lunes, 6 de febrero de 2012

LOS ÁNGELES, 2029 -4

Regresamos con el relato Los Ángeles, 2029, un poco abandonado desde finales del año pasado . En etiquetas se encuentran sus otras tres entradas anteriores.



4



Lejos de los problemas de KD, la fugitiva y Edwars, en otra zona de la ciudad,  el rotador de la policía especial descendió en el tejado habilitado para ello en el edificio de la corte de Justicia con los cinco testigos. Luego, el quinteto aguardó, en una primera habitación de paredes grises, y mobiliario escaso , nerviosa la mujer, aburridos y soñolientos el resto, pensativos, reflexionando sobre el extraño suceso anterior, para Jacob, Ricco y la mujer de ojos acuosos y pechos grandes, de nombre Marie, la imposible explosión en el restaurante; el padre Tomachio dándole vueltas a las acciones de la desconocida y del comportamiento agresivo de los agentes de la ley, quienes le habían ofendido. Mientras que Mara calculaba las posibilidades remotas de lograr escapar de allí si descubrían su auténtica identidad.

Apenas hablaron entre ellos, y Ricco aprovechó para comentarle en un susurro a Jacob que si perteneciese a la familia en menos de un santiamén tendría a varios primos y tíos gritando encolerizados ahí dentro por su libertad en caso de que estuviera retenido como sospechoso de algún delito. Es lo bueno de las familias unidas.


Una hora después, avisaron al Italiano y le hicieron pasar a una gélida sala iluminada por una dantesca luz artificial anaranjada, con varios policías armados alrededor. Detrás de una  mesa rectangular de bordes metálicos, el inspector Mascari mordisqueaba más que fumaba su puro habano, examinaba el informe preliminar. El policía le lanzó una sombría mirada,  más como si fuera culpable de algo que mero testigo,  con sus ojos enrojecidos y astutos.

- Mi nombre es Mascari, inspector Mascari.  Ricco Leone, mafioso italiano. Me sorprende que seas testigo y no sospechoso. ¿Seguro que no tienes nada que ver con este asunto?  No me jodas, ¿de acuerdo?  Bien, quiero saber todo lo sucedido, sin olvidar detalle alguno.

Ricco  se apresuró a responder, quería terminar con este asunto cuanto antes. Escuchó al  inspector con fingido interés. Siempre decían lo mismo, siempre con sus habanos y ojeando unos informes.

- Señor Mascari,  me ofende llamándome mafioso. Coincido con usted en que los hombres de negocios no somos santos, pero somos igual de honrados que el panadero de su barrio. Y exactamente por mis negocios me encontraba en ese barrio, o mejor dicho, por los vehículos que nos llevan al trabajo a diario. Jacob es uno de los mejores mecánicos que encontrará usted en Los Ángeles y simplemente fui a verlo para ofrecerle un trabajo en la empresa de mi familia. Espero no haber vulnerado ninguna ley haciéndolo. - sonrió - Lo del bar fue algo raro. Primero un tipo se desvaneció y otro explotó desde dentro, o se le incendiaron las tripas. Ni idea. No soy médico y tampoco creo que a un matasanos le resultase muy normal lo que ocurrió. Después hubo como una bomba de aire, pero sin la explosión, claro. Simplemente vino un golpe de aire que hizo que estallasen los cristales y nos derribó. A partir de ahí y de que la mujer, o el hombre, no lo sé con certeza, saliera del bar saben ustedes lo mismo que yo. Perdóneme si no le doy más detalles pero no podría hacerlo, pues mentiría.

Mientras hablaba se mantuvo serio. Una vez finalizó volvió a esgrimir una media sonrisa que denotaba tranquilidad.

- Y ahora que ya lo sabe me haría un gran favor dejándome marchar, o al menos llamar a mi familia. Seguro que si no llego a casa temprano se preocuparán.


El inspector Mascari enseñó los dientes en una sonrisa cínica de oreja a oreja sin apartar la mirada de los ojos del Italiano. Seguía mordisqueando el puro y comprobando su pantalla táctil.  Tres cámaras en diferentes ángulos lo grababan todo. Asentía, cabeceaba, insistía. Ricco se mantuvo en su misma declaración, la cual no ocultaba nada relevante. El mafioso le estaba soltando un rollo  de colegio, pero parecía decir la verdad. Entonces le informaron que uno de los testigos, Marie, acaba de sufrir una crisis nerviosa y la estaban atendiendo los sanitarios. Mascari despidió de mala manera a Ricco que regresó a su asiento de la otra sala, sin poder evitar una irónica sonrisa de satisfacción.


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