jueves, 15 de marzo de 2012

Hay muchos traseros que patear 16




(En este turno, entró un nuevo jugador. Llevará al marine Simo Kolkka, dando por supuesto que tras la explosión de la bomba quedó inconsciente y ahora recupera el conocimiento).


El coronel no aceptó las explicaciones ni motivos de Dillon y Rivers:

- Si pasa eso, Frost, sédalo. En cuanto a la escasez de aire, me doy cuenta de ello. De manera que ahorremos palabras.

Luego le agradeció el cumplido a Helen, que regresó a la cabina antes de que el coronel le recordase su función en la nave. Baltasar tomó un paquete de chicles de su bolsillo superior y se lo lanzó con desgana, aunque le mostró una sonrisa de complicidad. La piloto se sentó en su puesto con la goma de mascar entre sus dientes, convencida de que era el coronel. ¿Lo era? No tenía motivos para dudar. Lo mismo que no las tenía Rivers. Tomó asiento, pacífico, el niño bueno y práctico que aguardaba estoicamente la muerte o la victoria. El mismo tipo resolutivo que no dudó en emplear un Sadar para abrirse camino a través de la traición. Por eso seguramente seguía vivo tras tantos años de servicio. Otros no opinaban como él, Benley se lo recordó, como temía, malhumorado:

- ¿Bromeas, Rivers? Tal vez deberíamos atarte a ti también. Comprueba tus cierres, ese está desajustado.

La rampa de acceso se cerró con un chasquido metálico. Era el momento. Cuando el engranaje de prelanzamiento se activó la Cheyenne descendió a través de la primera compuerta abierta, Helen informó que los enganches primarios fueron liberados. Sin embargo los dos brazos que sostenían al transporte no se soltaron, parecían encallados. El coronel ordenó subir de nuevo, se cerró otra vez la compuerta en el suelo del hangar y Rivers, Carlo, Baltasar y el cabo Benley salieron, treparon al techo de la nave y tras cinco minutos de esfuerzos sudorosos pudieron soltar de forma manual los dos anclajes. De regreso al interior se situaron en sus respectivos lugares. Helen activó los motores inferiores, la nave se elevó un par de metros, volvió a bajar y se ajustó a las abrazaderas de lanzamiento debajo de las primeras compuertas.

-Condiciones de salto aseguradas –anunció Joe.

-Afirmativo. Adelante –sonó la voz clara y rotunda del coronel.

La compuerta no se aperturó. Las dos planchas permanecieron impasiblemente cerradas. El silencio impregnado de miedo, de frustración, de transpiración agotada se hizo dueño del interior de la Cheyenne, donde solo se escuchaba el latir de los corazones y las respiraciones desacompasadas. Para que se abriese la puerta exterior debía cerrarse la interior y alguien, como todos notaron, debería quedarse en el Independencia activando desde arriba, si era posible, los dos accesos. Miraron al coronel. Este abrió la boca, volvió a cerrarla. Todos querían vivir. ¿Un voluntario? El sargento se medio incorporó, en sus ojos se leía el sacrificio por su unidad.



Las dos cuadradas secciones de acero comenzaron a plegarse, de improviso. La misma pregunta en todos los corazones, ¿quién demonios lo hizo? ¿Quién quedaba con vida en el Independencia? Abajo, Helen vio un mundo tan negro como las paredes del infierno. Una oscuridad que los tragaría y devoraría. No era momento ya para dudar.

Coronel: No piense, piloto. Vamos.

Helen avisó de la maniobra de desenganche en diez segundos. A su señal…5…4…3…

Sandro: Están ustedes en el expreso hacia el Infierno – una sonrisa sarcástica-.

Baltasar: Salimos del Infierno, idiota.

Coronel: Silencio, muchachos.

El cabo Benley se puso justo ahora a disertar, absorto mirando al frente:

- Antimateria. La teoría especulativa menciona que puede trasladar objetos y organismos a otras dimensiones a través de una puerta, o portal, ínter dimensional. A otro Universo. También los científicos juegan con la posibilidad del espacio-tiempo, mediante un agujero de gusano. Hay quien dice que se crearía un agujero negro. Si esto fuese así, estamos jodidos, es imposible físicamente escapar de un agujero negro. No lo entiendo. La antimateria se destruye al contacto con la materia. Eso fue lo que sucedió con el Pegaso V… ¿Por qué seguimos vivos?

Anette: Eso suena como si estuviésemos haciendo historia, cabo. No te exprimas los sesos.

Coronel: No es momento, Benley.

Las abrazaderas se abrieron y la nave cayó con un brutal descenso. Los estómagos subieron al nivel de la garganta, y las piernas semejaron gelatina. Los oídos zumbaban, algunos apretaron las mandíbulas, la mayoría cerró los ojos y expulsó por la boca el aire contenido. Tras unos pocos segundos, el transporte se estabilizó pues no era un salto típico de entrada a un planeta. La nave pareció flotar, giró sobre sí misma, volvió a hacerlo otra vez más, se mantuvo. Helen y Joe dominaron las palancas y los controles.

Absolutas tinieblas tenebrosas. Como en el interior de una densa nube de negrura. No había nada para poder orientarse, el escáner y radares no ofrecían información alguna. La nave navegó en una profunda y densa oscuridad. Helen atisbó algo al frente. Un torbellino de negrura más oscuro todavía que cuanto le rodeaba. El vórtice de un torbellino. Menos mal que Dillon no podía ver el mundo que los circundaba. Joe informó de lo que acontecía, solicitaba instrucciones. Todos miraron al coronel, pendientes de su decisión:

Coronel: Ve hacia ese lugar, Helen. Tal vez sea la salida.

Anette se atrevió a replicar: ¿Y si nos dejamos llevar, coronel? Quiero decir, permanecer en…en donde sea que nos encontremos. Dejarnos arrastrar lo mismo que el Independencia. Aquí no hace tanto calor, tenemos aire de reserva.

Baltasar: Señor, es una posibilidad. Ese remolino nos engullirá. Tal vez sea el fin.

Sandro: ¿Y qué más da, Baltasar? ¿Ahora te meas en los pantalones? Estamos ya muertos, tío. Muere con valor. Jodido idiota.

Coronel: ¡Silencio, soldado! ¿Qué tenéis que decir los demás?



Jake Rivers


Lo sabía, antes o después iban a sugerir atarle. Mejor no responder. A Benley le ha faltado estómago para ser capaz de aceptar la situación tal cómo era. Pero ya está cansado de darle vueltas al mismo asunto. A los demás no les ha parecido bien, eso es todo. Si tenían tantas quejas podían habérselo impedido.

El coronel hace valer su opinión, es la ventaja de ser un oficial de alto rango. No amordazarán a Sandro, pero está dispuesto a sedarlo si es necesario. Sedarlo es gastar unos recursos que no les abundan. Si sobreviven a esto… no saben donde van a acabar, quizás en ninguna parte, pero podrían necesitar los medicamentos, gastarlos tontamente es mala idea. Claro que a Rivers se le ocurre otra forma de “sedarlo”. Generalmente lo diría en voz alta, hoy no están de buen humor. Ha bastado una pequeña explosión de antimateria para aterrorizarles a todos.

Habría sido muy bonito conseguir despegar a la primera, pero hoy no es su día de suerte. Se levanta de inmediato para soltar esos dos cierres rebeldes, está acostumbrado a hacer los trabajos pesados. –Ahora no te quejas de tenerme desatado, ¿verdad Benley? - Sigue siendo mal momento para las bromas, pero le parece que toda misión se hace menos dura si tratas de pensar en otra cosa. Espera que fuese el último impedimento, pronto será imposible volver a “salir” al Independencia. Es lo más parecido a un horno gigantesco que van a encontrar en sus vidas. Vuelve rápidamente a su asiento, asegura los cierres, y aguarda el despegue.

Nuevamente están a punto de quedarse encerrados. Quizás por primera vez en varias horas, todos tienen el mismo pensamiento. Alguien debe quedarse para abrir las puertas. El sargento se ofrece voluntario, incluso sin hablar. - De eso nada, te desmayarías y nos quedaríamos aquí encerrados - Ofrecerse él para abrirla no mejora demasiado su situación, pero a falta de alguien más dispuesto…

Cuando va a decirlo despegan, sin más. ¿Cómo se han abierto las puertas? El coronel no pregunta, es más, ni siquiera parece importarle. Bien pensado es la mejor política. No importa cómo, simplemente importa estar libres al fin.

El panorama de la libertad es bastante desolador. Se alegra de no tener una ventana cerca, resultaría deprimente ver un paisaje tan sobrio y monótono. Afortunadamente estas cosas quedan para los pilotos, no para los soldados de infantería. Él no puede hacer nada si no hay un blanco al que disparar, o eso creía, porque si puede hacer algo, escuchar las teorías de Benley.

 – Buen momento para una clase de física teórica - aunque tal vez sí lo sea. Una de las muchas cosas que ha dicho, es que quizás sea un agujero de gusano. En ese caso dejarse llevar podría conducirles hacia la salida. También ha dicho que puede ser un agujero negro, pero en ese caso están jodidos, no merecería la pena ni plantearse posibles soluciones.

El coronel propone ir hacia esa especie de torbellino.

– ¿La nave podría atravesarlo?- es la pregunta más relevante en este momento, porque si no va a poder tampoco tienen más opciones. –Yo también creo que deberíamos dejarnos llevar, supondría menos esfuerzo para la nave - lo que implica ahorrar combustible e incluso oxígeno – pero no soy precisamente un erudito. En este momento ambas opciones parecen igual de buenas - y de malas.



Simo Kolkka


Lo primero que recordaba era un fuerte golpe en la cabeza. Lo siguiente, nada. Y después, de repente, se vio inmerso en todo. Un calor asfixiante, intenso hasta el punto de que parecía que todo su cuerpo iba a derretirse como si fuera mantequilla encima de un fogón. Además, el aire parecía más viciado que de costumbre. Asimilado aquello, llegó el dolor de cabeza. Se concentraba especialmente en un lateral, justo al lado de la sien, pero se extendía, hasta el punto de hacerle difícil el pensar, en concentrarse en la situación en la que estaba. Se concedió unos segundos tumbado allí donde estuviese, y después se incorporó. La cabeza empezó a doler con más fuerza, amenazándolo con derribarlo y devolverlo al suelo. Consiguió sobreponerse. Miró a su alrededor, y vio todo destrozado. No conseguía identificar la fuente del infernal calor, a no ser que pudiese considerarse como tal a la propia nave.

Había que empezar a moverse. Habían sido atacados, o habían sufrido un accidente. Sería estar mejor preparado, por si se trataba de lo primero. En caso de no ir armado, buscaría algo de utilidad en las cercanías. Después, iría en dirección a su habitación, para coger sus bienes mas preciados *. Después, empezaría a andar por la nave, en busca de más supervivientes, o amenazas potenciales. Quizás solo había sobrevivido él, lo cual podría ser un problema. Pronto se dio cuenta de cuanto se equivocaba. Llegó al hangar, donde había una especie de reunión clandestina. Eran sus compañeros, y no se habían dignado a buscarle. No estaba sorprendido.

- Que demonios pasa aquí...- preguntó, sin demasiado entusiasmo.

Tardaron poco tiempo en ponerle al corriente, aunque se sentía bastante más cómodo antes de ser informado de que se encontraban en una especie de burbuja de algún tipo extraño de materia que recalentaba la nave mientras volvía locos a sus compañeros. Sus compañeros, que estaban armados, y que no destacaban en la mayoría de los casos por su capacidad para mantener el dedo alejado del gatillo. Quizás él mismo estaba "loco". Había una prueba irrefutable de que no era así: no estaban todos muertos todavía. La parte del motín resultó algo más divertida. Nunca había pensado que Linch y compañía tuvieran tantas agallas. La parte donde Rivers disparaba el SADAR tuvo menos gracia.

- Rivers.- se aseguró se captar bien su atención.- ¿Tu eres idiota?- estaba seguro de no ser el primero en preguntarselo, con verdadero interés, a juzgar por el tono con el que le contaron la historia los demás.- Es un milagro que acertaras la posición con la que se agarra ese arma... Maldito loco.- por lo visto se había convertido en su mote oficial.

Iba a sentarse en algún lado, para observar como sus queridos compañeros decidían que hacer a partir de entonces, cuando apareció el coronel. No le había costado mucho hacerse a la idea de que el bueno del coronel Nenson había muerto, así que verlo caminar fue una experiencia turbadora. En cuanto se le puso al día, volvió a tomar la palabra:


- Ya van dos a los que habíais dejado atrás. ¿Estáis seguros de que habéis sido capaces de asegurar nuestra propia nave?

No pudo callarse un nuevo comentario cuando vio al bastardo de Sandro.

- Señor, permiso para disparar a este traidor...- lo dijo con desgana, mientras se abrochaba las correas de seguridad.

Tras unos cuantos problemas técnicos rutinarios, emprendieron el vuelo, y se alejaron del Independencia. Más problemas no se hicieron de rogar. Y el coronel les pidió consejo. Ahora el cuerpo de marines coloniales era una democracia. Fabuloso.

- Quizás ese de ahí tenga razón. We´re on the highway to hell.- no dijo nada mas.

No stop signs, speedin' limit
Nobody's gonna slow me down



Dillon Frost


-Ya está sedado, coronel. Y no sirve de nada.-Cerró Dillon la conversación. Helen saludó al coronel y se puso a los mandos. No tardarían en marcharse. Allí detrás dejaban el Independecia. Su hogar, su cuartel general. Destrozado, hendido, azotado por una enfermedad de llamas y hielo que no había podido extirpar. "Adiós, amigo. Viajamos a las tinieblas". Intentó pensar en algo que no fuese lo que les deparaba allá afuera. No podría verlo desde el interior de la Cheyenne, ¿Y como se ve la oscuridad?, pero podía sentirla, allá afuera, acechando, como una extraña bestia que ansiaba saltar sobre ellos.

Soltaron los anclajes. El coronel dio la orden. No podía salir. Alguien tenía que quedarse atrás a controlar el sistema de apertura de las puertas. Pero ¿Quién? Un mártir, un sacrificio. Nadie hizo ninguna pregunta, pero en los ojos del sargento se vio una respuesta queda. ¿Se iba a sacrificar por todos ellos? Si Linch había desertado, aquel hombre era la cara opuesta. O puede que fuese su particular locura. Allí cada uno la llevaba como podía. ¿Le dejarían hacerlo? O él o todos. Seguía sin ser justo. Pensó en decir algo. De pronto las puertas se abrieron.

-¿Pero qué...?-El coronel dio una orden.- ¿Quién...?-No quedaba nadie con vida. Nadie. ¿Quién había abierto las puertas? ¿Quién...o qué?-Fantasmas...esa nave estaba llena de fantasmas.-Seguro que oír esas palabras alegraba a sus compañeros.
Se descolgaron. Sandro rió como una hiena. Así es como sonaba la oscuridad. Baltasar le corrigió. Él cerró los ojos. Benley tenía una teoría. Demasiada ciencia, demasiados hechos. ¿Seguían vivos? ¿Y si estaban muertos pero en realidad no lo sabían? ¿Y si ese sitio era en verdad el Infierno? Dillon no era hombre de ciencia. Se basaba más en su instinto y en su espíritu.

-Deberíamos estar muerto. ¿Es lo que dices Benley? La ciencia falla a veces. Lo he visto. Hombres que agonizan, sin salvación, reviven como por milagro. Soldados cansados que no pueden ni con su alma consiguen cargar con un compañero herido durante kilómetros. A veces es la propia condición humana quien obra así, en otras ocasiones no está tan claro. La ciencia y lo místico se funden aquí. No fui muy bueno en física y lo único que sé de antimateria es lo que leí en los comics de sci-fi.-Todo un médico; bien instruido con dosis de Rock and Roll, películas en blanco y negro y comics viejos.-Creo que estamos atrapados. Casi puedo oír respirar al manto negro que nos espera ahí afuera...-Podía equivocarse, claro. Pero entonces sería solo un loco. De acertar, al menos sus compañeros estarían sobre aviso.

-Buenos días Bella Durmiente.-Saludó a Kolkka.-Si te pasas toda la misión durmiendo no cobrarás lo mismo al final.-Bromeaba, aunque sin humor, seco. Como siempre. Se tomó unos momentos para examinarlo con su ordenador de mano.-Si, todo parece seguir bien ahí adentro.-Le palmeó el hombro con fuerza. Otros le explicaron la situación. Sonrió cuando llamó a Rivers idiota. Loco era una palabra que se estaba usando demasiado en aquella misión. No convenía caldear el ambiente. No en un espacio tan reducido. Se alegraba de que Kolkka estuviese de vuelta.

Navegaron como almas perdidas por el río Styx. Sin rumbo, sin puntos de localización, mapas o estrellas por las que guiarse. Tenían buenos pilotos pero ¿De que servían cuando no había hacia donde dirigirse? La pesadilla del piloto, no encontrar un sitio donde aterrizar. No le gustó. Tampoco como Joe les informaba de lo que estaba pasando. Un torbellino. Anette sugirió que se dejasen arrastrar. Algo tiraba del Independencia. A él no le había parecido una fuerza benévola. Desde su estrecho punto de vista eran las mismas energías que habían puesto patas arriba la nave, acosándola con frío y calor al mismo tiempo. El torbellino estaba bien. Además la razón le decía que no podía hacer caso a la sensatez de Rivers. Claro que, aunque alocado, sus acciones siempre conseguían resultados. Pensaba poco, actuaba, por eso seguía vivo. Él era más metódico. Por eso tardó un poco más en responder.

-Ya sabemos lo que nos espera atrás. No sabemos que hay dentro del torbellino. Dicen que cuando un huracán te azota solo hay un lugar seguro. En su ojo. Pero que es difícil mantenerse allí.-Se encogió de hombros.-Tengo que operar a Miguel.-Se pondría a ello. Pediría ayuda, alguien con el pulso firme, quizás Kolkka. Era tirador, su mano no temblaría.

Antes de empezar, echaría un vistazo a los demás pacientes. Solo para asegurarse de que podrían mantenerse en su estado óptimo mientras él operaba a Miguel. El torbellino y las fuerzas de succión quedaron relegados a un segundo plano. No dejaría que la situación le turbase. Ayudaría a Miguel y luego ya vería en que agujero se habían mentido. Cada vez más profundo, cada vez más hondo...



Helen


El coronel preguntaba que opinábamos los demás. Ir al torbellino o evitarlo. Era una decisión a cara o cruz con 50% de posibilidades cada una. Ghost recordó las leyendas que se contaban en Texas sobre avionetas que iban a las Bermudas y les sucedían cosas extrañas totalmente fuera de toda lógica y control humanos. Aviones que llegaban al destino antes incluso de haber salido o que llegaban decenas de años después. Albert Einstein investigó sobre ello descubriendo que se trataba de campos magnéticos. Se pregunto de qué estaría hecho el torbellino que tenia delante. ¿Era realmente antimateria?


Frost había anunciado que se disponía a operar a Miguel. Mientras tanto, los demás opinaban. Cuando le llego el turno a ella, tardo un segundo en responder.

- No lo sé coronel. No tenemos ningún indicio real de como funciona la antimateria, salvo quizás los efectos destructivos de la bomba de los que todos hemos sido testigos de un modo u otro. Claro que, de ser cierto lo que Benley dice, yo iría al torbellino sin dudar. Haré girar la nave lentamente para que puedan ver todos, el torbellino a través de las ventanillas.

- Bienvenido al purgatorio Sr. Kolkka. Espero que sus sueños hayan sido más placenteros que lo que hemos vivido los demás. 

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