lunes, 16 de abril de 2012

Hay muchos traseros que patear 31


La mañana trajo una sensación de desasosiego, como esquirlas de metal clavadas en las cabezas de todos los marines, que se sentían anacronismos sobre dos piernas, viviendo un tiempo que no era el suyo ni les pertenecía, y, lo que era peor, sin saber cuando se produciría el próximo cambio, el salto que les conduciría al futuro, pues hasta ahora el pasado era terreno vedado.

Resultaba inquietante la información sobre el año, si es que no perseguían abrir huecos en sus defensas mentales. Rivers escuchó de boca de Nela, con cierto sarcasmo en su tono, que el planeta era lo más tranquilo que encontraría en el sector donde se encontraban. Poco más se reveló a los tres, callados, pensativos. Simo apenas habló y las pullas entre él y Helen acabaron esa noche por congelarse en la fría atmósfera que les rodeaba.

En el interior de las instalaciones mineras, a salvo aparentemente del mundo exterior, del calor y el frío y de las bestias llamadas nocturnas ( o ellas a salvo de los marines ), Carlo no acababa de encajar la situación, los años pasados eran décadas le aclaró Sandro dándole toquecitos en la frente con un dedo, y algo más bestia le soltó que su esposa estaría muerta o con suerte sería una ancianita encantadora, que seguro había caído en brazos de alguien que consolara la ausencia del marine; se burló también diciéndole que lo mismo ya era abuelo. Dillon dejó atrás la amargura árida de los días anteriores volcada en felicidad ingenua y sencilla al sostener en brazos a aquel bebé. Anette le felicitó y le hizo una fotografía a aquella sonrisa que abarcaba un mundo. Luego, Berman, taciturno, le respondió escuetamente que se trataba de una droga, no un veneno lo que atenazaba de esa forma a Elia, y no, no tenía que ver con los Nocturnos, pero no explicó nada más. Dillon guardó las muestras para examinarlas más tarde. El médico marine siguió preguntando sobre las criaturas de la noche, Pero Herberg le hizo señas de que callase y nadie le ofreció, por ahora, más información. Cenaron, bromearon, amenazaron de diversas formas a Sandro, que les devolvió la pelota con un dedo índice levantado, sacó unas cartas y propuso una partida. Verónica y, curiosamente Benley, se le unieron  (y si alguien más quiere). No quería enfrentarse de momento a una situación de vértigo, preferían no pensar, solo mirar hacia delante.

Carlo, y luego Frost, echaron abajo la comedia de ignorancia iniciada por Helen. Yamec les observó divertido, sus hombres le confirmaron la información que ya le habían facilitado, levantó en brazos al bebé, asintió agradecido mirando intensamente a Dillon, echó un vistazo a los dos heridos y besó en la frente a la recién parturienta. Benley y él se fueron por un pasillo a una sala más allá donde tuvo lugar una entrevista de los dos hombres a solas. De lo que sí pudieron darse cuenta todos era del profundo respeto que Yamec suscitaba entre los sueños, de hecho, parecía arrastrar consigo una aureola extraña, de fuerza interna y decisión. Antes de esto, el comentario de Dillon sobre el sargento iluminó de sombras los rostros de todos, preocupados. Benley afirmó que deberían ir a buscarles, una corta expedición, pues quizás se encontraba en otra línea temporal; aun así, había que comprobarlo. Sandro se ofreció voluntario, el cabo declaró que lo decidirían después.

No dejaron tocar los ordenadores a ninguno de los marines, y a los nuevos os invitaron a darse una ducha compartiendo la misma agua los tres y un desayuno escueto y corto, de lo mejor que probaban en días. El lugar y el momento resultaban cuanto menos curioso, dos grupos que se vigilaban mutuamente, desconocidos, militares ambos, hombres y mujeres de armas. Rivers preguntó lo inevitable y obvio; Nela le respondió, mordiendo una galleta salada:

- El siguiente paso es comer y beber. Auque no estaría de más un oración de gracias. Tranquilos, la haré yo.

Nela, breve y clara, musitó media docena de frases en agradecimiento a su Señor. Cuando terminó, aclaró:

- Sois invitados. Respetad el lugar, a nosotros y nuestras cosas.

Pasaron tensos los minutos al principio, luego vino algo de relajamiento. La ducha y la comida hicieron el resto. La chica que tenía tatuado los signos zodiacales salió junto con uno de los hombres a dar una vuelta por el exterior, Sandro y Jenny pidieron si podían acompañarlos y los cuatro salieron. Anette y Dillon examinaron a los heridos, la joven continuaba igual o peor, al bebé y la madre, Joe fue depositado inconsciente y febril en una cama, y Carlo se preguntaba angustiado sobre eso de se abuelo y que su mujer estuviese muerta. Rivers, Helen y Simo observaron como los hombres que venían con ellos en los dos vehículos, depositaban en un gran refrigerador dos botes grandes que traían consigo (la mitad de una botella de cinco litros de agua) con una sustancia negruzca que los soldados reconocieron o al menos se parecía mucho al líquido segregado por los colmillos de las gigantescas hormigas.

Transcurrió cerca de una hora y el cabo Benley todavía continuaba conversando en privado con Yamec.



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Carlo Balsani



Las explicaciones que me dio Sandro de que eran décadas y no años los que llevábamos aquí fueron un shock pequeño para mí; pero lo que me dejó completamente helado fue las explicaciones de que si mi esposa esta muerta o si vivía ya tuvo a algún otro que la consolase. Y mi hija, mi pequeña niña ya no lo era; era una mujer adulta y tal vez yo abuelo después de tanto tiempo. La noticia fue como un gran cubo de de agua fría; solo el hecho de pensarlo me dejó más desubicado que lo que me había hecho Helen cuando llego aquí.

Después de la cena y de un buen rato de diversión proporcionada por Sandro y su particular sentido del humor, el ver la bebé que había nacido en este planeta estéril y alejado de la mano de dios me puso a pensar que si en verdad ya era abuelo, me gustaría ver a mi nieto o nietos aunque fuese una sola vez para poder abrazarlos y jugar con ellos. Al tomar al pequeño el olor que despide es agradable y me hace pensar que debo volver de una u otra forma.

"El sargento sigue afuera y hay que ir por el". Benley dijo que irían a ver si lo encontraban en una pequeña patrulla de reconocimiento. Me apuntaría a esa excursión.




Helen


Helen abrió los ojos y por un momento tardo en darse cuenta de que no estaba en Texas, sino en aquel planeta que llamaban Grapa. Había dormido plácidamente en el suelo, encima de unos corchos y unas mantas que en comparación como esperaba dormir en calidad de prisionera le parecía la suit nupcial. Había dormido con la ropa puesta puesto que esperaba que tanto las hormigas como algún otro horror aprovechasen la oscuridad para atacar pero no fue así, concediéndole un placido sueño. Afuera el cielo seguía como siempre, amenazando un diluvio que nunca llegaba. Se pregunto como serian las lluvias en aquel planeta, si cuando hacia sol el calor casi les derrite la piel y las hormigas eran de dimensiones "heroicas", esperaba que las gotas de lluvia no fueran grandes como cápsulas de salvamento o sino aquellas estructuras semi derruidas terminarían en pedazos.

Sus secuestradores o rescatadores, según se mire, estaban ya despiertos. El lugar y el ambiente le hacia sentirse como una pueblerina en Nueva York, fuera de lugar y de tiempo. Sus compañeros parecían haberse levantado después como si el día anterior nada malo hubiera pasado. Dillon sostenía un bebe el cual parecía sacarle la alegría interior, Sandro bromeaba con Carlo... por un momento parecía aquel lugar un nuevo hogar para algunos. Anette seguía viva para desgracia de la sintética, así intento mantenerse fuera de su vista en lo posible. No tenia muchas ganas de averiguar que pasaba en aquel lugar a los sintéticos, y ella era la candidata perfecta para soltar la lengua más de la cuenta.

Por la noche vino la cena, y dieron pruebas de su fervor religioso bendiciendo la mesa. Helen reviso en su memoria datos de ese tipo y le vino a la cabeza que todo el estado de Utha compartía un fervor religioso similar. Algunas bromas la sacaron de sus ensoñaciones y luego se unió a una partida de cartas. Las probabilidades eran su fuerte, aunque sabia que tenia que perder en alguna ocasión para pasar desapercibida.

Cuando sacaron a relucir el tema del sargento, Helen pensó por un momento en sugerir ir en su busca, pero la carencia de agua era un problema que a la larga los condenaría a todos, así que descarto la idea al instante siguiente.

Después de la ducha, que Helen agradeció en silencio para limpiar su piel sintética y asegurarse en privado de que sus nanos habían arreglado el agujero de la espalda, luego observo como transportaban el veneno de los vehículos a unas cámaras frigoríficas. "Así que por eso se molestaron en gastar su precioso combustible y de paso rescatarnos" Se dijo a si misma. Benley estaba hablando con Yamec y la sintética proveyó que muy probablemente estaban haciendo un intercambio de información, y se mostrarían muy complacidos por lo que a las malas habían descubierto los marines sobre el veneno. Estaba claro que más tarde Benley iba a tener que charlar largo y tendido con la unidad Sigma 5.



Dillon Frost


-Gracias por vuestra hospitalidad.-Dijo a Nela. Tenían techo, comida, agua. Habían sobrevivido al desierto. ¿Y el sargento? No dejaba de pensar en él. ¿Se habría adentrado en la distorsión que siguieron Helen, Simo y Rivers? De ser así había posibilidades de encontrarle. Si no era así, si había estado esperando a sus compañeros durante todo este tiempo, encontrarían sus huesos viejos y envejecidos. Necesitaba una respuesta. Apenas pudo dormir. Las posibilidades eran tantas...y no todas letales. Su superior podía estar vivo. Incluso los demás. Acabarían encontrándolos en aquel mar de líneas temporales.

Intentó animar a Carlo.

-Si hemos podido saltar hacia delante también deberíamos poder saltar hacia atrás. Estamos en una línea temporal que no es la nuestra. El universo se encargará de ponernos en nuestro lugar.-No estaba seguro de nada de eso. Para él había sido fácil alejarse del pasado. Allí solo había horror, sufrimiento, una pérdida, tristeza, soledad. En este futuro tan extraño había logrado traer una nueva vida al mundo. También se acercó a Sandro.

-Eres cruel.-Se acercó a él hasta que sus frentes casi se rozaron.-Puede que te hayan quitado la correa, pero no eres más que un perro rabioso.-Le mostró su sonrisa. Esta vez no era como aquella que había mantenido cuando había nacido el niño. Esta vez era demoledora, aplastante, albina, igual que una avalancha de nieve. Se apartó de él.-Cabeza de chorlito. Un día tendría que probar a solucionar los problemas en lugar de crearlos...-Se alejó de él. No estaba de buen humor aquel día.

No jugó, no entrenó. Se limitó a hacer su trabajo. Atendió a niño.

-¿Ya sabes como vas a llamarle?-Le dio unos consejos a la madre. Se acercó a la mujer infectada. Berman le había dicho que se trataba de una droga. Meditó. ¿Iba a dejarla morir por no tener información? Buscó a Berman. Le daba igual que fuese el hombre más peligroso de toda la instalación.

-Necesito saber que le pasó a la chica, que es esa droga y como entró en su organismo.-No aceptaría una negativa por respuesta.-Si no tengo la información necesaria no puedo ayudarla. Y si no puedo ayudarla es probable que muera. Me da igual lo que hagáis aquí con ese jugo de bicho, las drogas que toméis, vendáis o cortéis. No vamos a deteneros, a denunciaros. No somos de aquí. Solo quiero ayudar a esa mujer. Estoy aquí por eso...

Benley seguía reunido. Helen evitaba a Anette. Pidió más información sobre los nocturnos. Se la negarían. Tenían libertades pero no muchas. Revisaría su armamento. Pediría ver el nuevo de aquellos hombres. Solo por curiosidad. También preguntaría sobre los avances médicos de la época. Aunque no sabía si conocer facetas del futuro sería algo nocivo cuando volviese al pasado. ¿Y si volvía con una cura para un cáncer letal? Pensando como médico había que tener en cuenta que también podían arrastrar un vacilo de aquel futuro, letal para ellos aunque ineficaz para los orgánicos del futuro. ¿Y si al volver arrastraban consigo la muerte de toda su era? Dejó de pensar en eso. Pediría un acceso al laboratorio para examinar la muestra de sangre que había extraído de Elia si es que Berman no había soltado prenda.

No se preguntó qué harían con aquel jugó sacado de los Nocturnos. No era asunto suyo. Aún.




Jake Rivers


-Invitados- sonríe al escuchar esa palabra. Hace siglos que no debían invitar a nada a ninguno de los marines, de hecho él no recuerda haber sido invitado nunca. Espera pacientemente al fin de la oración de Nela. Tiene hambre, desde luego, y jamás ha rezado antes de comer, pero tampoco quiere que le quiten el plato por no respetar sus costumbres, parece importarles demasiado.

Hay muchas preguntas rondando su mente, supone que no es el único que las tiene, por eso decide hacer la más evidente de todas. – ¿Qué nos hemos perdido en los últimos cincuenta años?-. No han avanzado tanto, pero pasaron los últimos de misión en misión, también le vendría bien saber lo ocurrido en ese lapso de tiempo. Si hubiese alguna esperanza de volver quizás sería mejor desconocer toda esa información, sin embargo Rivers no suele pensar con tanta antelación. Por ahora están aquí, ignora si existirá algún método de retroceder tal como parece creer Frost, prefiere ser pragmático, podrían acabar necesitando esa información en el futuro más inmediato.

Cuando no tengan compañía, o cuando tengan poca, hará algo que alguien debería haber hecho antes, poner al día al otro grupo, tal vez entonces ellos tengan la amabilidad de ponerles al día a ellos. –Cuando nos separamos y entramos en el independencia…- esto es bastante difícil de creer, sin embargo prefiere no intentar adornarlo en modo alguno –Dentro se repetía lo ocurrido cuando tuvimos que salir, solo que el comandante estaba también, no entrando en la Cheyenne, sino con Ghost, Joe, y conmigo. Al intentar salir de la nave nos envolvió una especie de oscuridad acompañada de una presión muy fuerte, y perdimos el conocimiento. El resto es fácil de imaginar. ¿Qué hay de vosotros? -

Especialmente le interesa la parte en la que el sargento desapareció, deberían estarlo buscando, pero por muy invitados que digan que son, siguen teniendo bastante de prisioneros.

Decide dedicar el resto del tiempo a husmear por la zona, aunque con toda la precaución de la que Rivers es capaz… desgraciadamente no es mucha. Le interesa conocer el nuevo armamento, cincuenta años dan para mucho, además supone que también habrán mejorado las protecciones, por lo que sus armas antiguas deben ser prácticamente inservibles.

Pensar en las armas le hace preguntarse para qué las necesitan aquí. Evidentemente tendrán problemas con las hormigas, pero eso debieron saberlo antes de instalarse. Además preguntaron si venían a perseguirles, por tanto deben hacer algo que no esté demasiado bien visto. En cualquier caso, tampoco le incumbe. Les han rescatado, con eso le debería bastar, al menos en este momento. Por eso se limitará a hacer preguntas sin molestar demasiado, cosas sencillas, cómo ¿para qué demonios quieren veneno de las hormigas gigantes? Le resultó bastante desagradable cuando lo probó, aunque podría tener alguna aplicación desconocida para él. Para llamar menos la atención las alternará con cosas más mundanas. De donde vienen, cuanto llevan en esta roca… si eso falla les preguntará por sus creencias, dan la impresión de estar bastante orgullosos de ellas. Socializar nunca ha sido lo suyo, por eso tampoco espera demasiados resultados.

Sí le intriga ese tal Yamec. La gente de aquí le respeta, pero el tipo ha sido demasiado certero averiguando cual era la verdad y cual la mentira. O bien tiene una formación bastante extensiva como interrogador, o bien se parece a Helen. Ambos datos serían interesantes. Irá consultándoles a unos y otros, nada concreto porque no sabe por donde empezar. Quizás las preguntas clásicas, cuando lo conocieron, cómo acabó él aquí… Por supuesto el tipo podría tomárselo a mal si sabe que alguien fisga sobre sus asuntos, así que de tener oportunidad le preguntará a él mismo en primer lugar.

El resto del tiempo solo estará atento por si alguno de sus compañeros necesita algo. Él no es médico ni nada similar, simplemente un soldado, no sabe hacer nada fuera del campo de batalla. Quizás se dedique a entrenar y desentumecer un poco los músculos, en estas instalaciones debe haber un lugar propicio para hacerlo



Simo Kolkka


No aceptaron su propuesta. Una verdadera pena. Había dos cosas que necesitaba ahora mismo: información, y una misión. Había visto suficiente ciencia ficción como para saber que según los conocimientos de su época, era imposible viajar al pasado. Pero claro, según esos mismos conocimientos, también lo era el viajar al futuro. Pero allí estaban. La unidad se lo estaba tomando bastante bien. Excepto Carlo, al que Sandro se había encargado de hundir en la miseria. Dillon parecía incluso alegre. Aquel tipo no dejaría nunca de sorprenderle. La ducha fue una bendición, al igual que la cena. Tuvo que hacer un esfuerzo para no reírse durante el "discurso de agradecimiento a una entidad superior", pero valió la pena. Después, se unió a la partida de cartas. No se le ocurría nada mejor en aquel momento para no pensar demasiado en todo aquello que les rodeaba. Después, se dedicaría a ir preguntando por ahí si alguien sabía algo de su Rifle de francotirador. No sabía dormir sin el, y lo último que quería ahora mismo era una noche de insomnio gratuita. A parte de eso, aprovecharía su tiempo para intentar enterarse de algo, a base de charlar con los "nativos", y de oír la explicación del otro equipo, cuando Rives decidió que se pusieran mutuamente al tanto de lo sucedido.



Dillon Frost


Había estado demasiado ocupado haciendo de médico, descansado o investigando como para prestar atención a Rivers. No obstante, tenía razón. Necesitaban saber lo que había pasado. Así que le buscó, en un pequeño descanso que se tomó, y escuchó su particular historia.
-Un bucle temporal donde las vidas se repiten de manera parecida pero no igual.-Meditó.- ¿Y si no solo saltamos adelante en el tiempo sino también de mundo a mundo? No soy hombre de ciencias pero en la antigüedad se creía en la existencia de infinitos mundos paralelos frutos de las decisiones que tomamos. A veces, el elegir una opción, descartamos otras. Esos mundos nacen de esos descartes. Descartes por los que ellos optaron. Ese asunto se vuelve cada vez más confuso. Mundos paralelos y saltos en el tiempo. ¿Visteis a vuestros dobles?-Meditó solemnemente.-Tu historia es una chifladura.-Se sentó.-Nos separamos de sargento enfrente de la nave, dos os dejamos a vosotros. Alguien tenía que quedarse. Él se designó a si mismo. No me dejó entrar a buscaros. Se quedó, por si volvíais. El resto seguimos una señal que habíamos captado. Mineros, nos estaban esperando. A los marines. Llegamos a este complejo. No había nadie. Nos separamos de Viviana y la civil. Fueron atacadas…por esos nocturnos. Y cuando llegamos a ellas, no estaban. Habían saltado. Volvimos a encontrarla a los pocos minutos. Para ella habían pasado tres días y habían encontrado a estos…rebeldes, o lo que sean. Tenían heridos y una mujer embarazada a punto de parir. Habían perdido su médico recientemente. Nos ofrecimos a ayudarles. Luego os trajeron. Nada concluyente ¿Verdad? Ninguna teoría, nada que encaje, ninguna idea de cómo volver atrás...



Jake Rivers


Tarda un rato en llegar, pero al final Dillon se acerca para contarle lo ocurrido durante estos días… ni siquiera sabe si el término días es correcto para referirse a todo esto. Había escuchado nombrar a los nocturnos por ahí, esperaba una explicación mejor, sin embargo tampoco se han topado con ellos, no todos, pero puede preguntar a quienes si los han visto.
También oye el resto de la charla. Evidentemente la historia de Rivers parece una locura, él jamás tomaría en serio a quien le contase algo similar, pero Frost ha saltado hacia delante al igual que ellos, eso debe ayudar un poco. –Si, nuestros “dobles”, o nosotros en el pasado… o como quieras llamarlo, estaban allí, pero no nos veían ni nos oían. Sin embargo el Coronel si nos vio, su “doble” también estaba allí. ¿Recuerdas que ninguno de nosotros sabe cómo se abrió la compuerta?, el Coronel… el que sí nos veía, dijo que la escena se repetía continuamente y cada vez tenía que abrir la compuerta o no saldríamos.- Es demasiado raro, no importa cuantas veces piense en ello, siguen sin tener sentido. – Yo tampoco soy un hombre de ciencias, solo entiendo de armas, misiones, y disparos. Ignoro si son mundos paralelos, tiempos distintos, o alucinaciones colectivas. Sé que dejamos atrás al Sargento y debemos volver a buscarle. Él lo haría por cualquiera de nosotros -



Dillon Frost


A Rivers solo se le ocurrió rematar su historia con la absurda idea de que el coronel era quien les había abierto la puerta, y que esa escena se repetía una y otra vez. ¿El coronel había quedado atrapado para siempre en un bucle temporal del que no podía escapar? ¿Y si se cansaba de activar la compuerta? ¿Morirían ellos? ¿O sus otros ellos? ¿Cuántos "ellos" había? ¿Eran ellos los "ellos" originales? Dejó de pensar. Era malo, muy malo. Uno podía volverse loco así.
-Entonces, estamos de acuerdo. No se que dirá Benley ni que opinarán nuestros anfitriones, pero iremos a buscar al sargento. ¿Qué sentido tendría marchar del planeta en una nave cuando ni siquiera es nuestra época? Iremos a hablar con Benley...ahora mismo.-Se puso en pie.-Si vosotros pudisteis escapar de aquella nave por segunda vez, el coronel también podría. Si él no se queda, puede que muramos, que desaparezcamos. Me cuesta concebir que compañeros míos hayan muerto por salvarme la vida, pero el limbo eterno...es demasiado. Lo sacaremos de allí, y correremos con los riesgos. Como siempre. Por el sargento, por el coronel. ¿Estás conmigo Rivers?



Jake Rivers


- El coronel no quiso venir. No sé lo que ocurriría si lo hace, tampoco me paré a pensarlo, simplemente le pedí que lo hiciese. Dijo que si abandonaba la nave nadie nos abriría la compuerta. - Todas esas teorías sobre viajes en el tiempo, universos paralelos, simplemente no le importan. – Estoy de acuerdo. Nuestra única misión ahora es proteger a la chica, y ella está a salvo aquí. Lo siguiente es no dejar a nadie atrás. Ignoro si hay algún modo de volver atrás, pero lo intentaremos. Estoy contigo Dillon- Vuelve a repetir lo que dijo hace tan solo unos segundos – El sargento y el coronel lo harían por nosotros -



Helen McFersson


Helen no soportaba la espera y deambulo de acá para allá hasta que oyó unos susurros que le resultaban familiares y había escuchado únicamente el comentario de uno de ellos. Quería saber que había descubierto Benley, pero hasta entonces no podía sino divagar sobre lo que podían hablar. Se encontró con el negro matasanos, Dillon, y el ex-camorrista, Rivers. Miro a todos lados para asegurarse de que sus anfitriones no estuviesen cotilleando, tampoco pensaba decir ninguna tontería, pero nunca sabia cuando algo podía sentar mal a la gente.

- Así que hablando a hurtadillas - dijo riendo mientras colocaba una silla y se sentaba con el respaldo por delante - Creo que tenéis razón. Nuestro trabajo es rescatar gente aunque nos cueste el pellejo. Sin embargo, no creo que se lo tomen a bien directamente nuestros anfitriones. ¿Cómo vamos a conseguir que nos presten vehículos y carburante? Otra pregunta que tengo -dijo mirando Dillon - es si sabéis si el sargento quería ser salvado. El coronel ya te habrá Rivers contado que no quería que le salvaran. Prefirió no abusar de su cargo y no ordenarme que fuera yo la que diera la palanca para salvarse él. Si lo hizo, es porque sabía algo que nosotros no. Quizás el sargento sabía algo que el resto no y por eso prefería quedarse a morir o a enfrentarse a lo que solo él sabía. Claro que todo esto no es más que conjeturas mías. Solo quiero que las penséis antes de que hagamos nuestro trabajo. Por otro lado, con este calor de muerte sus probabilidades de sobrevivir sin agua son inferiores a un 4% asumiendo haya encontrado una sombra para no deshidratarse y no se haya encontrado ni con hormigas ni con los nocturnos él solo. De todos modos, no es mala idea ir a buscar sus huesos solo para asegurarnos. Aunque la idea me parece de lo más morbosa.



Simo Kolkka


Cuando vio a los tres marines cuchicheando mientras paseaba por la base al bhed, intuyó lo que pasaba. Se acercó disimuladamente.

- No se que tramáis, pero me apunto. Ponedme al día luego. Si nuestros anfitriones ven a demasiada gente conspirar quizás se den cuenta de que tramamos algo.

Seguiría con su paseo, y esperaría a que lo informasen. Si no lo hacían, supondría que se trataba de algo personal.




Dillon Frost


Helen se acercó a ellos. El médico era un total incompetente cuando el ordenador se congelaba o el panel de mando de un vehículo empezaba a parpadear y a pitar. No entendía las máquinas. A las mujeres tampoco. Por eso no podía entender a Helen. Estaba con ellos, eso debía bastar. Sugirió que el sargento sabía algo, igual que el coronel. El coronel, sin duda, conocía un poco mejor aquella extraña situación ya que le había tocado vivir una de las partes críticas. ¿Pero el sargento?

-¿Y cuando supo algo que los demás no pudimos ver? Estuvo con nosotros todo el tiempo. Quizás solo quería salvarnos. En cualquier caso, debemos ir. Igual que nosotros hemos saltado, él también. Puede que haya saltado más veces que nosotros, o menos. Hay una remota posibilidad, y tiene más que ver con el destino que con el azar de la ciencia, de que lo encontremos allí. Para nosotros han pasado ya unos cuantos días, pero para él puede que sean solo segundos. Nos movemos por el tiempo como peces en un rió turbulento. Las posibilidades de nuestra existencia se multiplican de forma exponencial hasta casi el infinito. Ya no avanzamos de forma lineal, siguiendo el patrón de la agujas del reloj. Ahora, somos libres en ese sentido.-Dejó de hablar. Se había excedido exteriorizando sus teorías y teoremas interiores.-Si estamos todos de acuerdo, está todo dicho. Se puso en pie y se marchó. Iría a realizar algunos estudios.
No se le había pasado por alto la intervención de Kolkka. Luego iría a hablar con él, le pondría al día. Contarían con él. Cuántos más fueran, más presión ejercerían sobre Benley y sobre sus anfitriones. No sabía como lo iban a hacer. Suponía que a Benley se le ocurriría algo. Para eso estaba al mando.




Carlo Balsani

Al llegar a donde se encontraba Benley descubrió a sus camaradas en discusión de algo, Balsani decidió que era mejor estar entre las sombras un rato y ver que es lo que decían sus compañeros. Se alejo sin ser visto por sus compañeros, espero el momento de que Dillon estuviera solo y poder conversar con él a solas de todo esto y todas las locuras que han pasado en tampoco tiempo.

-Dillon, ¿cómo lograremos que nos proporcionen los suministros, sin que nos pongan mala cara? ¿Tienes alguna idea? Solo veo una forma y esa es salir sin que se den cuenta y tomarlo de la misma manera.

Se que no es lo mas educado después de lo que han hecho por nosotros pero tal como lo cuentan los demás parece que ellos no tiene mucha confianza en nosotros.


Helen



Helen se acarició la barbilla con la mano izquierda, la cual estaba apoyada en el respaldo de silla. Analizaba la respuesta del imponente negro y veía una resolución y fe en sus acciones que ella misma definiría como temerarias. Simo apareció, y Carlo dijo algo que la piloto ignoro por completo ensimismada en sus cálculos. Subió la mirada nuevamente hacia el matasanos y observo a sus otros compañeros presentes; Rivers, Simo y Carlo.

- Es un puto suicidio - dijo al fin - pero que me muera si no tienes razón al decir que es nuestro trabajo. Hemos de rescatar al sargento, o lo que quede de él.

- Sobre tu teoría, creo que estas equivocado. Dimos el salto en el tiempo, al salir de aquel agujero de antimateria. No hemos saltado más. Lo mismo que nuestra nave nodriza saltaría a un tiempo diferente pero similar. No estamos radiados como los demás y eso es un signo evidente de que el tiempo es nuestro y no al revés. Es por eso que creo que el sargento no se ha movido en el tiempo, sino que sigue ahí en alguna parte ahora mismo. Si. Tenemos que hablar con Benley y ponerle al corriente.


La piloto se levanto de la silla y pidió un chicle... Estaba pensando demasiado. Entendía porque Simo se sentía mas tranquilo con un fusil en la mano. Momentos como ese cualquier cosa que tranquilizase era de agradecer.


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