domingo, 25 de marzo de 2012

Hay muchos traseros que patear 21



El cabo Benley no pudo detener la resolución de Dillon. El matasanos corrió hacia el hoyo, dejando por el momento de lado a los heridos, lanzando ráfagas de ira y fuego, atrás quedaban las maldiciones y reniegos de Benley. Frost se coló en el agujero tras asegurar la soga y fue tragado por una oscuridad ominosa que hacía palidecer a su piel negra. Arriba quedaban unas perplejas hormigas indecisas y lejanas.

El blindado, con su carga humana herida, cerró su reforzada puerta y giró hacia la posición de Simo y Anette. Sandro dispara las torrretas laser, Carlo las ametralladoras frontales. Benley se quedó fuera, directo al hormiguero para cubrir la posición del maldito médico indisciplinado. Joe se dejó caer y tuvo la suficiente serenidad para inyectarse algo en el muñón que cortó la hemorragia; con todo perdió finalmente el conocimiento. Por su parte Rivers caminaba entre la nada y las sombras, insensible, paralizado, a caballo entre la desesperación y el entrenamiento recibido. Mantenía las constantes vitales en la zona alta del rango normal. O era un veneno lento o solo paralizante.

Allá en la parte superior de la hondonada Simo se batía con los nuevos regimientos de bichos gigantes. Disparó, alzando un grito de guerra que para su frustración a las hormigas tanto les dio. Al menos le animaba a él. Barriendo la zona, alcanzó a Baltasar; pierna rota, varias costillas seguro que también, el traje había resistido y absorbido lo peor del golpe. A cubierto de la criatura muerta abrió fuego a bocajarro contra una de sus hermanas que casi se les echa encima. Luego, desde varios metros por detrás, Anette y su arma inteligente le dieron un respiro para sacar de debajo de los restos del cadáver pestilente a un casi exánime Baltasar.

Pero para vuestra desgracia, esas hormigas estaban dispuestas a lanzar una postrer carga creyendo que en esta ocasión tenían las de ganar.

Simo y más atrás Anette disparan poseídos por una determinación invencible. Algunas hormigas dudaron de nuevo ante la defensa salvaje de la mujer. La mayoría embistió en tropel. Aquella máquina infernal las estaba destrozando, no les importó, lo que aprovechó Simo para cargar con su compañero y retirarse lo más rápido que podía, bajo la protección de Anette. Un monstruo alcanzó su bota y lo tiró, otros se disponían a destrozar a ambos. Simo salió de aquel amasijo de exoesqueletos escupiendo fuego y gritando, Anette quemando el cañón de su arma. Baltasar disparando también su propia pistola, pateado, mordido, desmembrado. Por fortuna, aunque unos segundos tarde, emergió del talud el M577, con un Carlo que si bien no pudo cubrir a Dillon, sí lo estaba haciendo a otros soldados, vomitando muerte por las ametralladoras mientras Sandro disparaba al lado opuesto y al norte, dispersando los pocos locos bichejos que se atrevían a avanzar. Crujían los miembros rotos de las hormigas debajo de las enormes ruedas del transporte, Simo consiguió echar adentro a Baltasar como un saco de patatas, luego descargaron algunas granadas más contra la marabunta que finalmente se retiraba. Baltasar era poco más que un guiñapo ensangrentado y quebrado.

En todos los frentes las hormigas reculaban, inquietas, no era una huida en toda regla, sin embargo se mostraban reticentes a continuar cayendo abatidas por el fuego y la metralla de un enemigo que, muy inferior en número, poseía una capacidad ofensiva brutal, no tenían idea que se estaban enfrentando a una unidad especial de los Marines Coloniales. La unidad Sigma, letal, diezmada, pero sin un ápice menos de coraje, sacrificio y valor.

En el interior del hormiguero Ghost logró colocar otro cargador en su pistola y vaciarlo contra la hormiga roja que descendía chasqueando sus mandíbulas, poco más que un bulto para su mermada visión. El ser quimérico rodó un poco y se quedó trabado en el túnel antes de aplastar a la chica. Uff. Helen se quedó tumbada, quieta, ahorrando energía. A pocos metros, Dillon se aproximaba, pasó por los huecos que dejaba la cosa muerta, crispado, el pulso acelerado. Alcanzó a la piloto, no tenía buen aspecto para nada, la sangre perdida era abundante, las heridas feas, semejantes a las de Rivers. Escuchó los ruidos diabólicos desde abajo, Betsy cantó su particular melodía abrasando a lo que fuese que acechaba, transformando el lugar en un horno candente. Tironeó de Helen, no había tiempo para excesivos cuidados de campaña. Trepar con el lanzallamas arrastrando a una mujer casi inerte no resultó fácil. Helen hizo lo que pudo aunque se encontraba al mínimo, paso a paso, esforzándose a cada segundo. Tardaron bastante en subir, en lograr llegar a la boca del hormiguero. Allí se encontraba Benley, cubriendo la entrada, lanzando granadas con su rifle, siguiendo los consejos de Rivers. Les ayudó a ambos en los últimos metros a la superficie.

La tormenta arreció, miles de partículas de arena y polvo y tierra furiosas golpeando contra los cascos, las viseras y el metal del blindado que a pocos metros bajaba otra vez para recogerlos. Por fin se cerró la puerta con todos en el interior, Dillon tenía mucho trabajo por delante, Anette también como su ayudante. Benley miró enfadado al médico y le ordenó que empezara rápido a ocuparse de los heridos. Dijo que no toleraría más insubordinaciones. Aunque no aclaró que resolvería en caso contrario. ¿Podía hacer algo? Estaba sujeto a mucha tensión, igual que todos, pero en su caso más, pues sobre sus hombros recaía la responsabilidad hasta que el sargento se recuperase.

Viviana encaró el M577hacia el norte, la zona más despejada conforme indicaban los instrumentos. Rivers y Helen temblaban, sudorosos, fríos, el primero del todo paralizado, la segunda con cierta movilidad. Helen descompuso y descifró los componentes de aquel veneno, descubriendo que se trataba de un potente inductor de parálisis que no parecía mortal a no ser en cantidades muy altas; en su cuerpo el porcentaje rozaba dicho límite.





Dillon Frost

Calor, sofocante, abrasador. La pesada armadura de combate sobre los hombres. El equipo, el armamento...y los pecados cometidos. La oscuridad, escarpada, arisca, afilada. Las manos intentando trepar. Sudor, temor, negrura, olor a carne quemada y a combustible. Uno asqueroso, el otro reparador, confortable, como el olor del hogar. Roca cruda a su alrededor, arriba un pedazo de luz. Esperanza, oportunidad, salvación. Y solo una certeza. Que mientras él subía Helen le cubriría. A pesar del deplorable aspecto en el que la había encontrado, Dillon sabía que la mujer le cubriría hasta agotar su vida, sus fuerzas o las balas. Por eso había descendido a aquel agujero perdido en ninguna parte. Porque un marine siempre confía en otro marine. Un marine no es peligroso por si mismo. Solo es un hombre o una mujer. Pero cuando sus compañeros le apoyan, y eso es siempre, su fuerza es la de un dios.
Tensó sus músculos de negro acero. Subía, poco a poco. Apoyando los pies con firmeza, besando la roca, exhalando pólvora y vapores calientes. Arriba, el martilleo incesante de un arma, explosiones. Abajo, el goteo de la sangre, el crispar de unas mandíbulas. En su mente, silencio. Solo silencio. Un desierto de sonidos blanco y pulcro. Llegó a la cima. Benley estaba allí, cubriéndole. Uno se siente arropando cuando ve que sus compañeros están tan locos como uno mismo.

-Es como volver a nacer. Nacer de la tierra.-Aunque se sentía más bien como si le hubiesen escupido o como si le hubiesen echado a patadas de aquel lúgubre sótano. Arriba solo se detuvo un momento para aspirar profundamente. Miró abajo, al cráter, en lo profundo había todo un hervidero de vida cuya una finalidad era devorarles.-Les hemos enseñado quien manda aquí, Helen.-Soltó una seca risa, luego empezó a correr hacia Benley.

Llegaron al blindado. Las puertas monocromas se le antojaron las del paraíso. A su alrededor veía saltar la tierra y los miembros explotados de las hormigas. Entró solo para encontrarse con rostros de dolor, heridas, sangre, cargadores medio vacíos. Era estupendo volver a casa.

-Papá está en casa, niños.

Dejó a Helen con cuidado en una zona libre. Luego atendió a las palabras del cabo.

-Lo siento, señor. Pero tenía que hacerlo.-Dejó el lanzallamas a un lado, casi con desprecio.-Tenía que hacerlo.-Se secó el sudor de la frente.-Usted es más imprescindible que cualquiera de nosotros.-Sacó su equipo médico. Ya sabía lo que le tocaba. Para un médico de guerra el reposo no viene después del peligro. Para un médico nunca hay descanso.-Lo hice bien, señor. El coronel estaría orgulloso.-Palabras de ánimo. Todos estaban al límite. Para eso les habían entrenado.

Empezó a curar heridas, a inspeccionar los cuerpos y a cerrarlas, a desinfectar. Anette era una grata compañía en estas largas horas. Tan tensas para él como las del combate. Su vida no corría peligro. La de sus compañeros si. Sus anchos músculos no le servían de nada, igual que su entrenamiento en las salas de peligro en el campo de tiro. Nada de eso servía. Solo la rapidez de su mente, la agudeza de su vista y los conocimientos obtenidos en tomos mohosos en una vieja unidad médica. No era un doctor, solo un carnicero al que le gustaba jugar a las carreras con la chica de la guadaña. No era tan sencillo como empuñar a Betsy y quemar unos cuantos bichos. Era un trabajo de precisión, como los aterrizajes de Helen o los disparos certeros de Simo.
Solo cuando el último de sus compañeros estuviese estabilizado se permitiría preguntar sobre los daños del blindado o el rumbo. Hasta entonces estaría sumergido en su mundo de tiritas y jarabe para la tos. También preguntaría quien había soltado a Sandro. Aunque sus formas no serían las mejores.
-¿Quién demonios soltó al loco? La situación era desesperada, pero poner a Sandro a los cañones es como darle una pistola a un mono.-Miró a Sandro. Se había portado.- ¿Entonces qué? ¿La amnistía para él? Somos pocos los que quedamos enteros...por cierto. ¿A donde diablos vamos?-Aunque suponía que en aquel desierto de roca cualquier dirección era igual de buena.
Intentaría descansar un poco, sentado, con el ruido de fondo del motor del M577. Esa era una canción que arrullaba su alma y le daba paz. De nuevo, estaba en camino. De nuevo, habían sobrevivido...para volver a luchar.




Jake Rivers


Rivers, a pesar de intentar mantenerse consciente, permanece inmóvil, con los ojos cerrados. Si no fuese por el dolor de las heridas, sería agradable tener un momento tan apacible de descanso. Sabe que realmente no es apacible, que los demás están desatando el infierno para poder salir de allí con vida. Sin embargo a penas oye los disparos o las explosiones. Ignora si es por causa del veneno o porque está intentando concentrarse en bajar el ritmo de su cuerpo, aunque esto último empieza a resultar un poco innecesario.

Finalmente escucha a alguien entrar en el blindado, más de uno. Hay unos minutos de incertidumbre, sin embargo comienzan a moverse. Ya deben estar todos dentro. Esboza una pequeña sonrisa mientras sigue escuchando. Al parecer Benley está poco contento –este tipo siempre está poco contento- No lo acaba de entender, todo ha salido más o menos bien, debería importar poco si ha sido por la temeridad de algunos o por la disciplina. Al final lo que cuentan son los resultados.

Ahora están avanzando hacia ningún lado. Siguen sin tener provisiones suficientes, ni un método de escape. En realidad por ahora lo único que han hecho es aplazar un poco el final. Sin embargo sabe que pueden conseguirlo. Esas hormigas debían alimentarse de algo, cómo poco tiene que haber agua (porque espera que beban agua). En cualquier caso tendrán que seguir buscando, lo que es evidente es que no van a rendirse nunca.

A pesar de estar avanzando ahora, el blindado también agotará el combustible antes o después. No estarán a salvo eternamente. Eso sin contar la munición de la que disponen. Todos sus recursos son finitos. Además las hormigas pueden seguirles, o puede que topen con otras por casualidad. Hay un abanico bastante grande de posibilidades, incluso es posible llegar a un lugar donde esos insectos no se acerquen, pero sea solo porque lo habita su depredador natural. En cualquier caso, intenta sugerir algo más, si tiene bastante fuerza cómo para hablar – Vayamos a una zona más rocosa, que no puedan abrir agujeros bajo nuestros pies con tanta facilidad -. Luego podrán buscar algo mejor, pero la primera regla en estos casos es mantenerse vivo tanto tiempo cómo les sea posible.

A parte de sugerencias cómo esa, solo puede permanecer quieto a la espera de llegar a algún lado. De vez en cuando trata de mover alguna extremidad, con poco éxito al parecer, para comprobar si va recuperando la movilidad. Tampoco sabe que podría hacer en caso de estar en plena forma. Está tan desorientado cómo supone que estarán todos los demás. Sin embargo están juntos, tienen armas, y saben usarlas. Siguen siendo tan peligrosos cómo siempre.





Helen


Energía... Energía... necesitaba energía o su unidad central se desconectaría del todo. Dejo de moverse y apago todos sus sistemas. Era el momento en que los nanitos empezasen a hacer su labor y se concentrasen en reparar la unidad central de energía. Pero... ¿Y si no tenían tiempo suficiente? Repaso el historial de los supervivientes, había visto sus fichas en alguna ocasión para saber las competencias e incompetencias de sus compañeros. La persona ideal para ayudarla era Viviana. Ingeniera de sistemas, y con conocimientos más que notables en electrónica, computadoras, procesos de hipersueño, sistemas vitales. ...mucho más adecuada que Dillon en ese campo.
- Necesito que Viviana use mi equipo y reparé mi generador principal. Poco tiempo antes de reset por falta de energía. Debe ser Viviana Molino- exigió al final, o eso detecto pudo decir.

Siguió repasando inmóvil imágenes del pasado de Viviana. Como unidad de carbono, encajaba dentro del perfil de mujer perfecta, salvo por su carácter. No había error, era la persona adecuada. El siguiente era Baltasar. Otro "genio" de las computadoras, pero con las piernas rotas difícilmente estaría motivado para "operarla". Benley tenía que estar contento, su especialidad era xenología y mundos alienígenas, y había tenido una experiencia de primera mano con alienígenas. Apunto un par de bites el dato obtenido sobre el veneno de las hormigas.




Simo Kolkka


Correr y disparar a ciegas. Correr era de cobardes, y disparar a ciegas de locos. No se consideraba ninguna de las dos cosas, pero eso era lo gracioso de una batalla, nunca sabes en que te va a convertir. Sintió como algo alcanzaba a Baltasar, pero no había posibilidad de cambiar la estrategia. Correr y disparar... eso era todo. El compañero con el que cargaba no estaba bien, su nulos conocimientos médicos habían sido suficientes como para determinarlo, quizás hubiera mas daño del que se veía a simple vista. Por suerte, la caravana apareció por encima del talud.

- Ya era hora. Espero que el retraso sea porque habéis parado en el camino para comprarme algún regalito.

Segundos después soltaba a Baltasar como si fuera un saco de patatas en la zona de descarga del M577, aunque le costó encontrar sitio para aparcarlo. Dillon iba a tener trabajo. Después de echar cuentas apresuradamente, se dio cuenta de lo que Dillon tardó poco en decir en voz alta. Sandro en los cañones. Recogió el aliento que le quedaba, y corrió en dirección a los cañones, estuvieran donde estuviesen. Intentaría no parecer demasiado amenazador. Una vez encontrada aquella rata, la encañonaría, y lo tendría bajo control de nuevo.


- Como nadie sepa que hacías jugando con los cañones, habrá sido una muy mala idea por tu parte.- una vez llegase con los demás, preguntaría.- ¿Quien ha dejado suelto al perro?

Supuso que habría sido el cabo. Era el único con autoridad para que no lo linchasen por aquello, pero quería asegurarse. Después, se enteraría del rumbo, y si no hacía falta en la "unidad de cuidados intensivos", iría a donde no estorbase, y recargaría munición y pondría a punto el rifle. El disparo al pajarito que quería llevarse a Baltasar había sido bueno, incluso para el. Una pena haber tenido que empañarlo después.

No hay comentarios:

Publicar un comentario