martes, 7 de febrero de 2012

Hechicería y Acero, 19-20


19



Resultaba agotador gatear penosamente con el contacto del agua helada en las manos y rodillas, o en el pecho y la cara. Sentían el frío morder carne y huesos, en una penumbra asfixiante, apenas si podían moverse con la mínima soltura y en más de una ocasión el camino se estrechó de tal manera que tuvieron que recular hasta la anterior encrucijada. La corriente subterránea se dividía en pocas ocasiones pero las suficientes para tener que tomar un camino u otro.

Ninguno perdía la esperanza. Acherus no estaba dispuesto a abandonar, a rendirse. Whosoran hubiese querido partirle el cuerpo y el alma a alguien, a alguno de sus compañeros si eso le proporcionase un atisbo de tranquilidad. Maclo gemía, lloraba, se detenía a menudo, estaba asustada, la entereza anterior se desvanecía a cada metro que dejaba atrás. Bazag, alentado por unos, espoleado e insultado por otros, iba en cabeza, decidiendo a un lado u otro. Takala no abría la boca, solo en una ocasión, cuando no le pareció buena idea internarse en el pasadizo de la izquierda. Y todos le hicieron caso. Por su parte, Sablen renegaba tanto o más que el turanio, como si esas maldiciones alimentasen su valor. Era un guerrero, dispuesto a combatir a demonios si era necesario, pero no a perecer de manera tan ignominiosa, triste y humillante como esta.

Absolutamente ateridos de frío, y tras un tiempo indeterminado, pero demasiado largo, el arroyo subterráneo salió a la luz. Y ellos también. Una luna lechosa intentaba en vano alumbrar el cielo, la tormenta hubo menguado y tan solo pequeños y leves copos de nieve caían arrastrados por un viento débil aunque cortante como cuchillas de afeitar del frío que arrastraba. Se encontraban en medio de un bosquecillo nevado, y un lago parcialmente helado se vislumbraba más allá, a donde iba a parar el agua del torrente. Buscaron refugio, hallándolo al final en una diminuta oquedad al pie de un talud, Sablen se esforzó por encender una hoguera sin lograrlo, y fue Takala, en cuclillas y a espaldas de todos quien dio lumbre a una fogata. Y allí pasaron la noche, pegados unos a otros, Maclo arrebujada en el pecho de Whosoran, temblando constantemente, sacudidos todos por espasmos del intenso frío que no era capaz de absorber sus miembros. Solo Takala parecía medio inmune al frío, o al menos no daba señales de padecerlo, completamente aislada en su manto.



El amanecer trajo un pálido sol de luz escuálida. La tormenta cesó, la nevada y el quejido del viento también. Maclo estaba transformada en lobo y aullaba, levantando su hocico al cielo. Takala estaba cobijada junto a Bazag quen la protegía en un abrazo dándose mutuamente calor. La mujer dormía profundamente, ajena al mundo, y el aventurero shemita pudo observar con calma ahora sus rasgos, que guardaban la enigmática belleza de su juventud enmarcada por regulares y constantes arrugas. Acherus, fiel a su doctrina y hábitos, ya montaba guardia, husmeando el aire y escudriñando la blancura que cubría los pocos árboles que de alguna manera insospechada eran capaces de levantar sus ramas al cielo en un lugar tan extremo. Whosoran se desperezó entre bromas.

Pero todos ellos notaron el singular olor del intangible peligro. Algo andaba mal. Maclo gruñó enseñando los caninos, Acherus desenvainó su espada e incluso Takala abrió los ojos de golpe.

De las oscuridad del bosquecillo, o apareciendo de lo alto del talud cayeron sobre vosotros unos seres con forma humana, vestidos únicamente con un taparrabos, de piel cubierta por un espeso pelaje blanco y sucio, más altos que cualquiera de vosotros, de grandes músculos y enormes cabezas melenudas donde los rasgos simiescos se superponían a los del hombre común. Gritaron, rugieron, mostrando una dentadura de poderosos dientes, amenazadores.

Saltaron blandiendo desmesurados garrotes de madera o lanzando piedras de buen tamaño. Algunos giraban sobre sus cabezas enormes quijadas de algún animal gigante.


OFF

Los atacantes son unos diez. Sed prudentes con las acciones, no estáis en las mejores condiciones después de esta nochecita.




Acherus

"Maldición. Por si hubiesemos pasado poco, ahora la cosa empeora sin tiempo para reponernos..."

Algo había descansado, si acaso podía decirse tal cosa. En realidad, quizás haberse mantenido en movimiento hubiese sido mejor que parar. Pero ya no importaba. Plantearse situaciones alternativas conllevaba olvidar, aunque sólo fuese por un momento, la real. Y la real no permitia descuidos... Algo les había avisado, instinto, sentidos, algo. Al menos eso era algo.

"O quizá no. Quizá no importe. Si son abiertamente hostiles, como parece, no tenemos nada que hacer. Estas bestias viven en estos parajes, y nosotros somos extraños extraviados en un clima hostil..."

Giró buscando dejar a su espalda al resto. Enfrentarse a las amenazas de frente era algo elemental, y Acherus procuraba ser tan metódico como podía. Tomar una posición defensiva, una vez te han atacado de improviso. Una posición defensiva te permite observar, aunque sólo sea mínimamente. Observar...

"No son simios. Los monos no llevan taparrabos, al menos no los que viven salvajes..." - Alguna vez había oido historias sobre hechiceros que tomaban a su servicio animales, a veces no demasiado mundanos... algunas de esas historias incluian extravagancias, como vestiduras para aquellos animales minmamente humanoides... Pero esto...

"¡Pueden ser víctimas de una maldición, como Maclo! Si conservan algo de su esencia humana, tal como ocurre con ella, es lógico que todavía sientan algún pudor..."

Intentando mantenerse tan atrás como podía, Acherus señaló a Maclo, mientras hablaba hacía las bestias.

-Somos enemigos de la Señora de las Taigas. También nosotros sufrimos las maldiciones de la bruja. ¡Deteneos!.

"Si es cosa de la bruja, sólo existen dos opciones: le sirven, y estamos jodidos de verdad, o son sus víctimas, en cuyo caso puede que, en el mejor de los casos, incluso reclutemos brazos fuertes..."

_________

OFF: Si hay ataques, Acherus se mantendra a la expectativa, limitandose a defenderse si es factible, y desde luego cuidandose mucho de acabar machacado. Seguirá repitiendo sus palabras, esperando que aquellas bestias puedan todavía entender.




Bazag

Aunque jamás lo habría creído, Bazag hecha de menos los calurosos desiertos de su tierra. Si, allí también hace frío por la noche, mucho frío, pero no es nada en comparación a esto, no va a acompañado de agua helada.
Mientras gatea es imposible no pensar en lo que ocurrirá una vez salgan a la superficie. El viento les castigará a pesar de la ropa, están demasiado empapados como para evitarlo en modo alguno. Lo sabe, el momento en que pongan un pie fuera de estas cavernas va a ser terrible.
Sin embargo el ansia de libertad es demasiado grande. Disfruta en situaciones como esta, pero la libertad le es muy valiosa, no le gustaría acabar sus días aquí.

Pierde la cuenta de las veces que se ven obligados a retroceder para escoger el otro camino. Podría llegar a plantearse la ineficacia de la moneda. –Seguimos vivos- Es una respuesta bastante buena para si mismo. Tal vez estén gateando más distancia de la deseable, pero no se les ha caído ninguna pared encima, ni se han precipitado al vacío.
A sus espaldas los demás no lo llevan del todo mal, excepto Maclo. La pobre muchacha está enfrentándose a una realidad demasiado dura. Siempre ha tenido una buena vida, fácil, agradable. Ahora se enfrenta a una maldición, al frío… Por supuesto a todos les afecta, pero están más acostumbrados. El golpe es más terrible cuando la vida no ha tenido ocasión de curtirte.
En cualquier caso, tan solo Acherus y Takala se mantienen calmados, en apariencia. Es mejor así, cuando alguien se desespera suele desesperar a los demás. Creer en la salvación es importante, de lo contrario abandonas. Si flaquea la fuerza de voluntad todo lo demás carece de valor.

Cuando ve la luz olvida el frío, el agua, el dolor en todo el cuerpo. Acelera más el paso, forzándolo más allá de la prudencia. Cuesta creerlo, pero han conseguido escapar. Besaría el suelo si no se tratase de fría nieve. –¡Ja!- Normalmente sería más prudente, ahora está demasiado eufórico –¡Os lo dije, siempre hay una salida!-.
Progresivamente va notando el frío, recordando la situación. Da igual, tan solo son unos cuantos escollos más en el camino. Buscan otro lugar donde poder refugiarse del frío hasta el amanecer. Antes de pensar en dormir, procura hacer ejercicio, moverse. La sangre debe circular bien por todo el cuerpo o tal vez no despierten.

Le despiertan los aullidos de Maclo. No importa cuanto sepa del asunto, le sigue resultando increíble. Una mujer convirtiéndose en lobo cada noche. Siempre ha sabido que el mundo era un lugar grande, misterioso.
Apenas recuerda haberse quedado dormido, pero admite que es mucho más agradable despertar mirando una mujer. Especialmente en comparación con el resto del viaje, contemplando únicamente nieve cada mañana.

Maclo cambia los aullidos por un gruñido. Mala señal. Se levanta súbitamente desenvainando ambas cimitarras. Ya empezaba a preguntarse cuando se encontrarían con seguidores de la bruja. Bien pensado, esa avalancha fue una coincidencia demasiado grande. Quizás llevan algún tiempo siendo vigilados.
Acherus se apresura en gritar que son enemigos de la bruja. En cierta forma es una estrategia inteligente. Si son seguidores de la bruja van a atacarles igualmente. Si no lo son tal vez ganen algunos aliados. Un tipo inteligente.

Bazag prefiere no bajar la guardia. Permanece inmóvil. Incluso si no son seguidores de la bruja podrían querer atacarles. Tal vez hayan invadido su territorio. Mostrar agresividad solo les volvería más agresivos. Si ese es el caso, claro, si no lo es van a luchar. Aún así conviene intentar mantener la calma.

Cuando no haya otro remedio, si ese momento llega, tiene muy claro como actuará. Generalmente se mueve mucho al luchar, pero la nieve le privará de la libertad necesaria para ir de un lugar a otro, además, esos seres parecen mucho más habituados, conviene tenerlo en cuenta para evitar sorpresas.
Se pone de medio lado, con la izquierda delante y las hojas de ambas armas inclinadas hacia el suelo. Estará atento para esquivar los golpes, o los improvisados proyectiles, en el último momento, así evitará la necesidad de movimiento constante, por el momento. Cuando sea un golpe lo que esté esquivando, lanzará a la vez un tajo con el arma más cercana. Esos tipos parecen musculosos, solo irá a por el torso si tiene una ocasión muy clara. De lo contrario es más sencillo amputar una pierna cortando por las rodillas, o un brazo por el codo. Una teoría simple, menos grosor, menos resistencia al corte. Tienen pinta de ser fuertes, conviene bloquearles solo si no hay otro remedio, apartándose en el mismo movimiento, sin oponerse a la tremenda potencia muscular que deben ser capaces de desarrollar.

Se moverá, cuando deba hacerlo, de forma que esos monstruos no ganen la espalda de nadie en el grupo. Es mejor defenderse sin dejar que el enemigo se entremezcle entre ellos. Además intentará no alejarse demasiado de Takala y Maclo… si esta última no intenta matar a mordiscos a nadie, no sabe hasta que punto la dominan sus instintos animales.




Whosoran

Alegre por haber salido de la gélida ratonera, le dí unas fuertes palmadas en la espalda a Bazag, riendo ruidosamente, demasiado alivado, por el momento, para sentir frío. Bien hecho, negro! 

Pero el silencio de la noche y la absoluta soledad del lugar, junto con el cansancio, finalmente me hacen torcer el gesto. Paso mi brazo sobre el tembloroso cuerpo de Maclo, encontrando también -porque no- algo de ánimo, de calor humano.

Agotados nos arrastramos hacia una cuevecilla, donde Takala consigue hacer fuego..
Bendita brujería -exclamo cuando veo surgir las primeras llamitas- que los dioses te conserven ese culo, Takala -añado jovial, mientras me acerco al fuego.

La mañana nos recibe con más frío, nieve y Maclo convertida en Loba. Acaricio su pelaje, escrutando en sus ojos animales con tristeza. No te preocupes, guapa..no perderemos mucho tiempo aquí... Incluso sin quererlo, me siento vinculado a Maclo..y su destino se ha convertido en algo más que una deuda por honor.. Sin embargo, la prudencia, la astucia de un zorro viejo me obliga a tomarme las cosas con bastante reserva..
Cualquier día de estos -pienso mientras escruto en los ojos de Maclo- la niña no volverá a ser humana, perdiéndose dentro..olvidando todo y a todos. Es algo que puede pasar, Whosoran...no te encariñes demasiado..

Entonces todo salta por lo aires. Una decena de seres, más bestia que hombres, saltan sobre nosotros. Afortunadamente, cierto instinto nos advierte del ataque. Con premura alzo mi arma y permanezco a la expectativa..esperando al primer mono que se acerque para partir primero su primitiva arma y luego su asquerosa cabezas de un fuerte golpe. Incluso algo encogido por el cansancio o el frío, tengo la certeza de que mi hacha probará gran cantidad de sangre...
Vamos, monos hijos de puta! Venid aquí a por mí, si teneis cojones!
Si son varios los que vienen, me echaré a un lado y lanzaré un fuerte ataque contra uno de ellos...contra la cabeza, anticipandome a su ataque..y me moveré hacia los demás..buscando la protección del resto.
EN CÍRCULO, EN CÍRCULO!!! -aullo mientras me muevo rápidamente..




20


El turanio Whosoran había nacido para la batalla. Atrás dejó el culo de Maclo y el de Takala, sus bromas, pero no su lengua obscena. Hundió el acero de su hacha en la cara de uno de los atacantes, destrozando la carne y quebrando hueso. La sangre brotó torrencial salpicando la blanca nieve en derredor.

Los seres aquellos ni siquiera repararon en las palabras de Acherus y aun menos se detuvieron ante su significado, si es que lo entendían. Embistieron en masa contra el círculo de hombres y las dos mujeres. El caballero tuvo que retroceder, a la defensiva, esquivando los brutales golpes o lanzando alguna estocada fugaz que hirió a uno de ellos en el pecho.

Bazag tuvo que actuar antes de lo que pensaba. Una finta aquí, descargó su arma y cortó un antebrazo que sujetaba un garrote, a la vez que giraba al otro lado con agilidad, se inclinaba y cortaba una pierna. Dos chorros rojos manaron en abundancia de las heridas inflingidas junto con gritos guturales de dolor y rabia. Evitó un mazazo circular a su cabeza.

Acherus insistió repitiendo sus intentos para que lo comprendiesen. O eran efectivamente seguidores de la bruja o sencillamente no hacían caso o no entendían. Los acosaron desde todos los costados y Whosoran consiguió abrir el pecho de otro, partiendo su corazón y sesgando su vida. El Estrangulador demostraba que podía ser tan fiero o más que sus enemigos. Pero no retrocedían las criaturas, ni tan solo las que mutiló Bazag. Iracundas y feroces, salvajes y obstinadas, cargaron de nuevo. Bestialidad y fuerza bruta contra la técnica y habilidad marcial de los mercenarios. Pero los músculos de los hombres del sur se resentían de la desventura de la noche pasada, del intenso frío sufrido en la caverna y por la noche. Entumecidos, cada movimiento les arrancaba gemidos apagados.

- ¡Son hombres-simio de los Hielos del Norte! –Se escuchó gritar a Takala, que permanecía en el centro, y atrás, protegida por los guerreros delante y la espalda por la pared del talud-. Su tierra está mucho más a septentrión. ¿Qué hacen aquí?

Nadie respondió, enfrascados los cuatro hombres en una salvaje lucha por la supervivencia. Sablen enarboló su gran espada y cercenó una cabeza peluda. Pudieron ver en ese momento que Maclo se lanzaba contra uno de los hombres-simio, clavando sus colmillos en el brazo. Quedaban despejadas las dudas de Bazag, pues en la loba solo quedaban restos mínimos de su condición humana una vez transformada en animal. Sin embargo la fuerza del poseedor del brazo era tal que levantó en vilo a Maclo ejecutando a continuación un garrotazo tan fuerte en el costado de la loba que esta salió despedida varios metros, estampándose contra las rocas donde quedó inerte en el suelo nevado. Whosoran se abalanzó * fuera de sí contra el medio simio descargando un hachazo tras otro hasta que tuvo que detener con la mano el cuello de otro congénere de aquel que intentó morderle en la cara. Los dos cayeron a tierra, la bestia sobre Whosoran y este apretando enérgicamente su garganta.

El golpe de un garrote casi descabeza a Acherus. Frente a él se levantaba una mole de dos metros o algo más, aullando furiosa mostrando sus colmillos tremendos capaces de arrancar el brazo a un hombre de una dentellada y atizando la nieve con su enorme garrote. Sablen se las veía con otro gigante que lo acorralaba contra la pequeña elevación entretanto que a Bazag le acertó de refilón el lanzamiento de una piedra en el hombro, circunstancia que no desaprovechó su rival para tratar de hundirle el pecho con el semicírculo que describió su garrote.

Takala, atrás, observaba la escena sin poder ocultar cierto terror en sus ojos, traspasada su máscara de frialdad. Su garganta articuló unas palabras:

- ¡Tholk cla´yuke ya sbahothzán lerok! ¡Thok cla´cla ak ak!

Sin embargo no causaron más que una ligera perplejidad en los hombres simios los cuales no desistieron en su empeño de acabar con vosotros.



Bazag

¿Qué demonios hacen aquí?, pregunta Takala. –Intentar matarnos a todos- piensa Bazag, pero prefiere no expresarlo en voz alta. En cualquier caso, la pregunta de la mujer es bastante razonable. Él cree que les han enviado para hacer el trabajo sucio. Por un lado se alegra, hasta que no envían a alguien a matarle no le indican si está haciendo bien su trabajo. Esto significa que van por el buen camino.
Sin embargo Maclo se ha llevado un buen golpe, no se mueve… No puede permitir que la joven muera, se lo debe a su padre. En su estado animal no ha podido controlar los instintos, espera que no le haya costado la vida. Por desgracia no pueden ir a ayudarla, necesitan acabar antes con estos seres. La mejor esperanza para ella es que los hombres-simio, como Takala los ha llamado, centren toda su atención en los cuatro luchadores.

El impacto recibido en el hombro, aunque leve, le deja casi a merced del siguiente. Eso no va a ocurrir. Morir ahora sería un tanto decepcionante. En lugar de luchar contra la inercia, el golpe, el equilibrio, y la propia nieve, se deja ir hacia atrás, es más, decide impulsarse un poco. Saldrá del alcance del arma, rodará volviendo a ponerse en pie, y se preparará para esquivar hacia un lado el siguiente golpe, porque probablemente ocurra.

-¿Sabes si les asusta algo?- Porque si el fuego les da reparos, o gritar en voz alta… o cualquier otra cosa, es momento de ir haciéndolo. No tiene ninguna esperanza en ello, siempre ha confiado más en valerse por si mismo.
Lanza la cimitarra de la mano izquierda contra el enemigo de Whorosan, tal vez así le ayude a levantarse. Mientras lo hace ya está moviéndose alrededor de su propio enemigo, buscando el mejor sitio para impactar, y sacando un cuchillo para compensar la pérdida del arma.

Es momento de cambiar de estrategia. Cualquier persona cuando pierde un brazo, o una pierna, pierde también gran cantidad de sus fuerzas. La mayoría se desmaya o queda petrificada, otros gritan y lloran. Son muy pocos quienes consiguen seguir adelante. Estos seres son capaces de sobreponerse. Tal vez es por sus instintos animales, por tener más resistencia, más sangre en el cuerpo, o los dioses saben. Bazag no tiene ni idea, pero hay algo evidente, debe buscar métodos más expeditivos de acabar con ellos.

Se acabó amputar, irá a por el cuello, el corazón… aunque el corazón es peor idea. Con la masa muscular que tienen será complicado hacer heridas lo bastante profundas. Lo dejará solo para la mano derecha y cuando esté seguro de poder golpear con todas sus fuerzas.
Luchará esperando las embestidas de esos salvajes. De nuevo se apartará. Esta vez usará el cuchillo para clavarlo, como una abeja, buscando los puntos más incómodos que le sea posible. No puede cercenar ningún miembro con el arma, pero si golpear en los tendones, el efecto es bastante similar, tal vez un poco más doloroso. Con la cimitarra solo seguirá con su estrategia anterior si no es capaz de alcanzar ningún punto vital. Ninguna esquiva debe quedar sin retribución. Los golpes enfurecerán a los salvajes, pero no dárselos les daría alas para seguir atacando con abandono.
Cuando su esquiva lo permita, o cuando tras un ataque le de tiempo suficiente para buscar el siguiente, irá a por el cuello con la cimitarra o a por los ojos con el cuchillo. Si no tiene ocasión de alcanzar ninguno de esos blancos, simplemente les golpeará hasta desangrarlos, eso debe funcionar.

Si en algún momento al esquivar, o al ser golpeado pues también puede ocurrir, queda como un blanco demasiado fácil, lanzará el cuchillo con las peores intenciones para ganar tiempo. Siempre puede reponerlo con otro.
Además, cada vez que uno de estos animales ruja, él gritará con todas sus fuerzas. No quiere que vayan a por la loba herida, tal vez así llame la atención. Y si la llama y consigue que vayan varios a por él… bueno, entonces será más difícil error un golpe, y ellos pueden acabar chocándose o incluso golpeándose.
Por lo demás, seguirá intentando aguantar la formación.




Acherus

La situación parece bastante desesperada, y su idea no ha dado resultado. No vale la pena pensar más en ello, y Acherus lo sabe, pero la leve reacción ante las palabras de Takala le escama. Aun así, decide centrarse en no morir en ese instante, lo que implica abandonar las cábalas y poner todo su empeño en esquivar, fintar, atacar. Ello implica que, aunque es consciente de lo que le rodea -más le vale, o estará muerto- ignora el golpe recibido por Maclo, así como la reacción de los demás.

"Salva tu pellejo primero. Después ya te preocuparás por los demás...".

-Takala, si eres capaz de ejecutar algún tipo de brujería, no sería mal momento para hacerlo...

No confía realmente en que eso vaya a suceder, claro, pero no importa. Hablar ayuda a descargar parte de la tensión, y ahora mismo se siente a punto de explotar. Las bestias son enemigos... bueno, bestiales. No se lucha contra el entrenamiento, o la inteligencia. Se lucha contra el más puro instinto...

"Quizá, si consiguiésemos prender su pelo con fuego... aunque no les mate, les ahuyentará..."

Pero eso no es precisamente fácil de conseguir. Tenían un fuego, si, pero para lograr prender los cabellos de las bestias... deberían acercarse demasiado.

-Si alguno está ocioso, que pruebe a lanzarles tizones ardiendo. O jirones de ropa, o lo que sea. Mientras sea fuego...

Aunque no lo dice explícitamente, habla de nuevo para Takala. Los demás están ya empeñados en al lucha, pero ella se ha mantenido al margen. No se le ocurre nada más, por ahora. El combate es demasiado incierto como para pensar...



Whosoran

Con una agresividad nacida en los más sucios campos de batalla, no dejo de lanzar ataque tras ataque sobre los simios norteños. Son fuertes, sí...y tambien salvajes... pero poco, excepto retirarse o esquivar, es lo que pueden hacer frente a un certero golpe de hacha de doble puño. No nos matarán ellos...si no el frío, el cansancio...y la inferioridad numérica. Por eso, antes de que el cansancio me venza...intento llevarme por delante tantos como pueda, esperando, tal vez, que estos seres empiecen a ver alarmantes las bajas sufridas...

El ataque a Maclo me desestabiliza un poco...y avanzo hacia el monstruo sin tener los flancos cubiertos. Descargando una imprudente y salvaje lluvia de golpes sobre uno de ellos...pero, dejándome, en cambio, derribar por uno de ellos. Suelto el hacha rápidamente, inútil en estos momentos. Y hundo mis manos en su garganta y busco, con destreza, rodar por el suelo junto con mi enemigo, buscando su espalda, buscando la posición, la llave que me permita quebrar su tráquea.

Si Bazag ataca a mi enemigo, entonces, me incorporaré, buscando mi hacha de nuevo. Y volveré espalda con espalda con los míos, atento sobre todo a los cabrones que lancen piedras. Y aprovechando los duelos de Bazag y Acherus con sendas criaturas, lanzarles golpes rápidos a los simios enzarzados en combate, sin recrearme en despedazarlos o partirlos por la mitad, sino en herirlos gravemente, dejándolos en bandeja para el resto de compañeros...

Me arde la garganta, casi asfixiada por el esfuerzo...pero me marco como objetivo que caigan al menos un par de ellos más...igualando la contienda... Y si tengo ocasión de cortar la cabeza a alguno de ellos, riéndome y aullando, lanzando espumarajos de rabia, la lanzaré contra los restantes animales...
¡No sabéis contra quien estáis peleando, monos cabrones! ¡Me comeré vuestros corazones!!

No es momento ya de estar junto a Maclo.

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