domingo, 18 de diciembre de 2011

Hechicería y Acero 2

- Es correcto, pesa sobre ti un conjuro. Cuanto más te resistas a él, más fuerte se hará. Pero en tal caso te debilitará y eso no nos conviene a los dos.

La mujer comía con parsimonia, todo lo contrario de ti. Negó con la cabeza cuando hablaste de matar. Siguió comiendo de forma serena.

Transcurrió una semana sin novedad. La bruja tenía una cueva medio oculta por la maleza, las paredes y suelo cubiertos de pieles de oso y de ciervo, cálida, austera, con una cama. A ti te ofreció un rincón de la caverna, y un montón de pieles. Habló muy poco, de temas intrascendentes; tampoco te buscó ni parecía especialmente interesada en ti, o en amarte. Conforme pasaban los días, tu odio hacia ella se transformó en indiferencia, y esto te irritaba, pues tu mayor deseo era hacerle sacar un palmo de lengua con tus manos alrededor de su esbelto cuello. La indiferencia dio paso a un extraño afecto teñido de odio. Sabías que era el resultado de sus sortilegios, e, impotente, te maldecías por ello. La hechicera era hermosa, o te lo parecía, y el deseo te sorprendía mirándola.

Pescabas, cazabas, cortabas leña; paseabas por el bosquecillo siempre en compañía de dos lobos, más para tu protección que para impedirte escapar. Cuando te apartabas mucho de su cueva, la mano te comenzaba a arder, el corazón se aceleraba y te veías próximo al colapso; te tenía bien agarrado. Algún día lo pagaría.

Una noche, en el interior de la gruta, sentados junto al bello fuego de danzarinas llamas doradas y rojas, mientras en el exterior soplaba el helado aliento de Ymir, te miró a los ojos. Una sombra siniestra cruzó su mirada:

- ¿Qué clase de hombre eres, Whosoran? ¿Qué buscas en esta vida? ¿Qué amas? ¿Hasta dónde eres capaz de llegar para conseguir lo que ambicionas? Se cual es tu estado actual, me deseas y me odias, te he robado la libertad un año y matado a tus compañeros. Pero te recuerdo que tú te ofreciste. Olvidemos a los necios temerosos que tiemblan ante lo que no conocen ni comprenden. Creo que me darás buen servicio, turanio. Bien, dame tus respuestas, hombre.


Turno de Lord




Me ofrecí para poder acercarme a ti y romperte el cuello, bruja -digo con voz llena de rabia y, al mismo tiempo, lleno de una horrible vergüenza que me hace ocultar el rostro. Una vergüenza inducida por los hechizos que ha vertido sobre mí, que reproducen fielmente los efectos de un verdadero afecto por ella. La tensión, la increíble cantidad de rabia contenida, hace incluso que mis ojos se humedezcan, impotentes y vencidos por esos sortilegios.

Respiro hondo...e intento volverme frío, como un témpano de hielo. Intento conseguir que esa bruja no juegue conmigo como si fuese un títere... pero sé que no lo conseguiré.
Callo unos instantes, meditando sus preguntas. Me dejaré llevar, seré sincero y dejaré mis artimañas y mi resistencia a buen recaudo. Enterraré el odio y la rabia...hasta el día en que me hagan falta, el día en el que la horrible humillación que estoy sufriendo, controlado, domado, sea vengada. Si, es a ti, puta -pienso son ojos fríos - Te violaré, te estrangularé y daré de comer tu carne a los cuervos...zorra bastarda

Me relajo al fin. Dejo caer los hombros, doloridos por días de tensión y nerviosismo, de odio apenas contenido. Intento ser sincero, por primera vez en mucho tiempo...

Soy un hombre sin rumbo, mujer. Lo que siempre he deseado ya no puede obtenerse, está perdido para siempre. Me conformo con pocas cosas ya...el respeto de mis hombres, el amor fugaz de una mujer, oro para gastar y fuerza para humillar a los estúpidos que todavía son felices. El mundo es negro y cruel, la felicidad solo existe para los que no viven en este mundo, para aquellos que, estudiando en sus torres de marfil, pretenden desentrañar los enigmas del cosmos...o jugando, como los pequeños principes que solo conocen los jardines del palacio de su padre, escapan de la crueldad..de todo.

La miro con ojos abiertos...sin contestar su última pregunta.

¿Tú también te hallas en tu torre de marfil, rodeada sólo de lo que quieres tener...pero qué buscas? ¿Para qué me has traído? La parte de mí que se halla embrujada, habla entonces... ¿Qué es lo que quieres de mí? 

Oigo mi voz...y una parte de mi mente siente desprecio por mi mismo...y odio, más odio, por la persona que me ha hecho ésto. Un odio que se encuentra bajo una capa de hielo, esperando pacientemente el día en que pueda ser liberado...

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