jueves, 9 de febrero de 2012

Hechicería y Acero, 21-22




21



Si bien la brutalidad de los golpes de los hombres simio hubiese matado a cualquiera de ellos de alcanzarle, tal desafortunado hecho no se produjo. Golpeaban de forma tremenda, sí, en su fiero instinto tal como pensaba el caballero, pero delante de ellos tenían a cuatro mercenarios que aun con los miembros agarrotados y fríos, sabían manejar sus armas con la técnica suficiente como para deshacerse de las criaturas. Whosoran resultaba casi más bestial, Acherus era un artista con la espada, Bazag, ducho con el cuchillo y la cimitarra, rugía de tal forma que en otro campo de batalla hubiese causado pavor, y Sablen no iba a la zaga de ninguno de ellos. Cuando la cimitarra de Bazag se hundió en la espalda del rival del turanio, este se unió y formó de nuevo el círculo roto, a partir de aquí la serie de espadazos, hachazos, cortes y mandobles, terminó con la vida de otros cuatro hombres de la nieve.

Para cuando Takala consiguió un decente tizón en llamas, los dos supervivientes huían lanzando gruñidos. Dejaban atrás los cadáveres ensangrentados y mutilados de sus compañeros. Takala les gritó algo en esa extraña lengua y uno de ellos acabó por responder algo. Después desaparecieron en el horizonte helado y en el interior del bosquecillo blanco.

-Ha dicho que persiguen a una fiera desde su tierra. Su idioma es limitado. Una fiera…Por aquí hay alguna que otra manada de lobos, escasas. Y osos. Muy pocos. –Dijo Takala-

-¿Estás segura? –preguntó Sablen.

-La palabra fiera tiene varios significados. Algo feroz, o muy salvaje. O demonio. Pero por esa entonación creo que quería referirse a animal.

Whosoran cargó con Maclo. Tenía un par de costillas rotas y continuó inconsciente todo el resto del día. Un día de ligeras nevadas, sin viento, sin nuevos contratiempos. Acamparon, Maclo se transformó, espectáculo que dejaba a todos sin aliento. A medianoche despertó y se refugió en el calor de Whosoran. Takala le dio a beber una de sus bebidas humeantes y la chica no parecía tener ninguna secuela de la conmoción. Sablen le preguntó a Bazag que donde aprendió a gritar así, si es que se había criado con los monos en las selvas de Kush. Todos rieron. Takala, mientras preparaba un mejunje para hacerlos entrar en calor, observó con su mirada enigmática a Acherus y le aclaró que su “brujería” no era lo que él pensaba. Señaló que sus habilidades eran otros y luego se cerró en su clásico hermetismo.

Al día siguiente no aparecieron fieras de ningún tipo, ni hombres simios, ni siquiera la nevada o el viento. Fue un día monótono, iluminado por un pálido sol en un estéril cielo gris. A la caída de la tarde se levantó el aire, arrastrando trocitos de hielo afilados y cortantes. La planicie se extendía al norte, enmarcado al este por unos montes de poca altura. Durmieron arrebujados unos con otros, y lo mismo que las noches anteriores, Takala despertó acurrucada cerca de Bazag. En un aparte, Sablen le susurró a este:

- Ten cuidado con esa mujer. Recuerda lo que es. Y lo que le hizo a Keito. Es peligrosa. Nos está ayudando, vale, si es que todo esto no es una farsa para otra cosa, no imagino el qué. Pero ya sabes lo que sucede con las hechiceras, te pueden sacar la sangre, robarte el alma. Puedes ser el siguiente. No se te ocurra tocarla por muy buena que esté. Solo tenemos su versión de lo sucedido, Keito no lo negó del todo, pero quizá…quizá ella lo buscó. Ya sabes como era Keito…supongo que se pasó. Sin embargo…bien, eso es lo que te digo. Consejo de un veterano –y acarició la cruz del amuleto de Mitra que pendía de su cuello.

Más tarde, cruzando la llanura, se dirigió a Acherus:

- Creo que opinas lo mismo que yo acerca de Takala. No perdamos ojo, eh?! Esa mujer me da escalofríos. Incluso con este tiempo, ya me entiendes. Ni de ese Whosoran. El tipo es una bestia, mejor no le pinches metiéndote con Maclo. A mí tampoco me gusta que lo hagas con la chica, bastante tiene con lo que le ha pasado. Esto es una aberración.

El viento murmura suave una canción helada, tonos y acordes de matices imposibles de conseguir en otra parte del mundo, aparte de aquí, en el lejano e imposible norte. Takala anunció de pronto:

- Antes de esta noche llegaremos.

Sin embargo, no fue así. Cuando el sol había rebasado su cenit, se toparon con una grieta en el desolado yermo. Una fractura se abría y elevaba sus dientes igual que el cuerpo dentado de una serpiente gigantesca. Lo atravesaba de parte a parte sin verse el final de ambos extremos. De unos ocho metros de ancha y una profundidad similar. Habría que descender y trepar por la otra vertiente, ambas paredes heladas.

- Si la seguimos al este, llegaremos a un desfiladero entre las montañas, allí debe estrecharse. O atravesar los montes buscando un camino al otro lado. Falta poco –se aproximo al borde-. O bajar y subir. Es arriesgado.




Bazag

Por suerte para ellos, esos hombres, si merecen ser llamados así, carecen de verdaderas aptitudes. Tienen fuerza e instinto, pero no saben emplearlos. No deben haberlo necesitado nunca. Los humanos han requerido depurar el arte de la guerra porque se ven envueltos en una tras otra. Estos seres son cazadores, salvajes, les basta con su fuerza. Al menos cuenta con ello, porque si vuelven a encontrárselos… espera estar en lo cierto.

-Bueno, pensé que tal vez se alejarían cuando viesen como les hacemos frente- sonríe sin poder evitar cierta vergüenza por su lamentable idea. –En mi tierra, cuando te topas con un chacal, comienzas a gritar para que se alejen. Podía funcionar- añade encogiéndose de hombros, con una sonrisa estúpida entre los labios.

Maclo ha recibido un buen golpe. –Pobre chiquilla- de haber permanecido en forma humana no habría atacado, o eso cree Bazag. Es una maldición terrible. Se pregunta los motivos de la bruja para lanzar ese tipo de sortilegios sobre la gente. Debe haber alguna razón, incluso si es retorcida. Debería ganar algo haciéndolo. Claro que ha conocido bastante gente, clientes en su mayoría, que lo harían solo por diversión. Podría ser el mismo caso. Si tienes semejantes poderes, ¿por qué no usarlos sin más? Tiene sentido.
Esta vez han tenido suerte, mucha. La próxima podría haber problemas mayores. Si Maclo vuelve a lanzarse de ese modo pueden recibirla con un golpe en la cabeza, una espada, lanzas… En su forma humana pueden razonar con ella, la joven lo entendería. Como loba ni siquiera comprenderá el significado de las palabras.

Hay algo más que le inquieta. Esos salvajes perseguían una bestia. Podría ser la misma Maclo. En ese caso van encontrarse con más perseguidores. Los próximos pueden ser mucho más listos. Deben extremar las precauciones, un ambiente helado, lleno de nieve, es el más adecuado para tender emboscadas.
Si se trata de otra bestia, una lo bastante importante para movilizar las tribus lejanas, también tendrán problemas, solo los dioses saben del animal que puede tratarse. De un modo u otro, mala idea. Se encoge de hombros ante sus propias reflexiones. En ambos casos tan solo pueden intentar avanzar con más cuidado y estar preparados para todo.

-A parte de lobos y osos, ¿no hay absolutamente nada por aquí?, aunque sea poco frecuente. Tal vez alguna que esos tipos persigan como ritual…- Takala debe saberlo. Podría pensar que en ese caso ya lo habría dicho, pero lo duda. Hay otra pregunta interesante – Esa bruja, ¿Cuánto tiempo lleva en estas tierras? - quizás no esa la más adecuada, pero repentinamente ha sentido curiosidad. Cuando los cuentos hablan de brujas las suelen describir como viejas horribles. Cuando cualquier viajero dice haberse encontrado con una, habla de mujeres jóvenes, hermosas, y provocativas. De pronto ha sentido curiosidad por saber que versión es la correcta. Seguramente habrá de todo. –Y más importante. Cuando lanza sus maldiciones ¿consigue algo a cambio?- Si, como ha pensado antes, es solo por diversión, saberlo le servirá de poco. De lo contrario puede ser un dato interesante. Conviene ir conociendo al enemigo.

Al día siguiente vuelve a despertarse junto a Takala. Definitivamente es mucho mejor que amanecer viendo los rostros de sus compañeros. Naturalmente Sablen no lo ve del mismo modo. – ¿Y qué va a hacer, violarme?- pregunta con la sonrisa entre los labios. Luego piensa que Sablen podría ofenderse –Agradezco todo consejo de un guerrero más experto que yo- agacha la cabeza respetuosamente –Tendré cuidado, pero me fío de ella- No tiene motivos para hacerlo, a parte de la propia confianza de Maclo, pero por un lado está la respuesta de la moneda, y por el otro… hasta ahora parece querer ayudarles. Es distante con ellos, pero tiene motivos. En cuanto llegaron, uno de ellos no perdió tiempo en forzarla. En cualquier caso Sablen es un hombre curtido, no conviene desoírle, pero la opinión de Bazag es distinta.

La naturaleza está empeñada en detenerles. Bajas temperaturas, tormentas, grutas derrumbándose, túneles estrechos… era cuestión de tiempo que el suelo se abriese ante sus pies. Los elementos parecen estar en su contra. Por ahora ya van el agua, el viento, y la tierra, empieza a ser alarmante.
Vuelve a sacar su cuerda. Son ocho metros de grieta. Tal vez podría saltar esa distancia… sobre tierra firme, sin viento ni frío. En este lugar se quedaría a mitad de salto, con suerte. Por fortuna son también más o menos ocho metros de descenso.
-Podemos hacerlo así. Escalar sería peligroso, sobre el hielo cuesta agarrarse. Con caernos una vez basta para no volver a levantarnos- Siempre dando ánimos. –Podemos descolgar a uno hacia abajo. Si tenéis cuerda alguno de vosotros, nos vendría bien. Una vez abajo, con otra cuerda, atamos un extremo a un cuchillo o algo que pese. La lanzamos hacia el otro lado, que pase por encima de algún saliente y vuelva a caer. Entonces podemos usarla para izar a otra persona tirando de uno de los dos extremos. Lo hacemos un par de veces para subir a dos, y luego vamos subiendo a los demás desde arriba. Lo más importante es no estar nunca todos abajo, no a la vez. ¿Os parece bien?-




Acherus

¿Subir o bajar? Casi parecía estúpido plantearse una pregunta así. Casi. Lo evitaban, por cierto, las circunstancias. En aquel paraje traicionero, ninguna pregunta lo era. Cada respuesta podía significar muerte. Eso era cada vez más evidente.

"La palabra fiera tiene varios significados. Algo feroz, o muy salvaje. O demonio. Pero por esa entonación creo que quería referirse a animal" - Las palabras de Takala resonaban en su mente. Le impedían concentrarse.

¿Subir o bajar? Bajar le gustaba menos, a priori. Un desfiladero era ideal para tender emboscadas, eso lo sabían, y quizás hubiese otros enemigos cerca, más inteligentes que las bestias que les habían atacado. Pero, por otro lado, en aquel clima probablemente un desfiladero sería mejor para el grupo. Quizá no para el que encabezase la marcha, o para el que lo cerrase, pero quienes viajasen en el centro del grupo, si adoptaban la formación que más obvia parecía, viajarían relativamente seguros.

Acherus estaba un tanto reconfortado por las palabras de Sablen. Al menos tenía algo en la cabeza. Eso le dic ánimos, ciertamente. El otro, el chico, estaba perdido, probablemente. Pero con cuatro ojos vigilando a Whosoran, era menos probable que lograse algo. Takala no le preocupaba tanto, en un sentido más inmediato.

"La palabra fiera tiene varios significados. Algo feroz, o muy salvaje. O demonio. Pero por esa entonación creo que quería referirse a animal" - De nuevo acudían las palabras a su mente, aunque esta vez no lo habían apartado de su problema principal, la elección del camino a seguir. Aun así, que aquellas palabras lo asaltasen tan de continuo parecían implicar algún tipo de profecía, de precognición. Mejor no olvidarlas. En cuanto a la siguiente elección, Acherus se limitó a ser práctico. Tampoco sacaba nada en claro, dando vueltas a un tema cuya solución bien podría cambiar con el tiempo, al azar. Al azar.

-Salimos de la cueva guiados por Bazag. Que escoja de nuevo. De momento no nos ha ido tan mal... Aunque no me convence el método. Pero, dado que no tengo uno mejor, tampoco puedo quejarme... - Había evitado dirigir la palabra a Sablen o a Takala. Al uno no tenía que decirle, más allá del asentimiento de cabeza al escuchar sus palabras. Y en cuanto a la otra... cada vez que hablaba ella, Acherus no sabía a que atenerse. Mejor esperar, observar. Tampoco tenía nada que decirle al perro, ni a su loba. No, no era cosa del azar el limitarse a opinar, y de un modo tan escueto, sobre sus siguientes pasos. Observar, eso era lo que debía hacer. Eso era lo que iba a hacer...








22

A falta de otras propuestas o sugerencias, la idea de Bazag se llevó a cabo. Unieron cuerdas y esfuerzos, descendieron y treparon. Les ocupó mucho tiempo, no resultó fácil, en particular izar a Maclo, pero lo lograron. Sudorosos y cansados, tomaron aliento un rato al otro lado de la vertiente. El viento se tornó de nuevo bizarro y su susurro trajo el fantasma de una amenaza latente, una extraña sensación de aprensión. Quizá la tensión acumulada.

Avanzaron de nuevo a través de la ventisca. La nieve golpeaba otra vez con furia sus rostros. Acherus no perdía detalle del escenario por donde transcurría el viaje, y las explicaciones de Takala no se le iban de la cabeza. Presentía un peligro oculto, una sombra que le atenazaba el corazón. Lo mismo que Bazag. Takala disipó sus dudas:

- No, no hay otros depredadores. Rara vez vienen los mamuts del noreste. No hay nada más. No aquí. Me asusta que los hombres simio hayan llegado hasta aquí – Después respondió a las otras preguntas con un tono más enigmático en la voz:- Mi padre decía que llegó cuando su padre era niño. No pienses en enfrentarte a ella. No. Sobre las maldiciones…Obtiene placer. No hay motivo para todas las cosas, sabes. Hacer daño, causar dolor, en un fin en sí mismo para ella. Es así. Demuestra su poder. También hechiza a hombres para servirle de esclavos. Mi padre decía que buscaba algo –miró a Whosoran con intención-

Antes del atardecer se refugiaron en una hondonada junto a una colina de baja altura. Dejaron que el viento bramase irritado hasta más allá de medianoche. Maclo recuperó su forma humana, grandes ojeras moradas resaltaban en su pálida piel. Apenas habló y comió poco. Se refugió como siempre en los brazos de Whosoran. Takala se acercó a Bazag, dejó caer su cabeza en el hombro del ladrón y pronto su respiración se hizo lenta y profunda. Aunque no hablaba apenas con Bazag ni este le dio pie en todo el día, daba la impresión que era en quien más confiaba. Sablen se sentó cerca de Bazag:

- Cuidado. Tratará de ponerte en contra de nosotros. Ya lo verás.

Amaneció un día sorprendentemente claro, luminoso, sin apenas nubes. Esto contribuyó a que el humor mejorase y los ánimos renacieran. Apenas soplaba el viento y marcharon a buen ritmo. A pesar de esto, la sensación ominosa no desaparecía, trasladándose del turanio al resto de compañeros *. Acherus callaba, pensativo. Intrigado. Whosoran maldecía.

Llegó la tarde, que trajo una suave nieve. Y con ella, apareció su destino:







Whosoran

Whosoran era beligerante, soez, agresivo, rencoroso y poco honorable..Pero era inteligente. Lo suficiente, al menos, como para intentar racionalizar el miedo que le atenazaba el pecho.
Tras largas horas sin hablar, con gesto entre furioso y preocupado, en las que seguía sin protestar ni gruñir los pasos de Bazag, Whosoran habló:
La Bestia que siguen tiene que ver con la bruja..Seguro. Yo la presiento, Maclo también..Y Takala dice hacerlo también. Los tres hemos sido maldecidos en algún momento por ella. Quizás la bestia sea alguien maldito también.. O quizás sea un guardián..
Miro a Takala, manteniendo la mirada que, seguramente me dirige..
La bruja de los páramos deseaba algo, algo que tenía que ver con un Dios..Y con la muerte. No me quedé a averiguarlo ¿Qué sabes tú de eso, Takala? Qué hay aquí, en este lugar, que una a Maclo, a mí y a ti con la gran zorra de la taiga?

De pie, quietos frente a las antiguas piedras talladas..Mi tono de voz no deja lugar a dudas. Nada de enigmáticas y evasivas respuestas...




Anexo


Erguido, imponente, fuerte, con el mostacho cubierto de nieve, Whosoran ofrecía una figura feroz y poderosa. Mantuvo la mirada con Takala, el turanio pedía, exigía respuestas. La mujer frunció el ceño, su voz sonó áspera:

- No se lo que busca. Nunca lo supe ni me he interesado en ello. Hace mucho que abandoné la idea de intentar algo contra ella. La odio pero no puedo nada contra su magia. ¿Qué crees tú que quiere? Es fácil imaginarlo: poder. Más poder. Lo del dios y la muerte debe tener algo que ver si te lo reveló a ti. ¿Qué más te mencionó?

Pasó su brillante mirada por los monolitos y las tumbas:

-Aquí hay una respuesta a la maldición de ella. Tal vez, solo tal vez. Nada para la mía. Y a ti…a ti te hechizó. Te hizo esclavo. Su semilla sigue en ti. Crees que eres libre y ahora ella se ríe. Y cuando necesite de ti te llamará.

Se acercó, los ojos llameantes:

-Deseas a Maclo y ella sueña contigo. ¿Por qué no te atreves a poseerla?¿qué reprime tu instinto bestial, eh, guerrero? ¿Soy yo, acaso?

-
Basta. Basta a los dos –intervino Sablen-.

-Solo son palabras, necio –reprendió a Sablen-. Os he conducido hasta aquí sin pedir nada a cambio. Y creéis que la traición domina mi corazón. Pensáis matarme. No lo niegues, lo leo en tus ojos.

-
Si cumples tu palabra nadie te tocará.

- Sin mí, estáis muertos. Palabras. Palabras. Guerreros del sur. Lejos de vuestra patria. ¿No lo comprendéis? –Tomó un puñado de nieve y la dejó caer entre sus dedos-. Sois copos de nieve. Brumas que disuelve el sol.




Acherus

El esfuerzo le había hecho sudar, aun con el frío reinante. Ese mismo frío, que, al cesar el esfuerzo, congelaba su sudor. Estaba realmente jodido... Todos ellos lo estaban, en realidad. En algún momento Acherus se había dado cuenta de que ese detalle era el que más le pesaba. Buena muestra del malestar general que sentía era que no se había dado cuenta de ese detalle hasta hacía bien poco. El maldito sudor... pero bien, era inevitable. No podía cambiarse de ropa allí, entre otras cosas porque no llevaba más. Aun así, estaba cada vez más cerrado en sí mismo. Aquella panda de inútiles conseguiría que no volviese a sentir el calor, visto lo visto. Tanto daba el calor del buen sol del sur, el calor de un buen vino, el calor de una buena entrepierna, en algún burdel. A otras cosas podía renunciar, pero al calor... era difícil.

El frío lo mataba poco a poco, física y mentalmente. Cada vez estaba de peor humor, y el grupo no contribuya a mejorarlo. Pero el último comentario de Takala le había dolido especialmente. Todo el silencio mantenido en la jornada lo compensó entonces.

-Así que sin ti estamos muertos. Pero tú no has venido hasta contar con nuestra compañía, lo cual es extraño. Déjate de historias, Takala, aquí, ahora, dependemos los unos de los otros. Si hay una traición, estaremos acabados, todos salvo el traidor, quizá. Aunque con amos como esa bruja, nunca se sabe. En cualquier caso, si se produce esa traición, mala suerte. Hasta entonces, centraos todos en nuestro objetivo. La bruma puede ser muy jodida, hasta que el sol la disuelve. Si es que la disuelve. - hizo una pausa, aclarándose la garganta. Cuando todo esto termine, que cada perro lama su cipote. Pero hasta entonces, como digo, estamos todos ligados. Así que si hay pesos muertos en la cadena, tendremos que deshacernos de ellos. Colaborad o largaos, y eso es algo que os digo a todos. Yo, por mi parte, no tengo planeado morir aquí. Ah, y si me preguntan por posibles traidores, desde luego que estáis casi todos en mi lista. Pero me cuidaré mucho de ponerme a hablar de ello, mientras no surja la situación. Os aconsejo que hagáis otro tanto. - Se estremeció de frío. Joder, el puto frío me hace hablar demasiado. Espero que hayáis captado el mensaje...

Anexo




Hasta ahora Takala se mostró reflexiva, distante, serena, misteriosa y fría como el mar blanco salpicado de altos picos que era el escenario que recorrían. Pero aquel lugar, el final del camino, parecía haberla alterado. O tal vez solo los nervios acumulados de la travesía. Se giró hacia Acherus, sus ojos dos brasas. Había esperado un réplica del turanio no obstante fue el caballero quien le soltó sus impresiones. La mujer aguantó su mirada, sin ninguna clase de temor. Acherus había dejado muy clara su postura; práctica, conveniente. Y real. Sobre todo desconfiada. Si es que hay verdad en sus palabras.

- Yo no hubiese venido nunca aquí si no fuera porque estoy intentando ayudar a esa pobre chica, la única inocente en este remoto lugar. ¿Tanto te extraña que alguien haga algo sin buscar nada a cambio? Es mi forma de enfrentarme a Ella. Extraña vida la tuya, recorres medio mundo con unos hombres en los que no confías. ¿Qué dice eso de ti? –Suspiró- Cuando esto termine…cuando esto termine no serás el mismo, créeme. Si sigues vivo.





Whosoran

Escucho con la cara rígida, sin mostrar ninguna emoción a la réplica de Takala a mis palabras. Claro que sé que la bruja quizás tenga poder sobre mí todavía..Pero me guardo mucho de confirmar al resto de grupo tal opinión.. Abro la boca para contestar cuando Acherus irrumpe en la conversación, a su manera, irritando a todo el mundo, incluyéndome a mí.
Cree el ladrón que todos son de su condición..-digo riéndome, irónico, pero sin poder disimular la mala leche que empieza a inundarme - deja de sembrar cizaña, Acherus, bocazas. Lo que tenga que ser, será..Y hasta entonces, todos juntitos, cogiditos de la mano, a por ese muerto que habla.
Por donde vamos..Bazag? Takala?



Bazag

Nuevamente deciden hacerle caso respecto al método de ascenso. Le resulta preocupante. Hasta ahora ha acertado, y los dioses saben que disfruta jugándose la vida, pero querría más protestas cuando decide por los demás. Se le ocurren montones de buenas razones para no haberlo hecho así. A pesar de todo, no será él quien se queje, por ahora siguen vivos, eso suele ser buena señal.

Sablen vuelve a insistirle en lo mismo. Comprende la desconfianza hacia Takala, le parece razonable, pero como ya le dijo, él se fía de la mujer. Si quisiera haberles matado, podría haberlo hecho sin salir de su casa. También podría haber utilizado algún hierbajo para dejarles fuera de combate, o para ir solo con Whosoran y Maclo. La joven está obligada a creer, necesita aferrarse a cualquier atisbo de esperanza. Whosoran simplemente la habría seguido.
Por supuesto no se cree tan brillante como para poder entrar en la mente de una bruja. Esto podría ser una trampa, lo sabe. Prefiere no pensarlo. La moneda le indicó el camino a seguir, suficiente para no seguir cuestionando la decisión a cada paso. Sin embargo, si no fuese por la moneda, sigue pareciéndole que pueden confiar en Takala. Otras veces se ha equivocado, conviene recordarlo, y lo recuerda, pero no ve porque debería desconfiar más de ella que de los demás.

Bazag no llega a entender bien los motivos. En un instante están hablando sobre la bestia, y al instante siguiente vuelven a discutir. Es más grave esta vez. Empiezan hablando de desconfianza, luego de traición. Cada vez toma un cariz peor. Para sorpresa de Bazag, es Whosoran quien más hace por calmar los ánimos, incluso si fue el desencadenante de la discusión. –Whosoran tiene razón. ¿Traición?, vamos demasiado lejos sin ninguna evidencia. Me parece bien estar atentos, no he conocido a ningún mercenario que no lo estuviese- y él sigue considerándose un mercenario –¿Pero qué ganamos con esto? Tan solo ponernos más nerviosos, preocuparnos más. Un traidor es peligroso, sí, pero actuando de este modo no nos hará falta ninguno. Seguís dándole vueltas a lo mismo, cuando en realidad es muy sencillo. Si no os fiáis de Takala, evidentemente nos está llevando a una trampa, no tiene sentido seguir adelante. Simplifiquemos las cosas. Que Maclo decida si cree en ella o no. Personalmente, si tuviese tantas dudas, daría media vuelta-

Eso último, no es del todo cierto. En más de una ocasión se ha metido en la boca del lobo solo por diversión. No tiene la impresión de estar haciendo lo mismo ahora. Se acerca a Takala, muy serio. La mira a los ojos – No vamos a matarte. Yo me fío de ti, esperaba que eso bastase para fiarte de mí -
Bazag, a pesar de lo dicho, no tiene intención de dar la vuelta. Prometió devolver a una joven muchacha con sus padres, no una loba salvaje. Podrían seguir el camino, ese muerto parlante ya debería estar cerca. Sin embargo la bestia también. –Si estáis tan seguro de que nos acechan, deberíamos hacer algo al respecto. Si la bestia nos ataca cuando dormimos, cuando estamos hablando con ese muerto, o en cualquier situación complicada, tendrá mucho más fácil su “labor”. Convirtámosla en la presa. Este es un buen lugar. Si no podemos detenerla por nuestros medios, tenemos una magnífica trampa natural aquí cerca. Nosotros disponemos de cuerdas para trepar, esa bestia quizás no. Creo que sería mejor hacerle frente mientras estemos a tiempo.- Omite añadir, que si tienen algo a lo que golpear, tal vez no acaben matándose entre ellos.





Whosoran

No, moreno. NO estoy tan seguro de que nos sigan -sonrío, burlón - Soy acaso una bruja para saberlo?
Miro hacia delante, hacia el tenebroso camino que nos aguarda.
Tendremos que mantenernos alerta, muy atentos. ¿Pero esperar aquí, en medio de este desierto de hielo a que algo que no hemos visto ni oído venga a por nosotros? Creo que no hace falta ni contestar, Bazagín






Bazag

-¿Bazagin?- arquea una ceja al oírlo, jamás le habían llamado de forma semejante. No sabe como debería tomarlo, pero le da por reír, al menos durante unos segundos. –Yo no siento nada, no sé como de certeras son esas sensaciones para vosotros. Si no os parece un peligro, no es algo que podamos discutir.-

Hasta hoy sus dos métodos maestros para solucionar cualquier problema han sido luchar o huir, ambos son igual de válidos. A veces sus perseguidores le han alcanzado, forzándole a luchar en condiciones aún peores, pero otras ha habido más suerte. Es cosa del azar, el destino, o como se quiera llamarlo, si esa criatura existe y debe alcanzarles lo hará. Quería estar preparado para afrontar esa situación, no obstante el frío también puede matarles, en eso tiene razón Whosoran. –Movámonos rápido entonces, los momentos de calma no nos favorecen demasiado- responde con una sonrisa. Por algún motivo que desconoce, Whosoran casi empieza a caerle bien, es la clase de tipo que soluciona todo por el camino más directo posible. A veces es muy útil ser contundente.
Bazag se gira hacia Takala, es quien conoce el camino. –Tú dirás, ¿hacia donde?- Sigue creyendo que ella es de fiar, a pesar de las dudas de Acherus. Al menos les ha traído hasta aquí.


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