jueves, 29 de marzo de 2012

Hay muchos traseros que patear 24


La tensión en el seno del grupo aumentaba. Hombres y mujeres preparados para situaciones límite se veían en una tesitura decisiva para sus vidas. Era lógico que las desavenencias, los distintos puntos de vista y críticas salieran a flote. Algunos trataban de mantenerse firmes. Otros estaban perdiendo el norte. Para algunos hasta resultaba estimulante la situación. Helen y Simo entraron en confrontación dialéctica, a Carlo le debía empezar a afectar el calor; Rivers miró atento a Viviana y su instrumental. El aire era tan seco que casi parecía papel de lija. Dillon aguardaba, sereno y profundo como siempre.

- Me dais dolor de cabeza, compañeros. Ahorrad saliva – dijo Sandro distraídamente.

- Vamos, Simo. No te ha pegado un tiro en todo este tiempo juntos. Si bien eso no significa que no lo llegue a hacer, tampoco hace prever lo contrario – apuntó Benley.

Entonces Helen ofreció su vida artificial y su arma a disposición del sargento. Sus circuitos seguían una directriz lógica de pensamiento, y este era que o acabarían destruyéndola o se matarían entre sí si continuaban las discrepancias y disensiones, no solo por el hecho de que era una sintética sino por el propósito de su presencia aquí. Guardaron silencio los demás. Simo fue el primero en rechazar la idea.

Sargento: - Guarda esa pistola, soldado Helen. O yo mismo te patearé el culo y te la meteré por donde ya sabes. Basta de estupideces. No quiero escuchar una palabra más del asunto. Es una orden. ¿Primero nos deshacemos de ti, Helen? ¿Y luego? ¿Jane…Joe…Yo mismo? Demostrad lo que sois, quienes sois. Unos malditos hijos de puta. Sabéis lo que ocurrirá si os rendís. Ninguna oportunidad. Me conocéis, y penséis lo que penséis de mí, sabéis que no os mentiré. Tenéis miedo y entiendo que algunos estéis al borde de la desesperación. Os he oído hablar junto a las hogueras, preguntándoos la razón para seguir…por la esperanza de vida en un mundo seco y áspero como este. Yo os digo que tengáis fe. Haced de Dios vuestra razón para continuar y de la Fe una razón para vivir. *

Luego ordenó continuar en paralelo al abismo de la inmensa grieta, en dirección al este, hacia las montañas, que era el camino que había seguido en su día el río, conforme a las huellas grabadas en el terreno de las paredes del barranco. El combustible se agotó a los cuarenta kilómetros, cargaron con el equipo mínimo indispensable y paso a paso, siguieron andando, obligándose a mover sus piernas más allá del agotamiento físico y psíquico. No menos de treinta kilos llevaba a cuestas cada uno, a excepción de Joe y por supuesto Jane. En ocasiones habían soportado marchas largas con cincuenta kilos.

El más alegre, o menos pesimista era Sandro, tarareando obscenas canciones de campamento, combinándolas con las típicas que aprendías cuando entrabas al servicio:

- ¡Quién arrancará la cola al diablo! ¡Un marine! ¡Quien pateará a los rebeldes! ¡Un marine! ¡Besadme el culo y cantad conmigo! ¡¡Amén!! ¡Venga! ¿Cuál es nuestro dicho? “No hay misión demasiado peligrosa”.




Transcurrieron tres días más. El cauce del río se estrechaba algunos kilómetros o de pronto se ensanchaba. Torcía a derecha e izquierda, y la yerma llanura era interminable. Las noches frías, los días más que calurosos. Las piernas gritaban basta. Los estómagos rugían hambrientos. Jane no podía más y fue transportada por turnos por los demás. La fiebre de Joe no menguaba. Las conversaciones cesaron paulatinamente.

Cada noche, cada día, el sargento se esforzaba por mantener los ánimos y esperanzas.

Al día siguiente, cuando tan solo restaban unos sorbos de agua, cuando la luminosidad y el calor eran las más intensas del día, los prismáticos mostraron algo al este. Imposible. Lo que parecía que era no entraba en la razón natural de las cosas, en el orden establecido de las leyes de la naturaleza. Al menos las que conocía el hombre. Avanzaron, resecas las gargantas. Llegaron a menos de cincuenta metros de aquello. Se detuvieron. Joe echó a correr hacia él. Gritando con la alegría del enajenado que se entrega a su desvarío o la locura del desesperado que encuentra la tierra prometida. El sargento y Benley le llamaron, le lanzaron órdenes que no obedeció, que se detuviera.

Delante, el Independencia se alzaba en toda su majestuosidad y envergadura, con algunas secciones medio enterradas, el casco agrietado aquí y allá, metales ennegrecidos y dolorosamente brillantes, igual que un espejismo mentiroso para zarandear con burla insidiosa unas mentes ya castigadas por el desaliento y la certeza de una muerte próxima horrible e inhumana.

El Independencia.


Joe se encontraba a unos pocos pasos de él, cuando fue tragado por un velo invisible y desapareció de la vista de la diezmada compañía. Antes de esto, el equipo de comunicaciones de Helen se puso en marcha él solo, ruidos de estática, fragmentos de una voz femenina desconocida, hablaba en vuestro idioma pero no se comprendía lo que decía. Se quedaron sin habla casi todos. El sargento reaccionó:

- Helen, trate de comunicarse y aclarar que es eso. Ayúdala, Viviana.

- Pregúntale si tienen una cerveza – intervino Sandro.

Kaplizki miró al Independencia, la incredulidad cincelada en su reseca piel de un rostro harto fatigado.


OFF

* Esto lo he sacado de “Solo un peregrino”



Helen



Después del discurso de Simo, Helen llego a una conclusión lógica uniendo todo lo que él mismo había dicho; Simo Kolkka era otro sintético. Aunque no habría modo de comprobarlo hasta que estuviera a punto de morir, ya que en su propia programación lo negaría hasta la muerte. No tenía más que discutir con él tras esa sospecha tan irrefutable.

Se mantuvo en silencio todo el tiempo. En ese planeta sin nombre no había nada que no fuera hostil. Y la carencia de todo amenazaba con que tendría que subsistir con lo que tenía por un periodo indefinido. Había que ahorrar energía, o como decía Sandro... saliva.

Se ofreció la primera en transportar a Jane. Y calculo que de no suceder otra anomalía, Joe seria el próximo en morir y Dillon lo lloraría de nuevo, como de costumbre.

Y la anomalía sucedió. La nave Independencia estaba delante de ellos, semi-enterrada, como un recuerdo de una larga pesadilla vívida y real. Parecía llevar ahí días, ya que no habían oído el enorme estruendo y ninguna nube de polvo que debiera haber producido al colisionar con la tierra. "Esa nave no debería estar aquí" se decía a si misma mientras todavía tenia la boca abierta y la vista fija en esa creación de pesadilla. Una voz que al principio pensó era su conciencia la despertó del shock, trayéndola a la realidad y sacándola de los gritos, el calor y fríos intensos y el recuerdo de como una viga salía del panel de control atravesándole su propia rodilla.

Se dio cuenta que la voz procedía de la radio de campaña que llevaba a su espalda. Era parte del equipo que pensaba no tendría ocasión de usar. Había una forma de vida dentro de la nave Independencia. Y sus subrutinas emocionales le hicieron saborear el miedo. Utilizo la lógica, sabía que no había razón para sentir miedo. Era una maquina según Simo, y las maquinas no sienten decía él. Sin embargo su piel sintética sudaba profusamente y su corazón artificial movía su sangre como si estaría en plena maratón. Por no mencionar que sus piernas se negaban en redondo a acercarse un metro más a la nave. No, eso no la ayudaba en lo más mínimo. Tenia que pensar en otra cosa... algo que la ayudara a mover un pie y luego otro, algo que la sacara de esa parálisis extraña. Recordó al coronel, recordó las palabras del sargento; ¿Quienes somos? ¡Somos marines, lo más duro del universo! Recordó que había sonado la radio, y el sargento le ordenó que tratara de comunicarse junto con Viviana.

- Aquí Helen del grupo Sigma 5 de la Tierra. ¿Quien hay al otro lado? ¡Identifíquese por favor! Corto.

Notó la boca reseca de no haber bebido nada desde hacia horas.

- Somos soldados, podemos rescatarla. ¿Dónde se encuentra?

La pregunta era una perogrullada puesto que sabía que procedía de la nave Independencia. El siguiente paso lógico era volver a explorar la enorme nave.

- Sargento, no contesta o resulta ininteligible lo que dice. Creo que en esta ocasión deberíamos hacer caso a Simo y desplegarnos en parejas buscando a quien sea esta ahí dentro. Por otro lado, ahora tenemos algo más que horas para hacer volar esa chatarra. Siempre que no nos molesten hormigas o mosquitos, claro. Así que habría que asegurarse de que los motores y la computadora pueden volver a la vida.




Dillon Frost


Las palabras de Balsani no le agradaron. De todos los allí presentes él parecía ser el único que demostraba que sus compañeros caídos serían recordados con dolor y pesar. Intentaba sobreponerse a ese dolor. Hasta el momento las muertes de sus camaradas no le habían hecho dudar como soldado o médico. Había estado ahí todas las veces que se le había necesitado. La sombra de la pérdida seguía rondando su cabeza, no obstante esta no afectaba a sus acciones. Así que ¿Que narices estaba diciendo ese pobre diablo? La conciencia de Dillon se hundió un poco más en su mente y su oscura mirada taladró a su compañero. No merecía la pena. Mantendría la calma. Siempre la mantenía. Pero que le dijesen que era una niñita exploradora...había dado lo mejor de si mismo. Intentaba mantener una moral. Había ánimo en sus palabras y esperanza en sus labios. Los músculos de sus brazos se tensaron. Él también tenía un límite. Igual que una cuerda que se tensa demasiado se puede romper, él también podía caer...estallaría de esa manera o dispararía un misil, quien sabe. Quizás algo peor. No, eso jamás le pasaría a él. Demasiado sombrío, demasiado calmado, como un yacimiento oculto de petróleo. Nada podía dañar su mente. "Deja de hundirte en tu miseria"...Apretó los dientes, cerró los puños. Era igual que observar a un gallo de pelea erguido sobre sus espolones. Lo dejó, se controló. Siempre era así.

-Al menos si se me acaban los tranquilizantes podemos calmarnos un poco usando al soldado Balsani como saco de boxeo.-Escupió al suelo. No escuchó nada más. Se alejó un poco de todos. Helen y Simo discutían. Helen no pretendía ser un problema. Resultaba serlo. No era culpa suya. Pensó si su vida valía tanto como la de los demás. De tener que elegir entre Helen y Simo, por ejemplo....Esperaba no verse nunca en una situación así. Debía salvarlos a todos. No era su guardián, no era mejor que ellos ni tampoco estaba mejor preparado. Solo era un médico, un guerrero, perdido en medio de ninguna parte buscando algo que puede que ni existiese.
Vio la reacción de Helen. Quería que le pegasen un tiro allí mismo. Genial, fantástico...solo que aquel sacrificio carecía de importancia porque cualquiera de sus compañeros preferiría morir antes que matar a uno de los suyos. Máquinas, mujeres, marines...incomprensible.

Siguieron juntos. Bien. Tuvo la sensación de que era una de las pocas decisiones que habían sido tomadas de forma inteligente. Las demás era evidente que habían sido una mierda. No había nada más que ver el lugar en el que se encontraban. Siguieron hasta que el combustible se agotó. Cogieron lo imprescindible. La vieja Bettsy no debía pesar mucho con el tanque de combustible a medio llenar. Se la echó al hombro. Eso le reconfortó. Revisó su instrumental médico, el rifle y la pistola.

-Listo para un paseo por el Infierno.-Se acercó varias veces a Jane para preguntar sobre su estado. La animó. Igual que a Joe. Con este era más difícil.-Encontraremos una manera de solucionar lo de tu brazo cuando salgamos de esta. Las prótesis cibernéticas entran dentro del seguro.-Por lo demás, caminó solo, a un lado, siempre vigilante. Ahora mismo no quería mezclase con sus compañeros más de lo necesario. Necesitaba descansar de ellos. Eran la pandilla de cabrones más insoportable que había conocido. Eran su familia.
Sandró cantó. Eso mejoró su humor. "Si sigue así no tendremos que esforzarnos en buscar agua. Lloverá". Pero el clima era demasiado seco. No había humedad en el ambiente. Una vez había conocido a un zahorí que podía encontrar lagos subterráneos solo con un palo. ¿Qué le había pasado?¿Se había quedado en Vigoon-7 o le habían volado la cabeza durante la guerra de los Zar? Demasiado tiempo en la compañía. Estaba acostumbrado a al cansancio, al dolor, a la pérdida, la muerte rondándoles. Se unió a Sandro por inercia. Su voz no era melódica. Era igual que tocar un violín con el cuchillo de combate. Si escucharles cantar a los dos no desmoralizaba a los muchachos nada podría, ni siquiera esa tierra estéril.

Los días caen, las noches son abatidas. ¿Qué les deparaba el mañana? Cesaron las conversaciones. Solo habló en una ocasión. Todos estaban acostumbrados a su actitud reservada y taciturna. Él no se acostumbró al silencio de los demás.
-Una vez me encontré en una situación peor. Mucho peor.-Aún lo recordaba en sus peores noches. Dientes que contenían más dientes. Una boca dentro de otra boca. Había más horror en el universo que la que les ofrecía aquel lugar.
No pasó nada. Al cuarto día vieron el Independencia. "Estoy loco", pensó. Los demás también lo veían. "Una alucinación de grupo". Helen, también lo veía. Era real. REAL. Aquella palabra le sacudió el rostro como una bofetada. ¿Qué lógica tenía aquello? ¿Pero el Independencia no había sido...? Buscó una explicación. La ciencia, no lo entendía, la lógica, no le servía. ¿Qué era aquello?¿Algo real?¿Un delirio colectivo? Joe no se contuvo. Corrió hacia la nave y desapareció. "Tendré que empezar a atar a mis pacientes con una correa". En aquella extraña situación solo se le ocurrió decir algo.
-Ahí tiene su fe, Sargento.-No era hombre para las palabras. Helen intentaría contactar con los de la nave.-No les digas...-Intentó decir. Ella ya se había adelantado.-...quienes somos.-¿Por qué había dicho aquello? No había nada de malo en que Helen se identificase. ¿No? No, salvo que en esa nave hubiese algo que escapase de toda comprensión. Fantasmas, reflejos, espectros. Su mente vagaba de un lado a otro entre el mito y la ciencia. Había visto cosas que pensó que no existirían. ¿Qué habría en el interior de esa nave?¿Otro pilar de la lógica que se viene abajo?

Analizó la situación. Joe estaba dentro. Afuera solo había sed, hambre, muerte. Tenían que entrar.

-Alguien debería ir a por Joe.-Ya se estaba movilizando.-Necesitamos nuestra nave. Si esperamos, si nos quedamos, si observamos...nos moriremos de sed, nos cansaremos más.-Se detuvo antes de empezar a correr. Protocolo.-¿Sargento?¿Qué le parece? Tengo un paciente que encontrar.-No podía dejar que le hiciesen más daño a Joe. Aunque en el fondo de su alma lo que quería hacer era adentrarse en aquel misterio y desvelarlo o terminar de volverse loco.
Tendría listo el lanzallamas. Se acercaría a la nave con cautela, igual que si intentase abordar una nave enemiga. Estaría atento, sería cauto. No quería freír a los que estuviesen dentro si estos no eran hostiles. Si veía a alguien le diría "Venimos en son de paz". Una frase genial. Solo faltaba que le creyesen. Entraría en el Independencia por una de las escotillas y luego...la razón y el alivio o la locura y la oscuridad.

*Dillon esperará la respuesta del sargento. Si este da el visto bueno, avanza. Sino lo hace pero algunos de sus compañeros le apoyan en su decisión de entrar cuanto antes en la nave del misterio, avanzará igual. Si nadie le apoya...o, vamos, ¿nadie quiere ver lo que nos espera dentro?...xd




CARLO BALSANI


Las miradas de desapropiación de sus comentarios eran obvias, se las esperaba. Quien era él para decirles como actuar, ya eran mayorcitos y tenían sus propios pensamientos. Tres días de sol candente, arena hasta por debajo de la lengua, y la maldita incertidumbre de saber qué les deparaba el futuro. Recordaba que los nómadas del desierto usaban una técnica para poder mantener la hidratación de la piel, usar tres prendas para conservar la humedad circulando por el cuerpo, pero de qué serviría eso ahora con casi 40 kilos de equipo a las espaldas y sin agua suficiente para sobrevivir.

"Saldremos de esta tengo que volver a verlas aunque sea una ultima vez, tengo que hacerlo por ellas"  -se dijo, recordando a sus hijitas.

Las noches eran un verdadero glacial y los días un infierno. Al cuarto día se aparece una alucinación que todos creemos al principio que es, pero al hacer la observación Helen descubrimos que el Independencia es tan real como nosotros. ¿Que diablos es esto, un juego de muy mal gusto, o solo una ironía del destino?

- Sargento, tendremos que explorar la nave. Tal vez haya algunos bichos dentro que tengamos que sacar para poder investigar con toda calma. Pido su permiso para poder entrar en reconocimiento, Señor"



Anexo


Sin lugar a dudas, la comunicación se trataba de ondas hertzianas, radio. Helen y Viviana trataron de eliminar interferencias pero la estática era horrible y los chasquidos constantes. La marine artificial supuso que procedía del interior del Independencia y añadió algo más sobre las computadoras y motores. Optimista.

El mensaje que se recibía parecía un pulsar, una emisión constante y repetitiva, solo era inteligible lo siguiente de una repetición a otra: “ Laboratorio…Refugiados…Mineras…terrible…epide…infección…Evacuación…”.


Dillon y Carlo se ofrecieron voluntarios. La respuesta del sargento, que no apartaba los ojos de la nave, fue rápida:

- La opción no parece otra verdad? Necesito dos voluntarios, pero no serás tú uno de ellos, Dillon. No por ahora. Ni tú, Carlo. Creo que el calor no te sienta bien, hijo. Échale un vistazo, Frost.


El sargento se giró y miró al médico. Sabía que a Dillon le había sentado como una patada en cierto sitio los comentarios de Carlo. Miró al hombre de color como diciendo “ no me causes más problemas, chico, tengo suficientes”.

- Que entre la maldita androide – propuso Anette, mordiendo cada palabra.

El sargento la fulminó con la mirada. Anette murmuró un quedo “perdón, señor”.

Benley:- Cierra tu puta boca, Anette.


Sargento:- Creí que estaba zanjado este tema, soldado.


Anette:- No se repetirá, señor. Pero no me pida que tenga tratos con eso. Es repulsiva.

Sargento: Entonces ni una palabra más. Helen permanecerá aquí también, mientras esperamos.





Dillon Frost


Las palabras captadas por la radio le sonaban a deja-vu. No quería pensar en eso. Solo entrar y ver. Correr el riesgo. ¿Por qué no? Joe estaba adentro. Mejor morir buscando una respuesta que esperar fuera a que aquella tierra inhóspita acabase con él. El sargento se negó. Pensó en desobedecer, en saltarse las normas como Rivers. No era Rivers. Asintió.

-Como quiera, señor.-No era la fórmula más adecuada pero dejaba claro que aún seguía siendo militar. El sargento le miró de forma inquisitiva. Siempre había sido así. A pesar de su aspecto y su comportamiento extraño no era un sádico ni un loco por completo. Se acercó a Carlo para "examinarle". Esperó un momento al ver como su compañero contemplaba un relicario. Claro, tenía familia. Dillon sabía lo importante que era eso. O lo supo hace tiempo. Los marines eran su familia. Eso estaba bien hasta que llegaban los días de permiso. Carlo tenía una familia de verdad. Él siempre se quedaba en el cuartel.
-Volverás a verlas.-Empezó diciendo. Buscó entre sus cosas y sacó una de sus cantimploras repletas de un licor bastante fuerte que, según algunos, había confeccionado con queroseno, pólvora y vodka.-Brindo por eso.-Dio un trago corto. Luego le ofreció a Carlo.-Por la supervivencia...-Esperaba que aceptase. Sacó también dos cigarrillos, le tendió uno a Carlo, los prendió con su encendedor.-Saldremos volando en ese viejo cacharro tarde o temprano. Ya lo verás. Aunque me pregunto como es que hemos tenido tanta "suerte" de toparnos con él cuando este maldito planeta debe de tener un tamaño considerable...-Cogió los binoculares y observó.





Helen



Cuando Helen había calculado que no se produciría cambio alguno con la comunicación, se oyó un mensaje más inteligible;

"Laboratorio…Refugiados…Mineras…terrible…epide…infección…Evacuación…”.

Como una losa de lapida que le cayera encima la sencilla relación, unida a los recuerdos vividos en la nave la dejaron de nuevo petrificada. El sargento pidió dos voluntarios y Anette sugirió con todo su cariño que fuera "la androide". A punto estuvo de ir y tirarle de los pelos, pero aun le duraba el shock y una parte de ella dio gracias por ello.

Como era de esperar, Dillon se ofreció voluntario. Y como era de esperar el sargento la rechazo. También era de esperar que el sargento siguiera desconfiando de ella, y también la descarto como voluntaria diciéndole;
- ...Helen restará aquí también, mientras esperamos.


Sucedió una lucha interna dentro de la piloto. Helen no quería esperar, y Ghost no quería desobedecer ni crear problemas ofreciéndose. Lo lógico habría sido que mientras esa lucha interna sucedía, saliesen los dos voluntarios acabando su problema. Sin embargo en esa ocasión, Ghost cedió y Helen hablo:

- Creo, señor, que habiendo una infección ahí dentro, lo lógico y practico seria enviarme a mi. Desconozco como me pueden afectar la posible infección si la hubiera. Pero desde luego, los virus orgánicos veo complicado que me afecten. Por el bien del grupo, creo que yo soy la persona perfecta para entrar ahí dentro.

Estuvo pensado en sugerir al otro voluntario, pero eso a buen seguro habría sido una manera de acrecentar la desconfianza del sargento, así que mantuvo la boca cerrada.



Jake Rivers


Siguen avanzando y avanzando. El demente de Sandro empieza a cansar, era más o menos previsible, pero es más raro ver a Dillon hacerlo también. –Perfecto, ahora somos exploradoras vendiendo galletitas- piensa mientras sigue avanzando. Al cabo de un rato ya no le parece tan mala idea, evidentemente no va a acompañarles, pero escucharles hace que piense en lo mal que cantan en lugar de en lo jodidos que están.

Él se entretiene revisando el rifle una y otra vez. Sabe que siempre va a estar bien, pero es un pasatiempo bastante sencillo y laborioso. Quizás ponga un poco nerviosos a los demás… mientras no se quejen no habrá problemas.

Cada paso que dan puede estarles acercando más a la muerte, eso es evidente. Si muriesen ahora… todos estos meses, años incluso, habrían sido completamente inútiles. Para el cuerpo de marines no, claro está. Ellos han cumplido cada miserable misión que se las ha asignado hasta hoy mientras sus compañeros morían. Alguien debería poder regresar a casa, al menos para poder decir que la compañía Sigma 5 existió, algo más que alguna anotación estúpida en una estúpida base de datos del estúpido cuerpo de marines.
Además, se propuso dar con los bastardos que ayudaron a construir esa bomba. Si lo consigue van a desear haber acabado aquí, porque va a hacerles suplicar la muerte antes de concedérsela. Al menos ese es el plan. La realidad podría ser bien distinta. Sin agua morirán todos. Se pregunta si Ghost también morirá, o si lo hará al mismo tiempo. Supone que tardará bastante más. No sirve de mucho consuelo.

Dillon afirma haberse visto en una situación mucho peor que esta. –Claro que si. Somos marines, esto es solo un paseo por una roca desierta. Nos hemos visto en situaciones peores - Admitir que probablemente morirán todos por inanición es algo que Rivers jamás va a hacer. Mientras sigan vivos no le parecerá la peor situación posible. Hoy por hoy eso es todo lo que necesita saber.

Tras una larga caminata aparece allí la nave, la independencia –La jodida independencia- piensa mientras la observa, quizás boquiabierto. No puede ser, fueron en direcciones opuestas, la nave no pudo caer aquí sin más. Sin embargo la está viendo, y no es el único. Todo esto es demasiado raro, debe haber una buena explicación científica. No le importa, si sobreviven ya buscarán a alguien para que se la de. Lamentablemente Joe es el primero en reaccionar… y en desparecer. Eso ha sido demasiado raro. Dillon solicita permiso para ir de inmediato mientras Helen intenta comunicarse. Pero ¿comunicarse con quien?, ellos son la tripulación de la nave y no están dentro. Aún así alguien, o algo (una grabación) responde. También responde el sargento negando la petición de Frost.

-Yo iré. No soy médico ni estoy loco… al menos no por los efectos del sol- Revisa el rifle una vez más – Y quien sabe, quizás pueda llegar al arsenal una vez más - dibuja una sonrisa de oreja a oreja en el rostro. –¿Alguien más se apunta?-

Sea quien sea, o si no hay nadie, avanzará tan precavido como siempre. Moviendo cabeza y brazos a la vez para mirar siempre hacia donde apunta y buscando los mejores sitios posibles para no ser atacado con facilidad. No debe quedar nadie allí dentro, pero la transmisión de radio es tan real como la propia nave, alguien debió activarla.



Simo Kolkka


Benley zanjó la discusión rápidamente. Aquel debate no sería bienvenido de ahora en adelante. No entendía por que el oficial al mando ni siquiera preguntaba a la sintética de quien recibía órdenes. O tenía por seguro que estaría programada también para mentir sobre eso, o ya sabía quien pagaba al geek de turno. Frustrante. Al menos para eso estaba entrenado. Su plan fue descartado, y empezaron la marcha por el desierto.

- Como la caminata dure 40 años, lo cosa se va a poner fea...- hizo una pausa.- Me estaba preguntando... Helen, ¿traéis de serie opción para sacar una sombrilla de la cabeza, o algo por el estilo? No creo que hubiera mejor momento para usarlo. Perdón señor.- dijo antes de que Benley lo reprendiera.

Fueron sus últimos comentarios por el momento, a no ser que algún compañero quisiera entablar una amena conversación. Había que conservar fuerzas. Se preguntaba cuanto aguantaría caminando con el cansancio acumulado hasta entonces, el hambre y la sed. O lo que era mejor, cuanto aguantarían sus compañeros. Y al tercer día, a la unidad le tocó premio. Un premio hecho por alguien con un sentido del humor bastante macabro. Pero premio, al fin y al cabo. Joe optó por lanzarse como loco. El resto esperó. Perdieron de vista al marine, y recibieron una transmisión.

- Como esté en francés, y el mensaje se repita todo el rato, pienso azuzar a Rivers para que use el SADAR.

La sintética tardó poco en identificar al grupo, y en suplicar. Además invocó su plan. En aquel momento era una buena opción, que habría resultado errónea. Ahora no entraba siquiera en la categoría de plan, pero lo pasó por alto. Se sentía un poco incómodo al estar delante de sitios desconocidos con cobertura para albergar a 10 veces más francotiradores de los necesarios para matarles a todos antes de que escucharan el primer disparo.

- Espera Helen. Aprovecha a decir las coordenadas donde estamos, tomando como referencia su nave. Así podrían dispararnos sin tener que abrir los ojos. No es cuestión de andar molestando a la gente.

El sargento pidió voluntarios, y después de que excluyeran a tarados, sanitarios y freidoras, quedaron pocas opciones, a parte de Rivers.

- Me apunto. Me perdí la primera excursión. No quiero que vuelva a pasar. ¿Te importa hacer de guía?

Simo echaría un vistazo con la mira telescópica para ver los alrededores antes de empezar a moverse. Después, seguiría a Jake, dos metros por detrás de él. Iría con el M42A automático. Sería gracioso disparar la escopeta teniendo delante a su compañero, pero era una diversión que prefería reservarse para otro momento.

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