domingo, 19 de febrero de 2012

LOS ÁNGELES, 2029 -6


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Fue el turno de Mara. Los pensamientos de la replicante psicótica divagaban en mil cosas y ninguna, Mira al techo, a las paredes, se levantaba de su silla, o permanecía sentada como una colegiala en posturas poco pudorosas.

“No puedo hacer mucho ya que finalmente cometí una estupidez y no me escabullí. Ahora estoy en manos de la justicia y mas me vale hacerme la idea de salir pronto o darán con alguno de los líos que tanto pretendo dejar atrás. Y yo que creí que entrando a la mansión del gordito mi perra suerte iba a cambiar. Más bien, mi mala suerte de perra.

“Bieennnnn. Me esta empezando a encabronar esta situación. Prefiero no hacer mas estupideces y mantener el pico cerrado, siento que algo me esta alterando por dentro. Quizá no sea nada. Es como si algo se acelerara; si, esa sensación es como algunas de las drogas que se venden en los antros y callejuelas del barrio del Nigger Ground. Pero más diluido.

“Finalmente luz verde. Pues es mi turno. Aquí vamos.

- Mara…-empezó el inspector Mascari.

-Solo Mara –respondió la chica-. Quiero un chicle.

Tomó asiento de forma tan obscena que dejó que el policía y los otros agentes pudieran ver más allá del final de sus hermosas piernas –aunque algo cortas-, prisioneras en sus medias enrejadas, sintéticas y rotas.

-Solo Mara. De profesión puta. Adelante con tu historia.


- Mire... "señor "- dijo, dejando la silla y depositando sus glúteos sobre la mesa, a la vez que agarró un bolígrafo con el que jugueteó un momento entre sus dedos-, se que ustedes los de la ley son siempre así, rectos y sin rodeos. Pero…,¿Seria mucho pedir que dejen de decirme PUTA... de forma tan discriminada?.. Acaso... se piensan ustedes que por ser una callejera tengo que darle las nalgas a cualquier gilipollas que se me cruza por la maldita acera?

-Disculpa mi vocabulario –contestó con sorna el inspector-, no te llamaba puta de forma peyorativa. Pero si vuelves a poner tu culo en la mesa, haré que te lo revienten. ¿Seguimos?

Mara descendió de la mesa y volvió a sentarse despatarrada en la incómoda silla.

-En verdad que espera que le diga ¿eh? ¿Que me follé a dos niñatos en un callejón por unos mugrosos billetes para comprarme algo de tragar y luego me fui a pasar la noche a la casa del sacerdote gordito? ¿O qué? ¿Acaso sus polis encontraron al gordito este metiéndomela o yo mamándosela? El pobre idiota solo me abrió las puertas de su  casa para no quedarme hecha una idiota en medio de la  calle. No se que pasó esta noche señor, yo solo quería dormir en un lugar que no tuviera mierda en las paredes ni tuviese que cuidarme el culo de algún estúpido que viniera a joderme mientras pretendo dormir. Mi día ha sido un asco y de verdad no espero que me comprenda, solo quiero que me deje ir en paz.. ¿Pido demasiado señor?

Dicho esto puso cara de fastidio cruzándose de brazos, esperando a ver que se le ocurría al policía que tenía en frente.

“Como quisiera tener mi pistola para meterle un tiro en las pelotas” –rumió para sí-

Luego de esto vinieron más preguntas, más respuestas absurdas hasta que al final Mascari dio por terminada la entrevista con ganas de meter a aquella zorra entre rejas, a la que le faltaba un tornillo o iba hasta arriba de estupefacientes. Sin embargo lo dejó estar pues sabía que a la mañana siguiente estaría en la calle. Y no compensaba el esfuerzo y pérdida de tiempo del papeleo. A fin de cuentas, no dudaba de que Mara acabara tarde o temprano con un agujero en la frente o el estómago.


Después declaró Jacob. Confirmo el resto de versiones, y la conclusión que sacó el inspector de su entrevista con él, era que el pobre mecánico tenía delirios de grandeza y se estaba dejando engatusar por el mafioso italiano. Cuando Jacob marchó, pulsó una tecla de la pequeña pantalla que tenía frente a él y repasó la entrevista:

- Señor Inspector –empezó el mecánico. Contempló al poli y se dio cuenta que ya estaba de vuelta de todo, que le importaban una mierda los muertos, la justicia y demás slogans de las pelis. No obstante, estaba muy lejos de la realidad esa línea de pensamiento-. El señor Leone y yo solo íbamos a comer tranquilamente a un restaurante en el que he comido otras miles de veces, si pregunta al Barman el viejo Alfred le dirá que tengo una cuenta abierta allí desde hace más de un año. El señor Leone me estaba proponiendo una lucrativa oferta de negocios, por mis servicios como mecánico en su empresa y como discutimos los pormenores durante largo rato decidimos irnos a cenar. Cuando entramos e iba a morder mi comida apareció alguien y no me pregunte como hizo arder a uno, reventó al otro y al Señor Leone y a mi nos hizo volar por los aires, el resto es historia en menos de lo que tardo en calibrar una bujía de un motor de combustión los BEMs entraron a saco, por cierto, la próxima vez que usen los vehículos de asalto, que les hagan una buena revisión, el blindaje tiene rasponazos en las zonas del motor, el fluido refrigerante tarda demasiado y por eso va echando ese humo negro apestoso, las armas están descalibradas se tuercen a la derecha estando quietas y el cambio de velocidad ha rascado demasiadas veces para mi gusto. Si  quiere por un módico precio yo les hago una puesta a punto.

Y así prosiguió insistiendo siempre en lo de la bomba invisible y el aspecto andrógino de la chica, si es que lo era, que le pareció que sí.


Jacob regresó a la otra sale, a esperar otra vez. Estaba deseando largarse de allí, le traía malos recuerdos del pasado,  allá en Alemania, en las comisarías de las zonas industriales "se lo han llevado de testigo" era sinónimo de "Encontrado muerto en circunstancias misteriosas". Se fijó en el cura, sentado muy tieso,. Hacía tiempo que para Jacob la religión fue a parar muy abajo en su lista de intereses; mas o menos junto al ciclo reproductor de los pingüinos mutantes de nueva Liberia Miró a la joven,  una pobre chica de la calle, si tiraba un palillo desde la ventana de su mugriento piso encontraría una docena como ella, aunque esta tenía una cosa especial, un morbo que le creaba una excitación desde la garganta hasta la entrepierna. Finalmente sus ojos nerviosos se detuvieron en Ricco, tranquilo, como si esto no fuese con él. Quería contratarle, mas empecinado en demostrarle lo cañeros que llegan a ser en la mafia, ¡bah!, familia, después de que tu padre te intente tirar a una incineradora para cobrar el seguro y tus hermanos te vendan a los "botas negras" la policía de Berlín, por las raciones de un día, le hablaba de familia.

“No obstante -se dijo a sí mismo-  hay que admitir que el hecho de tener una legión de picapleitos a tu servicio para cualquier mierda tenia sus ventajas”.

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