martes, 6 de marzo de 2012

Hay muchos traseros que patear 11


11

La mayoría de marines se decidieron por probar de conectar el ordenador central, la idea original de Helen apoyada por Benley, arriesgarse a averiguar donde se encontraban para programar las cápsulas de escape y, con ayuda de la fortuna y de Dios, salir vivos de allí. Entraña no solo dificultad tal operación sino también tiempo…tiempo era lo que les faltaba, lo mismo que el oxígeno que disminuía a la par que la temperatura aumenta. Pero esa fue la decisión. Se lo jugaban todo a esa carta, en caso de que fallase sería su última acción como Marines Coloniales. Alguna voz habló en contra de esa postura, sin embargo un buen número coincidían en lo mismo. Esperaron expectantes la orden final del soldado de mayor graduación y ahora al mando debido a la desaparición del coronel, y este era el sargento Kaplizki. Su voz de firme tono resonó por fin en los auriculares:

- Adelante, entonces. Llevad las células de energía a la sala del maldito ordenador. Queda en tus manos Viviana. Joe echa una mano con ese trasto.

Helen y Jake informaron de la situación en el puente, hacia allí fue el sargento junto con el cabo Benley, y este y el práctico y pragmático Rivers continuaron la inspección del nivel uno mientras Ghost se quedaba con Kaplizki a la espera que el sistema se restableciera y entre los dos con la ayuda de Viviana averiguar donde demonios se encontraban. Además, la rodilla de Helen no estaba nada bien y la soldado tuvo que esperar sentada en uno de los sillones. Carlota tomó nota de su sugerencia, pero restaba a que los circuitos principales fuesen operativos. Mientras, la búsqueda de Jake y el cabo era infructuosa lo mismo que la de sus compañeros en los otros niveles. La oscuridad reinante no ayudaba mucho en su labor de, irónicamente, rescate en su propia nave.

Dillon no lo tenía tan claro. La oscuridad exterior penetraba en su espíritu para inquietarlo y atemorizarlo, así que se dedicó a salvar vidas para olvidar ese miedo ancestral de la humanidad a lo desconocido. Carlo y Alí desaparecieron escudriñando entre las tinieblas y el denso humo del hangar, mientras Eric no era capaz de articular palabra frente al desconcertado matasanos. Eric boqueaba, la máscara le alivió, aun así sus constantes bajaban en picado igual que un ascensor sin frenos y sin sujeciones, tal como indicaba el portátil de Dillon. Sin embargo la adrenalina, el azúcar, los glóbulos blancos se disparaban por las nubes y el corazón estallaría de seguir bombeando sangre como lo hacía. A través de cu cuerpo transparente veía la locomotora palpitar a marchas forzadas, sin descubrir qué fallaba. Le inyectó una sustancia para que el ritmo descendiese, pero Eric se iba irremisiblemente, vio como los pulmones, los riñones, el hígado, se consumían, se secaban, como el corazón se agrietaba rompiéndose como un terreno seco y árido cubierto de arrugas. Eric murió mirando a los ojos a Dillon, respondiéndole con la mirada, la mirada del que sabe que no volverá a ver otro amanecer. NI en la Tierra ni en Orión. Su cuerpo continuó perdiendo líquido hasta transformarse en una mortaja translúcida.

Alí avisó:


- Serena respira, está muy mal. La sacamos de aquí, no veo nada, el humo es más espeso a cada momento y el calor inaguantable.



75% de oxígeno. 46º c.







Resultaba extraño que algunas células de energía estuvieran intactas cuando casi todas las demás estaban consumidas, inservibles o destrozadas. No había suficientes, no lo creían posible ni Joe ni Viviana y menos aún Carlota. A toda prisa se retiraron las inútiles, se cambiaron, se colocaron las nuevas, faltando el aire, con un calor que hacía que todos estuviesen empapados en sudor, con la oscuridad opresiva ceñida a sus cuerpos, con el tenebroso pozo ciego del exterior por el que parecían navegar o hundirse. Se sellaron algunas secciones de forma manual, nadie llamó ni pidió auxilio.








No funcionó. Las pocas células se encendieron, los diversos conectores, sensores y pulsadores parpadearon unos instantes para luego permanecer mudos como antes. Viviana lo probó cuatro veces, Carlota otras dos. No hubo manera. Viviana se echó a llorar sentada en el suelo, ocultando su cara con las manos. Muchos maldijeron, rezongaron. Alguno golpeó con la culata de su fusil las paredes, otros, como Sandro, no se inmutaron. Todos estaban en la sala del ordenador, a excepción de Frost en una sala adyacente, cuidando de Serena, la que apenas tenia aliento, inconsciente, una pierna rota, el brazo y antebrazos izquierdos también, posibles daños internos y contusión craneal; Kaplizki y Helen en la cabina de los pilotos, Anette y la chica herida en la enfermería, Verónica y Linch inspeccionando las cápsulas de salvamento

70% oxígeno, 48º c.




Carlo Balsani


Me giré hacia Alí, y le digo en tono sereno:

- Bueno como te plazca, pero si recuerdas también en el Pegasus sucedió lo mismo de que la gente se volviera loca y matara a sus compañeros. Eric empezó a dispararnos sin sentido. No tengo pensado que un loco me mate aquí y ahora. Lo haremos a tu manera, usaré los tranquilizantes, pero si se pone incontrolable lo siento pero es "él" o "nosotros.

Después de un rato de andar en el hangar otra nueva ráfaga de disparos se escucha. El humo hizo su aparición, un humo espeso que no da buena pinta. Los disparos cesan después de un rato Alí se arriesga a salir y ver que es lo que hay enfrente de nosotros. Lo que veo solo se puede describir de la manera más sutil que se. Eric, no volverá con nosotros en esta vida. Dillon hace lo posible por salvarle pero no creo que tenga mucha suerte, de pronto le oxigeno se enrarece y tenemos que ponernos las máscaras de oxigeno, que esperaba usar más tarde cuando no quedara aire respirable en la nave.

Sacar ha Serena es lo mejor que podemos hacer. Eric ya ha dejado de estar con nosotros, Serene todavía sigue aquí.

- Dillon cuídala,  trataremos de buscar una salida rápida de este infierno. Ali sígueme. Maldito humo no me deja ni ver mi nariz.



Dillon Frost



Se quedó a solas con Eric. Hubiese preferido que Balsani o Alí se quedasen con él. Podía dar consuelo a Eric. Pero ¿Quién le daba consuelo a él? No, estaba bien. Eric no tenía muchas posibilidades. Habían hecho bien en ir a buscar a Serena. Alguien más tenía que salvarse. Por eso estaba allí.

Su ordenador de mano no sirvió de nada. Lo único que le decía era que se moría. "Eso ya lo veo, chatarra inútil". A la hora de la verdad una máquina no servía de nada si no había un hombre capaz detrás. Aquella situación le superaba. Se mantuvo frío como su apellido. No dejaría que Eric viese la desesperanza en sus ojos. Apretó su mano. Se estaba acelerando. Intentó calmarlo. No era bueno. Es como cuando detienes un vehículo que corre a gran velocidad. Si lo haces poco a poco está bien. Pero aquella medicina le frenaría de golpe. Podía ser peor. Lo intentó. No tenía mucho tiempo. Seguía siendo una carrera contra la muerte. Se tensó, su mano libre se crispó. No podía hacer nada.

Lo vio licuarse. Intentó encontrar una palabra mejor; marchitarse. Su amigo se había marchitado. No era muy técnico pero era lo que había pasado. Se consumió, desapareció, como la bruja de Oz tras echarla agua encima. Muy poético. Eric había muerto. No había podido hacer nada. Sintió una gran impotencia y un gran dolor. Una muesca más para su alma. ¿Cuántas llevaba ya? Era su responsabilidad. A sus compañeros los atacaban con balas, explosivos, blindados, incluso fásers, pero la responsabilidad de sus vidas era suya. Al menos cuando sobrevivían a uno de esos golpes y gritaban "Médico". Siempre se iban los mejores.

-Lo siento, Eric. Nos veremos, más tarde, en la oscuridad profunda.-Al menos Alí y Balsani traían buena boticas. Traían a Serena. Podía decir que su estado era grave. No lo dijo, pero pensó que estaba echa mierda. ¿Sobreviviría? Si, tenía que hacerlo.

-No te vayas aún, Serena.-Empezó remendar, sujetar y atar. Logró mantener sus constantes vitales a buen ritmo. No era el ritmo de Rock and Roll que esperaba pero de vez en cuando un poco de Jazz ligero tampoco viene mal.-Te vendrás con nosotros, Serena. Aguarda hasta el último baile.-Hizo a caso a Balsani. La sacaron de allí. A Eric lo dejaron tirado como si no mereciese una tumba, un descanso digno.


El plan de las células de energía no había funcionado. Muchos mostraron su frustración, sus nervios y su desesperación. ¿Y que era la desesperación sino otra enfermedad que había que extirpar? Un tumor dañino que devora lo bueno de la gente y la mata poco a poco hasta que ya no queda nada de ella. Incluso había escuchado llantos. Eran marines, los hombres y mujeres más duros de todo el jodido espacio. Y había escuchado llantos. Le dio dos golpecitos a su comunicador y empezó a hablar. Su voz no denotaba pánico o alteración alguna. Su corazón era de obsidiana y por sus venas circulaba densa brea, no temblaba, no perdía el control...ni la esperanza.

-Si no podemos activar las cápsulas de salvamento solo nos queda la Cheyenne. Es mejor que nos arriesguemos y nos lancemos a las fauces de lo desconocido que quedarnos aquí a ver como se nos queman las pelotas. Seguid intentándolo. Aún queda oxígeno. Puede hacerse. Sino, tenemos un plan B. La nave. Nos subiremos y nos iremos antes de los fuegos artificiales.-Suspiró un momento, respiró profundamente. Cerró los ojos.-Puede que allá fuera no exista nada más que una densa oscuridad.-Y eso le asustaba más que el fuego.-Por otro lado...no sabemos donde estamos. Podríamos encontrar un planeta, una nave o...algo. Hay que gastar todas las opciones...y aún nos quedan unas cuantas.-Siguió atendiendo a Serena. Él no sabía nada de máquinas. No podía ayudar con los ordenadores ni preparar la nave. Pero contaban con pilotos y con una vía de escape. ¿Por qué temer cuando aún les quedaban posibilidades de sobrevivir?

Se obligó a no mirar afuera. Se obligó a no pensar en el negro vacío que había allí fuera. Seguramente muchos los llamarían Infierno. Había sitios peores. El limbo. Ese lugar se parecía más al limbo. No quería enfrentarse a eso. Esperaba que pudiesen usar las cápsulas, aunque en ese caso también tendría que salir al exterior...solo que lo haría dormido. Rechazó todas aquellas ideas. Una vez había visto uno de los secretos del universo y había sido devastador para su alma. No quería adentrarse en otro. Se resignó. Joder, lo estaba viviendo.

-Vamos, chicos, al primero que se desanime le pondré la inyección más grande que encuentre en su feo trasero...




Helen


Poco a poco las opciones eran menos. Helen sentía una imposible necesidad de probarlo todo antes de que la falta de oxigeno asfixiase a sus compañeros o el calor fundiera su cuerpo con la nave para la eternidad. El fracaso no era una opción para nadie.

- Viviana, ¿cuánto tardaríamos en reconvertir una placa solar de las de reserva en una placa térmica que reconvierta el calor en energía? Necesitamos salir de este agujero de antimateria. Da igual dónde. Peor no podemos estar, salvo muertos.

- Benley, cuéntanos todo lo que sepas sobre antimateria. En especial estoy interesada en esa teoría de sacar energía de la antimateria.



Jake Rivers




O sea que las células de energía no habían dado el resultado esperado. Frustrante, muy frustrante, sin embargo no cabía esperar otra cosa. Escucha gritos, llantos, frustración. Los demás no lo entienden. Ya están muertos, llevan años estando muertos, desde el momento en que decidieron alistarse. La única pregunta era cuando llegaría esa bala destinada a ellos. La bala ha llegado en forma de bomba. La explosión, la antimateria, puede acabar con sus vidas, seguramente lo haga, ¿pero no ha sido este su destino desde el principio? Si temen tanto a la muerte, por cruel y desagradable que vaya a resultar, no serán capaces de reaccionar. Es precisamente en la sangre fría donde residen sus únicas esperanzas. Por eso él si aceptó hace años que está muerto, así puede actuar cómo es debido, sin miedo ni remordimientos, cómo un auténtico marine.


Escucha la voz de Dillon por radio, dando ánimos. Quizás hicieran falta, pero Jake no sabe darlos del mismo modo. – Dejad de lloriquear - lo dice sin sutileza alguna, de forma brusca, elevando un poco su tono de voz. – La última vez que lo comprobé, mi corazón seguía latiendo, mis pulmones siguen hinchándose. Podríamos morir en horas, o minutos, pero siempre ha sido así. Si queréis evitarlo serenaros y comportaros cómo marines, porque hasta donde yo sé, seguimos siéndolo -.

Ghost sigue buscando soluciones alternativas. No cree que haya tiempo para ese tipo de trabajos de ingeniería, ni para explicaciones de antimateria. Sin embargo está intentando encontrar un modo de salir de esta, eso ya es bastante para Jake. – Las explicaciones o el bricolaje pueden estar muy bien, pero eres piloto y puede que sea eso lo que necesitamos. Si no hay ninguna otra posibilidad, Frost tiene razón, debemos salir de aquí. La Cheyenne, de funcionar, nos dará unas horas más de vida. Pueden ocurrir muchas cosas en unas horas, merece la pena intentarlo –

Preguntará que hace falta para que la nave despegue y, nuevamente, se ofrecerá voluntario para realizar los preparativos necesarios. Detesta la inactividad. Lo que tiene claro es que deben moverse rápido. La mayoría piensa en morir por falta de oxígeno, la realidad es bien distinta. Si mueren asfixiados será por culpa del calor, pronto no podrán respirar. De lo contrario morirán abrasados. El tiempo juega muy en su contra, ya rondan los cincuenta grados, demasiado para el cuerpo humano. Hoy ya se ha quemado una vez, tiene pocas ganas de repetir.

Además prefiere no pensar demasiado en lo que va a ocurrirles, por capaz que sea de resignarse. Es mejor encontrar alguna actividad rápido. La alternativa es sentarse, de brazos cruzados, esperando el fin. Ese tampoco es su estilo. Algún día morirá, quizás hoy, pero será tras haber luchado tanto cómo le fuese posible, no lo acepta de ningún otro modo. – Vamos, ya nos lamentaremos cuando estemos todos agonizando, ahora queda trabajo por hacer -


No hay comentarios:

Publicar un comentario