jueves, 15 de diciembre de 2011

Leyendas 5

Existió hace ya unos siglos un pueblo en donde reinaba la paz. La duda, la avaricia y el egoísmo no tenía lugar en él y sus habitantes disfrutaban de la vida sin más preocupación que las ocuparse de sus trabajos, sus familias y vecinos. Por aquel entonces llegó al lejano lugar un vagabundo envuelto en toscos ropajes. Nadie se alarmó por ello y enseguida le ofrecieron cobijo, comida y nuevos tejidos para mejorar su aspecto sin preguntar, sin pedir nada a cambio.
El extraño aceptó todas aquellas ofrendas de buen grado y con una sonrisa en los labios se dirigió al que le había ofrecido comida.
-”Jamás había probado manjar tan exquisito... ¿Como es posible que aceptes a cambio de tu esfuerzo y habilidad unas simples pieles para protegerte del frío?” -musitó al hombre que alzó sus cejas algo extraño mientras la duda se anidaba en su corazón.
-”Tus manos poseen el don de la experiencia para conseguir ésta calidez en la piel... ¿Como es posible que las regales por un simple plato de comida sin que nadie reconozca tu mérito” - susurró al hombre que lo había vestido sembrando en él la angustia.
-”¿Acaso creen que es tan fácil conseguir que se mantengan en pie sus casas que ajan tus manos y corvan tu espalda a cambio de un plato de comida salada y una piel mal curtida?” -cuchicheó como si no tuviera importancia al carpintero sembrando en él la prepotencia.
El silencio reinó durante algunos segundos en la estancia y los tres hombres se miraron el uno al otro entrecerrando sus ojos, valorándose y desacreditando mentalmente y al mismo tiempo el esfuerzo de los demás. De forma apresurada salieron de la estancia para volver a sus casa y airados comentaron a sus familias como no eran lo suficientemente valorados por sus vecinos. El extraño continuó silabeando y farfullando en los oídos de aquella buena gente frases que hacían cambiar el rumbo de sus sentamientos y sus vidas.
Al alba, el vagabundo, con una amplia sonrisa en su rostro, abandonó el lugar seguro de haber dejado sembrada tras él la semilla del egoísmo, el orgullo, la prepotencia y con ello el dolor, la angustia y el recelo hacia sus semejantes. Cuentan que aquel hermoso paraje poblado de hermosas casa y deliciosos olores, en donde a nadie le faltó jamás nada, quedó reducido a escombros por el simple hecho de creer antes a un desconocido que aun amigo, por la falta de comunicación, entendimiento y diálogo...

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