domingo, 12 de febrero de 2012

Hechicería y Acero, 23-24


23


La discusión se zanjó, de momento. Las posturas de cada uno de ellos, los intereses, los miedos y suspicacias no presagiaban nada bueno; la falta de cohesión cuando se estaban enfrentando a peligros mortales era un riesgo añadido a los ya existentes. La mirada de loba de Maclo reflejaba esa desilusión, ella y Takala se separaron una decena de metros, la mujer se acuclilló junto a la cabeza del animal y le estuvo susurrando palabras a la oreja. Durante varios minutos estuvo con ella, acariciando su gran cabezota, su lomo, su pecho.

- ¿Qué cojones hace ahora? –preguntó Sablen, más para sí mismo que para los demás.

Takala os dijo de esperar a que la chica recuperase su forma humana. Encontraron apenas unas ramitas para encender un fuego miserable y aguardaron, entretanto que los copos de nieve continuaban cayendo perezosos, en el silencio que lo envolvía todo. Hacía frío, hasta en las pestañas tenían minúsculos cristales de hielo; en los bigotes de Whosoran se acumulaban pequeñas esquirlas heladas. Se dieron cuenta que no soplaba la más ligera ráfaga de aire, casi por primera vez desde el inicio del viaje. Se trata de un silencio anormal, de una quietud que les hacía estremecerse, o ya de frío, sino de temor. No en vano se encontraban a fin de cuentas en un cementerio en el fin del mundo, en manos de una sospechosa bruja y habían venido a “consultar” a un muerto. Por otra parte, también se sentían vigilados por esa cosa que perseguían los salvajes hombres simio.

Maclo recuperó su cuerpo de mujer. Le pusieron de nuevo el vendaje cubriendo su torso; la tez de la joven había adquirido una palidez cenicienta, las ojeras se le remarcaban mucho más, sus labios habían perdido la frescura anterior. Tenía el aire de una rosa marchita a la que le quedaba poca vida. El turanio la abrazó y le transmitió su calor. Ella le dijo algo, en tono muy quedo: - Lamento haberte arrastrado conmigo –Hundió su cabeza en el pecho del guerrero-. He deseado yacer contigo.

Takala dio las instrucciones: ella entraría en el cementerio, solo con la compañía de Maclo. Debía encontrar la tumba que buscaban. Ordenó, rogó, que nadie las siguiera, y menos todavía con armas. Lo que tenía que hacer, únicamente le concernía a ella y a Maclo. *

-¿Y qué era eso de lo que deseaba un muerto y que podíamos perder el alma? Me acuerdo de tus palabras, bruja. ¿Quién es ese muerto? –preguntó Sablen.

La mujer no respondió y se internó con Maclo a su lado en la necrópolis. Se descalzó y la joven la imitó. Inspeccionó cada lápida medio enterrada que encontraba a su paso, rozando sus dedos las runas y signos grabados en ellas. Avanzó despacio, siempre con Maclo junto a ella. Maclo tiritaba, daba la impresión que se caería de un momento a otro, Takala le daba ánimos y la sujetaba del brazo. La muchacha volvió la cabeza y dirigió una mirada suplicante, cargada de miedo, a Whosoran.

-Esto es una locura. Nos está engañando. Maldita sea cien veces –Sablen había perdido la presencia y los nervios, no era ya aquel hombre pragmático, sereno, siempre con una sonrisa y un consejo en la boca. Su mano aferró el puño de la espada todavía dentro de la vaina de cuero.

Takala se detuvo al fin, a unos diez metros de vosotros. Leyó las inscripciones de un monolito ligeramente inclinado, similar al resto, sin ninguna diferencia aparente. Frotó la piedra con su capa de piel de oso, quitó la nieve acumulada y escarbó en la base de la enorme lápida. Untó su cara y la de Maclo con un tinte negro que extrajo de su bolsa, trazó líneas de algún sentido incomprensible. De pronto, se desnudó, para sorpresa de todos, mostrando un cuerpo maduro, bien formado, con varios tatuajes en el vientre y la pierna izquierda, pero que la nieve y los movimientos de la mujer no os permitió apreciar con detalle. Se arrodilló y pegó la frente a la piedra, daba la impresión que musitaba un rezo, una oración, una plegaria.


OFF

* Veamos, esto es lo que señala Takala. Podéis obedecerla o no. Sablen siente la necesidad de proteger a la chica pero no se atreverá a entrar, no al menos de momento. Tal vez venza sus miedos y reticencias y acaba haciéndolo. Los demás, si alguno desobedece las instrucciones, que lo explique claramente, en particular el tema de las armas. Takala no va a comprobar si las lleváis ocultas o no, o si alguno después se las facilita a quien ose penetrar en el santuario de los muertos.

Dejo aquí el turno pues primero he de saber qué vais a hacer, en qué momento, o si le preguntáis alguna cosa. Tanto si vais a intervenir como si os quedáis mirando.

 



Whosoran

Abrazo a Maclo con fuerza, huelo su pelo y acaricio su espalda. El corazón me da un vuelco al oír su triste vocecilla...
Maclo, Maclo... a mi también me habria gustado....pero no te preocupes, que en cuanto te quitemos la maldición, te voy a pegar un polvo de esos que se ponen los ojos en blanco -digo susurrando, con complicidad, para continuar hablando en un tono más alto. No estés triste, nena-Acaricio su rostro-Ya verás como todo sale bien
Intento no parecer preocupado..Pero lo estoy y mucho. Justo al límite de la necrópolis me detengo, con las armas preparadas
Haced caso a Takala, no entréis...pero los que tengáis arco, permaneced atentos y apuntando...no sabemos a quien o a que nos enfrentamos...
Respiro algo aliviado, aunque no demasiado, cuando veo a Takala y a Maclo detenerse a unos diez metros. Si algo las ataca quizás todavía tendría tiempo de correr y golpear.
La tragedia se masca en el ambiente..Y lo de la prohibición de entrar armas...suena como si todos los muertos del lugar fuesen a salir de las tumbas para atacarnos si nos mostrábamos amenazadores...

Alzo la voz para que me oigan todos..
Hay muertos aquí..Quizás alguno todavía tenga ganas de marcha. ¡Ja ja! -Una mezcla de confianza y humor socarrón es lo mejor para subirla moral a los soldados..No os preocupéis por eso, chicos... ¡los muertos son esos inútiles que ya se dejaron matar en otra ocasión!




Bazag

Cuando Sablen dice “¿Qué cojones hace ahora?”, está expresando los pensamientos exactos de Bazag. -¿Qué cojones está haciendo?-. No sabe nada de brujería, lo poco que ha oído contar aquí y allá. Takala ha contado aún menos. No sabía que podía esperar, pero sin duda era algo distinto de esto. ¿Cómo prever que una mujer va a desnudarse en mitad del desierto helado? Además, por sus gestos parece estar rezando, quizás sea algún modo de llamar a los muertos.

Todo el viaje ha sido raro desde el principio. Primero la persecución por medio mundo de la joven Maclo, encontrando falsas pistas a cada paso. Luego la larga travesía por estas gélidas tierras hasta encontrar la cabaña donde esperaba Whosoran junto con las mujeres. Desde entonces todo ha sido cada vez más extraño. Sin embargo era algo con lo que podía lidiar. Moverse por la nieve, arrastrarse en una gruta, pelear con bestias de estas tierras, viajar sin conocer el rumbo. Todo eso puede hacerlo, tan solo necesitaba mantenerse en marcha. Ante ese tipo de situaciones sabe reaccionar, no son tan distintas. Un buen mercenario debe estar preparado para todo, especialmente para la supervivencia.

Ahora la situación ha cambiado, Takala les ha pedido que esperen allí, sin acercarse, poniendo especial cuidado en dejar lejos las armas. Aguardar acontecimientos no es su estilo, ni siquiera sabe si es capaz de hacerlo, pero lo duda.
Observa la escena. Si acercan ahora podría fallar algo, condenando a Maclo a convertirse en una loba hasta el fin de los días. Además, debe confesar que las dudas de Sablen tienen fundamento. Allí delante, frente a esa tumba, podría estar ocurriendo cualquier cosa. Quizás sería buena idea acercarse para poder cumplir con su misión, proteger a Maclo, pero en el fondo sigue confiando en Takala. Solo espera no equivocarse, arriesgar la propia vida por un lanzamiento de moneda es normal para Bazag, jugarse la de otros no.

Escucha a Whosoran. No lleva un arco encima, pero prepara un cuchillo en cada mano, puede lanzarlos a esa distancia. Sin embargo no le hace sentirse más útil. En cualquier momento puede ocurrir algo, lo que sea, y detestaría limitarse a mirar. Solo hay un motivo por el que no se ha acercado ya, la advertencia sobre las armas. Desde el punto de vista de Sablen, debe ser una petición normal. Si Takala quiere jugársela le conviene que ninguno de ellos tenga las armas a mano. A pesar de su creciente paranoia, el veterano muestra un razonamiento completamente lógico. A pesar de todo, Bazag tiene más en cuenta el suyo propio. Ninguno de los allí presentes sabe nada sobre muertos. Si realmente van a manifestarse podrían entrar en cólera al ver armas. La ignorancia se hace muy dura cuando la única opción es esperar.

A parte de los cuchillos, clava las armas en el suelo, conservando solo uno en cada mano. Si los necesita podrá usarlos. Si algo les ataca mientras esperan, no tiene más que estirar la mano para coger las espadas. No se le ocurre nada mejor para estar alerta ante cualquier problema.
Además, la paciencia no es la mejor virtud de Bazag, por eso ha dejado las armas en el suelo. Si ve el más mínimo problema irá hasta allí, desarmado, y hará lo que pueda. No le hace ninguna gracia dejar a las dos mujeres solas, vulnerables. No se trata solo de proteger a Maclo para cumplir con su misión, tampoco quiere que le ocurra nada a Takala. Eso último le dice algo de si mismo, sigue fiándose de la bruja. Vuelve a esperar, una vez más, no estar equivocado con ella.
Comienza a dar pequeños saltitos, en el sitio, para no perder el calor en el cuerpo, ni entumecerse. Si hace falta actuar, hará falta hacerlo con presteza, y este frío no les ayuda nada.

Vuelve a escuchar el vozarrón de Whosoran. –Entonces sugieres que, si aparece algún muerto con ganas de guerra, volvamos a matarlo- Sonríe mientras mira hacia delante –Seguro que eso no lo ha hecho nadie antes de nosotros. Suena interesante- Si sale de esta entero, tendrá que buscar un desafío realmente colosal para superarlo. En cierto modo está colmando sus expectativas, su adicción al riesgo… aunque por primera vez en muchísimo tiempo, espera que no haya problemas. Por su parte tan solo puede estar en alerta, dispuesto a entrar en acción al más mínimo indicio de peligro.



Acherus

Acherus se mantenía al margen, con el rostro apuntando al suelo. Nada de aquello le gustaba, pero dejar a Takala y a Maclo adelantarse no era tan malo. El premio prometía ser importante, pero desde luego lo primero era salir de aquello con vida. Si se mantenían a la expectativa quizás pudiesen reaccionar ante lo que fuese a suceder allí. En cualquier caso, si todo se torcía, siempre podía intentar salvar el pellejo y huir hacia un lugar nuevo. Tampoco era tan complicado...

Lo realmente complicado, con total seguridad, sería reaccionar si de verdad tenían que enfrentarse a muertos vivientes. Cuando el turanio intentó hacerse el gallito, Acherus se limitó a sonreír, mirando brevemente a los otros tres. Y cuando Bazag acaba de hablar, le mira un buen rato, sonriendo aun más, como si conociese un chiste que no pudiese compartir, uno realmente bueno.

" Quizá lo interprete como que tu si lo has hecho antes. De eso se trata, de infundir valor en el corazón de aquella chusma. Si se envalentonan resistirán más, y si resisten más tendrás más ocasiones de huir."

El valor es importante, pero no tanto. No sirve de nada, especialmente, si te conduce a la muerte. Ahora la sonrisa de Acherus se torna en carcajada, se acerca hacia Sablen, y le palmea el hombro.

-Si, Bazag tiene razón. Es de lo más interesante. Y lo más interesante todavía: Maclo estará bien en breve, y podremos llevarla sana y salva de vuelta a la casa de su padre..

_______
--> Acherus respetará la petición de Takala. Tendrá, eso sí, las armas prestas: es evidente que los dioses no son tan bondadosos: algo ha de suceder, inevitablemente. Cuando suceda, Acherus procurará estar preparado...




24


Los cuatro hombres permanecían en las márgenes del lugar sagrado, recelosos, inquietos y asustados, las armas prestas a ser usadas, agudizando la vista, el olfato; todos los sentidos alertas. Escudriñaban más allá del velo de copos de nieve que lentamente no cesaban de voltear en el aire hasta descansar en el blanco suelo. Entretanto, Takala continuaba con su oración que poco a poco se transformó en cántico, una melodía suave, cadenciosa; invitaba a calmar los ánimos, a dejarse llevar. Maclo la miraba, sin comprender, volvía la vista a vosotros, regresaba a ella; en su cara la expresión del más profundo temor.

Hacía frío. Cada vez más. El sol se retiraba medio oculto por la nevada, hundiéndose en el lejano horizonte donde el océano sin fin comenzaba. Los cuatro guerreros bromearon, se dieron ánimos. En su interior cada uno pensaba distinto: en el reto que presentaba esta situación extraña; en salvar el pellejo; en Maclo; en matar a la bruja; en su cuerpo. En conseguir desprender a la chica de su maldición. Sablen desenvainó, el sonido de la hoja de la espada al deslizarse al exterior rompió un instante la magia del momento. Le siguieron las armas de los demás. Pero ninguno entró. El grandullón se contuvo lo mismo que sus compañeros.

Takala estuvo así al menos quince agobiantes minutos. Al fin su canción descendió en volumen, se difuminó mezclada con el susurro de la nieve. Enmudeció la mujer y quedó con la frente apoyada en la piedra un par de minutos. Su piel comenzaba a adquirir una lividez preocupante.

De pronto se arqueó, lanzando un grito que desgarró el silencio y que hizo a Maclo brincar a un lado. Su cuerpo entero se sacudió, se convulsionó, cayó de espaldas, estremeciéndose, meneando la cabeza con frenesí, chillando palabras incomprensibles. Sus dedos, sus uñas, arañaron la nieve. Por último, exhaló un largo suspiró, arqueada su espalda, su cabeza hacia atrás, una mueca de dolor y sufrimiento en sus hermosos rasgos. Quedó después laxa, inerte, tendida en la helada y mullida alfombra. Maclo no supo qué hacer. La miraba, la agitó por los hombros, le gritaba. La mujer no reaccionaba. Trató de moverla, de estirar de ella, se giró a vosotros:

- ¡Ayudadme!¡Ayudadme, por Mitra! ¡No se qué hacer, no se qué pasa! ¡Whosoran, Sablen, ayudadme!

Rompió a llorar, ofuscada, desesperada, se dejó caer de rodillas junto al cuerpo de Takala.



Bazag

Bazag está más tenso a cada instante. Comienza a creer que ni siquiera a él le gusta jugar con determinadas cosas. Hasta ahora no lo había pensado, tal vez porque a pesar de haber visto la muerte de su compañero de viaje, no acababa de asumir todo el misticismo que envuelve este viaje desde el principio.
¿Ver morir a un hombre?, lo ha hecho demasiadas veces, incluso cuando es de forma tan desagradable ya no le impresiona, no más allá del primer momento de sorpresa.
¿Ser atacados por seres medio hombre medio bestia? El mundo es muy grande, queda mucho por conocer. Tal vez en otros lugares haya hombres, o animales, más extraños aún.
Con el resto de dificultades no se ha puesto demasiado nervioso. Cuando ocurre algo busca la forma de seguir adelante. Ha sido así desde hace años, muchos años. No se paraba a pensar en lo raro que podía resultar esconderse justo en la montaña que va a derrumbarse. Son simples casualidades, se decía, como cuando apuestas todo a la cara de la moneda y sale la cruz.

Contemplando a una mujer rezando desnuda, con una chiquilla asustada a su lado, empieza a tener cierta sensación extraña. Este no es un momento más del viaje, es el momento en el que la situación solo puede cambiar a peor. Si Takala tiene éxito van a encontrarse frente a un fantasma dispuesto a vender información. ¿Qué precio puede tener un muerto?, ni dinero ni joyas, solo puede exigir algo realmente malo para ellos, sea lo que sea. Por el contrario, si la mujer no tiene éxito, Maclo está condenada a convertirse en una loba. Es injusto, y también ha visto la injusticia una vez tras otra, es un mercenario, sabe lo cruel que puede ser el mundo. Sin embargo Maclo era una chiquilla que no había hecho daño a nadie, según le dicen. Si alguien maldijese a cualquiera de ellos cuatro, cada uno debe reunir al menos una docena de motivos para justificarlo, la muchacha solo se ha visto envuelta en una pesadilla.
Tal vez por eso no puede calmarse del todo, porque sabe que, sin importar el resultado, las cosas van a empeorar.

Los quince minutos transcurren entre bromas. De algún modo, los cuatro consiguen calmar los comprensibles nervios. Es curioso, se llevan mejor cuando la situación es más tensa. Normalmente otros grupos de mercenarios son los mejores amigos del mundo tras una batalla, o mientras viajan de un lado a otro. Cuando desenvainan se convierten en un auténtico caos. Gritándose los unos a los otros, teniendo bonitos detalles para las familias del resto. Recriminándose, culpándose…
A ellos les pasa justo al revés. Cuando deberían albergar más dudas, se muestran más serenos. Lo demostraron en la cueva, o contra los hombres bestia. Entonces tomaron rápido las decisiones. Sin embargo en cada momento de paz se esfuerzan por incordiarse los unos a los otros. Si lo contase en cualquier ciudad, no le creerían.

Finalmente ocurre algo, pero no lo que Bazag esperaba. Contempla preocupado la reacción de Takala. Sí, preocupado, no le importa admitir para si mismo que la mujer, incluso si es bruja, le preocupa, aún cuando los demás sospechasen de ella.
Un grito así no se finge, desgarra la garganta con solo intentar imitarlo. Es auténtico dolor. No cree que sea una treta ni nada parecido. Luego el silencio, corto pero desesperanzador. Solo Maclo lo rompe, asustada. No ha salido corriendo, ignora si paralizada por el miedo, pero la ve coger por los hombros a Takala, intentar hacerla reaccionar.

Él comprueba haber dejado todas las armas en el suelo. –Tú tampoco sabes lo que hacer- Desde luego no es un curandero. Todo lo que sabe del cuerpo consiste en dañarlo para librarse de los adversarios. Aún así, tal vez pueda ayudar. –Si las cosas se ponen feas, espero que alguien me cubra- Es una especie de broma, pero ni se molesta en sonreír, no hay tiempo.
Respira hondo, se arma de valor, pues los muertos son demasiado riesgo incluso para él, y corre en dirección de las dos mujeres. Al llegar mira a Maclo –Recoge su ropa e intenta cubrirla. Si la dejamos desnuda se helará- Él comprueba si aún respira, o si tiene pulso. Le dará un par de bofetadas, no muy fuertes, mientras repite su nombre, para ver si reacciona.
No sabe nada de magia o pactos con fantasmas, pero sabe que el frío extremo es muy difícil de soportar. Tendrán que calentarla. No cree que importe mucho sacarla de aquí, después de todo, sin ella tampoco van a poder hablar con espíritu alguno. Por tanto habrá que moverla y buscar un lugar donde puedan hacer algo similar a una hoguera, aunque en estas circunstancias resultará difícil.




Acherus

¿Como lo había llamado aquel hombre, aquel sureño afeminado que se empeñaba en que hombres hechos y derechos usasen plumas en lugar de espadas? Tenía un nombre curioso cuanto menos... Tenía algo que ver con mecanismos... ¡Eso era!

Aquel momento era el fulcro sobre el que los dioses les moverían definitivamente. Era la llave que les abriría un destino u otro. Y era, sobretodo, lo que daría muerte a los que habían sobrevivido por suerte hasta ahora. Probablemente a Bazag, que ya se adelantaba.

"Los muertos quieren vida, eso es lo que quieren. Quieren sentir de nuevo, quieren irradiar calor, quieren tocar cuerpos vivos y vivir de nuevo. ¿Que otra cosa podrían querer? Takala... Quizá ya no sea ella misma. Quizá parte del trato consista en ceder su cuerpo, quien sabe por cuanto tiempo, a ese muerto."

Acherus había oído historias de posesiones, muchas veces. De muchos tipos, además, pero recordaba perfectamente una que incluya sacerdotisas negras invocando a demonios para que poseyesen sus cuerpos, allá en las junglas más alejadas de la civilización, las junglas demasiado cercanas a Estigia... No, no se acercaría a Takala, pues en aquel momento le parecía la mayor fuente potencial de peligro, más aun que Whosoran.

- No te preocupes compañero, te cubriremos la espalda.

Sabe que posiblemente sonará forzado, quizá incluso suene a lo que es: una declaración sencilla; esperaremos a ver que sucede, nada más.

____
OFF: ==> Acherus estará a la expectativa. Como digo en el turno, piensa que Takala podría haber "negociado" su posesión, quizá vendiéndoles a todos. En cualquier caso, cuando Bazag se acerque saldrán de dudas. Si se produce una agresión, al menos serán todavía 3, y podrán prepararse para el contraataque...





Whosoran

La tensión era inaguantable.
Entre espasmos y cánticos, Takala se movía a unos pocos metros..Pero la distancia que parecía separarlas de nosotros era mayor. Sin duda se trataba de autosugestión, de miedos e imágenes proyectados en nuestra mente por las hábiles palabras de Takala..Pero tenía la sensación de que, de un momento a otro, algo muy muy malo, muy chungo nos iba a hacer una visita.

Entonces Takala se derrumbó. Dudé un momento...quizás el desmayarse era parte del ritual o visión..Quizás estaba ahora del lado de los muertos, hablando con ellos de algún modo...
Entonces Bazag se adelantó.. Reaccionó para ayudar a Takala. Era un error, sin duda..Pero, por otra parte, también era lo correcto. Yo no lo habría hecho.. Todavía tengo el sentido de la supervivencia muy desarrollado.

Esa zorra de Takala debería habernos explicado qué es lo que debería haber pasado...darnos algo de información, contarnos qué se suponía que teníamos que hacer...

Bazag! -digo dirigiéndome al negro - quédate ahí con Takala, abrígala si quieres. Pero no la saques del cementerio...no todavía. Quizás esto sea parte del ritual... Aguanta ahí, te estamos cubriendo! ..Luego miro a Maclo...intentando tranquilizarla. Maclo! No ha pasado nada..Todavía...pero debes estar preparada para correr hacia aquí, tan rápido como puedas, en el momento en que te digamos.




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