jueves, 22 de marzo de 2012

Hay muchos traseros que patear 20

Los motores del M577 rugían poderosos como una bestia lanzada a la arena para enfrentarse a decenas de rivales. Sin embargo quedaban acallados por las detonaciones y el tronar de los disparos que se escuchaba en todas direcciones. Poco menos que música para algunos, desde luego.


Benley consiguió meter en el blindado a un casi desmayado Joe. Helen y Carlo se abrieron paso escupiendo fuego los cañones de sus rifles a la vez que las troneras láser les ayudaban también a amontonar cadáveres de hormigas. Helen se contuvo de usar el lanzagranadas acoplado a su M41A, trepó junto a Carlo por el montón de desechos animales, perdía el sentido de las distancias, le costaba respirar mientras su organismo trataba de identificar la amenaza para dar una respuesta que contrarrestase los efectos del veneno antes del colapso de todos sus sentidos. Giró sobre sí, y ahora, con distancia suficiente, disparó por dos veces granadas contra las pocas que se movían detrás. Pero no logró llegar al blindado. Perdió pie, algo en aquella amalgama de cuerpos sin vida se clavó en su pierna, unas mandíbulas de hierro, tiraron de ella, la arrastraron por el suelo. El voluntarioso Joe quiso echarle una mano, las mandíbulas de las hormigas chasqueaban, de nada sirvieron sus buenos propósitos, Helen quedó atrás y él logró alcanzar el M577. Ghost disparó su arma, desesperada, pisoteada, golpeada y mordida por las hormigas que se afanaban sobre ella, incapaz de hacerse con una de las granadas y dar un final explosivo y brutal a su vida. Sintió un nuevo aguijonazo, esta vez en el brazo izquierdo. Sujetada por el pie con fuerza salvaje su captora la introdujo en el agujero y tiró de ella túnel abajo.

Arriba, ese lado, el oeste, de momento se encontraba despejado, antes de que llegase el grueso de la amenaza.

Por la otra parte, un Dillon disfrutando en su elemento junto a la cálida Betsy consumía a las hormigas en un océano de llamas. Cada latido del corazón del matasanos pulsaba sobre el alma despiadada de Betsy. Inteligentes o no, las bestias recularon, con el pánico ancestral de cualquier ser vivo hacia el fuego. Trataron de rodearlos, de colarse por los extremos pero allí se encontraban de nuevo con la inmisericorde Betsy o las ráfagas de 10 mm de Simo y Rivers esparciendo sus entrañas cuando lograban atravesar las corazas de sus encarnados cuerpos. Rivers fue protegido por sus dos compañeros, de pie, temblando, cayó, al fin, resistiendo todo cuanto pudo, forzando su maquinaria humana, vendiendo cara su vida y temiendo que sus compañeros tirasen a la basura la propia con tal de salvarlo, lanzando una última granada; paralizado, no sentía las piernas, los brazos dejaron de obedecerle, perdió el sentido de la vista y los sonidos le llegaban lejanos, ralentizadas las ondas sonoras. Sin embargo seguía consciente. Alguien tironeaba de él, el marine solo podía dejarse llevar, sin más opción, lo mismo que el incauto insecto que cae atrapado en la tela de araña.

Ese frente fue también limpiado, y, más allá, las hormigas se agrupaban, tal vez para encarar a los soldados con una nueva estrategia, o para dejarles marchar. O sencillamente esperando los refuerzos. Dillon creyó ver que las antenas señalaban hacia su lanzallamas que tanto daño les había causado.

Simo apuntó. Sangre fría y nervios de acero templados en decenas de combates unidos a su excelente puntería. Acertó en el blanco a pesar de la tormenta, de la mala visibilidad, aunque el bicho volador no soltó a su presa. Apretó de nuevo el gatillo, disparando una ráfaga, debía arriesgarse, eso o Baltasar era hombre muerto. La hormiga voladora esgrimió un sonido como el chirrido de un tren antiguo frenando a alta velocidad sobre unos raíles oxidados y se precipitó más allá del talud, en el este, fuera de la vista de todos. Simo corrió hacia allá.


Dillon cargó a Rivers, con la cobertura de Anette. Cuando esta vio a Simo en pos de Baltasar, no se lo pensó y fue tras su estela. Cuando el médico de la unidad pisó el interior del blindado, le recordó más a una enfermería que a un puesto móvil de combate. Nunca hubo tantos heridos allá dentro. Rivers no se movía, con una palidez azulada en su piel, Joe sangraba profusamente por el antebrazo cortado y Carlo tenía varias cortes en las piernas, que podían infectarse. Simo, al mando de la tronera, le saludó, mordaz la sonrisa que esgrimía: " Qué tal, Doc, ¿divertido, eh? Guárdame una cita con Betsy, ok? jajajaja! "


En la oscuridad de las profundidades, Helen se fue golpeando contra las paredes, zarandeada, se le fue de las manos el rifle, y casi sin sentido atinó a desenfundar su pistola con la que tras vaciar el cargador se deshizo de la hormiga. Se encontraba a no sabía cuantos metros bajo tierra, veía una luz difusa sobre su cabeza, a muchos metros en una pendiente de un ángulo de cincuenta grados, calculaba. Encendió las luces del casco – o los infrarrojos, dispone de ambas posibilidades - para ver, como en una mañana de niebla, un ancho pasadizo irregular descendente y la bestia algo más abajo, inerte. Se mareaba, le faltaba el aire, al menos había recibido una dosis más de aquel veneno. Escuchó sonidos procedentes de las alturas, una sombra borró la poca luz, una sombra que descendía chasqueando. Al fondo también oyó el sonido de algo que se aproximaba. No atinaba a cargar de nuevo la pistola, le temblaban las manos, ¿dónde estaba el maldito rifle? No a la vista. Su corazón artificial, el generador principal, se bloqueó. Le quedaban treinta minutos de energía adicionales a su cerebro sintético, pero le costaba horrores mover sus miembros.

Aparecieron unas cuantas hormigas de avanzadilla por los montículos el oeste, abatidas por las troneras del blindado. El resto se quedaron agazapadas, aguardando. Dillon ordenó a Viviana que fuese a por Simo, Baltasar y Anette, y que Carlo se hiciera cargo de las ametralladoras situadas en la zona del copiloto del M577. Él se fue en busca de Helen cargando con una soga que rebuscó a la carrera. Viviana dudó ante la orden, para al final acelerar y girar en dirección contraria al hoyo, y encarar el este.

Cuando Simo alcanzó la cresta del pequeño desnivel, se encontró a unos treinta metros de la hormiga voladora, muerta, y debajo de ella al pobre Baltasar, que se agitaba, intentado salir de allí. En el lado opuesto, al frente avanzaban un puñado de hormigas, adelantadas a las decenas que venían detrás, a una distancia equidistante de Baltasar, tal vez algo más. Anette ascendía por el talud llevando a cuestas el arma inteligente. El francotirador podía quizá llegar antes que las hormigas; o mantenerlas a raya esperando refuerzos. O…Debía decidir la acción a llevar a cabo.



Simo Kolkka


El primer disparo acertó al blanco, pero no fue suficiente como para derribar al bicho. Sabía lo que tenía que hacer a continuación, a pesar de que no venía en ningún manual, ni se lo habían enseñado nunca. Una ráfaga, y un nuevo éxito. Esta será una buena anécdota que contar si llegamos vivos a casa... Bicho y hombre cayeron fuera de su alcance visual, así que empezó a correr en dirección a donde la trayectoria debía de haber acabado muy bruscamente. En cuanto llegó a la pequeña cima del desnivel lo vio. Baltasar se movía. ¿No era más fácil morirse? Ahora tendré que huir contigo a cuestas. Dos cosas incómodas a la vez. Sabía que no era lo que pensaba realmente, pero en algo tenía que pensar para abstraerse del ejército de hormigas asesinas que iban a su encuentro. Podría llegar hasta su compañero antes que el enemigo, pero escapar no sería tan fácil. Necesitaba saber si alguien le cubría las espaldas. Echó un ojo a su retaguardia, y creyó ver a Anette. Eso era todo lo que necesitaba. Empezó a disparar a la vez que corría. Cuantos más dejase fuera de combate antes de llegar, menos quedarían para perseguirle, y menos trabajo para Anette. Esperaba que su puntería diese lo suficiente de sí como para no hacer acabar la brillante carrera de Simo bajo fuego amigo. Antes de llegar a donde se encontraba Baltasar, dijo algo que tenía ganas de hacer hacía mucho tiempo, y dada la esperanza de vida actualizada de su compañía, sería sensato no posponer:

-
¡¡Vengadores, reuníos!!- después, dirigiéndose a través del comunicador a sus compañeros, pediría refuerzos.- Si no estáis demasiado ocupados nos vendría bien algo de cobertura por aquí.

En cuanto llegase a la zona de la colisión, empezaría por evaluar la situación. Quizás Baltasar pudiese andar milagrosamente. Lo comprobaría mientras intentaba quitarle la hormiga de encima. Si era imposible sacarlo antes de que las hormigas estuviesen demasiado cerca, buscaría cobertura en los accidentados, y dispararía. Si Baltasar podía moverse, le daría rápidamente la escopeta de combate.


- El Héroe Mas Poderoso de la Tierra ha venido a salvarte, pero tampoco es cuestión de que lo haga todo yo.- dijo a su compañero.


Si conseguía liberarlo, y Baltasar no podía moverse, pero sí disparar, trataría de cargar con él, pero de modo éste pudiese disparar a los perseguidores. A parte de eso, solo quedaba correr.



Dillon Frost


Rivers no dejaba de decir sandeces. Que lo dejasen allí si era necesario. Rivers siempre había sido una carga. De tener que haberlo abandonado cuando les resultase un inútil hace tiempo que lo hubiesen dejado en un asteroide perdido en la inmensidad del océano. No se lo dijo, la moral era importante para un marine.

-Calla ya, Rivers. Es un consejo médico.-Y luego masculló entre dientes.- ¿Por qué el veneno no le afectará primero a la boca?-No iban a dejarle allí. Tanto Simo como él tenían eso claro. Escuchó a Carlo por el comunicador. Que fuese hacia allá. "Joder, ni que fuese Dios omnipresente", pensó, crispado, no por Carlo, sino por la situación.-Aguanta un poco, Carlo. Mientras, trata de ser tú el ángel guardián.-No podía ir, porque hacerlo significaba dejar a Rivers ahí tirado. Una decisión desagradable. No dejó que los remordimientos le afectasen. Aún no. Tampoco el dolor emocional. Apretó el gatillo una vez. Todo lo que podía hacerle daño ardía con ese fuego. Sus ojos, dos esferas de negro ébano, reflejaban las llamas con total nitidez como si estas formasen parte de su alma.

Gracias a que Simo tenía una puntería de primera lograron escoltar a Rivers hasta el blindado. Durante aquella operación le pareció ver a las hormigas usando sus antenas para comunicarse y para señalarle a él. "Si, si, bichitos, aquí aún queda mucha Betsy para todos vosotros". Dejó a Rivers en el blindado como si fuese un saco de patatas. El veneno no tenía porque ser mortal. Muchos animales solo paralizaban a sus presas con él para poder cazarlos mejor. Otros, claro, poseían un veneno mortal. ¿Qué debía hacer? Era médico, no veterinario ni químico. Además, no era el más urgente. Carlo tenía feas heridas. Joe lo tenía mucho peor. Entró, gruñendo ante el comentario de Sandro. "Un loco en los cañones". Siempre había sido así.

-Tendrás que esperar, Carlo. No te quejes por tan poco.-Se acercó a Joe para atenderle. Debía suturar la herida para evitar que sangrase más. También desinfectaría la herida y evitaría que se gangrenase.-Será mejor que muerdas algo, Joe. Te va a doler más que cuando te lo arrancaron.-Luego miró a Carlo.- ¿Y Helen...?


En un hoyo. La única piloto que tenían ahora con dos manos estaba en un agujero. "Hormiguero. Ese sería el termino exacto". Benley dio órdenes. Irían a por Baltsar, Simo y Anette. Por lo visto Simo había hecho diana nuevamente. Dentro de nada tendría, al menos, un paciente más que atender. El cabo quería irse a buscar a Helen. Gran idea. Perder al único mando en una misión casi suicida. Le quitó la soga de las manos.

-Será mejor que yo me ocupe de eso.-Lo miró fríamente.-Si ella está herida podré atenderla. Si ella está peor podré darla paz.-Palpó la vieja Betsy.-La vieja Betsy y yo tenemos más posibilidades que ese cañón y usted. Y lo sabe.-"Además, cuando Carlo pidió ayuda yo no pude ir. Yo la metí en ese hormiguero", eso no lo dijo, solo lo pensó. Aún en esa situación seguía siendo distante.-No tema, Besty se mueve bien en los lugares apretados.-Saltó del blindado. Era la decisión más estúpida que había tomando en los últimos quince minutos. También la más justa.

Disparó un par de bocanadas de fuego al aire solo para decir "Aquí estoy. Venid a por mi". Avanzaría hacia el agujero poniendo mis ojos sobre el terreno y en cualquier dirección. Miraría el indicador de movimiento para ver por donde le cercaban las hormigas. Y si alguna le seguía por el aire o bajo tierra. Dispararía sin piedad, incluso de más, formando grandes barreras de fuego, barriendo la zona con lametazos de fuego salvaje. No dejaría de avanzar. Se cubriría las espaldas.

Si llegaba al hormiguero buscaría una roca sólida a la que atar la cuerda. De no haberla sacaría el cuchillo y o lo clavaría en el suelo o lo colocaría de tal forma el filo hiciese tope entre dos rocas. Usaría, tal vez, algún cadáver como tope o como "roca". Había que ser práctico. Miraría abajo, encendería las luces. Escupiría más fuego en todas direcciones, salvo en la de la soga, para cubrir su descenso. Encaró la oscuridad. Se estremeció. No le asustaba aquel sitio oscuro, ni siquiera los insectos, pero había contemplando un vacío sin luz hace poco y ya no podía volver a ver la oscuridad con normalidad. Tembló, dudó, se revolvió contra eso. Llevaba la antorcha del nuevo milenio. Que las llamas de los cadáveres iluminasen el camino.

-¡Ya voy Helen! Procuraré no pisarte.-Descendería por la soga hasta llegar a la mujer. Esperaba que aún estuviese viva y consciente. Al llegar a su lado examinaría sus heridas y vería si eran graves o no. Si eran graves tendría que atenderla allí mismo antes de cargar con ella como había hecho con Rivers. La idea de una camilla ahora mismo le producía carcajadas.-Bonito lugar para una reunión.-Bajo tierra y rodeados de insectos.- ¿Crees que podrás agarrarte a mí? Tendré que trepar contigo hasta arriba. Espero que estuvieses a dieta antes de esto.-Un extraño sentido del humor en una extraña situación. Ahí abajo bajaría el nivel de expansión de su arma. Solo podía disparar en una dirección. Hacia abajo.-Va ha hacer calor...pero nos iremos antes del bronceado especial. Si hay problemas, tendrás que cubrir nuestra salida.-La entregaría sus armas de mano*. La idea era cargar con ella a medias. No pesaba mucho, podía con ella. Helen debía agarrarse.

Treparía por la soga y se detendría en cuanto viese algo abajo. Entonces entrelazaría su mano y antebrazo izquierdo a la cuerda, dando un par de vueltas, mientras que con la diestra apuntaba y quemaba un poco de carne. El fuego en el túnel se expandiría con rapidez y puede que las llamas bloqueasen parte de él. Helen debía sujetarse a él. Luego seguiría subiendo. Ella se ocuparía de lo demás. No miraría arriba más de lo estrictamente necesario. No podía disparar sobre sus cabezas por dos motivos. Primero, porque todo lo que abatiese caería hacia ellos como una lluvia de fuego. Y segundo, porque quemaría la soga.

Una misión arriesgada, pero... ¿Acaso no lo eran todas?




Jake Rivers


Al final acaba desfalleciendo, esperaba que no ocurriese tan pronto, o que ocurriese antes aún. Le duele mucho el hecho de convertirse en una carga para los demás, poco más que un arma sin munición, es necesario regresarla al cuartel pero no vas a poder usarla de camino. Así se siente, molesto consigo mismo por dejarse herir tan tontamente. Sin embargo sus protestas no sirven de nada. Sabía que no servirían de nada, él habría cargado con los demás igualmente, pero estaría mejor algo más de sentido común por parte de sus compañeros.


Nota cómo le dejan dentro del blindado. Escucha voces, muchas, pero no las distingue con demasiada claridad. Parece que todos los sonidos se entremezclan en su cabeza, incluso le parece oír eco –eso no debe ser buena señal-. Tampoco está convencido de poder ver, a penas distingue siluetas, todo demasiado borroso. Tras recibir tantos disparos, alguna que otra puñalada, y unos pocos encontronazos con la metralla de las granadas enemigas, le parece curioso ir a morir envenenado por unos bichejos. Esto también era una guerra, no lamenta lo ocurrido. Uno puede morir en cualquier momento por estupideces mayores. Balas perdidas, desprendimientos, incluso por resbalar en mal momento. Lo importante es que se ha cargado a bastantes de esos insectos, ¿qué más puede pedir?


A pesar de todo, no va a cerrar los ojos a esperar el fin. Sabe poco de medicina, pero hay formas de frenar el avance del veneno. Lo ideal habría sido hacer un buen corte para que se filtrase una cantidad menor en su sistema circulatorio, pero él no habría sido capaz sin llevarse media pierna por delante, ahora debe ser un poco tarde. Puede frenar su propagación en cierta manera. Comienza a respirar hondo, concentrándose únicamente en el latido de su propio corazón y en el sonido de los pulmones al hincharse, en cada expiración y exhalación. Se calma tanto cómo la situación le permite, usando toda la sangre fría que es capaz de reunir. Sus pulsaciones descenderán progresivamente, su corazón por tanto bombeará menos sangre, de ese modo la parte infecta tardará un poco más en recorrer todo su cuerpo.

También lucha contra la inconsciencia. No quiere quedarse dormido, quizás sería la última vez que lo hace. Acuden a su mente recuerdos de viejas batallas, tal vez delirios, pero le da igual. Algunos de esos recuerdos incluyen a compañeros que ha matado hace… ¿horas?, ¿minutos?... ya no está muy seguro. Los maldice por desertar de aquella manera, sigue sin sentirse demasiado culpable, aunque si un poco triste. Debe ser otro de los efectos del veneno, sin lugar a dudas.

Escucha, entre los ecos de los sonidos y sus propios recuerdos, cómo piensan ir a por Helen – ¿No ha entrado Ghost también?- lo ignora completamente, su estado de conciencia era bastante precario cuando ha llegado hasta el blindado, igual que ahora. –una cuerda, van a usar una cuerda- Debe haber caído por algún lado. No recuerda muchos barrancos en la zona, ¿quizás uno de los agujeros de esos bichos? Si sigue viva es realmente dura, aunque eso ya lo sabe, todos son realmente duros. Trata de reunir algo de fuerzas para hablar de forma comprensible.

 –No les dejéis subir sin más, izadles vosotros- tardarán mucho menos y, además, tendrán una oportunidad de sobrevivir ya que podrán concentrarse en disparar, aunque vaya a ser un ascenso movido. –Esos bichos se han reorganizado ante el lanzallamas, de algún modo comprenden el poder de nuestras armas - o eso ha creído ver, pero podrían ser imaginaciones suyas –usad las más pesadas, misiles y granadas. No les haremos retirarse pero comprenderán que el ataque frontal les vale de poco… no sabrán lo que es la munición. Si se toman otro instante para cambiar de estrategia, habremos ganado tiempo para… largarnos de aquí-

Si crean un verdadero infierno, comprenderán que acercarse a ellos solo les lleva a la muerte. Encontrarán otra vía de ataque, seguro, pero quizás Dillon y Ghost ya estén a bordo para entonces. Él no puede moverse, le encantaría poder seguir disparando, pero no es así. Aprieta los puños con las fuerzas restantes, antes de recordarse que debe permanecer calmado o será peor. Si esos malditos bichos entran en el blindado, espera tener fuerzas para poder darle al gatillo un par de veces más, pero espera que los demás regresen a tiempo y puedan salir de aquí.



Helen


El infierno se había desatado, y demonios con forma de hormigas del tamaño de un pony les atacaban por todos lados. Helen se veía superada, puesto que tal cual había calculado, matar por completo a cada uno de aquellos bichos la ralentizaba su paso dirección al blindado. Finalmente las criaturas le dieron alcance y se le echaron encima llevándola al interior de un agujero donde cayó y cayó. Fue entonces cuando con un grito ahogado Ghost tomo total y absoluto control de su cuerpo. "La unidad Helen" como la llamaba ella, había sido desconectada y le quedaba muy poco. Tan poco, que estaba funcionando con la energía de reserva. Lo cual no significaba que funcionara igual que antes, sino con un voltaje mucho más inferior lo que le reducía movimientos y prestaciones.

Su primera acción fue apagar el micrófono de escucha. Lo que menos necesitaba era delatar su posición, y tenia la certeza de que aquellas "hormigas" eran más animales que insectos. Por ello, deducía que no seguían rastros de olor, sino no habrían ido a por ella ni la habrían herido. Y dedujo también que debían de ser sensibles a las vibraciones, tal cual lo era su blip a las corrientes de aire. Hizo un barrido de los sonidos que le llegaban con sus oídos, intentando oír a través del agujero y del túnel. Se preparo con su pistola, y utilizo únicamente su visor nocturno. Cualquier cosa que viniese sin emitir la conocida luz verdosa o de linterna comería el plomo de su pistola walther P99.


Esto si llega Dillon hasta mi posición


Oía el crujir de una cuerda sujetando algo muy pesado, dedujo de inmediato que solo podía tratarse de alguien que quería rescatarla como material militar. Se mantenía alerta, buscando por el sonido a sus objetivos. No podía confiar en su vista, ya que era muy irregular.

La unidad Dillon llego hasta ella y decodifico el mensaje que le transmitía;
-Bonito lugar para una reunión. ¿Crees que podrás agarrarte a mí? Tendré que trepar contigo hasta arriba. Espero que estuvieses a dieta antes de esto. Va ha hacer calor...pero nos iremos antes del bronceado especial. Si hay problemas, tendrás que cubrir nuestra salida.

- Afirmativo. Pero necesito energía. Tiempo de actividad y conexión restante 16 minutos y 32 segundos.

Le mostró su espalda, vería su sangre sintética y se replantearía si subirla o no. Demasiados problemas para una unidad sustituible. Sus habilidades de medicina eran totalmente inútiles con ella, lo cual activo la subrutina de sonrisa que salio intermitentemente.

- Yo zZZZzz.... disparé zZZzz hacia abajo zZZZZzz.


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