domingo, 29 de abril de 2012

Hay muchos traseros que patear 36



Una tormenta de truenos, fuego y rayos se precipitó sobre el ya de por sí devastado poblado en ruinas que un día fueron las instalaciones mineras, sin que se librara del castigo terminal la misma montaña que servía de base, cobijo y apoyo a la otrora mina abandonada. Titánicos bloques de piedra fueron pulverizados, se desprendieron o volaron en todas las direcciones posibles; un cráter como una inmensa boca cariada se abrió en la superficie rocosa; los edificios estaba siendo sistemáticamente reducidos a pulpa por los cañones convencionales a los que se unió el de plasma trazando relámpagos asimétricos de color violáceo-azul eléctrico, desencadenando un caos caleidoscópico. Nada podía quedar allí en pie, ni nadie vivo, solo detritus sanguinolentos mezclados de polvo de roca.


Por fortuna para los rebeldes y marines, la mayoría de estos se encontraban más allá del yunque machacado, reptando entre las dunas o corriendo bajo el martilleo del fuego enemigo aproximándose a la nave. Los asaltantes demostraron haber sido poco previsores y un tanto chapuzas, cometiendo los errores que enumeraba uno a uno Dillon. Acabaron por reaccionar, algo tarde, pero lo hicieron, y si deseaban capturar con vida a Yamec, ese propósito quedó proscrito de sus intenciones actuales.

El equipo de Helen, Anette y Sandro alcanzó el hangar, defendiendo la posición del acceso al transporte. Abatieron a dos soldados al otro extremo sin dificultad alguna y cuando tres rebeldes se les unieron estos les revelaron; de esta manera se aseguraban una de las entradas y salidas. Helen y compañía avanzaron más allá de una amplia compuerta, la sintética con su arma inteligente, Anette con la ametralladora; Sandro lanzó un par de granadas. Siguieron adelante, Anette y Sandro comprobaron en un panel el plano con las distintas ubicaciones de la nave con la cobertura de Ghost, dejaron atrás cuatro cadáveres humeantes antes de internarse en una nueva sección. Corrieron por un pasillo, a la mitad del mismo tuvieron que torcer a la izquierda en la nueva intersección pues desde enfrente varias ráfagas les impidieron continuar, justo un poco antes del ascensor a la derecha que estaba en esa planta, cerradas sus puertas; Anette fue alcanzada en el brazo izquierdo, se resquebrajó un trozo de armadura y el proyectil mordió un poco de carne, un roce, poca cosa. Sandro repelió la agresión en la esquina dando margen para desplazarse a las dos chicas hacia unas estrechas escaleras centrales a las que daba el pasillo (que no tiene puerta alguna), unos pocos pasos, pues antes de llegar a ellas, desde el extremo de dicho pasillo un soldado apareció, cruzándose una lluvia horizontal entre todos. Lo peor fue cuando tras el guardia la sombra de una mole se cernió sobre él, y se mostró de cara a vosotros: una figura humanoide, de más de dos metros de altura, de reluciente armadura metálica de cabeza a pies y armada hasta los dientes. Manejaba un gigantesco fusil de tres cañones y sobre el hombro izquierdo brillaba de manera sombría un pequeño artilugio con un cañón y un siniestro ojo rojo pulsando en su parte superior (recordad el cañón de plasma que llevan al hombro los predators, semejante).

Afuera se combatía con entusiasmo. Sin saber muy bien porqué, contra unos desconocidos que buscaban al grupo de Yamec y que nada tenían que ver con los marines, sin embargo estos se encontraban en mal lugar en el peor momento; solo les quedaba luchar. El gran cañón de plasma dejó de vibrar y cambió a su hermano pequeño, barriendo del mapa una de las dunas; las otras dos piezas de artillería se serenaron en su triste sinfonía destructiva, los combates estaban ya muy cercanos al armazón de la nave, así que ahora tomaron su turno las ametralladoras pesadas de 35 mm, dos concretamente situadas en un riel a los costados de la aeronave. Yamec, Nela y un rebelde saltaron al otro lado de una duna batiéndose con dos soldados rezagados. Quedaban todavía varios guardias refugiados en las depresiones y accidentes del terreno, que apenas se las arreglaban para repeler la agresión de marines y guerreros de la Fe.

Una violentísima deflagración tuvo lugar en la torreta del cañón de plasma. El Sadar se llevaba bien con Rivers y este siguiendo el plan trazado desoyendo a sus compañeros había acertado en la diana en su disparo. Un par de explosiones siguieron a la primera sin embargo la correosa aleación del blindaje aguantó y no perforó el casco. Al menos no demasiado. Ráfagas rabiosas de una ametralladora buscó el cuerpo del marine que rodó por la tierra alcanzando una nueva duna. La chica rebelde del tatuaje del zodíaco en el hombro se arriesgó, tomó posición rodilla en tierra con un pequeño lanzacohetes. La explosión destruyó una ametralladora y parte de su tren de deslizamiento, la joven corrió a ocultarse siendo masacrada a dos metros de Rivers que vio como la munición enemiga le arrancaba el brazo y la cabeza a la altura del cuello por los proyectiles de 35 mm.


En un principio las tropas enemigas, sin distintivo alguno en sus trajes de combate, parecían haber sido barridas, solo uno o dos soldados disparaban refugiados entre los pequeños montículos de rocas, y quizá algún herido quedaba más atrás incluso que las posiciones de los marines y aliados. La defensa de la nave era solo cosa de esta, y lo extraño es que no subieran la rampa y así impidieran el asalto a la nave. Pronto se vería que descargarían su furor contra los osados Guerreros de la Fe.

Dillon reptaba, alguien le tiró un macuto con negras granadas tubulares, le dispararon y su amante engulló en una lengua de fuego a un pobre diablo. Se escurrió por el terreno de la parte posterior de la aeronave, en busca del cañón de plasma; uno de las lanzaderas de proyectiles antibunker (que no misiles) salió de su enmudecimiento tras la destrucción del otro de energía. Cuando llegaba a las inmediaciones de la nave, escuchó un sonido en la otra punta de esa banda. Trepó, indómito, cargando con Betsy y la mochila de granadas, y vio como dos Hornet o similares, emergían dando uno de ellos una vuelta y el otro girando de pronto hacia él; lo había localizado. Aquellos dos cacharros iban cargados de misiles y cohetes y un par de cañones de 25 mm asomaban sus tubulares miradas. De alguna manera llegó a uno de los cañones de ametralladoras en su camino longitudinal, al ver que su primer objetivo, el de plasma, humeaba. Descendió unos metros, luego el rail fue historia y la ametralladora dejó de entonar su blasfema sinfonía.


Benley y Carlo dieron buena cuenta de tres soldados, a la vez que esquivaban metralla; se aproximaban a la entrada protegida por los tres rebeldes en su interior, con intención de apoyar al grupo de vanguardia de Helen, pero se agazaparon en una ocre duna, cuando escucharon un par de detonaciones dentro, y vieron dos de los rebeldes huir rampa abajo; uno fue alcanzado en la espalda por un rayo de energía que le reventó el pecho y el otro pudo desaparecer de un salto en la misma duna de Carlo y el cabo, cuyas desavenencias fueron relegadas al olvido momentáneo. Por la rampa descendieron, primero una sombra, luego una realidad, un sintético sin duda de combate: dos metros de alto de titanio (armado como el anterior que he descrito), y luego, deprisa, media docena de soldados blindados hasta las pestañas con el mismo tipo de rifle que el sintético, seguramente el equipo de élite reservado. Tomaron posiciones a cubierto y dos se quedaron agazapados junto a la rampa. Simo, imperturbable, contaba media docena al menos de rivales en su haber; después disparó al sintético, abolló apenas el metal en el pecho y la cabeza y este lo localizó con sus sensores. De la boca de uno de los cañones de su brutal arma brotó la respuesta y el francotirador quedó medio enterrado por los cascotes y arena de la duna que desapareció de la escena; el casco recibió varios pedruscos de ligero tamaño. Los nuevos soldados soltaron una canción siniestra de gran calibre barriendo la zona.

Un infierno al que estaba más que acostumbrados. Detonaciones, explosiones, fuegos rugientes azules, dorados, rojos; géiseres de veinte metros de calor abrasador y humo negro que elevaba su lamento al cielo del crepúsculo infinito.

Por si esto fuese poco, aparecieron los dos Hornet, uno sobrevoló el costado opuesto en busca de Dillon y el otro se alzó igual que un ángel de la muerte sobre el campo de batalla preparando sus mortíferos cohetes. Benley disparó una granada de su rifle contra el sintético pero este ya se había pertrechado en el agujero perforado por uno de uno de los proyectiles pesados. Se oyó crepitar la voz de Viviana:


- ¿Qué hago yo?

Benley:- No salgáis de vuestro escondite. Rivers, encárgate de esas naves. Simo, entretén al sintético. Carlo y yo intentáramos entrar. Que alguien localice las antenas, ¿qué dices, Simo? ¿Dónde estás Dillon? Y Yamec? Joder, necesitamos que nos cubran.

Como un fantasma, cubierta de sangre y arena Nela surgió de un hoyo, y se zambulló en otro; a su lado en tipo malencarado. Entendieron los signos de Benley.

Benley: - Vamos, chicos, no es tan grave.

Sin embargo su voz no transmitió la fortaleza que quiso imprimir a sus palabras.


***

Los Hornets (mejoras de los de vuestra época), imaginad los actuales helicópteros de combate, pero sin hélices y sus cabezas semejantes a las de una libélula; veloces, capaces de aterrizar en casi cualquier terreno, aterrizaje y despegue vertical, y contramedidas para misiles.



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Helen McFersson


Las cosas iban deprisa, pero bien. El equipo que formaba con Sandro y Anette daba su fruto con profesionales y mortales resultados producto de su experiencia en la profesión. Iba bien hasta que se toparon con su Némesis, un sintético de combate.

Ghost analizo superficialmente a su rival, y vio que cuerpo a cuerpo ni ella, ni nada humano podría con él. Las opciones eran pocas; Retirarse, lo que muy probablemente resultaría en uno de los tres muertos o heridos de gravedad. Lanzarse al elevador, lo cual podría convertirse en su salvación o en una trampa perfecta para los tres. O enfrentarse al sintético con las armas que tenían. Lo cual no era difícil, sino que rondaba lo imposible. Pero no hacerlo, no permitiría a Sandro escapar. No, no había lugar para dudas. Cambio rápidamente de arma, usando el cargador de munición perforante. Con el peso del arma inteligente, su mini cañón de plasma la cazaría como un ratón.

- Anette: Procura mantener a los soldaditos ocupados. Voy a llamar la atención de esa mole para que Sandro pueda hacer algo.

- Sandro: Cuando ese sintético te de la espalda, según lo veas sal a toda prisa y-o le metes alguna granada en sus partes.


La idea era simple. Disparar (la munición perforante), moverse usando cualquier cobertura para que su plasma no le hiciera trizas y Sandro daba rienda suelta a su animalismo psicópata. El problema era si había soldados que sumasen su fuego al del sintético. Entonces Sandro y Helen podrían pasarlo mal.






Anexo para Helen


El grupo actuó con celeridad, tomando el control en ese momento Helen. El sintético de titanio que se alzaba más allá delante de ellos en la intersección opuesta arrancó una maldición de labios de Sandro:

- ¿Qué coño es eso…?

La acción se aceleró. Helen se deshizo del arma inteligente y cargó los proyectiles perforantes en su rifle a toda prisa. Sandro, detrás, * disparó el lanzagranadas acoplado a su arma contra el soldado artificial, la granda pasó de largo esquivada por el sintético y explosionó contra la pared de enfrente del otro pasillo llevándose consigo seguramente la vida de algún soldado. Esto dio unos segundos a las dos chicas que abrieron fuego casi al unísono. La frecuencia bestial de disparo de la Gargoyle que manejaba Anette barrió el pasadizo de lado a lado en su anchura impactando repetidas veces en el blindaje del sintético sin efecto aparente alguno. Este se había agachado un tanto con las piernas abiertas y su cañón de plasma repelió la agresión: un primer tiro voló cerca de Anette y el segundo la alcanzó en el hueco del hombro derecho proyectándola un par de metros hacia atrás.

El olor a carne quemada no impidió a Helen dejar de apretar el gatillo mientras reculaba. La munición no perforó el titanio pero sí aboyó un poco el metal y desestabilizó a su rival que también se hizo a un lado y buscó protección en la esquina del cruce. Los paneles de plástico y metal volaban hechos añicos y esquirlas cortantes como sierras saltaban a todas partes uniéndose al ruido ensordecedor del tiroteo. El sistema nervioso artificial de Helen sintió una quemazón en su lado derecho del cuerpo, debajo de las costillas, fruto del acertado disparo de uno de los cañones del rifle del sintético. La mujer rebotó contra la pared, recuperó el equilibrio y continuó disparando entretanto que Sandro por segunda vez abría fuego con una nueva granada que próxima estuvo de arrancarle la cabeza al sintético estrellándose de nuevo contra los muros. Sandro probó la tercera, transformando en un infierno abrasador la estrecha intersección. Liberó del arnés de la ametralladora a Anette en el suelo y tironeó de ella para sacarla de allí si parar de disparar ahora la munición normal.

La herida de Helen mostró su sangre roja y viscosa, casi humana, y parte del cableado fundido. No estaba tocada en ninguno de los sistema vitales y no le restaba capacidad de combate en absoluto. Hacia atrás, decidieron colarse en el ascensor. El M41A1 de Helen vomitaba metal candente sin cesar y Sandro desde la esquina disparó otra granada esta vez dirigida a los soldados del otro pasillo (los que están arriba en la línea vertical derecha de la H), con intención de despejar el paso hasta el ascensor. Tuvo tiempo para una broma:

- Vamos, Anette, ese rasguño me lo hago yo cada vez que me afeito.

El marine llegó y las puertas se abrieron, Helen lanzó una granada contra esos mismos soldados, vio saltar trozos de metal, carne, sangre salpicando paneles y miembros mutilados, y otra en dirección al sintético que ya se movía camino de ellos. Explosionó en las escaleras, borró medio pasadizo y cubrió de llamas al coloso, que no se resintió para nada, pero retrasó su avance.

Helen entró con Anette en el interior del ascensor, la marine recuperó la conciencia, blasfemó y tomó con su otra mano el rifle apoyándose, sentada, la espalda contra la pared. Desde el ascensor no podían ver al sintético, quedaba fuera de su ángulo de visión. El arma de tres cañones de este rugió y Sandro se libró por muy poco de acabar siendo picadillo; el proyectil destrozó la pared a la derecha del ascensor y la onda expansiva empujó a Sandro (que está fuera del elevador) contra la pared opuesta, casi enfrente de las dos mujeres, medio tirado en el suelo, le cayeron encima planchas de metal y cascotes. Sandro meneó la cabeza, su sonrisa de lobo demente asomando tras el casco:

- Vaya fiesta, eh?

Luego cambió el tono y la actitud:

- ¡Largaos ya! ¡Vamos, cerrad las puertas y desapareced! ¡Yo me encargo de esa tostadora con patas!



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Helen McFersson (anexo 1)


El sintético de combate había resultado difícil y complicado de abatir, tal cual había deducido la piloto en su primer análisis. Si hubieran estado en campo abierto, la suerte habría estado de parte del gigantón, pero entre corredores y múltiples obstáculos había un ligero tanto a favor del pequeño grupo, así lo había deducido tras el pequeño coqueteo con el dolor y la muerte a manos del bruto. Necesitaban mejor armamento y muy posiblemente mejores chalecos, o en su defecto más fuego amigo. Sin embargo, le había quedado muy claro que había que mantener las distancias entre él y ellos, y los refuerzos tardarían en llegar.

Su mejor munición, en la que tenia alguna probabilidad de causarle preocupación, la munición perforante solo conseguía hacerle recular y abollarlo. Necesitaba que se estuviera quieto para mantener el fuego sobre un punto y perforar la armadura. Armadura la cual, tenia que estar mejorada ya que según sus conocimientos cualquier bala de su rifle se abriría paso por 15mm de acero o 5mm de titanio. Necesitaba otro tipo de munición, una munición que a alta velocidad se convirtiese en algo ígneo que al encontrarse con la armadura la fundiese. No tenia esa munición, ni un arma capaz de hacerlo. Las balas incendiarias, no tendrían fuerza suficiente para perforarlo. Quizás las balas explosivas diesen un resultado mejor, y tomo nota mental de cambiar el cargador una vez se hiciese un vendaje de primeros auxilios con algún trozo de metal liso (como un cargador vacío por ejemplo) para proteger esa zona de futuros proyectiles. Tomo nota mental de preparar una munición con punta de diamante, si sobrevivía a aquello. Mientras tendrían que malgastar granadas para mantenerlo ocupado.


Sandro consiguió llegar hasta ellas, parecía que la adrenalina le convertía en un ser normal. Incluso tenia lo que parecía ser sentido del humor. Habían conseguido que el sintético no lo destrozara, aunque el coste habían sido dos sangrantes heridas en las dos chicas que intentaban salvarlo. Sin embargo el chico quería devolver el favor, enfrentándose de nuevo al sintético para que ellas pudieran escapar. Helen le hubiera concedido el deseo de morir así ya que había definido al sintético de un modo hiriente para ella, lo había llamado "tostadora". Y ella ya había dejado claro que comparar a un sintético con un electrodoméstico les irritaba. Sin embargo, la parte subconsciente de la piloto, o su programa principal no le permitió tal cosa. El puño lanzado para cerrar las puertas se torció en el ultimo segundo, junto al borde de la puerta para darse impulso y llegar hasta Sandro, y meterlo de un empujón en el ascensor con toda la celeridad que pudo y así subir los tres al piso superior.


 



Anexo 2 –para Helen –


Ghost lo pensó un segundo, rechazó la oferta del marine, salió del ascensor y ayudó a Sandro a introducirse en el interior. Marcaron el siguiente piso arriba, se cerraban las puertas cuando estas estallaron a causa de un disparo del sintético. Una violenta sacudida agitó el receptáculo, alcanzado más directamente a Helen que a sus dos compañeros pues se encontraba delante de ellos; las llamas cobrizas mordieron carne y metal. El elevador ascendió, Helen vio llegar al sintético de combate y como Sandro se lanzaba en un salto feroz contra él, derribándolo y cayendo en el pasillo.


El ascensor subió con las dos chicas, Sandro y sintético desaparecieron de la vista, sumido en un calor abrasador, una estufa a cien grados. Helen percibió que había perdido el casco y la visión del ojo derecho y que en ese lado de la cara existían ciertos desperfectos, notando puntiagudas esquirlas de metal clavadas. Cuando rebasaron el primer piso el ascensor no se detuvo, seguramente afectado su sistema de sensores, y una nueva detonación las zarandeó de aquí para allá, la mitad del suelo del ascensor desapareció y con él la pierna derecha de Anette, arrancada de cuajo, como atestiguaba el muñón sanguinolento debajo de la rodilla.


Helen atinó a asomarse por la brecha abierta en la estructura y abrir fuego con la munición perforante contra el soldado artificial que asomaba allá abajo en el hueco preparado para otra descarga. Los impactos en su torso lo desestabilizaron suficiente para que su nueva granada no diera en el blanco, cruzase el proyectil delante de las narices de Helen y explosionara en el vértice derecho del techo. El ascensor gimió, se detuvo y se desplomó por el hueco, chirriando envuelto en llamas. Helen perdió su conexión con el mundo unos segundos, pasando a un fundido en negro total su artificial cerebro.

Recobró la percepción de las cosas poco después de que el elevador detuviera brutalmente su caída abajo del todo. Imágenes estroboscópicas destellaron a su alrededor; notó que al brazo derecho debajo del hombro le faltaba un buen trozo y la mano izquierda resentida por las quemaduras. Anette había perdido la conciencia. Levantó la cabeza Helen para ver como el bloque de titanio iba a darles el pasaporte definitivo. Levantó su arma con apenas visión debido a las llamas y el humo espero y negro, cuando el sintético recibió un impacto desde alguna parte del piso donde estaba, desplomándose por el hueco del ascensor hasta golpear sobre lo que quedaba del techo del ascensor. Alguien le había disparado una granada, amputándole el brazo derecho, rompiendo el cañón de plasma y haciéndole perder el enorme rifle que llevaba. El sintético, sin embargo, seguía operativo y se removía a medio metro sobre la cabeza de Helen.




Helen McFersson. (Anexo 2)



Apenas la piloto ordeno las imágenes que tenia a su alrededor capto que tenia al sintético de titanio a medio metro sobre su cabeza. Las opciones no eran muchas ya que el blindaje de titanio le había dado una ventaja tremenda en lo que a supervivencia refería, y el resultado era una marine herida y la piloto a punto de perder el contacto con el mundo. Si así sucediese, Helen sabia que había fallado en su prioridad de defender a sus compañeros, ya que Anette moriría. Su primer instinto fue disparar una granada, pero lo reprimió apenas surgió porque la metralla las mataría a las dos. En lugar de ello concentro toda su energía en rodar agarrando a la marine, sacándola de los restos del ascensor apenas la distancia suficiente para disparar una granada a la parte superior del ascensor y luego a lo que fuera cayera donde estaban ellas.

Tenia que sacar a Anette de allí lo antes posible. Habían jugado sus cartas y habían perdido, era momento de salvar lo poco que les quedaba. La esperanza y la vida.




Jake Rivers


Observa a la mujer, cuyo nombre no llego a conocer o simplemente no recuerda, quedar mortalmente mutilada por el fuego de ametralladora. – ¿Tu causa valía la pena?- siempre se preguntó lo mismo cuando combatía contra rebeldes. Hasta hoy, a él le han pagado por cada minuto de combate en el que ha tomado parte. Un sueldo escaso, abundante… depende de cómo se mire. Ha tenido el privilegio de evitar pensar en paparruchas como los ideales, las causas perdidas… Al final a las armas no les importa nada de eso. Una bala no distingue entre buenas y malas personas, ricos o pobres. Desde luego sabe que las buenas intenciones tampoco pueden frenar a un batallón bien entrenado. – ¿Por qué lucha esta gente?-. Se da cuenta de que es una pregunta errónea, o poco relevante. Ahora importaría más saber porque están luchando ellos, incluso cuando fue de los primeros en apoyar el asalto. Finalmente han conseguido ser ellos los rebeldes.

En el campo de batalla no hay lugar para la introspección. Observa el arma abandonada por la mujer, sería útil hacerse con ella, claro que hay unas cuantas ametralladoras empeñándose en evitarlo.

Escucha el sonido de combate, disparos y explosiones. De algún modo se ha acabado recrudeciendo más. Esos mal nacidos debían guardar más tropas para situaciones de emergencia. Al menos pueden enorgullecerse de haberles creado una de esas situaciones de emergencia. No le basta, solo le sirve la victoria, de lo contrario no es un marine.

Escucha las nuevas órdenes por radio. De inmediato levanta la vista para ver un pequeño bastardo preparándose para lanzar misiles. –Voy a derribarlo-, transmite por el comunicador. Al elevarse tanto no será un tiro complicado, pero sus consecuencias sí serán nefastas para él. –Dillon, cuando haga explotar eso me van a llover las balas. ¿Puedes destruir las ametralladoras de mi lado?-. Al estar cubierto no sabe los daños que ha sufrido la nave, a parte del cañón de plasma. Podrían ser historia, o podrían ser peligrosas, lo ignora. –Simo, si sigues allí arriba y no tienes blancos, podrías guiarnos a los demás. Cuando dejes de disparar también dejarán de dispararte a ti-. Con la ayuda del tirador podrían moverse mejor, de forma más segura. A veces es mejor perder un tirador para ganar un observador. Sin embargo eso es algo que deberá juzgar el propio Simo o el oficial al mando, que debe estar ocupado.

Se prepara para el primer disparo. No puede hacerlo tumbado, es poco recomendable con un arma como esta. Para disparar tumbado hacia arriba tendría que inclinar mucho el tubo. Estas cosas tienen retroceso, podría escapársele de las manos hacia delante, o hacerle dar un salto. Ambas son malas opciones. Deberá hacerlo con la rodilla clavada en el suelo. Aún así es poco seguro pero… las guerras en general son poco seguras. Antes de apretar el gatillo buscará una ruta de escape, por si aún hay armas apuntando hacia él y Dillon no puede hacer nada al respecto. Se asegurará de hacer el mejor disparo posible, luego echará a correr sin parar durante un solo segundo.

De funcionar tendrá que moverse bien a cubierto hasta dar con la otra “nave”. Preguntará por los comunicadores si alguien la ve. Entonces buscará otro lugar segura para efectuar un segundo disparo. Le gustaría poder ayudar a los demás, pero lo primero es lo primero. –Dillon, Simo; deberíamos guardar parte de la artillería, y localizar más en el campo de batalla. Si esos tipos son tan duros, o les robamos sus armas o disparamos con lo más grande que tengamos a mano.- Ahora lamenta que el otro lanzamisiles haya quedado en una situación tan comprometida. Tal vez necesite ahorrar uno del SADAR. –Intentemos limpiar el exterior, luego ayudaremos al resto… si estáis de acuerdo- Él no es quien para dar órdenes.




Dillon Frost


Escuchó la opinión de Simo sobre usar explosivos y artillería pesada contra la nave. Luego Helen se unió, algo más enérgica. La mujer tenía razón. No tenían sesera. ¿Por que intentar acabar con el enemigo y la superioridad de su armamento? Mejor dejarles con esa ventaja para ver si así les reventaban a todos las tripas. Rivers no respondió, él se tomó un momento.

-Claro, chicos. Trataremos al enemigo con delicadeza, no vaya a ser que alguno salga herido. Rivers, saca tu pistola de pompas de jabón...y descuida, me encargaré de que esos bastardos estén en la camita bien arropaditos antes de las diez.-Se quejó, rezongó.-A ver si podemos conseguir algo de sopa caliente para esos muchachitos tan encantadores.-Aunque lo único que tenía caliente ahora era la punta de su arma y las pelotas. Esperó por si Benley decía algo. No lo dijo, así que pasó a la acción. Si al cabo le parecía bien, entonces estaba bien.
Empezó a reptar. La cabeza gacha, todas las precauciones eran pocas. Sobretodo cuando uno lleva un tanque de combustible pegado a la espalda. La vieja Betsy entonó una canción ya conocía y mandó a un pobre diablo a su Infierno particular. El hombre ardía y gritaba. No se quedó a ver el espectáculo. Siguió avanzando. Vio los Hornets. Uno le vio a él. Lo que le faltaba, una mosca cojonera. Se deslizó entre la tierra, llegó a las inmediaciones de una ametralladora de rail. La hizo añicos. Rivers se había encargado del plasma...más o menos. El plan no había resultado como creían. Habían hecho daño. Y harían más. Mientras evitaba el fuego enemigo se preguntó porque no habían subido la rampa de la nave. ¿Es que querían atraerlos hacia el interior? ¿Con que propósito?

Vio los nuevos soldados de élite. O al menos los intuyó. Le pareció ver que Simo quedaba enterrado por un montón de tierra. Ese sintético era duro.
-¿Simo? ¿Sigues en pie?-Pensó en volver sino respondía. Su trabajo era salvar vidas. No caerían marines en esa contienda. Escuchó la voz del cabo, las órdenes y luego a Rivers, pidiendo, exigiendo. "¿Quién le enseñaría a hablar, joder?". No solía decir tacos. Tampoco pensarlos. Pero la situación era tan desfavorable que acudían a su mente como válvula de escape. Así liberaba tensiones innecesarias. Era algo terapéutico.

Había que hacer algo. Con el sintético, con las tropas de élite y con los Hornets. ¿Nada más? Rivers estaba dispuesto a obedecer las órdenes. Le pareció increíble pero así era. Le apoyaría. Primero pasó sus coordenadas al cabo. No quería estar perdido en batalla. Luego respondió a Rivers.

-Se te ha olvidado decir por favor.-Sonrió.-Bien, Rivers. Si vas a cazar un pajarito ocúpate del que me sigue.-Reptó, se acercó a las ametralladoras que podían ser una amenaza para Rivers. Buscó siempre lugares en los que pudiera cobijarse. Usó el sensor de movimiento para saber siempre donde estaba el Hornet que le buscaba. No avanzaría cuando estuviese cerca. Se movería cuando diese una pasada. Confiaría en Rivers. Esperaría su petardeo para alzarse en su posición. Entonces dejaría de prestar atención al Hornet para centrarse en las armas móviles. Rivers se encargaba del pájaro, no tenía que cuidar de sus espaldas.

Un par de granadas con él M41A1 no destruiría las armas móviles, pero si los raíles por donde se movía. Dispararía tomándose algo de tiempo, atinando el blanco, buscando destruir lo más frágil no el arma entera. Luego volvería al suelo. La verdad es que estaban dejando la nave para el desguace. No sabía si podrían usarla luego. No podían tener contemplaciones. Ese escuadrón de hombres blindados parecía duro. Rivers volvió a hablar. Quería reservar munición. Él no era de esa opinión.

-Démosles con todo. Dentro de la nave seguro que hay un arsenal esperándonos lleno de juguetes nuevos.- ¿Para que escatimar en gastos si podían estar muertos al siguiente instante?-Señor, me acerco a su posición.-Después de ayudar a Rivers, es lo que pretendía. Trabar combate con la unidad de élite. Descubrir los buenos que eran...y si el calor de la vieja Betsy podía fundir esas armaduras tan bonitas. Esperaría órdenes. Aunque sugeriría acercarse por un flanco y sorprender al sexteto de hombres y a la máquina por un costado. Al menos que tuviesen varias direcciones a las que disparar. Se acordó de Simo. Sin su apoyo no llegaría muy lejos.



Simo Kolkka


Helen dándole la razón. Podría llegar a acostumbrarse a aquello. A lo que uno no terminaba nunca de acostumbrarse era a las explosiones a su alrededor. Sabía que no ganaba nada cambiando de posición. La única cosa práctica en aquel momento era seguir disparando. Llevaba cosa de una docena, cuando una explosión fuera de lugar le sacó del estado de relajación que iba ligado a su tarea. Lo que la diferenciaba del resto de estallidos es que estaba en la dirección erróneo. En cuanto levantó la vista de la mira lo vio. Cuando esto acabe, desmontaré el SADAR de Rivers y esconderé las piezas. Era lo único que pensaba mientras buscaba a su siguiente objetivo. No tardó en encontrarlo. Le había tocado premio gordo. Disparó dos veces contra el sintético, pero para su asombro su piel metálica resistió. Si Yamec había reventado la cabeza de uno de ellos a quemarropa, no parecía descabellado pensar que una bala de 150 gramos que a aquella distancia debería de haberle impactado a mayor velocidad que la del sonido, habría atravesado de lado a lado aquella lata. Pero no. Dejó poco más que una muesca. Habría continuado disparando, pero el contraataque a punto estuvo de dejarlo sepultado en medio del desierto. Al menos llevaba el casco. Giró sobre si mismo para quitarse parte de los escombros de encima, y cambiar de posición. Tomó un segundo para tomar aire, y volvió a colocarse en posición cuando cesaron los disparos dirigidos a el. Segunda regla de supervivencia del tirador táctico. Un disparo, un enemigo neutralizado. La primera regla era exactamente la misma. No es que él la hubiera olvidado, sino que lo había hecho el sintético. Mientras buscado a su nuevo Némesis llegaron los Hornet, y Benley empezó a repartir trozos del pastel. Mientras buscaba las antenas a petición del cabo, la gente empezó a echarle en falta. Que bonito. Ahora soy la estrella del show.

- Sigo aquí. Estos sintéticos parecen tipos majos, seguro que me han disparado por accidente. ¿Quien no ha disparado un par de veces sin pensar? ¿Verdad, Rivers?

El tecnocida tenía razón, ahora mismo no había mucho en el campo de batalla contra lo que fuese efectivo. Sería mejor que hiciera de observador. Esa era una parte básica dentro del entrenamiento de un tirador, pero siempre le había parecido más divertido disparar a los malos.

- Necesitamos a los dos Hornet, y la otra ametralladora pesada fuera. El resto de la artillería no creo que vuelvan a usarla cuando estáis tan cerca del casco. Intentaré mantener ocupados a los soldados de élite, pero cuando acabéis con lo demás vuestra ayuda sería apreciada.

Así lo haría, dispararía dos veces, hacia los soldados que había bajado por la rampa, dejándose ver el tiempo suficiente como para que los soldados le localizaran, pero intentando no darles oportunidad de disparar. Después, se tiraría a cubierto, y manteniendo la cobertura buscaría otro punto desde el que disparar. Así, se mantendría en movimiento, disparando para captar su atención y, con suerte, causar bajas, alejándolos de Rivers y Dillon. También pertenecería atento a la artillería, y a los progresos de los demás marines. Si entraba alguna nueva ficha en el tablero quería saberlo cuanto antes.

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