viernes, 2 de marzo de 2012

Hay muchos traseros que patear 6-7


Antimateria


6


La lanzadera con Helen, Carlo, Azul, Serena y los seis pasajeros rescatados se alzó en el hangar, sus motores rugiendo, despegó y voló como una avispa encolerizada hacia el Indepedencia. Serena cerró los ojos, aliviada de que Ghost obedeciera la orden, Azul pálido, los pasajeros con el rostro desencajado. Carlo pensando en su esposa e hija. Serena y Azul asintieron a la piloto, descubriendo en ese instante que se les había pasado tal cosa. Armados con el fusil registraron a fondo sin encontrar a nadie.


Los demás marines aguardaban impacientes, algunos nerviosos, otros maldiciendo. Algunos tranquilos, como Sandro, que parecía que todo aquello no iba con él. El coronel ordenó que se trasladasen a los pasajeros rescatados a la enfermería, Miguel, Joe y Anette ayudaron en esta labor. El independencia se alejaba a media potencia del transporte, a la vez esperando a la lanzadera. La distancia aumentaba. Los segundos pasaban demasiado lentos.


Dillon se temía lo peor. Ya estaba hecho, poco le importaba el castigo, el arresto, la bronca y enfado del coronel, había salvado a una mujer. De La Piazza lo sacó de allí, le señaló con la cabeza que acompañase a los rescatados a la sala médica, evitó que se cruzara con el coronel.

- Desaparece de aquí, vamos. Eh…Buen trabajo. – terminó por decir el sargento.

Rivers masticaba impotencia y rabia, como el resto de compañeros. Puede que algo más. ¿Qué era una bomba si sus vidas estaban atadas al riesgo y el peligro? El coronel no pensaba igual. Claro, que el coronel tenía que velar por su rebaño.

- Eso, sacadla a rastras, joder con Blondie – escuchó decir a su lado a la cabo Liao igual que un eco.

Rivers sujetaba todavía el fusil. No confiaba en que aquello terminase bien. Él quería estar allá abajo, con el capitán. Lo mismo que Frost, Miguel, Joe. Igual pensaban el resto de marines.

- Blondie, déjalo ya. ¡Ya! – ordenó el coronel.


- Estoy en la lanzadera 2. Activando sistemas – crepitó la voz del capitán-.

-Casi está, coronel. Un minuto más – anunció Blondie-.


- No tenemos ese minuto, soldado – rugió el coronel-.

Transcurrieron unos segundos llenos de silencio angustioso. Fue Jesper quien habló ahora:

- Creo que casi lo tiene.


Algunos marines expulsaron aire contenido. En la otra lanzadera Azul esgrimió una amplia sonrisa. Ghost aproximó su lanzadera a las entrañas del Independencia, en breve se pondría sus gafas y su sombrero, Carlo a besar su amuleto. Dillon inyectaba un calmante a la chica que salvaron. Miguel y Joe escuchaban atentos. Rivers, dudaba.


Se cortó la comunicación con el Pegaso V. De improviso. En las pantallas se observó que el transporte pareció temblar desde la distancia. Daba la impresión que se expandía, como una burbuja de metal que crece. Luego comenzó a difuminarse su forma, a fundirse sus contornos con el negro e insondable espacio para luego quebrarse en miles de trocitos resquebrajados de un puzzle gigantesco destrozado contra un muro. El Independencia aumentó su velocidad para escapar de lo inevitable.


Una primera onda de energía invisible impactó contra la nave. Gimió el acero del Independencia, algunos marines cayeron al suelo, en la enfermería diversos enseres médicos se rompieron, vibraron las paredes, algunos paneles cayeron aquí y allá, las luces de buena parte de la nave se apagaron. La lanzadera de Helen, giró sobre sí misma, una de las alas chocó contra el muro interior del pequeño hangar, Ghost luchaba por hacerse con el control y aterrizar cuanto antes.


Tras varios segundos, llegó la siguiente ola. Igual que un viento cargado de violencia, ira, calor y frío a la vez. El manotazo de un dios a un mosquito. Chirriaron los metales, la lanzadera se dio la vuelta quedando boca abajo a varios metros del piso, la parte trasera giró sobre sí misma, como un destornillador, se partió, y el cuerpo principal de la pequeña nave se desplomó contra una de las dos naves Cheyenne que dormían ajenas a lo que sucedía. La colisión hizo que ambas naves, lanzadera y Cheyenne, se destrozaran mutuamente, expulsando hierro y personas en todas direcciones, contorsionándose, desgarrando grandes pedazos de la lanzadera. Azul salió despedido hacia atrás, con un trozo de panel incrustado en el cuerpo desde el cuello al vientre. Serena se perdió entre un amasijo de metal; Carlo cayó en medio de los pasajeros rescatados; a la chica más joven le seccionó la cabeza algo que voló a toda velocidad. Los demás daban vueltas como muñecos. Helen se golpeó la cabeza contra el casco interior de la cabina, algo le golpeó también en la pierna derecha, cayó, casi pierde la conciencia, luego se siento atrapada, lo que fuese trababa su otra pierna y no podía salir de allí. Explotaron los motores de energía y el fuego se extendió por el interior y exterior.


En la sala médica no quedó nada a salvo en las estanterías que se vinieron abajo. Frascos, botes, jeringuillas, medicinas…El Independencia tembló entero, su estructura se resintió, saltaron junturas, tuberías, paredes completas se derrumbaron, los marines no aguantaron el equilibrio, los rescatados gritaban aterrorizados, una camilla se dio la vuelta con un herido. Un calor como el peor de los soles abrasadores del desierto, anormal, lo inundó todo, parecía que os ibais a derretir dentro de vuestros trajes de combate – todos, incluidos lo que estáis en la lanzadera -. Al unísono el frío helado se unió al calor, de una manera imposible; los fusiles se sobrecalentaron, casi quemaban, una ardiente y gélida sensación que helaba los huesos de las manos.


El Pegaso V se desintegró. Un estallido de energía sobrevino en forma de rayos cegadores. Varios de ellos alcanzaron al Independencia, acabando por aniquilar la mayoría de controles, sensores y dispositivos. Una potente radiación electromagnética recorrió toda la nave creando el caos más absoluto. Las luces de emergencia aguantaron, al menos parte de ellas, el oxígeno se perdía, líquidos y ácidos corrosivos fueron liberados, el agua inundó varias dependencias y las llamas empezaron a devorar varias salas. El sistema de gravedad flaqueó, la cabina de mando se despresurizó, las ordenes, gritos, lamentos y maldiciones se oían por doquier. Las alarmas vomitaban sus estridentes sonidos y la voz del ordenador principal no dejaba de registrar y anunciar la larga lista de fallos, sistemas que caían así como las zonas, secciones y controles que quedaban arruinados. En la sala médica Dillon se esforzaba con la chica cuyas constantes vitales caían en picado, a Miguel le cayó encima un armario metálico que le hizo perder el conocimiento y Joe vio como dos de los pasajeros de mediana edad rescatados salían a toda prisa hacia el pasillo. Los demás marines trataban cada uno de obedecer las directrices del coronel y sargentos, Rivers vio como Karl se quitaba el casco, aullando, su rostro con el mismo aspecto que si le hubiese caído agua hirviendo; no lejos la cabo Liao se quedó paralizada, sus ropas se congelaban, no podía caminar. El coronel ordenó abandonar la zona del puerto de atraque, algo golpeó en la cabeza a Verónica, la chica se fue al suelo; alguien pedía ayuda más allá. Alguien maldecía.


Se escuchó la voz de Serena por el intercomunicador, desde el hangar, no se le entendió nada, aparte de la urgencia de la misma. También le siguió el comunicado de Ludwin, él y Carlota estaban en la sala de energía. Viviana en las dependencias de los ordenadores. Dijo algo pero se cortó. El sistema de comunicación quedó mudo.


En la enfermería están los cinco civiles rescatados. En la lanzadera los seis restantes.



Jake Rivers


La espera se hace más larga cada vez. Probablemente si estuviese mirando algún reloj comprobaría cómo a penas están pasando unos segundos, pero para él son eternos, el hecho de no poder hacer nada los convierte en más largos aún. ¿Cuánto se tarda en desactivar una maldita bomba? Sabe que Blondie es buena en esto, seguramente esté a punto de conseguirlo, pero la tensión de permanecer parado, escuchando por radio y mirando monitores, es demasiado grande. “Creo que casi lo tiene”, esas palabras suenan bastante bien, especialmente porque las dice otra persona, pero Rivers no estará completamente tranquilo hasta que se estén alejando de aquí.

La comunicación se corta, sin más, eso solo puede significar una cosa. Echa una pierna hacia atrás para aumentar su apoyo en el suelo. La bomba ha debido explotar, sus compañeros ya están muertos. Es una lástima, pero no hay tiempo para pensar en ello, quizás todos vayan a seguirles en tan solo unos segundos. Aunque nadie puede prever bien los efectos de la antimateria, quizás la explosión sea más pequeña.


Si tenía dudas, la primera sacudida las elimina, no ha sido una explosión pequeña. Gran parte de la nave queda a oscuras, pero eso no es lo peor, esto aún no ha acabado. Mira a su alrededor para comprobar cuantos han quedado en pie, y ante todo para ojear la estructura de la nave. Si van a empezar a volar los escombros, quiere saberlo. Cuando todo parezca estable habrá que empezar a atender a los heridos. Eso pensaba Rivers, hasta la segunda ola de fuerza. Es mucho más brutal que la primera. El cabo tenía razón, era mejor salir de allí. Está bien reconocer los errores, claro que se lo guardará para él, de todos modos no parece que vayan a sobrevivir mucho más. Las sacudidas son demasiado cómo para mantenerse en pie, acaba cayendo al suelo. El golpe no es nada en comparación al calor, se está quemando vivo. Aprieta los dientes, cree que se le escapa algún grito de dolor, pero no lo sabe con certeza.

Parecía haber acabado, solo lo parecía. El Pegaso V da el último golpe, quizás definitivo, a la Independencia. Los sistemas acaban fritos, en su mayoría. El ordenador sigue en pie, por desgracia, no deja de dar avisos de sistemas fallando, de secciones inaccesibles, inundadas o ardiendo, incluso en alguna deben ocurrir las tres cosas a la vez.

Rivers se siente algo aturdido, ni siquiera escucha bien las órdenes, ¿les están dando órdenes? Ve a Karl completamente abrasado mientras que Verónica se congela. ¿Cómo puede ser estando ambos tan cerca? Deben estar fallando los sistemas de soporte vital de la nave, al menos en esta zona. Tienen que salir de allí cuanto antes. Se levanta rápidamente, pero se palpa todo el cuerpo para comprobar si hay alguna herida que no ha notado. A veces el cuerpo tarda en notar una herida, por grave que sea. Morir desangrado sin notarlo sería una gran estupidez.

Vuelve a mirar a su alrededor. No hay nada donde debería estar. Deben salir de allí y buscar una zona más segura. ¿Quedará alguna? En cualquier caso hay que empezar a moverse. Busca supervivientes que aún puedan salvarse. Quizás alguno necesite ayuda para moverse, es lo que hará. Todos, probablemente él incluido, necesitan asistencia médica. Eso solo puede llegarles en la enfermería, si es que esta aún aguanta. Sugerirá dirigirse hacia allí, pero él mismo no lo hará de inmediato. Buscará a quienes no puedan moverse por su propio pie. Puede cargar a dos en los hombros, si son más habrá que volver luego, pero no tiene otra forma de hacerlo. Supone que lo ideal sería no moverlos, pero esta zona no es segura, le da la impresión de ir a derrumbarse en cuestión de segundos, tendrá que arriesgarse. Además, también se dispone a comunicar por radio su posición, que está entero y listo, pero entonces las comunicaciones enmudecen. No puede evitar una pequeña sonrisa en ese momento. Nada funciona cuando de verdad hace falta. Al menos, y a falta de un superior que le diga algo mejor, ya sabe lo que hará. Luego habrá que planteárselo. Espera que les haya dado tiempo a enviar una señal de auxilio, porque la nave acabará totalmente destruida, de eso no cabe duda.
Si consigue acabar los viajes a la enfermería, porque podría ser imposible completar el primero, sugerirá ir hacia el hangar para sacar a los posibles supervivientes de allí. Llegó una transmisión antes de quedar todo en silencio, una petición de ayuda supone (ya que no se escuchó nada con claridad). Allí aún debía haber civiles, se supone que son su prioridad. Pero eso es adelantar mucho, por ahora se tiene que concentrar en llevar tantos heridos cómo pueda a la enfermería, aunque por allí ya deben estar saturados. No se le ocurre nada mejor.



Miguel

Al llegar con Frost, resultó ser que sus compañeros de equipo habían pensado lo mismo que yo, y estaban asistiéndolo, por lo que mi trabajo fue reducido a dejar las áreas limpias, a punta de rifle.

Abordamos la nave finalmente, luego de recorrer bastantes pasillos. Aparentemente no quedaba nadie con vida allí dentro. Rápidamente fueron llegando los otros, pero nosotros estábamos ocupados llevando a los sobrevivientes que habíamos rescatado hacia la enfermería. Mientras las comunicaciones seguían, el caos se avecinaba, estaban todos muy nerviosos e interrumpir diciendo algo estúpido para distender sería muy desubicado de mi parte, por lo que me dispuse a ayudar a Frost en todo lo que necesitara. Algunas de esas personas necesitaban atención urgente, y yo podía darle una mano al viejo Dillon.


De pronto las comunicaciones cesaron, no todos habían abordado en Independencia. Había muerto más gente este día y obviamente la bomba había explotado. Estos pensamientos pasaron por mi cabeza en una milésima de segundo, pero no me dio tiempo a entristecer, ya que el sacudón fue terriblemente poderoso y apresurado. Mis piernas flaquearon de inmediato y caí de espaldas al piso, frente a una repisa. Luego de ver la repisa acercarse a mí rápidamente, mi visión se nubló, producto del golpe y perdí el conocimiento de inmediato.



Helen



Ghost, como se hacía llamar Helen, pilotaba la lanzadera y en el hangar cuando estaba a punto de aterrizar vio como un resplandor anunciaba la explosión de la bomba, un segundo después sufrieron todos los efectos de la bomba y Helen deseo haber querido experimentar ver dicha explosión. La primera sacudida fue como las bombas convencionales; envió la lanzadera hacia una de las paredes laterales y gracias a su propia pericia la lanzadera no se estrello sino que rozo con el ala la pared del hangar. Intentando aterrizar de cualquier manera, vino la segunda sacudida, la cual fue mucho peor que la primera. Todo voló por los aires, por unos segundos pareció desaparecer la gravedad para al segundo siguiente aparecer junto un remolino de frío y calor extremos. Ghost era una excelente piloto, pero no podía obrar milagros en esas circunstancias. Chirriaron planchas de metal y Helen no podía determinar si eran del hangar o de su propia lanzadera. En ese instante le parecía que todo el hangar y su contenido estuviera echo con papel aluminio y algún niño invisible estuviese golpeándolo todo a causa de un gran berrinche. No era el caso, ya que los daños cada segundo que pasaban eran grandes e imprevisibles.

La lanzadera siguió chirriando hasta que pudo ver por uno de los espejos reflectores que la parte posterior se había retorcido hasta desprenderse atraída por una fuerza increíble. La lanzadera hizo un ruido que le resultaba vagamente familiar, tras echar un vistazo vio que la lanzadera se había destrozado aun más al colisionar con la nave Cheyenne. Ghost no había sido entrenada para una situación semejante y tomo buena nota de todo ello en su memoria. Helen se golpeó la cabeza contra los paneles, y agradeció el tener puesto el casco puesto. No obstante, al mismo tiempo algo pesado y grande le golpeo la pierna derecha y sintió durante un segundo que su conciencia desaparecía. Intento analizar si sufría daños y el echo de no poder mover su pierna derecha aunque lo intentara, con el hecho añadido de que notaba una falta de fluidos vitales le hizo tomar conciencia de "su yo autentico". ¿Qué lo hizo despertar? El peligro o el instinto de supervivencia que llamarían sus compañeros pensó.


Sus compañeros no se lo tomarían a bien, al menos una buena parte de ellos. Pero no debía de pensar de un modo tan egoísta, debía concentrarse en aquello para lo que concebida, para ayudar a los humanos. Y, siendo inevitable que descubrirían su propia naturaleza no tenia lógica seguir ocultándola. Aferro con sus dos manos lo que le atrapaba la pierna y uso toda su energía en quitárselo de encima. Luego buscaría su mochila para junto con el equipo apropiado, reparar en lo posible su tejido dañado. Y posteriormente sacar a la gente de los restos de la lanzadera.



Dillon Frost


Blondie no lo dejaba. Blondie era cabezota, insistente. Había encontrado un rival a su altura, una bomba en situación límite. Era lo que el dragón para San Jorge, como en la leyenda de la tierra, la Quimera para Belerofonte. Podía entender aquella búsqueda, el motivo de una existencia basada en probarse que uno era mejor que antes, capaz de enfrentar cualquier reto, ese reto, en el peor momento posible. Era admirable. Le ponía nervioso. Y Jester…Jester pensaba con él. “Casi lo tiene”. Eso había dicho. “No, tenías que golpearla y salir de allí. Blondie jamás te lo perdonaría pero al menos estaría viva para odiarte, Jester”, pensó. Era demasiado tarde. Se desató el Infierno.

No había llamas, demonios ni cadenas. Era peor. Jamás había visto algo parecido. El espacio esconde sus secretos siniestros como un asesino que oculta el cadáver de su víctima, pero el verdadero mal siempre proviene del hombre. Aquella bomba era un invento que no había debido idearse, fabricarse ni usarse. El hombre, como siempre, era la perdición del hombre.

No sabía si lo que sentía era un frío tan helado que lo quemaba o un fuego tan cálido que lo estaba congelando. Todo falló. Falló el sistema de gravedad, falló la electricidad y los controles de seguridad. La sala médica se vino abajo. Seguro que echarían de menos todos esos frascos que se habían echado a perder al romperse contra el suelo. Fallaron las órdenes y las personas porque… ¿Qué se puede hacer en una situación así? Aquello estaba por encima de lo que podían manejar. Iban a morir.

Fugazmente pasó por su mente confundida la imagen de Blondie, de Jester, del capitán. Habían sido los primeros en morir, sin duda. No tenía tiempo para llorarles. Un marine nunca tiene tiempo de rendir tributo a sus compañeros porque la guerra no se detiene. Como aquella bomba, es una bestia implacable que todo lo destroza con sus dientes invisibles. Fuego, hielo, muerte, sangre. Si existía un dios, era cruel. Estaba vivo. La nave había aguantado. Él se sentía como si le hubieran pasado por una trituradora industrial. La nave seguramente se sentiría igual de estar viva. Escuchó las órdenes. Muchos necesitarían su ayuda. No había nada peor que ser médico y tener solo dos manos. Estaba intentando salvar a aquella chica cuando la comunicación se cortó. ¿Es que todo iba a salir mal? Sus piernas temblaban y de su frente surgían gotas de sudor nervioso. Sus manos, sin embargo, eran firmes pedazo de hierro que no cedían ante la presión. Estabilizaría a aquella chica. No podía hacer nada hasta que la estabilizase. De vez en cuando probaba el comunicador. Sabía que era una pérdida de tiempo.

¿Y luego que debían hacer? No tenían órdenes. El sentido común le dictaba que debían evacuar la nave. Era una opción. Aunque lo mejor sería averiguar el estado de la misma. Las cápsulas de evacuación podrían haber sido dañadas también. Además debían informar de su situación. Fuera, al exterior. Si la nave se iba a pique necesitarían que alguien les recogiese. No era su trabajo. No de momento. Su eterno rival estaba allí, por todas partes. La muerte, de mil maneras diferentes, acabando con los civiles y los marines de formas imaginativas y demenciales. Nunca había conseguido ganarle pero era cierto que a veces conseguía alguna victoria.

-No te los llevarás a todos.-Ayudaría a la chica. Si podía dejarla en un estado óptimo ayudaría a Miguel. Levantaría el armario y lo echaría a un lado. Podría entonces escasear el cuerpo del marine para ver sus posibles facturas. Era un tiempo que no podía perder. Vació su cantimplora el la cara de Miguel.

-Despierta. Necesitan ayuda.-No sabía que se encontraría afuera, si Miguel estaría con él o sería un paciente más, o si podría hacer algo. Lo enfrentaría con el mismo estoicismo de siempre. Buscaría entre los destrozos médicos algo que pudiese utilizar, aunque no perdería mucho tiempo en eso. No habían tenido tiempo ni de quitarse los uniformes, así que aún tenía su equipo personal a mano. Tendría que bastar con eso. Revisó que estuviese en orden y salió fuera de la enfermería*. Aunque su mente era un páramo de frialdad su cuerpo se movía todo lo rápido que podía, yendo sus ojos de un lado a otro, contempladores, analizando cada detalle.

Su idea era observar la situación, ayudar primero a los más graves, trasladando a los heridos más leves a la enfermería donde de momento podían estar seguros. Haría lo imposible por todos aquellos con los que se cruzase. Seguiría los alaridos hasta mitigar el dolor de una forma o de otra. Pediría ayuda a Miguel (si recupera el sentido), para que ejerciese de enfermero. Al final terminaría diciéndole (si él sigue durmiendo se lo dirá a cualquier otro con el que se cruce y parezca sano).

-Necesito saber si hay que evacuar a estos hombres o no.-Sino hacia falta le enfermería serviría como hospital de campaña, si hacia falta…no, definitivamente solo tenía dos manos.

 
Joe Chip


Suspiró y agradeció que lo que encontrasen tras la puerta fuera un superviviente y no un desquiciado, sin embargo poco duró aquella alegría. Pronto se vio abrumado por la urgencia de abandonar aquel lugar cuanto antes. Lo que más le intrigaba a Joe era el motivo. -¿Por qué detonar semejante bomba en aquella nave? ¿Qué ganaría el que lo hizo?- este y otros pensamientos se agolpaban en la mente de Joe mientras corría y corría hacia la salida.

Ni bien llegaron a la Independencia fueron instruidos para ayudar a los supervivientes y llevarlos a la enfermería. Se encontraban realizando este trabajo cuando fueron sorprendidos por una sacudida que les hizo perder el equilibrio y los lanzó al suelo, todo en aquel lugar se destruía. Miquel fue golpeado por una estantería y perdió el conocimiento, los demás quedaron fuera del alcance visual de Joe. El calor se hizo insoportable, todo su cuerpo parecía estar incinerándose, luego llegó el frío que también quemaba. Apenas pudo Chip resistir todo aquello. Luego fue testigo de como todo equipo electrónico era destruido. Supuso que se debía a una onda electromagnética y estaba en los cierto. Rogó que esta no fuese muy grande porque corrían el riesgo de que la nave quedara inutilizada y los sistemas de soporte de vida se estropearan para siempre. Transmisiones radiales llegaron entrecortadas. Aparentemente varias zonas habían sido afectadas.

Incorporándose en cuanto le fue posible, enderezó la camilla y se dispuso a ayudar a aquellos que habían sido heridos o golpeados durante la sacudida.

-A ver, denme una mano- dijo a aquellos que estaban concientes mientras comenzaba a levantar a Miguel para colocarlo sobre una de las camas. Luego seguirían con los demás heridos y más tarde se ocuparían de levantar las estanterías y demás mobiliario.

Mientras hacía todo esto Joe pensaba en los daños que habría sufrido el equipo y en como haría para repararlos.



7


El Independencia podía naufragar en el espacio, frente a las costas de la luna Europa como un barco azotado por la tempestad en medio del Océano. Hubiese estado bien que Rivers alcanzase la enfermería auxiliando a sus compañeros; que Dillon acabase por estabilizar a su paciente y pudiera ayudar a todos los demás; que Miguel, aturdido pero cobrando el conocimiento, echase una mano junto a Joe y Annette. O que Helen, una vez levantado aquel amasijo de metal y plástico, bajo la alucinada mirada de Carlo, llegara a curar y suturar su herida para luego ambos y Serena con los demás rescatados abandonaran la lanzadera en llamas.

Quedaban las cápsulas de evacuación y la otra nave Cheyenne. El coronel pensaba en ellas, lo mismo que Frost. No había forma de comunicarse y el teniente Absolon Barlup y su copiloto Orlando, lo mismo estaban muertos. Nada se sabía de Carlota, Viviana o Ludwing. Hasta el sonido estridente de las alarmas enmudeció.

Una burbuja como de gelatina envolvió al Independencia en la siguiente onda. El fuselaje experimentó una alteración en sus componentes, se comprimió, se expandió, recuperó su forma. En el interior, el mundo que observaba Jake perdía sus contornos reales y se deshacía como plastelina, igual que arcilla fresca. El suelo se movió y hundió en la enfermería. La lanzadera explosionó en ese momento impulsando a los tres marines y pasajeros fuera de ella entre pedazos de metal, cristales, y fuego rugiente. La oscuridad y el silencio cayeron de súbito en el interior de la nave, el tiempo perdió sustancia y contenido, y los cerebros perdieron conciencia como si hubiesen sido desconectados igual que un ordenador de su fuente de energía.



Las tinieblas seguían reinando en todas partes. El calor y el frío no se notaban, en el hangar el fuego estaba muerto. Continuaba el silencio pegado a paredes y salas. Dillon sentía un agudo dolor en la cabeza, pero no tenía herida alguna; Helen estaba boca abajo, notaba un líquido pegajoso bajo su mejilla derecha y le irradiaba una sensación desagradable desde el brazo izquierdo. A Carlo le dolía todo el cuerpo pero no tenía hueso alguno roto; Joe estaba sentado apoyado en la pared, ileso; cerca, Miguel se tocó la nariz, sangraba y algo clavado en el muslo derecho le torturaba de dolor. Jake tenía un cuerpo laxo sobre él, pesado, olía a quemado, a él mismo le ardía el pecho hasta el brazo izquierdo. Todos sentían la cabeza como si las hubieran pateado un grupo de mulas airadas.

La oscuridad era total.



Joe Chip


Para cuando recuperó la conciencia el cuerpo de Joe se encontraba sentado en el piso con la espalda apoyada contra la pared. Sus brazos caían al costado y todo en aquel lugar estaba oscuro.

No entendía nada de lo que pasaba, la sacudida había sido muy fuerte y, pese a que no veía nada en absoluto, sentía que todo giraba a su alrededor. Esperó unos segundos a que el mareo pasara y luego verificó el equipo que tenia encima. Su linterna parecía funcionar correctamente así como su equipo de visión nocturna. Apagó este último y volvió a encender la linterna. Su intención era buscar a sus compañeros y, si había alguno herido, darle la atención médica que pudiese.



Carlo Balsani


Maldición siento todo mi cuerpo como si lo hubiera pateado una manada de elefantes, ¿que hago aquí? Lo ultimo que recuerdo es la lanzadera, los tripulantes y ver ha Helen mal herida. ¡¡Maldición Helen es cierto!! Tengo que ayudarla ha ella y los pasajeros ¿pero que diablos? no veo nada prenderé mi visión nocturna para ver lago mas cómoda menta.

"clik,clik,clik," nada creo que mis sistemas de la visión nocturna se han averiado. Espero que la linterna esta en mejores condiciones. Funciona, es una suerte, ahora tengo que encontrar ha los pasajeros , Helen, Carlos y Serena. Salgo la posición que estaba hace unos momentos. Dirijo la luz de la linterna en todas direcciones para poder ubicarme y saber si tengo ha alguien cerca de mi, la idea de gritar suena en mi cabeza y creo que es el momento de hacer caso ha esa voz.

-¡Serene, Carlos, Helen, ¿Podéis escucharme?¿Alguien más está aquí conmigo? Respondan, alguno me puede oír, responded, soy yo, Balsani.



Helen


Despertó, aunque no tenia muy claro si lo que estaba viviendo sus compañeros lo definirían como una pesadilla. Aun sentía que la presión de su fluido vital iba descendiendo. Aparecieron de repente dentro de su mente ecos parpadeantes de lo ocurrido, no sabia si minutos, horas o días antes. Dentro de su cabeza oía gritos, oía lamentos, oía el chirriar del metal retorcerse, el fuerte chasquear del plástico duro y el kevlar romperse, explosiones... todo mezclado y repitiéndose los gritos una y otra vez. Se dio la vuelta y se sentó en el suelo para sentir pinchazos y tirones que le recordaban que tenia una herida en la pierna por la que su vida se escapaba y una nueva herida en el hombro. Con suavidad y con la mano derecha desnuda, se palpo ambas heridas para determinar la gravedad de las dos heridas. Su rodilla, su maldita rodilla, estaba aplastada. Si se ponía de pie sufriría un shock que la dejaría horrible durante el segundo siguiente, con la consiguiente perdida del preciado fluido vital. Necesitaba el equipo apropiado y lo necesitaba ya. Estaba en su mochila pero en la oscuridad, a pesar de forzar su visión todo lo posible, la oscuridad era total. <<Al menos no nos estamos criogenizando. Si no nos hemos llevado la peor parte, aún podemos salvarnos.>> Pensó. Salvarnos... esa palabra le sorprendió que le causara risa. Como una broma morbosa de algún dios, resultaba que habían ido como rescatadores, como salvadores y ahora eran ellos los que necesitaban ser salvados por una bomba colocada por los que habían ido a rescatar y capturar.

Al parecer, su risa había despertado a uno de sus compañeros. Gritaba algo, no sabía el qué. Pero el único ser que hablaba con un fuerte acento casi ininteligible solo podía ser Carlo. Grito su nombre. Si, era su voz, su tono. Apareció de nuevo como una estampa de un marine fantasmal.

- Aquí estoy muchacho. - le dijo mientras procedía a deslumbrarla con la linterna. - No grites tanto que somos los únicos supervivientes me temo. En la explosión, Azul fue atravesado por una viga de metal, y Serena se perdió en un amasijo de metal, y me temo que una de las chicas perdió la cabeza. Necesitamos luz para buscar a los otros supervivientes, sin embargo yo no puedo ayudarte en este estado, tendrás que hacerlo solo. Quizás lo más conveniente es que salgas del hangar y busques a los demás. Yo no soy importante muchacho, solo la vida es importante.

Esa última frase salió de sus labios, pero no la pensó ella. Su "yo autentico" la pensó y la dijo. Se mezclaron recuerdos, los suyos con los de su "yo autentico" y grito. No sabia si por esos recuerdos o por su pierna.


Volvió a despertar, Carlo todavía estaba ahí mirándola, hurgando su rodilla. Al parecer solo había perdido la conciencia unos segundos.

- Busca mi equipo y tráelo, luego márchate. - le dijo.


Cuando le dejo su mochila, la abrió y lo primero que encendió fue su propia linterna. Puso la luz fluorescente que abarcaba menos espacio pero tenia más intensidad radial. Luego lo primero que saco de su mochila fueron su equipo de primeros auxilios y electrónica sonrió socarronamente. <<Es un buen augurio después de todo>> Se dijo a si misma empezando a curarse.



Dillon Frost


La última, o eso esperaba, onda de la explosión le sumió en un profundo sueño. Era placentero. Allí solo había oscuridad, paz, tranquilidad. Abrió los ojos. El caos y la destrucción campaban a sus anchas. La paz y la tranquilidad se habían ido. Quedaba la oscuridad. Se llevó la mano a la cabeza. ¿Se había golpeado con algo? No lo recordaba. Era una herida leve, no necesitaba cuidados. No obstante se quedó donde estaba durante unos momentos. ¿Qué había pasado? No solía caer por un simple golpe, ni siquiera en la cabeza. Y si hubiese sigo un golpe potente tendría algo más que un mísero dolor. Algo no encajaba. No había leído ningún estudio sobre gente que hubiese sobrevivido a una explosión de antimateria. Los resultados podían ser...raros. Era una ciencia que escapa de las leyes de la física.

Se puso en pie, se tambaleó y se volvió a llevar la mano a la cabeza. No se quedaría en el suelo. Un marine no puede dejar de luchar mientras aunque le quedan fuerzas. Comprobó su instrumental. Todo bien. Se colocó las gafas de visión nocturna y encendió la linterna. Miró a su alrededor. La linterna la enfocaba al suelo. Si sus compañeros seguían vivos y usaban las gafas de visión nocturna como él quedarían cegados al enfocarlos con el haz luminoso. No se movió del sitio, solo miró a su alrededor. Activó la grabadora de su ordenador de mano.

-Aquí Dillon Frost, marine del Independencia. Clase: Doctor.-Era la misma grabadora que solía usar para los diagnósticos, sobretodo para los malos.-He sobrevivido a una explosión de antimateria. Los efectos pueden ser varios. Aún no lo sé. Voy a buscar supervivientes.-Cortó. Se acordó del paciente que había estado tratando. ¿Dónde estaba? Lo buscó. A él y a Miguel. Eran los dos más cercanos a él.

Temía por la vida de todos. De sus compañeros, de los sujetos extraídos del Pegaso y por él. No era una explosión normal. Podía haber dejado secuelas. La enfermería se había ido al infierno. Solo contaba con lo que tenía. Tendría que empezar por ahí. Buscaría cuerpos. Los tomaría el pulso y marcaría el lugar en el que habían caído en su ordenador. Más tarde, si había suerte, podrían recogerlos y enterrarlos. Si encontraba algún superviviente haría todo lo que pudiese. Era su trabajo. Antes de dar el primer paso habló hacia la oscuridad.

-Soy Frost.-Su voz era grave, átona, seca.-Aquí Frost. ¿Me oye alguien?-Casi gritó. No trató de poner la radio. Si no recibía respuesta empezaría a moverse. Al azar, de un lado a otro. Buscando rastros de vida, heridos o compañeros.



Carlo Balsani

Respondo a Helen en tono sarcástico lo que me ha dicho hace unos momentos.

- !Claro y también si quieres puedo buscar al conejo de pascua para que te de chocolates para que te mejores de la pierna. O salimos juntos o no sale nadie, que quieres que haga que vaya por toda la nave en busca de alguien que me saque de aquí. Mientras tu te estas desangrando por lo de tu pierna, ¿dejarte morir? vaya manera de salvar vidas. Estamos juntos en esto y si no sale uno no sale nadie.

Esta escena la tendría grabada en la mente toda la vida y no me dejaría dormir de noche. Pensando ¿que hubiera pasado si te hubiera ayudado?, por eso no quiero tomar la decisión de dejarte y salir como un cobarde.

-Vamos, soldado. Tenemos que salir de esta tumba espacial y ayudar a los supervivientes que queden. Venga chica maravilla ten tu mochila y marchemos de aquí !y que no se te ocurra volverme ha decir que te deje, por que te daré una paliza que no olvidaras el resto de tu vida¡ ¿entendido? Somos marines y como tales tenemos que cuidarnos los unos ha los otros, así es que busquemos más de nuestra unidad y salir de esta nave que tengo pensado ver ha mi esposa y ha mi hija de nuevo



Miguel Goudini


Podía ser cierto? había pasado ya todo? tan solo una milésima de segundo fue el tiempo que pareció pasar entre la explosión y mi despertar, pero inmediatamente después de abrir los ojos me di cuenta de que mi cabeza estaba al borde del colapso. No tardé en notar que mi nariz sangraba, y casi simultáneamente traté de levantarme, pero un increíble dolor nació repentinamente en mi pierna. Seguramente no lo había sentido a causa de la adrenalina que estaba corriendo por mi sangre en ese momento, pero estar sentado sin forzar el músculo era muy distinto a ponerlo a trabajar.


Una vara de metal se incrustó dentro de mi pierna, y evidentemente estaba profunda, porque podía sentir una profundidad del corte bastante grande. Mi preocupación inmediata era detener la hemorragia, pero no podía retirar todavía la vara, necesitaba hacer un torniquete en mi pierna si no podría desangrarme y no era lo que pretendía en ese momento. Tenía que ayudar a mis compañeros que, si todo iba bien, no estarían en mi misma condición, pero de cualquier modo, podían necesitar una mano. En eso escuché la voz de Dillon avisar que se encontraba bien, pero de algún modo su voz estaba en un tono elevado, algo extraño en él...

- "Qué marica, no grites así que despertarás a todo el mundo! ahora, si te dignas, podrías venir a ayudarme? me sería muy útil un poco de ayuda.... Síntomas, cabeza al borde de explosión, nariz sangrando, vara de metal clavada en mi muslo izquierdo.... DOLOR INCREIBLEMENTE FUERTE!" - Grité por último, como para enfatizar que me moría del dolor.


Mientras decía esto, comprobaba que mi equipo estuviera en buen estado, y luego alumbraría con la linterna, no era necesario todavía usar los lentes de visión nocturna. Con la linterna en mi hombro (apretándola con mi cuello) apunté a la pierna, mientras con las manos trataba de hacer un nudo fuerte para cerrar el escape de sangre que podía haber de mi pierna.



Jake Rivers



Sus planes se truncan rápidamente, o quizás despacio, no está demasiado seguro. Lo que ocurre debe ser rápido, pero para él todo ocurre poco a poco. Es cómo ver caer piezas de dominó, cada una consigue tirar la siguiente para que esta a su vez derribe una más, provocando una cadena que lo destruye todo. Esa es la sensación que tiene cuando todo se va al infierno. La nave se deforma, jamás había visto algo similar, ni lo creía posible. Las paredes no parecen hechas de algo sólido, más bien de un material blando, flexible. Se pregunta si no habrá quedado inconsciente ya, si no estará imaginando todo esto. Deja de intentar moverse, ¿hacia donde iba a hacerlo de todos modos?, quizás vaya a morir aquí, no puede evitarlo ni va a ponerse a patalear por ello, antes o después tenía que ocurrir. Pronto llega la oscuridad, y el silencio.

Le parece despertarse, aunque no está del todo seguro. Abre los ojos pero sigue sin ver nada. ¿Habrá quedado ciego por algún golpe?, los globos oculares parecen seguir allí, o al menos no nota nada raro en la zona. Debe estar simplemente a oscuras, ¿aún en el independencia?, ¿aún existe el independencia?, lo ignora por completo. Trata de sentir el resto del cuerpo, esperando encontrar todo en su sitio. Así debe ser, solo que hay algo más. Sobre su propio cuerpo hay algo abrasado, de hecho él mismo cree estar quemándose. Ese algo no parece demasiado rígido, quizás pueda quitárselo de encima, al menos en parte. Probablemente se va a quemar más al hacerlo, pero quiere levantarse, de hecho es más bien una necesidad, no puede quedarse tumbado más. De algún modo, cree que si consigue levantarse todo irá mejor, aunque ignora cómo es eso posible.


Lo consiga o no, buscará a lo largo de su uniforme. ¿Llevaba luces encima?, no lo recuerda bien, ni siquiera recuerda si aún tenía el arma. – Bengalas, llevamos bengalas encima – aún algo aturdido, las busca en su uniforme, quizás pueda alcanzar alguna. De encontrarla, tal vez encenderla no vaya a ser la mejor de las ideas, podría haber algo combustible por la zona. Tendrá que arriesgarse, a oscuras no va a poder ni encontrar el camino a la salida, si es que aún hay una salida. De hecho no sabe donde está, recuerda donde debería estar, pero también recuerda las deformaciones de la nave. Recordarlo le hace detenerse una vez más, quizás ahora mismo no haya demasiado oxígeno, encender una bengala gastará demasiado. Tiene que arriesgarse. Totalmente decidido, la busca para encenderla, entonces mirará sus alrededores (si lo consigue).


- ¿Hay alguien más por aquí? - Se reprocha a si mismo no escoger una palabras mejores, más adecuadas, ¿cómo respondería uno de sus compañeros más estirados? – Aquí Rivers, ¿algún otro superviviente? - No, tampoco lo habrían hecho así. Da igual, tendrá que conformarse con eso. Intentará reconocer la zona (visualmente o andando si puede hacer esto último). Ir hacia las voces, porque confía en que haya más respuestas. No puede abusar demasiado de las bengalas, ahora lo recuerda con claridad, solo llevan cuatro encima. Si llega a ver algo será mejor memorizarlo porque de poder moverse, tendrá que ser a oscuras la mayor parte del tiempo. También revisa el sensor de movimiento. Quizás esté frito, pero de no estarlo puede serle útil. Quizás haya alguien más con vida que simplemente no pueda andar.

Tiene la sensación de que esta misión ha sido un auténtico fracaso, no deben haber quedado muchos civiles después de todo. ¿A quien demonios se le ocurre usar una bomba de antimateria?. Quien la ha hecho explotar también a muerto, así que da igual, por el momento. Quizás algún otro de los supervivientes lleve una igual, pero cómo por ahora no encuentra a nadie, no tiene que preocuparse por ello, aún no.

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