lunes, 23 de abril de 2012

hay muchos traseros que patear 34



Balsani desobedeció las órdenes de Benley y este ahora mostró la inflexibilidad que debía estando al mando de todos ellos tal y como se suponía quedó claro en la reunión anterior. Benley era un tipo dado al diálogo, a intentar resolver las cosas hablando pero seguramente ya estaba harto de tanta palabrería. Le bastó una mirada intencionada a Anette y esta apuntó con su fusil a Carlo, lo mismo que Viviana, al lado de Benley. Aquello tomaba el cariz de irse al carajo de nuevo dependiendo de la reacción de los demás. Tal vez el cabo habría debido enviar también a Carlo con los dos revoltosos, Rivers y Sandro, pero demasiados efectivos se perdían en esa separación. Podría parecer una jugada lógica del cabo, sin embargo había que tener en cuenta que no iba a mandar al médico o al único piloto de la que disponían. Quien sabe, tal vez un poco de todo ello en la balanza.

Benley:- Mis órdenes fueron claras, Carlo. Si persistes en esa actitud, serás arrestado. Me parece estúpido tener que llegar a estos límites pero no voy a tolerar insubordinación alguna.

La confianza hacia el cabo estaba muy menoscabada tras el incidente anterior, sin embargo era el único suboficial que tenían y habían decidido darle una oportunidad. Quedaba claro que Anette y Viviana le apoyaban y desde luego Helen, programada para seguir las instrucciones del mando no iba a oponerse a él jamás a no ser que enfrentase sus parámetros de comportamiento principales. Sandro tenía la mirada de aquel a quien no le importa nada, situado en un pedestal por encima del Bien y del Mal. Simo se mantuvo callado mientras Rivers aconsejaba a Balsani que se lo pensase mejor y solicitara permiso; ya era tarde para eso. Helen fue la primera en dar su opinión, basada en la lógica de sus circuitos neuronales artificiales; de todos ellos era quien tenía más claro como actuar, fuera de inquietudes, dudas y emociones humanas.

Rivers, Dillon, y los demás, aguardaban nuevas órdenes ante el peligro imprevisto y repentino. Benley iba a hablar cuando Yamec respondió a Frost, alzando una voz de timbre grave, poderosa, un orador en la montaña:

- No has visto a Dios. ¿Tampoco lo ves en tus manos cuando salvas una vida? ¿No has visto su aliento en la criatura que has ayudado a traer al mundo? Ciencia, claro, eres un hombre de ciencia. Pero eso no excluye a Dios, se complementan. No quieres ver a Dios en tus compañeros vivos, solo en los muertos. Una actitud arbitraria reflejo de la frustración, desesperanza, de la carencia de Fe en algo más de lo que ven tus ojos. No te lo censuro, hijo, pero tú, vosotros, sabéis mejor que nadie que el dolor es inherente a la condición humana. –Ligera pausa-. No somos inocentes, nadie lo es excepto los ojos del niño; la pérdida de la inocencia nos convierte en adultos y nos regala el don de la decisión. Nos hace hombres para elegir. Tenemos los medios para derribar esa nave antes de que llegue, antes de que nos alcance con sus armas y transforme estas instalaciones en un amasijo de metales retorcidos y cuerpos humeantes. ¿Acaso no sería lo más inteligente por su parte que destruirnos? Pero tal vez deseen cogernos vivos y se arriesguen. ¿Tú lo sabes? Yo no. Como tampoco se si efectivamente se tratan de nuestros enemigos, solo que ese transporte nos trae maldad, negación. Puede que únicamente malas noticias. Así que nos quedaremos aquí, esperando. No haremos nada, nos entregaremos a las manos de Dios, arriesgaremos nuestras vidas antes de eliminar otras.

Anette: - Ya lo dije antes, está loco de atar.

Los hombres y mujeres de Yamec se quedaron en sus sitios, armados, sin inmutarse, dispuestos a correr la suerte de su líder.

Benley:- No es momento para marcharse en busca del sargento, si ven el vehículo a campo abierto estáis muertos. Yo me quedo con Yamec.

Anette:- ¿Qué? ¿Has perdido el seso? ¿Qué te ha hecho ese hombre?


Benley: Nada. Nada en absoluto. Tiene la fuerza del coronel, el espíritu de un guerrero, en su mirada veo la verdad. Me gusta el tipo. Podéis ocultaros en las montañas próximas, observad los acontecimientos, actuad en consecuencia. Quien lo desee que se quede, el que no, que haga eso. Helen irá con los que marchéis, es vuestro piloto.

Viviana: Yo también me quedo.

Anette se quedó sin habla, confusa, incrédula. Miró a los demás, sus ojos preñados de desconcierto.



*****

La nave aterrizó a doscientos metros de las instalaciones, similar en tamaño y diseño al Independencia, podía transportar tal vez cincuenta hombres más la tripulación de unos diez contando los auxiliares de mantenimiento. Descendió un vehículo militar armado con dos cañones y con ocho hombres, uno de ellos saludaba con la mano. Se acercaron levantando una humareda de polvo amarillento, saltaron del armatoste y corrieron hacia Yamec, todos con traje de combate y pistolas, sin rifles. Yamec anunció que conocía a dos de ellos, apretaron su mano y le abrazaron, parecía faltarles el resuello. No tardaron en darle las malas noticias, ignorando por lo pronto a Benley y al resto de marines:

- Un desastre. Tres unidades destruidas, el Nido y Enjambre desmantelados, han capturado a muchos de los nuestros. Debemos irnos cuanto antes.

Yamec asintió discretamente sin que su expresión de serenidad cambiase. Les hizo gestos de que entrasen para discutir el asunto y tratar de toda la información y cuando iban en mitad del puente Yamec desenfundó su pistola y le descargó un tiro en la sien al de las noticias, un tal Sion. Todos se quedaron boquiabiertos y acto seguido abrió fuego contra el otro tipo en plena cara. Saltó sangre espesa y roja en ambos, una humareda acre se levantó de las heridas mientras se desplomaban y…un diminuto entramado de cables semiorgánicos chisporroteó. Sintéticos. Nela comprendió, gritó órdenes y se entrecruzaron disparos con los otros hombres que después de la sorpresa reaccionaron blandiendo sus armas cortas contra los compañeros de Yamec.

A lo lejos, la nave comenzó a vomitar pertrechados soldados, y un par de blindados semejantes a tanques. Dos misiles impactaron en un edificio casi derruido por el tiempo y el abandono.

Carlo Balsani

Benley vomitó sus órdenes mientras Balsani seguía caminando hacia el vehículo donde aguardaban Rivers y Sandro. Anette tomo un fusil y apunto a Balsani, todo indicaba que era una orden superior para ellos. No para Balsani, no en este punto.

-Anette, ya veo que sigues las ordenes de tu nuevo dueño ¡Ja! el coronel y el sargento no eran nuestros dueños, eran nuestros compañeros de armas, nuestros hermanos, éramos una familia. No seguíamos las órdenes por medio de la intimidación, las seguíamos por el código de los hermanos de armas.

Carlo pensó que estaba en el ejército y estaba argumentando tonterías, sin embargo ya no había marcha atrás.

- Vamos, Anette, puedes dispararme por la espalda y así poder cumplir las órdenes de tu nuevo amo. Pero sabes una cosa, Benley, si lo hace lo que provocarás es que solo confirmes lo que todos sabemos ¡Que te has vuelto una niña llorona! Los demás no te seguirán por respeto sino por temor a tus represalias.

Le dio la espalda a Benley y Anette todavía apuntándole con sus enseres en su mochila en espera de dos cosas: una oír el sonido del disparo o la ayuda de al menos uno de sus compañeros. Si todavía tenía alguno ahí.

 



Helen McFersson


Helen pensó que Benley se había tomado en serio llevar los galones. Carlo por contra, parecía no enterarse de nada y la consecuencia fue que actuó insubordinadamente... y el efecto final, un arresto. Pero el arresto no llego, solo llego un aviso el cual Carlo hizo oídos sordos con algo (resumido y) parecido a "me la sudas, porque eres gilipollas" pero más verbo florido. Carlo parecía olvidar que seguía en el ejército, unos mandan, otros obedecen. Annete apunto a Carlo, y Helen quería intervenir, pero Ghost no le dejo ni abrir la boca. A fin de cuentas, había otra amenaza mucho más real.

Yamec empezó a hablarle a Dillon de dios. Ghost intento darle un valor, un significado a esa palabra. Giro su cabeza volviendo su visión de horizontal a vertical, a un lado y a otro. Tuvo que contentarse con comprender solo el concepto de dios, ya que no concebía eso de que estuviera en todos ellos cuando hacían cosas positivas y desapareciera repentinamente en las negativas. Insistía en que tuviéramos confianza en él, parecía tener un claro presentimiento sobre lo que traía la nave. Eso podía entenderlo, a fin de cuentas ella tenia constancia de que existían personas con talentos inexplicables, como ver el pasado o el futuro. Pero para eso, tenían que tener que tener un nexo de conexión, un vínculo psíquico. Y si lo tenia, eso solo podía significar que había estado en contacto físico con ellos. Pero era solo una teoría, y realmente carecía de importancia el resultado final de esas divagaciones. De cualquier modo, Yamec se negó a rodear la nave y abrir fuego contra las turbinas y la gente que saliera. No entendía esa manera de proceder, pero era su decisión. Aunque en realidad era un suicidio y por ello dio la razón a Anette.

- Tienes toda la razón. Cuando la fe niega la razón, solo cabe esperar un resultado. El peor posible. - dijo confirmando las palabras de Anette con el mayor de los pesimismos.


- Benley, no te engañes. Ese tipo quiere jugar a ser Jesucristo luchando contra romanos y acabara siendo mártir. Y lo peor de todo es que a todos los que esta cegando con sus palabras terminaran tan mártires como él.

Helen se iría con algunos de sus compañeros. Era inútil decir que no se iría, ya que siguiendo las pautas de Benley, se lo ordenaría y ahí no habría vuelta a atrás fueran cuales fuesen las circunstancias. Por otro lado, entendía que podía tratarse de cierta desconfianza al no ser humana, y al mismo tiempo asegurarse de que habría una piloto que los sacara de aquella roca. Antes de irse vio como tras intercambiar saludos y mensajes Yamec mato a los que aparentaban ser sus compañeros. Sin embargo todos descubrieron que eran sintéticos. Ghost sonrió, y lo hizo porque eso significaba que si salía de una pieza por fin tendría piezas de repuesto. Se acabaría su cojera, y podría reponer la piel sintética en minutos en lugar de horas o días. Su alegría apenas duro tres microsegundos ya que se dio cuenta de que para ello necesitaría a Viviana.

Se alejo siguiendo el plan de Benley. No le parecía buena idea ya que necesitarían todos los rifles posibles, pero... era su decisión.





Jake Rivers


La situación se pone bastante tensa. No acaba de entenderlo. Él hace un esfuerzo difícil de comprender para los demás. Rebelarse cuando no le gustan las órdenes, ser indisciplinado, contradecir a los superiores… está en su naturaleza. Por ese motivo jamás le ascendieron, por ese motivo pasaba más tiempo en el calabozo que de permiso. Le desagrada como al que más cuando un oficial se toma demasiado en serio su cargo, cuando da órdenes que a todos los demás les parecen inoportunas. Cuando Benley le ordenó ir únicamente con Sandro en busca del sargento, Rivers pensó que era absurdo. De buena gana habría lanzado un directo contra la cara del cabo para darle la bienvenida al mundo real. Ese es precisamente el esfuerzo, contenerse y luchar contra si mismo. ¿Lo hace porque Benley le parece un buen oficial?, no. ¿Le cae bien?, tampoco. ¿Está de acuerdo con las órdenes?, evidentemente está en completo desacuerdo. Se reprime porque están en una situación realmente mala, ni los manuales ni los instructores les hablaron jamás de algo así, porque algo así no debía ocurrir, era imposible. La insubordinación en momentos como este solo consigue poner en marcha una bomba difícil de desactivar.

Balsani no está de acuerdo, ni siquiera cuando le apuntan con un arma. Eh ahí lo que no comprende. Además increpa a Anette. O sus palabras la convencen o la harán estar más segura de disparar en caso de ser necesario. Ignora como acabará todo esto, y para colmo llegan malas noticias, más aún.

Como esperaba, Benley les dice que no marchen ahora. Hay algo mal en el cabo, está demasiado convencido de las palabras de Yamec. Incluso si era un hombre de fe, lleva un tiempo llegar hasta esos extremos. Ahora mismo habla de Yamec como de un guía espiritual o de un salvador. Anette también está sorprendida por aquello. En realidad todos deben estarlo.

Nuevamente llega el momento en que el cabo les da a elegir, justamente lo que no quería. – ¿Para qué necesitamos un oficial si esto se convierte en una democracia?-. Todo lo que la unidad Sigma significa se está yendo al infierno. Se apuntan los unos a los otros, no hay órdenes, no hay confianza. Quizás sobrevivir a la antimateria haya sido una desgracia.

Piensa unos segundos sobre cuales serán sus propios pasos. –Si esa nave trae soldados, van a arrasar a esta gente. Son rebeldes, y no dudo de su buen entrenamiento, pero…- lo siguiente es el hecho más contundente que se pueda dar en una discusión de este tipo –Nosotros hemos aplastado antes a otros rebeldes. Es el único fin posible cuando una fuerza se enfrenta a otra que está mejor preparada-. De hecho volvían de hacerlo. Antes de que todo se fuese al infierno. –No me gusta Yamec, para nada, pero creo que nuestra misión sigue siendo proteger a la chica que trajimos con nosotros. Yo también me quedo-. Sonríe mientras revisa su armamento. –Además… tengo curiosidad por saber qué se siente al ser nosotros los rebeldes. Y si eso no bastase, me resulta molesto que unos sintéticos nos hayan dejado obsoletos, me veo en la obligación de enseñarles cómo luchaban los marines de hace medio siglo- No le importa si los demás se quedan o no, si no comprenden sus razones, o… ninguna otra cosa. Se le pedía tomar una decisión, ya lo ha hecho.

Al ver la nave aterrizar, no puede evitar pensar algo. Si esa es hostil podrían robarla, entonces ya no habría motivos para no emprender la misión de rescate para el sargento. “Desgraciadamente”, parece ser de los hombres de Yamec. Este incluso se abraza con sus ocupantes cuando estos salen del blindado.

*Incluso Rivers, alguien que se considera a si mismo un cabrón sanguinario, queda sorprendido al ver la sangre fría con la que Yamec dispara al tal Sion, y luego al otro. –Menos mal que los conocía, prefiero no pensar lo que haría con un extraño-. Las cosas se aclaran al mirar los cadáveres. Son sintéticos, deben ser esos armatostes de combate que mencionó Benley. En cuanto se da cuenta, dispara mientras se mueve para buscar una cobertura rápida. –Ahora seguro que se alegrarían de ver en mis manos el lanzamisiles-

Dispara un par de veces sin asomar siquiera para apuntar. Ráfagas largas y abiertas en abanico. Aunque den en algún blanco tendrán poca eficacia, pero tal vez hagan cubrirse un poco a los enemigos y permitan a otros disparar. Luego prestará especial atención a sus sentidos y al tiroteo. Quizás esté demasiado cubierto como para ver al enemigo sin asomar, pero puede estimar su posición aproximada por los disparos, los rebotes de las balas… hay muchos indicadores en pleno campo de batalla. Cuando sepa más o menos hacia donde mirar, se agachará y asomará para disparar. Un par de tiros lo más certeros posible (aunque sin detenerse demasiado para apuntar), y volverá a cubrirse.
Seguirá así, a veces disparando agachado y otras levantándose. Observará también como se desarrollan las cosas, como es el entorno. Piensa cómo lo haría él para tomar esta posición en caso de ser el enemigo. Quizás pueda anticiparse a los movimientos de los sintéticos y darles una grata bienvenida. Además buscará otras posiciones para moverse, tanto si tienen que avanzar (lo cual siempre debe intentarse en una batalla) como si no tienen más remedio que retroceder. Así no perderá tiempo buscando sitio luego, y podrá moverse rápido en caso de estar cerca de la zona de impacto de un misil. Tan solo hablará para una pregunta evidente – ¿Tenéis armamento anticarro?-. De no ser así lo van a pasar muy mal contra esos blindados.

Espera que esos casi cincuenta años no le hayan oxidado demasiado… aunque bien pensado, para él han sido solo unos días.



Dillon Frost


Benley decidió acatar el mando. Balsani no se lo puso fácil. Estaba de parte de Balsani como hombre, como compañero. Como marine, tenía que respetar la orden del cabo. Dos hombres ya eran muchos para esa misión. Y Benley los había elegido. El mismo pensamiento turbio se coló en su cabeza. ¿Por qué a ellos dos? Los más difíciles de controlar. Había hablando con Annete, le había dicho que la apoyaría. No si iba a matar a Balsani por detrás. "Baja el arma, chica. No la provoques, Balsani. No vamos a matarnos, no vamos a luchar entre nosotros". ¿Qué pretendía Benley? Así tampoco lograría el respeto de sus hombres...sobretodo cuando buena parte de ellos eran Balsani mismo. No llegó a más. Yamec intervino, liberador, como un Mesías que traía paz, o posponía la violencia, hasta el siguiente respiro. Le respondió. No le conocía pero ya la estaba juzgando. Dillon había hecho lo mismo. Aunque en el caso de Yamec tu personalidad quedaba más a la vista que la suya. Le respondió.

-No veo a Dios en la muerte, solo al hombre. Y en la vida, también le veo. No solo soy un hombre de ciencia, también soy espiritual. Creo en lo que no veo porque lo que siento no entra dentro de los procesos químicos o físicos que explican los libros. ¿Dios? Claro. En todos los lados, pero sobretodo en los ojos de la humanidad. No estoy frustrado, un marine no se frustra. No estoy desesperado, no conozco el significado de esa palabra. Ni mis compañeros tampoco, señor Yamec. Hace poco caminábamos por el desierto sin saber que encontraríamos. SI habría algo más que agua y tierra. Y aunque no teníamos esperanzas, caminábamos. Porque somos marines.-Al final, terminó repitiendo algo que ya sabía.-O sea, que no sabe nada sobre la nave.-Tenía una corazonada, una certeza. No venía de Dios. Pero había hecho que así fuese. Y ahora que iban a esperar...también era obra de Dios. Yamec era bueno hablando. No se enredaría con él en un combate dialéctico porque podría perder. Y no quería convertirse en uno de sus acólitos. ¿Y Benley? ¿Había sido convencido?

Las ovejas ciegas obedecieron a su pastor. Benley dijo que debían quedarse todos.

-Entonces no hay motivos para tomar en consideración la acción del soldado Balsani, señor. Nadie va a ir a ninguna parte, por ahora. No ha desobedecido ninguna orden.-Esperaba que funcionase. O aliviase tensiones entre sus dos compañeros. ¿Por qué tenía él que arreglarlo? Antes eso era cosa de los oficiales. El grupo se disgregaba, se disolvía. Había disputas y charlas ocultas a los demás. Hasta él sospechaba. Tenía que cerrar esas heridas sangrantes como hacía siempre. O al menos intentarlo.

Y Benley soltó la bomba. Sintió ganas de golpearlo, de partirle los dientes. Anette se sintió destrozada. Toda su confianza había sido cogido y tirada a la basura. Él se mantuvo impasible, como siempre. Dentro era un huracán de ideas y tormento.

-Señor.... ¿Está disolviendo la unidad? Señor...-Apretó los dientes hasta que las encías le sangraron. Nueve de cada diez dentistas no aconsejaban que se cabrease.-Señor.... ¿Está desertando?*


Un motivo para quedarse. ¿Por qué no marcharse? Helen lo hacía. La decían rana, y saltaba. El compañero ideal. Una excusa, un sentimiento, algo que lo atase a aquel lugar, algo que le hiciese empuñar un arma. Rivers se quedaba. Era un carnicero. No, era un marine. Él era el fuego impetuoso, Helen el frío domado. ¿No podía haber un punto intermedio? ¿Por qué luchar? ¿Por Yamec? Al Infierno con él. ¿Por los suyos? No les debían nada, no eran inocentes. ¿Entonces...? Por la civil. Rivers lo había dicho. Podían sacarla y marchar con ella a las montañas. No era relevante. No en la decisión. Algo más. Lucha, sangre, tensión. Había nacido para eso. Aquella gente le necesitaría. Honor, gloria. Marine. Y un niño. Estaba decidido.

-Yo también me quedo.-Nada más. Se armó, se calzó la armadura, la vieja Betsy a la espalda, el arma automática en las manos. Si había guerra iba a ser de la vieja escuela. Zorros viejos contra los avances de la tecnología. Iban a patear unos cuantos culos cibernéticos.

La nave aterrizó, un vehículo militar. Conocidos, al menos un par. Yamec les saludó. Hablaron. Habían perdido un par de sitios. Ajá. Y Yamec les voló la cabeza de un tiro. El chispazo en sus rostros le hizo comprender que eran máquinas. Igual que Helen solo que programados por las manos contrarias. Bien, empezó la fiesta. Buscó parapeto con celeridad. Sabían como moverse. ¿Por qué no estaba Benley dando órdenes? "Maldita rata". Vio dos blindados, luego se guareció mientras los demás gastaban munición.

"¿Tenéis armamento anticarro?", como no, Rivers. Había caído a su lado.

-De entre todos los lugares...-No terminó. No era momento de bromas. O quizás si. El momento de una alegría explosiva. Sacó una granada. ¿Quedaba alguien en el vehículo en el que habían venido los falsos rebeldes? Se asomaría, intentaría encestar. Tenía dos cañones. Podrían con el blindaje**. Los marines no necesitaban armas. A veces las perdían o se les acaban las balas. Habían sido entrenados para tomar las del enemigo...con graves consecuencias para él. Además de demolición y sabotaje, también habían aprendido a sobrevivir manejando el armamento enemigo. Rebelde Rivers, ¿Crees que podemos hacernos con ese carro? Deja a esos jesuitas con sus armas de juguete, y tomemos el nuevo siglo por los cuernos...





Simo Kolkka


Se mantuvo callado durante gran parte del debate, sorprendido por la interpretación que se le había dado a sus palabras. El momento clave fue ver la sonrisa en la cara de Sandro ante su propuesta.

- No se me ha debido de entender bien. Confiscar quiere decir confiscar. En la academia de francotiradores gran parte del entrenamiento se hacía sin armas, y con la supervivencia del enemigo como parte fundamental del éxito de la misión. No estoy hablando de convertir a los cristianos en una especie en peligro de extinción. Somos menos pero mejores, y tenemos el factor sorpresa. Espero que haya quedado claro.

Se sentía casi indignado. Era un marine, no un genocida. Pero había quien había aceptado muy rápidamente la versión adulterada de su plan. Le preocupaba más aquello que todas las hormigas asesinas de la galaxia. Estaban perdiendo sus cualidades como marines poco a poco. En la guerra pasaban cosas así con frecuencia. Una unidad quedaba detrás de la línea enemiga, sin posibilidad de volver, y si sobrevivían demasiado tiempo se perdía completamente la perspectiva, hasta el punto de convertirse en animales. El incidente con Balsani fue otra prueba de lo mismo. La presión empezaba a fracturar el sentido común individual, y Benley se había cargado el sentido común de grupo. La idea de que el cabo "dejara marchar" a Rivers y a Sandro. ¿Los estaba desechando? Si descubría que era así, Benley tendría que responder ante el, le daba igual si era cabo, capitán, o general de cuatro estrellas. Antes de que el plan se viniera abajo gracias a la visita de unos desconocidos, dejó caer un comentario:

- No por que, pero no creo que la nave vaya a poder despegar hasta que no volváis por el sargento, así que tampoco os lo toméis con mucha prisa.

Si la nave que se acercaba era el transporte, la cosa se complicaría. No estaba seguro de cuantos del equipo le ayudarían a mantenerla en tierra, pero por muchos que fueran, implicaba que tendría que tomar un control completo. La cosa podía ponerse fea, pero no hasta el punto que habían dado por supuesto cuando había dejado caer su plan. "Afortunadamente", se trababa del enemigo, como los sesos formados por cables del huésped de Yamec dejaron claro. Antes de que cayeran al suelo todo había empezado a funcionar.

- La vieja escuela contra la nueva. Me gusta, pero no esperaba estar el primer equipo antes de los treinta años...

Cogió el rifle, y se tiró al suelo. Buscaría un punto con cobertura desde donde tuviese un tiro claro hacia las compuertas por las que fueran saliendo las tropas. Echaría a un lado, en el suelo, las municiones, y empezaría por disparar. Daba igual la distribución, si no los frenaban lo suficiente como para que la gente de Yamec se preparase.

- ¡Helen!- gritaría, con la esperanza de que todavía no se hubiese marchado.- ¿A donde les disparamos? Toasterfrakker...*

En caso de que no contestase, empezaría por disparar en la cabeza a algún enemigo que estuviese bien localizado, y miraría que tal le sentaba. Si la ausencia de cabeza lo inutilizaba, se lo comunicaría a quien estuviese cerca.

Después, buscaría objetivos potenciales, como los que condujeran los transportes. Supuso que no habría oficiales, sino que las órdenes se actualizarían automáticamente desde algún punto de la nave, o incluso desde fuera del planeta. Por razones parecidas no funcionaría ningún tipo de maniobra psicológica. Lo único que podían hacer era disparar hasta que no quedara ninguno. Estaría atento por si intentaban disparar con artillería hacia ellos, y no podía evitarlo de otra forma que corriendo, y también vigilaría si sus compañeros decidían moverse.

* Puede estar todo lo visto que queráis, pero alguien tenía que decirlo.

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