algo se les venía encima, dieron unos pasos y luego…nada. Los sensores no captaban movimiento, los marines enmudecieron igual que la radio. Buscaron a Viviana, gritaron llamándola, llegaron al lugar donde la dejaron, encontraron infinidad de casquillos, la arena removida por muchas pisadas, observaron que las huellas, de botas, eran distintas a las de ellos. Ninguna otra señal. Se miraron, no comprendiendo nada. Vagaron de nuevo por las instalaciones, el entorno parecía igual, solo que no había llegado el atardecer. A pesar de eso, el cambio de luz y temperatura les había pasado desapercibido. Anette se acercó a Dillon:


- Dime la verdad, ¿creías todo lo que me dijiste durante el camino hasta aquí? Dime que sí, dime que tienes la maldita razón en tus palabras.

Se sentó en el suelo, escondió la cabeza en el pecho, sus hombros se agitaban. La dura Anette, la primera en sumergirse en una nave en llamas tras Sandro, parecía llorar. Benley suspiró. Sandro maldijo, era su último chicle; sin embargo, lo ofreció a sus compañeros y le pidió un cigarrillo a Frost.

Los cuatro se quedaron mirando a Dillon, sopesando su teoría. Cualquier cosa era posible, según Benley, puede que el médico tuviese razón. Sandro silbó:

- Me gusta esa idea. Me gusta. Pero podríamos movernos cuando en este sitio se respiraba mejor, ¿no? La voz de esa chica, la de la radio, molaba.

Anette: Eso es una locura, Dillon. Es anti natural, es…Jodido Espacio. ¿Y si es verdad, qué pasa con nosotros? Ojalá esas malditas cosas saliesen, para desahogarme con ellas.

Estaba crispada, los ojos enrojecidos, desecha. Benley opinó que no era tan descabellada la idea de Frost, asombroso… ¿radiación? Habían descubierto una fuerza nueva en la naturaleza. ¿Pero cómo “saltaban” de un tiempo a otro? ¿Qué circunstancia lo desencadenaba? ¿En qué año se encontraban? ¿Qué pasaba con la física que conocían?


Benley: Este cartel debe ser cuando montaron la mina, como dices, ¿qué año es ahora?

Las preguntas del matasanos eran respondidas con otras cuestiones e interrogantes.

Anette: ¿Quieres decir que los que desaparecieron en la nave podrían seguir con vida? ¿O haber muerto ya en algún momento, hace…hace diez años? ¿O que viven en el futuro?

Sandro: Ey. A mí sí me atrae la idea de colocarte la camisa de fuerza, bien apretada. Recuerdo las correas. – Se puso algo más serio - . No se lo que me sucedió, ya os lo dije. Quizás no era yo. O fui y vine y eso alteró mi mente.

Cabo Benley: Prueba lo que quieras, Dillon. Si tienes razón, tarde o temprano deberíamos encontrarnos con alguien.


Anette: Eso es falso, una conjetura sin fundamento. El planeta lo mismo está desierto para siempre jamás.


Benley: Tanto da. Casi no queda agua ni comida. Movámonos. Busquemos, sin separarnos. Esas marcas en la arena son recientes. No estamos solos, manteneos alerta.


Como un eco a sus palabras, una voz de mujer gritó su nombre, desde lejos, allá arriba, en una de las pasarelas, terminando de momento la discusión sobre la teoría de Dillon. Se trataba de Viviana, agitando los brazos. La perplejidad les envolvió una vez más. La mujer descendió corriendo las escaleras oxidas, cruzó un puente, siguió bajando. Estabais todos alerta, ¿sería de verdad Viviana? En lo alto, donde antes estuvo su compañera, apareció otra alta figura, se cubría con una máscara hasta los ojos, y sobresalían por los lados de la cabeza mechones de cabello rubio. Portaba un rifle y munición en bandolera, un traje azul profundo, polvoriento, pantalones, botas. Os observaba.


Viviana se fue deteniendo conforme se acercaba a vosotros. Llevaba el atuendo de marine pero sin armas. Notó la turbación en vosotros y se paró del todo varios metros antes de alcanzaros, también ella conjugaba la alegría con la inquietud. Levantó las manos con las palmas hacia arriba:


- ¡Chicos, chicos, soy yo! Esto es increíble. Desaparecisteis, así de pronto. Esas cosas se nos echaron encima, vacié varios cargadores, corrimos a escape. No estabais, en parte alguna. Aterradas corrimos sin saber hacia dónde. Eran decenas. Pero aquí hay gente, nos ayudaron.

– Viviana respondió que tres días. ¿Sólo tres días? Sí. No albergaba esperanzas de veros de nuevo.

Anette: ¿Qué gente es esa? – Y Sandro:- ¿tienen comida? ¿Y chicles?

Viviana, casi riéndose: -Por supuesto que tienen comida, agua, incluso alcohol, un espantoso brebaje que te hace desear lamer esta arena. Y heridos. Dos heridos, y una embarazada a punto de parir. Hay mucho que contar, acompañadme. Aunque…Tenéis que dejar las armas a la entrada de su recinto.

Anette: Ni loca, Viviana, dejaré mi armamento. Te he preguntado quienes son.

Viviana: Han cambiado las cosas, por lo que me han contado. Son…llámalos rebeldes, contrabandistas. Gente libre. Dillon, te necesitan, también a ti, Anette. Y nosotros a ellos.

Benley: Para un poco. Esto resulta confuso. Estás, no estás, apareces de pronto. ¿Qué garantías tenemos de esos tipos? ¿Cómo vamos a confiar? ¿Te han dicho en qué planeta estamos?

Viviana: Vosotros sois los que…en fin, un momento antes hablaba con vosotros, al siguiente las dos solas.

Benley: Quiero hablar con su jefe.

Viviana: Es la embarazada. Tiene fiebre, está ardiendo. Podrás hacerlo con su segundo. Chicos, soy yo. Es nuestra oportunidad.

Sandro: ¿Y si no?


Viviana: Nos dejarán fuera. Hay que darse prisa – levantó la cabeza mirando al cielo malva sucio -. Esos bichos aparecerán pronto.

Anette: Ah, buena gente; o aceptamos o nos dejan tirados. Genial. A la mierda con ellos.

Más arriba, donde antes estaba Viviana, otra silueta se unió a la primera, con vestiduras grises, un tanto a lo tuareg. Encapuchado, también con rifle, más baja, tomó forma desde la oscuridad del fondo. Cinturón con pistola, botas marrones, pantalón, añadiendo a esto una máscara que le protegía boca y nariz. Se puso un pequeño auricular al oído.


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Rivers, Simo, Helen


Joe puso cara de circunstancias cuando Rivers le puso las cosas claras, la expresión crispada, las venas del cuello el doble de lo normal. Pareció calmarse cuando el coronel le echó una mirada entre benevolente, inquisitiva y subyugante. Se tranquilizó un tanto el tullido. Ahora quedaba decidir qué hacer. Para Helen resultaba sencilla la decisión, tenía una orden, traer de vuelta a Joe, una prioridad, seguir con vida ella y sus compañeros, y una sugerencia del coronel, marchar cuanto antes. No esperó a sus compañeros y, dado que Rivers postulaba la misma acción, se encaminaron los tres hacia la “salida”. El coronel negó con la cabeza hacia Rivers, le puso la mano en el hombro, el marine sintió el calor intenso que irradiaba el contacto. Rivers sabía poco del alma humana, eso argumentaba, no creía en tales cosas, ¿para qué? Te hacen detenerte demasiado tiempo en lo insustancial.


-No es posible, soldado. No puedo. He visto la escena de la escapada de la Cheyenne varias veces. Se repite, es un ciclo recurrente. Vosotros es la primera vez que aparecéis. En realidad me pregunto si sois mis marines o fruto de mi imaginación. Ni siquiera se si yo mismo soy quien soy, el coronel Samuel J. Nenson. Energía, según Helen, y su mente debe saber de estas cosas. Pero me temo que no, verdad, Ghost? Los científicos que diseñaron tu cerebro seguramente no tenían idea de algo como lo sucedido.

Simo apresuró el paso, eso, o se quedaba en la nave en solitario con la sombría compañía del coronel. Sus planes de investigar el Independencia se quedaron atrás; en silencio, con las palabras de Helen resonando en sus oídos y respondidas con un silencio aleteando en la opresiva atmósfera. Joe corrió para alcanzarles, y los cuatro traspusieron la materia o el tiempo y el espacio.

La espesa oscuridad les recibió con un abrazo de noche profunda ausente de estrellas, sin reflejo del abisal pozo sin fondo donde se sumergían. Caminaron sufriendo una presión cada vez más importante en sus músculos y huesos, una resistencia a su avance. No veían siquiera al compañero, no funcionaba el intercomunicador. A los tres humanos les pareció, si algo así era posible sentir, que se fundían con las mismas tinieblas para pasar a pertenecer a su propia esencia. Ausente a esta sensación, Helen avanzaba, aprendiendo de la experiencia y desarrollándose en ella una emoción para la que sus circuitos cerebrales no estaban programados: el miedo. No discernía a qué o por qué, pero intuía que sin duda era semejante, a su manera, de lo que debían sentir los otros tres componentes de la escuadra.


Luego, llegó un impacto para sus cuerpos semejante al lanzamiento y salto que se producía en la Cheyenne al inicio de cualquier misión. Solo que multiplicado por cinco. La estructura de Helen no lo soportó, cuanto menos la de los tres hombres. Fue como si les diesen la vuelta por dentro a todos sus órganos, les extirparan el cerebro y después lo recolocaran a patadas. La oscuridad de la conciencia se unió a las neblinosas sombras negras de su entorno.




Despertó primero Ghost, poco a poco Simo, Rivers, Joe. Llevaban puesto solo el traje de campaña. Descalzos, desarmados, ilesos. Mecidos por el suave traqueteo de un vehículo todo terreno, en la parte trasera, abierta al exterior, sobre ellos el familiar cielo cubierto de plomo malva de los últimos días. Esposada la muñeca a la pesada barra de la protección. Era un vehículo antiguo, desechado casi. Tres tipos enmascarados, sentados en frente, los encañonaban con rifles automáticos. Solo se les veían los ojos y mechones de cabellos sucios detrás. Sus ropas eran a la moda tuareg, portaban bandoleras con munición, cuchillos y pequeñas granadas. Uno de ellos, el más alto, os ofreció una cantimplora cuadrada.


Os seguía otro vehículo de las mismas características, con varios hombres, o mujeres, en su interior. La estela de ruido y el polvo espeso que levantaban se perdía en el horizonte.



Helen


La luz se hizo de nuevo. Las figuras tomaron forma y parecían ser algún tipo de traficantes de esclavos o similar. Se quiso palpar el cuerpo pero sorprendió de que no estuviera viviendo un sueño o pesadilla, era algo real. Por un momento pensó que sus circuitos estaba reviviendo algún tipo de entrenamiento ficticio, pero no era ficticio. Era real.

Miró a su alrededor, como si aquello fuera un viaje de picnic. Con su mano libre se palpo en busca de heridas, contusiones, alguna irregularidad. No hallo nada... nada en absoluto. El cielo era lo único que le hacia presagiar que era el mismo planeta en el que aterrizaron. ¿Dónde estaría el capitán?, ¿Frost?, ¿y los demás? Se le ocurrió un plan de acción, pero lo mejor era esperar órdenes y actuar coordinadamente.

Sus compañeros despertaron momento en el que le ofrecieron agua. Sus circuitos agradecerían algo con lo que refrigerarse y tomo la cantimplora con una sonrisa en su mano libre para tomar un sorbo y pasárselo a su compañero de al lado.

- ¿Hablas mi idioma?- le pregunto al encapuchado.



Anexo


- Desde pequeña – respondió a Helen una voz, grave, distorsionada y lejana debido a la máscara. Aun así el timbre parecía de mujer-.

Se desabrochó las sujeciones de un lado de la cabeza y parte de su rostro quedó a la luz: el de una mujer, ni atractiva ni fea, de labios finos, una pequeña cicatriz en la recta barbilla, ojos azules serenos, una estrecha franja sus cejas.

- Las preguntas las hacemos nosotros. Los marines no entran en este sector, al menos de forma oficial, desde hace décadas. ¿Nos estáis buscando? ¿Ha vuelto el interés ahora que la guerra parece que salpicará a todo el mundo? Nosotros no somos vuestro enemigo.

- Deberíamos matarlos ya – intervino una segunda voz de mujer también. La primera levantó la mano, exigiendo silencio.




Helen


Anexo 1

Helen encajo la situación como si fuera una parte de un puzzle infantil. No eran traficantes de esclavos, eran rebeldes. No pudo por menos que sonreír, ya que en comparación como los otros problemas pasados si trazaba con sus compañeros un plan de acción seria pan comido. El problema era trazar un plan sin que se notara y obtener de igual manera, información.

- No tenéis de que preocuparos, somos... desertores. - dijo al final parpadeando en un acto reflejo como si le costara decir la palabra.

- Éramos marines, pero los problemas no compensaban la paga que recibimos y queríamos formar una familia. - De nuevo mintió parpadeando al final de la frase que quedo muy romántica al abrazarse a Simo y apoyar la cabeza sobre su hombro. "Esa era una frase que hubiera dicho uno de los desertores cuando nos dividimos en dos bandos en La Independencia" estimó.

- ¿Que planeta es este? Es un alivio ver más gente como nosotros. - ¡Eso si que era verdad!, y no parpadeo al decirlo.



Jake Rivers


Deciden salir de la nave, por donde han entrado. De inmediato se pregunta quien ha sido el imbécil que ha sugerido algo similar… -He sido yo- chasquea la lengua mientras procura seguir avanzando, a pesar de la presión. Es como llevar varias toneladas encima, o más bien, como si la fuerza de la gravedad fuese mucho más potente en este lugar. Quizás sea eso, de algún modo, ¿qué sabe él de estos asuntos? La antimateria sin duda ha tenido efectos extraños.

Prefiere no intentar buscarle siquiera explicación a lo visto hace unos instantes. El coronel dice que todo esto se repite de forma cíclica, debe ser lo que llaman una paradoja temporal. Para él carece de sentido, pero lo ha visto con sus propios ojos. El coronel quedó afectado por la antimateria en la independencia, pero la independencia ha llegado a este planeta y es aquí donde el coronel está abriendo continuamente la compuerta para dejarles salir. Desde ese punto podría seguir pensando mucho en ello, pero cuanto más lo hace más siente que se le escapa mucha información. Es un hombre de armas, de acción, no un hombre de ciencia. Quizás por eso se ve incapaz de responderle nada al oficial, de seguir intentando convencerle. Tal vez tenga razón, tal vez sea necesario que se quede aquí. Sin embargo jamás deberían dejar a nadie atrás. Han fallado como marines, espera que por última vez, pero han fallado. Le hubiese gustado encontrar un mejor modo de despedida, pero tan solo pudo cuadrarse, saludar marcialmente, y decir –Energía, alma, o espectro… sigue siendo el coronel de la mejor unidad de marines de todo el maldito cuerpo, señor. Ha sido un honor servir a sus órdenes - Un gesto extraño alguien como Rivers, indisciplinado hasta en los peores momentos, pero ese hombre se ha ganado al menos un reconocimiento. Por hacer las cosas bien una vez no significa que vaya a ganar esa mala costumbre.


Una vez fuera sigue dándole vueltas a la escena, recordando lo ocurrido, preguntándose si realmente no podían haber hecho nada mejor. –Definitivamente, si salgo de aquí encontraré a quienes le dieron la bomba a esa zorra, les haré lamentar haber nacido-. Se centra en pensamientos vacíos, en el deseo de venganza, así evita valorar la situación en la que realmente se encuentran, de lo contrario podría sucumbir al desánimo.
Continúa avanzando incluso cuando pierde de vista a los demás. Con esta oscuridad jamás podrán verse los unos a los otros. Confía en que sigan allí porque… ¿Dónde podrían haber ido sino?, lo único que debían hacer era seguir en línea recta.

No recuerda todo lo ocurrido. Sí recuerda una especie de impacto, o algo similar, después sus sentidos se colapsaron. ¿Un ataque?, ¿un tropiezo?, en cualquier caso el resultado es una oscuridad aún más densa, o sea, quedar inconsciente.

Cuando despierta nota el movimiento, pero él no está andando, por tanto alguien debe estar transportándoles. Un vehículo todo terreno, antiguo –Quizás los demás hayan encontrado algo en esta roca- Abre los ojos para corroborar su teoría, desgraciadamente solo encuentra a tres tipos, los tres armados, pero no son de los suyos –O quizás no-.

Al menos les ofrecen agua. Rivers la acepta después de Ghost. Se pregunta si ella necesitará beber, no lo cree, pero es mejor no desvelarles a los demás toda la verdad, quizás ese haya sido el motivo. Por su parte, él debería pensárselo dos veces antes de beber, pero si les quisieran matar ya lo habrían hecho, utilizar veneno tendría poco sentido, o eso cree, sin embargo tampoco importa mucho, sin agua acabarían muriendo igualmente.


Helen les pregunta si hablan su idioma, responden afirmativamente, eso debe ser una buena señal. Preguntan, claro, siempre hay preguntas, y Helen decide que son desertores, -perfecto…-. Al menos les pregunta que planeta es este, infringiendo de nuevo la norma de “Las preguntas las hacemos nosotros”, sin embargo no vendría mal algo de información. – ¿Tenemos pinta de estar persiguiendo a alguien?-, supone que la interpretación de “parejita” que ha hecho su compañera será aceptable. –Como creo que habréis imaginado, hemos tenido unos problemillas en la huida, ¿podríais decirnos qué día es hoy?, es que los golpes en la cabeza desorientan un poco-


Mientras habla y escucha, observa a todos los allí presentes. La forma de empuñar las armas, la posición, el nerviosismo. Ahora mismo les han cogido por sorpresa, pero quiere saber si también son combatientes más o menos expertos, por si llegase a hacer falta. La perspectiva de ser ejecutado no le agrada, así que es necesario plantearse otros planes de acción por si acaso, aunque supone que debería bastar con parecer inofensivos. Por supuesto él siempre prefiere abrirse paso a golpes, pero es mejor ver como se desarrolla todo esto… por el momento.




Dillon Frost


Viviana no estaba. Claro. Ni rastro de ella. Solo pisadas y casquillos. No había cuerpos ni sangre. Una buena señal.

Aprovechó para comentar su teoría. O quizá solo pensaba en voz alta. Se sorprendió oyéndose a si mismo y asintiendo ante sus palabras. Lo que decía era una locura. Sin embargo, tenía lógica. Era una explicación, algo que podría ser a pesar de que ninguno lo entendía bien. En ese momento Anette se vino abajo. La moral era importante para un marine. Más que su arma de mano. Se agachó a su lado y la cogió del mentón con delicadeza para que alzase su rostro.

-No tienes que ocultar tus lágrimas. No entre amigos.-Se puso serio. Sus ojos eran dos teas brillantes en una oscuridad absorbente.

-¿Si creo todo lo que dije?-No se acordaba de sus palabras exactas pero si de la idea; "Somos marines, podemos con todo y con todos".-No hablo por hablar. Todo lo que digo, así lo creo. Por eso hablo poco.-Pero había llegado el momento de rajar, ¿no? Por Anette.- ¿Qué temes? ¿Crees que no saldremos de esta solo porque no sabemos que está pasando? ¿Desde cuando es necesario conocer la situación para sobreponerse a ella? Ahora quiero que recuerdes la primera misión en la que participé en la escuadra. Le salvé la vida a ese pobre desgraciado en las arenas. ¿Te acuerdas? Yo sí. No fue el primer hombre al que salvé la vida como médico, pero si marcó un antes y un después. Aún recuerdo las caras de sus conocidos, mirándome como a un profesional, a un doctor... ¿Y cuántas vidas más me has visto salvar? Incluso te he remendado a ti un par de veces. Ahora, un secreto.-Se acercó a ella y le susurró unas palabras.-Jamás fui a la universidad de medicina.-Se apartó de ella. Su rostro mostraba una sonrisa sardónica. "Si, no soy médico, solo un carnicero".-Y aquí estamos. No te preocupes. Todo saldrá bien. A Benley se le da bien pensar, algo se le ocurrirá. O a Carlo, es un chico muy avispado ¿Sabes? Incluso Sandro. De vez en cuando dice cosas coherentes. Quizás diga algo que nos salve. Y si no...Bueno, improvisaremos. No tenemos porque saber de que va esto para seguir adelante.-Se puso en pie. Estaba dicho. Si eso no la subía la moral tendría que pegarla un par de bofetadas. Habían estado en situaciones peores, más al límite. Aquello no era peligroso, solo extraño.


La teoría. Quería resolver una pregunta y solo consiguió crear muchas más. Pensar era gratis, teorizar también. Aunque mucho más peligroso.

-¿Por qué "saltamos" de un tiempo a otro? ¿Cual es el desencadenante? Es evidente que no hay ningún factor exterior, los síntomas están dentro de nosotros. Quizás actúa como una bomba de relojería. O son nuestras emociones. Miguel estaba herido y cercano a la muerte cuando desapareció. Sentiría miedo, o rabia. Algo intenso. Viviana no está. ¿Se asustó al ver como esos puntos se acercaban a ella? ¿O fuimos nosotros los que saltamos? Reconozco que hace unos instantes tuve miedo.-No explicó el porque. Por eso prefería no hablar. No quería recordar. Era duro.-Sandro, antes de que perdieses la cabeza...-Evitó hacer bromas.-... ¿Qué sentiste? Quizá el no tuvo la culpa de amotinarse. Quizá algo se coló en su cabeza. O alguien. Él mismo, de una línea temporal paralela, donde es aún más pendenciero que aquí. No lo sé. El coronel también desapareció y no me lo imagino teniendo miedo de algo. Aunque después de todo era un hombre. No dejaría que sus miedos se viesen. Y en esa caída muchos se asustaron.-Pensó. ¿Podía ser el miedo? ¿La necesidad de estar en otro lugar menos en aquel? ¿Significaba eso que Viviana había desaparecido por que su miedo le había trasladado con sus compañeros a otro punto temporal?

Aún hablaban cuando una voz les llamó la atención. Era Viviana. Estaba...cambiada. No mucho. Si lo suficiente. Ella estaba más sorprendida de verlos a ellos que ellos a ella. Escuchó a la mujer. Seguía siendo la misma. El tiempo había pasado. Tres días. Increíble. ¿Y si no era el miedo y si algo más racional como la voluntad o el deseo? Borró las preguntas de la pizarra de su mente. No era momento de eso. Un marine se limita a avanzar hasta que el mundo acabe bajo sus pies. Ahora estaban ahí. Solucionarían esos problemas y luego seguirían adelante.

Viviana quería que se adentrasen, desarmados, en la guarida de aquellos contrabandistas. ¿Por qué desconfiaba de ella? Porque en tras días uno puede cambiar mucho. Seguía siendo ella...pero era como si fuese otra persona totalmente diferente. Había dos heridos y una mujer embaraza. Su deber le llamaba. También se debía a sus compañeros. No dejaría las armas. No cuando en un parpadeo podían estar en otra línea temporal rodeados de...algo hostil.

-No desaparecimos, Viviana. Saltemos adelante en el tiempo hasta el momento en el que acabamos de encontrarnos. ¿Lo entiendes? Hace un minuto escuchamos tu voz pidiendo ayuda. Ahora volvemos a verte. Pero para ti han pasado tres días. Creemos que eso es lo que les ha pasado a los demás. Nos estamos desparramando por el tiempo. Lo que quiere decir que...el resto no están muertos, solo perdidos. Como lo hemos estado nosotros para ti.-Carraspeó. No estaban solos. No querían que le tomasen por loco. Al menos no antes de tiempo.- ¿Y la civil, Viviana?-¿Por qué no estaba con ella?
Pensó en su siguiente movimiento. Anette no quería entrar. Habría que negociar. Se dirigió a los encapuchados.

-Mi nombre es Dillon Frost. Marine Dillon Frost. Médico de mi escuadrón. Puedo ayudar a esa mujer embarazada. Parece estar teniendo un parto complicado. También a los heridos. No tenemos comida, ni agua, pero si medicinas y utensilios. Puedo entrar ahí, con la enfermera Anette, y salvar a la embarazada y al bebé.- ¿Era buen momento para sugerir que aunque era médico jamás había asistido a un parto? No, quizá luego.-También curaremos a los heridos. A cambio queremos agua, comida y cobijo. No dejaremos nuestras armas. Al menos yo no lo haré. Si vosotros no confiáis en nosotros. ¿Por qué íbamos a hacerlo nosotros? No somos estúpidos, joder. No vamos a entrar desarmados en vuestro territorio. Lo haremos armados...pero creo que hablo en nombre de todos nosotros si digo que venimos en son de paz.-Odiaba la gente dura de mollera.-Me da igual lo que sea que va a aparecer aquí por la noche. Lo aplastaremos. Vosotros podéis dejar morir a vuestra líder a manos de la criatura que lleva en el vientre. Nosotros...no tenemos nada que perder. Pero esto puede acabar bien para todos...si cedéis un poco.-No era negociador. Estaría al tanto por si había hostilidades por parte de esa gente.-Contrabandistas ¿Eh Viviana? Parece que esta gente te cae realmente bien....




Anexo 2



El coronel devolvió el saludo de forma igualmente castrense a Rivers, todo un gesto cargado de camaradería y comprensión mutua:


- Hubo buenos momentos, sí. Seguid pateando culos por mí.






Efectivamente el líquido era agua. Solo agua, fresca, debido a la cápsula refrigerante de la cantimplora, con cierto sabor a arena, que pasó desapercibido por la sed acumulada, atragantándose los tres y rebosando por las comisuras de la boca. Fue como un soplo de vida reconstituyente.


Rivers observó a sus oponentes. Dedujo que la mujer y la otra figura alta, que todavía no había abierto la boca y parecía un hombre por su complexión robusta, eran veteranos; en particular fue la mirada de la mujer la que le hizo adivinar que había visto y vivido muchas pesadillas, probablemente no tantas como él mismo y sus compañeros pero sí las suficientes. Los ojos del hombre eran muy parecidos, casi iguales, como los de dos familiares. La otra chica, la que amenazó con matarlos, por el contrario se le notaba nerviosa, imperceptible para un examen menos detallista. Por su lado Helen, imaginativa como siempre, se sacó de la manga que eran desertores en busca de un hogar.

La primera se quedó mirando un rato a Helen y a Rivers. Por último contestó:


-Desertores, familia. Ya. Puedo pasar que desconozcáis el día, pero… ¿me has preguntado por el planeta? ¿Qué clase de pregunta es esa? Os encontramos inconscientes en medio de la nada, rodeados de miles de kilómetros cuadrados de nada, aparte de unas bestias carnívoras, sin ninguna clase de huellas alrededor, ni vehículos de ninguna clase. Tampoco hemos detectado presencia alguna de actividad militar ni aeronaves. Y me preguntáis qué planeta es este.

Hubo un silencio; continuó:


- Contadme más de esa “huida”. ¿Cómo habéis llegado aquí, desde dónde?, cosas sin apenas importancia. Sed convincentes. Y, por favor, no volváis a mentirnos. La mentira no favorece en nada la credibilidad futura de quien la comete.

No le hacía falta amenazar de ningún modo. En el contenido de sus palabras quedaba implícita la lectura de la misma.




Jake Rivers


Es lo malo de inventar historias absurdas, luego hace falta llenar las lagunas. Realmente resulta fácil atrapar a un mentiroso. – ¿Ahora qué Ghost?- piensa mientras oculta cierta sonrisa en su rostro. La situación es mala, pero admite que tiene cierta gracia. Lo malo es que no están tratando con novatos, de lo contrario intentaría desarmar a la que les ofrece el agua, usarla como escudo y hacer que sean ellos quienes las depongan. Si fuese la más novata la que está cerca no lo dudaría. Desde luego les daría la oportunidad de rendirse, tampoco pretende matar sin escrúpulos, pero es bien sabido lo corta que llega a ser su paciencia.

Lo malo es que dos de sus captores han disparado más de una vez en sus vidas. Quizás no sea experiencia suficiente como para vencerles en una escaramuza o una batalla en campo abierto, pero desde luego les sobra para no dejarse engañar y para matarles a todos como a cerdos. – ¿Quieres más detalles de la huida?, haber empezado por allí, a todos los marines les encanta contar batallitas, ¿no lo sabíais?- definitivamente este es uno de esos momentos en los que alguien debería hacerle mantener la boca cerrada, o en los que él debería medir mejor sus palabras. Por suerte tiene la verdad de su parte, o más bien, parte de la verdad. Cuando alguien miente puede notarse por sus reacciones corporales. Helen será capaz de controlarlas, él no, y no ha recibido entrenamiento de espionaje o contraespionaje. Por eso le conviene más ceñirse a lo que realmente ocurrió. Por supuesto ocultando algunos detalles, pero eso no es lo mismo que inventárselos. –Verás, algunos de nuestros compañeros querían dejarnos encerrados en nuestra nave, supongo que es lo normal dadas las circunstancias. Para su desgracia me encontraba cerca de la armería, por eso decidí usar lo más grande que tenía a mano, un lanzamisiles- prefiere no decir nombres de armas o tecnicismos a no ser que se los pidan expresamente.

–En realidad nuestra nave era un poco más moderna que este trasto- sonríe, probablemente ganándose una buena tunda –Pero los misiles tampoco le sientan especialmente bien. Tuvimos que darnos prisa y hacernos con lo que teníamos más a mano, que no era precisamente una cápsula de salvamento porque fueron lo más afectado por mi disparo. Subimos en una nave más pequeña, una clase Cheyene. Un aparato bastante útil, por desgracia no tiene una gran autonomía ni está pensada para largos viajes. Además supongo que también comprenderéis algo evidente, la salida no fue fácil. No es que Helen, escogiese un agradable lugar para aterrizar, es que nos acabamos estrellando en esta maldita roca.- Lo cual es totalmente cierto, a pesar de que falta información. –Claro está, tampoco habíamos pensado ir a caer en un puto desierto, así que salimos a buscar agua… con bastante poco éxito hasta ahora, dicho sea de paso. Supongo que no cuesta mucho imaginar el resto- Falta agua, les encuentran desmayados en el suelo… -Vamos, no pido que seáis genios, pero un poco de vuestra parte sí podéis poner- -Supongo que vuestra teoría de la persecución intergaláctica es mucho más interesante. Claro, alguien podría habernos enviado a por vosotros. Lo que ocurre es que nosotros somos tan listos que nos auto noqueamos y nos dejamos atrapar, ¿alguien conoce un modo mejor de cumplir las misiones?- probablemente otro golpe por listillo –Imagino que ya nos habréis registrado, así que no hace falta decir mucho más. No hay ningún ejército persiguiéndoos, ni nosotros vamos a llamar a la caballería. Lo cierto es que de no habernos encontrado, habríamos muerto de sed.- ¿Qué más pruebas necesitan?, claro que sería mucho mejor haberles dicho que simplemente se estrellaron y no tienen ninguna misión aquí, pero ya es tarde para eso. Aún así, prácticamente todo lo que les ha dicho es cierto, incluso pueden preguntarle más detalles, no tiene ningún problema en responderlos.





Anexo Dillon




Anette medio sonrió ante la confesión de Dillon de que nunca fue a la universidad de Medicina:


- Lo se. Todos lo sabemos. Pero no confiaríamos la vida en combate a ningún otro médico. Eres un tipo extraño, Dillon. Gracias.


Te puso la mano en el hombro a modo de agradecimiento y se levantó también. Algo más animada o así quería hacerlo parecer.





Frost seguía dándole vueltas al asunto. Sandro se encogió de hombros:

- No lo recuerdo, en serio, Dillon. Creía estar haciendo lo correcto.


Benley: Quizá tuvo miedo y algo cambió en él. ¿Pero cuándo ha tenido miedo Sandro? Tal vez el salto es aleatorio. O una reacción física más que una emoción. Quién puede saberlo.


Las preguntas y más respuestas-preguntas se terminaron cuando apareció Viviana. Se quedó escuchando al médico, asintiendo:


- Aunque no te lo creas, eso que dices tiene sentido. Y hace que comprenda mejor las cosas, todavía estoy digiriendo las noticias que me ha dado esta gente.

Dillon se adelantó a Benley, este no se lo discutió, pero se mosqueó un poco:

- Desde cuando tomas las decisiones, Frost? Lo mismo que con aquellas hormigas. Si quieres mis galones solo dilo.


Anette: ¿No te parece bien lo que ha propuesto?


Benley: Os metéis en la cueva del lobo. ¿Me va a parecer bien? A ver qué opinan esos tipos.


Viviana se enfadó más con el último comentario del médico:


- Ni bien ni mal, Dillon. ¿Qué estás pensando? Nos salvaron la vida, joder. Jeny se encuentra bien, adentro.


Sandro: Entenderás que no podemos entrar desarmados, Viviana. Se supone que el loco soy yo.


Viviana le dio la razón a Sandro y a los demás. Miró hacia arriba, aquellos dos hablaban entre sí. El más bajo se marchó, Viviana quería deciros algo, pero se le veía dubitativa. Se decidió:


- No se si es momento para contaros esto, aunque poco importa antes o después. Les he dicho a ellos lo que nos pasó. No debería, de acuerdo, me encontraba sola, abrumada por lo acontecido, por la información recibida. Nada tenía importancia ya –tomó aire -. Estamos en el año 2238. No me miréis así. Es verdad. No han visto en vida a un marine, hace décadas que los MC no penetran en esta zona del espacio. La Confederaciones y la mayoría de gobiernos se han olvidado de este sector, debido a las guerras constantes y levantamientos. Varias mega corporaciones se disputan los hallazgos mineros o energéticos, no hay control, bandas y ejércitos de todo tipo combaten sin descanso. Al principio pensaron que pertenecía a una avanzadilla, que los MC querían situarse estratégicamente de cara a un posible asalto. He tratado de convencerles de la verdad de mi relato. Algunos me creen, otros…


En esto regresó el otro tipo, os lanzó una mochila. Contenía agua, unas tortas, carne seca y una botella pequeña de licor. Luego Viviana se tocó la oreja, le entregó un diminuto receptor–emisor a Dillon –Quieren hablar contigo-. El cabo mostró una mueca de resignación.


Una voz masculina, un poco ronca, fue la que escuchó el matasanos en su oído, se trataba del hombre más alto:


- De acuerdo Marine Dillon Frost. Tú y la enfermera Anette. Y Viviana, ninguno más. Sin armamento pesado ni granadas. No sois estúpidos, bien, nosotros tampoco. Recuerda que tenemos a vuestra amiga.




Dillon Frost


Así que todos sabían que ejercía la medicina sin título. Si alguno se atrevía a llamarle loco ya sabía como responder. Animó a Anette. O esta fingió estarlo para no desanimarle a él. Una gran mujer de todas formas.


Escuchó a Benley quejarse. Lógico y normal. Le había saltado. Se había pasado el rango por debajo del sobaco.

-Lo siento, señor. Solo tanteaba el terreno.-Se disculpó. A veces no podía refrenarse. A Rivers le pasaba igual. Solo que en él era más habitual. Y él, por su parte, no lo hacía por rebeldía, sino por necesidad. Escuchó a Viviana. La respondió, seco.-Ella dentro, tú fuera. Una garantía.-Así lo veía él. No podía coger a Viviana y marcharse simplemente porque la civil, Jeny, estaba dentro.
Momentos después, los contrabandistas decidían. Viviana aprovechó para darles algo de información útil. No le impresionó conocer el año. Casi cuarenta años después de su línea temporal. Algunos no sabían si creerla o no. Podían verlos como una amenaza cuando ellos ni siquiera sabían que estaban haciendo allí. Una situación complicada. Era como caminar sobre una olla a presión.
-Nos creerán, no te preocupes.-Ya sabía como, tenía pruebas de la época de la que provenían. Les lanzaron comida y agua. Así eran los marines; chicos duros que podían encontrar alimento y agua aún cambiando de época a época. Cogió el receptor que le tendió Viviana.-Lo siento, Benley.-Escuchó la voz. Asimiló lo que oía. Como esperaba, usaban a Jeny como presión. ¿Qué clase de gente eran? ¿Era un farol o un verdadero órdago? Miró a sus compañeros, especialmente a Benley y a Viviana.

-Quieren que Anette y yo entremos. Sin armamento pesado ni explosivos. También Viviana. Nadie más. Entiendo que quieran que Sandro se quede fuera. Aunque aún no le conocen.-Se permitió bromear. El momento era tenso. Su humor, extravagante.-El hombre de la voz ronca me ha recordado también que tienen a Jeny con ella. Como ves, Viviana, no son tan amigos nuestros como pensabas.-Se quitó el transmisor y se lo entregó a Viviana.-Separarnos es mala idea, señor. Si unos saltan y otros no, nos separaremos definitivamente. Por otro lado, me "educaron" para salvar vidas.-No era un doctor de verdad, no obstante si era un hombre y sentía la necesidad de salvar vidas.-Ahí dentro hay gente que puede necesitarnos. No confiaran. Le pido permiso para acercarme a uno de ellos y enseñarle mis placas, señor.-En las placas de un marine venía troquelado su nombre, número de expediente, grupo sanguíneo, cosa que sabía bastante bien, y fecha de nacimiento. Solo tenía que mostrárselas para que viesen que debían tener todos ellos unos sesenta o setenta años. Y no los tenían. Debía ser. No era algo concluyente pero quizás se decidiesen a confiar un poco más. Solo lo haría si el cabo Benley le daba permiso.-Tienen a Jeny. Es la única inocente aquí. Ella y el bebé. ¿Qué hacemos? Si nos separemos estamos perdidos, si no nos separemos, están perdidos los demás.-Se giró hacia los contrabandistas.- ¿Por qué hacerlo tan difícil? Trae aquí a los enfermos y los atenderé. Nada ni nadie puede obligarme a dejar a mis compañeros atrás. La muerte no lo ha conseguido, tampoco saltar de un tiempo a tiempo, ni siquiera la disciplina militar. No lo conseguiréis vosotros.-Miró a Benley, una vez más se había excedido. En este instante no le importaba si el cabo le abría un expediente o la cabeza. Esta vez le había salido del alma. La jerarquía era importante para mantener el orden. No volvería a romperla. Era necesaria para que se mantuviesen unidos.-Lo siento, señor. Pero cada paso que damos, dejamos a alguien atrás. Helen, Simo y Rivers, luego el Sargento, después Viviana...cada vez somos menos.-Se acercó a él y le puso la mano sobre el hombro.-No quiero tus galones, Benley. La decisión es tuya.-Siguió adelante, cogió la comida y el agua y las analizó con su ordenador de mano por si contenían sustancias perjudiciales. Luego las distribuiría entre los compañeros. Podían comer y calmar la sed mientras decidían...




Simo Kolkka


Aquello le gustaba cada vez menos. Prefería la parte en la que les atacaban superhomigas, y estaba seguro de que Rives y Joe también. Era Helen la única que parecía sentir una mínima curiosidad sana por aquellas paradojas espaciotemporales. Peor para ella. Echó a andar detrás de sus compañeros porque la perspectiva de quedarse solo en aquella nave no estaba en el menú. Parecía ser el único que recordaba que afuera la cosa no estaba mucho mejor, y que si volvían con las manos vacías iban a ser ellos el primer plato, por incompetentes. Habría seguido divagando, pero la oscuridad a la que se había referido Helen se le echó encima, derribándolo. Al principio pensó que era como una cámara de descompresión a lo bestia, pero resultó ser solo el principio. Iba más allá del dolor. Si tuviera alma, ahora mismo la estarían pasando por un colador. La agonía se prolongó durante un tiempo indefinido, en el que simplemente se dejó arrastrar por el dolor. No se atrevía a oponerse. Ni siquiera lo intentó.


Al otro lado del espejo, todo seguía sin tener ningún sentido. Al menos el dolor había desaparecido. Además, aquella especie de nativos le ofrecieron agua. Antes de que pudiera decir nada, la cylon se adelantó. Como siempre. No entendía como una máquina podía ser tan estúpida e indisciplinada. En cuanto salieran de aquella habría que aclarar ciertas cosas. Sus compañeros no rehusaron el agua. ¿Estaban volviéndose locos? Quizás fuera buen momento para replantearse si sus compañeros estaban en posición de tomar decisiones. Unos desconocidos te toman como prisionero, y no solo aceptas un favor de tus captores, sino que además ingieres la bebida que te ofrecen, presumiendo que a pesar de que te esposan y quitan el calzado son unos buenos samaritanos. Como vio que sus compañeros no morían envenenados, aceptó gustosamente la cantimplora. Cuando llegó la parte en la que se declaraban desertores tuvo que hacer un esfuerzo para aguantarse la risa, especialmente en el punto cumbre en que Helen se ponía cariñosa. Al menos la ampliación de Rivers fue entretenida. Nada mejor que ocultar las mentiras entre verdades. Sin embargo no entendía en que les beneficiaba aquella versión respecto a la versión original. Era poco mas absurda, y sería mas fácil hacerla creíble.


- ¿Que tenéis pensado hacer con nosotros? Podemos trabajar. Somos buenos soldados. O al menos matamos bien. Tenéis pinta de tener muchos enemigos.- en voz baja añadió para Helen.- Una interpretación brillante. Por un segundo has dejado de parecerme hardware.



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