martes, 20 de marzo de 2012

Hay muchos traseros que patear 19


Helen y Benley se encontraron con que un buen puñado de criaturas nacían del agujero entre ellos y la nave. Tuvieron que recular, dejando más metros entre ellos y la Cheyenne. Helen se embadurnó con la sangre negra – la cara, no, llevas el casco, si acaso este -, ante la expresión extrañada del cabo, pero no obtuvo resultado alguno, las hormigas la acosaron igual. Notaron, lo mismo que  Rivers y la mayoría que los mejores puntos de impacto, los que las frenaban, eran la cabeza y al abdomen, sin embargo era precisa mucha munición para perforar su blindado cuerpo y dejarlas fuera de combate. Suficientemente duras como para ponerles las cosas serias a los marines. Benley probó con el lanzagranadas del M41A y desparramó articulaciones y vísceras por todas partes.


Rivers retrocedía hacia la nave, cuando la hormiga voladora se le vino encima desde atrás. La reventó con su fusil, tuvo que saltar a un lado para no acabar aplastado y rodó. Desde el suelo vio como las hormigas corrían a por él., las tenía encima. Lejos, dos de los bichos habían trepado a la nave, Simo tuvo ángulo para disparar a uno de ellos al que abatió, el otro se escurrió por el otro lado del casco, pero no era el único, desde la salida de los que atacaban a Benley y Helen algunos se dirigían al transporte. Junto con Joe abrió fuego hacia las dos voladoras, les salpicó su sangre oscura como las tinieblas y se estamparon sus quitiquinosos cuerpos contra el fuselaje.

Carlo y Baltasar tenían su lucha privada con otro enjambre de aquellos. Las dos granadas de fusión vaporizaron y desintegraron a los engendros que estaban próximos al hoyo y a las que aguardaban en el interior. Dejaron de salir por ese lado lo que les permitió retroceder y auxiliar a Helen y Benley. Era una batalla total, una nueva pesadilla, sin embargo esta vez se desarrollaba en el terreno de los marines, para lo que habían sido entrenados, para luchar contra cualquier clase de enemigo conocido o por conocer. Carlo y Baltasar lograron limpiar un pasillo por donde el cabo y Helen corrieron sin cesar de apretar el gatillo hacia la Cheyenne.

Simo y Joe se enfrentaron con las que intentaban trepar a la nave. Llegó Dillon con su querida Betsy barriendo y transformando en un infierno allá donde las llamas mordían y derretían piedras y rocas. Los exoesqueletos acusaron el ataque y las que no murieron abrasadas, retrocedieron, algunas incluso huyeron. Simo y Dillon alcanzaron la posición de Rivers, frenando el avance de los bichejos. Rivers, replegándose, se había visto casi rodeado en un momento dado y sorprendido por un costado una de las monstruosidades trató de atraparle con sus diabólicas pinzas, interpuso el marine el fusil, pero no pudo evitar que el largo y flexible aguijón se le clavase en el muslo izquierdo. El dolor ascendió lacerante como un relámpago hasta su cerebro. Pudo disparar varias veces acribillando la cabeza de la bestia hasta que justo el matasanos y Simo las hicieron de nuevo detenerse con las ráfagas de proyectiles y fuego.

Helen sintió el zarpazo en una pierna por detrás, derribándola en su carrera; mientras se giraba el brutal aguijón se hundió en su espalda atravesando el blindaje ACAP. El dedo se le quedó pegado al gatillo enviando al infierno a la artífice de su herida. Se puso en pie la marine, corrió unos metros, notó como la vista se le nublaba, Carlo saltó en su ayuda, y los dos, en un instante, quedaron encerrados en el centro de un círculo rodeados por las asquerosas hormigas. No corrió mejor suerte Joe, que junto a la rampa de acceso a la Cheyenne acosado por varias, se echó para atrás, lamentablemente desde el fuselaje descendió una de ellas que lo tumbó con sus patas golpeándole en la espalda y luego una de las tenazas le arrancó el antebrazo derecho: el soldado aulló dentro de su casco y casi pierde el sentido. El fusil de Benley vomitó fuego dando un ligero respiro a Joe. Los dos estaban amenazados por la riada sin fin de las hormigas, porque aunque una tras otra era muerta, asada, o quebrada en trocitos, su número les daba la seguridad del triunfo final y poco les importaba la cantidad de hermanas que fuesen abatidas.

Benley, de acuerdo con la mayoría, avisó a Viviana de poner en marcha el M577 y escapar de este horror. Viviana y Anette apuntaban a Sandro mientras era conducido al transporte blindado, negado el acceso a las armas por el médico. La frustración se leía en el rostro ceniciento del amotinado. Lo sentaron en su lugar cuando Anette tuvo que salir a la carrera; algunos bichos rompieron la protección de la cabina y se colaron en el interior de la Cheyenne. La decidida Anette los contuvo en el pasillo principal, corrió a la rampa de la bodega y abrió esta al exterior. Se encontró de boca con dos hormigas, disparando. Viviana arrancó rugiendo el motor, Anette vomitaba metralla manejando el Arma Inteligente M56A2, destrozando, esparciendo decenas de trozos de hormigas pro doquier. Tuvo que dar la vuelta pues las demoníacas criaturas avanzaban por la bodega desde las profundidades de la nave.


 El M577 apareció en el exterior, su paso cerrado por más de esas cosas. La torreta giró, su láser de repetición escupiendo una lluvia mortal y cegadora que transformó todavía más el terreno en una cacofonía de rayos, detonaciones y chillidos agudos procedentes de las gargantas de las hormigas destruidas. ¿Quién lo manejaba? El sargento estaba inconsciente, ¿había despertado? ¿O Tal vez Sandro, con una expresión retorcida por una mueca de satisfacción malsana en su rostro? Anette abrió la puerta deslizante entre ambas puertas y urgió a que todos entrasen rápido. No resultaba tan sencillo.


Helen se mareaba y junto con Carlo resistían desesperado en el centro de la circunferencia formada por un mar erizado de pinzas y antenas. Simo, Dillon y Rivers despejaban la zona norte; Jake sentía desvanecerse, todo le daba vueltas y las imágenes se le superponían, cayó al suelo pero no por eso dejaba de darle al gatillo. Benley arrastraba a Joe hacia el M577 apoyado en su retirada por Anette. Para como de males, Baltasar de improviso fue alzado en al aire por una de las que poseían alas membranosas, disparó el marine librándose de la presa, se dio en su caída contra una roca y escuchó un crack en su pierna, cuando la misma hormiga lo levantó de nuevo varios metros.

El vendaval de arena y tierra no ayudaba en absoluto, levantando fragmentos de piedras que hacían en ocasiones la visibilidad casi nula. Aunque muchas de las hormigas fueron contenidas, otras tantas seguían en su empeño y por los horizontes se aproximaba la marabunta.





Dillon Frost


Tenía demasiada tensión dentro. Había visto a otros hombres explotar por la misma situación. Esos hombres perdidos hacían explotar sus tripas, se pegaban un tiro o mataban a sus mujeres. Él sabía bien como dar rienda suelta a esa presión, como dejarla escapar mediante una válvula salvadora. Esa válvula era el gatillo de la vieja Betsy. La perdida de la nave, sus compañeros muertos, los locos, el aterrizaje, las palabras de Sandro, la desaparición de otros de sus compañeros, la frustración, la ira, el odio, la impotencia, el rencor, la locura...todo salía disparado cada vez que apretaba el gatillo. Y se consumían en las llamas. Y él quedaba limpio, purificado. Dio apoyo a Joe y a Simo. La vieja Betsy llevaba mucho tiempo inactiva. Quería algo de caña. Invocó a las llamas y pronto empezó a sentir el agradable aroma de la carne carbonizada.

-Bienvenidos a mi barbacoa. Menú del día: Hormiga.-Empezó a reír, de forma inconsciente, como un disco rallado, o un juguete roto. Esparció llamas allí donde estaban las hormigas. Algunas salieron asustadas. Se juntó con Simo. Formaban un buen equipo. Él podía acabar con esas criaturas en grandes cantidades. Simo no, pero tenía más precisión. Aquellas que escapasen a su furia roja serían abatidas con eficacia por su compañero. Solo no podría hacerlo. De estar solo, se vería como un loco con arma grande. En compañía de Simo eran un equipo mortal. Lograron llegar hasta Rivers.

-Dime, Rivers, ¿Te gusta la carne muy hecha?-No sonrió esta vez. Rivers estaba herido.- ¿Podrás caminar o llamamos a mamaíta para que te lleve en brazos?-Ahora no podía examinar la herida. Parecía grave*.-Solo es una picadura de mosquito.-Dijo, quitándole peso al asunto. No era biólogo, sin embargo conocía la existencia de ciertos insectos molestos que poseían veneno en sus aguijones. Es más, un aguijón sin veneno era como un revólver sin balas. Rivers lo tenía peor de lo que parecía. No dijo nada, ahora le necesitaba, cuerdo. Todo lo cuerdo que pudiese estar. Tenía que atenderle cuanto antes. De nuevo era una carrera contra el reloj.

Salió el M577. La caballería había llegado. Anette, en la puerta, disparaba, Viviana conducía. ¿Quién estaba usando la torreta? "Joder, Sandro. Joder". Solo podía ser él. No quedaba nadie más. Y cualquier otra respuesta atentaría contra la poca cordura que le quedaba. Había soltado a Sandro para darle no un arma, sino el arma más grande de todas. Al menos estaba dando buen uso de ella. Les dio un respiro. Solo unos. Esas chinches empezaban a resultar molestas.

Todo se complicó Benley tiraba de Joe. Estaban a punto de conseguirlo. Rivers también. Entonces se vino abajo. No su voluntad, pues seguía disparando, pero si su cuerpo. Su mente quería luchar, su cuerpo no podía más. Además, Baltasar salió volando. Intentó zafarse, cayó, se rompió una pierna, y lo volvieron a elevar. Demasiado lejos para él. Seguramente Simo ya lo había visto. Esta era una tarea que solo podía hacer él. Un tiro complicado; el objetivo en movimiento, usando de escudo humano a uno de sus compañeros, para colmo, en el aire. Se lo señaló a Simo.

-Hay que tener el brazo muy largo para llegar a ese. Yo te cubro.-Rivers estaba en el suelo.-Muévete, gandul.-No podía hacer otra cosa que imprecarle. Soltó el gatillo. Solo un momento. Activó el interruptor que colocaba a la vieja Besty en "Infierno". Su chica estaba cabreada. No era algo que él buscase, pero tenía mal genio. Al igual que te podía regalar los besos más ardientes también tenía una cólera casi divina, demencial. Esta noche había fiesta en la terraza. Había muchos invitados pero ella no estaba de humor. Él tampoco. Avanzó un poco para dejar fuera del arco de acción de su arma a sus compañeros.-Que nadie se acerque.-Se aseguró de que nadie estaba ni a su lado ni enfrente, ni en diagonal, solo detrás. Apretó suavemente el gatillo y dejó que el fuego de su arma fluyese, formando una barrera de llamas delante de él. Barrería la zona. Se movería con pasos laterales, protegiendo a Rivers y a Simo, y si podía, a Benley y a Joe. No podía ayudar a Rivers hasta limpiar la zona "Lo siento, chico". Si se daba el caso, se limitaría a cogerlo y a arrojarlo dentro sin muchas contemplaciones. No había tiempo para sutilezas.

-Las hormigas quieren arruinar nuestro picnic. Que gran error por su parte.-Prestaría atención al nivel de combustible de su arma. En ese modo no duraría mucho. Esperaba que fuese suficiente. La idea era dar algo de tregua. Esperar a que Benley trajese a Joe. Echar a Rivers dentro del blindado. Rescatar a Baltasar y luego ir a buscar a Carlo y a Helen, todos a bordo del blindado. Si el vehículo se colaba entre el mar de hormigas como una jeringuilla ellos podrían salir a tropel, dar fuego de cobertura, y recogerse en un visto y no visto.

Su idea, tosca y burda, era echar a los heridos dentro del blindado y recoger a los demás. Algo sencillo de no ser por aquella horda molesta de chinches. Además, tenía que atender a Rivers y ver las heridas de Joe. No sabía como estaban los demás. Muchas cosas podían salir mal. Simo seguramente acertaría su disparo. Si podía hacerlo, claro. Pero puede que Baltasar no sobreviviese a la caída. En cualquier caso no dejaría su cadáver allí. Rivers no podía llegar al blindado. Apenas eran tres metros. Pero lo que tenía en la sangre era bastante rápido. Carlo y Helen eran los más vulnerables. La ayudaría tardaría en llegar. Al menos esta vez podía descargar su frustración con aquella marabunta gigante.



Helen


Helen veía que le quedaba poco de existencia. Parecía como si atrajera la mala suerte, aunque otros como Miguel, el coronel y tantos otros era obvio que habían tenido una suerte peor. Aunque pensaba que faltaban minutos para decirle adiós al mundo. Estaba rodeada de aquellos seres, herida en dos ocasiones y su rodilla le impedía correr. Era obvio que una de las leyes de la evolución era que solo sobreviven los mas fuertes, los mas dotados. Y en su estado no era ni lo uno ni lo otro.

- Si me caigo, no me recojas Carlo. - le dijo entre gritos - Corre, porque haré estallar todas las granadas que tengo.

Tenia claro que a disparo limpio no iba a salir de esa. Dos metros le costaban 2,03 segundos, matar a menos de tres metros a aquellos bichos le costaba 1,8 segundos y le reducían la velocidad si no quería desperdiciar la munición o que alguna bala perdida le diese a sus compañeros. Tenia que usar algo más, pero ¿qué? Buscando a su alrededor se dio cuenta que su compañero tenia granadas, y ella también. Empezó a usar el lanza granadas hasta abrirse paso hasta el vehículo. Le importaba un pimiento tragarse tierra o lo que fuera. Las granadas combinadas con la munición perforante para las que se acercaran demasiado parecía perfecto. Rememoro las palabras del coronel; Somos marines, los chicos más duros del mundo. Como si fuera una pastilla de esteroides, saco fuerzas de flaqueza y aceleró el ritmo de su paso haciendo caso omiso del dolor de la pierna, de la espalda y del hombro. Ya tendría tiempo de desmayarse dentro del blindado, pero era importante llegar de una pieza dentro de él.

- Simo - le dijo por el comunicador - Baltasar está volando encima de La Cheyenne. Eso es para un profesional como tú. Corto.

A pocos metros del blindado, y bajo su cobertura, cogería si es posible alguna cabeza de esos bichos para analizarla cuando encontrasen algún respiro.


Jake Rivers


-Un maldito aguijón, ¿eso va a matarme? Ha sobrevivido a balas, explosiones, incluso peleas con armas blancas. Ha sobrevivido a una explosión de antimateria, al aterrizaje de la Cheyenne. Ahora le infecta el veneno, porque debe ser veneno, de una maldita hormiga mutante. Ni siquiera ha sido la maldita hormiga, ha sido su falta de reflejos. Se ha dejado golpear eso es todo. Sin embargo mientras quede vida en él podrá seguir apretando el gatillo, y mientras pueda apretar el gatillo va a matar a tantas de estas criaturas cómo pueda.

Dispara mientras puede, tratando de retroceder, pero no es él quien llega hacia sus compañeros sino que son sus compañeros quienes llegan hasta él. – Si, me gusta la carne tostada, Frost - sonríe con malicia – es el mejor modo de enviarlas al infierno, rodeadas de llamas- Si le quedasen fuerzas soltaría una carcajada. El pequeño momento de euforia no se debe a los delirios de todo hombre herido, ni a sentir placer cuando mata, jamás ha sido así (y desde luego por aplastar insectos no iba a cambiar). Es por ver cómo actúan todos otra vez. Marines, máquinas perfectas de guerra. Cuando uno es herido los demás le cubren, disparan hacia un mismo frente. Ojala todos lo hubiesen recordado en la independencia, ahora estarían más de ellos aquí.

Nota la falta de fuerzas, desfallece, sus huesos golpean contra el suelo. Sigue disparando pero le servirá de poco. Escucha los “ánimos” de Dillon, nuevamente vuelve a sonreír. Pero es realista. –Dillon, maldito cabrón- vuelve a intentar reír –Corre al blindado, estúpido. Soy el loco del misil, ¿recuerdas?, no te arriesgues tontamente- Si a él le pidiesen algo similar golpearía con la culata del arma al pobre desgraciado, pero ya le fastidia pensar en haber sido vencido por unos bichos sin conciencia alguna, le jodería mucho más llevarse a algún compañero a la tumba con él.

-Ahora levanta, Jake, levanta. Queda mucha munición en el arma-. El dolor es atroz. Recuerda unas palabras bien recientes en su mente, son tipos duros. Debe aguantar, al menos el tiempo suficiente. Estos estúpidos no van a dejarle tirado, o mueve el culo o hará que los maten a todos. Aprieta los dientes tanto cómo puede –Vamos, ¡Vamos!, levanta de una vez- Un último esfuerzo. De no conseguirlo tendrá que seguir disparando mientras algún otro pretende ayudarle a andar. No soporta la idea de convertirse en un estorbo, pero si se resiste sería peor.


Si consigue reaccionar, aunque sea un poco, va a vender muy caro su pellejo. Tiene que levantarse y seguir luchando, solo pide eso. –Mientras Dillon les da una cálida bienvenida, vamos a intentar abrir un pasillo- no son demasiados en esta zona, pero pueden montar un pequeño perímetro en movimiento entre ellos. Así cubrirán todos los flancos –Nos cubriremos mutuamente, una última carnicería - suena bien, una última batalla espalda con espalda – pero por todo lo que os sea sagrado, si no puedo seguir el ritmo dejadme atrás, imbéciles -
Trata de sujetar unos instantes el rifle con un solo brazo mientras saca una de las granadas – Las usaremos cuando se acerquen en grupos… pero no agarréis las de fusión - aprieta los dientes mientras intenta sonreír una vez más – Aquí el loco soy yo.


Disparará mientras vea que los bichos no se agrupan demasiado, para apartarlos de su camino. Tendrán que moverse tan rápidamente cómo puedan, avanzar siempre hacia el blindado… y desatar un auténtico infierno a su alrededor. Centrará su fuego siempre contra la hormiga más cercana, teniendo especial cuidado con las voladoras. Las granadas las reservará para los grupos o para cuando vaya a ser imposible contener a las demás. Si se mueven bien, de forma coordinada, conseguirán llegar hasta el blindado y entonces salir de allí. Eso implica cubrir los flancos que los demás dejan libres. Han jugado a este juego demasiadas veces, aunque fuesen enemigos distintos, saben cómo hacerlo.

De acercarse demasiado alguno de sus molestos anfitriones, tendrá cuidado de evitar sus golpes, pero esta vez todos. Son rápidas y tienen demasiada buena movilidad, no basta con evitar sus primeros golpes, hace falta evitarlos todos. Además, mientras lo hace es conveniente disparar. Estos monstruos parecen carecer de entendimiento individual, poco les importa correr hacia la muerte, por eso deben liquidarlos para evitar sus ataques.

Controlará mentalmente su munición para saber cuando debe cambiar el cargador, no quiere que le pille por sorpresa. En caso de quedarse absolutamente sin balas usará la pistola, dejando caer el rifle. Mientras haya vida en él va a arrebatar la de esos seres



Simo Kolkka


Mientras disparaba y avanzaba lentamente, el marine vio como una de las hormigas se lo ponía especialmente difícil a Rivers, tardando poco en acabar herido. No podían permitirse bajas dentro de aquella inferioridad numérica tan abismalmente absurda, y aquel zumbado con un juguete grande podía convertirse en una pieza importante del juego en aquel tipo de combate masivo a campo abierto. Antes de que pudiera hacer nada para ayudar al apurado compañero, unas hormigas de excursión por la superficie de la nave reclamaron su atención. Disparó a una, y la otra huyó rápidamente. Después, unió su fuego al de Joe para acabar con unas cuantas voladoras.

Poco después, Dillon se unió a la fiesta. Iba bien acompañado, así que pronto se acabó la diversión.

- ¡Ey Doc, ese era un último recurso! La señorita no debería de bailar toda la noche. Esos zapatos tienen que ser muy incómodos...

Las llamaradas barrían las filas de bichos como si fueran castillos de arena a merced de olas gigantes. Simo se limitaba a eliminar a aquellos que no quedasen lo suficientemente derretidos, que escapasen milagrosamente, o que llegasen desde zonas fuera de los ángulos de su compañero. Tardaron poco en llegar a Rivers. Se sumó a los comentarios del peculiar doctor:

- Es normal. El bicho ha debido de confundirlo con una bonita flor, y ha querido polinizarlo.

El M577 tardó poco en hacer aparición. La caballería. No había nada por que preocuparse, pensaba mientras veía a Baltasar volar por los aires. Antes de que Dillon dijera nada, ya sabía que le quizás le tocara hacerse el héroe. No tenía tiempo para sacar el juguete para niños mayores, por lo que tendría que intentarlo con la M41A1. No era lo ideal, pero era un arma relativamente precisa. Mas de lo que sabían aprovechar la mayoría de marines. Confiando en que alguien le cubriese, hincó una rodilla en el suelo, apuntó anticipando la trayectoria, vació los pulmones de aire, y rezó para que aquella maldita tormenta no hiciera que la bala fuera para el pobre diablo que estaba recibiendo una clase avanzada de vuelo. Había acertado disparos desde una distancia mucho mayor, y en condiciones similares, pero el equipo y el nulo margen de tiempo no ayudaban.


En caso de que el disparo acertase, y Baltasar solo tuviese que enfrentarse a la dura caída, correría hasta su posición. No importaba que no se moviera, o que la única forma de despegarlo del suelo fuera con espátula; intentaría llegar a su posición, y verificaría si seguía con vida o no. Si veía alguna posibilidad de que sobreviviese, lo cargaría a hombros y empezaría a ganarse el sueldo. Tiraría la M41A1, dejaría la escopeta a mano, y se acomodaría el rifle para poder cargarlos a ambos. Si eso último no era posible, dejaría su rifle, pero aquello sería una de las decisiones mas duras de su vida. Más le valía sobrevivir a Baltasar, si tenía que llegar a ese extremo. Si nada podía hacerse, aguantaría con todo el equipo, y correría hacia la nave, girándose de vez en cuando para ralentizar a sus perseguidores. Ya solo podía esperar a que todo se alinease a su favor mientras corría por su vida.



Carlo Balsani

Al oír lo que grita me Helen le grito enfadado no por las Hormigas sino por lo que ella me dice de su idea de auto sacrificarse.

- ¿Helen qué mierda se te ha metido en la cabeza? ¿Acaso te está afectando el golpe en la rodilla, o usar mucho tiempo el sombrero vaquero te ha cortado el suministro de oxigeno al cerebro? ¿Qué clase de respuesta es esa? Vamos a salir de esto juntos sin necesidad de que uno de los dos se quede. Tengo todavía dos granadas de fusión y parece que son efectivas contra estas hormigas super crecidas a base de esteroides. Un último esfuerzo, solo eso. Dillon te ayudará con tus heridas, chica maravilla. ¡Eso es, Dillon!, si él está en la nave puede ayudarnos desde ella con la vieja Betsy.

Uso el intercomunicador:

- Dillon, ven con tu chica, te invito a una fiesta....Bszzt La comida de hoy es hormigas fritas aderezadas con plomo y como entrada granada de fusión....Bszzt Tú traes el carbón para poder hacer la parrillada......Bszzt Venga ven rápido que mi pareja de baile está un poco cansada de la misma pieza que estamos tocando desde hace un rato.



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