jueves, 8 de diciembre de 2011

La vida continua...

LA VIDA CONTINUA...
(Núria Morlesin Carrasco i Iasbel)

Antes de coger el tren, me acordaba del sueño que había tenido hacia tan solo cuatro horas mal contadas…

“…Todo sucedía en el mismo tren en el que cada mañana me montaba desde hacía tres años con una única diferencia. En el sueño, en el cristal del vagón, habían escrito:

“ESTAS SOÑANDO, DESPIERTATE, …“

Me quedaba totalmente indiferente ante la frase y me subía en él. Dos paradas después, subía un chico al cual no había visto en mi vida, y que tras localizarme se dirigía hacia el sitio vacío que estaba mi lado. Me miró y sacó del bolsillo de su chaqueta un papel que me entregaba y en el que ponía:

“ ¿Eres tú? ¿Seguro? No lo sé, pero yo creo que sí. Eres Nagore, Nagore Soriano.
Seguramente estarás confundida y raramente incómoda, y no me extraña, ya que al parecer soy un total desconocido para ti. Se quién eres, donde vives, a que deporte juegas, y tu edad. ¿Quieres un ejemplo? Vives en Sant Boi, en el barrio de la Cooperativa, tienes 15 años y juegas a balonmano en el equipo la Coope. ¿Quieres saber más…? Hace dos semanas cortastes con tu novio Víctor Calzada, y tu mejor amiga es Mar Granja […]”


Intuitivamente, antes de entrar en la estación, intenté recordar donde había guardado aquel maldito trozo papel. Aunque sabia perfectamente que era imposible que estuviera ahí, metí la mano en el bolsillo y rebusqué en él.

Gotas de sudor empezaron a formarse en mi frente al palparlo. Hubiera jurado y perjurador que ese papel, que mis temblorosas manos tocaban, no era el que aquel joven desconocido me entregó en mi sueño, que solo era un simple ticket de compra, pero no. LO ERA. Allí estaba, doblado en cuatro partes, blanco.

Lo abrí y leí por encima una vez más para comprobar que efectivamente era el mensaje recibido en mis sueños, sin poder leer de nuevo el final, ya que llegaba tarde al tren. Lo guardé apresuradamente, y salí corriendo de casa mientras aquel sudor frío empapaba mi piel.
Por camino me rompía la cabeza pensando en como podía haber llegado ese papel a mi bolsillo, si supuestamente, me lo habían entregado en un sueño. ¿Acaso me estaba volviendo loca y no podía diferenciar lo que era un sueño de la realidad?

Llegué a la estación justo a tiempo. Por un momento creí que no estaría el tren. Suspirando y dando gracias por la suerte que había tenido al no perderlo, aceleré el paso y me dirigí al mismo vagón de siempre. Mis pies se negaron a continuar caminando cuando mis ojos leyeron atónita en el cristal del vagón:

“ ¿TE RIES? RÍETE, PORQUE ESTO… NO ES UN SUEÑO. ”

Sin pensármelo dos veces, subí temblando al vagón y me senté. Recorrí el espacio con miedo y ansia. Observé a todos y cada uno de los pasajeros que cada día me acompañaban en el trayecto. Él no estaba. Con alivio, volví a sacar el papel y lo leí por última vez, y por fin leí el final del texto:
“… Tu abrigo rojo lo compraste con tu madre en Barcelona, y allí es donde vas casi cada fin de semana….”

-” Veo que estás leyendo mi nota, así me gusta…” – dijo la voz de un joven sentado a mi lado. Giré lentamente la cabeza y observé que estaba ahí, justamente a mi lado, sonriendo tranquilamente como si todo fuera de lo más normal. De repente se empezó a reír y volvió a sacar un papel similar al que me entregó, se levantó, lo dejó en el asiento y se marchó sn decirme nada más.

Atónita, con los ojos abiertos como platos, sin entender absolutamente nada de lo que estaba pasando y sin pensármelo dos veces lo cogí y me lo guardé con prisas. Me bajé del vagón con la cabeza bien alta para que nadie pudiera sospechar lo que realmente pasaba en mi interior: muerta de miedo.

Mientras caminaba, mi mente intentaba buscar una respuesta lógica a todo aquello que me estaba sucediendo. Al mismo tiempo mis ojos iban de un lado a otro buscando al extraño que parecía disfrutar de lo lindo dejándome notas con información que supuestamente solo sabía mi mejor amiga. Sonreí. Si. Eso era. Quería gastarme una pesada broma y se había compinchado con aquel chaval. Me reí. Una risita nerviosa, intranquila que lejos de calmarme me puso más nerviosa. ¿Pero … Por qué?

Entré en la clase y me senté en mi sitio. Nerviosa miraba a todos mis compañeros en busca de mi amiga que casualmente no estaba allí. ¿Ella? !Imposible! Habíamos pasado muchas cosas, tanto buenas como malas, sabíamos demasiado de nosotras mismas, teníamos muchos secretos en común, compartíamos desde hacía tres años casi todas las horas del día…. ¿Acaso no la conocía realmente? Sacudí la cabeza para mantener alejada aquella absurda idea mientras me pregunta… ¿Entonces quien?

-”!Hola! ¿Llego tarde verdad?” -me susurró una voz en el oído de repente.

Del sobresalto la libreta y el bolígrafo volaron, cayendo estrepitosamente al suelo. La profesora se giró y con el ceño fruncido y expresión severa me señaló la puerta. Sin decir nada, sin protestar siquiera, salí de la clase y apoyé la espalda contra la pared del pasillo respirando con alguna dificultad.

El sudor me estaba congelando el cuerpo y en mi puño fuertemente cerrado aún notaba la calidez del papel. Con cuidado, vigilando de qu nadie me viera lo abrí despacio y empecé a leer…

“… Si, soy yo otra vez. No, no es una broma pesada de tu mejor amiga, no. ¿Aún no logras acordarte de mi? ¿No adivinas todavía quien soy? Te daré una pista… Tienes una cicatriz en el hombro izquierdo en forma de rayo, te la hiciste al caerte de un columpio en el parque en donde vivías antes de trasladarte a tu nueva casa hace tres años. ¿No te acuerdas quien te empujaba con demasiada fuerza, tanta que te hizo caer? ¿No? ¿Porqué no se lo preguntas a tu madre? Ella seguro que si se acuerda…

P.D.: ¿ Aún conservas la muñeca de trenzas rojas y vestido azul marino con la que solías dormir siempre? Si, a Nani.”


Nadie sabia de la existencia de aquel preciado y secreto objeto con el que todavía seguía durmiendo cada noche, nadie a excepción de mis padres. Nadie sabía de mi cicatriz ya que quedaba siempre oculta bajo las camisetas de anchos tirantes que obligaba a comprar a mi madre para que no se viera. Nadie.

Sin saber como me encontré ante la puerta de mi casa, jadeando por la carrera, con la cara sucia y llena de lágrimas que brotaban sin parar de mis ojos. No comprendía absolutamente nada de lo que me estaba ocurriendo. No encontraba ninguna relación lógica a aquellos mensajes. No…. ¿Acaso me estaba volviendo loca?

Entré gritando, sin llamar, empujando con furia la puerta. Encontré a mi madre sentada en el sofá, triste, con los ojos empañados y una nota entre sus manos de un tamaño muy parecida a las mías que nada más verme arrugó e intentó ocultar. Se levantó y extrañada me preguntó que hacia a aquellas horas allí en vez de estar en clase.

Le expliqué con detalle todo cuanto me había sucedido gritando, llorando y temblando. Me abrazó e intentó tranquilizarme. Me ofreció un vaso de agua que fue a coger de la cocina dejándome sentada en el sofá. Me lo tomé de golpe y solo recuerdo levantarme al día siguiente con un fuerte dolor de cabeza.

Como si de otro mal sueño se tratara se levanté y busqué las notas. Habían desaparecido. Busqué y rebusqué sin resultado alguno. Sin saber que pensar me senté en la cama y suspiré profundamente. Quizás todo había sido un mal sueño largo…. Muy largo…

Como cada día fui a la estación, me quedé delante del vagón en donde siempre viajaba y me senté en el mismo lugar que solía ocupar. No había escritos en los cristales, no apareció el muchacho desconocido, no hubo notas.

Durante cuatro días esperé con ansiedad a que apareciera, a que diera señales de vida. Lo recordaba. El pelo lacio y negro le caía con un amplio flequillo ocultando uno de sus ojos de color verde. Su media melena se movía al compás de sus pasos. Era más alto que yo, delgado y las dos veces que lo había visto llevaba tejanos y amplias camisetas. A su espalda una mochila amarilla.
De repente aquella mochila pareció ocupar todos mis pensamientos. La recordaba. Algo familiar había en ella, pero no acertaba a saber el qué. Por más que lo intentaba me era imposible ubicarla en el lugar correcto. Así pasé todo el día, intentando adivinar en donde y cuando la había visto otra vez sin resultado alguno.

El fin de semana se me hizo eterno y deseaba que llegara el lunes para reencontrarme con Mar para explicarle mi sueño, para decirle que me había llegado a enamorar de alguien que tan solo existía en mi mente. Quizás llegaría a pensar que estaba loca pero me daba igual. Me había enamorado de alguien a quien no conocía y al que le había puesto cara, incluso voz y tenía que desahogarme.

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Al llegar a la puerta del instituto, estabá allí, mi mejor amiga, me estaba esperando en la entrada como de costumbre. Se nos hizo corto el recorrido hasta nuestra clase, ya que yo iba explicando detalle por detalle todo lo que me habia ocurrido en estos dias.

Creo que ningún ser vivo en este planeta, estaba tan impaciente y ansioso de saber toda la existencia de aquel muchacho. Sin pensarmelo dos veces, aun que no me lo volviera a encontrar ni en mis propios sueños, necesitaba escribirle una nota, una carta, algo en el cual explicase todo lo que siento, todo lo que se me pasa por la cabeza. No sabia como empezar… Quizás un: Hola, sonaba como si lo conociera de algo, y un: Querido joven, sonaba a ejemplar de biblioteca pasado de moda.

Me parece que llegué a romper 5 hojas por que el principio no me convencía del todo. Definitivamente, no estaba a disupuesta a malgastar mas hojas de mi libreta de apuntes y escribi lo que me salia del alma…

-“Ahora me toca a mí. Creo que me merezco alguna explicación… Mejor dicho, alguna respuesta lógica que pueda explicar lo sucedido. Empezando por el principio… ¿Como sabes de mi existencia? Me refiero a que, como sabes tantos datos de mi, que ni mis compañeros de clase, con los cuales llevo 3 años, no saben ni la mitad que tú e incluso mi mejor amiga desconoce de mi cicatriz y de… Nina. No quiero ser indiscreta pero… ¿Quién eres? ¿De donde vienes? Y… ¿Por qué a mí? Por que me has elegido a mí, para enredarme en tu misterio. Por que a mí para pasarme noches en vela descifrando notas que ni si quiera sé donde están. Por que sabes tanto de mi y no de Mar o de mi vecina? A lo mejor, no, seguramente lo que te escribire a continuación te harán pensar que estoy majareta o totalmente descontrolada, pero tengo necesidad de saber de ti, de prescindir de ti, de saber cuando, como y donde estas en casa segundo. Puede que solo sea obsesión por la persona que está obsesionada conmigo, un simple juego mental, pero es lo que siento. Y sín más preanbulos, me despido de ti.“

-Tssssé!- Escuchaba de fondo…

-Tssssssssssssssé!-

Y me giré espontáneamente para saber de donde venia ese horrible sonido.

-Buenos diaaaaaaaaaaaaaaaaaaas! Por fin te giras. Llevo media hora intentando que me hicieras caso, pero nada. ¿Se puede saber que estás haciendo? – me pregunto Mar.

-Nada, nada. Paridas mias…

-Veo que os gusta la chachara… Ya podeis ir a hablar al despacho del director señoritas.- Me interrumpio la profesora ofreciendo esas lindas palabras que terminaron por expulsarnos de nuestra respectiva aula…

-Me parece que me voy a ir a casa… Me encuentro un poco mal, si quieres mañana hablamos vale? Hasta mañana!- me despedí alegremente de Mar.

Tardé 12 minutos contados en llegar a casa, un récord ya que siempre iba a paso de tortuga.
Nada más entrar, mi madre, ya enfadada conmigo, me envió a mi cuarto sin que me dejara explicarme. Deje mi mochila a los pies de mi cama y me estiré en ella…

La rutina de cada dia era la misma, pero con una variante; mi madre, me acompañaba cada día hasta la estación de tren, sin darme motivo alguno.

Me dirigí hacia la estación y de repente todo pareció dar vueltas a mi alrededor. El cristal del vagón estaba pintado con una frase:

“…HE VUELTO…”

Incapaz de articular palabra ni movimiento alguno, por pura inercia subí al vagón, me senté y esperé. Apareció minutos después sonriente, como si nos hubiéramos visto el día anterior, como si nos conociéramos de toda la vida. Armándome de valor, cuando se sentó a mi lado le murmuré…

-”No se quien eres aún… Pero ahora se que no eres un sueño…”

-”Nunca lo he sido ni lo seré… Pero quieren mantenerme lejos de ti… Para estar juntos de nuevo tan solo debes recordar…” -dijo él alegremente, dándome un beso en la mejilla, levantándose y alejándose de mi otra vez.

No pudiendo soportar la idea de perderlo de nuevo, me levanté y corrí detrás de él. Vi como cruzaba la vía por delante del tren y sin pensarlo dos veces lo seguí. No sentí el silbato que daba la salida, no vi como empezaba a moverse, la idea de que ib perderlo de nuevo era la única que invadía mi mente.

Fue entonces, tras el golpe, al abrir los ojos y volver a ver la mochila amarilla ante mi cuando recordé. Sabía quien era aquel muchacho, gritaba mi nombre mientras sus manos parecían teñidas de sangre e intentaba levantarme del suelo. Todo volvía a tener sentido en mi vida. Miles de imágenes pasaron durantes los breves segundos en la que mi vida acabó entre sus brazos…
Ahora lo entiendo todo. Ahora, desde éste lugar nuevo en donde habito sin ser vista entre ellos, puedo comprender que pasó...


Los veo llorando a los tres. Mama, papa y Fran. No era ningún desconocido, siempre habíamos estados juntos, desde el momento en que fuimos concebidos. Están alrededor de mi cuerpo, ahora ya recompuesto, tras el gran impacto de recibí al ser arrollada por el tren.
Hablan entre susurros pero puedo oírlos con claridad. El médico les había aconsejado hacía tres años, que poco a poco fueran introduciendo en mi vida a aquellas personas aquellos objetos que yo fuera recordando. Todo con lentitud para no causar más daño a mi cerebro. Poco a poco para que fuera recordando y consiguiera sin trauma alguno recuperar mi vida, mi memoria, mis momentos.

Fue por eso que Fran, no pudo trasladarse a la nueva casa que mis padres compraron al no recordar yo la antigua en donde había nacido. Fue por aquel motivo que tuvo que quedarse en ella con mi abuela. Nunca habíamos podido vivir el uno sin el otro y por eso él me espiaba, me buscaba entre la multitud siempre escondido, esperando que al verlo, algo se iluminara en mi mente y acabara por acordarme de él.

Mi padre se echaba las culpas de toda aquella lamentable situación. Si hubiera escuchado a mi madre no hubiera cogido el coche en aquellas condiciones tras la fiesta. No hubiera conducido en aquel estado con todos nosotros dentro. Hubiera parado en el stop y el cuatro por cuatro no nos habría arrollado. Yo no habría recibido el golpe en la cabeza ni habría sufrido de amnesia selectiva y ahora continuaría con vida al no tener que ir desesperadamente en busca de Fran para saber quien era.

Mi madre rota por dentro se lamentaba de no tener un carácter más fuerte. De haber cedido ante la insistencia de su marido en que si podía coger el vehículo para dormir tranquilamente en casa en vez de quedarse toda la noche en aquel cuchitril. De no haberme contado el porque de aquellas notas, de aquellos sueños, de mi dolor de cabeza, de todo…

Fran en silencio, me miraba. En su pensamiento tan solo había una pregunta. ¿Por qué no pude esperar a que recordara? Lloraba sin consuelo alguno.

Ninguno de ellos tenía la culpa de mi muerte excepto yo, pero jamás lo admitirían ninguno de los tres. Yo no debería haber corrido tras él. Durante toda mi vida me habían enseñado a ser prudente, consciente de mis actos, pero el amor y el deseo, la curiosidad y el ansia me habían vencido.

No, nadie excepto yo tenía la culpa de haberme enamorado de un supuesto extraño tras el que salí corriendo para saber más de él. Nadie era culpable de mi muerte. Nadie podía haber evitado el suceso porque algo dentro de mi me impulsaba a querer estar con él, con… Fran. Con mi propio hermano… Mi mellizo.

Y a pesar de ello…. A pesar de todo el sufrimiento y el dolor… La vida, para ellos, continúa.

2 comentarios:

  1. Interesante relato que mantiene su misterio hasta el final. Un buen ejemplo de una escritora en ciernes ;) Me ha gustado.

    Enrike

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