sábado, 4 de febrero de 2012

Hechicería y Acero, 16


16


Acherus ironizó. Luego provocó a Whosoran y a Maclo. A esta se le encendieron las mejillas de ira y fue a darle un tortazo, pero no supuso problema alguno para Acherus sujetarle la muñeca.

- ¡Suéltame, canalla! ¿Quién te crees que eres para hablarme así? ¡Nadie te da derecho a ello! ¿Es que solo sabes insultar? Tú debes ser de la misma calaña que ese otro, Keito, pero él se te adelantó, ¿verdad? ¡Sucio perro engreído! –y escupió a la cara de Acherus.

Sablen intervino de nuevo:

- No estires de la cuerda, Acherus. Será mejor que todos cerremos la boca y nos centremos en nuestro objetivo. Tranquilicémonos, yo el primero. Haced como Bazag, conservemos la sangre fría, a tono con estas latitudes.

Whosoran respondió con palabras agresivas y a la vez una actitud prudente, lo mismo que luego Acherus. Un juego peligroso para mercenarios acostumbrados a matar por menos de eso. Se contenían porque sabían que la vida de cada uno de ellos dependía del hombre que estaba al lado, fuese o no amigo. Ya habían perdido a uno, no importaba si un buen tipo o un hijo de mala madre, pero sí que representaba una hábil espada de la que ya no disponían.

La tienda no aguantaría el azote de la tormenta que ya levantaba remolinos de polvo blanco en la nieve. La desmontaron aprisa y se pusieron en marcha hacia una suave colina que se veía a lo lejos, difuminada por la oscuridad creciente. Violentas ráfagas de aire los golpeaban ocasionalmente, primeros abanderados del vendaval que se avecinaba. Maclo no se despegaba del abrazo de Whosoran, de alguna manera influida y atraída tanto por el corpachón del turanio como por su fortaleza de carácter. Asintió sonriendo tímidamente a su último comentario:

- Sí, eres mayorcito, claro. Jaja. Pero no me gusta que te hablen así después de lo que hiciste por mí.


Bazag continuaba dándole ánimos a la muchacha, ajeno a la discusión de sus compañeros sin embargo no ausente a la misma, pendiente de las consecuencias que pudieran derivarse de ella. Calmado el asunto, caminó junto a Takala, intentando averiguar más cosas ahora que la mujer se mostraba más habladora, o menos hermética. La mujer se detuvo y miró de frente al shemita:

- No puedo nada contra ella. Si estoy con vosotros es para intentar ayudar a esa niña, lo que me suceda no me importa demasiado. Yo conozco la solución a mi mal y no está en vuestras manos ni en las de nadie solventarlo.

Miró al cielo con expresión preocupada. Continuó respondiendo a Bazag – todos la podéis escuchar:

- No es venganza. No al menos como tú la entiendes. No vamos a matar a la Señora de las Taigas. Y si pensáis en eso, olvidaros de tal idea. No se acabará la maldición con su muerte, no toda la hechicería funciona así. Pero piensa lo que quieras, tal vez tengas razón. En algo sí la tienes. En huir. Aunque algunos problemas te persiguen siempre. Solo la última huida te libera de ellos.

Siguieron la marcha con el rugir del viento ya sobre ellos. Takala dijo algo más:

- Claro que tiene hombres, guerreros vanires que acuden a su llamada. Lobos y bestias de la taiga. Créeme cuando te digo que ya tenemos suficientes dificultades para añadir una más. Maclo me contó que huyeron de sus dominios, por el relato de lo sucedido imagino que más que escapar, ella los dejó ir, convencida de que morirían en los yermos helados y de que Maclo irremisiblemente sería vencida por su maldición. Puede que todavía exista conexión con Whosoran.

-¿Pero qué persigue esa condenada bruja? –preguntó, ceñudo, Sablen.

- No lo se. La sed insana de mal que ansía su corrupto corazón. Preguntadle a Whosoran, él la conoce también. O a Maclo.

- No quiero hablar de ese monstruo de mujer. Ni quiero volver a verla. Me aterroriza la idea de que pueda encontrarnos. No creo que tenga fuerzas para enfrentarme a ella otra vez –argumentó Maclo.

Ascendieron la ladera de la colina cuando la tormenta ya estaba sobre ellos, nevaba copiosamente, bufaba el viento atormentado por los demonios y la noche se presentaba muy negra en todos los sentidos. A medida que trepaban la dificultad era mayor, sin encontrar refugio alguno hasta el momento. Los sentidos de Maclo, agudizados, la llevaron a dar con una pequeña oquedad medio tapada por la nieve y algunos escuálidos arbustos. Escarbando descubrieron la entrada de lo que podía conducir a una gruta a la que solo podían acceder bastante agachados y un poco más allá, a gatas.

Era un posible refugio. Eso, o continuar bajo la tormenta.




Bazag

Como Bazag esperaba, Maclo acaba perdiendo los nervios con Acherus. En realidad cuesta creer que haya tardado tanto en ocurrir, algún miembro de toda esta comitiva tenía que hacerlo antes o después. Está bastante seguro de que esa es precisamente la intención de su compañero. ¿Por qué?, no lo entiende ni pretende intentarlo, hay gente que simplemente es así. En una ocasión le dijeron que es necesario forzar a la gente hasta sus límites para comprobar que clase de personas son. Quizá Acherus esté intentando precisamente eso, ver de que pasta es cada uno. Claro que también podría ser algo distinto, tal vez solo le interese incordiar por diversión. En cualquier caso, Bazag prefiere seguir ignorando esas puyas, solo les servirán para gastar energías antes de tiempo.

A pesar de su propia opinión, se acerca un instante a Maclo. –En muchas ocasiones he buscado pelea. A veces con motivos, y otras porque no puedo evitarlo- sonríe burlonamente –Por eso sé que si me ignoras me acabo cansando- ahora adopta una expresión más seria –Ignórale, y a los demás también, nosotros no tenemos nada que opinar sobre lo que hagas-. Aunque desde luego tampoco Whorosan tampoco le cae demasiado bien, las apetencias de la muchacha no son asunto suyo, ni de los demás.

La tormenta es más fuerte de lo que esperaban, o al menos de lo que él esperaba. Si se quedan en la tienda pronto estarán durmiendo al raso. Deben buscar un lugar mejor para pasar la noche, por tanto reemprenden la marcha. Takala comienza a mostrarse más habladora. O es porque ya no está Keito, o empieza a confiar un poco en ellos, o más probablemente, comprende que mantenerles informados es una mejor política. Así podrán estar preparados para lo que les depare este viaje. Sin embargo las palabras no son alentadoras. Tal como Bazag había supuesto, la maldita bruja tiene hombres a sus órdenes, o sea que probablemente tendrán que luchar si sobreviven al viaje y a la visita a los muertos. –Pan comido- se dice a si mismo mientras niega con la cabeza. Luego vuelve a sonreír, desde luego es una situación interesante, jamás se había imaginado metido en algo como esto. Si sobrevive, ¿qué podrá encontrar para superar esta misión? Es un pensamiento innecesario, antes deben acabar con lo que están haciendo ahora.

Camina al lado de Takala. Considera que la otra bruja es demasiado para ella, y en realidad debe serlo si es capaz de crear semejantes maldiciones, aunque él no tiene mucha idea de magia, quizás sean relativamente sencillas. Cuanto más escucha, más ganas siente de acabar con esa arpía, aunque al parecer esté lejos de sus posibilidades. Bazag puede respetar a quienes, como él normalmente, luchan por dinero, a asesinos y ladrones. Durante su vida se ha cruzado con gente de la peor calaña, incluso ha trabajado para unos cuantos de ellos. Sin embargo detesta a cierta clase de personas, como los esclavistas, afanados en cortar las alas de la gente. Él no soportaría que cortasen las suyas. Esta bruja no es muy distinta, tan solo más creativa. –La última huida no es una solución- responde severo –Para eso siempre hay tiempo-. También lo detesta cuando alguien pierde el espíritu combativo, las fuerzas para tomar las riendas de su propia vida. –Quizás, como dices, sea todo demasiado complicado. En verdad, sé que lo es para mi- sonríe –Pero si es posible romper una maldición, es posible romper otras. Y si esa bruja vive, es posible matarla- se encoge de hombros –Para rendirnos también tenemos todo el tiempo del mundo-

Finalmente llegan a algo parecido a una cueva. Demasiado pequeña, tal vez peligrosa, pero esperar al fin de la tormenta, durante la noche, y sin refugio, es un suicido. Deben decidir si arriesgarse a seguir avanzando, quizás sin encontrar nada, o entrar en la cueva e intentar resguardarse. –Está bien, entraré a echar un vistazo. Si parece segura, saldré a avisaros.- Evidentemente si no sale es porque no era segura y conviene más buscar otra cosa, pero eso ya lo deducirán ellos. –No me echéis de menos… y procurad no mataros durante la espera-

Sin más, enciende una antorcha, desenfunda uno de sus cochillos, y se introduce en la gruta. Sabe desplazarse en silencio incluso en un terreno como este. Por desgracia podría haber lobos o, mucho peor, osos. Le parece un conducto demasiado pequeño para una bestia grande, pero puede tener entradas por otros puntos. No puede eludir el olfato de un animal, así que tendrá que estar atento a cada instante, fiándose de todos sus sentidos, en especial el oído. –No tardaré mucho-





Whosoran

Escuchaba atento la conversación entre Takala y Bazag. ¡Joder! ¡Cuanto interés tenía el puto negro en la bruja de las taigas! Sin embargo, algunas de las cosas que decían eran interesantes. Un escalofrío recorrió mi espalda cuando se nombró la posibilidad de que la señora de los páramos todavía tuviese algo de poder sobre mí. Algo así era más que posible...
Mierda -murmuré furioso. La primera en mi lista de cuentas por saldar quizás me quedaba demasiado grande...quizás tendría que abandonar mi propósito de ver su cuello roto. ¿Era miedo lo que sentía? Sí. Pero no a la muerte. Ser reducido a una bestia como quizás Maclo fuese a convertirse, siendo incapaz de pensar, prisionero del hambre. Eso sí que era terrorífico.

La incipiente tormenta me despejó un poco. La bruja estaba ahora lejos, pero la violencia del norte del mundo se cernía sobre nosotros con la furia de cien gigantes. La opción de meterse en algún sitio, un refugio, empezaba a cobrar mucha importancia para mí.
Cuando Maclo, quizás guiada por algún sentido animal, encontró una pequña oquedad. Ya estaba decidido a entrar donde fuera.
Joderr! ¡Qué frío de mierda! Eso explica que los vanires tengan los sesos congelados...jejeje. Río brevemente...algo desencantado por la virulencia del frio...y por la no-presencia de vanires entre el grupo. Entramos contigo, morenito... quizás sea una Osera...jajaja...dicen que la carne de oso está realmente buena.




Acherus

Acherus se encogió de hombros. Si tan seguros estaban -Takala, al parecer, la primera - de que la señora de las taigas y su tropa eran tan invencibles, no pensaba intentar convencerles de lo contrario. Pero invencibles o no, no pensaba darles además la ventaja de la sorpresa. Esperaba que el resto cumpliesen con su cometido. Se ahorró las puyas, e intentó sonar conciliador.

-Entrad vosotros. Me quedo la primera guardia. No servirá de mucho, pero no se puede luchar contra la costumbre.

"[ì] Además, el que esté de guardia tapará la puerta, evitando el aire a los de dentro. Todo son ventajas. Si estuviésemos de vuelta, quizás incluso desearía que alguno muriese congelado. Pero todavía no...[/i]"

"[i] Quizá se maten ahí dentro, quien sabe. No son especialmente inteligentes... Pero supongo que harán caso de mama Takala... O quizá aparezcan algunos hombres, y sea mejor escapar. En cualquier caso, mejor estar fuera, aun con el frío, que dentro sin saber nada.





Whosoran

Si es seguro, todos entraremos. -exclamo mientras me agacho para entrar por el túnel - ¿Hacer guardia en medio de una tempestad de hielo? jajaja- añado mientras meneo la cabeza, con gesto incrédulo, como si Acherus hubiese contado un chiste malo.

Tengo la tentación de que Maclo vaya conmigo... Al fin y al cabo el resto podría decidir que Bazag y yo somos prescindibles. Pero el túnel puede ser peligroso. Y sinceramente, veo poco probable que éstos decidan huir en medio de la tormenta...
En fin...



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